Lo lograron… ya está muerto el Cacique Sabino

Por Yordanka Caridad

Sabino junto a Carmen Fernández

Sabino junto a Carmen Fernández

Como en las Tragedias Griegas, este amanecer de lunes no dejé de soñar con Zenaida Romero, la hija del cacique yukpa, a quienes acompañamos el año pasado en su odisea caraqueña-ministerial.

El sueño: Buscábamos un sitio donde pudiera estar con su pequeño hijo. Me desperté sin encontrar ese pedacito de tierra.

El teléfono sonó más temprano que lo acostumbrado, para que un amigo compartiera la noticia que me dejó con deseos de gritar, y a la vez atónita. El grito, por el dolor, estupefacta porque uno siempre se queda así cuando muere alguien de forma violenta, inesperada.

Aunque quizá la muerte de Sabino no haya sido tan inesperada.

Los que le admirábamos, los que estaban junto a él desde el inicio de su lucha por la tierra, los que le perseguían, y hasta él mismo, sabíamos que la muerte le podría llegar antes de que las Parcas lo decidieran.

Cuando los intereses de grupos poderosos van tras la tierra (y lo que hay dentro de ella), hasta las mismas Parcas pierden su poder de decisión.

En la noche del domingo, cuando viajaban él y su esposa por la carretera del Tokuko en la Sierra Perijá, para ejercer su voto en las elecciones del Cacique Mayor, fue baleado por dos encapuchados en moto. Su esposa, Lucía, también fue herida pero la escasez de noticias al respecto impide conocer si corre peligro su vida.

Antes de la medianoche, el Ministro de Comunicaciones Ernesto Villegas anunció que se comenzaría una severa investigación por este acto de violencia.

Y todo el mundo se pregunta ¿ahora?

¿Por qué ahora se apresuran a investigar su muerte y no les interesó cuando también asesinaron (después de ser torturado) a su padre y su hijo, a Alexander Fernández, y a otros 6 yukpas durante el transcurso del 2012?

¿Por qué no tomaron medidas con los jefes de la Guardia Nacional Bolivariana que maltrataron, amenazaron e hicieron todo lo posible para impedir la llegada de un grupo de yukpas que viajaron a Caracas a fines del año pasado?

¿Por qué los Medios de Comunicación apenas les dieron espacio, y cuando lo hicieron fue por la inmensa presión de los grupos de lucha social que los acompañaban?

¿Por qué no se tomó medidas cuando fueron heridas varias mujeres, entre ellas la hija de Sabino, Zenaida Romero?

Y miles de preguntas más, tras las cuales no solo se esconden los hacendados de la Sierra de Perijá, en Zulia, con su amor desmedido por la carne de vaca y las tierras improductivas; los sicarios a la espera de una orden que les provea de la oportunidad de matar y luego tener dinero para volver a gastar, sino también las transnacionales de la minería y el petróleo, y todos los que, de una forma u otra, hicieron y hacen oídos sordos con tal de no perder un puesto de trabajo o una considerable suma de poder.

Si Sabino somos Todos, todos los que luchan por la tierra, todos los pueblos originarios, todos los que se preocupan por no destruir la naturaleza, también somos Todos los responsables por el asesinato de este cacique.

Sabino dijo una vez: “Si me matan, los indígenas se van a alzar en la tierra de Perijá”.

Y me pregunto, ¿y si lo hacen? ¿Sería el pretexto perfecto para acabar con todos de una vez?

¿Para que su muerte sirva de ejemplo al resto de los pueblos originarios?

Sí, como en los tiempos de la cruel colonia española.

Publicado en Havana Times