Por Dmitri Prieto Samsónov
El 18 de marzo, se conmemoró el 140 aniversario de la proclamación de la Comuna de París, proyecto socialista nacido de la revolución popular que en medio de una guerra contra Prusia derrocó al emperador francés Napoleón III. Ese Napoleón fue el pequeño sobrino del tío al que está dedicado el Museo Napoleónico habanero. O sea, en definitiva, pariente de Su Alteza Imperial la Princesa Napoleón quien nos visitó para protagonizar junto a funcionarios vernáculos y cuerpo diplomático el importante acontecimiento de la reinauguración de la referida instalación bonapartista.
No tuve noticias de ningún homenaje a la Comuna de París por aquella reciente fecha. En cambio, pudimos disfrutar de la actividad con la Princesa, cuyos fragmentos (los de la actividad) fueron trasmitidos por el Noticiero Nacional de la Televisión cubana.
Napoleón Bonaparte manipuló al papado para hacerse coronar Emperador por el Sumo Pontífice (en la ceremonia, arrebató la corona de las manos del Papa y se la puso él mismo); la Comuna estableció la libertad de conciencia separando la Iglesia del Estado.
Napoleón envió cientos de miles de soldados a matar y a morir a territorios lejanos, desde Egipto y Moscú hasta nuestra hermana Haití (país donde sufrió su primera gran derrota, después de capturar pérfidamente a su líder Toussaint, quien murió en las mazmorras); la Comuna derribó la columna de Vendome, símbolo napoleónico del militarismo francés.
Napoleón estableció un control total sobre todos y cada uno de los periódicos franceses; la Comuna defendió la libertad de imprenta.
Napoleón creó el paradigma de la burocracia “racional”; la Comuna pagó a cada uno de sus miembros una bonificación igual al salario medio de un obrero. E intentó sustituir la administración estatal por el autogobierno de los trabajadores.
Napoleón y su ministro Fouché mantuvieron e incrementaron el terror en Francia y el resto de Europa; la Comuna de París sacó la guillotina a la plaza pública, donde los obreros rebeldes prendieron candela al mortífero instrumento, reduciéndolo a cenizas.
Napoleón murió en una isla lejana, al parecer envenenado por agentes británicos; la Comuna fue ahogada por la soldadesca en la sangre de miles de voluntarios junto al hoy Muro de los Federados del cementerio Père-Lachaise, al que fui a inclinar mi cabeza las dos veces que yo –cubano afortunado- visité París.
En cambio, nunca he ido al Museo Napoleónico de La Habana.
Dice el historiador Ariel Hidalgo que en 1875, entre las tropas del general independentista cubano Vicente García, había unos ex-comuneros parisinos. Y que allí se propuso el primer proyecto de una constitución socialista para Cuba.
El Foro Social cubano que convocó nuestra Red Observatorio Crítico dedicó un tiempito de sus debates a un sencillo homenaje a la Comuna de París en sus 140. Vimos un fragmento de un docudrama, donde trabajadores franceses de hoy actúan los roles de sus antecesores de 1871. Lo presentó un revolucionario francés de estos tiempos, hijo de exiliados de la revolución española. No había cámaras de televisión.
Sólo dos días después, Su Alteza Imperial la Princesa de Napoleón reinauguraba el museo de su ancestro político –creado, recordemos, por un liberal-capitalista defensor de la “mano dura”- acompañada por el Historiador de la Ciudad, funcionarios cubanos y representantes diplomáticos de un gobierno presidido por un ex-amigo de Gadafi que ahora mismo bombardea al pueblo de Libia: nación situada curiosamente entre Túnez y Egipto, dos países conquistados en su tiempo por el imperialismo francés (el segundo precisamente por tropas napoleónicas). Ambas noticias -inauguración y bombardeos- salieron en el mismo programa de la tv.
Unos días más, y será el 6to. Congreso del partido comunista cubano.
Dejemos a los muertos descansar en paz.
Somos la revolución. Allá ellos.
¿Y nadie va a decir nada del relojito de Napoleón donado al museo?…
lamentable “omision” del dpto ideologico, ahora mas interesado en realezas y el jet set que en los proletarios unios