Por Rogelio M. Díaz Moreno
En estos días hemos estado sosteniendo un animado intercambio del que, tengo el gusto de reconocer, he extraído mucho provecho e información. Me refiero, naturalmente, al debate alrededor del documento Llamamiento urgente por una Cuba mejor y posible, sobre los que expresé algunas simples y personales opiniones. A algunos comentaristas atentos le llamaron la atención mis recelos y me sugirieron tener en cuenta escenarios donde los factores de mis preocupaciones desempeñan un papel mucho más positivo, lo que encuentro muy razonable y digno de tener en cuenta.
Aún así, algo me mueve a extenderme un poco más en mis divagaciones, aunque intento no cerrarme a otras posibilidades. En el día de mañana podría enterarme que la mayoría de mis coterráneos piensan diferente, desean otra cosa, y espero ser capaz de apoyar la decisión de la mayoría. Mientras, ejerzo el derecho de expresar las razones de mi posición.
Le ha llamado la atención a algunos compañeros que yo no me incline por sistemas partidistas para administrar las sociedades. Algunos amigos realizan puntualizaciones importantes que aclaran el sentido que quiero usar, sobre partidos tradicionales que tienen como fundamento principal la lucha por el poder; otros amigos piensan que si el poder es una herramienta para poner en acción programas progresistas, el medio para alcanzarlo no demerita el fin, como podría señalarse hoy en varios países latinoamericanos. Es cierto, además, que los partidos políticos tienen una larga data histórica, científica, social; que su desarrollo ha implicado conquistas importantes para dar voz y presencia a las personas honradas y trabajadoras, pero creo que se pueden encontrar formas todavía mejores para administrar los asuntos públicos. No veo nada de malo en aspirar a algo mejor y trabajar por hacerlo posible.
Aquí me acuerdo, indefectiblemente, de un pasaje del libro de Julio Verne, La vuelta al mundo en ochenta días, y me disculpan las feministas porque puede ser un poco patriarcal: Phileas Fogg y su criado van de salida del estado de los EEUU donde estaba establecida una famosa secta religiosa que permitía la poligamia. En el último momento, a la salida de la estación de trenes, cuando el convoy ya está en movimiento y gana velocidad, ven venir un hombre que corre desaforadamente y, cuando parece que ya se le va a escapar, salta al último vagón. Le preguntan al hombre, con curiosidad, si huía de un gran número de esposas. ¡De una sola, señores, y era suficiente!, responde el aliviado fugitivo.
Ok, regresemos a escenarios más serios. En el mejor de los casos, un partido gana el poder en unas elecciones, pues su programa resulta más atractivo que el de sus rivales. Supongamos que participa el 75% del electorado y que, de ellos, el 60% se expresa a favor del ganador. Eso significa que el ganador será representativo de la opinión del 45% del total, menos de la mitad. Y todavía no hemos entrado en la parte donde el dicho partido se supone esté integrado por personas honestas, que tengan las intenciones de cumplir con las promesas y el poder para llevar a cabo su programa, en el marco de posibles obligaciones y coyundas que le pueden tender las situaciones financieras, de los poderes de los mercados, la deuda con otros países u organismos internacionales, etc.
Por otro lado, como sabe la gente sencilla, partido viene de parte. Un partido, sea el que sea, responde a los intereses de una parte de las personas en una sociedad, con ciertas características comunes. Y cuando tome el poder ¿qué tenderá a favorecer, el todo o su parte?
Ahora pido que se recapacite y se perciba que la ecuación se puede invertir. Estamos hasta ahora presuponiendo que el que gobierna, dirige de acuerdo a sus intenciones e iniciativas y al resto le toca seguir lo legislado. Pero no es difícil concebir otra forma de andar las cosas, que es que los que gobiernan no sean sino servidores públicos. Servidores de toda la población del país, no de una parte de esta. Como puede ejemplificarse con una empresa donde accionistas, con igual cantidad de acciones, contratan a un administrador para que trabaje para ellos. Por la difícil labor de administrar criterios discrepantes e intentar hallar el punto medio sobre cómo administrar los asuntos públicos, estos servidores reciben un salario y punto, Y como la experiencia indica que los que tratan de hallar el punto medio no le resultan simpáticos a nadie, pues se cambian con la periodicidad que la práctica recomiende.
De esta forma las posiciones más centrales y visibles dejarían de estar asociados a la idea de poseer un poder y manejarlo, y ningún partido político se desgastaría en hacer campaña para que uno de sus miembros se queme en esas incómodas sillas. La manera de elegir a los servidores públicos seguiría siendo mediante elecciones democráticas y universales, pero sin participación de los partidos ni sus programas, sino de la misma manera con la que los accionistas equitativamente dueños de la empresa eligen a un nuevo administrador. Queda suficiente espacio, por supuesto, para entre la población se debatan opiniones, puntos de vista y teorías de la más variada índole, y diferentes fuerzas políticas traten de ganar adeptos a sus ideas. Esas fuerzas pueden llamarse, incluso, partidos, pero ya no es lo mismo, porque nunca tendrán en sus manos un poder que sólo pertenecería, por fin, al pueblo.
Como ya dije al principio, no pretendo imponer mi criterio a nadie, intento permanecer receptivo a lo que me expongan otros compañeros y respetar civilizadamente las decisiones de la mayoría. Me gusta insistir también en la necesidad de tener claro qué es lo que desea en concreto cada sujeto, con lo que caemos en otros demonios como las llamadas libertad de empresa y la propiedad privada.
A mí me parece correcta la libertad de empresa para los trabajadores que montan sus proyectos, individuales o colectivos, sin sustentar relaciones de explotación como las que surgen de la esclavitud, la servidumbre o el más moderno trabajo asalariado. En las condiciones actuales, yo preferiría evitar las empresas de capital privado. No obstante, el consenso general pudiera ser que, sea objetivamente necesario admitir este tipo de organización siempre que ofrezcan ciertas seguridades laborales, a los clientes y al medio ambiente; en ese caso, estas deberían disfrutar asimismo de suficientes garantías. De hecho, la realidad es que en Cuba hay amplia presencia de grandes corporaciones capitalistas con intereses en el turismo, la minería, la agricultura, etc., por parte de empresarios españoles, canadienses, brasileños, chinos y de otros países. Si va a haber capitalistas, por lo menos que sean nacionales, diría uno.
En todo caso, estoy seguro que la mayoría de las personas acordará lo imperioso de ciertos límites: la libertad de empresa no puede aplicarse igualmente para una fábrica de calzoncillos que para el narcotráfico; el vendedor de durofríos lleva un tratamiento diferente que el que pretende especular en la bolsa al precio de crear una burbujas inmobiliarias como las que han estallado recientemente, y así por el estilo. Habría que clarificar detalles con las empresas capitalistas que exploten recursos energéticos, hídricos y minerales que pertenecen en general a la nación. Habría que ver si la mayoría de la población cubana está de acuerdo y me parece que al día de hoy, no lo está con permitir la libre empresa en servicios como la educación y la salud, o dejarla como un servicio público sufragado a través de impuestos racionales. Por eso insisto en que se manejen todos los conceptos involucrados en este tema con mucha claridad y concreción.
La propiedad privada no escapa de esta necesidad. Yo veo bien que el campesino sea dueño de una finca de suficiente extensión como para ganarse la vida decorosamente con su familia. Si un colectivo de campesinos y campesinas desea libremente unir sus terrenos para aprovechar mejor las técnicas agropecuarias modernas, pues qué felicidad, que lo hagan y tengan todas las garantías y seguridades con su propiedad. Algo parecido puede pensarse para colectivos de trabajadores de empresas industriales y de servicios. Si se admite la necesidad de empresas capitalistas, su propiedad debe contar asimismo con la protección de la ley.
Sin embargo, esto no quiere decir que cada quien pueda hacer lo que le de la gana con su propiedad. Hace rato que la Humanidad ha puesto en juego fuerzas capaces de alterar el medio ambiente, modificar ecosistemas, y todo eso se tiene que balancear. Así que la propiedad privada debe tener regulaciones. Y puedo apoyarme hasta en el ejemplo del país más famoso en la defensa de la propiedad privada, los EEUU. Fíjense que, incluso en una nación como esa, quienes tienen la propiedad de sus casas no pueden hacer cualquier modificación si ello contraviene ciertas regulaciones establecidas que se aceptan como algo normal. Los dueños de animales no pueden ejercer tratos crueles sobre estos, porque existen y se aplican leyes para protegerlos y, en ello, se diría que ciertos cocheros cubanos maltratadores de sus bestias tienen más propiedad privada que los norteamericanos.
Resumiendo, entonces: no nos ensañemos en discusiones sobre temas donde todavía la mayoría de la población no se ha pronunciado, o alrededor de conceptos que no hemos rellenado del todo. Mantengamos, eso sí, el intercambio sano y mutuamente enriquecedor en lo que cultivamos nuestra huerta.
La utopía de una sociedad donde los ciudadanos sin necesidad de partidos vayan a elecciones, a elegir el mejor administrador, los mejores representantes sin necesidad de un partido que lo apoye, es realmente preciosa.
Pero para hacer conocer su plataforma los candidatos necesitarían un grupo de personas que lo ayuden, que coincidan con su forma de ver las cosas, crean en que esa es la forma de hacer las cosas, hagan campaña por él, difundan sus puntos de vista y ya caeríamos en los partidos, organizaciones políticas. Mas o menos lo mismo.
Los partidos políticos si tratan de gobernar para todos cuando llegan al poder, generalmente el voto que los hace ganar es el voto de los indecisos, de los no comprometidos e independientes, de los que votan por la plataforma y no por el color político. Ese es el voto que de verdad premia o castiga. Una Asamblea donde hay representantes regionales que controlan y hace contrapeso al poder del ejecutivo obliga al consenso y no a que un gobernante gobierne solamente para su partido. No es que el partido en el poder tiene el poder, no es así.
Una buena política impositiva resuelve el problema de si las empresas por ser privadas no aportan suficiente a la sociedad. Leyes laborales justas que protejan al trabajador también. Leyes antimonopolio. Un equilibrio sano de no ahogar la iniciativa privada, proteger al trabajador y aportar al bien común y social. Y sobre todo libertad de protestar, de organizarse, de formar uniones.
Es tan triste ver un país tan escasamente institucionalizado como Cuba donde el poder es tan total y los principios mas básicos de la democracia suenan a utopía.
bueno bueno.
Lo bueno es si breve, dos veces bueno. Soy tu seguir #10 en Twitter. Esos 1163 entre “amig@s” y followers que tiene el mendas, me permiten ir viendo “qué se cuece en la isla” porque los gallegos somos algo lentos, menos el del PP que es un descerebrado y habiendo matado a dos personas, por su enorme irresponsabilidad, nadie de la cuerda disiedente se atreve a cantarle la caña.
Pero mi bronca (en el buen sentido de la palabra) no termina con mi comentario anterior que puede resultar afín con cualquiera que profese un pensamiento liberal. Pero como para mí el marxismo es la radicalización del pensamiento liberal no es posible hacer referencia a la superestructura política de la sociedad sin tener en cuenta su base económica y en primer lugar lo relacionado con la propiedad.
¿Cómo transitar del monopolio estatal de la propiedad a la propiedad socialista?
En este sentido creo necesario que diferenciemos que no es lo mismo hablar de propiedad que de derecho de propiedad. El derecho de propiedad hace referencia a quienes pueden transar los bienes y servicios que son patrimonio de una empresa u organización. La propiedad por el contrario tiene que ver con las relaciones humanas que se dan durante el proceso de producción y de la apropiación de los beneficios.
Si de liberar las fuerzas productivas se trata se requiere diversificar el derecho de propiedad: estatal, cooperativa, privada y mixta, así como fomentar la iniciativa empresarial individual y colectiva. Garantizar, eso sí, que aquellos bienes y servicios relacionados con derechos sociales o los considerados recursos estratégicos para el desarrollo del país deberá el estado preservar el derecho de propiedad.
En cuanto a la propiedad, se deberá legislar de manera que toda empresa sea administrada democráticamente por sus trabajadores, socialmente responsable aportando beneficios de manera indirecta a toda la sociedad con los impuestos y de forma directa teniendo en cuenta los intereses de los trabajadores, sus familias y la comunidad en que están insertas.
No voy a negar que para mí es trascendente defender la obra de la revolución pero que para ello es necesario preservar todo lo bueno y librarnos de todo lo que lastra el desarrollo del país. Y en ese sentido pensar en tener un sistema político republicano, algo por lo que muchos han luchado a lo largo de nuestra historia, pero muy lejos de haberse logrado sería el mayor aporte para que no se vuelvan a repetir errores que luego se intentan rectificar por quienes ejercen el poder.
En un sistema republicano resultan esenciales, además de los partidos políticos como instituciones articuladoras de visiones de sociedad y de políticas públicas que dan respuestas a esas visiones, el ejercicio de la soberanía popular y en ello la mejor fórmula probada es la separación de los poderes públicos; por último y quizá lo más importantes los ciudadanos como sujetos dotados de plenos derechos y conscientes de sus deberes con sus conciudadanos.
Ahora aterricemos ¿Cómo lograr en Cuba el ideal expuesto en el párrafo anterior?
Cuando intento responder a la respuesta anterior se me hace más fácil comprender por qué algunos compañeros, sobre todo los que escriben desde el interior de la isla, la necesidad de formar partidos políticos no sea en el presente una prioridad y den mucha más importancia a los procesos autogestionarios como vía para el desarrollo de una nueva conciencia cívica y el ejercicio de una ciudadanía activa, porque ello significa actuar desde la sociedad civil aunque no exista desde quienes gobiernan la voluntad política para permitir otros cambios en el presente inmediato.
Pero reitero, que los árboles no nos impidan ver el bosque. Una cosa es que en las condiciones actuales sea correcta la estrategia de restarle poder al único partido que tenemos y empoderar a los ciudadanos y así dar pasitos en el establecimiento de un régimen político republicano y democrático y otra cosa muy distinta es pensar en una democracia apartidista. Es cierto que mucho hay que discutir sobre una futura ley de partidos políticos y un sistema electoral que garantice tanto la representatividad como la participación y la toma de decisiones políticas de parte de los ciudadanos pero de ahí plantear que un estado se puede administrar como una sociedad anónima hay un gran trecho.
Gracias Rogelio por permitir este debate. Para mí es un privilegio que trataré de honrar humildemente.
“Y cuando tome el poder ¿qué tenderá a favorecer, el todo o su parte?”
¿Y si llega al poder un individuo, ente aislado que no forma parte de ninguna parte? ¿Qué tenderá a favorecer? Ahí se jodió el todo y la parte, porque solo pensará en sí mismo.
“En el mejor de los casos, un partido gana el poder en unas elecciones, pues su programa resulta más atractivo que el de sus rivales. Supongamos que participa el 75% del electorado y que, de ellos, el 60% se expresa a favor del ganador. Eso significa que el ganador será representativo de la opinión del 45% del total, menos de la mitad.”
Supongamos que el 25 % del electorado renuncia a su derecho al voto porque le da lo mismo quién resulte electo. Para este grupo cualquiera es bueno. Entonces, el ganador tendrá el 45 % resultante de tu cuenta, más el 25 % de los que dan por bueno a cualquiera de los candidatos, o sea, un 70 % del electorado está de acuerdo con la elección.
Uf, Rogelio, un poco largo.
Dices: “A mí me parece correcta la libertad de empresa para los trabajadores que montan sus proyectos, individuales o colectivos, sin sustentar relaciones de explotación como las que surgen de la esclavitud, la servidumbre o el más moderno trabajo asalariado. En las condiciones actuales, yo preferiría evitar las empresas de capital privado.”
Rogelio, esa libertad de empresa limitada que a ti te parece correcta, es exactamente la que conduce a la kioskización de la economía y en el peor de los casos al meroliqueo. Vendedores precarios de cualquier cosa, economía de subsistencia, timbiriches…. Que, ojo, siempre he apostado por la microempresa, pero sin límites a su crecimiento.
Yo, contrario a ti, pienso que lo que conviene es justamente abrir las puertas al crecimiento y dar más grados a la libertad de empresa.
Primero permitir que toda actividad económica pueda ser desempeñada por privados (salvo unas cuantas excepciones que se reserve el Estado que pueden ser Energía, Agua, y quizás Telecomunicaciones).
Segundo permitir el crecimiento de los cuentapropistas y pequeñas empresas de las actividades que al día de hoy se han desprohibido. No veo por qué limitar el número de empleados o castigar con impuestos al que genera más empleos.
Tercero permitir la entrada a empresas medianas y grandes de capital privado (por privado entiendo no-público, pueden ser cooperativas y otras formas de propiedad colectiva). Estas empresas están en condiciones de aportar tecnología y know-how y de absorber a gran parte de esa mano de obra calificada que hoy intenta vender croquetas desde una mesita en un portal.
Rogelio:
Pensaba criticarte el post . pero creo que será suficiente señalar o siguiente :
– sí, no basta con las libertades “políticas” para propiciar una situación en la que la ciudadanía pueda ejercer control sobre los asuntos del país.
– pero eliminar dichas libertades porque no son auto suficientes a la hora de propiciar dicha situación es el camino directo a que dicho control no surja jamás.
– el punto de partida actual (existe un partido político que controla todo el funcionamiento de la sociedad) no podrá ser revertido a base de buenas intenciones “organicemos una utopía única donde todo se auto regule”
Me parece que experimentos hemos tenido bastantes.
Estimado Mahavishnu:
El avatar que Ud. usa para loguearse en nuestro sitio resulta ofensivo para nosotrxs, puesto que la frase, aunque escrita en idioma ruso, es soez e irrespetuosa.
Solicitamos encarecidamente que lo cambie en el menor tiempo posible, a fin de que podamos continuar teniéndolo entre nuestros comentaristas.
Hace varios días le enviamos este mensaje por email, pero hasta el momento no hemos recibido ninguna respuesta suya, ni ha cambiado la imagen.
Muchas gracias por su comprensión.
me parecía evidente que era una coña, pero lo cambiaré
Disculpen a maha, es que no es muy ducho en ruso. Lo mas seguro es que ni siquiera hubiese sabido lo que decia su avatar
uhm. eso mismo
¿Ya lo cambió?
Alquien me podria decir que decia?
es una imagen de demotivators.ru
un poco soez
Estimado Rogelio:
He seguido atentamente sus últimos posts y el debate surgido a raíz de ellos. Ante todo, es altamente reconfortante poder contar con este tipo de debates, y por ello creo que precisamente en temas donde la mayoría de la población no se ha pronunciado donde hay que abrir el mayor debate. ¿Podemos esperar sinceramente que las personas se pronuncien sobre esos temas, incómodos para el gobierno, en un ambiente autoritario como el de Cuba? ¿Podemos culpar a las personas por no involucrarse cuando se les ha satanizado, no ya una u otra idea, sino el mismo concepto de discusión política? Vamos, pues, a discutir, para que otros también puedan hacerlo.
Primero, creo que sus argumentos sobre esas hipotéticas elecciones con sus porcientos encubren una falacia. 45% no es la mayoría absoluta de la población, pero es la mayor minoría. Además, existen numerosos tipos de votación, incluyendo listas de preferencias y métodos que eligen al “menos odiado”. En efecto, un partido no es solo una organización electoral, es ante todo una organización política. De hecho, los partidos surgen antes de que se les concediera el poder de postulación, del que han abusado, y podrán subsistir cuando se les retire. ¿Cómo llamará a una organización que tiene un objetivo determinado y busca elegir a sus representantes para introducir reformas en el sistema, que no podría lograr presentando leyes? ¿No es acaso un partido? ¿No es acaso deseable que existan estos movimientos? ¿O prefiere que a un grupo político se le impida el derecho de asociación? Me dirá: ¿acaso un presidente elegido con 30% de apoyo puede representar a la mayoría? Le diré: podría, pues las personas no tienen preferencias exclusivas, y si el resto del espectro político está atomizado, él podría ser el que más primeras preferencias tenga y a la vez sea la segunda o tercera preferencia de la mayoría. Todo depende del sistema de votación usado.
Sin embargo, su rechazo y el de otros muchos no nace de eso, sino de imaginar el gobierno como centrado en el presidente. Pueden aceptar o no la división de poderes, pero lo cierto es que hay una diferencia sustancial entre ‘ejecutar’ y ‘legislar’. Está claro que los ejecutores deberían ser servidores, y en eso coincido con usted. Pero ¿y los legisladores? En su metáfora, un presidente sería ese administrador, pero ¿los legisladores no serían acaso los propios accionistas?. Si fuera por deseos ideales, mi aspiración sería a eliminar la representatividad y que el poder legislativo fuera ejercido por la totalidad de los ciudadanos. Eso requiere condiciones logísticas, más que nada. Pero no dejo de reconocer que habrá que tener un período previo, quizá bastante largo, en que los legisladores sean representantes. Eso puede completarse con leyes para los ciudadanos poder presentar proyectos de ley de manera exprés, poder retirar un proyecto de ley del Parlamento y llevarlo a referéndum, y también para descentralizar el acto de legislar. El ciudadano puede participar activamente en la política municipal, y eso lo prepara para la nacional.
Si tenemos un cuerpo legislativo, está claro que habrá que elegirlo. Coincido que los partidos no pueden ser electorales, pero también que tal decisión le corresponde al conjunto de los ciudadanos. Probablemente, no hay que ser un genio para suponer que algunos ciudadanos preferirán ser representados por partidos y otros de manera independiente, o solo respaldados, no postulados, por organizaciones políticas. ¿Por qué no incluir todas las fórmulas en la ley electoral? En cuanto al “ejecutivo”, ¿qué tal si superamos el caudillismo y elegimos también un ejecutivo colegiado, de manera directa? ¿Le preocupa la postulación? Ponga un número alto de firmas para poder postularse ¿Solo los partidos tienen maquinarias para recogerlas? Informatice y automatice la postulación. Establezca puntos de recogida de firmas en las comisiones electorales locales. ¿Muchas personas no participan en este proceso? No veo la lógica de que si unas personas no usan sus derechos los otros no puedan usarlos. ¿Todo eso le parece muy lejano? En efecto, no podemos proponer cosas como esa hoy mismo porque nuestro país tiene un gobierno autoritario, que solo quiere una organización política (si el PCC no es electoral, ¿por qué no permite otras organizaciones políticas no electorales?) y un proyecto “único”, que casualmente cambia cada cinco años, y siempre es apoyado por el PCC. ¿Eso no es un ejemplo de partidocracia?
Si no queremos ensañarnos en discusiones sobre temas que la mayoría de la población no se ha pronunciado, ¿no sería más justo ensañarse en discusiones sobre cómo restaurarle a los ciudadanos el poder de pronunciarse? (¿Y acaso no estaríamos hablando de los mismo?)
Pingback: 22 de agosto de 2012
Estimado Rogelio, muy buenos tus puntos de vista sobre el partidismo, coincidentes en gran medida con lo que decimos nuestro artículo “¿Qué puede hacer la izquierda cubana?:democratizar el socialismo cubanosocializando la democracia” ,aparecido en la página 18 de la publicación anarquista española CNT, 342, febrero 2008, pueden bajarla en PDF desde aquí
http://es.scribd.com/doc/73822367/CNT-n%C2%BA-342-febrero-2008
Saludos desde Suecia
Carlos M. Estefanía