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Luna “was” good at keeping in touch. It was thanks to her and her letters and Paula kept informed about their doings, even though these were not as varied as Luna’s or indeed those of herself. None of them seemed to be changing jobs as often as she was. Only Luna seemed to go from photography school to a badly paid job, to a better paid job, to the union to fight her own sacking.
Jose for his part continued to work for Emaus, same as Josu, and Fede, Mentxu, Salva and Ara and all the others continued with their volunteering in Fair Trade, each in their own organisations.
Paula was proud to manage to continue to be part of that in as much a way as she could. It was ironic that the person who was more and more distancing herself from all that was the only one who came to London for such a long visit.
Three days after the conversation with the Pole, Luna came to stay for three months. Paula was gutted that she could not offer some free space, even on the floor in her room. The rules were that she could have a visit for as long as three nights, hiring a mattress to put in her room for three pounds a night. But Paula’s room, being the cheapest of the range, could not even fit a mattress on the floor that the bed and the wardrobe left free in her room. They decided to request a room for the two of them. Paula upgraded to a much bigger room and Luna enjoyed an affordable rent. It was not ideal but they were the best months Paula spent in that hostel-for-women.
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Luna ‘sí’ era buena para mantenerse en contacto. Fue gracias a ella y a su cartas que Paula se mantuvo informada de lo que les pasaba, aunque no fuera tan variados como Luna ni como los de Paula. Ninguno de ellos parecía estar cambiando puestos de trabajo tan a menudo como lo estaba Paula. Sólo la Luna parecía ir de la escuela de fotografía a un trabajo mal pagado, a uno mejor remunerado, y de ahí al sindicato para luchar contra su propio despido.
José por su parte siguió trabajando para Emaus, igual que Josu, y Fede, Mentxu y Ara, Salva y todos los demás continuaron con su voluntariado en comercio justo, cada uno en su respectiva organización.
Paula estaba orgullosa de poder seguir siendo parte de todo esto en tanto que pudo. Resultaba irónico que la persona que se fue distanciando más de todo esto fue la única que fue a Londres para una visita tan larga.
Tres días después de la conversación con el chico polaco, Luna llegó para quedarse durante tres meses. A Paula le habría gustado ofrecerle un espacio gratis, aunque hubiera sido en el suelo de su habitación. Las reglas eran que ella podría tener una visita durante tres noches, alquilar un colchón para poner en su habitación por tres libras la noche. Pero la habitación de Paula, siendo la más barata de la gama, no podría ni encajar un colchón en el suelo que la cama y el armario dejaban libres en su habitación. Decidieron solicitar un espacio para las dos. Paula se mudó a una sala mucho más grande y Luna disfrutó de un alquiler asequible, dos en una. No era ideal, pero fueron los mejores meses que Paula pasó en aquel albergue para mujeres.