Cuba: “La verdad no se ensaya”

Por Milena Recio

Palabras en la presentación, el 1 de marzo pasado, del último libro de Julio Cesar Guanche, La verdad no se ensaya. Cuba: el socialismo y la democracia, Editorial Caminos, La Habana, 2012.

Como es de rigor, y en este caso aún más, tengo que comenzar explicando que estar aquí, ayudando a presentar este libro, es un regalo que me ha hecho Julio César Guanche. Y lo asumo como un regalo personal.

Es su último libro cubano antes de comenzar una nueva etapa en su vida que lo enfocará hacia el trámite de convertirse en Doctor. Y es, si me lo permiten, así lo veo, el cierre de un ciclo de este analista prolijo. No solo por las circunstancias de su propia biografía, sino porque el objeto de su análisis, el orden social cubano, experimenta una poderosa transformación de la que estará dándonos cuenta en próximas entregas.

Creo con convicción que debemos ayudar, todos cuanto tengamos noticia de la obra de Guanche, para que particularmente sus ensayos jurídico-políticos e históricos, sean cimiento de la nueva Cuba en la que al parecer estamos enfrascados en la hora actual. Es muy joven este amigo nuestro y ya acumula suficiente autoridad en este campo.

 Este libro en particular, por ser tan variopinto, por ser resumen de ensayos premiados aquí y allá, y por estar prologado por el maestro Juan Valdés Paz con un texto programático, debería ser referente ineludible para la intelligentsia cubana encomendada de segregar hacia la ciudadanía algunas de sus ideas clave sobre nuestro pasado inmediato y visiones urgentes sobre el futuro deseable.

El presidente cubano Raúl Castro hace menos de una semana ha anunciado que al finalizar la recién estrenada legislatura, el país tendrá nueva Carta Magna, o al menos una reformada. Continue reading

Hugo Chávez, el Perón del siglo XXI

Por Veronica Smink (BBC Mundo, Argentina)

¿Perdurará el chavismo en Venezuela como lo hace el peronismo en Argentina?

Quiso ser Simón Bolívar, pero muchos creen que el fallecido presidente de Venezuela, Hugo Chávez, tenía más en común con otro histórico líder latinoamericano, el argentino Juan Domingo Perón.

El propio Chávez se autodefinió como un "peronista de verdad". "Me identifico en este hombre y este pensamiento que pidió que nuestros países dejen de ser factorías del imperialismo", afirmó en 2008, durante una de sus numerosas visitas a Buenos Aires.

No fue sólo la confrontación ideológica con Estados Unidos lo que compartieron las dos figuras. Tanto Chávez como Perón (1895-1974) fueron militares que llegaron a la presidencia de sus respectivos países sobre la base de un enorme apoyo popular. Se los describió muchas veces como poseedores de un carisma único –según algunos, mesiánico- que podía movilizar a enormes masas: la "marea roja" en un caso y los "descamisados" en el otro. Ambos centraron sus políticas en atender las necesidades de una clase social que hasta entonces había sido relegada: los más pobres. Y fueron acusados por sus detractores de crear, con sus planes sociales, una cultura asistencialista. Pero también ambos causaron una profunda división en sus sociedades, un amor y un odio que separó a familias, amigos y vecinos.

"En los primeros años de gobierno de Chávez, cuando se acentuaba la polarización entre venezolanos en contra o a favor de su figura, muchos lo comparaban con lo que pasó con el peronismo en Argentina", recuerda mi colega Vladimir Hernández, corresponsal de BBC Mundo en Buenos Aires.

A pesar de que han pasado casi 40 años desde la muerte de Perón, en 1974, su figura aún divide a los argentinos y suscita pasión y rechazo por igual.

Reviviendo a Perón

Pero más allá de las divisiones, no cabe duda de que dejó una profunda huella en los argentinos.

La muerte de Chávez tiene muchos ecos con la de Perón.

La enorme movilización social que generó la muerte de Chávez reavivó para muchos el recuerdo del fundador del peronismo. "Fue una de las imágenes más poderosas e impresionantes que conservo de mi infancia. Tenía sólo cuatro años, era muy pequeño, pero recuerdo perfectamente mirar en la televisión blanco y negro el cortejo fúnebre de Perón, seguido por una interminable marea de gente. Es una de esas imágenes imborrables en mi memoria", me contó el editor de BBC Mundo, Max Seitz.

Perón fue el único presidente de Argentina que gobernó tres veces. El líder bolivariano estaba por asumir su tercer mandato. Ambos fallecieron poco tiempo después de haber sido elegidos por última vez.

Los dos tuvieron gestiones longevas: Chávez gobernó durante 14 años (de 1999 a 2013) y Perón durante diez (1946-1955 y 1973-1974). Y ambos protagonizaron golpes de Estado antes de llegar al poder y fueron luego depuestos por golpes en su contra. El venezolano estuvo alejado del cargo solamente unos días, en 2002; Perón tardó 18 años en volver a la presidencia.

También los dos sufrieron encarcelaciones antes de llegar al poder. Chávez pasó dos años en prisión tras participar en el golpe de Estado fallido de 1992. Mientras que el encarcelamiento de Perón en la Isla Martín García, en 1945, y la movilización que llevó a su liberación, el 17 de octubre, fueron la piedra basal del peronismo. Los dos reformaron las Constituciones de sus respectivos países (Perón en 1949, Chávez, 50 años después), ampliando derechos laborales y sociales, modificando leyes electorales y sentando las bases jurídicas para expropiar empresas. Incluso tienen en común haber tenido lazos con cuestionados regímenes extremistas: en el caso de Perón con los nazis y Chávez con los líderes de Irán y Corea del Norte, entre otros.

Legado

Las coincidencias son innegables, como resaltó el periodista Andrés Oppenheimer en El Nuevo Herald. "Contrariamente a la suposición generalizada en los medios de prensa internacionales de que Chávez fue el heredero político del otrora líder guerrillero de Cuba, Fidel Castro, es muy posible que el difunto presidente venezolano pase a la historia como un fenómeno político más cercano al del hombre fuerte argentino Juan D. Perón", admitió Oppenheimer, habitualmente crítico del chavismo.

Pero lo que muchos se preguntan es si el legado de Chávez tendrá en Venezuela el mismo efecto que tuvo el peronismo, que sigue siendo la principal fuerza política en Argentina, casi siete décadas después de su surgimiento. Veintidós de los 30 años que transcurrieron desde el regreso de la democracia en Argentina estuvieron liderados por gobiernos peronistas. Y los únicos dos presidentes que no fueron de ese partido (Raúl Alfonsín y Fernando de la Rúa, de la opositora Unión Cívica Radical) terminaron en crisis y no pudieron completar sus mandatos.

¿Mantendrá su unidad el chavismo?

No obstante, lo que caracterizó a los distintos mandatarios peronistas que gobernaron Argentina, desde Carlos Menem (1989-1999) hasta la actual jefa de Estado Cristina Fernández, es lo diverso de sus políticas, en algunos casos neoliberales, muy alejadas de las de Perón.

Para Oppenheimer, esa heterogeneidad podría verse también en Venezuela, lo que garantizaría la continuidad del chavismo por décadas. "De ahora en adelante, de forma muy parecida a lo que ocurrió en Argentina tras la muerte de Perón, la mayoría de los candidatos presidenciales se declararán ‘chavistas’, aun cuando desprecien al difunto ex oficial golpista que fue electo presidente", vaticinó.

Por su parte, el ex diputado peronista, Lorenzo Pepe, secretario general del Instituto Nacional Juan Domingo Perón, cree que el legado de Chávez perdurará si América Latina logra mantener la unidad por la que tanto luchó el presidente venezolano. "Fue un sueño que nació con Perón, pero que recién Chávez pudo concretar", le dijo a BBC Mundo. Según Pepe, Chávez "tomó mucho de la doctrina peronista, es especial su política gubernamental volcada hacia los más desposeídos". Sin embargo, sostuvo que la gran diferencia entre ambos líderes fue la incapacidad del mandatario bolivariano de diversificar la economía venezolana, que sigue dependiente del petróleo. "Gran parte del motivo por el que perdura el legado de Perón tiene que ver con el proceso de industrialización que inició y que aún hoy deja sus huellas", completó.

Publicado en BBC Mundo

Hugo Chávez en 4 preguntas

Por Rafael Uzcátegui

El periodista Eduardo Sklarz, como parte de los insumos para un texto sobre Venezuela, me hace estas preguntas por email. El artículo que publicó se encuentra en

http://infosurhoy.com/cocoon/saii/xhtml/ en_GB/features/saii/features/main/2013/03/06/feature-04

 

1) Qué hechos considera fundamentales en la trayectoria política de Chávez?

R) Su irrupción militar en el golpe de Estado de febrero de 1992 y el haber asumido la responsabilidad en los hechos ante las cámaras de televisión; El haber realizado una correcta lectura del momento político en 1998, abandonado la estrategia insurreccional para participar en la contienda electoral en un momento viable para un outsider de la política; la propuesta de reformar la Constitución mediante un proceso constituyente en 1999; su actuación durante el golpe de Estado de 2002; el anuncio de las políticas sociales, misiones, en 2004; el desarrollo de la política internacional entre 2005 y 2008; su segunda reelección presidencial.

2) Cuáles factores explican su impresionante construcción de poder?

R) Además de su carisma, el haber reactualizado con habilidad las principales matrices sociopolíticas de la cultura venezolana del siglo XIX

3) Cómo caracterizaría al chavismo?

R) Un movimiento nacional-populista de izquierda sintonizado con la globalización económica

4) Qué legado Chávez le deja a Venezuela?

R) 4 cosas: El mito de redención de los pobres a través del reparto de la renta petrolera; Una religiosidad popular con características políticas en torno a su persona; La devastación de la autonomía de los movimientos sociales venezolanos; el vacío de significado del discurso de izquierda.

Tomado de blog El Libertario

El futuro en tiempos de lineamientos

Por Rogelio Manuel Díaz Moreno

En los últimos meses, han ocurrido tantos acontecimientos en nuestro país, que podríamos estarle dando vueltas mucho tiempo. Tanto, que para cuando termináramos, ya estaríamos otra vez desactualizados. Interesante reto, orientarse e insistir en el derecho de participación en la nuevas épocas, marcadas por los famosos lineamientos del Partido.

No hace más de un año, para poner un par de ejemplos, era sencillo señalar las opresivas restricciones sobre el derecho de viajar y el daño que infligían a nuestro país, o reclamar espacios para una forma de producción socialista tan ventajosa como lo constituyen las cooperativas en todo tipo de actividades económicas. No se presentaban obstáculos de mucha cuantía en los torpes justificativos de muchos exégetas gubernamentales -los cuales, como era de esperar, experimentaron la mutación correspondiente en cuanto llegaron los decretos con los últimos cambios. El caso es que ya dichas realidades y otras más- cobran cuerpo, para provocar estas curiosas mezclas de sentimientos, de incertidumbres y expectativas.

El alivio de una liberación no excluye las razones para algunos enojos. Por años oímos que las razones para las restricciones de viajes eran el bloqueo norteamericano, el robo de cerebros, la ley de ajuste cubano Que pretender cambiar la política de aquí, sin vencer antes las malvadas maniobras de allá, era hacerles el juego, debilitar la sacrosanta unidad de la patria, etc., etc. Ahora resulta que no se cayó el cielo sobre nuestras cabezas sino que, por el contrario, el cambio desde aquí es el que está replanteando todas las reglas y obligando, a los de allá, a ponerse en una posición defensiva muy novedosa. O sea, otra manifestación patente de cómo hemos sido manipulados, se nos ha mentido, sujetado hasta el último momento en cajoncitos estrechos que, finalmente, no han resistido la presión de la naturaleza y la voluntad humanas de crecer. Otra de esas contradicciones espectaculares es el asunto del famoso cable óptico para Internet, campo en el que primero nos dicen que no tenemos esta conexión por culpa del imperialismo, luego que viene un cable, luego no se menciona más el cable y se vuelve a culpar al imperialismo, años más tarde aparece de nuevo el cable, y uno simplemente confirma lo que sabe, que no puedes creer a quien pretende con tanta desfachatez mantener el monopolio de la información. Continue reading

Actualización del modelo económico… ¿qué hay del educativo? (II)

II Del soldado de la Revolución a la inercia, el vacío o el estatismo de mercado

Por Rogelio M. Díaz Moreno

En la entrega anterior cerré insinuando la posibilidad de que el objetivo último del sistema educativo aplicado en nuestro país fuera la de crear una masa maleable, enajenada, permisiva, aunque se proclamara oficialmente otra cosa la doctrina del soldado de la Revolución. En realidad, realizar esta maniobra de manera consciente implica un grado de maquiavelismo del que, en el fondo, no creo capaz a nuestra inepta burocracia nacional. Lo que sí considero posible es que la sensibilidad de este estrato dominante le permitiera percibir, en la situación que se desarrollaba, un clima favorable para sus trapacerías, así que se aferrara con fanatismo acérrimo a las directrices establecidas y combatiera toda señal de que era necesario cambiar las reglas. De cualquier modo, a la luz del proceso de reformas que están en plena marcha, cabe entonces plantearse unos cuantos cuestionamientos.

Imprimir y reproducir una mentalidad castrense solo tiene sentido un sentido impuesto, no un sentido democrático, pero sentido al fin en el modelo en el que el todopoderoso papá Estado exige toda la obediencia, y a cambio asume todas las responsabilidades. El soldado marcha pero no tiene que preocuparse por las botas, el rancho o las municiones, que se supone que asegura la logística central. Sin embargo, ahora toda la lógica del asunto está cambiando. Papá Estado ha declarado que ya no puede ocuparse más de la mayor parte del mantenimiento de quien hasta ayer era convocado como soldado. Que éste se las va a tener que arreglar por su propia cuenta. Si acaso, se le seguirá atendiendo la salud y el entrenamiento, perdón, la educación. En cambio, Liborio tendrá la oportunidad ahora de cambiar el uniforme y las botas ya bastante raídos, de todas formas por los tenis y camisetas deportivos de la tienda, si es que los puede comprar. Idénticamente, se le retira el ranchito igual, iba de mal en peor; pero ahora ya podría, sin que resulte escandaloso, buscarse los frijoles con otro coronel, rectifico, con otro patrón. Y hasta entrar, como candidato a nuevo empresario y aspirar a ser de los ganadores, en cierta competencia que, gracias a las nuevas transformaciones, ya debemos suponer como éticamente buena, compatible con lo que sea que los árbitros de aquí llamen socialismo y, especialmente, que no está amañada de inicio.

Y aquí es donde se cae de la mata la necesidad de transformar el sistema educativo hasta sus raíces. La formación del educando no podrá seguir como en el paradigma anterior, que enfatiza las cualidades típicas de entrega al modelo social a cambio de algunas seguridades, que a veces eran solo promesas de seguridades y muchos, pero muchos, sermones conscientizadores.

Algo de esto ocurre ya. Por lo menos, el dislate de formar masivamente graduados universitarios para los cuales no van a existir luego empleos válidos especialmente en el campo de las Humanidades, fue ya percibido y rectificado. Sin embargo, todavía queda en pie la importante cuestión de qué van a hacer los graduados universitarios de cualquier rama, al momento de acabarse los dos o tres años de gracia en los que tienen asegurados un trabajo mejor o peor, en dependencia de muchos factores y queden sueltos en un escenario donde van a regir las más vulgares leyes del mercado capitalista de trabajo y mano de obra. Continue reading

Caen las penúltimas máscaras

Por Rogelio M. Díaz Moreno

Me ha caído en las manos una pieza, una joya en el plano de la revelación de la naturaleza del autor y de sus semejantes. La suscribe Hugo Chinea, una figura no demasiado brillante de la narrativa cubana y de actividad más bien concentrada en los campos administrativos y políticos de la cultura. Algunos recordarán la polémica que sostuvo recientemente con Leonardo Padura, el flamante Premio Nacional de Literatura, a raíz de que Padura denunciara las políticas persecutorias de la estructura burocrática imperante durante varias décadas.

El texto de Chinea, de título “Contextos y Descontextos”, fue recogido en el blog La Polilla Cubana, administrado por Rosa Carmen Báez, y considerado lo suficientemente meritoro para su divulgación a través de un boletín del Ministerio de Cultura que llega periódicamente a mi buzón. En sí, es una burda pieza de manipulación de la evolución histórica del proceso cubano a partir del triunfo de la Revolución, dirigida a justificar la transición al capitalismo que, desde los espacios del Observatorio Crítico, hemos estado denunciando en los últimos años. Me ha parecido importante regresar sobre este tema, que ya hemos recorrido varias veces, porque en el escrito de marras se evidencian de manera especialmente inequívoca, con una claridad sin precedentes, las intenciones del sector del aparato gobernante que apuesta a la extinción gradual del socialismo.

Al leer dicho material, se notará con un esfuerzo analítico ligero la superficialidad de la argumentación del sujeto, que le permite llegar a conclusiones absolutamente carentes de base y no hablemos ya de ética o principios. Después de una cuartilla dedicada a denunciar las agresiones imperialistas a nuestro país, a raíz del triunfo revolucionario, Chinea establece tres líneas que, para él, parecen haber contenido el contenido socialista del proceso cubano: el racionamiento a través de la libreta de abastecimientos; la nacionalización absoluta de todas las unidades productivas y de servicios con la llamada Ofensiva Revolucionaria de 1968, y el establecimiento de un partido político único en la sociedad como fuerza regente. También esboza rápidamente las características, para él principales, que signaron el proceso: aquella mezcla de paranoia monacal con utopismos desenfrenados, enardecida sobre todo en los años ´70 del pasado siglo.

A todo esto, siguiendo la lógica del escrito, no habríamos llegado siguiendo un programa y unos principios propios, sino forzados por unos contextos sui géneris, que son los que explican la evolución descrita. Concluye Chinea que, en realidad, no éramos tan socialistas o comunistas, pese al nombre del Partido, sino ante todo, lo importante era que estábamos monolíticamente unidos alrededor de ese partido y de su máximo líder, el compañero Fidel. Como, finalmente, la experiencia histórica demostró que el socialismo no da buenos resultados, pues ahora deberemos olvidarnos de toda esa bobería, ponernos para las cosas, y tomar del capitalismo todo lo que pueda servirnos para progresar. Esto, según Chinea, estaría justificado incluso con argumentos procedentes de las ideas del Ché Guevara. El autor hace algunas fugaces referencias a descortezar las partes más malas de esas herramientas capitalistas para que se conserve el nivel de justicia social que habríamos alcanzado en nuestro país.

Para tratar con propiedad este tema, se pueden escribir varios tomos de muchas páginas, pero la indignación y el sentimiento de urgencia no tienen tanto tiempo, ni muchos lectores se permiten tanta paciencia. Tengamos estas líneas rudimentarias por ahora.

La propuesta que adelanta Chinea y que es recogida amistosamente por los demás sujetos que mencioné más arriba implica la consumación de la traición a los ideales socialistas que se gesta desde hace tiempo ya, por parte de una burocracia que desea solidificar aún más sus privilegios y control sobre lo que haya de valioso en la economía cubana. Es un eco fiel de aquellos pasos, dados en la desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, que cambiaron, en un momento dado de su proceso de derretimiento, el adjetivo Socialistas por el de Soberanas.

Antes de seguir desarmando la infamia a la que se nos quiere conducir, debemos establecer un par de líneas, triviales para algunos pero importantes para todos. Los que defienden, y trabajan, y estudian las ideas del socialismo con sinceridad y reales convicciones, han estado conscientes de que al modelo cubano le faltaba mucho para llegar a convertirse en una sociedad digna de ese nombre. Los medios de producción, confiscados a la burguesía internacional y nacional, y desde la mayor hasta la microscópica, no estuvieron nunca en poder de sus trabajadores, sino del todopoderoso estado. El carácter del trabajador, asalariado de un poder ajeno a sus capacidades, no se modificó demasiado, si bien es de reconocer que recibió avances sociales sustanciales que justificaron, a los ojos de muchos, el estado de cosas impuesto. Así y todo, aquello se le podía llamar todavía un proyecto de nación que tenía establecidos determinados mecanismos autoritarios, absolutistas de ascensión social y política. Con la retórica actual de Chinea, del ideal que se identificaba con el socialismo con mayor o menor acierto no queda ni eso, sino que se ve reducido a la obediencia a un caudillo y a su hipertrofiado aparato de poder, más la Libreta de Abastecimientos. Incluso, los que son más fidelistas que socialistas podrían sentirse ofendidos, pues su ídolo queda muy mal parado en la exposición de Chinea: convertido en un mero oportunista sin principios que navega como puede hábilmente, eso sí, entre aguas turbulentas.

La retórica vacía que invoca facilismos de justicia y equidad no salva a quien ha negado ya tres veces el único espacio donde esos, y otros principios, pueden concretarse. ¿O será que Chinea y sus compinches terminaron por descubrir la elusiva Tercera Vía? Hay que advertir que la socialdemocracia es antagónica con el monopartidismo, pero allá ellos con sus contradicciones. Lo que no podemos permitirles, es que nos cercenen nuestros sueños.

No debemos confundir un desvío hacia un callejón ciego con el fin del mundo. El socialismo, para empezar, es la consecuencia lógica de cualquier revolución popular que se propone sacudirse el oprobioso régimen de explotación del hombre por el hombre. La agudización de la lucha de clases, y las agresiones de los imperialismos externos pueden acelerar el proceso o deformarlos, en el peor de los casos, pero nunca ser la causa última o contexto que determina esta evolución. El socialismo legítimo, ese que soñamos aunque no lo hayamos llegado a concretar, permite que los trabajadores, al ser los dueños efectivos de los medios de producción, implanten y defiendan el reino de las libertades y la democracia públicas, como nunca lo hará una sociedad capitalista. No negaré que el capitalismo haya traído avances colosales para la Humanidad en las facetas científico-técnicas, y también en cuanto a teorías sociales y de desarrollo humano y demás; pero sí que afirmo que, bajo su hegemonía, estos avances tienen un tope, sumamente insatisfactorio excepto en algunas sociedades privilegiadas del primer mundo y a un enorme costo para el resto del planeta. Solo el socialismo auténtico está llamado a aportar los próximos avances en todos esos campos, de manera más equitativa para todas las personas y países y bajo relaciones mucho más respetuosas con el medio ambiente.

Un grupo de compinches encumbrados, de los cuales Chinea es apenas un portavoz, fueron incapaces de comprender y participar de un proyecto así. Ante el reto y la crisis de sus deformadas visiones, frente a la posibilidad de perder los privilegios que gozan, prefieren revertir los ideales sembrados en la mentalidad popular; optan por sustituirlos paulatinamente por los viejos cuentos de la sociedad capitalista que esconde la explotación y las desigualdades bajo ilusiones de prosperidad por cuenta propia. Ahora nos tratan de vender el cuento de que las herramientas y las técnicas no tienen ideologías y se pueden asimilar tranquilamente. Sin embargo, sin un marco ideológico-filosófico concreto, ¿cómo van a plasmar, en la realidad, lo de asimilar esquemas capitalistas sin minar los principios de una sociedad menos injusta? Evidentemente, profundizar en esta parte no le interesa al malhadado autor, que apenas la menciona para salvar las apariencias.

Cuando el sueño de Chinea y los suyos, de eliminar lo que se entiende todavía como socialismo, se concrete, la reciclada burguesía cubana no tendrá ya siquiera los últimos reparos que hoy le quedan, para despedir a libre albedrío a cualquier cantidad de trabajadores para aumentar la plusvalía; tendrá vía libre para privatizar todas las empresas rentables del país, sus bancos, sus playas y hoteles, sus minas y demás recursos naturales; podrá cuestionarse la existencia de servicios públicos, universales y gratuitos de salud y educación. Cuando el sueño de Chinea y los suyos se concrete, se habrá asestado un último y colosal golpe posible a los propósitos de los pueblos que trabajan por un futuro mejor. ¿Qué quedará de las esperanzas de los movimientos sociales?; ¡qué desorientación tan profunda; qué total pérdida de confianza y prestigio de los ideales revolucionarios y socialistas se producirá entre los trabajadores del mundo, que verán estupefactos la implosión y caída de la última bandera que defendía sus más sagrados anhelos! ¿Cuántas décadas y generaciones, cuánto sudor y cuánta sangre, costará reconstruir la fe y la esperanza en un proyecto que aparentemente, se reveló como infructuoso? La CIA y sus satélites deliran de felicidad.

Sería bueno que todos los que se cuestionan la pertinencia de nuestras denuncias sobre cómo la burocracia cubana prepara la transición al capitalismo, se pronunciaran respecto al texto de Chinea, que obra tal como el refrán a confesión de parte, relevo de pruebas. Emplazo, de esta manera, a decantarse a cada bloguero, periodista, personalidad pública, intelectual, militante comunista, socialista con o sin carnet, de los que participan en estos debates. Insisto en que la sinceridad de cada participante se revelará en la toma de posiciones al lado de uno u otro grupo de personas. En última instancia, Chinea, el socialismo es la Revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes. Esos humildes que, en el capitalismo, nunca van a ser los dueños de Paladares refinadas; de fincas con muchas cabezas de ganado; de hoteles cinco estrellas, de minas ni de centrales azucareros, sino apenas su explotada mano de obra, cuando no parte del ejército de desempleados.

Esa causa fue consagrada por la sangre de los milicianos en Playa Girón y el Escambray; por las víctimas de los atentados terroristas de la CIA; por los caídos con el Che en la gesta boliviana; en otras misiones internacionalistas. Por el sudor de los que creyeron en las zafras del pueblo, o en servir de maestros o médicos en una montaña a quinientos o mil kilómetros de la confortable casa en la ciudad; por los trabajadores calificados o sencillos que hoy persisten en sus puestos de utilidad social y postergan, con más quijotismo que lógica, la decisión de emigrar, a pesar de no faltarles oportunidades. Tal vez esa causa tenga su destino temporalmente ya fijado, pero Chinea y aquellos a los que él representa, no se librarán del estigma del traidor.

Actualización del modelo económico… ¿qué hay del educativo? (I)

I Parte. Del Hombre Nuevo al Soldado de la Revolución

Por Rogelio M. Díaz Moreno

Para nadie es un secreto que los sistemas educacionales de las diferentes sociedades responden al objetivo de reproducir las condiciones imperantes en esas sociedades. Tampoco se descubre el Mediterráneo cuando se comprende que sistema educativo es mucho más que el aparato escolar e incluye órganos de prensa y comunicaciones, rituales políticos, sociales, artísticos y deportivos, etcétera.

La indagación que me planteo en este escrito parte de las transformaciones que experimenta el modelo económico-social cubano y la repercusión que debe traer para el sistema educacional en nuestro país. ¿Por qué es pertinente plantearse esta cuestión? Una señal bien notoria de la pertinencia de este análisis la dio Marino Murillo en la reciente y última sesión de la legislatura parlamentaria cubana, al advertir que los próximos dos años serán los de mayor intensidad en la actualización del modelo cubano.

Sin embargo, antes de caer de fly en el futuro, me retrotraje un tilín para poder encontrar la solución de continuidad que permita interpretar el presente y prepararme para el futuro.

Podríamos, por partir de algún lugar, decir que nuestro sistema educativo asumió en cierta etapa, como paradigma, la formación del Hombre nuevo, según el concepto del Ché Guevara, aunque haya muchas personas que discutan esta aseveración. Como Hombre nuevo podríamos entender a la persona más interesada en el bienestar colectivo que el individual; pronta para el sacrificio altruista por ese bien colectivo; feliz de participar dentro de las instituciones de la Revolución y, además, con espíritu internacionalista.

Aunque esta pudiera ser un prototipo ideal para establecer por parte de la vanguardista dirección de un proceso revolucionario según los cánones de cierta época, en la época en la que yo entro a la enseñanza media y luego paso a la superior en los años ´90 del pasado siglo- mi percepción es que el ideal perseguido había variado un poco. Los incubadores de la generación de los talibanes conseguieron desplazar el énfasis del discurso educativo-formativo, sobre todo, hacia la construcción del joven soldado de la Revolución. Hoy día se me ocurren algunas razones por las que esto habría tenido amplio sentido.

El ideal de Hombre nuevo no podía ser del todo satisfactorio para la nomenklatura. Este incómodo arquetipo llevaba una dosis de honestidad y valentía que no se suponía que se doblegara ante los imperativos de el lugar y el momento establecidos; que también practicara la crítica y combatiera contra los dirigentes que cometieran barbaridades y así sucesivamente. Por más que al Che le achaquen rasgos autoritarios y demás, en el breve tiempo en el que jugó roles políticos de peso en el gobierno cubano se expresó a favor del protagonismo que debería alcanzar la juventud, con algún tipo de conjugación entre la tutoría de los mayores y su propia iniciativa, sin dejar de escarnecer a ciertos orientadores de la espontaneidad. La adquisición de los más altos estándares de ciencia, cultura y tecnología eran parte de las herramientas de las nuevas generaciones para adquirir el mayor peso propio, desarrollarse e insertarse ventajosamente en las condiciones mundiales, manejando con sus propias manos todas las potencialidades de las nuevas tecnologías existentes y que fueran surgiendo. Para colmo, esta idea todavía tenía como objetivo el alcance, en vida de los presentes, de cierto nivel de felicidad que no podía excluir un nivel de satisfacción de las necesidades materiales.

Una persona más consciente de sus deberes como soldado se presta más para la comodidad de la burocracia. Esta preferiría, obviamente, a alguien capaz de obedecer sin chistar. Una persona que viera, como objetivo fundamental de su vida, el sacrificarse por un puñado de ideales enarbolados e interpretados a capricho por los niveles centrales, con absoluto desprecio por una racionalidad dirigida a la satisfacción del bienestar y a las relaciones y comunicaciones naturales con el mundo. Un ejemplo espectacular podría ser Internet: al Hombre Nuevo le correspondería, por su naturaleza, entrar masivamente, con toda la frescura y la audacia, en este revolucionario campo, en cuanto estuvieran listas las condiciones técnicas como ya es el caso; el soldado de la Revolución, disciplinadamente, acata los mandatos que definen quiénes entran, cómo, cuándo y hasta qué punto.

Solo hay que seguir la evolución histórica de los discursos oficiales y empatarlos con las políticas implementadas para aumentar la plausibilidad de lo anteriormente expuesto. Cada aspecto de la vida, cada faceta correspondiente a su reproducción material y espiritual, como fueron convertidos en legítimos blancos de la petrificación del control monolítico por parte de la cumbre dirigente. Cada posibilidad de desahogo ¬actividades económicas autónomas, viajes, comunicaciones internacionales con Internet como ejemplo último- estrechamente reguladas o bloqueadas por décadas. Por supuesto, aquí hubo una buena dosis que pasó por la defensa ante una superpotencia extranjera, rabiosa y agresiva por la pérdida de su neocolonia, pero con todo y eso, se perdió toda noción de balance entre la necesidad de una trinchera y las libertades y derechos que esa trinchera estaba destinada a proteger.

Al final, ni siquiera el proyecto de impresión de mentalidades de soldaditos fue suficiente. Una tropa puede hacer derroches de heroísmo en situaciones especiales digamos, los conflictos en África pero en tiempo de paz no rinde muchos beneficios. Lo que es peor, aún para el más disciplinado de los militares llega el momento de preguntarse a dónde lo conducen. Especialmente, para uno que se consagra a los ideales que le sacuden en la cara y empieza a chocar con realidades contradictorias. Por una parte, encuentra que los que deben ir a la vanguardia, se desvían una y otra vez, engolosinados por las mieles del poder. Por otra parte, percibe que a pesar de todo su esfuerzo e incondicional servicio para seguir hablando en este lenguaje metafórico el rancho que le suministra la logística no alcanza, que los uniformes y las botas las tiene que buscar él mismo por la izquierda, que el armamento en sus manos se obsoletiza irrevocablemente y así por el estilo. Si de veras formar soldados era el objetivo del sistema, y el objetivo hubiera sido cumplido, los oficiales podrían empezar a verse en problemas.

A menos que el objetivo último fuera otro. Por lo menos, en el terreno de lo alcanzado, entre los ciudadanos realmente existentes no predominó tanto el espíritu del soldado fiel como, más bien, la enajenación, el arreglárselas uno como se pueda, y hasta el irse del país. Sintomáticamente, a este acto se le denominaba ¡y muchos todavía lo llaman así! deserción. Al final, enajenado o desertor, esta es una persona mucho menos comprometida, de la cual la burocracia no tendría tanto de qué preocuparse. La burocracia podría luego hacer y deshacer, sin temer a una ciudadanía indignada, que se sintiera partícipe de los destinos del país, responsable y receptora directa de las consecuencias de las políticas para bien y para mal. Ahí es donde cabe preguntarse si el objetivo proclamado de formar ciudadanos con compromiso social si bien bastante draconiano, coincidía con el sueño anhelado, nunca reconocido pero mucho más concretado, de obtener una masa maleable y permisiva. Al menos, a una persona sensata le puede costar trabajo creer que las autoridades no sabían que los métodos que empleaban supuestamente para el primer objetivo iban a producir, a la larga, los resultados finalmente obtenidos. Máxime después de tantos intentos, planificaciones, estudios, avisos desde las ciencias sociales, reintentos y más reintentos.

A propósito de la D para la próxima etapa de las elecciones en Cuba

Por Lourdes Rojas Terol

La propuesta publicada con el nombre de “UNA ACCIÓN AFIRMATIVA POR LA DEMOCRATIZACIÓN”, que, en esencia propone votar poniendo una D en las boletas, es una propuesta interesante como signo de las ansias que tenemos de construir un consenso para el cambio y, sobre todo, de hacerlo en paz. Pero tiene un defecto práctico que la hace poco viable: el conteo de votos. En efecto, toda cosa que se escriba en la boleta la anula, por lo que las boletas marcadas con la D serían contadas como voto nulo igual que las que tengan escrita cualquier otra cosa y, por otra parte, muchas personas tienen el temor de que escribir en la boleta, incluso una letra, los haga reconocibles. La intensión de los proponentes es que nadie quede “marcado”. Pero cualquier persona, sea de la comisión electoral o simple ciudadano observador del conteo, que manifieste la menor curiosidad por cuántas D hay en su colegio, quedará “marcado”.

Creo que hay otra manera, también dentro del marco legal, de usar las elecciones para empezar a construir nuestro consenso. Para ello es necesario distinguir entre las dos elecciones porque tienen objetivos diferentes y precisan tácticas diferentes.

PRIMERO: Las elecciones para la Asamblea Municipal, donde se elige al delegado, ya tienen un movimiento tácito de resistencia que se manifiesta por: baja asistencia a las asambleas de nominación, evidente falta de deseos de proponer candidatos y multiplicación de los pretextos de los propuestos para “declinar” el honor que se les hace. En este caso, a la hora de las elecciones, el VOTO EN BLANCO sería coherente con la apatía manifestada en el proceso de nominación, con la salvedad de que el voto en blanco sí se cuenta y significa algo entendible para todos, a saber: los delegados no pueden resolver los problemas, sintetizado por alguien del pueblo que dijo: “nosotros respetamos a los delegados, pero el gobierno no”. Los que han sido delegados conocen la experiencia: no son profesionales por lo que su trabajo, el más importante, el que expresa más directamente la voluntad popular, lo tienen que hacer en horario extra laboral, no tienen recursos y son peloteados de acá para allá por burócratas de toda laya, se agotan en gestiones que muchas veces terminan en nada. Y eso hablando de los problemas locales, en cuanto a la participación real en la toma de decisiones, tengo un ejemplo concreto: en una ocasión los electores de mi circunscripción tuvieron cuestionamientos sobre los equipos que se repartieron durante la “batalla energética”, como eran decisiones a nivel nacional, el delegado no tenía las respuestas, por lo que los electores solicitamos se reuniera con nosotros uno de los diputados a la Asamblea Nacional por los que nos tocaba votar cada 5 años, no era la propuesta de un elector, era la solicitud de la asamblea, no obstante, jamás se produjo ese encuentro. Si se le propone a la gente canalizar su inconformidad mediante el voto nulo, una parte, por temor, votará en blanco. En cambio, si la inconformidad se canaliza en torno al voto en blanco creo que el resultado sería estadísticamente más impactante, sobre todo, para nosotros mismos.

SEGUNDO: las elecciones para las Asambleas Provincial y Nacional. En este caso, la táctica debería ser diferente. Como el voto nulo y el voto en blanco no se cuentan como votos válidos, por grande que sea el impacto estadístico, el resultado no afecta a las elecciones en sí mismas. En este caso, la táctica más efectiva es el VOTO POR UNO. En efecto, para ser elegido, el candidato debe tener más del 50% de los votos válidos, por ejemplo: hay tres candidatos A, B y C, y hay 50 votos válidos, pero 20 votan por A, 20 por B y 10 por C; resultado: ninguno de los candidatos obtiene los 26 votos mínimos (50% más 1) para ser electos y quedan tres plazas vacantes. Sería un caso sin precedente que podría obligar, incluso, a la convocatoria a una nueva elección según el art. 125 inciso c), de la Ley Electoral. Esto no se podría lograr con el voto nulo.

El voto nulo, en cualquiera de los dos casos, tiene un significado relativo en cuanto a termómetro de inconformidad, por la sencilla razón de que un voto puede ser anulado por error, pero, estadísticamente todos, los intencionales y los accidentales, son parte de una sola cifra.

No creo que esto, en sí mismo, signifique la gran revolución ni mucho menos; incluso, la sola idea de que tenga éxito puede intimidar a muchos, es la mezcla de miedo y deseo que provoca cualquier cambio (de casa, de trabajo, de pareja, hasta el nacimiento de un hijo).

Pero lo cierto es que estamos ya, como cantara Serrat: “hartos ya de estar hartos” y esta sería una forma, tan válida como cualquier otra, de decirlo.

Por otra parte, todos los náufragos que se respetan, han comenzado a construir su vida isleña contando los recursos que han podido salvar del naufragio y, en primer lugar, a sí mismos. ¿No deberíamos nosotros hacer lo propio? Porque yo siento curiosidad por saber cuántos de los que nos montamos al mismo barco de ilusiones se hundieron con el barco y cuántos estamos en tierra, con lo que pudimos rescatar del barco, dispuestos a construir una nación donde la Constitución sea respetada, donde, efectivamente, “la Ley Primera de la República sea el culto de los cubanos a la dignidad PLENA del hombre”.

Quiero un estado laico en Cuba

Por Lourdes Rojas Terol

Confieso que soy atea. No hago proselitismo de eso, respeto todo tipo de creencias, pero soy decididamente partidaria de que el Estado debe ser laico. LA REVOLUCIÓN que sostiene el estado cubano no es lo que dice el concepto de Fidel (que no es el concepto de LA REVOLUCIÓN, sino el de revolución, sin artículo), no es un proceso de cambio, es un objeto de culto, con la correspondiente religión.

Como tal tiene sus santos y sus demonios, sus devotos y sus herejes. Igual a cualquier otro ente suprahumano, a LA REVOLUCIÓN se le cantan alabanzas, se le agradece el pan de cada día y, cuando no hay pan, se considera que algún fin se propone que no tenemos por qué conocer, los designios de LA REVOLUCIÓN son inescrutables. Se le piden cosas y se espera que, en algún momento, las oraciones de sus devotos sean escuchadas.

Para ser un devoto es preciso pertenecer, al menos, a una congregación, aprenderse los himnos y los salmos, conocer a los patriarcas y seguir a los pastores. El grado de devoción se mide por la participación en las actividades de la congregación. Los devotos practicantes tienen más oportunidades a que sus oraciones sean escuchadas y acceder a un teléfono, una ventana de aluminio o un viaje al exterior. Continue reading