Un buen comienzo

Paula tampoco quería trabajar para el sistema la mayoría de su tiempo, pero trabajar para comercio justo le pareció un sueño demasiado bonito.
Aún no había encontrado trabajo después de acabar la carrera que tantas salidas decía todo el mundo que tenía, pero se había tomado lo de buscar trabajo como un puesto de responsabilidad. En unos meses, Paula mandó cientos de currículos Nunca la llamaron para puestos de trabajo no anunciados, y los anunciados, no eran tales puestos de trabajo.
“Esto es para comercial”, le dijeron en una de las “entrevistas de trabajo”, aunque esto ella ya lo sabía porque así lo había indicado el anuncio, “tendrás que salir a la calle a hacer tu trabajo, no es de esta en una oficina”. Paula se hacía cargo. “Y, claro”, prosiguió el entrevistador, “no podemos enviarte así, sin estar asegurada. Así que, si te cogemos, y no es seguro porque tenemos que entrevistar aún a unos 20 para este puesto, tendrías que registrarte como autónoma y pagarte los seguros correspondientes.”
Paula oyó esto tan a menudo que acabó por enterarse de cuanto le costaría la broma. Treinta y tres mil pesetas mensuales costaba ser autónoma para poder trabajar por cuenta propia. Así que una y otra vez Paula se encontró en la tesitura de tener que gastar un dinero que no tenía para poder optar a un puesto de trabajo.
No todas las experiencias fueron así. Hubo una entrevista en la que sí optó a un puesto real, aunque más que una entrevista fue una sucesión de exámenes Competía con otros cincuenta candidatos, le dijeron. También le dijeron al acabar la prueba de inglés que había sacado la mejor nota con mucho. Paula se entusiasmó tanto que preguntó por las condiciones de trabajo y el sueldo.
“Es temporal, para cubrir una baja, solo tres meses. Pero es un buen comienzo! Sesenta mil pesetas al mes.”
“Genial comienzo, que ni llega a un alquiler de una habitación. Y después de esos tres meses qué hago, me vuelvo a casa de mis padres?” pero Paula no dijo nada de eso. Paula dijo: “Muchas gracias.” A pesar del buenísimo nivel de inglés que le dijeron que tenía, tampoco le llamaron para una segunda entrevista ni para nada.
La última entrevista que hizo Paula fue para un puesto de profesora de inglés. Ya tenía experiencia y le pareció que al menos ahí tendría más posibilidades. Resultó ser una academia donde se esperaba que todos los profesores fueran registrados autónomos. Y la academia estaba empezando, con lo que no había ninguna garantía de que hubiera alumnos.
“Que tal, hija” preguntó a Paula su madre.
“Otra vez lo de autónomos. Francamente, para tener que pagar sin tener aún un trabajo, para ayudar a un tío a montar una academia, preferiría pagarlo para montar una tienda de comercio justo.”
A la madre de Paula le pareció buena idea. Tan buena que convenció al padre de Paula para ofrecerle un préstamo sin intereses. A su padre la idea le parecía horrible, no veía ningún futuro en eso del comercio justo y no le hizo falta ni un segundo para estar seguro de que Paula perdería todo el dinero que le dejaría Pero no pudo negarse.

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