Finaliza su periodo de mandato el presidente Mujica de la República del Uruguay e internet se llena de frases conmovedoras de nostalgia, despidiendo al “buen presidente” que se va. Él, un personaje definitivamente distinto y carismático, deja una huella importante en la cultura política latinoamericana, no solo por terminar su mandato y seguir siendo “admirado” sino por que además, se constituye como un paradigma para demostrar que sí importa quien está en el poder, y que si son “buenas personas” las que están en el Estado este funciona adecuadamente. Pero claro, no es ésta una estrategia novedosa de la izquierda; en todo el continente latinoamericano (y recientemente en países europeos como Grecia y España) se vienen posicionando partidos políticos cuyos líderes carismáticos (llámese Chávez, Correa, Morales, Tsipras, o Iglesias) llaman al electorado a que se den cuenta que ellos SI pueden gobernar con el pueblo y que a diferencia de la élite ellos NO son malos gobernantes. Llegan al poder, impulsan reformas sociales, enfrentan al neoliberalismo dándole de nuevo un papel protagonista al sector público y se erigen como los salvadores del pueblo que casi por dos décadas fue torturado por tecnócratas que no pensaban en él.
Y claro, la conclusión probable a esta situación en muchos procesos críticos al sistema es nombrar como el nuevo y mejor compañero de la revolución al Estado, dándole la confianza a un aparato de gobierno que durante décadas se había criticado por ser corrupto, clientelista y autoritario; En esas mismas décadas se identificó a este modelo de administración política como un límite a la autonomía de los pueblos, y se planteaba la necesidad de construir movimientos populares que le apostaran a ser poder desde ellos mismos (lo que varias personas denominaron poder popular) y a, desde esa contrahegemonia (como muchos académicos en las universidades le llamaban), derrotar la forma de hacer política donde no se incluía a la gente sino únicamente para votar.
El compañero Estado se piensa como ese lugar para incidir en dos cosas: en el aparato legislativo y en la asignación del presupuesto. Después de muchos años de luchar por tomarse el poder para transformar la sociedad, como lo decía la misma izquierda en el pasado, cuando llegan al gobierno por las vías electorales ninguno de ellos avanza transformando el capitalismo o el modelo de gobierno sino que se concentra en utilizar el dinero de nuestros impuestos en inversión social y promueven leyes liberales para que podamos ser ciudadanos con derechos en este sistema. No es negativo que se mejore la calidad de la vida, y que por medio de las leyes liberales se alivie un poco la violencia sistemática que opera en nuestra cotidianidad todo el tiempo, lo que es negativo es que se generen falsas expectativas haciendo creer que esas transformaciones llevan a un cambio estructural de la sociedad. No, a lo que llevan es a afianzar el Estado liberal dentro de un modelo económico capitalista. Puede ser un Estado de Bienestar (que muchos confunden llamándolo socialismo del siglo XXI), pero no por ello deja de desaparecer la explotación laboral, la acumulación, o el monopolio de la administración pública por parte del Estado.
Resulta que el compañero Estado, como muchas de las compañeras que se unen a la lucha solo por sus intereses personales olvidando la necesidad colectiva, aunque sea de derecha o de izquierda si está con nosotros es para su propio beneficio, y no para el beneficio de la sociedad. Es un compañero viejo y mañoso, y en si maneja una forma de actuar que tiene unas reglas y condiciones para su reproducción que obligan a quienes participan en él a que construyan desde estas dinámicas, como por ejemplo el clientelismo (o ¿quien no conoce a alguien que pudo entrar a trabajar en una dependencia del gobierno por que conocía a alguien?). Claro, se permite entrar a otras personas distintas a las de la élite tradicional, pero con las mismas reglas no solo del cómo hacerlo sino también de dónde están los límites. ¿No será que entonces estas nuevas personas entran también a ser parte de la élite?.
Furiosas dirán que es una arbitrariedad no reconocer su compromiso social y su arduo trabajo por la gente. Pero no es eso lo que se les critica, sino el hecho que siendo Estado participan de una elite en la medida que no todas las personas de la sociedad pueden decidir por cómo se asigna el presupuesto o cuales son las leyes, solo es la élite política la que puede definirlo. Así, que sí, ustedes tienen razón en decir que no hacen parte de la elite si a lo económico se refieren, pero en cuanto a lo político si que lo son, luchan para lograrlo y no pueden decir que no lo saben!
Para quienes luchamos por un mundo distinto, en donde no sea una élite la que monopolice la riqueza, pero tampoco una élite la que determine la administración pública, ese compañero Estado no nos interesa. Seguimos tercas en que es desde la autonomía, la solidaridad y la construcción de la autogestión desde donde edificamos procesos populares que se atrevan a vivir sin líderes carismáticos que se perpetúen en puestos donde se tomen o gestionen las decisiones. No aceptamos que la cuestión sea de si hay alguien bueno que SI tenga en cuenta al pueblo, sino que promovemos que no hacen falta élites, sino que son las mismas asambleas de los procesos sociales y populares las que pueden tomar las decisiones sobre que es lo que más sirve a sus vidas, y que para problemas más generales pueden articularse, federarse, para gestionar lo que sea necesario para tener vidas satisfechas y alegres.
Pepe Mujica es un tipo bueno, y gracias a su figura se promueven valores solidarios y justos; pero por más buena persona que sea al participar en la política y ser (ex)presidente sigue garantizando que sea una élite la que decida y gestione por el resto de la sociedad. El gobierno de Syriza puede tener buenas intenciones, pero aun así toma decisiones en solitario por el resto del pueblo griego, tanto así que cuando escribo estas lineas se informa en algunos medios de comunicación de movilizaciones en la plaza Sintagma en Atenas en contra del acuerdo al que se llegó con los “socios europeos”. Mientras halla élites políticas que puedan ejecutar lo que creen es lo mejor para nosotros, se nos impedirá tomarnos con nuestras propias manos la gestión de nuestras vidas. Bonito el wolkswagen de Mujica, y muy chick que Tsipras (primer ministro griego) no utilice corbata. El hecho de que sean una élite distinta no hace que dejen de ser élite. Para nosotros los libertarios el Estado nunca será un compañero, sino un estorbo para nuestras vidas.