Por Félix Sautié Mederos
Crónicas cubanas
La interrelación entre el Estado, la familia y las personas con sus derechos inalienables del libre albedrío, es uno de los dilemas esenciales que se han debatido en el tiempo hasta nuestros días. Aunque hay quien no lo reconoce, en la actualidad cubana, estamos decisivamente retados por este dilema histórico. La polémica sobre el papel del Estado en la sociedad ha sido una de las grandes preocupaciones de los teóricos sociales en el mundo moderno y es un asunto que en mi criterio, ha dado tumbos erráticos en la contemporaneidad cubana.
Por otra parte, aparece en el ámbito internacional con múltiples consecuencias y efectos negativos un neoliberalismo rampante intensificado al ritmo de las corrientes relativistas del momento que le restan importancia a muchas tradiciones, costumbres y prácticas surgidas por la experiencia humana en constante desarrollo. Estos conceptos tan dañinos para la vida, recorren el mundo de hoy y contaminan a nuestra sociedad contemporánea en Cuba.
El neoliberalismo se plantea debilitar sensiblemente al Estado y reducirlo a una simple función policíaca de control ciudadano en su práctica social con efectos sociales muy dañinos para la vida y la naturaleza. En tanto que los partidos socialistas y socialdemócratas europeos, han desarrollado los conceptos del Estado de Bienestar impositivo y distribuidor que, por demás, desaparece actualmente al ritmo de la crisis económica generalizada y agravada por los daños sensibles al medio ambiente que provocan constantes cataclismos a escala planetaria y, que exigen de soluciones drásticas y urgentes para salvar la vida en su conjunto holístico con la naturaleza circundante insertada dentro del universo que nos acoge.
La familia humana, se ha repetido muchas veces, es la célula primaria de la sociedad; y, no obstante, está corriendo el mismo destino que el medio ambiente agredido y destruido por las irresponsabilidades desastadas e intensificadas a causa de la concepción neoliberal y relativista que significó anteriormente. En este orden de cosas, debo decir que Cuba, si bien tiene características muy propias e indiscutibles avances sociales, no es ninguna excepción, ni mucho menos justifica a esas tan reiteradas comparaciones de superioridad sobre los demás países del mundo, que algunos no se cansan de repetir empecinadamente .
La centralización extrema de la sociedad cubana en los últimos cincuenta años en un Estado paternalista, que se plantea controlarlo todo, en contraposición al debilitado modelo de Estado neoliberal, crea un desbalance por exceso y exageración de lo que debería ser el justo medio adecuado para concebir un Estado moderno que propugne la justicia social, la creatividad colectiva y personal, así como los derechos humanos inalienables en función de la concordia social, la democracia y la gobernabilidad ciudadana.
Este afán centralizador y paternalista en extremo a que me estoy refiriendo, ha determinado sensibles daños a la familia cubana contemporánea que se dispersa y diluye al ritmo de una diáspora incontenible que, de no detenerse, podría dar al traste con nuestra identidad e independencia nacional. Considero que es inconsecuente y un error estratégico de largo alcance, el planteamiento que estas graves afectaciones a la familia, se deben únicamente a los efectos del genocida bloqueo, así como de la guerra económica externa a que injustamente estamos sometidos, sin tomar principalmente en cuenta las contradicciones, las insuficiencias y los errores internos que constituyen los principales enemigos del proceso sociopolítico cubano contemporáneo.
En mi opinión, para salir efectivamente de los acuciantes problemas que empantanan a Cuba hoy, debemos preocuparnos y ocuparnos por restituir los derechos que han sido limitados, la creatividad dañada, así como las oportunidades emprendedoras, las tradiciones ancestrales positivas y el irrestricto respeto a la familia como célula básica de la sociedad. Esta, debería ser una de las estrategias básicas a implementar en la sociedad cubana del presente. Así lo pienso y así lo planteo a debate.
Félix: tu texto es peligroso en tanto irresoluto, lo podría firmar el Papa, o un Ayatohla. ¿Por fin qué tu quieres con ese “irrestricto respeto a la familia como célula básica de la sociedad”? Llamar a mantener las tradiciones es peligroso, porque en ellas se reproducen las lógicas capitalistas y de relaciones jerárquicas basadas en la violencia que se supone desterrará el socialismo. Hablar de familia en abstracto es muy lindo y muy fácil. Pero dime para dónde debe inclinarse, en tu opinión, ese regreso del respeto a los derechos de la familia. Dibuja a grandes rasgos cómo se implementan esas políticas públicas. Mójate los pies, después hablamos.