LA TRUCHA Y EL POTE VACÍO

Por Isbel Díaz Torres

La edad presente es de lucha:
es preciso, pues, luchar;
no se puede descansar
entre el ruido que se escucha;
la vacilación es mucha,
ya está muy crecido el mal;
se consume el ideal;
se va Dios, ¡esto es horrible!
Contener es imposible
esta gangrena moral.
Rubén Darío

I
Contener es imposible
la saliva en la garganta,
el miedo se me atraganta
como el corte en el fusible.
¿Qué muralla más factible,
qué tabique, qué cristal,
qué parabán oriental
mi gente puede oponer?
No sé cómo detener
esta gangrena moral.

Se consume el ideal
detrás de cada consigna,
y el que va a pie se resigna
al son gubernamental:
–a ustedes, lo elemental
(si acaso), lo imprescindible,
para mí, lo apetecible–.
Vida sin miel y sin fronde
nos toca, besar por donde
se va Dios, ¡esto es horrible!

La vacilación es mucha
entre mi gente cansada.
Saben que aquel del lada
chapisteado es un escucha.
Sospechan hasta en la ducha,
pero niegan el corral.
Limpian su espina dorsal
mas no se limpian la aorta,
y aunque lo intenten, no importa:
ya está muy crecido el mal.

II
No se puede descansar
aunque descansen los otros.
La burocracia son potros
que cabalgan por el mar
de la traición a ocultar
sus panzas tras su capucha.
La burocracia serrucha
el suelo a los despistados
que miran hacia otros lados
entre el ruido que se escucha.

La edad presente es de lucha
como toda edad ha sido.
Siempre hay quien vive jodido
y con las sobras se embucha;
pero está el que ve la trucha
en el banquete del zar,
y sabe que ese manjar
lo pescó él en su bote:
si quiere verlo en su pote
es preciso, pues, luchar.

Isbel Díaz Torres

Digo verde ante el cuerpo baleado y hermoso de Lorca

Por Isbel Díaz Torres

“Hace 75 años mataron a Lorca”, me dice mi amigo Dmitri en un mensaje. Coño, es verdad. Verde que te quiero verde. Hoy, cuando España se rebelda de nuevo, no es posible olvidar al gran poeta de la Generación del 27.

Aquí dejo entoces, este poema mío, irreverente, que de alguna manera hace homenaje al autor de “Poeta en Nueva York”, o al menos parte de esa angustia por el gris que desde hace mucho avanza irreductible.

Olivo donde fue fusilado el poeta

DIGO VERDE

Hambre y digo verde.
Mierda y digo verde.
Sol verdugo en la parada y digo verde.
Palo y digo verde.

Y digo fresa (CUC) tras la tendedera y el jarro,
tras la sarna, tras el agente, tras los cojones del chofer.
Y digo nieve. Y digo espuma.

Yo soy un hombre que dice espuma
y escucha el parpadear de los bañistas, el sucio malecón, la tarde sucia.
Yo soy un hombre. Y una mujer.
Y un portazo que da el aire al entrar (o al salir).

Si arrancan la seibita plantada, digo verde.
Si los tanques desfilan por Paseo, digo verde.
Si me aburro, si juego Monopolio, si leo a Borges, digo verde.
El verde dólar y el verde maricón de Lorca.
El verde yerba y el verde olivo.
El verde cheo de la esperanza, y el verde duro de la esperanza.
Porque el rojo-blanco-azul francés no me despeja,
no habla mi idioma verde, amarillo, carmelita, negro,
la lengua de pinar del río y de san agustín,
las terrosas inflexiones de mi madre y mi novio,
no las habla.

Por eso digo.
Por eso me burlo del que miente,
y lo cargo sobre mí con su mentira y mi burla,
cargo la vergüenza de esa bancarrota,
esa contrarrevolución apoltronada que se hincha de carne asada y fidelidades,
que mira al avión con anhelo.

Si los poetas han de ser sospechosos, ya soy sospechoso.
Si hay que decir tengo miedo, lo digo: tengo miedo.
Temo el ruido de las figuras al caerse del armario,
temo a la croqueta a punto de quemarse en el fiambre,
temo al calador con que recortan mi perfil para colocarlo en otro fondo absurdo,
temo al rojo empañado de la bandera, y al blanco empañado de la bandera.

Pero esa adrenalina no me coagula,
no cristaliza la sal de mis sudores, no me rompe.
Existo porque compro el pan y me lo como a sabiendas,
porque alguien bajo tierra cantó un aria de irreverencias y maldiciones
que estrujó un nervio en mi garganta,
porque nadie se va a morir, menos ahora,
Porque digo verde, mientras alguien cava una fosa, y me mira.

Isbel Díaz Torres

¡Habrá Revolución! 13 de agosto de 1957: asesinato de los hermanos Luis y Sergio Saíz Montes de Oca

…La revolución por su contenido martiano y socialista es enemiga de toda clase de yugo a los valores éticos del individuo y condena cualquier tipo de régimen político donde no se respete el derecho a pensar con libertad. Por eso no puede aceptar ningún tipo de imperialismo, palabra que desde los más remotos tiempos es sinónimo de opresión de hombres por hombres, y condena tanto al que se cubre bajo las formas de un capitalismo draconiano y explotador, como ocurre en los Estados Unidos de Norteamérica, como a los falsos “paraísos del trabajador”, como la Rusia Soviética, no comunista que es otra cosa muy distinta.

Por eso, su posición internacional tiene que ser netamente antimperialista, ya venga del Tío Sam o del “Padrecito de Moscú”. Además, no encaja en nuestra idiosincrasia de pueblo distinto, producto de otros fermentos, otras culturas y otras razas, los sistemas que sirven en los Estados Unidos o en Rusia. […] No queremos ser ni dominados ni dominadores, sólo amantes de la paz y del progreso, y de la efectiva cordialidad internacional propia de los pueblos civilizados no imperialistas.

Los cuáqueros decían: “Ni Rey sobre mí, ni siervos bajo mí”, y a eso aspiramos llegar con la revolución socialista de Cuba, a vivir sin amos y sin siervos, ya que el adjetivo mayor que pueda adjudicarse a un hombre es el de hombre libre.

Donde quiera que exista un ser oprimido, una dignidad de hombre ultrajada; donde quiera que prevalezca la ley de la fuerza sobre la razón; donde quiera que las bayonetas sojuzguen a los hombres; donde se hallen tiranos y dictadores; donde la libertad “ese derecho que tienen los hombres a hablar y pensar sin hipocresía” esté ausente o restringido, en fin donde quiera que la opresión y la injusticia se ceben en las carnes de los débiles, donde manos férreas y llenas de sangre vejen a los hombres… ahí… donde sea, no importa si en la recóndita Rusia o en la cercana América, sin importar clima ni país… ahí donde existan hombres de dignidad y decoro, hombres que prefieren morir a vivir sumidos en oprobios… donde quiera que sea así, ahí…

¡Habrá Revolución!

De: “Cuerpos que yacen dormidos. Obras de los Hermanos Saíz” Editora Abril, La Habana, 1997 (pp. 165-166; 184)

Jornada de homenaje a los Hermanos Saíz

Con la presentación del documental Por qué luchamos en el municipio de San Juan y Martínez, de Pinar del Río, tierra que vio nacer a los hermanos Luis Rogelio y Sergio Saíz Montes de Oca, inició la Jornada de homenaje de la organización de vanguardia de los jóvenes intelectuales cubanos a estos revolucionarios asesinados hace 54 años (13 de agosto de 1957), la cual se extenderá hasta el próximo domingo.

Realizado por Lourdes Stusser y Dany González Lucena, su director general, Por qué luchamos recoge testimonios de amigos, familiares y compañeros de lucha de Luis y Sergio, así como de artistas que han integrado, en este cuarto de siglo, la Asociación Hermanos Saíz (AHS).

Emotivo resultó el momento en que Esther Montes de Oca, rodeada de jóvenes, asistió al estreno del audiovisual en la sala de video de San Juan y Martínez, acompañada, además, por Niurka Llambía Cala, primera secretaria del Comité Municipal del Partido; Yudalis Rodríguez Castro, primera secretaria del Comité Provincial de la UJC; y de Luis Morlote Rivas, presidente nacional de la AHS.

Justo el día en que celebró su cumpleaños 101, Esther agradeció a los presentes por recordar a sus hijos y mantener vivo su legado. Luego, en la casa museo, su hogar, escuchó con atención las acciones que la AHS realiza por el aniversario 25 de su fundación.

La jornada de recordación continuará con actividades en las Casas del Joven Creador, sedes de la Asociación en los territorios, y finalizará con un recorrido de 25 de sus más destacados miembros de todo el país por lugares históricos como La Demajagua y Dos Ríos, y un ascenso al Pico Turquino el 13 de agosto.

Publicado en Juventud Rebelde

De amores y burocracias

Por Amrit

Desde hace unos días, paso y repaso las páginas del libro “Isla y otros poemas.” compilación de textos del poeta y luchador revolucionario Rolando Escardó, quién falleció con sólo 36 años en un accidente automovilístico. Leyendo sus versos, signados por una profunda angustia existencial, no puedo evitar una asociación que parecerá extraña. Recuerdo a una mujer que conocí hace muchos años, a través de mi primer novio. Ella conservaba como un manual sagrado un estropeado ejemplar de este autor, “Rolando Escardó, me decía, poeta y espeleólogo, fue el amor de mi vida”.

Realmente era la abuela de mi novio, pero lo había criado desde la cuna, así que en la práctica era mi suegra. Y sí que cumplió con el canon de la suegra terrible por celosa y posesiva, pero esto no me impidió ver en ella a una mujer excepcional, marcada con una tácita tristeza. Con anécdotas que me hizo y las que escuché de quienes la conocieron en su juventud, pude construir un esbozo mental de aquello que fue “un pasado glorioso.” Era vedette, y aunque nunca tuvo buena voz, según sus propias palabras, tenía una gracia y carisma que la hacían favorita del público y los empresarios. Se decoloraba el cabello imitando a su ideal, Marilyn Monroe, “yo paraba el tráfico”, decía con orgullo, y dibujaba en el aire las voluptuosas curvas que habían desaparecido con la edad, las desazones de la miseria y los suplicios de la esquizofrenia. “Nunca recojas nada del suelo”, me aconsejaba y se lavaba las manos ya ásperas y blancuzcas por el excesivo roce del jabón. Una tía de mi ex pareja me contaba de ella: “Chela no está loca por gusto, a ella la acabó este sistema. Si hubieras visto cómo vivía, siempre hospedada en hoteles, con un lujo increíble. Usaba vestidos largos, pamelas, guantes hasta el codo…”

DE AMORES

Un millonario norteamericano que vio su foto en una revista, viajó a Cuba estrictamente para conocerla. Seducida por este acto novelesco, ella accedió al compromiso. Fijada la boda y cuando sólo faltaba reunirse con él en el Palacio de los Matrimonios, el verdadero príncipe azul, el poeta Rolando Escardó, apareció, como aparecen los héroes de la vida real, sin nada que ofrecerle, como dice él mismo en un poema:

…mi tesoro es una perra
y unas piedras,
y no tengo sino el hueso
pegado a la costilla superior
del alma,
la bicicleta.

Y ella lo aceptó, dejándolo todo.

DE BUROCRACIAS

Nunca percibí amargura en su voz cuando hablaba de esta fuga o de cómo se disolvió esa aventura que se repitió, más de una vez, a lo largo de su vida. Nunca revaluaba esos recuerdos con una perspectiva práctica, con un matiz de pesar. La muerte real de su espíritu ocurrió cuando le truncaron su vocación. Y fue un golpe peor que los reveses del amor, la incertidumbre económica o la violencia de los psicofármacos.

Después del triunfo de la revolución, la naciente sociedad se impuso reestructurar las diferentes empresas, y Chela supo que para ocupar una plaza de “cantante.” debía pasar una prueba ante un jurado que le daría su evaluación.

Conociendo los límites de su voz, jamás reunió el valor suficiente para presentarse. Y sus juegos en escena como la falsa mulata del teatro bufo, los bailes y las risas, los vítores y las flores quedaron en las fotos, en las gavetas, bajo la amenaza del churre y la polilla. Bajo el peligro de la subjetividad y la ingratitud de la historia.

Lo único que tengo de ella es el recuerdo de una de esas imágenes sepia que ella atesoraba, sonriendo a la cámara con el candor de la época, radiante con su cabello platino y un cuerpo escultural.

No sé si todavía vive, porque su nieto se la llevó a Miami hace muchos años y perdí su rastro. Pero hoy, leyendo a su poeta, se me antojó encontrarla en algunos versos, y aunque es una construcción más, me concedo el derecho a imaginar que ella inspiró estos versos:

Estás en mí y aunque no lo adivines,
yo estoy también en ti con mi gesto callado;
a veces el silencio se bebe siendo amargo,
y a veces en un sueño, puedo hablarte… y te hablo,
y muchas veces, siempre… puedo decir que te amo

Tomado de Havana Times

¡Cuídate, España, de tu propia España!

¡Cuídate, España, de tu propia España!
¡Cuídate de la hoz sin el martillo,
cuídate del martillo sin la hoz!
¡Cuídate de la víctima a pesar suyo,
del verdugo a pesar suyo
y del indiferente a pesar suyo!
¡Cuídate del que, antes de que cante el gallo,
negárate tres veces,
y del que te negó, después, tres veces!
¡Cuídate de las calaveras sin las tibias,
y de las tibias sin las calaveras!
¡Cuídate de los nuevos poderosos!
¡Cuídate del que come tus cadáveres,
del que devora muertos a tus vivos!
¡Cuídate del leal ciento por ciento!
¡Cuídate del cielo más acá del aire
y cuídate del aire más allá del cielo!
¡Cuídate de los que te aman!
¡Cuídate de tus héroes!
¡Cuídate de tus muertos!
¡Cuídate de la República!
¡Cuídate del futuro!

Lo único bueno que trajo el VIH

Por Yasmín S. Portales Machado

Cuando empezamos a morir, alguien dijo que al fin Jehová recordaba su deber: exterminar la iniquidad de la tierra. Era fácil de creer.
Se detuvieron a mirarnos, con la indecente satisfacción de quien se sabe santo, puro, casto y mira, desde su altar de mierda, a quien no quiso ser puro, a quien no pudo ser casto, de quien no supo ser santo.
Tuvieron que mirar -no podían resistirse- y vieron:
Que cualquiera moría, pero era para este grupo la discriminación desembozada, impune.
Que cualquiera moría, pero era para este grupo la soledad.
Que cualquiera moría, pero era para este grupo la peor cobertura de salud.
Que cualquiera moría, pero era para este grupo el maltrato médico.
Que cualquiera moría, pero era para este grupo el desprecio a los derechos y decisiones de las parejas.
Que cualquiera moría, pero era para este grupo mucho del abandono familiar.
Que cualquiera moría, pero era para este grupo el diezmo cruel, la agonía de quienes deben desechar un modo de vida apenas inventado ante el acecho de la muerte detrás del amor.
Comprendimos que ser invisibles no nos iba a salvar.
Así que dijimos miren.
Tuvieron que mirar -no podían resistirse- y vieron.
Miren nuestros besos,
miren nuestra mierda,
miren nuestros sombreros,
miren nuestro pus,
miren nuestras mascotas,
miren nuestro linfoma,
miren nuestros sueños,
miren nuestra sangre,
miren nuestros impuestos,
miren nuestra agonía.
Tuvieron que mirar -no podían resistirse- y vieron.
Vieron que éramos iguales… aunque eso no hizo que la razón entrara en todas las cabezas.
Así que te doy las gracias, maldito Virus de la Inmunodeficiencia Humana, por haber hecho irresistible la tentación de mirarnos.

Publicado en http://yasminsilvia.blogspot.com/2011/04/lo-unico-bueno-que-trajo-el-vih.html

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