Por Lourdes Rojas Terol
La propuesta publicada con el nombre de “UNA ACCIÓN AFIRMATIVA POR LA DEMOCRATIZACIÓN”, que, en esencia propone votar poniendo una D en las boletas, es una propuesta interesante como signo de las ansias que tenemos de construir un consenso para el cambio y, sobre todo, de hacerlo en paz. Pero tiene un defecto práctico que la hace poco viable: el conteo de votos. En efecto, toda cosa que se escriba en la boleta la anula, por lo que las boletas marcadas con la D serían contadas como voto nulo igual que las que tengan escrita cualquier otra cosa y, por otra parte, muchas personas tienen el temor de que escribir en la boleta, incluso una letra, los haga reconocibles. La intensión de los proponentes es que nadie quede “marcado”. Pero cualquier persona, sea de la comisión electoral o simple ciudadano observador del conteo, que manifieste la menor curiosidad por cuántas D hay en su colegio, quedará “marcado”.
Creo que hay otra manera, también dentro del marco legal, de usar las elecciones para empezar a construir nuestro consenso. Para ello es necesario distinguir entre las dos elecciones porque tienen objetivos diferentes y precisan tácticas diferentes.
PRIMERO: Las elecciones para la Asamblea Municipal, donde se elige al delegado, ya tienen un movimiento tácito de resistencia que se manifiesta por: baja asistencia a las asambleas de nominación, evidente falta de deseos de proponer candidatos y multiplicación de los pretextos de los propuestos para “declinar” el honor que se les hace. En este caso, a la hora de las elecciones, el VOTO EN BLANCO sería coherente con la apatía manifestada en el proceso de nominación, con la salvedad de que el voto en blanco sí se cuenta y significa algo entendible para todos, a saber: los delegados no pueden resolver los problemas, sintetizado por alguien del pueblo que dijo: “nosotros respetamos a los delegados, pero el gobierno no”. Los que han sido delegados conocen la experiencia: no son profesionales por lo que su trabajo, el más importante, el que expresa más directamente la voluntad popular, lo tienen que hacer en horario extra laboral, no tienen recursos y son peloteados de acá para allá por burócratas de toda laya, se agotan en gestiones que muchas veces terminan en nada. Y eso hablando de los problemas locales, en cuanto a la participación real en la toma de decisiones, tengo un ejemplo concreto: en una ocasión los electores de mi circunscripción tuvieron cuestionamientos sobre los equipos que se repartieron durante la “batalla energética”, como eran decisiones a nivel nacional, el delegado no tenía las respuestas, por lo que los electores solicitamos se reuniera con nosotros uno de los diputados a la Asamblea Nacional por los que nos tocaba votar cada 5 años, no era la propuesta de un elector, era la solicitud de la asamblea, no obstante, jamás se produjo ese encuentro. Si se le propone a la gente canalizar su inconformidad mediante el voto nulo, una parte, por temor, votará en blanco. En cambio, si la inconformidad se canaliza en torno al voto en blanco creo que el resultado sería estadísticamente más impactante, sobre todo, para nosotros mismos.
SEGUNDO: las elecciones para las Asambleas Provincial y Nacional. En este caso, la táctica debería ser diferente. Como el voto nulo y el voto en blanco no se cuentan como votos válidos, por grande que sea el impacto estadístico, el resultado no afecta a las elecciones en sí mismas. En este caso, la táctica más efectiva es el VOTO POR UNO. En efecto, para ser elegido, el candidato debe tener más del 50% de los votos válidos, por ejemplo: hay tres candidatos A, B y C, y hay 50 votos válidos, pero 20 votan por A, 20 por B y 10 por C; resultado: ninguno de los candidatos obtiene los 26 votos mínimos (50% más 1) para ser electos y quedan tres plazas vacantes. Sería un caso sin precedente que podría obligar, incluso, a la convocatoria a una nueva elección según el art. 125 inciso c), de la Ley Electoral. Esto no se podría lograr con el voto nulo.
El voto nulo, en cualquiera de los dos casos, tiene un significado relativo en cuanto a termómetro de inconformidad, por la sencilla razón de que un voto puede ser anulado por error, pero, estadísticamente todos, los intencionales y los accidentales, son parte de una sola cifra.
No creo que esto, en sí mismo, signifique la gran revolución ni mucho menos; incluso, la sola idea de que tenga éxito puede intimidar a muchos, es la mezcla de miedo y deseo que provoca cualquier cambio (de casa, de trabajo, de pareja, hasta el nacimiento de un hijo).
Pero lo cierto es que estamos ya, como cantara Serrat: “hartos ya de estar hartos” y esta sería una forma, tan válida como cualquier otra, de decirlo.
Por otra parte, todos los náufragos que se respetan, han comenzado a construir su vida isleña contando los recursos que han podido salvar del naufragio y, en primer lugar, a sí mismos. ¿No deberíamos nosotros hacer lo propio? Porque yo siento curiosidad por saber cuántos de los que nos montamos al mismo barco de ilusiones se hundieron con el barco y cuántos estamos en tierra, con lo que pudimos rescatar del barco, dispuestos a construir una nación donde la Constitución sea respetada, donde, efectivamente, “la Ley Primera de la República sea el culto de los cubanos a la dignidad PLENA del hombre”.
¿es este un post actual? Cuando habla de “las próximas elecciones” y la campaña por la D ¿a qué elecciones se refiere? No era esa la campaña promovida por uno de los integrantes de OC (el que se va a pirar o se piró ya pa’ Ecuador)?
Ay yoyo…¡te veo realmente informado sobre Cuba¡ Ahora comprendo algunas cosas que has dicho. Supongo que alguien que sepa más que yo, le dirá a yoyo, de qué elecciones se habla.