En este articulo quisiera hablar sobre cómo las relaciones informales son igual de importantes que las relaciones formales en las dinámicas de poder que se pueden generar dentro de las organizaciones políticas.
La experiencia nos habla de la importancia que tienen las relaciones informales entre compañeros y compañeras. Sabemos, por ejemplo, que construir una amistad con alguien puede ayudar a que el trabajo político se lleve a cabo con mayor fluidez, mayor confianza, e inclusive con mayor gusto. Es por esto en parte que nos tomamos una cerveza después de la reunión, nos preguntamos cómo estamos, compartimos una aromática al reunirnos. Las amistades nos ayudan a construir afinidad y un lenguaje común, y el conocimiento sobre el otro, su personalidad, sus deseos y necesidades, afianza las relaciones políticas y nos ayuda a avanzar en los intereses colectivos, pero también a avanzar nuestros intereses como individuos dentro de la organización.
Pero, ¿qué pasa cuando tenemos en cuenta las dinámicas de poder que entran en juego en la construcción de amistades? Dicho de otra manera, ¿Con quiènes tendemos a construir amistades cercanas? Quisiera argumentar que elementos como la clase, el género, la sexualidad, la raza y la edad tienen fuerte influencia sobre las amistades que llegamos a construir. En nuestra cultura, tendemos a construir amistades con personas que se parecen mucho a nosotras: personas con un capital cultural y económico similar al nuestro, personas que pertenecen a nuestra misma raza y generación, y muchas veces, personas con una identidad de género y sexual similar a la nuestra.
Para dar un ejemplo, si tenemos compañeros y compañeras que son significativamente menores o mayores, quizás no los veamos como alguien con quien queramos construir una amistad. En una sociedad tan étnica y racialmente segregada como la nuestra, es probable que nuestra organización ni siquiera represente una gran diversidad étnica y racial, y que tendamos a ver como potencialmente amigos o amigas a personas que comparten nuestra posición dentro de las jerarquías raciales. En términos de género, si los hombres frecuentemente ven a sus compañeras primero como objetos de conquista sexual o romántica, o como alguien que ya ha sido conquistada por alguien más, estaràn poco inclinados a construir una amistad con ellas.
Quisiera plantear que hay dos elementos que tienen una fuerte influencia sobre la construcción de amistades: por un lado la afinidad y por otro la relación de paridad o igualdad que tenemos con el otro o la otra.
Cuando hablamos de afinidad, ¿de qué estamos hablando? La afinidad difícilmente puede entenderse como resultado de bellas y únicas personalidades que están exentas de dinámicas de poder. La afinidad está atravesada por las vivencias que compartimos con las demás, y esas vivencias se constituyen, en parte, a partir de las formas de dominación que marcan nuestra sociedad. En otras palabras, tendemos a sentir afinidad con gente de nuestra misma clase, raza, edad, género, etc. Esto se expresa, por ejemplo, en que nos sintamos más cómodas con otra persona, o que nos parezca más interesante, por que comparte nuestros gustos (musicales, de comida, de ropa, etc.) o por que tiene un estilo de vida similar a la nuestra (tiene una relación de pareja heterosexual, practica la monogamia, o el poliamor, come en los mismos restaurantes, fue a la misma universidad, va a los mismos bares, etc.)
Ahora, ¿a quiénes vemos como iguales o pares? En nuestros ámbitos, quizás no tengamos posturas donde directamente nos pensemos como superiores o inferiores a las demás en términos de raza, clase, género, sexualidad y edad. Sin embargo, podemos ver como superiores o (especialmente) inferiores a las demás de forma más indirecta. Por ejemplo, podemos pensar que las personas con más educación formal estàn más capacitadas para dar discusiones racionales y matizadas. Por otro lado, podemos pensar que las personas jóvenes sean menos maduras, o que las personas mayores son más conservadoras. Al tener estas ideas, dejamos a ver a la otra persona como par, y por lo tanto, será menos probable que la veamos como potencial amiga.
Un ultimo elemento que puede contribuir a que las amistades dentro de las organizaciones estèn atravesadas por relaciones de poder tiene que ver con la composición misma de las organizaciones. Lejos de ser diversas y heterogéneas, muchas de las organizaciones políticas de izquierda están mayoritariamente compuestas por hombres, por personas heterosexuales, por blancos y mestizos, por personas con un nivel relativamente alto de capital social y/o económico y por grupos etarios relativamente homogeneizados. Esto quiere decir que las que no hacen parte de esa mayoría tengan ciertas limitaciones para construir relaciones cercanas dentro y fuera del espacio formal. Volvamos ahora a pensar sobre la influencia que tienen las amistades sobre nuestras relaciones políticas. Ya hemos hablado de algunas de las implicaciones positivas que pueden tener las amistades sobre nuestro trabajo organizativo, pero cuando sabemos que las amistades no se establecen con todas por igual, las implicaciones son un poco distintas.
Esto puedo tener implicaciones que son relativamente fáciles de identificar. Por ejemplo, puede resultar en que se tomen decisiones en espacios informales (de amistad) que impliquen al espacio formal; más común aún, puede resultar en que se avancen discusiones por fuera del espacio formal, y que queden excluídas las que no hacen parte del circulo de amistad. En otro extremo, puede resultar en que entre amigos se ayuden a avanzar carreras políticas (asumiendo cargos o vocerías, o recibiendo crédito por el trabajo que se ha avanzado en el espacio colectivo). Asimismo, puede resultar en que tengan màs oportunidades de asumir responsabilidades y de crecer dentro de la organización personas que han establecido relaciones de amistad con sus compañeros y compañeras.
Pero tiene también implicaciones más sutiles y difíciles de identificar. Por ejemplo, las amistades pueden resultar en que entendamos mejor las intervenciones, opiniones y aportes de ciertos compañeros o compañeras, precisamente por que hemos establecido un lenguaje comùn y porque conocemos màs de cerca las posturas de esa persona.
Por otro lado, podemos valorar más las intervenciones, opiniones y aportes de esas personas, por el afecto que les tenemos. Màs sutil aún, podemos literalmente escuchar màs a nuestros amigos (distrayendonos cuando habla alguien con quien no tenemos una relaciòn cercana) y recordar màs sus intervenciones, opiniones y aportes.
Estos son solo algunos ejemplos, y lo màs probable es que las amistades afecten nuestras relaciones políticas de muchas màs maneras. Esto tiene implicaciones éticas y políticas cuando consideramos, como se ha argumentado, que no establecemos amistades con todas por igual, sino que la construcción de amistades està atravesada por relaciones de poder y dominación.
Este articulo no tiene como fin abolir las amistades, ni otras relaciones informales, dentro de las organizaciones políticas. Simplemente es una invitación a reflexionar sobre cómo las amistades, y otras relaciones informales, ayudan a reproducir el orden social al interior de nuestras organizaciones, y a proponer formas de contrarestar esta dinámica.