Convocatoria y Lineamientos del Congreso: insuficientes para el socialismo

Por Pedro Campos

La discusión real sobre el significado del socialismo debiera ser el centro de los debates de este Congreso
Se llama a opinar libremente sobre los lineamientos económicos del VI Congreso y con todo respeto expongo mis puntos de vista. No quise ser de los primeros, ni hacerlo antes de que comenzara su discusión para poder realizar antes un análisis del contenido, conocer los resultados de la sesión de la Asamblea Nacional en diciembre y para no influir, en ningún sentido, en las opiniones de otros compañeros en los inicios del debate.
Hace dos meses empezó la discusión y parte amplia de la izquierda internacional, así como muchos revolucionarios, comunistas y simples ciudadanos cubanos, en las reuniones ya realizadas, por medio de la prensa escrita y en comentarios personales, han manifestado inconformidad con aspectos de la forma y el contenido de la convocatoria y los lineamientos.
Luego de los debates de los últimos años y por el tiempo tomado para su preparación, se esperaba que la dirección del partido convocara a un Congreso integral, con agenda amplia, verdaderamente democrático, sin reducciones sectarias, capaz de efectuar un examen profundo y constructivo de lo realizado con anterioridad, y de trazar una línea que conduzca al socialismo, así como de elegir los nuevos cuadros que puedan enfrentar esa tarea renovada. Se aguardaba, igual, la anunciada y trascendental discusión sobre qué socialismo queremos. No ha sido esa la convocatoria de la dirección. Es su responsabilidad histórica.
La celebración del VI Congreso del PCC, la formulación de un plan económico, el fortalecimiento de las autonomías municipales y la apertura a otras relaciones de producción extra estatales, especialmente la ampliación del cuentapropismo y la extensión del cooperativismo a todas las esferas de la economía, son demandas con amplio respaldo popular que muchos hemos venido solicitando desde hace años y que, de alguna manera, encuentran parcial expresión en la convocatoria al VI Congreso, los lineamientos, y las posteriores intervenciones de altos funcionarios.
No dudamos de que esta convocatoria y estos lineamientos pretendan resolver la grave situación que enfrentan las finanzas del estado; pero al poner esto como objetivo central se soslaya la discusión sobre problemas fundamentales del funcionamiento mismo del Partido, de la relación entre la teoría revolucionaria -en la que basa su acción- y su práctica y los relacionados con nuestra realidad concreta. Y, en general, pueden considerarse insuficientes para orientar nuestra sociedad hacia un verdadero socialismo puesto que:
1-Luego de 8 años de espera, y después de postergado para una mejor preparación, convocatoria y lineamientos no incluyen un análisis crítico integral de lo acaecido en estos 13 años, desde el último congreso y de los resultados de las políticas seguidas, que evite incongruencias y omisiones y permita las adecuadas rectificaciones,
2-La metodología y el contenido elegidos, obstaculizan la amplia y necesaria discusión democrática del sentido y las vías del socialismo, repitiendo los errores básicos del pasado.
3-No llaman a la necesaria renovación de mandatos, que promueva los cuadros con nueva mentalidad, capaces de garantizar los cambios necesarios.
4-No van acompañados de la elección de los delegados que deberán defender las posiciones de sus respectivas bases.
5-No valoran los resultados de la política exterior y de seguridad nacional.
6-No abordan en toda su complejidad la actual situación política, económica y social internacional, nuestro sistema país y su imbricación en el mundo contemporáneo.
7-No incluyen un análisis de la actividad propia y la vida interna del partido, que necesita renovarse en sus métodos para poder renovar,
8-Algunos puntos de los lineamientos violan la letra y el espíritu socialista de la Constitución, al aprobar el trabajo asalariado para privados y la venta de propiedades a extranjeros por 99 años
10-Solo llaman a discutir unos específicos lineamientos económicos, limitados, prefabricados.
Aunque el discurso oficial hable de “proceso democrático” y haya “consulta”, el debate democrático real se pierde porque
:
1-Se han presentando a discusión unos lineamientos, cuyos ejes centrales ya fueron aprobados por el Consejo de Ministro, han sido legislados y están ejecución como parte de un plan quinquenal que desconocen el pueblo y el partido.
2- Está ausente el intercambio horizontal, entre las bases.
3-El control sectario que ejerce la dirección sobre la prensa del partido y del país impide la divulgación de otros aportes e ideas distintas a las suyas,
4-La “participación” que se da los trabajadores y a las bases del partido es la de consultarles y ampliar, con una metodología que promueve el apoyo antes que la discusión y garantiza la aprobación de los lineamientos casi por unanimidad, tan oficialmente criticada, cuando lo que debiera hacerse es solo recoger opiniones, pues todos los planteamientos deben ser validos y discutibles hasta su votación por el pleno del Congreso.
5-Son una muestra de que se mantiene la tradicional intolerancia a las diferencias, a pesar del discurso oficial que las promueve.
6- Sigue aplicándose en la metodología, el histórico predominio de los métodos verticalistas de ordeno y mando en el partido, acentuados desde el Período Especial.
7- Continúa dominando el proceso la incultura del debate que ha generado el centralismo burocrático. Muchos instructores y cuadros intermedios han asumido la aprobación de los lineamientos –en vez de su discusión- como la tarea del partido.
Por otra parte, los promotores de los lineamientos, siguen considerando el socialismo como un sistema de distribución de los medios de consumo al estilo neo-socialdemócrata y no como una nueva forma de organización de la producción, sin dejar espacio al cuestionamiento.
Y, en forma dogmática, sectaria e intransigente, aseguran que no hay otra alternativa a la expuesta por ellos, desconociendo sus propios fracasos, los desastres del imitado socialismo “real” y las positivas prácticas socialistas de otras experiencias, así como toda la actividad teórica del socialismo pretérito y la realizada por muchos comunistas y revolucionarios cubanos e internacionales desde la caída del ex campo socialista, donde se defiende la filosofía marxista del cambio en las relaciones de producción, como solución a las contradicciones generadas por el sistema asalariado de explotación, sea aplicado por privados o por el estado.
Un Congreso con todas estas limitaciones, excluyente, que en lugar de buscar la cohesión de las fuerzas revolucionarias, las distancia, en medio de la crisis de credibilidad del socialismo que atravesamos, con tanto confusión y gente en todos los estratos deseando vivir al “american way of life”, sin éxitos que muestren la viabilidad futura de proyectos estatalistas, no permite el necesario abordaje profundo por el partido y toda la sociedad de la situación actual y perspectiva de Cuba, ni la toma de las apropiadas decisiones democráticas y, por tanto, no garantiza los objetivos que se suponen a tal tipo de evento en las actuales circunstancias.
Así, la esencia de la política económica ya aprobada y en ejecución, expuesta en los lineamientos y que pretende ser refrendada por el VI Congreso, si bien implica cambios importantes respecto al tradicional actuar paternalista del estado, no garantiza el avance del socialismo porque:
1- No conlleva una rectificación del estatalismo a la socialización, ni de la centralización a la democratización que ponga en manos de los trabajadores y el pueblo el control de la vida política, social y económica,
2-Queda bien establecido que las decisiones estratégicas importantes se dejan al aparato burocrático del estado/partido/gobierno y las operativas concretas, a las tradicionales administraciones impuestas burocráticamente,
3-Las palancas fundamentales de poder se mantienen en manos de grupos fuertemente influidos por los tradicionales conceptos del arcaico centralismo burocrático mezclados con ingredientes típicos del neoliberalismo contemporáneo.
4-No quedan claras las diferentes funciones del Partido, el estado, el gobierno y la economía.
La meta macroeconómica principal que se propone el gobierno de equilibrar su presupuesto, -algo muy en boga en las economías capitalistas para garantizar los altos costos de los estados y sus burocracias-, se sustenta en el despido de un millón y medio de trabajadores del sector estatal, la reducción de los gastos sociales y los subsidios, el aumento de los precios al por menor del mercado que monopoliza el estado, el congelamiento de los salarios nominales y la disminución del salario real, el mantenimiento del grave problema de la doble moneda y en el empleo de los trabajadores “disponibles” en formas productivas extra estatales en busca de recaudar impuestos suficientes para cubrir sus gastos.
No dudamos que estas políticas pudieran aliviar en algo las finanzas estatales, reorientar algunos trabajadores a sectores estatales deficitarios de mano de obra y mejorar el nivel de vida de algunos fragmentos ya favorecidos; pero debe afectar a las mayorías de bajos ingresos, en particular a los más pobres y desprotegidos.
Pero sobretodo, difícilmente, logren un significativo aumento de la producción y la productividad, pues no contiene estímulos positivos concretos a los obreros que trabajan para el estado, que son los máximos encargados de hacer producir a las grandes fábricas y empresas. Los incentivos a la producción se dejan a valores negativos como la natural presión de las necesidades, igual que en el capitalismo (el trabajo como necesidad, no como disfrute) y a los tradicionales -pero ineficientes- llamados a la disciplina y a la exigencia.
Además, lograr un aumento importante de las recaudaciones por impuestos que pueda satisfacer las aspiraciones del estado a costa de las nuevas formas de trabajo extra estatales, demandaría conceder un amplio espacio al desarrollo del capitalismo privado, al cuentapropismo y al cooperativismo. Esto sería posible con otra política impositiva, distinta a la actual, estimulante y si fueran eliminados los monopolios y mecanismos centralizadores que obstaculizan el desarrollo de la actividad económica fuera del estado y que una buena parte de la propia burocracia establecida no parece dispuesta a cambiar, sino, todo lo contrario, a reforzar, a pesar del discurso oficial sobre la descentralización y la disminución de la intervención del estado en la vida social y económica.
Eso evidencian las acciones para perfeccionar los controles económicos centralizados de la burocracia, dictaminar todo el movimiento económico desde arriba, reforzar la policía y demás órganos de inspección, represión y coacción encargados de mantener los controles estatales; cobrar impuestos a todas las actividades económicas extra estatales por ínfimas que sean, mantener y hasta aumentar los altos impuestos a los cuentapropistas; impedir el cuentapropismo en muchas actividades profesionales (por ej. arquitectos, médicos, dentistas, enfermeros y otros) seguir culpando a los trabajadores, de los malos resultados de la economía, no ampliar ninguno de los necesarios mecanismos democráticos y de participación cívica y dejar fuera del Congreso la importante discusión sobre las formas específicas en que deben participar los trabajadores y los ciudadanos en la vida económica del país.
Por otra parte, las medidas hasta ahora enunciadas y los lineamientos tienden a facilitar primordialmente la inversión extranjera y al mediano capitalismo privado, mientras que las relativas al cuentapropismo no son suficientemente estimulantes y en cuanto al cooperativismo generalizado apenas se le reconoce como una posibilidad sin plasmación clara en medidas concretas. Del control obrero sobre las empresas estatales, que son las que determinan el movimiento y la masa de la economía, la cogestión trabajadores/estado o, si quiera, la entrega a los productores de las fábricas desahuciadas por el estado, no se dice una sola palabra en las leyes ya emitidas, en los lineamientos del partido, ni en el discurso oficial.
De esta manera, los lineamientos no dan la prioridad requerida y, por el contrario desestiman, a la socialización de la apropiación, que es el camino a la solución de la contradicción fundamental del sistema de trabajo asalariado, entre la concentración cada vez mayor de la apropiación de la propiedad y los excedentes y la socialización de la producción.
Las vías que se han propuesto los lineamientos para alcanzar sus objetivos macroeconómicos y los objetivos mismos, nada tienen que ver con el socialismo.
Los objetivos finales de cualquier plan económico de un estado que se pretenda socialista, serían garantizar el bienestar y el desarrollo libre y multifacético del pueblo y los trabajadores, a través de acceso de todos a la propiedad o el usufructo de los medios de producción. Fuera de la repartición de tierras ociosas –proceso poco transparente, sin control popular alguno-, esto ni se menciona, ni se quieren hacer cambios en la propiedad de las empresas estatales, que son las determinantes, hacia su socialización y más bien se inclinan a compartirlas con compañías extranjeras (privatizaciones).
Proponerse equilibrar el presupuesto del estado a partir de los impuestos que se recauden del trabajo privado y la explotación del trabajo asalariado, es contraproducente desde todo punto de vista socialista, como tampoco tiene sentido socialista el anuncio de eliminar millón y medio de puestos de trabajo y dejar los trabajadores sin definidas y palpables formas de amparo público y ni siquiera con garantías para que se puedan ganar el sustento por otras vías.
Esto se explicaría únicamente porque continuara subyacente la filosofía que ha predeterminado las tradicionales decisiones, que, bajo el slogan de “actualizar el modelo”, proyecta mantener vigente el viejo esquema estatalista fracasado, sustentado en el control centralizado de la burocracia sobre los medios de producción, los excedentes, las inversiones y las decisiones importantes, -factores que deberían estar todos en manos de los colectivos laborales y sociales y las personas individuales- y en la prórroga del el predominio de las relaciones de producción asalariadas capitalistas no solo en el estado burocratizado, sino extendiéndolas también a la actividad de los campesinos y cuentapropistas, a los que se estimula a convertirse en pequeños capitalistas.
Reiteramos: no rechazamos que exista una cierta dosis, la necesaria y bien controlada, de capitalismo privado pequeño y quizás hasta medio, las llamadas PYMES y que se utilicen a la inversión extranjera y a las empresas mixtas que aporten capital, tecnología y mercado, básicamente allí, donde sea imprescindiblemente necesarias y preferiblemente indirecta; pero poner a esas formas de producción en primer orden para alcanzar el “desarrollo socialista del país”, cuando lo que se busca es garantizar las finanzas de una burocracia estatal rentista, es un contrasentido y abrir definitivamente el camino paulatino a las reformas pro-capitalistas.
Si bien es cierto que el “socialismo” paternalista que trataba de “resolver” el problema del pleno empleo, acudiendo al subempleo estatal oculto, a las plantillas infladas y a los subsidios, solo podría conducirnos al desastre actual, también lo es pretender solucionar tal fenómeno a partir de recetas macroeconómicas neoliberales y monetaristas, que solo pueden llevar nuestra economía a una acelerada privatización, la cual ha venido verificándose desde el llamado Período Especial, fundamentalmente con las empresas mixtas, que comparten con el estado la explotación asalariada de nuestros profesionales y trabajadores, cuyo peso específico en la economía no se aclara en ningún documento oficial.
La solución socialista al asunto del empleo, estaría en darles plena participación a los trabajadores en todas las decisiones que les competen, en los centros de producción y servicios, especialmente en la dirección, la gestión y en parte de las ganancias, lo cual les permitiría a ellos decidir si sobran trabajadores, luego de evaluar si los pueden ocupar en otras producciones aleatorias y en la liberación de todas las ataduras que obstaculizan el cuentrapropismo y el cooperativismo.
Los fracasados en sus intentos centralistas, estatalistas y voluntaristas de construir el socialismo, desencantados desdicen de Marx, reducen el marxismo a unos pocos dogmas establecidos por el estalinismo y no creen o no aceptan que pueda existir alguna otra manera concreta de llegar a la nueva sociedad, pero aspiran a “edificarla” a partir de las “armas melladas del capitalismo”, están recorriendo el camino más corto para su restauración, puesto que el predominio de medios y métodos capitalistas solo pueden dar resultados de igual signo.
Lo que caracteriza a un modo de producción es la forma en que se explota la fuerza de trabajo, algo que olvidan los lineamientos y el discurso oficial al pretender identificar el socialismo con la planificación centralizada de los recursos, la propiedad estatal y el “control” del mercado.
Con ello se preservan los viejos errores económicos básicos del estilo dogmático de concentrar y decidir centralmente sobre los resultados del trabajo –los excedentes- y mantener los monopolios estatales sobre la propiedad, la compra, venta y precios de las mercancías, que solo sirven para obstaculizar toda iniciativa de los colectivos laborales y sociales y personales.
Mientras persistan tales vicios, la descentralización económica no pasará del discurso.
En las economías modernas, las empresas de producción y servicios más eficientes trabajan, más/menos sobre la base de dividir en tres partes principales sus utilidades: una tercera parte para la reproducción ampliada de la propia entidad, otra tercera parte para el disfrute de los dueños (sean privados o colectivos, mientras que la forma equitativa o no en que se reparta esta parte del excedente es lo que identifica que una empresa distribuya sus utilidades sobre bases capitalistas o socialistas), y el tercer tercio como impuesto para los gastos sociales y del estado, el municipio, etc. Solo de este último tercer tercio, debe disponer el estado para su planificación y ya se trata de sumas relativamente fabulosas.
En la “Historia me absolverá”, se proclamaba que el 30 % de las utilidades de las empresas debería ser repartido entre los trabajadores.
La práctica del socialismo intentado ha demostrado que la planificación tendría que ser democrática, de acuerdo con los presupuestos participativos aprobados en cada nivel y en cada unidad de producción o servicios y no desde la centralización de toda la distribución de los excedentes y de todo el proceso inversionista, fenómeno que alimenta la corrupción y el burocratismo y es abordado sin llegar a sus esencias, ni concretar soluciones.
El mercado, ya se ha dicho, escrito y repetido, ha existido en todos los sistemas sociales, no es privativo del capitalismo, sino una herramienta fundamental del desarrollo económico que existirá mientras predomine el sistema capitalista internacionalmente y, naturalmente, con el predominio relativo de las relaciones socialistas de producción tenderá al intercambio de equivalentes como vía de la justicia social, hasta que vaya desapareciendo progresivamente con el estado, las clases, la división social del trabajo, la ley de oferta y demanda, el dinero y demás categorías de la economía mercantil.
Los socialistas de diferentes tendencias coinciden en señalar que solo poniendo los medios de producción bajo control directo de sus trabajadores, con producciones previamente contratadas, será posible avanzar hacia la nueva sociedad socialista. Cuando sean los trabajadores mismos los que decidan en cada centro de producción o servicios sobre la dirección de las empresas, su gestión económica y el destino de los excedentes, estaremos ante cambios reales en las relaciones de producción. Cualquier otra cosa es más de lo mismo, con diferente discurso.
La simple propiedad estatal, -se ha evidenciado-, si no se socializa, si no incluye esos cambios concretos en las relaciones que contraen los hombres en el proceso de producción y, al contrario, mantiene las relaciones de trabajo asalariado y la centralización de las decisiones importantes, natural, inevitable y demostradamente renueva el ciclo de explotación de los trabajadores, solo que por el estado en lugar de los privados, reproduce las clases explotadoras y explotadas en los burócratas y en los productores, respetivamente y, finalmente, como ha ocurrido con todo el “socialismo de estado” del siglo XX, termina regenerando el sistema capitalista. Esta lección no parece aprendida por la dirección actual.
Con lo que se proponen, pasarían de un estado pobre burocratizado, paternalista y dadivoso, a otro también burocratizado pero rentista y egoísta, que seguirá siendo pobre, pero con pretensiones de opulencia.
No estamos defendiendo, ni muchos menos, la desaparición inmediata del aparato del estado que sea necesario transitoriamente, para garantizar los aspectos generales del desarrollo del país y su defensa, como algunos pretenden achacar a quienes defendemos el camino marxista a la extinción del estado. No es posible la construcción socialista, la socialización, concentrando todo el poder económico y político en unas pocas manos y si las decisiones importantes son tomadas por un pequeño grupo sectario de personas, sin una verdadera discusión con plenas garantías democráticas, libertades de expresión, publicación y asociación y donde todos tengan iguales posibilidades de participación y divulgación de sus ideas.
Al socialismo se irá adentrando cada país de acuerdo con sus características, su nivel de desarrollo y el grado de socialización y democratización alcanzado, sin tener que esperar que otros inicien el camino; pero su triunfo como sistema social predominante y con carácter estable dependerá de que el mismo pueda llegar a prevaler en varios países y éstos logren imbricarse económica y políticamente desde sus propias bases. Una proyección del ALBA en esa dirección, integral, más allá de los vínculos estatales y sobre nuevas relaciones socialistas de producción, es más que necesaria, vital.
En Cuba, estamos abocados, pues, al punto crítico de disolución del capitalismo monopolista solapado en el “socialismo de estado” pues:
1-avanzamos claramente a un cambio en las relaciones de producción, de las asalariadas, al predominio de las libremente asociadas de tipo cooperativo y autogestionario –no se trata de excluir las otras-, y democratizamos la vida política que lo haga posible, o
2-regeneramos el capitalismo clásico privado, por necesidad de sobrevivencia del centralismo-burocrático-asalariado que, pretendiendo eternizarse, pronto sería absorbido y transmutado por el capitalismo y las privatizaciones autogeneradas.
Sin la más amplia participación democrática de los trabajadores y el pueblo en todas las decisiones que le conciernen, no hay socialismo posible. Lo que el gobierno/estado/partido viene haciendo ya y pretende refrendar en el VI Congreso, no asegura el avance del socialismo.
El camino mostrado por la convocatoria al VI Congreso y sus lineamientos económicos, más parece favorecer el reforzamiento de las relaciones asalariadas de producción que las socialistas libremente asociadas, de tipo cooperativo/autogestionario. Lo que no avanza, dialécticamente retrocede.
El eventual progreso paulatino a la restauración capitalista, en las fauces del imperio más voraz y atroz de la historia, enemigo tradicional de la nación cubana, que hasta hoy mantiene firmes las leyes principales del bloqueo, es el allanamiento al regreso a la dependencia del imperio. Y, como dijo una vez la camarada Celia Hart: “Cuba es socialista o no es”.
Socialismo por la vida.
La Habana, 6 de enero de 2011