Entrevista hecha por el Observatorio Crítico a Ramón García Guerra
OC: Ramón, ¿cuáles han sido tus preocupaciones, qué has estado haciendo los últimos 10 años?
RG: Quizá no fueron tantas sino apenas una la preocupación que durante esta década me ha traído en ascuas. Y no es complicada la cosa.
Cumplí mis 40 años de edad en el 2000. Pensaba que mis 27 años –según un poema de Roque Dalton– debían ser los peores. Pero no, han sido los 40. Entonces me hice por el camino decenas de preguntas que he tratado de resolver sobre la marcha. Todas se referían a qué vida prefería hacer y donde sería posible hacer aquélla. Confieso que hice un gran esfuerzo para que no me dañaran la autoestima, pues me contaba entre los sobrevivientes de los difíciles años 90s. Cuando se quiere en Cuba “rectificar” se buscan chivos expiatorios para hacer el corte definitivo e iniciar la nueva aventura. Entonces me percaté que mi suerte era compartida por millones de cubanos y que aparecía en todas las fotografías del proceso en cinco décadas. Pensar en mi situación era pensar en una sociedad. También en aquella fecha se cerraba el ciclo histórico de cierto modelo de sociedad.
Meditaba sobre la sociedad. Comentaba mis hallazgos. Participaba de los debates… Sucedía con mis amigos lo mismo. Mientras que aquel pequeño alud ganaba en tamaño y rapidez al ir cuesta abajo. Faltaba un poco de coraje… y algo de táctica –decía Roque Dalton.
Somos hoy muchos.
Decidí rescatar un proyecto intelectual que había dejado a medias.
Empecé dando clases de sociología política y sociología de la cultura en la Universidad. Y en buena medida los debates que iniciamos con la Cátedra Haydée Santamaría en los parques me fueron dando una visión de conjunto sobre la realidad cubana, así como acerca de la complejidad y los desafíos que significaba apostar por el cambio. Después estas inquietudes se han convertido en angustias. Porque tomé conciencia de que la situación de incertidumbre hace presión para que se restablezca el equilibrio que sostiene a la sociedad sin que ocurra todavía una ruptura radical con el pasado. Como nos pasó en 1997 al articularse cierto pacto social. La vieja burocracia del Estado asistencialista se encargó en distribuir los ingresos que producía una economía mixta a manos de la nueva burguesía. Pero adoptar esta política liberal-burguesa trajo consigo males peores. Siento que a veces nos enredamos en negociaciones ridículas con los lebreles del status quo.
Convendría que estemos en guardia ante los chantajes emocionales que aluden a nuestro amor a la patria, que afectan nuestras lealtades políticas, etcétera.
Sucede que nada se conserva hoy en el lugar de origen.
Los campos semánticos han variado muchísimo con la emergencia de una nueva sensibilidad de época que hace obsoleta toda historia anterior a 1989 para dos tercios de los cubanos.
Quisiera que la entrevista no produjera “daños a terceros”. Por eso me refiero solo a mi experiencia en esta primera década del siglo XXI. Pero espero se percaten de cuántos han estado involucrados en estas historias que cuento.
Exigimos jugar limpio.
¿Cuántos delitos han cometido contra mi persona que no denuncié para no desviar la atención de lo decisivo en esta batalla? ¿Qué más podría hacer la policía política del régimen contra mi persona que no hubiera hecho antes?
(“Sabéis que no es por odio”, habría dicho Aimé Césaire en lugar de ellos.)
Deberíamos de hacer ciertas preguntas acerca de los resultados de la política que ha adoptado el Partido ante un intelectual crítico que ha ofrecido clases en dos universidades de la capital a cientos de estudiantes por casi una década, –incluso, que llegó a integrar el Instituto de Historia de Cuba, adscrito a su Comité Central–; que ha obtenido un amplio reconocimiento regional a partir de su trabajo académico y su actividad política; que ha logrado no poca relevancia en los debates sobre los destinos de la sociedad cubana, etcétera. Estamos ante la crítica de un individuo que fue contagiando a saltos a toda la sociedad. Ya no es uno, sino son miles. Siendo un proscrito este intelectual han acabado por afectar la legitimidad de un régimen que se muestra incapaz de dialogar. Felizmente gozo de buena salud y hace algún tiempo que estoy a la ofensiva.
OC: Eres veterano de la Guerra de Angola. Cuenta por favor algunas de las experiencias relevantes de aquella contienda. ¿Cómo te marcó? ¿Cómo valoras hoy el involucramiento cubano en África y en otras tierras?
RG: En un artículo mío, breve: “Os digo que está loco: es de confiar” (Kaos-Cuba: abril, 2010), revelé cómo se articulan mis ideales políticos a partir de la poesía de Roque Dalton. Encontrarme con las verdades de “Taberna y otros lugares”, frente a aquella situación límite y con apenas 18 años de edad, te confieso, resultó algo más que una lectura sosegada de un texto poético.
Durante dos años y medio (1978/1980) llevé conmigo el AKM y este libro de Roque.
Sería una larga historia la mía y poco “heroica”. Más bien me metía primero en líos para después salir ileso. Y más extenso será el anecdotario que contiene esa historia. Lo que sí podría decir es que Luanda era una prieta hermosa aún en medio de la guerra. (Contrario a la estética de la Benetton, claro está.) Imagino que también la reina N’Gola Bandi debió ser bellísima en su tiempo.
Hace un año atrás me encontré con el jefe de mi pelotón en la calle y tenía una pregunta que hacerle al hombre. (Pregunta que esperó más de tres décadas.) Enviáronme a todas partes por largos períodos de tiempo en donde el peligro era mayor. Recién estaba de vueltas y me remitían a otro lugar. Difícilmente logré estar en Luanda más de tres meses. Esta vez Castro, el jefe, me dijo: “Eras un joven iracundo que no acataba la vida militar. Dejarte más tiempo en Luanda te hubiera traído mil problemas que de esta manera te evitamos”.
Lo que hoy debo agradecer es aquel larguísimo tur por el África profunda. Conviví dos tercios del tiempo con grupos étnicos… Pueblos con culturas de vida diversas. Dotados de visiones del mundo que cinco siglos de humillación no han podido ni torcer ni vencer. Desearía tener más tiempo para hablar del tema. Trabajamos en un proyecto que nos devolverá a este universo. La tarea por cumplir es ardua. Porque la visión que tenemos de África es racista y ofende en su integridad a estos pueblos. Consultemos los textos escolares actuales, los temas en la agenda de los medios, etcétera.
Durante dos décadas he preferido esta imagen antes que recordar los horrores de una guerra. [Aunque hoy todavía me comporte como si estuviera en medio de una selva. (El paso del depredador es más suave. Aprendimos a escuchar los silencios…) Y en cierta medida todo confirma esta actitud en la realidad.] Pero este nuestro belicoso mundo nos obliga a retomar esta memoria.
Descarto la retórica del pacifismo al abordar la cuestión. En tal sentido nos habla el sociólogo boricua Nelson Maldonado-Torres de la no-ética de la guerra. [Cosas que eran admitidas antes en la guerra pero rechazadas en la paz, que pasan hoy por normales sin estar en una situación bélica.] Debatiendo este asunto he abogado por frenar al imperialismo con el empleo de estas armas: la no-ética de la guerra. Pero admito que es insuficiente con trazar un límite. Reservarle un espacio de legitimidad a la guerra es ominoso.
Explica esto que califique de fallida la crítica de Hanna Arendt en contra de Frantz Fanon. Crítica que está fundada en una tesis: “violencia crea violencia” –según la opinión de Arendt–. Pero la tesis en cuestión nos revela la mitad de la verdad. Los actos de violencia –política, epistémica, etcétera– son datos de la realidad. Tiene la violencia dos caras: son actos de dominación y/o actos de rebelión. La realidad es más violenta en tanto la alienación del ser humano se hace mayor.
Fanon nos ofrece otra visión del asunto: Los dueños de todo no renunciarán al control del mundo y dejarán sin alternativas a los condenados de la tierra. Negándoles así la “transición” hacia un estado de libertad. Entonces los actos de rebelión deben ser entendidos como actos de fundación de otro mundo… sin guerras.
OC: Insisto… ¿Cómo valoras hoy el involucramiento cubano en África y en otras tierras?
RG: Perdón, me disocié. ¿Qué hace un cubano en otras tierras del mundo? Esta es una pregunta muy buena. ¿Imaginas cuál sería la respuesta de Pablo de la Torriente Brau?
Como bien dijo alguna vez un Fernández Retamar: “Porque no pude ser soldado de Bolívar”.
La cuestión no está en la política africana que adopta el Gobierno cubano, sino en insistir en aquella visión geopolítica que nos condujo a la guerra. (¿Tricontinental?) Pero que nos trajo de vueltas al cesar la Guerra Fría.
Estamos ante unas líneas de frontera que se extienden hacia el interior de la sociedad.
Consideremos ciertos déficits ideológico-culturales de la Revolución cubana al respecto.
Ante todo, la relación cosificada entre el Estado y la sociedad, que se estableció en Cuba durante el obrerismo en las décadas de 1970 y 1980, –siendo esta una extensión de la Ley del Valor a la vida política– ahora es adoptada como fuente de autolegitimación en el contexto regional y mundial. Entonces el Gran Hermano nos dice:
—“Como te dimos de ‘gratis’ educación y salud estás obligado a acatar y a cumplir. Y no olvides, además, que no existe otra alternativa que la de nuestra política”.
Esto es totalmente falso. Porque el sudor del pueblo trabajador se hace gasto público. El dinero que invierten es el nuestro. Exigimos que adopten la mayor transparencia posible en materia de gestión de gobierno.
Luego, la visión sacrificial que asumen los políticos en Cuba empeora tal estado de cosas. Lo que se sacrifica en tal caso es la integridad del hombre de carne y hueso que ahora se entrega en una causa mayor. Un montón de cubanos se sienten “colgados de la brocha” en este instante. La gran Causa a la que entregaron sus vidas se olvidó de ellos.
Sobre este último aspecto hablé en un evento de homenaje a Frantz Fanon que organizó la Casa de las Américas en el pasado mes de octubre. Particularmente cuando me referí a la figura del marginal que aparece en el filme: “De cierta manera” de Sara Gómez. Lo que no dije allí, –para no estropear el buen ambiente del evento– entonces, sería la ceguera que produce esta política. Una política claseobrerista que invisibiliza al racismo.
Mientras no eliminemos tal ceguera, –y esta es mi respuesta a tu pregunta–, nuestra visión de África seguirá siendo racista, para acabar así negándonos a nosotros mismos. Exactamente, siendo presos de la condición colonial que diagnosticaba Fanon en “Piel negra, máscaras blancas”. No hay otra salida. “Cuba debe asumirse tal cómo es”, nos advertía Darcy Ribeiro.
Y para deshacer estos entuertos hemos de desmontar en piezas la realidad.
Tenemos la lógica cosificada del capital que se fusiona con la razón sacrificial de Estado. Y como resultado se logra un capitalismo de Estado. Cuando estos dos elementos salen de la ecuación, para tratar de recentrar a la sociedad sobre sí misma, entonces, el ajuste de las restantes piezas en la misma –para ser integrados estos al nuevo mecanismo social que ahora debemos de rehacer– acaba por cambiar la filosofía que sostenía al modelo anterior. Este es un camino que estaría por ser andado. Así de simple es todo: Cuando nos liberemos del racismo, y sólo así, será posible rescatar –junto con la presencia de África– nuestra integridad perdida del ser nacional.
OC: ¿Cómo caracterizas la situación cubana actual?
RG: Apasionante, revolucionaria… Digámoslo con una palabra: Excepcional. (Sobre todo para los jóvenes que no superan los 30 años de edad.) Esto me hace recordar el drama del zapador que deshace una bomba.
Los ajustes que realiza el Gobierno son inmensos y exigen una sincronía de detalles, pues se corre el riesgo que cualquier fallo desate un mecanismo de conteo regresivo que haga fracasar no sólo las reformas. Los cambios son tan radicales que sería difícil señalar continuidades entre el modelo de sociedad actual y el que desean construir.
Particularmente el dilema se presenta a nivel de proyectos de vida personal y colectiva hoy mismo. La gente se dice: ¿Qué hago para resolver los tantos problemas que tengo encima? ¿Podría con un salario construir la casa de mi familia? Más de tres cuartas partes de los capitalinos no logran sino adquirir una reducida canasta familiar. Nada de calzado o ropas. Los estilos de vida personal que antes “funcionaron” no tienen sentido alguno hoy mismo.
Los desafíos que se presentan ante la creatividad popular no tienen parangón en la historia. Pero en materia de gestión de gobierno nos ocurre lo mismo.
Puede ser desalentador el mapa: Las tasas de inversión son bajas (11% del PIB), las fuentes de financiamiento son escazas –bajo la presión de sendas deudas: ambas de 12 mil millones de dólares (la externa) y pesos (la interna)–, un altísimo grado de obsolencia de la planta industrial, los suelos degradados y/o estériles (30% de la superficie de cultivo), el déficit de viviendas de un millón –casi un tercio de las familias sin un techo propio–, casi dos millones de personas que quedará sin empleo (33% de la fuerza laboral del país), etcétera.
¿Quién se atreve a apostar por aquellos que nos trajeron a este estado de cosas? ¿Serán ellos capaces de dar solución a este dilema? Y si se pierde la capacidad de agencia en la sociedad, ¿en manos de quiénes estarán los cambios y qué sentido tomarán estos últimos?
La cosa no es dejarle a los que saben “hacer política” los destinos de un país. Mario Castillo nos invita a autorganizarnos en todas partes: barrio, escuela, taller… El campo de iniciativas de tipo individual y/o colectivo que las reformas irán abriendo es amplísimo y significan un desafío a las formas asociativas actuales en la sociedad. Debemos de aprender a hacer empresa, adoptar otras formas institucionales y métodos de gestión en la economía, etcétera. Como dice el argot popular: Esto, lo que tiene de bueno es lo malo que está.
Conoces del esfuerzo que hemos realizado por situar la problemática cubana en el continuo del proceso histórico de las últimas cinco décadas. Estar a la altura del momento actual nos obliga a conocer el potencial de la época. Vivimos al borde de una transición que se inició en 2001. Estamos por concluir un “período especial” que comenzó en 1989. La década de 2010 tendrá por contenido la institucionalización de un modelo de sociedad que está en proceso. Después de 2020/22 esta etapa de creatividad irá poco a poco yendo a menos.
Encuentras por todas partes a gente “aterrizando” en la realidad con recetas de cómo organizar la sociedad. Dentro de los socialistas se hallan: demócratas, autogestionarios, comunitarios, institucionalistas, humanistas, libertarios, etcétera. Pasaremos de inmediato a las adscripciones en diversos proyectos de sociedad. Todavía se acepta por referente al proyecto que nos ofrece el Partido.
OC: Has estado publicando en los últimos 5 años en diversos medios digitales, y sé que tienes en punta dos libros de textos tuyos que pronto –Dios mediante- saldrán a imprenta. ¿Cuáles son tus contribuciones más significativas –según tú mismo- al debate y la investigación social?
RG: La serie a que haces referencia la integran cinco libros. Tres de ellos están ya listos. Todos se ocupan de la Cuba post-1959. Quizá están escritos éstos en un lenguaje que puede resultar difícil para muchos. Armando Chaguaceda, en cambio, no haya una dificultad en ese estilo. Son libros que problematizan la vida en Cuba.
La cosa había comenzado algún tiempo antes, como parte de mi ejercicio docente en la Universidad. Porque el aula era un espacio de debates sobre temas que hacían el guión que orientaba las clases. (Programa de la asignatura.) Intentábamos producir nuevo conocimiento de manera colectiva. Empleando estos métodos uno llega a aprender mucho de los “alumnos”. Pero cada clase se convierte en un desafío para todos. Después han estado los debates en la Cátedra Haydée Santamaría, junto a colegas que se posicionan frente a temas complejos desde una perspectiva analítica que responde a matrices teóricas y metodológicas diversas, las que acaban por justificar otras tantas lecturas.
La cuestión era escribir, publicar, debatir… para lograr la resemantización de la cultura.
La mala suerte es –dice la voz popular– tener un chino detrás. Pero el mío está delante y me había dicho: “Escribe, no te detengas. Ya sabrás después qué hacer”.
Saliendo de un panel de reflexión que ordenó la Sociedad Arnulfo Romero, en donde ofrecí a debate una lectura completa del proceso histórico de la Revolución cubana, ese gran amigo que es Juan Valdés Paz me dijo: “Tienes una idea bastante exacta del proceso y de la sociedad. ¿Por qué no escribes sobre el tema?” Y le puse ganas a la obra.
Siempre supe que la batalla no se reducía al punto de la agenda que nos tocaba debatir en ese instante. Entonces me fui trazando un plan de escritura. Como si fuera situando piezas en un rompecabezas hasta arribar a la imagen total de la realidad. En verdad el plan era ambicioso y aún no disponía del material necesario para completar el trabajo. Durante casi una década he ofrecido más de diez asignaturas en no menos de cinco carreras. Desempeñé los puestos de profesor en sociología, teoría de la comunicación social, historia nacional, antropología y filosofía en este período. Quizá explica esto mi acercamiento a los estudios culturales.
El lector hallará en un primer libro cierto enfoque cultural del proceso político. Mientras en un segundo libro se encontrará con una manera algo heterodoxa de practicar los estudios culturales. En un tercer libro, sin embargo, parece más evidente el análisis filosófico y/o antropológico-político de las cuestiones que se debaten en el mismo.
Desde luego, en estos libros no me detengo a hacer ciencia sino a debatir temas polémicos casi con un cuchillo en la boca. Siempre cito de memoria. Aunque esté el libro al alcance de la mano.
Cuando se visitan los textos se advierte una intensión poética que hace recordar a muchos aquel poema-collage de Roque Dalton: Un libro rojo para Lenin (La Habana, 1970/1973).
Características estas que hacen de estos libros –nos advierte Chaguaceda en un epílogo– textos de difícil ubicación en algún mapa literario. Pero hay más. Entretelones, ¿cómo se articula el texto? El dilema de construir un texto que lanzaría contra la pantalla de internet para la divulgación entre lectores sin acceso a la WEB, me obligó a estudiar los hábitos escriturales de una clase media estatizada que por su puesto sí tiene ese acceso. Cuando es largo e interesa un texto, el mismo se imprime y luego circula. Entonces traté de hacer cohabitar el debate político, el análisis histórico y la teoría social en estos textos.
Tómense este análisis como hermenéutica que facilita la lectura de los mismos.
Faltaría por definir mis ¿”contribuciones más significativas”? al debate y la investigación social que se produce en Cuba.
Pensé en algunos más, pero sólo hablaré de tres “aportes”.
Invito a ojear estos libros. ¿Quién habla de socialismo libertario entre cubanos? Desde el 2001: Ramón García. Después de 2007, por ejemplo, hemos visto a Alfredo Guevara abrazar estos ideales. (Lo cual da prestigio a la causa.) Desde 2001, además, realizo estudios poscoloniales y subalternos sobre la sociedad cubana. Diez años después ha crecido el manejo en los medios intelectuales cubanos de estas matrices teóricas con cierta soltura. Hasta hoy nadie se ocupó de las temáticas que abordan mis libros ni empleó los enfoques que aparecen en los mismos. Nadie ni dentro ni fuera de Cuba.
Todo eso se puede decir de mis libros. Debería hacer énfasis, en cambio, sobre otros aspectos más densos en aquéllos.
Lo más relevante ha resultado ser el cambio epistemológico que hemos adoptado. Pero no sólo eso, no. Los temas, los enfoques… hasta los giros lingüísticos en estos textos, incluso, son un tributo y se deben al universo de los “condenados de la tierra” de que habló Frantz Fanon. Estos son textos que hablan desde el mundo de aquellos que se hallan en el fondo del caldero. Y como la ciencia más ortodoxa no se acomoda a aquel mundo, entonces, hemos ido en busca de la poesía. Extensos y estériles ejercicios retóricos han sido convertidos en simples dibujos sobre cartulina. Estos no son los mejores, pero para empezar está bien.
Después de una década de participar en los Debates de Últimos Jueves –tal vez el foro más importante que existe en Cuba– nadie se imagina estos sin la contribución de Ramón García en aquéllos, además.
OC: ¿Qué crees de las reformas económicas que se llevan a cabo en Cuba?
RG: Las reformas… ¿Cuál es mi opinión sobre éstas? Conciso, te digo: Técnicamente son correctas. Políticamente son erráticas. Significa esto, que puede ser perfecto el algoritmo que justifica a las mismas; pero que, como proceso, dichas reformas nos están conduciendo hacia un callejón sin salida. Podríamos sólo advertir esto y remitir al lector al montón de artículos en donde discuto el tema. Hagamos dos propuestas al respecto:
Propuesta 1. Defendemos como alternativa un modelo de economía a escala humana de bajo impacto ecológico. Exigimos centrar a la sociedad sobre sí misma. (Porque somos rehenes del mercado mundial.) Considero que frente a ambas exigencias fallan las reformas por miopía política.
En verdad no tendría que hacer un gran esfuerzo para refutar esta política errática.
Cuando me detengo a analizar el concepto de revolución que el compañero Fidel Castro ha esbozado en un discurso –prédica que hallo en cientos de posters por toda la ciudad–, me percato de toda la importancia que otorga aquél al esfuerzo propio en la solución de los problemas que enfrenta la sociedad. Y hablo de alguien que califica a la dependencia como el peor enemigo de una nación.
Lo que ahora objetamos es la visión neodesarrollista que se ha instalado en Palacio. Imaginan que para modernizar al país les bastaría con replicar la experiencia de Corea del Sur, por ejemplo. Encontraron la grieta por donde trepar en la escala hacia el Primer Mundo. Las puertas se habían cerrado en las décadas de 1960/1970. Pero hoy vuelven a abrirse. Lo que no discuten son las metas. Esto es: la idea de “desarrollo” que adoptan y que tratan de llevar a cabo.
Propuesta 2. Planteamos que la vigencia del valor en la transición al socialismo puede ser reducida si la economía es fundada sobre los valores de uso de aquellos bienes y servicios que participan de esta última.
Confieso que me cautivó el trabajo de las amigas Focolares que han apostado por una Economía de Comunión en Libertad. ¿Economías en Cuba que se basan en el amor? Sí, mira: Pocos son los países en el mundo que hallan las condiciones para fundar una Economía de Comunión en Libertad. Tenemos tres fuentes al respecto: a) trabajo doméstico sin retribución salarial; 2) economía de remesas, y 3) fondos estatales destinados al consumo popular. Todas estas fuentes son economías no regidas por el valor. Propongo hacer un experimento en la sociedad.
Empecemos por aquellas 27 ciudades pequeñas (20,000 a 30,000 habitantes) más próximas a esta experiencia de economía en comunión.
Constituyamos solo tres instituciones en cada ciudad: un observatorio comunitario, un taller de creatividad popular y una consultoría empresarial, cuyo trabajo sea articular y realizar un Programa de Desarrollo Endógeno de la Comunidad. Estimamos que en apenas dos años la Economía de Comunión en Libertad lograría un producto de 1,8 miles de millones de pesos y podría estar integrada por medio millón de cubanos. (Escasamente un 4,4% de los cubanos.) Precisamente, para cumplir con espíritu socialista-libertario aquel proyecto que ahora mismo echa adelante el Partido.
Vamos a redondear lo dicho.
Primero, califico de liberal-burguesa la distinción que hacen los Lineamientos entre las economías de tipo estratégica y ordinaria y advierto que ahondan la fractura que padece la sociedad.
Segundo, reducir la iniciativa popular en la fórmula “empresas no-estatales” nos conduce a un “socialismo mercantil salvacionista” que sería heredero de los imperios coloniales ibéricos del siglo XVI. Impedido de saltar sobre el mundo, esta mala estirpe va a rebotar contra la nación.
Tercero, la política de negar estas economías de comunión hará menos socialistas a las reformas, así como tal actitud significan el acta de capitulación ante la economía de/con mercado.
Definitivamente, lo que en Cuba ha fracasado no ha sido una economía que se funda en el amor sino la visión cosificada de la misma. Como ves, hablo de forma concreta de la economía del trabajo doméstico, las remesas y los fondos sociales –omitiendo al voluntariado, etcétera– capaz de movilizar un monto de relaciones y de recursos muy superior al logrado por el PIB cubano.
OC: ¿Cómo ves el futuro de Cuba?…
RG: Esperando por aquello qué haremos hoy mismo.
OC: ¿Y el tuyo?
RG: ‘Presente’ es acaso una realidad que aplasta al ‘futuro’. Un bien ausente o en fuga. La realidad que resulta del presentismo nos conduce a la confirmación de un Estado burocrático policial que será responsable de la autofagia de la sociedad. Como aquel personaje de Borges: “Funes el memorioso”, –quién habitaba todos los tiempos desde un presente infinito– estamos incapacitados para representarnos el “futuro”. Lo que ocurre a diario es patético. Imaginería febril que es confesión del estado de alienación. Sobre esta alfombra sería imposible hablar de escenarios que puedan darse en la realidad. Estamos ante un juego aleatorio que resulta del fracaso del ancie regime.
Esto que digo es para meterse un tiro en el cráneo. Sólo que antes de apretar el gatillo te pido me permitas decir algo más.
Ciertamente, la gente se mantiene a la espera del restablecimiento de cierto equilibrio que le permita reconstruir sus vidas, mientras que el poder confunde esta actitud con una reivindicación tipo pan-y-circo. Minorías son los cubanos que han hecho conciencia acerca de cómo hemos llegado a esta infamia. Menos son los que tienen ideas claras de qué pasa en el país. Y sobre el futuro ¿qué decir? [Advierto, en tal sentido, sobre el silencio que hacen los Lineamientos del Partido acerca del “hombre nuevo”.] Vemos en la realidad, en cambio, el choque “espontáneo” de fuerzas: donde el “imaginario radical” se haya bloqueado por la “sociedad instituida” –sigo a Castoriadis en esto–. Quizá esto explique cómo las ideas libertarias han ido abriéndose a toda la sociedad.
No será ideológica la lucha, sino afectiva. Frente al sentido común que apuesta por un modelo de/con mercado se haya la presión popular que exige una solución justa al dilema. En la medida que la ruptura se impone a la transición en medio del proceso de cambios, ocurre cierta convergencia entre la presión popular y el imaginario radical de la sociedad. Mientras la una pide celeridad en los cambios, el otro exige radicalidad en los mismos. Estado de cosas que hace de la situación actual una bomba de tiempo. En medio de tal estado de cosas te apareces con una balada y suena la corneta del “apaga el tabaco, bróder”.
[Lo que antes hemos dicho en tantos artículos y debates sobre los escenarios posibles que emergen o se encuentran en estado de latencia en la realidad, entonces, significa la negación de la “acción consciente de masas” de que hablaba el Che Guevara.]
Entonces me pones en medio. ¿Qué hago yo en todo esto? ¿Cuál será mi destino al final? Debería de consultar un babalao.
Amigo, te digo: medito en todo lo que dices a diario. ¿Qué hago? Tengo más de una opción. ¿Vendo oro –FOB o DAF Sierra-Leona o Ecuador– al precio del 10% por debajo del FIX de Londres o, en cambio, me ocupo en fundar el Colegio Afrika en esta ciudad? ¿Construyo una marina en Boca del Toro (Panamá) o trabajo por la creación de una Economía de Comunión en Libertad en mi país? Puedo hacer de una vez todo esto. Dejo de buscarme más líos. Acaso me gradúo de hijoeputa para ni sufrir. Sabes qué… Confieso se me hizo tarde para cambiar. Cuando pude ser ministro o gerente, –como compañeros míos– opté ser quien soy hoy. Escuché decir a Galeano en una ocasión: “qué importante es no ser importante” y esto me salvó la vida. ¿Qué digo? Calculo me iría mejor si en Cuba se sigue la ruta del capital. Lo sabe un montón de gente. Pero no sería yo aquél.
Mañana haré todo aquello que dije antes. (Sobre todo si esto, insisto, sigue la ruta del capital.) Entonces diré a la salida de un Café, ante un espejo, –como aquel León del poema “Aclao en París” de Juan Gelman–: “¡Las cosas que he tenido que hacer para vivir!”.
OC: Puedes comentar sobre tus búsquedas intelectuales… ¿Cómo el Ramón investigador convive con el Ramón poeta?
RG: Empiezo por decir que no soy ni una cosa ni la otra. Pero no puedo negar que constituyen un gran placer en mi vida.
Pero sé qué crea esta confusión no solo en ti sino en todos. ¡Poeta fue Tagore!
Sinceramente, no me imagino un poeta sin aquel espíritu indagador que conduce a la “resurrección de todas las presencias” de que hablaba Octavio Paz. Tampoco me imagino un antropólogo, por ejemplo, que cruza indiferente ante los mitopoemas de los pueblos. Existe una sociología que entiende la sociedad como un constructo social: es decir, como un acto de creación. Los poetas de la segunda mitad del siglo XX en América Latina se resisten ante una poesía que apenas es “letras negras sobre página blanca”. Podríamos hacer este viaje de ida y vuelta mil veces. Otorgo el status de saber a la poesía (Casal). Confío en la poética de la ciencia (Martí).
Pongámosle una tarea “científica” ante la poesía. Exijámosle que instale el tropo poético en los predios del “tercer espacio” de Bhabha. (Tercer espacio crítico… Como lo es el bolero.) Entraríamos en el universo de lo inefable. Planteemos ante la sociología un desafío “poético” y ésta nos entregará un libro: La invención del cotidiano (de Michel de Certeau).
Poesía y ciencia: ¿Daríamos por resuelta la ecuación? Faltarían por contar los anillos de Saturno: Poesía y política.
También hay un amor difícil entre políticas y poéticas que hemos de vencer. (Un caso paradigmático: Roque Dalton.) Porque la poesía tiene una “función política” que debe de cumplir. [Pongamos por muestra mi artículo: “Tienen la palabra los poetas” (Kaos-Cuba: mayo, 2010).] Pero este no será un encuentro feliz en todos los casos. Encontramos, en tal sentido, obras que desdicen al autor: por ejemplo, Vargas Llosa. (Después de “La ciudad y los perros”.) Encontramos de regreso al sentido performático propio de la acción política.
Intento hacer que se entienda ese otro espacio en que me muevo. Sucede que al integrar en el análisis un montón de saberes me distancio de la ortodoxia que marca la ciencia. Y lo que ésta no reconoce ha de ser “poesía”. Quizá sea ambas cosas –poeta/investiga-dor–, pero no alguno de ellos. Desde luego, no sería el primero en el género.
Creo que asumí tal condición al revés de otros. Pienso en Raúl Hernández Novás. ¿Cómo logran cohabitar el poeta y el investigador sin molestias en la misma persona? Esta sería una pregunta para Novás. (No para mí.) Para mí tal condición es una pieza. (Como el da Vinci.) Palabras raras han inventado para definir la condición postmoderna del intelectual en este cambio de época sin obtener gran cosa. Poscrítica, transdisciplinariedad, etcétera. Dentro de esta lógica de pensamiento me muevo a diario. Yendo en contra de aquella visión metafísica que padece la ciencia y que reduce en esta última su status de saber. Entonces no seré ni éste ni aquél. Definitivamente, seré un intelectual-otro heteróclito en “duelo”.
Espero un nombre. (Mientras tanto me llamo Ramón.)
Sugiero que consideres mi trabajo intelectual frente a aquellos casos concretos en donde la ortodoxia no tenía una solución. Particularmente, hablo de un libro mío: Escritura y oralidad. Las clases sociales (1959/2001). [Mención en el Premio Andrés Bello de Ensayo 2005.] Sería el caso en donde la carencia de estudios sobre la función elocutiva del lenguaje en el proceso de creación de la nueva sociedad (proceso político mediante) me obligó a considerar las poéticas de Luis Rogelio Nogueras y de Raúl Hernández Novás, cuando entran en duelo con la oralidad/pueblo y la escritura/poder –respectivamente– para revelar la performatividad del habla popular y/o la retórica ontoteológica del poder en Cuba. Un estudio que parece un análisis literario cuando en verdad será un debate político sobre la sociedad.
Siento que complico las cosas. Pero no son simples: ¿qué hacer?
OC: ¿Cuáles son los problemas de las academias cubanas de hoy? ¿Y en América Latina? ¿Qué pasa con los espacios de debate en nuestro ámbito?
RG: Lo dice Aimé Césaire así: “Detesto los lacayos del orden”. Los déficits que advierto en el mundo académico cubano se deben al proceso de institucionalización del mismo en medio del Estado obrerista de las décadas de 1970/1980. Explicaría esto, por ejemplo, que todavía el autoritarismo sea la política.
Conoces la triste situación que afecta a los programas de estudios en la educación superior, las agendas de investigación en los institutos, el tipo del periodismo en Cuba, etcétera. Padecemos una política de despolitización que convierte a los centros de investigación y docentes del país en instituciones infames. Tenemos la libertad de saltar alegremente dentro de la jaula inventándonos temas que omiten las problemáticas reales que perturban a la sociedad. Desde luego, hemos de ser disciplinados al ejercer esta liturgia. Espanta el decir la verdad. ¿Quién debe ser responsabilizado por tal estado de cosas? Empecemos por denunciar al aparato ideológico del Comité Central del Partido. Terminemos por revelar la labor perversa que han cumplido los órganos del Ministerio del Interior en estas últimas cinco décadas. Finalmente, ¿queda fuera de sospecha el propio régimen? Patética nuestra realidad.
Ejercemos una “libertad entrecomillas” que resulta denigrante. Pareciera haber sido pensada para este momento aquella demanda del Che Guevara: “Falta un mecanismo ideológico-cultural que permita la investigación y desbroce la mala hierba –decía en él “El socialismo y el hombre en Cuba” (1965) – tan fácilmente multiplicable en el terreno abonado por la subvención estatal”.
El dilema de América Latina es la privatización de los centros de educación superior. Lo cual se suma a la precariedad en materia de fondos. Excepciones han habido. Desde la CEPAL hasta CLACSO. Desde luego, hay que contar con el refugio que significan las academias del “norte revuelto y brutal” para los intelectuales de los países de la región. No sería difícil de advertir la americanización actual de estos institutos en el Continente. Las clases oligárquicas en América Latina tenían instituciones como el Ateneo de Caracas, la Casa de la Cultura del Perú o el Colegio de México, por ejemplo, que eran confirmación de su control ideológico-cultural en el ámbito nacional. Prestigiosos centros culturales. Después de la ofensiva neoliberal todo ha cambiado. “Educados para el autodesprecio mutuo” –decía Eduardo Galeano– practicamos el hábito de “escupir al espejo”.
La función del intelectual en Latinoamérica es reducida a la reproducción de un consenso construido por bloques hegemónicos asociados a los aparatos ideológicos del “imperio americano”. La tarea del intelectual en Cuba, curiosamente, resulta la misma. El pacto acordado entre Estado e intelectuales desde finales de la década de 1990 fue actualizado en el último Congreso de la UNEAC. Los centros de investigación y docentes han sido intervenidos por “tartufos que secuestran la soberanía”. Los foros de debates se practican bajo una política de terror. ¡Esto es FASCISMO, bróder!
Entonces, dime: ¿Puede salir algo bueno de este estado de cosas?
OC: Ramón, te consideras un crítico de la colonialidad del saber… ¿Qué piensas de las perspectivas para el mundo, en las marcadas diferencias económicas y de conocimiento?
RG: No. Puede esta respuesta mía crear confusión en muchos. Porque he sido el mayor defensor de estas ideas en Cuba. Porque la mitad de mi trabajo se argumenta a partir de aquellas tesis que los poscoloniales y subalternistas han ofrecido a debate.
En cambio, me siento más próximo al pensamiento de la liberación: pedagógico, teológico, filosófico, sociológico… que se produjo antes en América Latina. Porque mis “dolores de cabeza” se parecen muchísimo a los que enfrentaron los intelectuales en las décadas de 1970/1980. Dictaduras oligárquico-militares… autoritarias. ¿Qué será sino un Estado burocrático policial como el nuestro?
Los estudios poscoloniales y subalternos en las Américas –incluido el giro decolonial más reciente– nos facilita el trabajo de construir una sociedad más inclusiva (sociedad abierta y libertaria) para superar el estado de balcanización que padecen los cubanos. [Incluido en este esfuerzo el rescate de los precursores de los estudios subalternos en Cuba: Nicolás Guillén Landrián y Sara Gómez. (Quiénes en mucho se anticipan a los estudios actuales.)] Confieso, en tal sentido, mi afinidad con cuerpos de pensamiento como los de Aníbal Quijano (colonialidad del poder) y de Ramón Grosfoguel (giro decolonial), así como con trabajos de intelectuales como Nelly Richard, Adolfo Colombres, Alberto Moreiras… Estamos por construir una sociedad abierta y libertaria entre cubanos. Todavía hay mucho por hacer en este terreno. Lo mejor que ha sucedido entre los poscoloniales ha sido la solución de continuidad entre estos debates y aquellos de los libertarios en las décadas de 1970/1980. [Un caso paradigmático: Orlando Fals Borda.] Esperamos un debate sobre la colonialidad del sentir hoy ausente. Debate que hallaría en los estudios culturales en Latinoamérica un material de inestimable valor teórico, heurístico y político.
El dilema se refiere al ejercicio de la crítica desde la perspectiva de quiénes hoy sufren en el fondo del caldero. [Insistimos en un principio: Socialismo es antónimo de exclusión.] Entonces se produce un retorno a los libertarios de la décadas de 1970/1980 en América Latina: Paulo Freire, Darcy Ribeiro, Enrique Dussel…
Los pueblos árabes, africanos y asiáticos se enfrentan al dilema de la polarización de fuerzas que motivó el fundamentalismo de los neocon en las últimas dos décadas en todo el mundo. Enfrentados unos a otros: tanto abyectos como rebeldes se debaten en un escenario que controla el imperio. Las tesis de los poscoloniales y subalternistas son muy oportunas pues contribuyen en el trabajo de redireccionar los objetos en discusión y recentrar los proyectos de emancipación de los pueblos en la actualidad. Entre los africanos hay noticias que permiten decir que dicha contribución está siendo decisiva. Nosotros acá hemos visto una contradicción (falsa) en el retorno a la negritud. Ciertamente, entre las poéticas de la negritud de Aimé Césaire y Agustino Neto –por ejemplo– se advierte una diferencia radical que se comprendería al estimar las realidades de partida y los campos semánticos en que habitan las mismas. Entiendo y defiendo la negritud. Entiendo ésta como una manera diferente de habitar y percibir la realidad en comunión con otros mundos y universos de sentido en condiciones de igualdad. Defiendo ésta porque es humillada hoy mismo en su dignidad. Explica esto mi afinidad con las posiciones de la Cofradía de la Negritud.
Sólo si comprendes lo dicho, sí, hallamos que los estudios poscoloniales y subalternos están siendo decisivos.
OC: En esa sociedad apetecible que aún nos atrevemos a llamar socialismo, ¿qué lugar le asignas a la iniciativa personal, al espíritu emprendedor? ¿Cómo ello se compatibiliza con el impulso socializador? ¿Cómo lo vives tú mismo, en tu vida?
RG: Empresa es emprender un proyecto. Como hasta el leguaje ha sido prostituido por el mercado no debe sorprender a nadie que las categorías que empleas sean lo mismo que privatización para la mayoría de los mortales. Socializar es poner en sociedad. Socializar, sí; ¿qué? ¿Valores o Bienes? Esto es: ¿construir y compartir valores o producir y distribuir bienes? La cosa es que todos los verbos que he usado antes tienen en común el acto de crear. “Las artes de hacer”, diría de Certeau.
[Según mi amigo Rolando Sánchez Mejías, Olmo ha sido el único que decidió ser poeta sin hacer poesía.]
Entonces tú planteas la necesidad de “compatibilizar el impulso socializador” en función del proyecto de sociedad. Pienso que con menos hijoeputas sueltos en la calle. Mira, soy un becario que se habituó a pensar, trabajar y vivir “en equipo”. Ahora bien, ¿somos iguales todos? No. Coexisten hoy otras visones, experiencias y hábitos de vida en la sociedad. En tal sentido me remito a vivencias que son comunes a todos: la familia. Medita esto: ¿Cómo se organiza el matrimonio en Cuba: sobre la división o la comunidad de los bienes? Lo que marca la diferencia son los valores. Sea esta o aquella la forma de distribuir los bienes da lo mismo. ¿Qué decir de aquél que abandona a los hijos a su suerte? Y si éste no quiere a los hijos, ¿te va a querer él a ti? ¡No jodas! ¿Qué dices del pariente que se negó a ayudar en algo a la familia? Incluso, ¿qué tú opinas de aquel que aplica la ley del embudo con sus “amigos”? Piénsalo mejor: ¿Qué se podría “compatibilizar” entre egoístas?
Ejemplos que remiten al proceso de hacer sociedad.
Tenemos dichas varias cosas. Primero, que las palabras tienen un significado que debe ser rescatado. Segundo, que tanto la iniciativa personal como el espíritu emprendedor se sostienen en valores que fueron creados y socializados para acabar por producir un tipo de persona o de colectivo que son compatibles con aquella lógica de sentido. Tercero, que la mejor definición del hombre nuevo sería la de creador.
Esto nos ocurre a diario. No sé a ti… Pero yo me paso el día prestando un servicio que nadie paga. “Abogado: esto o aquello”. ¡Oye, que uno tiene cosas que hacer! Ayer me detienen para preguntarme cómo se organiza un “intercambio de regalos”. Estos están locos, me dije. ¡La gente no perdona, bróder! Sucede lo mismo con el médico. Pobre del carpintero con las vecinas. “Fulano arréglame la puerta… Después te pago, sabes”. Sucede que este amigo fue quien me detuvo para aquello de los regalos. Y yo que almorcé en casa de… Esto es un dale al que no te dio. Quién le va mejor nos plantea que lo correcto sería que paguemos todos: aquél a éste y éste al otro. Los pobres son siempre más solidarios que los ricos. “Esto es ético”, nos dicen.
Sólo doy vueltas al caldo. (Para evitar que aquel se pegue a las paredes del caldero y se eche a perder.)
Tratando de crear una comunión en los afectos, –como Virgilio Piñera– ante la amenaza del terror, hablo de estar en el mundo de la mano del otro. Descomprometidos del ontoteologismo. Porque todo proyecto de sociedad que fuere sostenido sobre la identidad o la diferencia de las personas no será humano. Y me detengo en esto porque se emplean ciertas categorías que parte de la discordia entre las personas y más tarde se hace un gran esfuerzo por tratar de empastar las partes en el todo. Debemos de tener más cuidado al hacer sociedad.