Por Gonzo Pedrada
La cuestión no es tanto si el desarrollo económico en los países y regiones en desarrollo es justificable, sino qué clase de desarrollo –si beneficia a pocos o a muchos, si amplía la libertad o la alineación, o si sacrifica el tejido social orgánico y el medio ambiente en el proceso. Las desigualdades globales y los efectos de la falta de poder económico son obvios, pero un mal no puede ser corregido por otro…
Li Chun. Lecciones de China. Reflexiones tentativas sobre los treinta años de reformas económicas
Si realmente queremos transitar a la era de la soberanía alimentaria y ambiental –que además es la única alternativa-, tenemos que despojarnos del orgullo cientificista, del protagonismo individual, del verticalismo, de las imposiciones…
Narciso Aguilera Marín. Introducción de maíz transgénico en Cuba. ¿Capricho, solución o amenaza?
El 19 de enero de este año llegó a costas cubanas un monstruo de metal llamado Scarabeo 9, después de cinco meses de haber zarpado de Singapur en un viaje inicialmente pensado para 80 días. Una plataforma de extracción de crudo como esta, construida en China y especialmente contratada por el gobierno cubano por sus características y seguridades de última generación, reinventó y pintó de nuevos y purpúreos horizontes los sueños de grandeza energética del Estado Cubano. El fantasma de Juraguá navega las Aguas del Golfo de México pertenecientes a Cuba y que, según entendidos, esconden varios miles de millones de barriles de petróleo.
Desde enero de este año una empresa española denominada Repsol YPF, que ya venía trabajando en faenas petroleras en sociedad con el Estado cubano desde el año 2000, trabajó con la mencionada plataforma marina en la perforación y exploración del primer pozo cubano. Haciendo cola para el arriendo de la plataforma se alineaban empresas de Noruega, India, Malasia, Venezuela, incluso Angola. Al parecer todo iba a pedir de boca…
Pues resulta que el pasado 18 de mayo, Repsol anunció el fracaso de la primera inspección en busca de crudo, al constatar la inexistencia del mismo en el inicial foso perforado. Ello no sorprendió a nadie pero el batacazo vino inmediatamente después: Repsol afirma que es “casi seguro que la compañía no volverá a perforar en la Isla, donde ha gastado cerca de 150 millones de dólares durante sus 12 años de trabajo”. Y esto a menos de un mes de haber sido nacionalizada una rama de la misma empresa radicada y operativa en Argentina… El Estado cubano apoyó sin miramientos la decisión tomada por la presidenta Cristina Fernández y el senado argentino.
Sean cual fueren las decisiones de ambos Estados y los motivos detrás de ellas, dizque definitivamente soberanos de acuerdo a su razón, lo cierto es que es muy posible que Repsol no contribuya más al futuro petrolero cubano. Pero lo importante en este meollo no es eso, al final hay muchos más postores a la cruda fiesta del hidrocarburo. Hay algo más subyacente en todo el tejemaneje del reciente Estado cubano: primero, una subida de parada en la estrategia energética nacional, peligrosa y esencialmente vinculada a las visiones modernas más ortodoxas sobre el tratamiento de los recursos naturales.
Por otro lado, cuestión importantísima esta, tanto estrategia como visión están conectadas a un sistema de consideraciones humanísticas, socioculturales y políticas que se han venido desarrollando en Cuba durante toda su historia y han encontrado colofón en la existencia de un estado realsocialista apoderado de una verticalidad civilizatoria –que no civil- y racionalista extremadamente resistente. En este sistema, el control de la información –cualquiera que ella sea- y el voluntarismo, entendido mínimamente como las disímiles (auto)sobrevaloraciones de y hacia los líderes-gobernantes-vanguardia-estadistas, son elementos indispensables a tener en cuenta.
Y todo esto apretujado en los límites fronterizos de un archipiélago estrecho, con pocos y poco potentes ríos, con casi ningún petróleo o gas natural bajo tierra, y menos mal que ya no se le presta atención a los bosques… pero un archipiélago al fin, rodeado de mar, mucho mar, bañado en sol diez de los doce meses del año y rociado por brisas, vientos y –por suerte no permanentemente- huracanes. Es evidente que las apreciaciones modernistas ortodoxas a las que nos referíamos en el párrafo anterior no deberían ya más existir en los terrenos y cerebros de nadie en Cuba… y sin embargo el Estado se mantiene en sus trece: después que la Historia viera disminuidos casi al 0 % los bosques de la isla, después de que nos convirtiéramos en los privados preferidos refinadores de petróleo de los gringos, después que comiéramos más crudo que cualquier país socialista del CAME, después de Juraguá, sobre todo después de ella… ahora se vuelve a las mismas.
El sueño, potencial pesadilla, cienfueguero de Juraguá. Con el se hubiera obtenido la locura que alguna vez creó Batista en sus buenos tiempos, dividir el territorio nacional en dos para crear un canal marítimo que compitiera con el de Panamá. El bonche y el relajo tropicales cubanos hubieran decidido, con sólo el pulsar de un botoncito rojo, un desastre regional mayor, competidor, este sí, con el otro ucraniano de abril de 1986. Afortunadamente, la crisis de los voluntarismos soviéticos pudo más que la profundización de los de la elite política cubana y hoy Juraguá no es más que ruinas entre la yerba. Pero vale la pena conocer algunos datos sobre ese intento:
La electronuclear de Cienfuegos, una de las dos a construir en el país (¡¡¡¡¡¿¿¿¿¿?????¡¡¡¡¡) habiéndose invertido en ella “casi mil millones de dólares”, sólo sería suficiente para proveer el 25 % de la energía requerida por el país a fines de la década de los ´80. Ya por aquí se podía entender que no hubiera mucho resultado incluso con las dos plantas, las cuales no llegarían a satisfacer la demanda energética nacional y pondrían en peligro nuclear a toda la región del Caribe y tal vez más allá de el. Sin embargo, estas consideraciones no fueron tenidas en cuenta, ni siquiera una de las más importantes:
De nuevo las consideraciones seudo vanguardistas provenientes de estatistas y cuadros funcionariales, desoyentes de toda evidencia y lógica científicas, sin hablar de entenderse la personificación de la voluntad popular, que no ciudadana, y responsables ante la misma ya no de eventos de gran magnitud, sino de todo evento. El Estado cubano con seguridad conocía datos como este:
“…se examinan clínicamente a los 36 trabajadores presentes que laboraban o que lo habían hecho en algún tiempo, por más de 1 año, en esta actividad. Los resultados arrojan que los sistemas de ventilación de las diferentes áreas son deficientes, pues en la mayoría de los puestos de trabajo se encontraron concentraciones de polvo de aluminio por encima de 5 mg/m3 (concentración promedio admisible). Estas concentraciones oscilaron entre 4 y 86,5 mg/m3 y los operarios fueron los más expuestos a ellas. En el estudio médico se observó que 18 casos (50 %), mostraron algún tipo de alteración clínica en su aparato respiratorio, los más frecuentes fueron los hallazgos en los rayos X de tórax. Las principales y más severas afectaciones fueron encontradas en los individuos de mayor exposición y en los que ocupaban el puesto de operario de metalización, pues de un total de 10 examinados, 7 (70 %) presentaban afectaciones. En 1 caso se detectó neumoconiosis.”
Resumen introductorio de una investigación realizada por la Dra. Carmen Moreno Carbonell, el Dr. Otto Delgado Ramos y el Lic. Ernesto García Machin, titulada Estudio exploratorio en trabajadores expuestos a aluminio en la Central Electronuclear “Juraguá”, aparecida en la Revista Cubana de Higiene y Epidemiología, perteneciente al Instituto de Medicina del Trabajo cubano, de enero-junio de 1995. (http://bvs.sld.cu/revistas/hie/vol33_1_95/hie03195.htm)
La investigación a la que pertenece la cita anterior llegó a tres importantes conclusiones (la cursiva es nuestra):
1. Los niveles de contaminación por polvo de aluminio en los diferentes puestos de trabajo de metalización se encuentran por encima del valor admisible establecido, por lo que se puede inferir que el riesgo a un detrimento de la salud de los trabajadores expuestos es elevado.
2. Se observa un alto índice de afectaciones a la salud y un alto riesgo de adquisición de una enfermedad profesional, específicamente de una neumoconiosis por polvo de aluminio (aluminosis) en el personal expuesto en las áreas de metalización, principalmente, si no se cumplen las medidas de protección e higiene del trabajo establecidas al efecto.
3. Los resultados obtenidos solamente se pueden considerar como orientadores y no como una evaluación definitiva del riesgo a que están sometidos los trabajadores durante la actividad de metalización.
Dudo mucho que algunas de estas oraciones sea conocida por el cubano de a pie, quizás ni los mismos trabajadores que participaron en el proyecto de Juraguá sepan de estos datos. O tal vez sí, pero ya eso no importa, la planta quedó en el olvido y quien quiere acordarse ahora de lo que sucedió o pudo haber pasado. Además, la “razón de Estado” pesa mucho tanto que es muy posible que la relatividad existente en la tercera conclusión de la investigación pudiera haber surgido por las presiones de cualquier burócrata o cuadro intermedio, o superior, en vista de las potentes verdades aportadas por el estudio. Claro, esa relatividad también pudo haberse debido a las siempre cuidadosas prácticas de cualquier científico que se respete a sí mismo, cuestión que en definitiva no hace más que profundizar aún más el problema al considerar los resultados de la investigación como primarios, orientadores, no finales… habría que ver cuales hubieran sido después de otros diez años o tras un accidente fatal.
Como quiera que fuese “…la suspensión definitiva [de la central electronuclear] se debió a razones económicas, dijeron las autoridades, quienes siempre consideraron una “manipulación política” de Estados Unidos toda duda sobre la seguridad del proyecto”. A ver, ¿quién hubiera puesto su mano en el fuego por el futuro de Juraguá, y de Cuba, con el trasfondo de Chernobil –y de otros desastres, acaecidos en países capitalistas como EE.UU., Japón, Argentina, Brasil, España y otros, en las décadas del ´70 y ´80- azotando, marcando, despellejando la memoria de cualquier ser viviente implicado en ellos o no?. En el cierre de Juraguá, el Estado cubano, aparte de las indudables, innegables, insuperables, razones económicas, no veía otra cosa que acoso del infierno gringo, el enemigo milenario. Sería ingenuo desconocer las omnipresentes y supranegativas políticas norteamericanas hacia nuestro país desde que tenemos conciencia, más hay que reconocer que una acción destructiva hacia el proyecto nuclear de Cienfuegos hubiera significado poco menos que lo que siempre temieron: un desastre que los afectaría irremediablemente. A no ser que en un jueguito al puro estilo de rueda rueda hubieran desactivado la planta y nosotros la activáramos de nuevo, y ellos la desactivaran y nosotros…
Pues bien, después de estos truenos –por suerte no fueron rayos- estamos ahí, ahí en la marcha por la energía, de nuevo. Con la contratación de la Scarabeo 9 y la perforación de los pozos del Golfo, el Estado cubano no muestra otra cosa que el alargamiento y profundización de sus concepciones racionalistas y antiecológicas respecto a la utilización de los combustibles y por la consecución energética. Y todo ello a contrapelo de las enseñanzas del desastre petrolero del 2010 en aguas norteamericanas del mismito Golfo de México. Concepciones por demás cíclicas y para nada detenidas pues aparecen en todos los momentos críticos –o no- de la historia post ’59: crisis del petróleo en 1960 con la nacionalización de las compañías extranjeras y comienzo de la vinculación con la URSS; crisis del campo socialista y el CAME y búsqueda de proveedores que se apiadaran de nuestra situación, la cual duró su buena década; llegada de la Venezuela de Chávez y de nuevo la danza del crudo, hasta el punto de soñar apocalípticamente con la electrificación del país cuando ni siquiera las naciones más ricas de este mundo lo hacen; crisis en la segunda parte de la primera década del siglo XXI y angustia ante la volátil situación venezolana con la enfermedad de Chávez…
En ninguno de los períodos de crisis se logró conformar prácticas suficientes y duraderas de alternatividad energética. Sólo a fines de los ´80 y durante los negros ´90, precisamente por la ineficacia y la inexistencia de voluntad del Estado, se llegó a determinados niveles de actuación, fundamentalmente a partir de la iniciativa autónoma de la población, que aliviaron de alguna forma las innumerables y dificilísimas carencias de esos tiempos. Exceptuando la locura de Juraguá, todos los demás intentos fueron creaciones populares cooptadas por el Estado: la agricultura urbana convertida en organopónicos sistémicos; los mismos organopónicos, exacerbados en número por la razón de la alimentación de masas, siendo en realidad receptáculos de praxis antiguas y comunitarias cuando más suburbanas, empleadoras de métodos artesanales y amigables con el entorno; el retorno de la transportación humana con tracción animal, lo cual, junto al renovado uso de las bestias y los arados multiusos en el campo –llevados al paroxismo de ser considerados el sumun de la metodología tecnológica («los bueyes no necesitan petróleo, con hierba es suficiente», decían)- revelaron que la necesidad puede más… para todo.
La lista es larga. Carbón (obviando el marabú), kerosén, cocinas eléctricas artesanales y fogones de alcohol, hornos de cocción de ladrillos implantados en los patios hogareños, vehículos andantes a base de etanol, el bagazo de la caña como combustible… hasta la importantísima industria biotecnológica cubana quizás como respuesta a las carestías de la mesa familiar y los servicios médicos y farmacéuticos. Todo ello atravesando apagones milenarios, huracanes y personalismos. Con el tiempo, aunque limitados por la inversión monetaria inicial y la novedad del producto, llegarían los paneles solares –insuficiente su utilización en marcos confinados a las montañas y puebluchos alejados- y la energía cólica.
No obstante, todo lo anterior fue sacrificado con el avance del petróleo venezolano –intercambiado o vendido, nunca regalado, como el soviético. Quedó demostrado que las alternatividades no suben al Estado, es este quien baja a cooptarlas y las “innovaciones” del aparatus cubano no resultaron en trascendencias ni contraculturas. Cada vez que se llegó a un nivel de equilibrio en la reproducción de la hegemonía –y del dinero antes que nada-, los nuevos métodos, nada nuevos en su tradición pero sí en la potencialidad de sus desarrollos, fueron abandonados en la cuneta del progreso, como un barquillo de helado. Y he aquí que en el año 2011 llega a las costas cubanas la génesis de la industria petrolera, su buscador por antonomasia.
“.. hay quien todavía cree que con el petróleo del Golfo se resolvería la demanda de energía para generaciones y generaciones. No sé por qué se me erizan los pelos cuando alguien hace semejantes apuestas…”. Esta opinión, proveniente del vicepresidente de la ONG cubana Cubasolar (esta página se presenta como un “portal para la promoción de las fuentes renovables de energía, la eficiencia energética y el respeto ambiental”), fue citada por un reportaje de Cubadebate a mediados de año, junto a otras defensoras de la aplicación en nuestro país de las más recientes tecnologías ecológicas desarrolladas a nivel mundial. Cualquiera pudiera pensar que la idea es suficiente en sí misma para evidenciar la promoción de una contracultura ecológica que destine nuevos paradigmas ante los destinos energéticos del país. Y, ciertamente, después aparece una nueva: “A Cristóbal Colón lo trajo el viento. Pero, la Revolución industrial nos cambió la percepción del problema y casi obligó a pensar que si no tenemos petróleo, estamos sentenciados desde el punto de vista del desarrollo. Esa es la gran mentira que nos han repetido por siglos. El asunto es que hemos llegado a creérnosla”.
La cuestión estriba que esa mentira también la ha estado propagando el Estado cubano, creído y construido profundamente en su vanguardismo seudo progresista. Vanguardismo que ya se conoce no ha roto en ningún sentido con la nacionalización de la Modernidad y el capitalismo subsiguiente. Lo sucedido en estas últimas semanas lo demuestra a cabalidad. Y como en el colmo de la vergüenza o el cinismo político, de nuevo se lleva las palmas la institucionalidad del patio al generar hechos como el develado por el activista Isbel Díaz, del Observatorio Crítico, en su reciente artículo Repsol: cultura económica a la cubana. En el artículo de Díaz, la manipulación informática –en forma de vulgar control o censura- queda evidenciada la poca, o nula, capacidad y voluntad del Estado de Cuba a la búsqueda de nuevos caminos por donde transitar ante la crítica coyuntura energética planteada.
Mas adelante, el referido artículo de Cubadebate presenta otra idea digna de reflexión:
“Pero, un año después [se refiere al 2007, a un año del comienzo de la
aplicación de la idea de la Revolución Energética de Fidel], ‘energía’ continuaba siendo sinónimo de ‘electricidad’. Y en los periódicos, el aire triunfalista del ‘fin del apagón’ reforzaba la sospecha de que las millonarias inversiones tecnológicas no bastaban para una transición de tipo cultural.”
Si no estuviéramos claros de donde apareció publicado el reportaje jugaríamos con la posibilidad de que realmente existe un conato de conciencia energética ecológica y progresista en Cuba. Algo como lo que aporta el funcionario de Cubasolar citado: “Hay un problema de despertar de la conciencia (…). Pero, Liborio está despertando. En los Lineamientos…, por ejemplo, yo había propuesto incluir una serie de cosas como estas, pero inicialmente no fueron aceptadas. Luego resultó que salieron como consecuencia de la discusión popular. ¿Qué quiere decir? Que algo está caminando. Y sostengo la idea de que tal vez se trate de un proceso de maduración de las cosas. Y las cosas, cuando maduran, se dan”. Sin embargo, no todo es como se pinta y Cubadebate lo sabe.
Confieso que no he leído los Lineamientos, ni siquiera para corroborar esta anterior cita. Pero si este señor dejó caer esa perla debe ser porque sabe lo que habla. Y lo que dijo no es más que una directa afirmación sobre la ortodoxia estratégica y filosófica de la política del Estado cubano. Y, más allá, su referencia al pueblo cubano a través de la figura prerrevolucionaria de Liborio trae muchísimos recuerdos, incluso para mí, que no viví esa etapa. ¿Traición del subconsciente o evidente pulseo por la consecución de elementos tecnológicos más amistosos con el medio ambiente? En definitiva, dudo también, y mucho, de la anti-propuesta cívica de los Lineamientos, así que no creo ni un ápice en la maduración de las cosas a que hacía referencia el vice de Cubasolar.
El problema de la perforación petrolera en el Golfo de México me recuerda igualmente un escandalito acaecido hace unos dos años alrededor de la aparición en medios de prensa nacionales de la noticia de que el Estado cubano, a través de su empresa científica por excelencia, el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología de La Habana, estaba promoviendo desde el 2008 el cultivo de una variedad de maíz transgénico potencialmente muy peligroso para los ecosistemas de la isla (Freyre Roach, Eduardo F. y Mailing Chang. Cultivos transgénicos: ¿a qué riesgos nos exponemos?, en Transgénicos. ¿Qué se gana? ¿Qué se pierde? Textos para un debate en Cuba. Publicaciones Acuario, Centro Félix Varela. La Habana, 2009.). De nuevo, la cuestión, sin dejar de lado la profundidad de las estrategias energéticas a aplicar, estriba en el imprescindible debate de la totalidad de la sociedad en un asunto que evidentemente es de todos, no solo de un grupito que sabe Dios –pues el cubano de a pie no tiene idea- por qué inversiones e intereses se mueve. Como bien planteaba un estudioso insertado en el debate sobre los transgénicos cubanos, “(…) Los especialistas cubanos que abogan por ellos [los alimentos transgénicos] suelen hablar poco –para no decir que nada sustancial- sobre los riesgos y las maquinaciones de las empresas transnacionales. Al igual que estas, dan por sentado que es posible ponerlo todo bajo control, y como no se han descubierto los daños de las semillas transgénicas que hoy se comercializan en el mundo, deducen que los transgénicos no son perjudiciales. Es decir, que la ausencia de evidencias del daño descarta su presencia…” (Freyre Roach, Eduardo F. y Mailing Chang. Cultivos transgénicos: ¿a que riesgos nos exponemos?, en Transgénicos. ¿Qué se gana? ¿Qué se pierde? Textos para un debate en Cuba. Publicaciones Acuario, Centro Félix Varela. La Habana, 2009). Y esto es nada más respecto a los especialistas, qué decir de los funcionarios estatales que son los que los dirigen.
Al final, el lío del maíz transgénico no se ha vuelto a destapar y nadie sabe por donde anda la cosa. Evidentemente, al igual que con el problema de Juraguá y el petróleo del Golfo, el Estado no considera conveniente revelar la más mínima información al respecto y mantiene su trust mediático y hegemónico en base a las más burdas consideraciones no alineadas y seudo tercermundistas. Apelando a la necesidad de los países pobres de contar con medios y estrategias propias y “válidas” en la solución de sus urgencias energéticas, el Estado cubano no solamente conserva impoluta su ideología modernista de la racionalización de los recursos, humanos incluso, sino que a la par despliega sus filosofías al más puro estilo desarrollista e imperial.
Nos consta que es soberana necesidad de los países subdesarrollados (Esos que el mundo capitalista con el que convivimos acota como “en vías de desarrollo”, buscando más que todo que nos creamos la mentira pa seguir con su jueguito) lograr que sus poblaciones tengan acceso a la alimentación, al beneficio de los actuales logros tecnológicos alcanzados por la humanidad… a una vida lo más estable y digna posible. No negamos la posibilidad que se puedan alcanzar esos objetivos y menos que tengamos el derecho de hacerlo. Lo que sí consideramos es que se haga a toda costa y en busca del supremo beneficio se produzca el total perjuicio del hombre y su entorno. Cuando recordamos Chernóbil y los numerosos y nunca publicitados desastres nucleares en países capitalistas como Japón, EE.UU, India; cuando vemos que varios países están a punto de llegar a la guerra, siempre en contra de EE.UU., porque sólo están haciendo valer sus “derechos” a producir energía nuclear; cuando vemos que los desastres ecológicos se suceden con mayor frecuencia en todos los puntos del planeta, aunque nos bombardeen con alegorías a la seguridad tecnológica; cuando vemos que los pobres de este mundo estamos siendo envenenados con productos alimenticios que se sabe de dónde salieron pero no hasta dónde llegarán; cuando analizamos todos estos elementos, nos preguntamos: ¿es este el presente que queremos para nuestro país?
Al final, aquellos que estén pensando en un levantamiento puño en alto de una Cuba poderosa y escandinava en América, con petróleo para regalar, deben primero concentrarse en las maquinaciones –de máquina, no tanto de malicias- funcionariales de la tecnocracia y el Estado cubanos, tanto en su versión de diplomacia ortodoxa realsocialista como la relacionada con el mantenimiento de la hegemonía –también realsocialista antediluviana- en la isla. De nuevo, verticalismo disfrazado de promesas voluptuosas y acérrimo control informativo no hablan de otra cosa que de reproducción de los privilegios y sentaderas de las estructuras estatales. El petróleo del Golfo, de la mano del cable de fibra óptica venezolano, no vendrá para ayudar al pueblo cubano, al contrario, será destinado a nuevos sueños desarrollistas y defensores de la sociedad socialista, esa que ya no existe si no en los “objetivos sociales” de los discursos estatales.
Por todo ello, me junto a Isbel Díaz en su sueño y exigencia de no querer petróleo para Cuba. Se puede hacer demasiado sin él, aunque parezca lo contrario.
Pingback: 27 junio 2012
Muy buena pincha, Gonzo. Me alegra que mi modesto comentario sobre Repsol pueda estimular reflexiones tan profundas como estas. Felicidades, y gracias.
Por cierto, ahora además del maíz tenemos la soya transgénica, con tecnología traída de Brasil. Todo el trabajo está en manos de Cubasoy, una empresa dirigida por un general cubano. Están acabando por el centro de la isla, mientras publican articulitos sobre la “linda” agricultura orgánica en el noticiero de las 8.