Por Isbel Díaz Torres
Junto a un grupo de amigos ecologistas pretendimos verificar el impacto ambiental del vertedero de la calle 100, al oeste de la capital cubana. El intento no fue del todo exitoso, al ser expulsados de allí por la “dueña” del lugar.
El manejo de los desechos sólidos en todas las ciudades del mundo es un verdadero dolor de cabeza. No es tarea fácil, cuando el estilo de vida que nos ha impuesto occidente es de un consumismo voraz y una total indolencia ante los estragos que causamos.
Los gigantescos basureros son evidencia física de este estado de cosas. En la Habana tenemos tres grandes, pero el mayor de todos es el de la calle 100. Según las informaciones que intercambiamos antes de aventurarnos a entrar al vertedero, los capitalinos superamos la media de basura que produce cada habitante de la isla. Los de la Habana producimos 0,7 Kg de desechos al día, y todavía no se sabe muy bien cómo vamos a deshacernos de ellos.
Estos vertederos, que ocupan grandes áreas expuestas, son conocidos como aterraderos. Las estrategias para procesar la basura en ellos son varias, aunque casi todas implican la liberación de sustancias tóxicas al ambiente. Gases contaminantes como Dióxido de Carbono, Metano, y los clorofluorocarbonos, contribuyen al efecto invernadero; mientras que el amoníaco y los metales pesados presentes en los lixiviados agreden la tierra y las aguas.
La lixiviación o lavado puede provocar la contaminación y reducción de los niveles de oxígeno en las aguas subterráneas. Por eso es preciso, al instalar un vertedero, impermeabilizar la base. No conozco el diseño del aterradero de 100, pero estudios afirman que los lixiviados de aquí ya han contaminado la presa aledaña, y por esta vía el río Almendares y el acueducto de Vento, que da abasto de agua a gran parte de la capital.
Del mismo modo, los estudios han revelado que los metales pesados han integrado ya la cadena alimenticia. Las hortalizas de los agricultores cercanos al basurero, poseen niveles de estas sustancias por encima de los aceptables para la salud humana y la biodiversidad. También los vapores y polvo del aterradero se depositan en las tierras de cultivo, de manera que la contaminación les llega a las hortalizas por tierra y por aire.
La ciudad no está a 5 Kilómetros, como dicen las noticias en el periódico, sino bien cercana. Además de ello, los animales que pastan plácidamente en este terreno, son potenciales portadores de enfermedades y sustancias tóxicas. Muy probablemente el caso de la manada de bovinos que nos topamos al llegar. El pastor nos confesó que eran 54 chivos y 73 carneros los que allí tenía.
Quizás era eso lo que preocupaba tanto a la compañera Maritza de la Paz, administradora del centro, quien ya avisada de nuestra visita corrió de inmediato a expulsarnos de SU vertedero. “Ustedes están invadiendo MI vertedero.” nos dijo. Vale aclarar que para llegar allí no pasamos ninguna cerca perimetral, ni puerta, ni siquiera un simple cartel que limitara el acceso.
La compañera, aunque un tanto excitada, fue gentil. El único detalle que pedí que me explicara era eso de que aquel era SU vertedero; yo pensaba que era NUESTRO, por aquello de la propiedad social y el sentido de pertenencia… No obstante, obtuve mi explicación: “Hay una cosa que se llama “sentido de pertenencia.” pero quien tiene la Resolución, soy yo, y el “sentido de pertenencia” es mío.” espetó desafiante.
Disciplinados, salimos todos inmediatamente. En nuestra retirada un grupo de trabajadores “ilegales” que se dirigían hacia el vertedero con sacos nos preguntaron “¿Hay operativo ahí?.” Cuando le dijimos que no, que quien estaba era la administradora, respondieron “ah, bueno, con ella no hay problema.” y siguieron hacia allá.
La administradora había sido clara al decirnos que “ustedes no pueden INVADIR un terreno que es ya propiedad estadual.” pero al parecer las muchas personas que laboran allí todos los días, ilegalmente, no están invadiendo, según el concepto de la compañera.
La realidad es que estos hombres y mujeres sobreviven gracias a ese trabajo, el cual tiene un gran valor. Ellos reciclan, recogen materia prima y la venden al estado. Exponen su salud por hacer lo que quizás ese centro debería estar haciendo. Quizás deberían emplearlos allí, garantizarles medios de protección e higiene, sindicalizarlos y estimularlos. El cartelito del ahorro que tanto sale por TV debería ser reemplazado por el de reciclaje.
Para colmos, la planta de biogás que instalaron en el vertedero desde el 2008 NO está produciendo electricidad ni fertilizantes. Apenas transforma en Metano la basura verde que traen de toda la ciudad. Este gas (altamente inflamable y contaminante) es convertido en Dióxido de Carbono, que contamina menos. Tecnología alemana, donación china, dinero suizo y de la ONU, y tecnólogos cubanos viajando a China a prepararse para esto.
Los interesados e interesadas en la protección ambiental queremos conocer de cerca los focos de contaminación que durante años han impactado nuestros paisajes urbanos, semi-urbanos y rurales. Queremos reactivar el deseo de hacer cosas por la ciudad, su gente y el medio ambiente del que formamos parte. Quizás no exista una “Resolución” que nos nombre, más que nuestra íntima resolución de replicar lo bello y denunciar lo malo.
Publicado en http://www.havanatimes.org/sp/?p=12759