Actitud Mariamarta en Bogotá


12 de Junio 2009, Casa Salmon Cultural

El consumo cotidiano y el capitalismo.

Usualmente los análisis del capitalismo se centran en la explicación de la naturaleza de la propiedad, las relaciones laborales y la estrategia de intercambio a través del mercado. Sin embargo, al cuestionarse la realidad del capitalismo desde la práctica del consumo se logra entrever como este sistema no es sólo una relación de producción, las estructuras de circulación y consumo de mercancías son tan fundamentales para la existencia y reproducción como la misma contradicción entre el capital y el trabajo. Ello se logra entrever en la medida que el consumo se constituye como parte fundamental de la relación laboral, por que es el que permite la reproducción material y mental que garantiza a los asalariados ir día a día a su lugar de trabajo, ademas de ser la base en las sociedades contemporáneas de el consumismo, pilar ideológico que sustenta y legitima la existencia del capitalismo.

Lo interesante es descubrir que el consumo, como el capitalismo, no es una experiencia únicamente material, por lo tanto mucho menos económica, sino que recubre toda una serie de dinámicas éticas, estéticas, políticas y demás que hacen de este una realidad amparada y promovida por el estado, la iglesia, la educación familiar y colegial, y hasta las instituciones mas invisibles como la amistad y el amor. El consumo es la posibilidad que ofrece el capitalismo para solucionar las necesidades, pero como el capitalismo no solo genera necesidades materiales, también es un ámbito en el que se construyen y dinamizan identidades personales y grupales. Por ello, y solo como una provocación para el debate, en las siguientes lineas se trataran de identificar algunas de las características que tiene el consumo dentro del capitalismo, solo para poder imaginar algunas tácticas que permitan escaparnos del consumo capitalista, dirigiéndonos hacia una sociedad en que el intercambio de diferentes productos este enmarcado en dinámicas mas conscientes, horizontales y solidarias.

La economía del consumo

El consumo nace de la misma realidad del capitalismo, ya que el trabajador pierde el control de lo que produce, y por lo mismo, debe buscar conseguirlo vía de intercambios monetarios. Antes se producía lo necesario para consumir sin necesidad de buscarlo aparte, pero ahora cuando la mayoría ni siquiera producimos nuestros alimentos, estamos restringidos a los ciclos del mercado para conseguir lo necesario para sustentarnos. Reproduce constantemente la existencia de la propiedad privada monopolizada por pocos en la medida que son precisamente los dueños de los medios de producción los que se benefician del consumo, ya que ellos son los que se encargan de vender la mercancía y quedarse con la ganancia, mientras el que solo se beneficia del salario sigue dependiendo de la compra.

Esta realidad aparece presentada por sus propagandistas como la inmejorable libertad de elegir, tanto en que emplearse como que comprar, constituyendo este precepto como la mentira angular del sistema. Esa supuesta libertad de elegir está restringida por la misma dinámica de desigualdad y explotación a la que se ven enfrentados los trabajadores. Poder elegir está directamente relacionado con la capacidad para comprar, de tal medida que si no tienes dinero tampoco tendrás posibilidad de elección. Esa relatividad es la que precisamente constituye el sueño del capitalismo: la posibilidad que todos seremos multimillonarios, exitosos y renombrados, cuando al final este sueño solo es el incentivo que tienen los trabajadores para romperse la espalda en el trabajo esperando un mejor mañana. Lo innegable es que ese sueño es contradictorio, la misma existencia de la propiedad privada garantiza que el acceso esta restringido, y aunque eso abra la posibilidad de ascenso algunos, ellos podrán ser menos pobres, pero no menos responsables de una estructura económica que se basa en la exclusión de las mayorías de la riqueza. Aun así hay que recordarlo hasta saciar, si todos pudiéramos ser ricos, no existirían ricos, y esa no es la utopía del capitalismo.

Como para el capitalismo es fundamental el consumo, se ha encargado de generar una practica de acuerdo a sus necesidades, el consumismo, que ha logrado constituirse como estrategia para mantener la subsistencia y su crecimiento del sistema. No es cierto que el consumo se rija únicamente por la lógica del mercado de oferta y demanda, es decir, al consumidor no solo le afectan los productos que están en el mercado y que puedan accederse sino también los imaginarios que tiene de los productos. No compramos por precio únicamente, compramos por cultura, y esta evolución del consumo es la que se ha encargado el capitalismo de explotar al punto de volver las necesidades tan relativas que se convierten paulatinamente muchas de ellas en artificiales. Esa maquina insaciable de conseguir mercancías es precisamente la que se entiende como consumismo.

La base por lo tanto de las motivaciones que llevan a la compra ya no solo están definidas por las necesidades de reproducción material sino ademas por el placer y la satisfacción que genere el producto. Esta cadena de variables lleva a que se olvide el valor real de los productos y se acepten nuevos precios mas altos que no tienen que ver tanto con lo que se requiere para fabricar la mercancía sino lo que simboliza culturalmente ella. Ese gusto, que es más cultural que físico, define entonces los criterios para el consumo, y se constituye no solo por el grupo social al que se pertenece sino también al que se quiere pertenecer.. La distinción de lo que se consume se define por el grupo en el que las personas van construyendo sus identidades..

Esa tendencia al consumo como construcción de identidades debe tener un asidero monetario, por que lo que compras vale. Para pagarlo el capitalismo propone dos vías: el salario y el ahorro. Como el salario normalmente es pequeño no alcanza ni para comprar todo lo que se requiere y mucho menos para ahorrar. El crédito, como ahorro obligado a largo plazo, aparece como opción para el consumo, lo que no avisa es que no solo es una estrategia para reducir el salario a largo plazo (tendrás que pagar a como de lugar), sino ademas una dinámica práctica de disminución de los pocos bienes que tienen los trabajadores ya que tarde o temprano los intereses harán que tengas que buscar otras formas que el salario no alcanza para pagar (y a vender lo poco que tienes, si no igual te lo embargan). El endeudamiento no solo es una ilusión, sino ademas es un arma de constante acumulación para quienes mantienen su propiedad bien privada.

Así, el consumismo como practica libre solo es posible para los que tienen el capital para ello, siendo para el resto de la población únicamente una esperanza de llegar a tener algún día como acceder a ello, mientras siguen trabajando sin recibir lo que merecen por su esfuerzo. Para ellos el consumo en su mayoría resulta uniformado, resultado de productos estándar para gente que no puede acceder a productos “diferentes”.

Pero al hombre de a pie no solo le afecta la propiedad de los medios de producción monopolizada por los pocos, sino también los circuitos de distribución de las mercancías. Esto es así por que ese espacio de intermediación entre el productor y el consumidor esta atravesado por especuladores que hacen del comercio su forma de vida generando su ganancia del bolsillo del consumidor. En ocasiones esta intermediación hace no solo que el producto sea mas caro sino, en especial para los pequeños productores agrícolas, que el productor no reciba precios justos para su carga.

Las condiciones de producción y distribución de alimentos se articulan entonces de tal forma en donde la ruleta de la fortuna solo beneficia a los acaudalados, mientras los menos favorecidos siguen restringiendo sus deseos con la ilusión de un día satisfacerlos.

La estética del consumo.

El consumo en la sociedad capitalista aparece ante los ojos de los incautos como un espejismo visual. Basa los criterios de elección sobre unos criterios visuales y morales que, por no ser adecuadamente informados en su esencia, terminan siendo mas aceptados por actos de fe impuestos por las estrategias de propaganda y publicidad. La decisión antes de estar atravesada por el conocimiento de las diferentes variables que afectan al producto (relaciones y forma de producción, salubridad, responsabilidad etc…) termina siendo tomada por que tan de moda este el producto, cuan recordado sea el eslogan de su promoción, o que tan identificado me quiera sentir con quien hace la propaganda de este.

Es precisamente este momento del desarrollo del capitalismo en que la consolidación de la industria de los medios de comunicación se convierte en herramienta fundamental para incidir en los hábitos de consumo, en la generación de identidades a partir de ellos y en el posicionamiento de productos que sin tal capacidad de propaganda nunca habrían tenido la posibilidad de ser comercializados (recuérdese por ejemplo las franjas de tele-ventas). Esto es tan cierto al punto que sin estas tecnologías de la propaganda el capitalismo tendría gran dificultad para generar tal nivel de compras de masa.

La más patética demostración de esa utilización de la persuasión para lograr hacer consumir se demuestra en la herramienta del mercadeo por excelencia: La televisión. ¿Acaso no es necesario para comprobar esto solo ver la inacabable cadena de comerciales con los que se financia esta industria?. De forma paradójica termina el tele-vidente viendo programas para “entretenerse” como excusa para que los anunciantes de productos puedan incidir en su consumo. Lo complicado es que con el poco espacio que le deja a la reflexión la tele, las mercancías no solo son los productos de los comerciales, sino se da una paulatina mercantilización de los estilos de vida, las identidades sociales, los esquemas políticos y sociales, convirtiendo al vidente en un receptor de tele-estereotipos . Esa industria del entretenimiento no solo nos construye deseos y necesidades a satisfacer, sino que nos construye una única estética de como deben ser esas necesidades. Lo bello, lo claro, lo simétrico, lo extranjero, lo delgado, lo “practico”. Todo eso va configurando un portafolio de formas, colores, olores, textura, que definen lo que debemos comprar.

De las mejores puestas en practica de ello es la comida. De los lugares que en los últimos años ha tenido mayores cambios ha sido precisamente el de la distribución de la comida, dejando atrás, cada vez más, la pequeña tienda y la plaza de mercado por la infraestructura de los Supermercados, los que se han convertido en el lugar por excelencia de distribución de los productos promocionados en los medios de comunicación. Lo interesante es que esos lugares colaboran en el posicionamiento de los productos y en la generación de los patrones de consumo. Basta con recordar la organización de los productos, las góndolas de promociones y lxs impulsadores dando muestras gratis. Pero unos y otros, medios de comunicación y supermercados, siguen una misma lógica estética: los productos frescos y saludables normalmente son productos sin arrugas y brillantes, con formas geométricamente perfectas y hasta con olores estandarizados: el sueño perfecto de la isla paradisíaca. Lo absurdo es que el mundo, por mas que no lo queramos ver así, no es brillante, liso, redondo, el mundo tiene tal variedad de formas, sabores, colores, olores y demás que poder encontrar formas perfectas es un lujo o una suerte. Pero eso no es problema para , porque para poder hacerlo mas cercano a lo que consideran perfecto se ha logrado desarrollar una industria de la manipulación genética que hace lo que la naturaleza no puede: darle gusto al hombre.

A eso es a lo que nos han acostumbrado: a comida artificial, creada en laboratorios y de la que aun no sabemos cuales serán las consecuencias tanto para nuestro cuerpo como para nuestros descendientes (variar la genética de los alimentos podría estar variando también la nuestra propia). Pero mas allá de lo grave que resulta para nuestra salud, lo que es seguro es que nos estamos negando la posibilidad de entender el mundo mas allá de esquemas prefabricados para entenderlo, y la capacidad de asombro la perdemos buscando un mundo desde una cuadricula racional con la que le medimos desde nuestra cabeza. Estamos reduciendo ademas sustancialmente las posibilidades de conocer nuevas cosas, ya que muchas de ellas no están insertas en este estereotipo de belleza.

Cabría anotar en este punto que ahora los grandes supermercados se están convirtiendo no solo en grandes empresas del sector de servicios, sino cada vez más en articuladores de una industria de la producción que ellos controlan con la constitución de las marcas genéricas. Ellos no son dueños de los medios de producción, pero al monopolizar la distribución estipulan los precios que deben seguir tanto consumidores, obviamente, pero también los que producen. Así se convierten en una suerte de monstruo maquilero, que controlar las cadenas de producción, que son sus apéndices, para marcarlas con su nombre particular y lograr ellos la ganancia. Esta es una aversión extraña del capitalismo, en donde sin necesidad de ser el dueño de los medios de producción, sino con la sola posibilidad de movilidad del capital, sumada a al control de la distribución, se logra controlar una linea de producción y distribución.

Habrá que pensar un poco en la obsesión con la limpieza y los colores claros, con la búsqueda de pureza en una sociedad que no se atreve a ensuciarse las manos, tal vez aun creyendo que este sigue siendo un símbolo de gente plebeya. En una sociedad que se obsesiona con las normas de higiene comprando tetra-pack y productos científicamente garantizados pero no con sistemas de prevención e intervención en salud para toda la población. Una sociedad que le teme a la basura, considerándola desechos, sin siquiera volver la vista a las posibilidades de los residuos y a la responsabilidad que se tiene con el planeta. Cabría ver que tan superficial es nuestra estética, pero ademas que tan participes hemos sido de decidir sobre el gusto y el disgusto de lo que consumimos.

La ética del consumo.

Si hay una practica que más pueda caracterizar el capitalismo es precisamente la del consumo: nuestra sociedad esta basada en la satisfacción del placer privado, de las necesidades individuales y de los deseos egoístas. Esa caracterización es la que ha garantizado que el capitalismo sobreviva entre un mundo de mujeres y hombres que quieren casi acabarse los unos a los otros, malévola figura del mundo para hombres auto-suficientes.

El tiempo es corto, la vida es corta, hay que hacer todo rápido, y eso esta claro en la nueva forma de consumir: mas allá del deleite de los sentidos lo importante es lo “práctico” que resulte lo que compramos. No hay tiempo para reflexionar si lo que comemos es saludable, respetuoso de la naturaleza, justo en la forma de producir o distribuir, no, lo único que hay es tiempo corto para pasar de un consumo a otro: Consumo de comida, consumo de cultura, consumo de sentimientos. Vive la vida y deja que los demás la vivan a su vez; con esa máxima se nos cercena la posibilidad de observar con quien la vivimos, que desea y que necesita… vive la vida y satisface tu cuerpo, y el placer lo encuentras en la compra, no en el producto. Gastar es la consigna, no importa que llegues a usar o a disfrutar el producto, cuando la mercancía es el fetiche se desplaza la satisfacción de la necesidad a la satisfacción del fetiche.

Hacerlo solos, hacerlo rápido, hacerlo pronto, eso es posible por que mediante el consumo estas maximizando tus beneficios independiente de cual sea el costo de la transacción. Filosofía barata que solo sirve a quien puede gastar. Quien no, aun cuando trata de imitar siempre se encuentra con la realidad ética del capitalismo: en él no hay una proyección del individualismo de todos, en este sistema solo pueden satisfacer sus deseos unos pocos individuos, el resto estamos en las bambalinas de los supermercados, en las afueras de los centros comerciales, en las puertas de las grandes tiendas, creyendo que un día podremos satisfacer nuestros deseos. Lo triste es que no es así, este sistema no es realmente un sistema individualista, es un sistema para algunos pocos individualistas.

Creer en la belleza de un capitalismo en el cual todos según nuestras habilidades podemos ingresar libremente al mercado, es creer en un sistema inexistente en donde las habilidades no son suficientes aun se las tenga, ya que conseguirlas también cuesta, donde las influencias de los poderosos les permiten incidir en los negocios, donde el estado protege al mejor postor, donde aprovechar las oportunidades no solo es un problema de decisión, es un problema de tener las dichas posibilidades.

Entonces el consumo se vuelve una experiencia mental en muchos casos, una proyección mas que una realización. Con el consumismo se pone más importancia a los deseos y necesidades irrealizables, y esta esperanza se convierte en el motor que incentiva a conseguir los recursos necesarios para acceder a los productos, esto de entrada hace que se acepte la relación laboral y la explotación. El consumo, o mejor la intención del consumo que en el presente es irrealizables, es uno de los mecanismo que de mejor forma legitima el capitalismo

Pero el consumo no solo esta restringido a los bienes, también esta incluido en los servicios, y en este campo es que se sitúa la industria de la diversión y del tiempo libre: Sin notarlo siquiera estamos siguiendo patrones de diversión que llegan efectivamente a nosotros por nuestros ojos: Licores, drogas, discotecas, juegos de video, paseos por centros comerciales, hacen de la moderna ocupación del tiempo libre una empresa tan grande como la de los bienes materiales. Y acá la diversión es un ejercicio de alienación algunas veces individual, otras veces colectiva, en que se implanta la conducta que dicta que el ocio es un tiempo pasivo, un tiempo de no pensar, un tiempo de desconectarse. En el capitalismo el ocio como consumo es un acto en el que el usuario se convierte en espectador, en que su participación esta restringida a la compra, y del cual solo queda
la obsesión de pronto volver nuevamente a convertirse en espectador.

Pero no es de extrañarse, el consumo de diversión es necesario en el capitalismo por que nos hace creer que sí trabajamos es precisamente para tener este tiempo como espectadores, por que mientras trabajamos somos tan activos que el cansancio merece tener su solución, quedando como si la función del trabajo es tener la posibilidad de no hacer nada cuando no estamos en él. Vaya mentira, precisamente el cansancio hace parte de la explotación de la que somos victimas, y si como trabajadores fuéramos dueños de nuestro trabajo, es seguro que no tendríamos que cansarnos tanto para poder sobrevivir, y que teníamos mas tiempo libre para variar la actividad. El descanso y el ocio son practicas que necesita un sistema como este, no sujetos que en su tiempo por fuera de trabajo estén creando.

Lo mas interesante es que con la diversión también se dibuja la falacia de la libre diversión: consumimos ocio decidiendo que queremos. Solo para ser claro quisiera utilizar un ejemplo: la popularización del DVD y la masificación de su utilización gracias a la piratería. Saliendo a la calle un fin de semana nos divertimos mientras escogemos una buena película para ver, pero ¿Es esto una realidad? ¿la piratería permite al consumidor ver lo que quiera o lo que la industria cinematográfica produce?. Esto no tiene nada que ver con si nos gusta o no el cine que vemos, sino si tenemos la posibilidad real de elegir

Por último quisiera hablar sobre uno de los mas graves ejercicios del consumo capitalista, y es la practica de el usar y tirar. La sociedad de supuesta abundancia en la que vivimos ha producido una serie de tecnologías que han hecho de las mercancías unos objetos de producción tan masiva que aparentemente permiten el uso casi ilimitado de ellas. Pero los recursos de los que se fabrican no son ilimitados, y mucho menos la fuerza del trabajo utilizado en ellas. La abundancia está basada en la innecesaria y perjudicial utilización escandalosa de recursos naturales renovables y no renovables con un costo no solo en cuanto a la extinción de estos recursos sino los daños colaterales al medio ambiente. Usar y tirar ademas es no detenerse en las condiciones propias en que se ha producido, es satisfacer únicamente el momento y el deseo sin tener en cuenta las posibles consecuencias a largo plazo que tiene nuestra practica de desecharlo todo.

La ruptura del consumo, la construcción del intercambio horizontal y solidario.

Es acaso el consumo un problema?: Si. El consumo como forma irreflexiva de acceder a productos que no podemos crear; el consumo como forma de garantizar la propiedad privada y la acumulación generada por ella; el consumo como ilusión de poder acceder a productos que solo algunos pocos puede realizar; el consumo como practica alienante, como ejercicio que pasma la creatividad por la inactividad.

Pero hay que ser claros en una cosa: el problema del capitalismo no es únicamente el consumo; La propiedad monopolizada, los medios de producción colectiva privados, la explotación de la mano de obra, la monopolización de los productos, en fin, estos y más son graves estructuras que se mantienen articulándose en la forma económica conocida como el capitalismo. Y al capitalismo no hay que reformarlo, al capitalismo hay acabarle.

No podemos mantener una forma de producción que privilegia la avaricia a la satisfacción de las necesidades generales, que garantiza la abundancia privada a costa de la escasez pública y, más que todo, de un sistema que convierte al hombre en mercancía, y a las mercancías en fetiches. Ni el hombre es transable ni los productos son iconos idealizables. El hombre está en la tierra para ser feliz, y eso solo es posible garantizando mínimos niveles de armonía con sus congéneres y una férrea atención a los efectos de su actuación sobre la tierra. Solo la solidaridad, el apoyo muto y la defensa de la autonomía construirá esos mínimos de armonía, y solo la acción creadora y no humano-céntrica le permitirá al hombre reconciliarse con el ambiente.

Es precisamente desde la puesta en practica de nuevas formas de adquisición de productos como se debe iniciar el camino hacia la destrucción definitiva del capitalismo, o por lo menos ese es el lugar que tenemos como consumidores. Debemos lograr hacer de las necesidades básicas una condición de encuentro entre productores y consumidores; habrá que superar el negocio como incentivo a esta relación, y construir diálogos en los que no solo se reconozca la voz del otro sino ademas se vayan encontrando puntos de convergencia para reconocerse como humanos mas que como sujetos económicos. Allí tendremos que solucionar de alguna forma la tensión existente entre las necesidades y deseos personales, y, las posibilidades e inquietudes sociales. Una sociedad no capitalista debe permitirle al individuo satisfacerse en la misma medida que le permite a la sociedad satisfacerse.

Se debe cambiar de la primacía de la ganancia y el lucro privado a la suficiencia en el abastecimiento de productos para la gente. Antes que la ganancia debe primar la necesidad. Hay algunas cosas que no pueden monetizarse, estas deben ser parte de la conciencia de reproducción como especie, entre otras el consumo de alimentos, la casa, la movilidad, la salud.

Hay que superar la ilusión de estar eligiendo por el hecho de que haya productos diferentes a escoger, por la posibilidad de tener la información completa no solo de los precios del producto sino de las condiciones de producción, las relaciones laborales en que se elaboraron, los insumos y sus implicaciones. Libertad de elegir es poder crearse un juicio autónomo sobre el producto, el productor y la relación de intercambio. Libertad es saber fielmente las consecuencias de la producción de un producto, y las implicaciones que para la salud estos tengan.

Finalmente libertad de conseguir productos es poder tener el control sobre la decisión de que se quiere, hacer parte activa en su consecución y reconocer que los productos antes de ser mercancías son elaboraciones de hombres y mujeres que comparten su tiempo de vida con nosotros a través del producto. Mas allá de la compra entonces deberíamos estar aprovechando este compartir.

Precisamente compartir y no negociar es una de las claves para acabar con el sistema capitalista.

Por una sociedad sin explotación y monopolios, sin especulación ni privaciones, la mejor forma es tomar las riendas del futuro, empezar desde nuestras posibilidades e ir tejiendo en la practica gérmenes de la sociedad que deseamos. Cuando menos nos demos cuenta otras personas con sus gérmenes serán la excusa para proponer una nueva forma de relacionamiento social.

Por eso le apostamos a un colectivo de consumo solidario, cociente y transformador. Por eso seguimos Mercando Juntos.


Conversatorio: ¿ Qué hacer con el capitalismo?

El colectivo de consumo solidario propone la asociación para mercar colectívamente. Buscamos reunirnos para, por medio del comprar a gran escala, reducir los precios de lo que se compra. Con la misma importancia le apostamos a volver a alimentos sanos buscando pequeños productores que cultiven productos orgánicos y saludables. Buscamos construir una economía alternativa a la impuesta por los pocos ricos de este país, queremos apostarle a reconstruir relaciones directas entre consumidores y pequeños productores. Esta es una búsqueda por la eliminación de la especulación con la comida, y por lo tanto una búsqueda por reducir la larga fila de intermediarios que tiene ahora el proceso de comercialización de alimentos.

Así mismo el colectivo de consumo se plantea como una abierta ruptura ética contra los imperativos que se nos impone en el actual Orden de cosas. Queremos aprovechar la experiencia del consumo y apoyar a pequeños productores para volver a conocer a quien nos da la posibilidad del alimento, queremos aprovechar la solidaridad como una práctica en la que el dar no requiera de devolver, queremos aprovechar nuestra acción directa para evitar que todas nuestras acciones públicas tengan que pasar por el autoritarismo del estado. Buscamos acabar con las relaciones inequitativas de la sociedad que no permiten alimentarnos bien.
Mercando juntos alimentamos nuestra dignidad

Tic Tac…

En homenaje a Mauricio Morales
Tic tac…

Tic tac tic tac
número que viene y va
ocho. siete
ya la cuenta va a empezar

Juega pronto
aprendiendo a ganar
con o sin las fichas
todos podemos entrar

simple, breve
es la forma de actuar
entre la niebla
mientras nadie ve ya…

el asi sabía ahcer
y asi sabía reir
un mundo con rabia
le corria en su sangre
y en la noche no le dejaba dormir
y por eso conspìraba para en el día construir

tica tac tic tac
numero que viene y va
seis, cinco
cuenta que va a acabar

y la tarde traía
entre libros de otro tiempo
recetas preferidas
para al mundo darle vuelo

y entonces seguía rodando por allí
buscaba voces y oídos con quien tratar
despues reñía con letras
buenas rìmas para hacer
sentir la indignación
de este mundo al revez

tic tac tic tac
cuatro, tres, dos
cada vez mas cerca
ya se acaba la función

y bien sabe que su hijo
muy pronto nacera
con gritos de gente
que no sabe que pasa

pero tranquilos incautos
para ustedes no es la sonrisa
solo es para el del lado
que nunca nos espera en su prisa

tic tac tic tac
numero que viene y va
tic tac tic tac
pronto va a llegar
uno.. cero..
tic tac tic

Un mundo nuevo ya ha brotado
que en su sueño
huele a libertad
ese mundo cantado
es, para quienes no lo creian
el de la tierra del nunca jamas

tic tac tic tac
nuevamente va a empezar
uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis
porque tus numeros puede que hallan llegado atras
pero tu cuenta tan solo ha empezado a andar

Y ese tiempo traido
lo regocijamos muchos
que sabemos que has sembrado
semillas de libertad
y ahora
debemos regar.

Tic tac tic tac
miluno, mildos
tica tac tic tac
millión, trillón

que la cuenta no termina
y no se detendra
hasta que el ultimo esclavo
se levante de su cama

Y ese dia, compañero
ese dia seremos nuevamente uno
en la lucha ganando
la lucha del tic tac

ahora…
a recoger el tic tac.

¿Por qué aceptar la democracia?

Constituciones, leyes y decretos rigen nuestra vida desde que nacemos. Supuestamente definen nuestras posibilidades y restricciones y nos fundan como parte del pacto social que en un origen, dicen, dio vida al estado. Todas estas normas que controlan nuestra cotidianidad existen y se justifican, materializadas místicamente sobre el papel, en la posibilidad que tienen todos los participantes de la sociedad de definir la carta fundamental, así como sus leyes ejecutorias: es decir, la posibilidad de cambiar la constitución y de poder participar en la definición de las leyes que la reglamentan. A la organización de este sistema político es al que le llaman democracia.

Basta ver, con un poco de calma, para realizar que esa posibilidad no solo es un sofisma de distracción, sino una excusa que mantienen como discurso tanto la burocracia estatal como las clases dominantes que de vez en cuando logran utilizar tal democracia para materializar sus fines particulares.

Es un sofisma por que hace virtual la toma de decisiones: intermedia este ejercicio con los políticos profesionales que, gracias a la utilización de la maquinaria de los partidos, tienen mayor capacidad de ser elegidos. Esta maquinaria, resultado de la utilización de clientelismo y corrupción (esenciales en la acción política organizada en la democracia), se ha trabajado ya por tanto tiempo, que para quienes no están insertos en este juego de conseguir votos y armar efectivas campañas, resulta casi imposible acceder a los puestos de elección pública. Aquellos que por suerte o habilidad logran integrarse de forma independiente a estos puestos, caen normalmente en esa práctica de construir sus propias clientelas, iniciando con ello el nuevo ciclo propio del burócrata estatal.

Es un sofisma también por que la representación no significa participación sino sesión de la libertad para que otro decida cuál es la forma mejor en que debemos comportarnos socialmente. Cuando un representante resulta elegido su programa normalmente no tiene retroalimentación con su base electoral, y aunque lograra recoger parte de las inquietudes de algunas personas, su cumplimiento estará atravesado por la capacidad de gestión sumada a la conveniencia que para el resto del aparato burocrático tenga dictar ese tipo de leyes. Resulta inquietante además, aunque los representantes se muestren como los más izquierdistas-populistas-progresistas, cuando ya están en los cargos de poder estos tienen como prioridad las agendas que les conviene como particulares, las de sus patrocinadores o las de sectores que logren hacer efectiva su influencia.

Lo más paradójico es que, aún funcionara fielmente el sistema de representación, hay otra falacia que se construye y es: creer que lo que sirve o es relevante para una región o grupo de personas lo será para la totalidad de la población. Esto no es más sino el delirio de la modernidad de dar soluciones generales a los problemas, sin tener en cuenta que muchas veces estos problemas son particulares, y que no siempre es necesario llegar a consensos totalizantes. Esta búsqueda arbitraria lo único que descubre es la ceguera de los poderosos al no reconocer las diferencias locales, es decir: las particularidades en los intereses y en los deseos. La democracia resulta entonces problemática en la medida que autoritariamente define, en los órganos legislativos que la conforman, leyes que deben cumplir todos y todas independientemente si les sirven o las desean todos o todas. Esta dictadura de las mayorías -en el mejor de los casos- solo es eso, una dictadura. En cuanto a la democracia como excusa para garantizar la reproducción de la burocracia estatal, habría que recordar que la organización de «la política» está basada en la lógica de los partidos políticos cuyo objetivo de existencia precisamente es tener el control del estado para promover su modelo de gobierno de acuerdo con sus preceptos ideológicos. Ello hace que esta profesionalización del ejercicio de la política sea el interés tanto de los partidos políticos como el de la burocracia estatal, esto es, la garantía de mantener siempre un sistema de supuesto acceso a los cargos públicos en que realmente lo que se vive es la ubicación constante de los mismos burócratas así sea en diferentes cargos. No importa cual altruistas sean ellos, lo que quieren es una plaza.

En una misma vía, la democracia es la posibilidad que tienen diferentes sectores de utilizar la burocracia estatal, y su capacidad de reglamentar la vida social, con el fin de obtener beneficios bajo sus propios intereses. Esta es precisamente la posibilidad que aprovechan diferente sectores económicos para conseguir leyes que protejan o impulsen sus negocios; también es la realidad de muchos grupos sindicales que se articulan a partidos políticos solo para obtener resultados favorables para sus afiliados, nunca discutiendo la esencia misma de la explotación sino buscando ablandar las consecuencias. No es de extrañar que en el mismo sentido recientemente grupos religiosos hagan carrera en la política para imponer cuestiones éticas por la vía de ley lo que no han logrado con la persuasión. Y así podría seguir numerándose, pero realmente lo que es fundamental es entender que el estado es un aparato que por medio de la vía democrática permite que accedan a los lugares de tomas de decisiones grupos que quieren garantizar definiciones para toda la sociedad que estén de acuerdo con sus intereses particulares.

Por último es de recordar que tampoco es necesario que estos grupos sean directamente los que ganen los escaños; especialmente los grupos económicos funcionan más desde la financiación de campañas y la compra, literal, de los representantes para que cumplan con sus objetivos corporativos. Y tan importante como esto es la influencia personal que algunos pueden ejercer, por no decir más, cuando altos jerarcas de la iglesia mandan comunicaciones personales a políticos buscando garantizar su control moral.

El punto es que el estado mediante la lógica democrática no garantiza ni siquiera su ideal que es favorecer a las mayorías, sino al contrario es un sistema político que garantiza es la acción corporativa de grupos que quieren hacer que el resto de la población siga sus normas. Y aunque lo garantizara hay una reflexión necesaria, que es la búsqueda angustiosa de los consensos y por lo tanto la negación sistemática del disenso. Para que son necesarias las constituciones y los aparatos legislativos nacionales, cuando muchas de las normas pueden consensuarse de forma local, pero además, cuando muchas más no son consensos reales sino imposiciones de algunos sectores o regiones que pretenden que así se comporte el resto. Esta visión unidimensional hace que la búsqueda de consensos nacionales limite la riqueza de las diferentes interpretaciones y universos de sentido que existen gracias a la esencia misma de diferencia que tenemos los seres humanos.

Ante esta lectura lo que muchos plantean como problema es que no se ha realizado en su cabalidad el proyecto democrático, y que la solución es la radicalización de la democracia. Muchos sectores críticos del actual estado de las cosas se recogen en esta postura, impulsando la idea de que no es que el sistema democrático sea malo, sino lo malo ha sido no aplicarlo en su cabalidad. El problema realmente es La Democracia, mas cuando para no perder su credibilidad plantea que la realización ideal no se ha materializado. Ese es la cosa, que la versión ideal es ideal, es decir inmaterializable, la versión que conocemos es la que existe y no otra. Lamentablemente para los románticos defensores de la democracia hay que afirmar que mientras se mantenga existiendo el estado la democracia radical, como la llaman, es imposible. Un régimen de participación directa, que es al que aluden los que creen en la democracia radical, solo es posible mediante el desmantelamiento de las organizaciones autoritarias que intermedian la acción social, y a eso, a esa forma de organización política y social es la que seguimos defendiendo con el nombre de anarquía, no como la democracia.

Bajo esta reflexión aparece una respuesta inmediata a la pregunta postulada como espina dorsal de este artículo: Aceptar la democracia es aceptar el autoritarismo del estado, la intermediación en la acción social, el manoseo privado para beneficiar a pocos y la constitución de una sociedad unidimensional que no acepta la diferencia. No hay razón para seguir aceptando la democracia, hay que construir nuevas formas de organización política y social en que se establezcan relaciones horizontales, solidarias y gestionadas comúnmente, autogestionadas por la comunidad.

Volver al control comunitario es una forma de evitar al estado.

Hay que romper la intermediación política del estado, volver a la relación directa entre nosotros y nuestros iguales, recuperando los espacios en que el estado nos remplaza, construyendo formas prácticas que solucionen las necesidades que han sido utilizadas por el aparato burocrático para justificar su existencia.

Buena parte de esta relación directa tampoco es algo nuevo, por el contrario es una de las dinámicas más cotidianas que tenemos con las personas que compartimos diferentes espacios. En la práctica generamos pactos de convivencia, comportamiento y solidaridad con nuestros allegados: las relaciones de pareja, por ejemplo, aunque existan espacios de imposición o resistencia también pactamos para compartir y construir; la amistad es un pacto de encuentros alegres, apuestas de afinidades en convergencia y hasta espacios de simple pacto para el silencio o la melancolía. Así podría seguir recordando las relaciones en la familia, con los colegas de hobbies, etc…

La pregunta es: ya que con ellos podemos pactar en lo cotidiano para nuestros juegos, amores y silencios ¿porqué no podemos también pactar con ellos para solucionar problemas de justicia, servicios y obras públicos, distribución de los excedentes sociales y demás? La respuesta a esta pregunta es clara: podemos hacerlo si lo queremos, si decidimos retomar el control de las decisiones de lo colectivo acabando con la cesión de nuestra voluntad a representantes que lo hagan por nosotros.

La anarquía es precisamente eso: terminar con la intermediación en la toma de las decisiones personales, no solo de aquellas que afectan a nuestro entorno inmediato, sino de todas las decisiones que nos involucran en la realidad social. Es acabar con los políticos profesionales y con los administradores públicos de carrera, asumiendo que cada uno de los que vivimos somos políticos y administradores sin que nos sea necesario pertenecer a un partido político o tener un diploma de alguna universidad.

El estado es una realidad histórica, creado por hombres de carne y hueso con necesidades e intereses específicos. Ningún estado ha sido una creación colectiva, todos han sido resultado de la monopolización de las decisiones sociales por unos pocos. Y para justificarse nos han hecho creer que son una organización natural en el desarrollo de la humanidad, en donde es una parte de la población, la sociedad política, la que debe decidir por el resto de la población, la sociedad civil. Esa mentira, justificada en la ilusión que solo unos pocos tienen la inteligencia, capacidad o moral para decidir qué debemos hacer el resto, fue impuesta sobre las mayorías con una combinación de fuerza y disuasión que crearon las condiciones para garantizar que el estado se extendiera controlando hasta las partes más intimas de nuestra realidad.

Precisamente ese control y esa burocracia es la que los anarquistas consideramos innecesarias, no solo porque no queremos más la barbarie y sadismo con el que se ha logrado mantener, sino porque no es indispensable tal desproporcionado aparato para llegar a consensos con nuestros iguales sobre lo que más nos interesa y necesitamos.

Es hora de pensar nuevas y viejas estrategias de gestión de lo público precisamente reconociendo las capacidades que tenemos de relacionarnos con el resto. Para arreglar los problemas de nuestras comunidades no necesitamos de intermediarios, tan solo de la voluntad y la paciencia para apostarle a escuchar y hablar, aceptando que no todos tenemos que estar de acuerdo con todo, y no hay por qué forzar el acuerdo, pero que aun así hay puntos en lo que podemos llegar a algunos acuerdos.

Frente a estas reflexiones no falta quien se atreva a decir, inocentemente y sin darle posibilidad a la novedad, que no podemos vivir sin un tercero que funcione como árbitro, y que para garantizar que no nos matemos unos a otros es necesario alguien que provea de seguridad a la comunidad. Lo más interesante de todo es que solo esas dudas están dadas por la interiorización que nos han hecho hasta el momento de la supuesta necesidad de una autoridad que nos controle para que vivamos de forma ordenada. Pero ese policía que todos llevamos dentro lo que realmente quiere es mantenernos adictos a la subordinación de un orden social que no colaboramos en decidir.

En cuanto al tercero como árbitro, es necesario que nuevamente volvamos a nuestras realidades cotidianas. En las relaciones de pareja o de amistad cuando hay alguna diferencia normalmente la solución se da partiendo de la discusión de las partes tratando de llegar a acuerdos. Cuando se dan cuenta que no se puede llegar a acuerdos se toma la decisión de terminar la relación o de buscar concejos con otros amigos. Pero si algunos amigos entran a aconsejar, nunca sus puntos de vista son dados como una imposición, sino como una interpretación alterna que puede o no tomarse en cuenta. La decisión al final solo la toman los involucrados.

Claro, es posible que muchos salten al leer lo anteriormente escrito y digan que existen casos de robo, violaciones y demás que no son tan simples de solucionar entre los involucrados. Y más razón no podrían tener. Pero también debo recordar que en cuanto a la criminalidad social no es de olvidarse que son precisamente las relaciones de dominación estatal, de explotación y acumulación capitalista, de machismo insensato, de totalitarismos culturales y demás, las causas que dan origen a buena parte de estos actos sociales. Cambiar estos ejercicios autoritarios nos permitirán reducir sustancialmente la criminalidad.

Aun así, en una sociedad libertaria es inevitable que habrán disputas y diferencias que se dirimirán apelando a la justicia de la situación, y para este momento si con la aceptación de consensos y disensos no es suficiente, habrá de pensar en otras prácticas de solución de conflictos que no impliquen ni la utilización de la violencia física, ni la negación de la individualidad. Seguramente deberemos afrontar la realidad que algunas personas no puedan ni quieran vivir en comunidad, y para ellos solo se les debe dar el respeto y la solidaridad, siempre garantizando que no vulneren los pactos realizados por otros.

Ahora, en cuanto a la seguridad de la comunidad no podemos más que reconocer que somos nosotros mismos los que debemos garantizarla. Cualquiera que se tome el derecho o la responsabilidad de hacerlo sólo podrá caer en la tentación de utilizar la fuerza para dominar al resto, y esa posibilidad no la podemos permitir. El ejercicio de la fuerza no puede ser monopolio de nadie, y el ejercicio de esta debe ser de responsabilidad y uso de todos y cada uno. Los ejércitos ni las policías son necesarios cuando todos podemos proveernos de la seguridad de forma colectiva, siempre dejando como principio que la utilización de la fuerza solo debe ser un ejercicio de autodefensa, que en la medida de las posibilidades no debe ser avocado.

Volver a la comunidad, la mejor forma de acabar con el estado.

El contrabando como estrategia de evitación de los impuestos.

En una anterior ocasión se habló sobre la objeción fiscal como un accionar anarquista que busca evitar al estado como monopolizador de los presupuestos colectivos. Pero siendo conscientes de la limitación de lo dicho, se entendió que solo se hablaba de que esta estrategia era posible aplicar a aquellos impuestos que la población debía autónomamente realizar, es decir los conocidos como los impuestos directos. Pero lo que se dejaba pasar por la atención era que aquellos conocidos como indirectos afectan tanto o más nuestro bolsillo, extraídos de forma más descarada y silenciosa. Siendo más claros, los directos son todos aquellos que llenamos en formularios que entregamos a los entes de recolección tributaria, pero los indirectos no tienen que pasar por esta larga fila (que hacemos), sino son cobrados incluyéndose en el valor de los productos.

Y qué tipo de productos son los que llevan ese impuesto? Eso depende de lo cínico que sea el gobierno de turno, pero básicamente casi cualquier cosa tiene, en este momento por lo menos, un impuesto de valor agregado mejor conocido como IVA. Si claro, varios de los gobiernos populistas decidieron limpiar su conciencia dejando algunos productos de la canasta familiar por fuera de esta tasa, pero ¿acaso no nos damos cuenta la gran cantidad que no están exentos? Pero bueno, esto no es todo. El mismo momento antes de comprar está marcado por un impuesto: el impuesto sobre los salarios; ¿has visto cuanto te descuentan de tu nómina mes a mes? Estos y demás impuestos, cuyos nombres solo entienden expertos contadores, son precisamente los que nos quitan sin siquiera preguntar y que están técnicamente por fuera de nuestra posibilidad de evasión.

Las consecuencias prácticas de estos impuestos aritméticamente es irónica, porque estamos pagando el valor real producido por los trabajadores, mas, la ganancia extra –robada- que se quedan los patrones de esos trabajadores, y una ganancia nueva que es la que se queda el estado; así que el producto incrementa su valor no solo exponencialmente sino de él logran vivir además del trabajador, que es su real creador, patrones y burócratas parásitamente. A pesar de que solo creamos que esto pasa con los bienes, también pasa con varios de los servicios, o acaso nuestro tiempo invertido cuando trabajamos en un café internet es reconocido con el mísero sueldo que obtenemos, mientras el dueño por rascarse la barriga llega todas las noches a recoger el resto de la ganancia? Bueno pero no solo él se la rasca: también presidentes, senadores y burócratas de todos los niveles viven a costa de tu trabajo (tu trabajo? Acaso te queda algo?).

Más irritante es la deducción que nos hacen en el mismo sueldo cuando, por que el gobierno lo dijo así, el 5, 10 y hasta el más por ciento lo restan de tu cheque mucho antes de cobrarlo. Y nosotros esperando salud y educación, pero lo único que llega es clientelismo y corrupción. Y aun podríamos seguir contando lo que nos deducen cuando utilizamos el transporte público, y sus famosos impuestos al combustible, o cuando pagamos la entrada a alguna diversión. Todas y cada una de esas veces nos están exprimiendo el bolsillo, y nosotros allí, sin hacer nada.

Basta ya, si con los impuestos directos podemos, los indirectos no nos pueden ganar. Ante nada, tenemos que seguir desmitificándolos. Esos impuestos no son naturales, ni mucho menos necesarios, solo son la base material con la que se alimenta el estado para controlarnos. Además, a pesar de lo que nos digan, nunca podrán ser ni la única ni la mejor forma de realizar las obras y ocupaciones comunes, para eso tenemos la autogestión, el apoyo mutuo y la horizontalidad, y aunque parezca nuevamente retorica de anarquistas románticos del siglo pasado, lo real es que hoy más que nunca podemos hacer realidad estos valores.

Acabar con la tributación indirecta puede hacerse tratando directamente con los productores de lo que consumimos, yendo a buscarles antes que sean supermercados o multinacionales los acaparadores de sus productos, generando redes entre grupos de consumo y trabajadores de forma horizontal, no mediadas por los especuladores, que permitan en la relación establecer un dialogo mas allá del que pueden operar las “leyes del mercado”. Inicialmente se puede hacer con pequeños productores, y paulatinamente ir buscando más. Aunque no hay que mentirnos, si no buscamos como trabajadores adueñarnos de las fábricas, ese poder de intercambio siempre será defendido con la clase del patrón.

Aun así, esta posibilidad es una inmensa forma de hacer ver con los productores que darle plata al gobierno es innecesario, y que así como no deben quitárnosla, tampoco debemos dejársela tan fácil para recaudar. Proponer una evitación del impuesto no es tan irreal. La asociación entre los consumidores y los productores es la salida.

Pero hay algo mejor: una práctica ciertamente efectiva que también han satanizado, pero que ahora podemos hacer de ella una posibilidad ética y política: Según la real academia de la lengua española su definición es: Comercio o producción de géneros prohibidos por las leyes a los particulares, y la palabra no podría ser otra: Contrabando. Éste es precisamente la posibilidad de infringirle daño al estado reduciendo la tributación, manteniendo el consumo sin impuesto. Si bien el contrabando es normalmente la introducción ilegal de mercancías desde el exterior, lo cual no debe darnos pena comprar, también lo es hacerle trampa a los bandos del gobiernos, ir en contra de las leyes, hacer y promover Contra–Bandos.

El contrabando es la vía de producir e intercambiar sin que en el medio se materialice la tributación, y esto se puede hacer poniéndose de acuerdo con los productores, pero también promoviendo empresas autogestionarias que vendan directamente sin intermediarios. Otra alternativa es incitar a la informalidad en las empresas, eso si no con la contratación, sino con el registro ante el estado. Si no existe el registro ante el estado, tampoco debería haber tributación y esto permitiría que los precios bajaran progresivamente. El contrabando no solo es una forma de lucha contra el capital, es una enseñanza para generar relación social que no esté mediada por una ley escrita sino por el acuerdo entre los interesados. Es abrir sendas de consensos respetuosos entre consumidores y productores, tan respetuosos que permitan los disensos. Es crear mercado sin aduanas, sin restricciones de acceso más que la necesidad y capacidad de todos.

Crear un mundo sin impuestos es posible, y es tan fácil como empezar a conspirarlo con nuestros iguales.

Objeción fiscal, una propuesta de acción anarquista.

Desde que el estado remplazó a los absolutismos monárquicos, como forma de organización política de la sociedad, este asumió una vieja práctica de extorsión cometida en su momento por los recaudadores reales: La tributación obligada। Gracias a ella, la clase política que se integró al estado logró convertir su ejercicio de dominación en una profesión, constituyéndose como élite de la burocracia con el poder de definir la destinación del resto del botín presupuestal y de asignar los distintos cargos subalternos. Esa capacidad de controlar y dirigir esos recursos sociales, justificado por los nuevos recaudadores como la única forma de planear y ejecutar las políticas públicas, engendró tan inmediato como se terminaban de recoger los primeros caudales dos de los fenómenos que simbolizarían hasta nuestros días la realidad de la acción de nuestros servidores públicos: La corrupción y el clientelismo.
La tributación que inicialmente era exigida por medios coercitivos, fue buscando formas no violentas de legitimidad bajo el amparo de la moral estatal, donde, se presentaba como ideal que el contrato social firmado por los diferentes asociados autorizaba al aparato burocrático de disponer algunos de los recursos privados para volverlos públicos, como única forma de conseguir la inversión necesaria para ejecutar los proyectos colectivos. Esa moral, materializada en la imagen del ciudadano que cumple sus deberes y por lo tanto recibe sus derechos, fue poco a poco aceptada, nunca en su mayoría pero tampoco en su minoría, y naturalizada por los pobladores de los territorios dominados por los estados al punto de volverse una cultura interiorizada y ejercida por varios los “ciudadanos”. Así, la práctica de aprovecharse de los recursos sociales para construir clientelas políticas y ejecutar los bienes públicos bajo los intereses y necesidades de la clase política dueña del estado se mitificó como la regla de oro de la administración pública: la tributación como muestra de cabal cumplimiento de la responsabilidad ciudadana.

Esa es la realidad que, hoy día, garantiza que sigan entrando a las arcas de nuestros opresores estatales grandes sumas de dinero de mano de la, muchas veces inocente o desentendida, masa de ciudadanos nacionales. Pero no es posible quedarse con la sensación de que este cumplimiento moral es la única causa de la tributación, muchas veces juiciosa, de los ciudadanos. Aun hoy día siguen practicándose mecanismos coercitivos para su cumplimiento. Habría que recordar que la cesación del pago de tributos conlleva al procesamiento por evasión fiscal que no solo termina con la cárcel de los responsables, sino, con la perdida de la propiedad de los bienes privados. Esta última condición demuestra una de las paradojas poco exploradas de la realidad para muchos de la propiedad privada: un bien mueble del tipo finca raíz o automóvil, solo como por tomar una muestra, nunca pertenece realmente a quien lo titula, ya que los impuestos que recaen sobre este tipo de bienes hace que el poseedor nunca lo sea en realidad, ya que debe mantener el pago de la renta-impuesto periódico al estado, siendo como consecuencia del no pago la negación del permiso de uso y pertenencia. Pero no es el momento de extenderse en esta paradoja.
La moral ciudadana, la cárcel, la privación de la propiedad, entre otras, configuran las condiciones que permiten la coerción y el consenso necesario para garantizar la tributación।
Pero que es en esencia lo que este sistema de recolección de impuestos garantiza: antes de ser la responsabilidad en la ejecución de estos haberes públicos, lo que mantiene es el privilegio de la clase política apoderada del estado para vivir como políticos profesionales siguiendo con su práctica de decidir y disciplinar de acuerdo con su interés particular como clase, objetivo tan importante como el de garantizar la estabilidad y sobrevivencia de las clases económicamente dominadoras, utilizando cuanto sea necesario para defender su propiedad y acumulación a costa de la explotación y la insuficiencia económica de la mayoría।
Es por ello que, no siendo ni natural ni mucho menos inamovible esta actual situación, como anarquistas debemos estar atentos a generar particularmente dos cosas frente a este tema: Primero estar en la capacidad de atentar contra la tributación de tal forma que no solo logremos reducirla sino eliminarla como forma de financiación de la dominación estatal, y segundo, ir estableciendo practicas cotidianas y propuestas futuras para esa necesidad – las obras colectivas – que justifica el impuesto, y que en una sociedad anarquista debemos suplir sin alguna imposición.
En cuanto a lo primero es necesario que como uno de nuestros puntos de lucha actual postulemos la objeción fiscal como condición para evitar la corrupción, el clientelismo, y ante todo para evitar el mantenimiento de un estado que no le garantiza a la mayoría un mejor bienestar con sus ejecuciones de presupuesto público। La objeción fiscal debe ser la propuesta de lucha para evitar un aparato político que nos domina con el mismo dinero proveniente de nuestros propios bolsillos, ya que recordemos que buena parte de los presupuestos estatales están dirigidos a mantener la seguridad nacional, es decir el estatus quo de explotación y exclusión capitalista. La objeción fiscal es la forma de desnaturalizar la intermediación de la administración pública, y a largo plazo una estrategia para dejar sin recursos al estado. Por otro lado, en la medida en que no le damos dinero al estado, pero aun necesitamos ejecutar acciones y obras colectivas, es necesario transformar las lógicas y los mecanismos de materializar la solución a estas necesidades, y eso es lo que nos lleva al segundo punto.
Es necesario que como antiautoritarios empecemos a reforzar aquellas prácticas sociales que garantizan desde la horizontalidad y el apoyo mutuo la realización de las obras comunes que favorezcan a la comunidad. No hay necesidad en principio de inventar nada, la historia de nuestras familias, barrios y campos está llena de este tipo de experiencias: mingas para cultivar, bazares para conseguir recursos para construir parques y jardines, trabajos colectivos para reparar calles, o solidarizarse con una familia y construir parte de su casa. Esos ejemplos son parte de la justificación al decir que no necesitamos ni de la tributación estatal, ni de sus obras públicas para iniciar proyectos autogestionados y solidarios. Para eso solo necesitamos de nuestro propio trabajo y coordinación.
Pero no es suficiente con esas soluciones pequeñas, la anarquía como modelo de organización social tiene que recrear esas e infinitas dinámicas para poder construir mecanismos de gestión de lo común, y consecución de los recursos precisos, con el fin de favorecer las necesidades de todos los vinculados en la comunidad। Bajo esta conciencia es urgente que como libertarios postulemos formas, con sus realizaciones claras, de construcción de lo común no solo para lo local sino también para lo regional y aun más si es pertinente, pero solo si es pertinente, porque lo que no podemos dejar que se vuelva a presentar es que unos pocos decidan por lo que debe ser lo bueno o malo para los demás. Afortunadamente, si logramos desestructurar organizaciones políticas como el estado, sin que existan posibilidades de coerción para la acción, si alguien no considerara pertinente es tan simple como que se abstenga de hacer parte de los procesos, dando así un adecuado equilibrio entre la construcción de lo común y el respeto de lo individual.
Los impuestos del estado son el robo legal más descarado, alientan la corrupción y el clientelismo y garantizan la dominación de la minoría en la sociedad. Invitando a la objeción social ratificamos la capacidad creadora del apoyo mutuo, y la necesidad urgente no solo de evitar la acción estatal sino de desestructurarla hasta destruirla. Hay que mantener nuestra lucha contra el estado, evitándolo en lo posible y buscando siempre desaparecerle.
Los impuestos son eso mismo: imposición; nosotros preferimos la anarquía: libertad complementada en el apoyo mutuo।

Nueva publicación

Que es eso de la anarquia? Recopilación de textos de Kropotkin, Goldman, Malatesta y Bookchim. Desde muchos angulos y variadas reflexiones se intenta respodner a la pregunta: ¿que es la anarquía?.
Para descargar el texto haz click sobre la imagen.