Por Milena Recio
Palabras en la presentación, el 1 de marzo pasado, del último libro de Julio Cesar Guanche, La verdad no se ensaya. Cuba: el socialismo y la democracia, Editorial Caminos, La Habana, 2012.
Como es de rigor, y en este caso aún más, tengo que comenzar explicando que estar aquí, ayudando a presentar este libro, es un regalo que me ha hecho Julio César Guanche. Y lo asumo como un regalo personal.
Es su último libro cubano antes de comenzar una nueva etapa en su vida que lo enfocará hacia el trámite de convertirse en Doctor. Y es, si me lo permiten, así lo veo, el cierre de un ciclo de este analista prolijo. No solo por las circunstancias de su propia biografía, sino porque el objeto de su análisis, el orden social cubano, experimenta una poderosa transformación de la que estará dándonos cuenta en próximas entregas.
Creo con convicción que debemos ayudar, todos cuanto tengamos noticia de la obra de Guanche, para que particularmente sus ensayos jurídico-políticos e históricos, sean cimiento de la nueva Cuba en la que al parecer estamos enfrascados en la hora actual. Es muy joven este amigo nuestro y ya acumula suficiente autoridad en este campo.
Este libro en particular, por ser tan variopinto, por ser resumen de ensayos premiados aquí y allá, y por estar prologado por el maestro Juan Valdés Paz con un texto programático, debería ser referente ineludible para la intelligentsia cubana encomendada de segregar hacia la ciudadanía algunas de sus ideas clave sobre nuestro pasado inmediato y visiones urgentes sobre el futuro deseable.
El presidente cubano Raúl Castro hace menos de una semana ha anunciado que al finalizar la recién estrenada legislatura, el país tendrá nueva Carta Magna, o al menos una reformada.
“En concordancia con los acuerdos del 6to Congreso, –dijo– será preciso armonizar los postulados de la Constitución de la República con los cambios asociados a la paulatina implementación de los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución.”
Y continúa diciendo: “no resulta saludable estar reformulando continuamente la Carta Magna de la Nación y comoquiera que efectuar una reforma constitucional nos tomarán necesariamente un tiempo prudencial, ya que si bien algunas cuestiones pueden modificarse por el propio Parlamento, otras más importantes requieren además la ratificación por el voto favorable de la mayoría de los ciudadanos en referendo”…
Estos enunciados sugieren muchas preguntas: ¿La consulta previa imprescindible o al menos deseable para el ejercicio constitucionalista acaso ya se ha saldado con la consulta partidista que antecedió al VI Congreso del PCC y del cual han emanado estos Lineamientos? ¿Serán los postulados de la Constitución los que deberán armonizarse con la actual implementación de los Lineamientos, que no deja de ser una formulación circunstancial, un programa para un par de décadas, o por el contrario debería ser este programa el que se adaptara a los postulados de unadistinta Constitución? ¿Por qué estas transformaciones no han comenzado por el ámbito constitucional? ¿Cuáles serán las consecuencias de introducir “parches” a la Constitución a través del mandato representativo de la Asamblea Nacional? ¿Cómo podría convertirse este proceso de reinstauración de la Ley Suprema en un hecho de evolución ciudadana, de reconstrucción republicana?
Juan Valdés Paz, quien pondera como quizás uno de los mayores méritos de la obra de Guanche “su interpretación del socialismo en clave republicana”, sintetiza de este modo lo que considero una premisa sustancial para este análisis: “La República de Cuba incluye un Estado republicano pero es ella quien sustenta la transición socialista de la sociedad cubana; el Estado de esa República es socialista pero no es el socialismo de la República. El estatismo de las relaciones sociales atenta contra el socialismo y contra la República.”
Porque este libro de Guanche en verdad se trata de “la exposición más completa sobre la tradición republicana, el nacionalismo radical y el socialismo, cubanos, de que podemos disponer”, hago votos para que se convierta en libro de cabecera para todos aquellos, –juristas, decididores políticos, parlamentarios, etc.– a quienes durante los próximos cinco años corresponderá la tarea de concretar los cambios de la norma principal de esta congregación humana que llamamos Cuba y convertirla en algo más que un documento de anaquel. Creo en la utilidad, para estos fines, de este tesoro rojo que hoy hemos venido a rebautizar.
Muchas gracias.