Por Rogelio M. Díaz Moreno
Entre los libros que he estado leyendo estos días, hay uno donde Fernando Martínez Heredia (El ejercicio de pensar) bosqueja las transformaciones en la política del país en el cambio de década de los 60 hacia los 70, marcados por el fracaso de la zafra de los 10 millones, el consiguiente estrechamiento de los lazos de Cuba con el CAME y la inevitable deriva y costo político que correspondió a estas transformaciones.
La década de los 60, para quienes la vivieron y nos hablan de ello, fue una etapa que conoció los episodios más agudos de la lucha de clases en nuestro país en el tránsito desde el capitalismo anterior hacia el actual sistema con desembarco mercenario por Girón, Crisis de Octubre y Lucha contra Bandidos incluida así como también un rico intercambio de ideas y debates y polémicas sobre el tipo de sociedad que se podía construir. Eran los tiempos de contra la revolución nada y dentro de la revolución todo. Se recordarán las discusiones entre Carlos Rafael Rodríguez y el Ché, y también se suelen citar los trabajos en la revista justamente donde trabajaba FMH Pensamiento Crítico. El Ché, que era cualquier cosa menos libertario, mas que admitir, promovía no obstante que se plantearan y defendieran, siempre entre revolucionarios, las opiniones y discrepancias de cada cual, o al menos eso cuenta gente como R. Fernández Retamar, Aurelio Alonso, etc. Y si una implementación con ventaja en un momento dado, chocaba con malos resultados, se esperaba tener el coraje para cambiarla en cuanto sucumbiera ante el peso de la crítica, por otra corriente que también se inspirara en los ideales de un pueblo trabajando en colectivo por su bienestar.
Ah, qué tiempos aquellos.
Paradójicamente cuando pasaron esos tiempos más agudos de la lucha de clases, o sea cuando entramos a los ´70, entonces, en nombre de la unidad ante el peligro de la agresión del enemigo, como cuenta Martínez Heredia, se escogió el camino fácil y se desestimuló este rico debate de la década anterior. No, mal dicho, no se desestimuló, se reprimió simple y llanamente. Que lo digan los intelectuales parametrados, los estudiantes, maestros y demás profesionales separados de sus centros de trabajo o estudio y mandados a Guamuta por tener opiniones o posturas o actitudes o gustos o tendencias un poco diferentes de la ortodoxia declarada doctrina sagrada y moral. Eso describe Martínez Heredia en un libro de ensayo de corte histórico social; en otro de narrativa que también estoy leyendo gracias al préstamo de un amigo, la novela de Leonardo Padura El hombre que amaba los perros, también hay un personaje que vive la segunda etapa y recibe su mala dosis de ostracismo. En todo caso se percibe que la doctrina en sí no era nada profunda y se podía sintetizar bastante bien con un mandamiento harás sin chistar todo lo que, y nada más que lo que, ordenen desde arriba, que por cierto es perfecto.
Entonces, en tiempos en que casi no habíamos salido de la guerra civil, parece que había más espacio para el debate y la crítica que cuando tuvimos la paz consolidada. Como dijimos, se cerró este espacio en nombre de la unidad ante el peligro de agresión. El daño al país fue irreparable, porque la visión económica y social unilateral impuesta a la cañona profundizó varios males típicos de nuestra economía, como la monoproducción y el descuido ambiental; nos incrustó otros característicos de las economías planificadas centralizadamente como la baja productividad, las plantillas infladas, el burocratismo y el desestímulo al trabajador. Pero sobre todo, asestó tremendísimo golpe a la formación espiritual de las personas que debían construir, junto con las condiciones materiales de su futuro, una conciencia imbuida de la liberación, responsabilidad y la plenitud que se supone que se aspira a través de una revolución socialista. La persona que se creó no podía estar más lejos del hombre nuevo; acomodándose (si de arriba) al uso del poder para fines personales o (si de abajo) a un sistema de distribución que, como quiera que se anunciara, terminaba funcionando de cada cual según su inocencia, a cada cual según su obediencia.
Y, al menos, ¿sirvió este empeño para favorecer la unidad ante el peligro de agresión? Muchas personas no lo vemos así. El carácter estalinista, lejos de fortalecer la verdadera unidad, le abrió las puertas a la enajenación, al enraizamiento de la doble moral y el oportunismo, como ya había sucedido en la URSS y era previsible que sucediera acá.
Treinta, cuarenta años después de aquella ofensiva en nombre de la unidad ante el peligro de agresión, parecen haberse convertido en leyendas mitológicas de los abuelitos, inalcanzables e irrepetibles, los electrizantes empeños de la nación que se unió para erradicar el analfabetismo del país, que acudió masivamente a conformar batallones de milicianos, que acudía a los mismos trabajos voluntarios a los que asistían los ministros del gobierno Hoy ya no se reconocen el trabajador que pide botella (solidaridad para transportarse) y el funcionario que va dentro del vehículo que no lo recoge. Hoy se dividen mikis y repas también por el hecho de que generalmente los primeros tienen más capacidad adquisitiva para pavonearse con las mejores prendas, en los establecimientos turísticos y recreativos más caros y con los últimos artilugios de la tecnología. Hoy la mayoría del estudiantado no se identifica con las consignas vociferadas por la dirección de la Federación Estudiantil Universitaria, según reconoce la más reciente ex-presidenta de la FEU en entrevista publicada en Alma Mater. Hoy un buen sector de la población no tiene otro sueño que el de dejar atrás el país de la unidad, y desde los sucesos del Mariel aprovechan cualquier oportunidad para ello, desde deportistas, trabajadores manuales, intelectuales (el Ministro de Educación Superior reconoce que en las universidades solo quedan los profesores más viejos y los recién graduados, en entrevista publicada en el Granma y Juventud Rebelde), hasta vagos habituales, que el éxodo de todos ellos compone el segundo factor en importancia en el decrecimiento de la población cubana, después de la baja natalidad (dice la Oficina Nacional de Estadísticas en sus Anuarios). Hoy un buen sector de burócratas vive de parasitar a Liborio aprovechando su autoridad desde todos los sectores que se han puesto bajo su control (dijo Marino Murillo, por lo menos de los sectores de Vivienda y de Acopio, en la sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular el pasado verano). Y con sus malhabidos ingresos alimentan en sus hijos las mezquindades de los nuevos ricos. Aunque estos no hacen sino imitar ejemplos de más arriba, dígase de los recientemente purgados Ministerio de la Industria Básica, presidencia del Instituto de Aeronáutica Civil de Cuba, o las cabezas de los desaparecidos organismos de la llamada Batalla de Ideas, y otros donde también brillaban por su ausencia un verdadero sentimiento de unidad con el pueblo que hubiera consistido en servirlo con honradez y probidad.
Ahora no se sabe si estos daños son irreparables, o cuándo y cómo va la historia a asentar responsabilidades, pero lo que sí me gustaría es que todos los que se siguen desgañitando, reclamando obediencia incondicional en nombre de la unidad y el peligro de agresión, estuvieran conscientes del daño que causa seguir este camino facilista, así como los que los obedecen y creen que de verdad hacen bien. Recuerden que en los ´60, la contrarrevolución tiraba bombas cada semana, el peligro de agresión de los yanquis también estaba ahí, y demostramos que todo eso se podía vencer sin dejar de discutir y construir una sociedad mejor.
“Recuerden que en los ´60, la contrarrevolución tiraba bombas cada semana, el peligro de agresión de los yanquis también estaba ahí, y demostramos que todo eso se podía vencer sin dejar de discutir y construir una sociedad mejor.”
Pregunta No. 1: ¿Quién es el interlocutor de este texto, quiénes son los lectores ideales de estas oraciones que reclaman entre gritos de añoranza lo que una buena parte de la sociedad rechaza con gritos de esperanza?.
Pregunta No. 2 ¿sería justo colocar como acontecimientos co-paradigmáticos de la lucha de clases, justamente porque esta imagen marxiana o marxista implica un enfoque clasista, episodios tales como las reuniones del verano del 61 en la Biblioteca Nacional, cuyo colorario irrevocable fue el discurso llamado Palabras a los intelectuales?¿E incluso otros dos episodios, si queremos matemáticamente equilibrar la balanza, como la fundación del PCC en 1965 y la Ofensiva Revolucionaria en 1968?
El primer episodio, el del 61, significó la domesticación y la sospecha permanente frente a la clase intelectual justamente por sus ejercicio sagrado de pensar, y desde luego, su capital simbólico, con catastróficas consecuencias que tú mencionas en relación a los años 70. El segundo episodio, el del 65, significó el cierre ideológico, indiscutible e irrevocable, de la clase política bajo los principios del centralismo democrático, por lo que evidentemente los libertarios, el marxismo heterodoxo, y otras tendencias de pensamiento entraban en el ampliado espacio de la clausura -y no solo censura- ideológica explícita. El tercer episodio, el del 68, significó el cierre de miles de empresas e iniciativas privadas, y sin dudas el golpe más duro en lo que a lucha de clases concierne, con consecuencias catastróficas que se patentizaron justamente con la Zafra Milloanaria y la adhesión satelital y parasitaria al CAME.
Aunque sin dudas, los episodios referidos en el texto son también ejemplo no sólo de la lucha de clases, la invasión a Girón, la Crisis de Octubre y Lucha contra Bandidos, mostraron también el difícil terreno geopolítico con estrategias de contención y adaptación en una época que muy poco tiene que ver con la actual socidad global. Girón significó la sutura violenta de una herida interna de alto riesgo no sanada hasta nuestros días, la división de la sociedad cubana en dos grandes comunidades: la comunidad de la diáspora y la comunidad cautiva, si se acepta una lectura mesiánica sin Mesías o con Mesías. La Crisis de Octubre fue la firma cubana de un contrato geopolítico de Grandes Potencias conocido como Guerra Fría. Ratificada esta firma en la Primavera de Praga del 68 y la adhesión parasítica al CAME.
!Ah, qué tiempos aquellos! Pregunta No. 3. ¿A qué tiempo justamente se hace referencia?
Me temo que muchos de los intentos ensayísticos e historiográficos de los últimos tiempos fracasan cuando intentan separar demasiados las décadas y generan así en las bisagras de las puertas que abren una década o cierran otra un ruido ensordecedor que no deja escuchar lo que es evidente: que el Tiempo de la Revolución se vive y se percibe como un tiempo compacto en la historia más reciente, justamente porque ella se experimenta en el inconsciente politico de la vida cotidiana y en la cultura como crisis.Hasta el más simple ciudadano si ya se enteró de algún que la crisis efectiva que padece en su casa tiene alguna relación con la crisis que vive el país, esta condenado a pensar al mismo tiempo que la crisis que vive el pais no es momentánea. Sí, de alguna manera lo sabe, o al menos intuye, que se trata de una crisis sistémica, modélica, que algo pasó hace mucho tiempo que nos ha llevado hasta aquí, independientemente de la lectura afectiva, ideológica que suscite la conciencia de estar viviendo esa crisis. Y es que en momentos de crisis, y ciertamente vivimos la peor de los últimos cien años, justamente porque se trata de una crisis sistémica, toda la historia se hace citable, es decir, cada acontecimiento se hace insoslayable, y deja de tener sentido la experiencia de la añoranza. La única experiencia, relativa a la propia temporalidad y a la historicidad, que se vive auténticamente en ese tiempo de crisis, mezclada quizás con el desencanto y la melancolía, es la esperanza. Y ella irremediablemente apunta hacia el futuro.