Por Armando Chaguaceda
He leído El socialismo está en la gente, de Dilbert Reyes, texto publicado en el diario Granma. Concuerdo con el periodista que la cotidianidad nos da las mejores versiones de cómo, medio siglo después, la gente sigue construyendo su Isla y su propio socialismo pero no sé sí los testimonios que expone en su crónica son hoy los más representativos de entre mis compatriotas, cuando se deciden a hablar, públicamente, de la sociedad en que viven.
Me parece que lo que pudo ser un buen intento de desmontar, con la voz de los protagonistas, las campañas que codifican la realidad cubana presentándola como el reino de lo oscuro, lo triste, lo opresivo y lo fracasado, peca del mismo error de sus oponentes: la simplona unilateralidad.
En su texto, abnegados trabajadores recuerdan los beneficios sociales, el empleo estable, las prácticas de solidaridad que caracterizaron el socialismo cubano en las décadas pasadas. La muestra parece tomada de un reportaje del diario pero hecho en 1981, 1982, 1983.
No aparecen las conocidas insatisfacciones con el deterioro de servicios de educación y salud, la insuficiencia del salario estatal, la emergencia del egoísmo (por suerte aún no victorioso) como resultado de la crisis económica y moral de los últimos años.
No cuestiono aquí la autenticidad de los entrevistados y su testimonio, pero sí llamo la atención sobre el aparentemente escaso interés del entrevistador para presentar un cuadro más complejo de nuestra realidad.
Mientras leía la crónica recordé cuando nos reuníamos cada jueves un grupo de amigos, en torno a las cervezas calentonas del bar habanero El Carmelo. para debatir sobre la Autogestión y el socialismo. Nos hacíamos llamar la Red Propuestas y logramos con trabajo abrir varias mesas de discusión sobre ese tema en eventos académicos, justo cuando el tema de lo no-estatal estaba virtualmente satanizado (corría el año 2004) y con una Batalla de Ideas en plena pujanza.
Una tarde un hombre, que cada semana coincidía con nosotros en el bar, se nos acercó y nos dijo en su lúcida (y lúdica) embriaguez coño, mis respetos.yo oigo to esa muela que ustedes hablan del socialismo y esas cosasla ciencia ustedes están escapaos, es más yo creo que tienen razón, yo quiero al socialismo porque es buenolo malo que es muy seguío. Podremos reírnos y banalizar el asunto, o decir con la soberbia de los cultos que se trata de una lectura marginal de la realidad. Sin embargo considero que se trata de otra apropiación, también popular y muy extendida, que identifica el socialismo con los desempeños del socialismo de estado que ha prevalecido por medio siglo en la isla.
Contestando desde ahora a los apologistas y a los que traten de ridiculizar al pícaro beodo, creo que en todo caso no se puede culpar a la gente común de ese error porque tanto su experiencia de vida cotidiana como el discurso oficial le recuerdan cada día que ese es el socialismo posible.y todo lo demás es (cooperativas, autogestión, solidaridad no regimentada) es capitalismo. No por gusto una vecina de mi barrio de Alamar, al verme discutir con una funcionaria del Poder Popular sobre la torpe erradicación de los vendedores de alimentos en el verano y ante la inexistente oferta estatal en esa zona de playa, me comentó ay, Chagua eso que tú dices de armar cooperativas no funciona, cuando todo sea privado el problema se resuelve Traigo a colación las viñetas por una razón fundamental: nuestro pueblo es uno, en su viva contradictoriedad, y no es honesto asumirlo como una masa siempre heroica y luminosa ni banda de holgazanes o carneros. Suele descreer del estado pero le exige el cumplimiento de sus promesas justicieras, puede abrigar ilusiones infantiles con el mercado, pero esquiva sus golpes y brega duro con él.
Conoce y sufre la conversión de la solidaridad en internacionalismo (política de estado que le quita inconsultamente recursos) pero no abandona las redes de reciprocidad de vecinos, familiares y amigos ni deja de enviar su sangre las víctimas de un terremoto a miles de kilómetros de distancia.
Puede ser ligero y a la vez persistente, desmemoriado y leal, irreverente y sensible. Ha hecho lo que ha podido y lo que le ha dejado hacer en estos años duros, cumpliendo con la primera misión de cualquier comunidad humana: garantizar la sobrevivencia de las personas y los valores que la conforman.
Enfrentando desafíos
Su alegría, su dignidad, su ingenio e inventiva son directamente proporcionales a los desafíos que ha enfrentado (una formidable combinación de hostilidad imperialista y desgobierno burocrático) e inversamente proporcional a la falta de imaginación de quienes, desde cualquier postura ideológica o profesional, tratan de caricaturizar -o juzgar- sus móviles y desempeños.
Para quienes piensan, con magnanimidad de ilustrados, que pueden codificar o juzgar la *virtud popular*desde moldes prehechos (y hasta servirse de ella con fines propios) vale la pena recordar estos versos de Bertold Brecht, escritos tras la (aplastada) sublevación popular berlinesa del 17 de junio de 1953.
La solución
Tras la sublevación del 17 de Junio,
La Secretaria de la Unión de Escritores
Hizo repartir folletos en el Stalinallee
Indicando que el pueblo
Había perdido la confianza del gobierno
Y podía ganarla de nuevo solamente
Con esfuerzos redoblados. ¿No sería más simple
En ese caso para el gobierno
disolver el pueblo?
Y elegir otro?
En estos días un grupo de hombres, reunidos en la Habana, deciden sobre los rumbos de la nación y tomaran decisiones que afectarán a la gente del socialismo. Sólo deseo que las invocaciones al pueblo sean menores que la responsabilidad y respeto que demuestren para con sus demandas y esperanzas