Los otros que también construyen

Por Félix Sautié Mederos

Crónica Cubanas

Los otros que también construyen forman parte de una realidad innegable que algunos se resisten a reconocer. No solo construyen los que optan por las luchas políticas y sociales. En esta dirección pienso que los que excluyen a esos otros que también construyen, coincide con que casi siempre menosprecian a las dimensiones espirituales de la vida que van más allá de ideologías y posicionamientos de índole social, económica o política. Cuando me refiero a esas dimensiones más allá de lo político e ideológico, tampoco lo hago solo a partir de las expresiones religiosas, porque en mi opinión parten de una impronta humana más amplia incluso que las de la fe religiosa en sí misma.

Por ejemplo, la cultura constituye una manifestación inequívoca de espiritualidad y es más amplia que las expresiones religiosas. Puedo decir que esas dimensiones espirituales que significo, se expresan con los sentimientos, con la idiosincrasia, con la creatividad o con la manera de conducirse las personas dentro de su familia y/o de los espacios sociales. Hay en consecuencia, quienes también construyen afrontando como todos dificultades, limitaciones e inconsecuencias, desde sus dimensiones específicas y conforman determinadas y muy extendidas capas de la sociedad, que actúan de forma modesta y silenciosa, pero por lo general muy efectivamente.

Existen importantes manifestaciones de espiritualidad en la familia, el trabajo y la creación, así como en los servicios de atención a los demás en sus enfermedades, sus incertidumbres, sus limitaciones y sus angustias. En conjunto, tienen que ver con una espiritualidad del amor por la vida y por el prójimo, que no es patrimonio exclusivo ni de los cristianos que lo han proclamado como su sentido esencial de la existencia, ni de otras religiones o espacios esotéricos y existenciales, porque forman parte de lo que se ha dado en llamar más ampliamente como la condición humana.

Hay quienes declaran que rechazan lo religioso, la mística o los sentimientos sin tener en cuenta que esas expresiones forman parte de la espiritualidad intrínseca de las personas; porque ellos lo aprecian sólo a partir de sus concepciones ateas calificándolos como formas de ser de quienes poseen poca ilustración científica. Debo confesar que algunos desde esas posiciones

intelectuales me han increpado al respecto. En ocasiones lo han hecho a partir de algún criterio muy puntual, sin conocerme en realidad. Yo, en cambio, les concedo el derecho a expresarse en sus criterios muy específicos, pero no puedo apartarme de mis convicciones existenciales acumuladas durante mi larga vida.

Estos criterios descriptos, considero que en general forman parte de un sectarismo contradictorio con los conceptos de justicia social, equidad distributiva y participación democrática. Percibo asimismo que en muchas ocasiones se niegan intelectualmente las posibilidades de participación y la razón de ser a los que dedican sus vidas y esfuerzos a trabajar por su familia, por la cultura, o por la espiritualidad con modestia, anonimato y honradez. Sin tomar en consideración que esos otros también construyen y merecen todo el respeto de los demás.

En este orden de pensamiento, quiero añadir que recientemente leí un muy interesante artículo del amigo Armando Chaguaceda titulado “El síndrome del Kaiser…” (1), con el que estoy de acuerdo en sus aspectos esenciales; muy especialmente con algunos párrafos en relación con el tema que planteo. Hemos coincidido en el tiempo sin habernos puesto de acuerdo previamente, porque Chaguaceda al referirse al retrato sobre el Kaiser Guillermo II que expresó el historiador Eugenio Tarlé “definiéndolo como alguien que deseaba ser ‘en cada bautizo el recién nacido, en cada boda la novia y en cada entierro el difunto’ ”… dijo textualmente que: “Semejante retrato parece reflejar hoy, dentro del la esfera pública cubana, a quienes – ligando el afán de protagonismo, la incontinencia verbal y la satanización del criterio ajeno- enjuician a sus compatriotas con caricaturizaciones de poco calado analítico y nulo reconocimiento ético”. Considero vale la pena leerlo íntegramente. El párrafo citado retrata a muchos de los que adentro o afuera de nuestras fronteras, a favor o en contra se dedican a cuestionar: “la legitimidad de otras personas que -desde posturas plurales y transparentes- impulsan iniciativas de consenso, con respeto a la soberanía nacional y los derechos ciudadanos”

Considero que la amplitud del grupo a que se refiere mi amigo Chaguaceda, rebasa los límites planteados por él e incluso por mí en este artículo, en cantidades y proporciones insospechadas. Ellos manifiestan un ver la pequeña brizna en el ojo ajeno, sin tener en cuenta la viga posada en el suyo. Un juzgar con una vara distinta a las que usan para juzgarse a sí mismos. Un erigirse en jueces de los demás que no actúen o no se expresen como ellos lo hacen o quisieran hacerlo.

Deberíamos superar esas estrecheses de miras y de acción, dejando a un lado con urgencia al sectarismo muchas veces de izquierda incluso, que nos dispersa, nos aísla y nos diluye. Todos somos necesarios y todos debemos caber en la República, respetándonos unos a otros tal y como queremos ser respetados nosotros mismos. El debate debería ser sobre los conceptos y no sobre la calificación de las personas que participen. Quizás deberíamos tomar más en consideración la necesidad de propiciar un fortalecimiento de la sociedad civil, con plenas libertades y derechos humanos, para que sus entidades sean capaces de convertirse en expresión de los más diversos sectores de la vida social y de conjunto actúen en diálogo permanente de todos con todos, en donde solo se autoexcluyan los que no deseen participar o no tengan nada que decir. Así lo pienso y así lo afirmo con mi mayor respeto para las opiniones diferentes.

(1)http://observatoriocriticodesdecuba.wordpress.com/2012/09/24/el-sindrome-del-kaiser-y-las-perversiones-del-debate-publico-cubano-i-2/
Publicado en Por Esto! el jueves 4 de febrero del 2012.
http://www.poresto.net/ver_nota.php?zona=yucatan&idSeccion=22&idTitulo=195902

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  1. De mi libro en proceso Etica Política, Cristiana y revolucionaria, un fragmento…
    CAPITULO 18: El ego que todos llevamos dentro y la Ética.

    En el anterior capítulo, comencé a exponer los conceptos morales y éticos fundamentados en la contraposición con aspectos negativos o dañinos dentro de un desenvolvimiento social extremadamente secularizado. En vez de hacerlo con sentido positivo a partir de la exposición de la norma que nos orienta a poner en práctica lo que es correcto y adecuado, lo plantee a la inversa, pues desde lo negativo del asunto esbocé los principios morales y la práctica ética que se interponían a estos problemas.

    Con este concepto básico apofático desarrollé la contraposición de la ética hacia la secularización extrema de la sociedad y el individualismo que nos invade por todas partes.

    El ego, la autoestima y la personalidad.

    Ahora en este capítulo continúo con el mismo criterio de contraposición y voy a desarrollar el tema sobre el ego que todos llevamos dentro, con sus aspectos positivos pero poniendo especial énfasis hacia la manifestaciones negativas, que por demás tienen algunos puntos de contacto con el individualismo. Me dedicaré a buscar en el ego sus aspectos negativos para contraponerle una actitud adecuada de enfrentamiento y práctica social positiva. Este es un problema que afecta a todos, pero que tiene una mayor incidencia en las personas que desempeñan actividades y funciones de dirección y de liderazgo en las diversas instancias de la sociedad.

    Sobre el ego que todos llevamos dentro he escrito varios artículos periodísticos pero solo con algunas aproximaciones al tema, ya que tiene una muy especial importancia dentro del desenvolvimiento de las relaciones sociales. El ego que todos llevamos dentro, como ya he expresado, manifiesta una muy directa relación con la auto estima y con la personalidad de cada cual.

    En consecuencia el reconocimiento adecuado y la atención al ego que todos llevamos dentro, es algo muy importante para la formación y desarrollo de nuestra personalidad y para el justo desenvolvimiento de nuestras relaciones familiares y sociales en sentido general. Ignorar al ego que todos llevamos dentro es dañino y perjudica seriamente a la necesaria dosis de autoestima que todos deberíamos poner en práctica, también su desconocimiento puede llevarnos a una desvaloración general de nuestras posibilidades personales, además de la posibilidad de equivocarnos de rumbo en el desenvolvimiento de nuestras relaciones familiares y sociales en sentido general.

    La otra parte del problema es cuando ese ego que todos llevamos dentro llega dominarnos afecta todo nuestro desenvolvimiento personal y social, resulta muy difícil de reconocerlo por causa de la propia manifestación del ego que atrapado por su propia vanidad lo impide. Hay un límite de reconocimiento y atención de nuestro propio ego que debe ser observado con sumo cuidado sin insuficiencias y sin excesos. Porque cuando se manifiestan insuficiencias no llegamos a una adecuada consideración sobre nosotros mismos y cuando lo excedemos vemos el mundo alrededor de nuestra persona, tratando de imponer nuestros criterios y nuestra voluntad a como sea.

    El ego puede llegar a ser uno de los mayores enemigos de quienes pretendan trabajar con y por los demás. Porque el ego que todos llevamos dentro y que constantemente puja por salirse hacia el exterior y dominar nuestros actos, nuestros intereses y las perspectivas del futuro que tenemos por delante, puede afectar seriamente nuestras relaciones humanas y todo el desenvolvimiento de nuestra vida social.

    Un asunto complejo y determinante. Los límites del ego.

    Como ya hube de plantearles, los límites del ego personal y de la necesaria autoestima constituyen un asunto complejo y determinante para el desenvolvimiento de nuestra vida social y para papel que debemos desempeñar en las relaciones con los demás.

    ¿Hasta donde debe llegar nuestro ego para obtener una autoestima positiva y necesaria para que nuestra vida sea útil y próspera?, es el asunto que debemos solucionar con inteligencia y nobleza de espíritu. Todo egoísmo deviene un acto innoble en definitiva y más innoble aún cuando daña la vida de la sociedad.

    Una importante manifestación de generosidad es hacer dejación de nuestro ego personal cuando su manifestación daña a los demás. Saber peregrinar por la vida es algo muy importante para cualquier persona y mucho más para quienes ostentan algún tipo de liderazgo social.

    Por otra parte, para todo el desenvolvimiento de nuestra vida en sociedad es muy importante la consideración de que en la realidad en este mundo estamos en tránsito. El movimiento y su dialéctica consecuente hay que tenerlos muy en cuenta en todas las circunstancias y coyunturas de nuestro peregrinaje terrenal, sobre todo cuando la biología nos plantea la disyuntiva de hacer mutis en nuestras responsabilidades sociales y darle tránsito libre a los que viene detrás de nosotros.

    Este es un problema muy complejo y que tiene gran importancia para el transito generacional que determina mucho para el permanente futuro que siempre tenemos por delante. Aquello que a principios del siglo XX plantearon varios filósofos en el sentido que hay generaciones tan fuertes que anulan a las generaciones que viene detrás, constituye una verdad que tiene muchas posibilidades de manifestarse en los procesos revolucionarios sociales y políticos, porque desarrollarlos cuesta muchos esfuerzos y precisamente esos esfuerzos hacen que las generaciones que lo realizaron tomen una muy especial consideración de su papel en la historia que puede llevarlos a considerarse algo así como los ungidos y consagrados, lo que los lleva a considerar a los que vienen detrás con un sentido paternalista y a limitar su desarrollo.

    La libertad de conciencia y la libertad de expresión, unido a la consideración de algo que he repetido en varias ocasiones por su importancia esencial y su incidencia en los más diversos planos de la sociedad y de la vida en sentido general, que es el planteamiento de Rosa de Luxemburgo de que la libertad es para todos o no es, tienen mucha importancia para lograr una adecuada concepción del tránsito generacional y del respeto por las generaciones que vienen detrás de nosotros y que tienen urgente necesidad de que se les respete adecuadamente y de que se tomen muy en cuenta, dejando a un lado todo tipo de paternalismos que las limitan en el desenvolvimiento de su vida social pues las ubica en planos inferiores de dependencia impidiendo la posibilidad de desarrollo por sí mismas. Todo lo cual en definitiva, constituye un daño muy serio para el desenvolvimiento futuro de los procesos sociales que comenzaron las generaciones que por su posición en la cúspide de la escala social ejercen el paternalismo hacia los demás.

    Una concepción sacralizada de pensamiento que impide la crítica social.

    Otro problema que tiene mucho que ver con el ego que todos llevamos dentro es cuando desde la cúspide de la sociedad se desarrolla una concepción sacralizada del pensamiento oficial al uso y se impide la crítica social a partir de un constante reclamo de reconocimiento del ego de las generaciones que ejercen los timones de mando de la sociedad en una espiral de exigencia que cada vez se va personalizando y concentrando más.

    En este orden de cosas también el constante reclamo de agradecimiento hacia lo que han hecho las generaciones veteranas que ejercen la autoridad moral y efectiva dentro de la sociedad, desvirtúa totalmente el papel del pueblo y la participación de todos en los grandes empeños que determinan logros que en definitivas son resultados colectivos y que por tanto se convierten en derechos compartidos. Estas son desviaciones del sentido de los procesos que mucho tienen que ver con el desbordamiento del ego que todos llevamos dentro.

    Un líder político, gubernamental, social o religioso, una persona pública, un padre de familia, una madre, un profesor, un jefe administrativo, un pastor, un sacerdote, por tan solo mencionar algunas de las principales figuras que actúan dentro del desenvolvimiento social cotidiano, no pueden permitirse la preponderancia del ego por encima de los intereses de la comunidad.

    El ego es un enemigo perverso que se desarrolla en forma sutil y persistente alimentado por los elogios, los reconocimientos y la adulonería. En política la doble moral y el oportunismo coadyuvan al elogio del ego de los dirigentes y pueden llegar hasta la sacralización del pensamiento oficial al uso.

    La intransigencia y el dogmatismo coadyuvan en estos procesos incentivando al ego a partir de un conjunto de concepciones que pueden llevarnos a pensar que la verdad es verdad porque nosotros la decimos y que los demás tienen poco que añadir a lo que decimos fuera de las concepciones que hemos acuñado como las verdaderas por nuestra cuenta y riesgo.

    Cuando sólo se culpa a los demás.

    Una deformación muy importante del ego es la pérdida de un verdadero sentido autocrítico de la vida, lo que lo lleva siempre a culpar a los demás de los problemas que se nos presentan en el devenir de los procesos sociales y en la vida cotidiana en sentido general .

    En este caso no somos capaces de buscar la responsabilidad que le corresponde a nuestro ego magnificado y adulado por los alabarderos del pensamiento oficial al decir del Che, que siempre aparecen en toda circunstancia de este tipo y llegamos a pensar que nosotros siempre hacemos lo correcto y lo único posible, sin ver que la acción colectiva es lo verdaderamente eficaz en un mundo donde el conocimiento de la ciencia, de la tecnología y del desarrollo de los seres humanos se ha extendido tanto que solo puede ser abarcado por el pensamiento y la acción interdisciplinaria y especializada.

    En estas circunstancias las manifestaciones de un ego absoluto e infalible solo podría mantenerse por la fuerza externa que propicia el miedo o por la sacralización de ese ego.

    El ego absolutizado frente a la interdependencia.

    La interdependencia se hace cada día más necesaria e imprescindible y el mayor enemigo que puede tener esta concepción es el ego que se impone por sobre los demás y que propicia la dependencia y la sojuzgación.

    El ego es como Saturno devora a sus propios hijos e incluso a sí mismo y alcanza un punto de dominio sobre nuestra vida que se nos hace imposible reconocerlo como tal porque nos lleva al convencimiento de que solo nosotros tenemos la razón y se diluye dentro de una personalidad que ha perdido todo juicio objetivo para reconocer que se ha enfermado con una dolencia crónica con muy pocas posibilidades de ser curada.

    Precisamente la interdependencia requiere de una moral que plantea valores y principios propios del funcionamiento y el desarrollo interdisciplinario y colectivo, manifestados en una ética de interdependencia que nos propone una actuación en la que nuestro ego considerado adecuadamente al nivel de la necesaria autoestima personal se diluye dentro de lo social tomando en consideración a los demás, volcando todo nuestro esfuerzo social hacia el prójimo y tomando muy en cuenta a las nuevas generaciones que surgen para que se formen con toda la posibilidad de asumir los timones de mando de la sociedad. En este sentido, el tránsito entre generaciones es algo de vida o muerte para los grandes procesos sociales.

    El ego incluso llega a limitar hasta sus propias posibilidades de contagio cuando ha llegado a un punto tan avanzado de desarrollo que impide reconocer ego en los demás, porque pierde toda la conciencia de su existencia para reconocerse solo a sí mismo y para concederle a los demás posibilidades de desarrollo independiente.

    Entonces el ego en esas circunstancias ha llegado a un punto tal de gravedad en su enfermedad de desbordamiento que se hace irreversible para siempre en nosotros y nos acompaña hasta la tumba frustrando todo lo que se le pone a su alcance y haciendo un daño de incalculables proporciones a si alrededor. Por todo esto y por mucho más que se me escapa, es que debemos estar siempre alertas con nuestro propio ego y con el de los demás que nos rodean.

    El planteamiento de Jesús respecto al ego.

    En esta dirección Jesús fue completamente radical con sus apóstoles al plantearle expresamente que: “si alguno quiere venir en pos de mi, niéguese a si mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará. Pues, ¿de qué le serviría al hombre ganar al mundo entero, si arruina su vida? O ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida?” (Mateo 16, 24 al 26.)

    Jesús plantea esta concepción dentro de la perícopa evangélica en que Mateo comienza a recoger sus anuncios sobre la pasión y los sufrimientos que habrá de padecer dentro de la Redención del género humano que ha venido a realizar. Con el tiempo los especialistas bíblicos, los exegetas, han subtitulado esta parte con las palabras: “PLANTEAMIENTO DE LA PASIÓN” cuyo texto evangélico comienza con el siguiente relato de Mateo: “Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que él debía ir a Jerusalén y sufrir mucho de parte de los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, y ser matado y resucitar al tercer día.” (Mateo 16 (21 al 22..)

    El mensaje está claramente especificado: quien quiera redimir tiene que sufrir los avatares que su acción de enfrentamiento al mal le habrá de interponer y por tanto debe negarse en su ego autocomplaciente y encumbrador para ponerse en el mismo nivel y ante los mismo peligros y amenazas del pueblo a quien plantea redimir. La batalla debe darse desde esos mismos planos y correr todos los riesgos que corren los más desposeídos de la sociedad y de ahí está el concepto de negarse a sí mismo para fundirse como parte de una obra que es para todos.

  2. Raudelis creo muy atinado todo lo que planteas.
    Yo pienso que el sectarismo de grupo que niega a los otros, divide, destruye y creo muchos problemas. Es un ego colectivo que se alimenta con los egos individuales que no reconocen a nadie más.
    Te aragezco mucho tu comentario

  3. “Los otros que también construyen forman parte de una realidad innegable que algunos se resisten a reconocer.”

    Recuerdo una historia de dos hermanos que construian cada uno sus obras.
    Un hermano construyo una montaña, el otro un enorme agujero. ¿Cual construyo mas?

    Lo cierto es que el EGO de las personas, el sentido del YO, su estimada o valorada imagen personal esta muy ligada a sus obras.

    La competitividad brutal del mundo moderno ha catalogado o etiquetado las obras que se consideran de exito, de valor, de relevancia y del mismo modo lo ha hecho con aquellas obras menospreciadas, desvaloradas y disminuidas a causa de esa misma competitividad.

    Recuerdo una frase que decia que la sociedad moderna obliga a la gran mayoria a disminuirse con tal de que solo algunas se puedan ver aumentadas.

    Por tal motivo siempre hay que recordar la frase de Marti cuando mencionaba que toda la gloria del mundo cabe en un grano de maiz, si bien es cierto que en contraposicion lo escaso, lo pequeño se puede tornar en lo mas valioso. Un diamante del tamaño de un mango, vale mas que el Monte Everts, por lo que para algunos esa gloria seria mas valorada cuanto mas pequeño sea el grano de maiz que la contenga.

    Mientras que en las filosofias de Oriente las obras en si carecen de valor y deben ser apreciadas tal como el instrumento aprecia la musica que sale de el. O sea !NADA!

    Pero incluso esa “NADA” se puede convertir en algo muy grande y pesado como aquel discipulo que fue a ver al maestro y le dijo:

    “Maestro – le dijo humildemente- vengo a ti con las manos vacias”

    Y el maestro le respondio. “Liberate ahora mismo de ese peso, de esa carga”

    “Pero, mis manos estan vacias-le replico el discipulo”

    “Entonces cargalas contigo”-respondio el maestro