Homenaje y descolonización

Por Rogelio M. Díaz Moreno

La mentalidad racista se alimenta de un complejo de colonización, que conduce a las personas a asimilarse a los llamados cánones occidentales de prosperidad y lucimiento. Frente a esta tendencia, las voces de la dignidad elevan el orgullo por los valores, la belleza y la riqueza de las culturas no hegemónicas, y no cesan en su empeño de defender el derecho a coexistir en igualdad.

Este sábado 27 de abril tuvo lugar, en la habanera esquina de Morro y Colón, una acción de homenaje a Gregorio Hernández, el Goyo. Integrantes de la Cofradía de la Negritud, de la cátedra Haydeé Santamaría, de la fraternidad Abakuá, amistades y personas del vecindario, se sumaron en un sencillo y emocionante recordatorio a la relevante figura de nuestra cultura, fallecido el año pasado.

El hermano y ambia Goyo llegó a la capital cubana, procedente de Pinar del Río y, con una formación básicamente autodidacta, se tornó en toda una cátedra de la musicología y los ritmos de origen africano, altamente respetado en los círculos artísticos e intelectuales cubanos, especialmente en los predios del Instituto Superior de Arte. Investigador y compositor, le debemos valiosos estudios teóricos, además de un buen número de rumbas, guaguancós y otras piezas que se escuchan con placer hoy día.

Varios hermanos Abakuás destacaron los valores humanos y patrióticos del Goyo. El escritor y sacerdote de Ifá, Tato Quiñones, se congratuló porque, después de tanto tiempo, los leones estén empezando también a escribir sus propias historias de cacería, rompiendo de esta forma con el monopolio de los cazadores. Se ofrecieron, con emotiva espontaneidad, canciones, poemas y bailes que vibraban de corazón, chekendeke.

La sede de la actividad fue un espacio sencillo y hermoso, al amparo de la sombra de un majestuoso jagüey, donde también se recuerda anualmente, desde hace algunos años, a los cinco negros abakuás, caídos el 27 de noviembre de 1871 en el intento de rescatar a los estudiantes de Medicina asesinados por las hordas españolas durante la primera guerra de independencia. Allí se ha aprecian ahora una placa conmemorativa, y símbolos y frases de homenaje y unidad de los abakuás y de la nación cubana en general. En esta esquina se gesta, con actividades de tal género, un verdadero Rincón para la Descolonización.

Gregorio Hernández, el Goyo

Tato Quiñones

Integrantes de la Cofradía de la Negritud, de la cátedra Haydeé Santamaría, de la fraternidad Abakuá, amistades y personas del vecindario, se sumaron.

Morro y Colón, Habana Vieja: Rincón para la Descolonización.

El general escribe con franqueza

Por Rogelio M. Díaz Moreno

Durante la pasada Feria Internacional del Libro de La Habana, adquirí los libros Guajiro y Fronteras, del general cubano Enrique Acevedo. Una vez culminadas las lecturas correspondientes, puedo afirmar que me generaron impresiones muy sugestivas.

Para los que no lo conozcan, Enrique es el menor de los hermanos Acevedo. Durante el alzamiento del movimiento guerrillero en la década de 1950 contra la dictadura de Fulgencio Batista, los hermanos en plena adolescencia Enrique tenía apenas catorce años subieron a la Sierra Maestra para unirse a las fuerzas de Fidel Castro. Al triunfar el movimiento revolucionario en 1959 Enrique, al igual que su hermano, integró las fuerzas armadas del nuevo gobierno y ascendió con el tiempo el escalafón hasta llegar al rango actual.

Ya con esta introducción, se podrá imaginar que esta persona tiene mucho que contar en un libro. También es posible que se despierte una desconfianza razonable. Después de todo, se ha visto ya cierto número de materiales testimoniales de otros compañeros de Acevedo. Por lo general, los relatos son bastante homogéneos, casi asépticos, aptos para insertarse en un texto de historia escolar como los que le gustan al Ministerio de Educación local: rebeldes heroicos, con pocas o ninguna tacha, ejemplos de sacrificio y abnegación; más un enemigo batistiano, imperialista, muy pero muy malo, que no merece siquiera el uso de la palabra.

Por suerte, en todos los rediles hay una oveja negra. O mejor dicho, porque puede que haya muchas, pero solo a una de ellas le preocupan menos las apariencias y manifiesta la mayor sinceridad. La publicación de Descamisados, primer libro de Acevedo, sorprendió a críticos y lectores. La narración en primera persona de las trastadas de los hermanos durante la lucha guerrillera, con estilo desenfadado y simpática frescura, se apartó totalmente del canon en boga. Finalmente, con el apoyo del general de ejército Raúl Castro, este primer libro vio la luz y hasta dio pie a una serie televisiva, si bien muy inferior en calidad.

Guajiro viene a ser la continuación natural de Descamisados. Esta segunda pieza recoge las memorias del protagonista, en los primeros años a partir del triunfo de 1959. Los relatos que disponemos sobre aquellos tiempos turbulentos están violentamente sesgados por los intereses de la feroz lucha de clases que todavía se libra. Cada bando endiosa a sus miembros y demoniza a los contrarios. Esta situación torna dramáticamente original el texto de Enrique Acevedo.

Hay que reconocer la rareza de una narración que, desde el punto de vista de los vencedores, recoja con tanta franqueza las debilidades humanas de los revolucionarios. En estas páginas se desmorona el mito de que el espíritu de rebeldía fuera acompañado siempre por una moral intachable, una austeridad generalizada o algún tipo de pureza espiritual. No es que neguemos a rajatabla la existencia de algún revolucionario que reuniera estas cualidades. Por ejemplo, Acevedo menciona al Che Guevara varias veces en un contexto en el que pone de relieve esas características. Muchos otros de sus compañeros y él mismo, en cambio, dejan bastante que desear para la imagen impoluta que años después nos hicieran creer. Numerosas son las anécdotas referidas, tan escandalosas desde el punto de vista puritano, que más parecieran alardes de varón conquistador de castillos y mujeres.

Hay unos cuantos procesos del período posterior a 1959 que se comprenden mejor después de leer lo que le sucedió a este Guajiro. Por ejemplo, la metamorfosis de los melenudos con barba, bajados de la Sierra, en adalides del pelo corto y el buen afeitado. Estos caracteres exteriores, junto con otros de la estética y la moral de la clase supuestamente vencida, fueron asimilados después de la guerra por el estamento vencedor. Los jefes guerrilleros tuvieron que cursar escuelas militares para dirigir el nuevo ejército, regularizado, y absorber en el proceso un montón de estereotipos de apariencias y conductas, lo mismo de oficiales del ejército anterior que de las fuerzas armadas del llamado campo socialista.

La lectura del libro de Acevedo permite entrever otra arista aún más seria. Los mismos cuadros que dirigían la esfera militar y se formaban en las academias correspondientes, asumían también sin distingos la conducción de las esferas civiles situación que se perpetúa hasta el presente. De aquí se puede comprender la implantación en estas últimas de los mismos hábitos de ordeno y mando, tan nocivos para su desenvolvimiento.

El peliagudo tema del enjuiciamiento de los colaboradores y esbirros de la tiranía batistiana no podía ser obviado por quien sirviera en la fortaleza de La Cabaña durante aquellos meses. Acevedo refleja varios pasajes de aquellos acontecimientos dramáticos. Los sentenciados despiertan pocas simpatías en el joven oficial, que tiene frescos en su memoria y al alcance en las páginas de la prensa aún independiente, las imágenes de los asesinatos y las torturas cometidos por aquellos, pero se percata del exceso de exhibicionismo manifiesto en algunos procesos y no se libra de los epítetos condenatorios que le lanzan madres y esposas de los procesados que le tocaba custodiar.

La politiquería de muchos ñángaras quedan más que al desnudo, ante la mirada de este Guajiro, exDescamisado. Se conoce que la dirección del partido comunista en aquella etapa intentó capitalizar con actitud oportunista el éxito de la Revolución, bajo orientaciones dogmáticas y poco entrañables para el cubano de a pie. En la narración de Acevedo se pueden apreciar escenas de este proceso, indigno también de los muchos militantes torturados por su valeroso enfrentamiento a la dictadura. Igualmente se argumenta, con vehemencia, que la dirección suprema de la Revolución efectuó un proceso de depuración en el partido para unificar a todas las fuerzas nacionales. Ciertamente, Descamisados y Guajiro se parecen poco a mis libros de historia escolar.

Recientemente, el general Acevedo publicó también Fronteras. Este otro texto autobiográfico recoge su actividad en Angola, durante el involucramiento cubano en el conflicto armado en aquella nación. En Angola, el protagonista dirigió dos unidades militares en las regiones fronterizas del país africano, en distintas ocasiones.

La primera ocasión, los hombres bajo el mando de Acevedo estaban dislocados en la zona norte. En esta oportunidad, la actividad combativa fue relativamente menor, lo que no quiere decir que no se vivieran grandes tensiones. El ejército de Mobutu Sese Seko, desde el país entonces llamado Zaire y hoy, República del Congo, cernía una amenaza periódica sobre Angola, particularmente sobre la provincia de Cabinda. El enconado conflicto fronterizo de Katanga también reclamaba la atención de los mandos militares, sin obviar los movimientos UNITA y FNLA, enemigos del gubernamental MPLA.

La narración de Acevedo tiene el mayor interés en esta primera etapa, en la solución de problemas logísticos, así como en la familiarización de los cubanos con las costumbres, cultura y vida de los pueblos angolanos. Estos pasajes especie de recorrido de descubrimiento llevan el mayor protagonismo en la parte inicial, sin desdeñar anécdotas personales, reveladoras de personajes ajenos a los prototipos intachables en nuestra acostumbrada propaganda.

La segunda etapa de su misión angolana, Enrique Acevedo la inicia con un muy mal agüero del entonces general de división, Arnaldo Ochoa. Se recordará que Ochoa fue luego procesado y ajusticiado por un tenebroso asunto de narcotráfico. En aquel momento, el pesimismo de Ochoa resulta una desagradable sorpresa para Acevedo, quien deberá encabezar sus fuerzas la complicada frontera del sur. Para aquel momento, las fuerzas conjuntas de la UNITA y el ejército sudafricano estaban desarrollando maniobras que amenazaban seriamente con derrotar a las agrupaciones cubanas y del MPLA.

La actividad militar ocupa, por lo tanto, mayor protagonismo en esta etapa de Fronteras. Ya no se hace tanto énfasis, como en las obras anteriores, en las posibles barrabasadas y libretazos de los protagonistas. El joven teniente ha madurado y ahora es todo un general: está casado, tiene mayores responsabilidades, algunas canas, tareas de gran importancia y una imagen que defender. Aún así, no se soslayan del todo las facetas humanas y díscolas de los personajes, algunas aventurillas corridas, las bromas gastadas y muchos elementos que no caben en la versión oficial. Resulta significativo el comentario sobre la visita del entonces dirigente juvenil, Roberto Robaina, respecto a quien Acevedo refiere haber percibido una desconfianza de ribetes proféticos.

Con la victoria de las tropas cubano angolanas, la misión concluye; regresan a sus hogares los del Caribe y termina también el recorrido por estas Fronteras. Los aportes históricos y literarios del general Enrique Acevedo, en mi modesta opinión, todavía están lejos de finalizar o, por lo menos, de ser comprendidos del todo.

Para agotar(me) temporalmente en este tema de la organización obrera

Por Rogelio M. Díaz Moreno

Se podría decir que, para alguien tan moroso con los pagos de la cuota sindical, yo le doy demasiadas vueltas al asunto. A veces uno quisiera ser un feliz despreocupado, olvidarse de los peces de colores, puede que incluso haya quienes quieran que uno haga justamente eso. Pero no nos vamos a complacer por el momento.

Antes de saltar a otras zanahorias, este conejo quiere liberar el par de bocadillos que se le quedaron en la última entrega. Allí nos sumábamos a los muchos compañeros que han criticado la desdichada situación de la organización obrera cubana, incapaz de desempeñar ni regularmente el presunto papel de defensora de los intereses de los trabajadores; ni de los que laboran para el Estado, ni los que se emplean para los nuevos empresarios privados, ni de los que están por entrar en las horcas caudinas de las flamantes maquiladoras de las zonas francas.

Quedarían por señalar algunas tareas que, a nuestro juicio, deberían alcanzar una primerísima prioridad en la agenda de una organización de trabajadores socialistas. Quiero referirme aunque ya lo habré dicho de pasada en ocasiones anteriores a las empresas que el Estado decide abandonar por la incapacidad de volverlas productivas, y a la organización de cooperativas. Continue reading

La central sindical, el turismo y otras maledicencias nuestras

Por Rogelio M. Díaz Moreno

Me encuentro con una socita mía, una que escribió un artículo hace poco sobre la eximia central sindical que tenemos por acá, y empezamos con nuestra maledicencia. Mira tal nota, le comento apegado a mi capacidad de relacionar la gimnasia con la magnesia, dijo hoy Cubadebate que había tantos millones de cubanos que fueron de turistas el año pasado. Qué bien que estamos, y eso que ya el sindicato no le da reservaciones a los trabajadores. Por mucho que se inmolen en su puesto de trabajo, por ejemplo un médico o un maestro, con su sueldito de 20 cuc mensuales, no podrán ir al hotel; en cambio, seguro se consolarán con los compatriotas que sí pueden ir. Así, concordamos, todavía se pueden pensar más maravillas de la CTC y de las buenas decisiones que toma sobre el lado del que se va a poner.

Cabe también recordar otras noticias interesantes de nuestros diarios nacionales sí, porque aquí no leemos esa malvada prensa internacional, y no digamos ya la pérfidaInternet. Como aquellas noticias que hablan del trabajo por cuenta propia, y cómo la categoría de los trabajadores empleados por los pequeños y medianos empresarios o hacendados, es ya la más poblada. ¿Pasarán por la mente de la organización sindical cubana, la idea de facilitarle a estos proletarios, maneras organizativas o cualquier otro apoyo, frente a la perspectiva de ser explotados todo lo posible por la nueva clase empresarial? Digo yo, esto sería preferible a que se alinearan con los patrones, pero quién sabe. Imagino en mis pesadillas que en la élite de la nueva clase empresarial, seguramente, va a haber más de un exdirigente o gerente u oficial, de los que llevan ya tiempo orientando amistosamente a la CTC.

Esto de apoyar a los trabajadores del capitalismo está muy bien, seguramente, pero para los países extranjeros. Uno se pregunta lo que no tiene que preguntarse, porque los capitalistas resulta que desembarcan luego aquí. Con las nuevas zonas francas, como las del puerto del Mariel, y las flamantes maquilas que se instalan en ellas, tendremos una vitrina inmejorable para apreciar la reproducción del capital a cuenta del trabajo producido, pero no totalmente remunerado: o sea, la explotación clásica Continue reading

El derecho a equivocarse ¿también es racista?

Por Rogelio M. Díaz Moreno

Roberto Zurbano durante una sesión de la Cofradía de la Negritud - Foto Isbel Díaz Torres

Roberto Zurbano durante una sesión de la Cofradía de la Negritud – Foto Isbel Díaz Torres

Cuando leí el artículo de Roberto Zurbano que tanta algazara ha despertado, recuerdo que no estuve muy de acuerdo con los puntos A, B y C, pero los subsiguientes D, E y F me parecieron muy ciertos. Distintas miradas pueden introducir distintos matices. Un escrito corto es necesariamente más superficial que un hondo tratado. Y, por supuesto, queda pendiente el asunto de la manipulación del título por el órgano estadounidense que lo divulgó en primera instancia. Si el nombre original dice que la Revolución en Cuba, para los negros, no ha terminado, en lugar de iniciado, yo únicamente le añadiría: y para los blancos, tampoco ha terminado.

Pero no quiero polemizar con los aciertos o fallas del material en cuestión, como tampoco me interesa por el momento debatir con los intelectuales indignados que salieron a rebatirle a Zurbano. Estos últimos también manejan ideas certeras, como mismo pueden equivocarse en otros aspectos la afirmación de Rodríguez Rivera, por ejemplo, sobre las elecciones presidenciales que los cubanos tendríamos en el 2018, es una pifia singular. Lo que me motiva a meter mi indiscreta cuchara es la reacción institucional-punitiva, que considero deleznable: ¡Despedido el Zurbano!

¿Qué es esto que estamos contemplando? ¿Acaso esta es la manera de resolver polémicas o discusiones histórico-filosóficas? Yo encuentro muy bien que, quienes no estén de acuerdo con Zurbano, publiquen sus críticas, en tono y volumen tan alto como estimen conveniente, pero otra cosa muy distinta es que se tome una represalia administrativa y profesional contra una persona que da empleo a sus capacidades de pensamiento. Hasta antes del despido, teníamos un debate académico e ideológico, pendiente de algunas aclaraciones. A partir de ese punto, lo que se escucha es un mensaje alto, claro y muy, pero muy racista: ¿qué le pasa al ´negro equivocao´ este?, ¡fuera!.

Este incidente remarca cómo todavía están bien lejanos los aires de renovación y cambios que se necesitan, para oxigenar y liberar las ataduras al pensamiento y la crítica, y su expresión en nuestra sociedad. Los problemas del racismo están ahí; nunca fueron resueltos totalmente y lacerarán por mucho tiempo aún el tejido social de la patria. La creciente diferenciación de clases sociales que trae la transición cubana, hacia un sistema mixto con mercado, no hará sino acrecentar estos problemas, junto con muchos otros. Señalar críticamente estas realidades no será darle armas al enemigo eterno argumento de la falange estalinista atrincherada en sus puestos de autoridad y privilegios, sino que hace todo lo contrario: fortalece las capacidades internas de la nación para trabajar en la solución de los problemas que afectan a todos los cubanos. Continue reading

Se buscan chicas cantantes, pero que sean blancas

Por Rogelio Manuel Díaz Moreno

El cartelito lo encontré en la parada de ómnibus en la esquina de las avenidas 41 y 42, en el municipio habanero de Playa. El origen podía ser de lo más común: una compañía artística joven que necesitaba completar su elenco, convocaba a audiciones.

El problema aparecía en una serie de condiciones físicas, prerrequisitos exigidos a las candidatas. Lo primero es que una chica bajita, por muy buena voz que tuviera, quedaría fuera, aunque eso es más o menos común en el modelaje y tal vez en otras manifestaciones, donde conviene que a uno lo vean de lejos. Ahora, lo más escandaloso, lo verdaderamente intolerable, es que se exigiera que la muchacha fuera De tez clara.

Whitney Houston, Rihanna, Tina Turner, Diana Ross, o Elena Burke, Omara Portuondo y demás compatriotas cantantes afrodescendientes si en vuestra próxima reencarnación ustedes llegan a nacer en Cuba, no se acerquen a la compañía Habana Joven. Cuando traten de franquear la puerta del teatro Mariana Grajales, probablemente un empleado les informará que no reúnen las condiciones que exigen en aquel conjunto. Tal vez si pasan los tratamientos como aquellos con los que el super famoso ídolo del Pop, Michael Jackson, quedó bien blanquito, reciban la merced de una audición. De otra manera, tendrá que probarse con una carga al machete como las de los hijos de aquella, cuyo nombre lleva la sede de la compañía.

Me molesté lo suficiente como para sacar el bolígrafo y poner, sobre el cartel, el tachón y el epíteto ¡Racista! que pueden verse allí en la imagen. Estuve un par de días elucubrando una conspiración digna de un serial de héroes anónimos: una llamada al lugar, hacerme pasar por el representante de una chica que canta muy bien, pero que es un poquito oscura, ¿saben?, a ver si le podían dar una oportunidad. Pensaba averiguar hasta dónde eran capaces de llegar los de la malhadada convocatoria, pero al final no lo realizé. Cuando volví a pasar por esa esquina, el cartel seguía allí con mi añadido. Así que, simplemente, lo arranqué y lo traje a casa, para escanearlo y producir esta denuncia.

No es secreto para nadie que nuestra sociedad, la Cuba del siglo XXI, es todavía racista. La educación, la cultura, pueden hacer retroceder lentamente una lacra, acorralarla hacia los rincones más apartados hasta hacerla desaparecer. Se ha avanzado mucho por ese camino, convengo, pero en cierto momento pareciera que llegamos a un empantanamiento e, incluso, se comienza a retroceder. Los prejuicios discriminativos extienden sus expresiones públicas, hasta el punto de plasmarse en un cartel como el de esta ocasión.

Las posiciones retrógradas se ven estimuladas por las desigualdades que se asientan y profundizan en nuestra sociedad. La selva del individualismo y los paradigmas mercantilistas a los que nos abocamos, hacen buen caldo de cultivo para el florecimiento de actitudes egoístas. Estas, a su vez, implican echar mano de cualquier recurso bueno ¬por ejemplo, el racismo para pisotear y adelantar a los demás.

No estoy diciendo que la compañía Habana Joven sea partícipe consciente de esta inmoralidad. Puede ocurrir, simplemente, que ciertas actitudes se interiorizan y se tornan tendencias naturales. Se pierde de vista sobre todo, si uno no es el perjudicado de manera directa la carga negativa que contienen algunas posturas y se busca el acomodo dentro de lo que se cree que será lo más provechoso. Así que uno puede necesitar actrices, y las busca entonces dentro del molde de belleza impuesto por el paradigma preponderante. Se participa del prejuicio y, con esa actitud, se refuerza.

Los sistemas educativos gubernamentales permanecen arrastrados por la crisis nacional generalizada y anclados a mecanismos petrificados en el tiempo de burocracias y autoritarismos. Poco pueden hacer para revertir el avance de las nuevas realidades, cuando ni dentro de las aulas se puede contener el avance del racismo. Sin embargo, con culpar a las nuevas generaciones o a los maestros de un problema de toda la sociedad no se adelanta un ápice. Este problema, como tantos otros, está llamado a convertirse en uno de los retos más severos para todos los actores que se decidan a jugar sus roles, ya sean del gobierno o de la sociedad civil.

Actualización del modelo económico… ¿qué hay del educativo? (II)

II Del soldado de la Revolución a la inercia, el vacío o el estatismo de mercado

Por Rogelio M. Díaz Moreno

En la entrega anterior cerré insinuando la posibilidad de que el objetivo último del sistema educativo aplicado en nuestro país fuera la de crear una masa maleable, enajenada, permisiva, aunque se proclamara oficialmente otra cosa la doctrina del soldado de la Revolución. En realidad, realizar esta maniobra de manera consciente implica un grado de maquiavelismo del que, en el fondo, no creo capaz a nuestra inepta burocracia nacional. Lo que sí considero posible es que la sensibilidad de este estrato dominante le permitiera percibir, en la situación que se desarrollaba, un clima favorable para sus trapacerías, así que se aferrara con fanatismo acérrimo a las directrices establecidas y combatiera toda señal de que era necesario cambiar las reglas. De cualquier modo, a la luz del proceso de reformas que están en plena marcha, cabe entonces plantearse unos cuantos cuestionamientos.

Imprimir y reproducir una mentalidad castrense solo tiene sentido un sentido impuesto, no un sentido democrático, pero sentido al fin en el modelo en el que el todopoderoso papá Estado exige toda la obediencia, y a cambio asume todas las responsabilidades. El soldado marcha pero no tiene que preocuparse por las botas, el rancho o las municiones, que se supone que asegura la logística central. Sin embargo, ahora toda la lógica del asunto está cambiando. Papá Estado ha declarado que ya no puede ocuparse más de la mayor parte del mantenimiento de quien hasta ayer era convocado como soldado. Que éste se las va a tener que arreglar por su propia cuenta. Si acaso, se le seguirá atendiendo la salud y el entrenamiento, perdón, la educación. En cambio, Liborio tendrá la oportunidad ahora de cambiar el uniforme y las botas ya bastante raídos, de todas formas por los tenis y camisetas deportivos de la tienda, si es que los puede comprar. Idénticamente, se le retira el ranchito igual, iba de mal en peor; pero ahora ya podría, sin que resulte escandaloso, buscarse los frijoles con otro coronel, rectifico, con otro patrón. Y hasta entrar, como candidato a nuevo empresario y aspirar a ser de los ganadores, en cierta competencia que, gracias a las nuevas transformaciones, ya debemos suponer como éticamente buena, compatible con lo que sea que los árbitros de aquí llamen socialismo y, especialmente, que no está amañada de inicio.

Y aquí es donde se cae de la mata la necesidad de transformar el sistema educativo hasta sus raíces. La formación del educando no podrá seguir como en el paradigma anterior, que enfatiza las cualidades típicas de entrega al modelo social a cambio de algunas seguridades, que a veces eran solo promesas de seguridades y muchos, pero muchos, sermones conscientizadores.

Algo de esto ocurre ya. Por lo menos, el dislate de formar masivamente graduados universitarios para los cuales no van a existir luego empleos válidos especialmente en el campo de las Humanidades, fue ya percibido y rectificado. Sin embargo, todavía queda en pie la importante cuestión de qué van a hacer los graduados universitarios de cualquier rama, al momento de acabarse los dos o tres años de gracia en los que tienen asegurados un trabajo mejor o peor, en dependencia de muchos factores y queden sueltos en un escenario donde van a regir las más vulgares leyes del mercado capitalista de trabajo y mano de obra. Continue reading

Actualización del modelo económico… ¿qué hay del educativo? (I)

I Parte. Del Hombre Nuevo al Soldado de la Revolución

Por Rogelio M. Díaz Moreno

Para nadie es un secreto que los sistemas educacionales de las diferentes sociedades responden al objetivo de reproducir las condiciones imperantes en esas sociedades. Tampoco se descubre el Mediterráneo cuando se comprende que sistema educativo es mucho más que el aparato escolar e incluye órganos de prensa y comunicaciones, rituales políticos, sociales, artísticos y deportivos, etcétera.

La indagación que me planteo en este escrito parte de las transformaciones que experimenta el modelo económico-social cubano y la repercusión que debe traer para el sistema educacional en nuestro país. ¿Por qué es pertinente plantearse esta cuestión? Una señal bien notoria de la pertinencia de este análisis la dio Marino Murillo en la reciente y última sesión de la legislatura parlamentaria cubana, al advertir que los próximos dos años serán los de mayor intensidad en la actualización del modelo cubano.

Sin embargo, antes de caer de fly en el futuro, me retrotraje un tilín para poder encontrar la solución de continuidad que permita interpretar el presente y prepararme para el futuro.

Podríamos, por partir de algún lugar, decir que nuestro sistema educativo asumió en cierta etapa, como paradigma, la formación del Hombre nuevo, según el concepto del Ché Guevara, aunque haya muchas personas que discutan esta aseveración. Como Hombre nuevo podríamos entender a la persona más interesada en el bienestar colectivo que el individual; pronta para el sacrificio altruista por ese bien colectivo; feliz de participar dentro de las instituciones de la Revolución y, además, con espíritu internacionalista.

Aunque esta pudiera ser un prototipo ideal para establecer por parte de la vanguardista dirección de un proceso revolucionario según los cánones de cierta época, en la época en la que yo entro a la enseñanza media y luego paso a la superior en los años ´90 del pasado siglo- mi percepción es que el ideal perseguido había variado un poco. Los incubadores de la generación de los talibanes conseguieron desplazar el énfasis del discurso educativo-formativo, sobre todo, hacia la construcción del joven soldado de la Revolución. Hoy día se me ocurren algunas razones por las que esto habría tenido amplio sentido.

El ideal de Hombre nuevo no podía ser del todo satisfactorio para la nomenklatura. Este incómodo arquetipo llevaba una dosis de honestidad y valentía que no se suponía que se doblegara ante los imperativos de el lugar y el momento establecidos; que también practicara la crítica y combatiera contra los dirigentes que cometieran barbaridades y así sucesivamente. Por más que al Che le achaquen rasgos autoritarios y demás, en el breve tiempo en el que jugó roles políticos de peso en el gobierno cubano se expresó a favor del protagonismo que debería alcanzar la juventud, con algún tipo de conjugación entre la tutoría de los mayores y su propia iniciativa, sin dejar de escarnecer a ciertos orientadores de la espontaneidad. La adquisición de los más altos estándares de ciencia, cultura y tecnología eran parte de las herramientas de las nuevas generaciones para adquirir el mayor peso propio, desarrollarse e insertarse ventajosamente en las condiciones mundiales, manejando con sus propias manos todas las potencialidades de las nuevas tecnologías existentes y que fueran surgiendo. Para colmo, esta idea todavía tenía como objetivo el alcance, en vida de los presentes, de cierto nivel de felicidad que no podía excluir un nivel de satisfacción de las necesidades materiales.

Una persona más consciente de sus deberes como soldado se presta más para la comodidad de la burocracia. Esta preferiría, obviamente, a alguien capaz de obedecer sin chistar. Una persona que viera, como objetivo fundamental de su vida, el sacrificarse por un puñado de ideales enarbolados e interpretados a capricho por los niveles centrales, con absoluto desprecio por una racionalidad dirigida a la satisfacción del bienestar y a las relaciones y comunicaciones naturales con el mundo. Un ejemplo espectacular podría ser Internet: al Hombre Nuevo le correspondería, por su naturaleza, entrar masivamente, con toda la frescura y la audacia, en este revolucionario campo, en cuanto estuvieran listas las condiciones técnicas como ya es el caso; el soldado de la Revolución, disciplinadamente, acata los mandatos que definen quiénes entran, cómo, cuándo y hasta qué punto.

Solo hay que seguir la evolución histórica de los discursos oficiales y empatarlos con las políticas implementadas para aumentar la plausibilidad de lo anteriormente expuesto. Cada aspecto de la vida, cada faceta correspondiente a su reproducción material y espiritual, como fueron convertidos en legítimos blancos de la petrificación del control monolítico por parte de la cumbre dirigente. Cada posibilidad de desahogo ¬actividades económicas autónomas, viajes, comunicaciones internacionales con Internet como ejemplo último- estrechamente reguladas o bloqueadas por décadas. Por supuesto, aquí hubo una buena dosis que pasó por la defensa ante una superpotencia extranjera, rabiosa y agresiva por la pérdida de su neocolonia, pero con todo y eso, se perdió toda noción de balance entre la necesidad de una trinchera y las libertades y derechos que esa trinchera estaba destinada a proteger.

Al final, ni siquiera el proyecto de impresión de mentalidades de soldaditos fue suficiente. Una tropa puede hacer derroches de heroísmo en situaciones especiales digamos, los conflictos en África pero en tiempo de paz no rinde muchos beneficios. Lo que es peor, aún para el más disciplinado de los militares llega el momento de preguntarse a dónde lo conducen. Especialmente, para uno que se consagra a los ideales que le sacuden en la cara y empieza a chocar con realidades contradictorias. Por una parte, encuentra que los que deben ir a la vanguardia, se desvían una y otra vez, engolosinados por las mieles del poder. Por otra parte, percibe que a pesar de todo su esfuerzo e incondicional servicio para seguir hablando en este lenguaje metafórico el rancho que le suministra la logística no alcanza, que los uniformes y las botas las tiene que buscar él mismo por la izquierda, que el armamento en sus manos se obsoletiza irrevocablemente y así por el estilo. Si de veras formar soldados era el objetivo del sistema, y el objetivo hubiera sido cumplido, los oficiales podrían empezar a verse en problemas.

A menos que el objetivo último fuera otro. Por lo menos, en el terreno de lo alcanzado, entre los ciudadanos realmente existentes no predominó tanto el espíritu del soldado fiel como, más bien, la enajenación, el arreglárselas uno como se pueda, y hasta el irse del país. Sintomáticamente, a este acto se le denominaba ¡y muchos todavía lo llaman así! deserción. Al final, enajenado o desertor, esta es una persona mucho menos comprometida, de la cual la burocracia no tendría tanto de qué preocuparse. La burocracia podría luego hacer y deshacer, sin temer a una ciudadanía indignada, que se sintiera partícipe de los destinos del país, responsable y receptora directa de las consecuencias de las políticas para bien y para mal. Ahí es donde cabe preguntarse si el objetivo proclamado de formar ciudadanos con compromiso social si bien bastante draconiano, coincidía con el sueño anhelado, nunca reconocido pero mucho más concretado, de obtener una masa maleable y permisiva. Al menos, a una persona sensata le puede costar trabajo creer que las autoridades no sabían que los métodos que empleaban supuestamente para el primer objetivo iban a producir, a la larga, los resultados finalmente obtenidos. Máxime después de tantos intentos, planificaciones, estudios, avisos desde las ciencias sociales, reintentos y más reintentos.

Para ver detrás del telón hay que bajar del palco

Por Rogelio M. Díaz Moreno

Evidentemente, nuestro colectivo del Observatorio Crítico (OC) ha caído en la desafortunada posición de ser examinado por un profesor severo. Sin dudarlo dos veces, el docto letrado pronuncia su sentencia: ¡Desaprobados!, y pone de manifiesto nuestra incapacidad para comprender las profundidades de su sapiencia, tal y como puede resultar evidente para cualquier egresado promedio de una Universidad. Tal preocupante situación se desprende de la réplica de Noel Manzanares Blanco, Entretelones del Observatorio Crítico de Cuba, que a su vez sucede a mi respuesta a su primer trabajo.

Aún desde tan minimizada posición, intentaremos ofrecer respuesta a la continuación de los cuestionamientos que Manzanares nos hace. Tal vez podamos empezar por sugerir que, aquellos que pretendan conocer de entresijos y detalles, les vendrá bien bajar de los altos sitiales; aún a costa de mezclarse con la plebe, el polvo de la calle y el apretujón en los solares. Ocurre que a veces, desde las cátedras elevadas por sobre estas nimiedades, se torna difícil aprehender lo que se encuentra verdaderamente por detrás o entre los telones. En esos casos, ni la más honda erudición es capaz de evitar el error o la responsabilidad por las malas decisiones.

Tal vez debería agradecerle a nuestro antagonista el matiz esclarecedor, ya que nos concede que no le hacemos el juego al enemigo sino que, simplemente, resulta que coincidimos según él con los malos en alguna que otra significativa ocasión. De cualquier forma, urge aclarar un punto neurálgico en esta historia.

Como puede conocerse, el OC emitió una declaración en los días posteriores a la detención de una persona que recibió mucha atención mediática, el fundador del proyecto conocido como Estado de Satz, Antonio Rodiles. Esta declaración nuestra ha despertado un grave descontento en Manzanares Blanco y en otros sujetos que ahora no vienen al caso. Continue reading