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Simplismo

Es una costumbre vivir como fuera del mundo, lejos de la realidad. En los ambientes políticos se hace más evidente. Parece como si el mundillo del militantismo no necesitara de solidaridades afectivas y se empeñara en perpetuar hasta la nausea relaciones depresivas y alienantes. A pesar de ser golpeados sistemáticamente se contentan con denunciar los agravios que el Poder les infringe. Repiten hasta el agotamiento las estrategias que han probado su inutilidad. Empecinados por destruir la superestructura a base de buena voluntad.

Fracaso tras fracaso la realidad los ha hecho aspirantes a administradores la derrota, es así como la militancia se convierte en cómplice del desastre.

Aquella ingenua gente que cae en la órbita del izquierdismo experimentara, más temprano que tarde, una vida afectiva inmunda. Pues dentro de la guerra perpetua a la que se nos somete, las relaciones humanas son el primer paso para el control social. Por eso el ataque en contra de nuestros sentidos, para dominar totalmente. Quisiera explicarme; entiendo al Sistema construyendo nuestra manera de percibir el mundo, manipulando las sensibilidades del individuo, imponiendo aislamiento de toda experiencia emocional. Obteniendo seres desolados y desprotegidos.

Por donde quiera la miseria existencial es la constante.

Considero que la insurrección es necesaria, una  insurgencia de sensibilidades contenidas. La revuelta colectiva e individual. Pasión destructora, afirmó aquel.

Los modos del militantismo reproducen el sometimiento, únicamente construye relaciones fundadas en el sufrimiento y en el tedio, extinguiendo las ansias vitales.

Organizarse es comprender que se nos oprime y que es necesario construir solidaridades materiales, políticas y afectivas. La militancia descalifica las necesidades afectivas valiéndose de argumentos dizque objetivos. Lo notable es que muchos de estos militantistas se ponen sensibleros al alcoholizarse; esos mismos que desprecian a quienes expresan sus emociones.

La derrota es causada más por nuestras discapacidades emocionales, que por el avasallamiento del enemigo.

Es que el activismo es atrayente. Su atractivo nos hace recaer donde invariablemente seremos utilizados, excluidos y vilipendiados. Entonces a disgregarse e intentar actuar desde el agrupamiento crecano, donde las relaciones se descomponen de a poco. La emoción colectiva convertida en monótona cohabitación. Entonces a perseguir a los movimientos. Solidarizarse es solo la excusa para escapar del aburrimiento, para luego retornar a la impotencia de siempre. Cada lance acaba con las energías anímicas y nos empuja a irnos de nuevo, no importa a donde. Todo es preferible antes que toparse de bruces con la desolada cotidianidad. Muchos se fugan y se pierden en el camino, volviéndose vulnerables o atroces. La urgencia por irse impide reconocer nuestros verdaderos deseos, nuestras autenticas necesidades.

Llegamos al activismo para impedir el aniquilamiento y solo hacemos mas larga la agonía.

La política izquierdista expande la devastación, al enajenarnos del mundo y degradar las sensibilidades necesarias para combatir al poder y a su miserable existencia.

Parece como si actuar fuera inútil. Aunque en el fondo espero que logremos construir realidades compartidas que colectivicen el afecto para volver a sentir de verdad. Tal vez así estemos en condiciones para pelear.

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