Por Dmitri Prieto Samsónov
La vez más reciente que mi hermano vino con su familia de Rusia a Cuba, fuimos a ver a unos amigos nuestros acá en Santa Cruz. Son una familia amiga de la nuestra.
Ya en casa de ellos, la sobrinita rusa de mi hermano por primera vez en su vida vio un guanajo. Estaba en el corral, orgulloso, erizado de plumas, grande y esférico. Andaba pavoneándose entre sus guanajas y, moviendo la cabeza a los lados, decía: ¡brlbrlbrl!
La sobrina de mi hermano se quedó impresionada con el ave. Me acerqué con ella a la jaula, y el guanajo nos dijo: ¡brlbrlbrl!
Entonces yo también moví la cabeza a los lados y dije: ¡brlbrlbrl!
El guanajo me miró de reojo y respondió en idénticos términos: ¡brlbrlbrl!
La familia de mi hermano y la de nuestros amigos se rieron.
Después de repetir el intercambio de réplicas, me impresioné: no sólo lograba establecer perfectamente comunicación con el guanajo, sino que decíamos exactamente lo mismo. Es decir, no sólo había diálogo, sino también consenso.
Me entusiasmó esa experiencia, y me puse optimista respecto al diálogo y al consenso. Lo lográbamos saltándonos la barrera de las especies: una afectuosa comunicación antiespecista. Si era posible entre especies distintas, ¡más lo sería entre humanxs del mismo país!
Desde ese momento, cada vez que visitaba a mis amigos, me acercaba a la jaula del guanajo y le decía: ¡brlbrlbrl! El respondía: ¡brlbrlbrl!
Hace unos días fui, y el guanajo no estaba.
Pensé que quizás haya emigrado. A lo mejor salió volando por los cielos, rumbo norte.
Esa variante no me preocupó: cada vez hay más cordialidad entre quienes vivimos en Cuba y la emigración. Era perfectamente posible para mí establecer con el guanajo la misma comunicación que antes, esta vez a través del estrecho: después de todo, Internet ya se inventó, Skype también, y sólo falta que nos activen el famoso cable para hablar por banda ancha con el guanajo. Deberé buscarlo por facebook, pensé.
Mis amigos me invitaron a pasar y sentarme a la mesa, ya que estaba convidado a una comida. Ofrecieron un arroz y una deliciosa carne como de pollo, pero más seca.
Lamenté que el guanajo no estuviese allí a la mesa, compartiendo con nosotros.
Publicado en Havana Times.