Paula bajó por la rampa que en otros tiempos había servido como salida de vehículos y donde ahora tan de menos se echaban unas escaleras.
El garaje convertido en tienda estaba dejando de oler a café tostado y empezaba a oler otra vez a almacén de vehículos viejos vomitando humo. Paula llegaba a la tienda sin una idea fija de lo que tendría que hacer y siempre había una tarea en curso a la que unirse.
Ara estaba en la oficina, tecleando en el ordenador. Le dedico una sonrisa y un saludo rápido y siguió mirando la pantalla.
Ara no solía unirse a tareas manuales. Ella era la secretaria y un poco contable, así que cuando no estaba pasando actas, estaba metiendo datos de las ventas de cada día.
Luna estaba de pie junto a una de las mesas enormes que servían de expositor de artesanías A Paula le gustaba sentarse cerca de Jose o Luna porque en cada conversación aprendía algo de ellos, así que decidió preguntar a Luna que estaba haciendo y ayudarla, antes de entrar en el almacén.
“Aquí, poniendo etiquetas.”
las etiquetas eran unas cartulinas verdes que había encargado Jose a una imprenta meses antes. Cada cartulina tenía un agujero por el que las voluntarias habían metido un hilo de lana que ahora Luna introducía en algún agujero del producto, un ojal, una hebilla, un imperdible. Si no había agujero, pegaba el hilo con celo con cuidado.
“Te ayudo?”
“Vale. Ahí hay etiquetas en blanco, y ahí está ”
Paula cogió una etiqueta y vio que tenía un precio que no se correspondía con el precio que decía la factura. Era el montoncito de las que se habían reutilizado ya para las artesanías del pedido anterior.
“Que haces cuando la etiqueta tiene ya un precio puesto?”
“Lo tachas un poquito, y pones el nuevo precio justo debajo.”
“no me gusta.
“Y como lo vas a hacer?” Luna sonreía con su sonrisa socarrona.
“Voy a poner una pegatina por encima del precio.”
Paula había visto unos días antes unos folios de los de despegar pegatinas de ellos, y se dispuso a utilizar los márgenes como borrador del precio.
“Ves? Ya tenemos nuevas etiquetas.”
Luna siguió poniendo precios y etiquetas mientras Paula dejaba las etiquetas del pedido anterior preparadas para ser reutilizadas. Cuando la tarea se convirtió en lo suficientemente monótona para no necesitar toda su atención se reanudó su conversación.
“Aun no se en donde trabajas,” dijo Paula.
“En una empresa de sustancias químicas”
“Y te gusta?”
“Llego, hago mi trabajo y me voy.”
“No suena a que te guste.”
“Eso esta claro, no? Si me gustase no te lo diría así.”
“Y no por que no cambias?”
“De verdad crees que no lo he intentado? Pero es lo que hay. Además, los hay que están peor.”