Por Vicente Morín Aguado
El cooperativismo en actividades de los servicios, incluyendo el transporte, además de algunos sectores productivos como la pesca y la construcción–la a agricultura era algo tradicional, ahora con mayor autonomía–originará contradicciones, especialmente con las pequeñas empresas privadas, creadas meses atrás en el área de la gastronomía y otras actividades del comercio minorista.
Se avizora una evidente disputa por el mercado popular entre Cooperativas y Pequeñas Empresas Privadas.
Los trabajadores por cuenta propia viven hoy la aventura de sus cafeterías, restaurantes, pequeñas tiendas de variados artículos al por menor, tarimas donde se comercia al detalle una variedad de artículos difícil de imaginar y hasta los numerosos vendedores ambulantes, atrincherados tras sus carretillas.
Los arriesgados comerciantes anteriormente citados pagan altos impuestos, incluidos los relacionados con el salario y fondos para la jubilación propia, junto a la de sus empleados si los tienen. Ellos improvisan porque su único patrimonio son sus propios hogares, los sitios habilitados por las autoridades municipales para la venta o su persona junto al transporte que usan en el diario deambular por la ciudad.
Ahora el sistema cooperativo partirá del arrendamiento de locales que antes eran comercios estatales, generalmente ineficientes en lo económico, además de muy criticados en cuanto a la calidad de los servicios.
La diferencia es que son construcciones con larga data, la mayoría de las cuales fueron creadas antes de la Revolución, bien ubicadas, y aunque muchas tienen mal aspecto a primera vista, su construcción responde a los patrones comerciales.
Es ingenuo creer que las cooperativas del comercio minorista no contarán con financiamiento para sus actividades. Los cooperativistas serán, preferentemente, antiguos trabajadores del lugar, aunque se las agenciarán para encontrar un financista si es que no existe entre ellos o sus familiares. Más de un millón de cubanos viven en el exterior, muchos de ellos establecidos desde hace años, sobre todo en los Estados Unidos.
Varios miles de dólares o euros no es demasiado allende las fronteras y aquí sirven para remodelar un sitio de los citados, comprar mercancías e iniciar la nueva etapa de trabajo.
Western Union, por ejemplo, permite el envío directo y seguro de dólares desde territorio norteamericano. Desde Europa no faltan conexiones bancarias para hacer algo parecido y, no olvidar visitas de familiares o las conocidas “mulas”.
Resulta al final más seguro invertir en una cooperativa, asentada donde antes había una pequeña cafetería estatal, que hacerlo en tu propia casa, sacrificando parte del espacio hogareño, además de las dificultades para adecuar el área a los requerimientos del llamado marketing.
Particularmente en la gastronomía, los productos a vender serán similares en ambos tipos de instalaciones, las diferencias antes explicadas, favorecen evidentemente a las cooperativas.
Es imposible para el estado soslayar que los cientos de miles de trabajadores que pasarán al cooperativismo, fueron durante años sus fieles y estoicos obreros, pagados con bajos salarios, inclusive muchos de ellos cercanos hoy a la edad del retiro.
¿Qué hará el actual Ministerio del Comercio Interior con la sustanciosa asignación de recursos centralizados, generalmente despilfarrados hasta ahora, cuyo destino eran los establecimientos que acogerán a las cooperativas de su sector?
Es evidente que muchos de los actuales cuentapropistas sucumbirán a la competencia con esta nueva forma de asociación económica. Prevalecerán los privilegiados por el sitio donde viven, el financiamiento que tienen y claro, su creatividad como comerciantes.
Al final tendremos mucha gente defraudada, cerrando sus pequeños negocios, cimentados con mucho esfuerzo y esperanzas.
¿Cómo actuará el Estado Socialista? La situación creada y sus consecuencias son el resultado de la política estatal a lo largo de los últimos cincuenta años. No olvidemos que se trata de un sistema que no ha renunciado a su condición de representante de todos los trabajadores, con un partido único como garante de la organización política de la sociedad.
Estamos hablando de cientos de miles de cuentapropistas junto a una cifra de cooperativistas que excederá al doble de los primeros.
La extensión de asociaciones productivas colectivistas, con autonomía propia, a nuevos sectores económicos, es una necesidad ante la fracasada estatización de las pequeñas y medianas empresas hace más de cuatro décadas. El paso adelante es inevitable, las contradicciones que originará también lo serán.
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Primer párrafo: las cooperativas nuevas no originarán contradicciones sino competencia por otro pedazo de un pastel que sigue siendo del mismo tamaño o más chico. La competencia puede ser buena, lo malo es tirar a un gallo contra un minimosca.
¿Qué va a pasar cuando una cooperativa tenga que decidir a quien comprarle los insumos? Digamos que la cooperativa es un restaurante y Chicho les vende el arroz a 3 pesos y Manolo se los pone a 2, pero Chicho es primo del presidente de la cooperativa.