Te ruego que leas esto, solo serán dos minutos.

  • No te conozco, pero me atrevo a decir que eres una persona. Sé que tienes preocupaciones, sueños, hobbies, momentos en los que estás triste y momentos en los que quisieras ser alguien más.

    También tienes momentos en los que eres feliz, en los que compartes tiempo con tus seres queridos: familia, amigos, pareja o mascotas. Tienes personas o seres que amas profundamente, ¿cierto? Yo también. Las personas a tu alrededor también. Todos compartimos emociones y sentimientos justo ahora.

    Podemos decir con certeza que, al igual que aquí, en otros países sucede lo mismo. Todos sentimos y amamos: colombianos, franceses, italianos, chilenos, estadounidenses, etc. Tal vez estén lejos de nosotros; a veces los sentimos ajenos. Es difícil tener empatía por alguien que no conoces, que solo es un número en una estadística, al igual que tú y yo. Pero ellos existen, y están existiendo justo en este momento.

    Hay lugares donde eso —reír, abrazar, amar— ya no es posible. Donde las familias enteras desaparecen en segundos. Donde madres entierran a sus hijos y los niños buscan entre cuerpos inertes a sus padres.

    Eso está pasando ahora mismo. Personas como tú y como yo están siendo asesinadas, desplazadas y olvidadas, no por algo que hicieron, sino por haber nacido donde existir es un delito para alguien más. Imagínate ir un día a trabajar para alimentar a tu madre e hijos y, al regresar a casa, encontrarlos a todos masacrados. Parece una historia de película, pero es la realidad para muchas personas justo en este momento. Y el hecho de que vivan a 12 000 km no disminuye su existencia. Aunque parezca un mundo lejano, no lo es.

    Hoy son ellos, mañana podemos ser nosotros.

    Últimamente, en redes sociales, se repite mucho la idea de que “los mexicanos deberían preocuparse por su propio país antes de mirar hacia otros.

    Pero apoyar a estos lugares no significa olvidar a México. Por ejemplo, apoyar a Palestina no nos hace menos conscientes de las injusticias que vivimos en México. Podemos alzar la voz por quienes sufren allí, y al mismo tiempo luchar por nuestro país. La solidaridad alcanza para todos. Tener empatía por un país que sufre no te hace menos consciente de las injusticias que vivimos aquí.

    Cuando defendemos la vida y la dignidad en cualquier parte del mundo, también estamos defendiendo la nuestra.

    El día de mañana, nosotros podríamos ser quienes sufran esas atrocidades, y seguramente querríamos la ayuda del exterior.

    Espero haberte conmovido, aunque sea un poco. Mi intención no es solo hacerte sentir mal. Está bien sentir lástima y tristeza por los demás, pero de la tristeza nace el coraje, y el coraje es la cualidad humana más poderosa para generar cambios.

    En este blog nos centraremos en Palestina como caso concreto, porque permite entender de manera tangible cómo la injusticia y la violencia afectan a millones de personas. Esto no significa que otros lugares del mundo, ni México, sean menos importantes; cada país y comunidad que sufre merece atención y solidaridad. Pero hablar de Palestina nos ayuda a mostrar cómo, aunque estemos lejos, podemos informarnos, actuar y contribuir a generar un cambio.


    Ya me has dedicado los dos minutos que me prometiste; si quieres, puedes irte y dejar de leer. Pero si continúas, puedo contarte una de las maneras mas sencillas en las que puedes aportar con tu granito de arena. Todos somos personas promedio y no podemos volar como Superman para salvar niños, pero en masa podemos lograr grandes cambios.

    Por favor, dedícame otros dos minutos más.

    ¿Cómo puedo ayudar?

    Para comenzar a actuar frente a las injusticias, primero hay que comprenderlas. Tal vez lo que vas a leer te mueva, te incomode o te haga pensar. Tomate tu tiempo.

    Guarda esta pagina y cuando estés en un momento de calma, vuelve a leerme.

    Lo esencial no es cuánto leas justo ahora, sino que empieces a sentir que sí puedes formar parte del cambio.

    ¿Quieres continuar? Vamos.

    ¿Como puedo ayudar?