Por Yasmín S. Portales Machado
De verdad, algo tenemos que hacer en Cuba además de ver filmes y salir a la calle con banderas para hablar mal de quienes no están. Lo digo, por cierto, después de ver por tercera vez Milk (EE.UU., 2008, Dir. Gus Van Sant) en un local del recién reconstruido CENESEX. La historia de Harvey inspira y conmueve, pero sobre todo saltan a la vista las diferencias entre este político -entre la generación de activistas que él representa-, y quienes en esta isla del Caribe luchamos contra el prejuicio a principios del siglo XIX.
¿Recuerdan el parlamento que marca su transformación de gay feliz en activista inquieto? Soy un hombre de negocios, o sea, este personaje pone por delante sus credenciales ideológicas: soy un capitalista. La puesta en escena corta de raíz con tal escena las -anticuadas, nunca documentadas y bastante ridículas- acusaciones de una conjura anarco-gay-comunista para destruir a los Estados Unidos desde dentro, en la cual Milk y sus colegas eran asalariados del oro de Moscú. Y más adelante invoca el discurso de los Estados Unidos como espacio por excelencia de la democracia -¿podía ser de otro modo?- al citar los versos de la Estatua de la Libertad. Bueno, Harvey, eras patriota, capitalista y gay. Supongo que por el tercer adjetivo te mataron -¿confesó alguna vez el ex-bombero?- y ¿qué hago yo con eso?
Yo soy comunista, feminista y bloguera. Por encima de mis singularidades clasistas, raciales o geográficas, me reconozco parte del montón de gente en esta isla que se da golpes contra la pared, tratando de llevar el activismo LGBTI a un grado de autonomía y fuerza similar al de los momentos más gloriosos del Frente de Liberación Homosexual, pero desde la lógica de la sociedad civil socialista. ¿Es eso posible? No lo se.
Hay hechos reales, por ejemplo:
La gente que afirma que recordar a Stonewall y hablar mal del gobierno no es un acto político, es estúpida o miente. Así que no me conviene.
La gente que predica la paciencia eterna, no tiene mucho apuro o sabe más de lo que dice. Así que no se puede confiar a ciegas en su palabra.
La gente que escribió la Ley para ahora decir que yo no puedo invocarla, es tramposa y tiene poder. Así que más vale que me cuide de ella.
La gente que te empuja a la locura, está loca o te quiere mal. Así que hay que mantenerla vigilada.
En la unión está la fuerza.
Luchar contra la discriminación implica un mínimo de coherencia, de capacidad para la movilización en pos de acciones de beneficio colectivo, de conciencia de comunidad.
Corolario: Solo la acción colectiva nos salvará de la estupidez por un camino con fuerza legal.
Esto será divertido…
Escribí este comentario en el blog de Paquito. Lo pego aqwuí, pues tiene alguna relación.
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No me interesan en lo más mínimo las marchas de orgullo gay, considero que, al menos lo que sucede con ellas ahora, es una especie de fiesta popular, atravesada por el consumo y la enajenación, de manera general.
Pero sí me interesa que quienes tengan deseos de organizarla, lo hagan… y si tengo el espíritu fiestero, pues pudiera hasta asistir.
Por supuesto, eso no fue lo ocurrido en Prado. Según mi interpretación a partir de las declaraciones públicas de los mismos organizadores, sí existe una voluntad política detrás del acto, y eso también es legítimo.
La distorsión que introducen las fuentes de finaciamiento y/o las relaciones con instancias con determinado interés político, es una cuestión que siempre estará presente, y será usado por todas las partes imaginables. Si eres un activista del CENESEX, de alguna manera respondes a los intereses de la institución de salud cubana. Si tienes relaciones con la SINA, de alguna manera también estarás respondiendo a los mezquinos intereses de los yanquis.
Es opción de cada cual colocarse en el sitio donde mejor vea representados sus intereses. También está la opción de no escoger ninguno de los polos existentes, y posicionarse como ente individual, o incluso generar nuevas sociabilidades que pudieran hacer aparecer nuevos polos en el debate político.
Si recibir dinero de la SINA es un delito, que los condenen por ello. Si no lo es, pues entonces no pienso que tenga sentido acusarlos. En cualquiera de los casos, habría que probar que en efecto los manifestantes han sido corrompidos con el dinero de los explotadores del Norte. ¿Acaso Mary Trini tiene esa información? Las aburridas posturas de colgarle el cartelito a la gente de ‘mercenario’ u ‘oficialista’ (según el caso) solo sirven para levantar humo y hacer bien poco para lo que realmente importa: luchar por los derechos de una comunidad LGBT cubana que va ganando en visibilidad.
No es posible imaginar el proceso de configuración de esa comunidad sin contradicciones y sin posicionamientos ideológicos diversos. Recuerdo que en los debates previos a la conformación de HxD, la postura anticapitalista sugerida por Paquito y por mí, no fue recibida de modo entusiasta por algunos miembros. Es natural que así sea, y eso no me ha hecho renunciar a mi anticapitalismo, al cual le agrego mi antiburocratismo. Esta es una lucha política, y debemos tenerlo claro.
Al grupo que marchó le interesa criticar la labor del CENESEX ¿hay algo de malo en ello? ¿cuál es la traición? Si en sus argumentos introdujeran elementos falsos o distorsionaran la realidad… pues justamente ahí vendrá el debate, y el público llegará a sus propias conclusiones. No hay verdades absolutas. El CENESEX tiene a su favor que en la arena nacional dispone de acceso a los medios de difusión y a las instituciones estatales: puede usarlos en el debate, sin desacreditar gratuitamente a sus interlocutores. Aumentar ese acceso directo para sus propios activistas pudiera ser una línea de desarrollo de su política. Los otros fuera del CENESEX, con casi nulo acceso, tendrán que usar maneras alternativas, legítimas a veces, espurias otras. Algunos se entregarán a las seducciones del imperio, otros no lo harán. Pero a mí me queda ese mal gusto en la boca de saber que hay una cuota de responsabilidad institucional en ello, por no haber dado el espacio a ese que piensa distinto. Pienso en la frase de Diego en Fresa y Chocolate cuando dice “me voy porque me botan”. No todo el mundo ve la gama de opciones frente a sí (sobre todo porque a veces no existe tal cosa).
Abramos esa gama, hagámosla pública. Ganemos al crítico para pronfundizar este proceso, para hacerlo más legítimo.