Por Antonio Enrique González Rojas
Es casi tonta pretensión, y perogrullada por demás, suscribir que la televisión mundial hiende de lleno la especialización temática debido a la proliferación desmedidamente fractal, de canales generados por televisoras en competencia, tendientes a preponderar en el mercado, acorde las “sacrosantas leyes de la sociedad de consumo”, según las sabias palabras de Milo Minderbinder: animados, filmes, deportes, noticiarios, educativos, históricos, geográficos, científicos, musicales, farándula, chismografía, seriales, y las disímiles subdivisiones que estos amplios ejes arquetípicos presentan según tono, edad, especialización profesional.
Contra este escenario, definido por la brega encarnizada en pos de la atención de los públicos, lo cual definirá el rating y por ende el patrocinio comercial o las jugosas ganancias de la Cable-TV, la pequeña pantalla cubana descolla como rara avis, con sus clásicos canales Cubavisión (CV) y Tele Rebelde (TR), contentivos de la amplia heterogeneidad temática de hace varias décadas; los tímidamente especializados canales educativos 1 y 2; y la atractiva ventana mundial que representa Multivisión, a veces no tan múltiple ni tan visiva.
Desde la gran coyuntura sociopolítica-cultural de 1959, la TV Cubana torció su compás hacia un Septentrión menos comercial, menos apelativo a los placeres sensoriales y necesidades afectivas básicas. Se enfocó más en la formación intelectual de la población, en el cultivo de un gusto exigente y crítico de las ofertas, en el descubrimiento de realidades, aquende y allende Occidente. La centralización mediática fue la estrategia definida para Radio, TV, Cine y Prensa, al cuidado de únicos organismos: ICRT, ICAIC y organizaciones políticas como PCC, UJC y CTC, respectivamente, los cuales buscarían desarrollar una propuesta que, partiendo de la pluralidad de gustos generacionales y sociales, colimara un objetivo fundamental: la formación del Hombre Nuevo, sapiente, moral, fiel al proceso político.
TR y el 6 (posteriormente CV), los dos canales que durante décadas ahorraron a los públicos nacionales el tedio (¿o placer?) del zapping, tuvieron a su cargo ganar la atención de las más variadas preferencias, articulándose entonces una propuesta heterogénea/heterodoxa, donde compartieron y comparten pantalla toda una abigarrada trouppé de noticiarios, novelas, documentales, filmes, animados, musicales, propaganda política, mensajes de bien social, programas humorísticos, de participación, de orígenes y tonos adecuados a las relaciones internacionales de Cuba: hasta inicios de los 1990, abundaron los shows, seriales, animados y filmes realizados en la Unión Soviética y sus aliados del CAME, con la nunca nula presencia de producciones japonesas, estadounidenses, chinas y latinoamericanas, sobre todo en el campo de las telenovelas, y más menguadas áreas de la documentalística, el cortometraje y el cine. La producción nacional era suficiente como para alternar en proporciones contundentes con los paquetes foráneos. Los noticiarios apelaban (y apelan), a imágenes de acontecimientos mundiales, ante la carencia de corresponsalías cubanas en los diversos escenarios, siempre calzando los estamentos de la agenda setting mediática.
Hace más de 20 años, disminuyó a cero la programación de la Europa Oriental, con el retorno de las televisoras USA a la palestra criolla, en desaforada irrupción de los sin duda atractivos y muy bien producidos Cartoon Network, Disney Channel, Geographic, Discovery, History Channels, Animal Planet, HBO, NBC, ABC, FOX, TNT, A&E (vocero mexicano de la programación USA), cuya preeminencia es proporcional a las carencias cuali/cuanti de las productoras locales, díganse el ICRT y el ICAIC (sobre todo con su productora de animados).
…ya no estamos solos
Si bien la programación televisiva cubana actual obedece, con muy ligeros cambios en cuanto a empaque formal y protagonistas, a casi el mismo esquema fundacional, ya ha perdido el casi absoluto protagonismo mantenido hasta las décadas de 1980 y 90, a partir de la consabida eclosión tecno-mediática que dio al traste con su exclusividad a todo lo largo del orbe.
Voy con otra perogrullada necesaria: si bien hace dos décadas era un privilegio acceder a filmes “vedados” en las escasas y exclusivas “salas de video”, ahora es posible visionar las más recientes propuestas cinematográficas y televisivas mundiales, a horas y días de sus estrenos absolutos. Casi que se marcha a la par de los públicos foráneos, en el seguimiento de las apasionantes tramas y los regocijantes escándalos.
Con sus eternos Contacto (en su reencarnación vedettista de 23 y M), Palmas y Cañas, Todo Deportes, Escriba y Lea, De la Gran Escena y otros saurios con más o menos salud, CV y TR apenas pueden competir por la preferencia de los públicos, sin poder siquiera ofrecer primicias internacionales: los ejemplos más sonados son los infinitos seriales estadounidenses y algunas de sus mímesis españolas, que cuando se transmiten, ya son harto degustados y conocidos por los públicos, quienes los alquilan en muy actualizados “bancos” particulares de DVD´s.
En el más específico tema fílmico, dominado en el panorama no oficial por las rutilantes y banales cintas de acción, terror gore y humorada superficial de origen USA, la TV Cubana ha asumido un curioso papel alternativo, quizás sin proponérselo, más valioso de lo que se pudiera pensar, con la proliferación en todos los canales, de espacios cinematográficos de altos niveles artísticos, herederos de los fundacionales Historia del Cine (aún en la brega), Toma Uno (sustituído consecuentemente por La Séptima Puerta) y Cinema Europa (también extinto), como Espectador Crítico, Letra Fílmica, Acento Común, De Nuestra América, y De Cierta Manera, este último, imprescindible rememoración del cine cubano; manteniéndose algunos nichos comerciales como la clásica Película del Sábado y el dominical vespertino Arte Siete, también necesarios a la hora de cubrir todo el espectro de preferencias. Aunque estos espacios sucumben en la competencia directa con los abundantes proveedores de este tipo de cine.
Con la música ha sucedido algo semejante y positivo, aunque los programas más enjundiosos adolecen de irregular programación en horarios alejados de la preferencia convencional, contrapuestos con noticiarios, telenovelas y seriales de alta audiencia. Liderados por el clásico A Capella, bregan en la parrilla televisual Música del Mundo, Cuerda Viva, Sur, ¡Bravo!,
En el mismo lugar, Un palco en la Ópera, 320 Kb/s, Otros tiempos, todos más consecuentes que un anquilosado De la Gran Escena, que se confunde mucho con escenarios grandes, el caóticamente ecuménico De cualquier parte y
el ya no alternativo Lucas, compensado con Clip.cu y nuevas ofertas aún no consolidadas.
A fin de cuentas…
La cuestión capital es que la TV Cubana ha perdido, de una vez y por todas, la exclusividad en cuestiones de formación/orientación de gustos, preferencias y valores en los públicos nacionales, debatidos entre las inevitables oleadas de los tentadores productos externos, de oscilante calidad, pero de precisos atractivos. Ha tenido que plegarse de muchas maneras, uniéndose a su enemigo cuando éste se muestra invencible en calidad, pues nada puede Tras la Huella contra CSI, o el Guardián de la Piedra contra Flash Forward, verdaderas confrontaciones de león a mono amarrado; y en cantidad: en tanto Cuba produce una telenovela, un animado, un serial, aparecen en la palestra cien nuevas telenovelas, animes y seriales a lo Prision Break & Co… Tiene que convivir con esto, compartiendo cama con todos los diversos canales de consumo mediático, desde los cuales el cubano actual construye abigarrados y desjerarquizados sentidos. Se halla el ICRT, hace un buen tiempo, en una encrucijada donde la “victoria” ya no es un camino, sólo la promiscuidad y la hibridación más peligrosamente ecuménicos.
Cierto es, no obstante, que cada producción local que apele a la cotidianidad social, logra volcar las miras del público aún bastante fiel, hacia el inusual fenómeno que es presentar las mil y una cuitas del cubano de a pie, sus aciagos bregares vitales, los obstáculos objetivos y subjetivos enfrentados. Inconsciente y tácitamente, el público reconoce la saturación de tanta realidad foránea, y abraza con fruición cada espacio donde se vea representado, donde vea referido, de una u otra forma, su contexto. Voto particular a favor de los teleplays, verdaderos y peculiares oasis para la ficción audiovisual, donde varios realizadores como Magda González Grau, Elena palacios, Charlie Medina, Ernesto Daranas, Alejandro Gil y otros, han encontrado alternativas para concebir un “cine” paralelo, muchas veces de alta calidad y sesgo polémico.
Canales educativos: siameses en busca de su sitio
Ahora, el raquitismo productivo que ha dado al traste con tradicionales espacios como las Aventuras, se delata más escandalosamente con la proliferación bienintencionadamente irresponsable de canales extra, como los educativos, bilocación de un mismo propósito, que aún no consiguen consolidar una identidad como los tradicionales CV y TR, los cuales, amén las variaciones mencionadas, siguen siendo los canales de “la familia” y “del deporte”, por clasificarlos de alguna manera.
Estos gemelos surgieron en medio de un desmedido entusiasmo por la educación masiva, donde no se reparó en la escasa eficacia, inmediatamente demostrada, de Universidad para Todos y las Teleclases, desafiantes de los más básicos principios de la pedagogía, donde lo audiovisual no pasa de utilísimo accesorio para la insustituible atención personalizada del profesor in situ. Estas herramentales frecuencias acogen, no obstante, espacios interesantes, dedicados a públicos más especializados en cine, música, ciencia, historia, transmitiendo producciones de calibre y no tanto, que justifican más sus apelativos. Pero todo redunda, tras una mirada de conjunto, en una sensación de desorganización, de cierta incoherencia identitaria y de propósito, más cuando replican la heterogeneidad de los tradicionales, negando las lecciones que varias de sus principales fuentes de programación, como las varias encarnaciones del Discovery Channel, Animal Planet y homólogos, les pudieran brindar para bien, en tanto ejemplos de especialización y profundización en una temática, con empaques formales dinámicos; o para mal, vista la excesiva homogeneización y simplificación del lenguaje audiovisual en pos de captar grandes audiencias.
Resta la bizarra presencia de Multivisión, concesión definitiva y casi plegamiento acrítico a las dinámicas foráneas, cuyas fórmulas se revelan efectivas, validando sus discursos de sesgo occidental, sobre las visiones de otras latitudes, que pudieran asumirse con la inexplicablemente vetada transmisión plena de Tele Sur. Loas peligrosas despierta entre los públicos cubanos este collage de las televisoras foráneas, escape mullido y seguro a las rutinas añejas de CV y TR, pletóricos de las aterrorizantes noticias sobre el apocalíptico mundo, con el que se rehúye el compromiso, pues al decir de muchos: “para qué ver más sufrimiento, si con el mío diario basta”.
¿…conclusión?
Es la TV Cubana de este minuto, un ajiaco muy alejado de la metáfora socio-antropológica de Don Fernando, pues los ingredientes están muy mal distribuidos en un caldero inconsecuentemente ancho, respecto a las reales existencias y posibilidades: demasiadas dosis de especias importadas anulan el sabor de los pocos trozos de fibra nacional, ya de por sí poco curados y faltos de frío. Tiene además que compartir carta con diversos e inescrupulosamente atractivos platos 100 % no cubanos, que delatan la ineficacia de pasadas pretensiones de fomentar nuevas preferencias y gustos.
Publicado en Agenda Esquife 22 de septiembre 2011