Por Isbel Díaz Torres
Gracias al finalizado congreso internacional Biotecnología Habana 2011, es que el público cubano pudo conocer, muy superficialmente, por qué caminos nos arrastran los bio-tecnócratas del patio.
Este año el evento, como era de esperar, estuvo dedicado a la biotecnología en la agricultura. Actualmente, este es uno de los sectores que más dividendos arroja a las trasnacionales productoras de organismos genéticamente modificados (OGM).
Para que no quedaran dudas, el evento sesionó conjuntamente con una Feria Comercial. Esta sería, a las claras, el principal destino de los más de 300 delegados extranjeros asistentes, provenientes de 29 países.
Carlos Borroto, vicedirector del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB) y miembro del comité organizador, declaró que su Centro cuenta en la actualidad con más de 20 proyectos de investigación y desarrollo, dirigidos a la agro-biotecnología.
Algunos de los proyectos:
- La vacuna contra la peste porcina clásica y nuevos antígenos para el control de la garrapata en el ganado bovino y las enfermedades que ésta transmite.
- La estimulación del sistema inmune de peces y crustáceos.
- El desarrollo de vacunas inyectables basadas en proteínas recombinantes.
- Arroz transgénico y otros cultivos con resistencia a la sequía y la salinidad.
- El desarrollo de un maíz genéticamente modificado, resistente a la palomilla (insecto plaga) y al herbicida Finalé.
- La presentación de una soya transgénica, producto aún en desarrollo.
Según la información publicada, los expertos expondrían los resultados productivos del maíz transgénico, obtenidos en seis provincias del país, así como la generación de nuevos híbridos con incrementos sustanciales en los rendimientos y resistencia a la palomilla.
No obstante, los interesados que no pudimos asistir aún desconocemos tales resultados. Tampoco tenemos detalles del debate acerca de los ensayos de riesgo con OGM, los aspectos regulatorios y la percepción pública del asunto, que serían tratados allí.
Hasta donde sé, el proceso llevado a cabo por el CIGB estuvo plagado de violaciones que pusieron en riesgo toda la investigación. Incluso, tuvieron que pagar multas por no declarar a las instancias reguladoras el desarrollo de parcelas experimentales.
Además, los experimentos se realizaron en una sola campaña, sin más replicaciones, y los rendimientos no fueron contrastados con sembrados naturales, sin tratamientos.
Para colmos, un periodista cubano descubrió campesinos con sembrados del maíz transgénico fuera de las parcelas experimentales, en la provincia de Sancti Spíritus.
¿Habrán dado estos elementos a los 300 delegados extranjeros cuando debatían sobre bioseguridad? Si ni siquiera se los dieron a la prensa cubana, ya podremos imaginar la transparencia del debate.