Timidez

“Hoy no vas a mandar currículos?”
“No lo se. Para que. Para que me exijan gastar dinero antes de ofrecerme el puesto de trabajo que se supone que han anunciado, o para tocar con los dedos un puesto de tres meses?”
La madre de Paula calló unos segundos.
“Lo de la tienda, lo decías en serio? A mi si que me parece bien. Como lo vas a hacer?”
“No tengo ni idea. Tendría que preguntarle a Jose, el que está todo el día en la tienda/almacén”
“Pues pregúntale.”
“Vale.”

Paula empezó a ir a la tienda también entre semana para ayudar en general y para habar con Jose, pero Jose trabajaba más de diez, a veces doce horas al día, porque había más tareas que manos. Paula descubrió en esos días lo tímida que era.
“Que te ha dicho Jose?”
“No he podido preguntarle.”
“En todas las horas que has estado allí? Y por que?”
“porque está siempre ocupado, y al menos con mi ayuda y la de algunos más, puede irse a casa a horas razonables.”
“pero tendrás que hablar con el algún día.”
“Si.”
“A ver si mañana lo consigues.”
la conversación se repitió prácticamente igual durante varias semanas hasta que la madre de Paula se enfadó.
“Jose.”
“Si”
“Puedo interrumpirte?”
“A ver Paula. Aunque te diga que no, ya me has interrumpido.” Jose no estaba enfadado, pero ahora que llevaba meses tratando a Paula, no le hacia falta sonreír ni aparentar estar alegre si estaba ocupado.
“Lo siento.”
“Que pasa.”
“Que estoy pensando… Poner una tienda. De comercio justo.”
Jose se recostó en la silla con la cara iluminada y la sonrisa más amplia que Paula había visto en su vida.
“Y ponerla con Luna?”

Un buen comienzo

Paula tampoco quería trabajar para el sistema la mayoría de su tiempo, pero trabajar para comercio justo le pareció un sueño demasiado bonito.
Aún no había encontrado trabajo después de acabar la carrera que tantas salidas decía todo el mundo que tenía, pero se había tomado lo de buscar trabajo como un puesto de responsabilidad. En unos meses, Paula mandó cientos de currículos Nunca la llamaron para puestos de trabajo no anunciados, y los anunciados, no eran tales puestos de trabajo.
“Esto es para comercial”, le dijeron en una de las “entrevistas de trabajo”, aunque esto ella ya lo sabía porque así lo había indicado el anuncio, “tendrás que salir a la calle a hacer tu trabajo, no es de esta en una oficina”. Paula se hacía cargo. “Y, claro”, prosiguió el entrevistador, “no podemos enviarte así, sin estar asegurada. Así que, si te cogemos, y no es seguro porque tenemos que entrevistar aún a unos 20 para este puesto, tendrías que registrarte como autónoma y pagarte los seguros correspondientes.”
Paula oyó esto tan a menudo que acabó por enterarse de cuanto le costaría la broma. Treinta y tres mil pesetas mensuales costaba ser autónoma para poder trabajar por cuenta propia. Así que una y otra vez Paula se encontró en la tesitura de tener que gastar un dinero que no tenía para poder optar a un puesto de trabajo.
No todas las experiencias fueron así. Hubo una entrevista en la que sí optó a un puesto real, aunque más que una entrevista fue una sucesión de exámenes Competía con otros cincuenta candidatos, le dijeron. También le dijeron al acabar la prueba de inglés que había sacado la mejor nota con mucho. Paula se entusiasmó tanto que preguntó por las condiciones de trabajo y el sueldo.
“Es temporal, para cubrir una baja, solo tres meses. Pero es un buen comienzo! Sesenta mil pesetas al mes.”
“Genial comienzo, que ni llega a un alquiler de una habitación. Y después de esos tres meses qué hago, me vuelvo a casa de mis padres?” pero Paula no dijo nada de eso. Paula dijo: “Muchas gracias.” A pesar del buenísimo nivel de inglés que le dijeron que tenía, tampoco le llamaron para una segunda entrevista ni para nada.
La última entrevista que hizo Paula fue para un puesto de profesora de inglés. Ya tenía experiencia y le pareció que al menos ahí tendría más posibilidades. Resultó ser una academia donde se esperaba que todos los profesores fueran registrados autónomos. Y la academia estaba empezando, con lo que no había ninguna garantía de que hubiera alumnos.
“Que tal, hija” preguntó a Paula su madre.
“Otra vez lo de autónomos. Francamente, para tener que pagar sin tener aún un trabajo, para ayudar a un tío a montar una academia, preferiría pagarlo para montar una tienda de comercio justo.”
A la madre de Paula le pareció buena idea. Tan buena que convenció al padre de Paula para ofrecerle un préstamo sin intereses. A su padre la idea le parecía horrible, no veía ningún futuro en eso del comercio justo y no le hizo falta ni un segundo para estar seguro de que Paula perdería todo el dinero que le dejaría Pero no pudo negarse.

Luis

“Qué pasa, ya tenemos café?”
todos se volvieron a saludar al recién llegado. Luis era voluntario en otra tienda de comercio justo que había hecho el último pedido de café conjuntamente con la tienda/almacén/garaje. Hoy venia a recoger su parte.
“Qué tal!”
“Jodido. Harto estoy de currar con mi viejo.”
Luis trabajaba en el negocio de electrodomésticos de su padre. Lo que Paula llamaba un enchufado, y a quien miraba con envidia en silencio. Decidieron tomarse un café todos juntos, antes de cargar la furgoneta de Luis. Luis no callaba.
“Vamos a ver. Se supone que curramos en esto porque vemos que el sistema capitalista es inhumano y hay que crear una alternativa justa, y etcétera Nos pasamos, yo al menos, me paso dos horas al día trabajando por el comercio justo. Pero antes, me he pasado ocho, trabajando a favor de ese sistema contra el que estoy en contra, en teoría. Tengo que cambiar eso, tíos Tengo que hacer algo. Voy a abrir una tienda de comercio justo, no aguanto más.”