Para agotar(me) temporalmente en este tema de la organización obrera

Por Rogelio M. Díaz Moreno

Se podría decir que, para alguien tan moroso con los pagos de la cuota sindical, yo le doy demasiadas vueltas al asunto. A veces uno quisiera ser un feliz despreocupado, olvidarse de los peces de colores, puede que incluso haya quienes quieran que uno haga justamente eso. Pero no nos vamos a complacer por el momento.

Antes de saltar a otras zanahorias, este conejo quiere liberar el par de bocadillos que se le quedaron en la última entrega. Allí nos sumábamos a los muchos compañeros que han criticado la desdichada situación de la organización obrera cubana, incapaz de desempeñar ni regularmente el presunto papel de defensora de los intereses de los trabajadores; ni de los que laboran para el Estado, ni los que se emplean para los nuevos empresarios privados, ni de los que están por entrar en las horcas caudinas de las flamantes maquiladoras de las zonas francas.

Quedarían por señalar algunas tareas que, a nuestro juicio, deberían alcanzar una primerísima prioridad en la agenda de una organización de trabajadores socialistas. Quiero referirme aunque ya lo habré dicho de pasada en ocasiones anteriores a las empresas que el Estado decide abandonar por la incapacidad de volverlas productivas, y a la organización de cooperativas. Continue reading

La central sindical, el turismo y otras maledicencias nuestras

Por Rogelio M. Díaz Moreno

Me encuentro con una socita mía, una que escribió un artículo hace poco sobre la eximia central sindical que tenemos por acá, y empezamos con nuestra maledicencia. Mira tal nota, le comento apegado a mi capacidad de relacionar la gimnasia con la magnesia, dijo hoy Cubadebate que había tantos millones de cubanos que fueron de turistas el año pasado. Qué bien que estamos, y eso que ya el sindicato no le da reservaciones a los trabajadores. Por mucho que se inmolen en su puesto de trabajo, por ejemplo un médico o un maestro, con su sueldito de 20 cuc mensuales, no podrán ir al hotel; en cambio, seguro se consolarán con los compatriotas que sí pueden ir. Así, concordamos, todavía se pueden pensar más maravillas de la CTC y de las buenas decisiones que toma sobre el lado del que se va a poner.

Cabe también recordar otras noticias interesantes de nuestros diarios nacionales sí, porque aquí no leemos esa malvada prensa internacional, y no digamos ya la pérfidaInternet. Como aquellas noticias que hablan del trabajo por cuenta propia, y cómo la categoría de los trabajadores empleados por los pequeños y medianos empresarios o hacendados, es ya la más poblada. ¿Pasarán por la mente de la organización sindical cubana, la idea de facilitarle a estos proletarios, maneras organizativas o cualquier otro apoyo, frente a la perspectiva de ser explotados todo lo posible por la nueva clase empresarial? Digo yo, esto sería preferible a que se alinearan con los patrones, pero quién sabe. Imagino en mis pesadillas que en la élite de la nueva clase empresarial, seguramente, va a haber más de un exdirigente o gerente u oficial, de los que llevan ya tiempo orientando amistosamente a la CTC.

Esto de apoyar a los trabajadores del capitalismo está muy bien, seguramente, pero para los países extranjeros. Uno se pregunta lo que no tiene que preguntarse, porque los capitalistas resulta que desembarcan luego aquí. Con las nuevas zonas francas, como las del puerto del Mariel, y las flamantes maquilas que se instalan en ellas, tendremos una vitrina inmejorable para apreciar la reproducción del capital a cuenta del trabajo producido, pero no totalmente remunerado: o sea, la explotación clásica Continue reading

Transiciones, socialismo, institucionalidad y justicia

Por Rogelio Manuel Díaz Moreno

Mis elucubraciones no se detienen en mi cabeza, en estos tiempos en los que el término Transición se manifiesta y reproduce intensamente en las arenas de la política nacional. Todavía habrá muchos quebraderos de cabeza que nos darán vueltas en lo que aquilatamos los rayos que nos caen arriba. Los funcionarios que parecen saber lo que hacen, apuntan a que lo fundamental es desatar a las fuerzas productivas, prácticamente a todo costo, mientras otros remarcan la -cada vez más vacía- afirmación de que el movimiento es hacia más socialismo.

Digamos que empiezo por los trabajadores asalariados, esos que queden en las empresas estatales después del fin de la próxima ola de despidos. En estos días, los dirigentes cubanos repiten, nuevamente, las letanías del llamado a nuestras conciencias, aquellas que nos incitan a cuidar cierta “propiedad socialista” que, supuestamente, es de todos y, por lo tanto, también de uno. Cómo puede pertenecer a uno, una empresa, y uno botarse a sí mismo, es algo que escapa a mis cortas entendederas. Y aquellos que mantienen sus puestos, ya se acostumbran a sentir la espada de Damocles del despido como una realidad más de sus vidas -con la mayor autonomía de las direcciones, sumada a la acostumbrada inoperancia de los sindicatos, como facilitador ideal de los recortes. Asimismo, los ya ínfimos niveles de salario van a perder la magra compensación, que con frecuencia se pregona por los oficialistas, de los pocos subsidios que todavía queden en pie. ¿Cómo evitar la obvia enajenación del que malamente vende su fuerza de trabajo al Estado, de igual forma que se hace en el capitalismo a un patrón explotador? No lo creo posible.

Aún más claramente sentirán que viven en el capitalismo, aquellos que trabajen para los flamantes negocios de paladares, los peones de los nuevos hacendados y demás empleados que se contraten con los nuevos empresarios privados, acogidos todos caprichosamente bajo una licencia disparatadamente igualitaria de Trabajador Por Cuenta Propia. Aquí, los empleados carecen naturalmente de algunos de los derechos que resisten en los círculos anteriores, dada la falta de obligación del patrón de otorgar vacaciones, licencias de maternidad, respetar normas anti discriminación y así sucesivamente. El único terreno donde, tal vez, se igualen estas personas, será en el de sentirse ajenos a algún empeño social común, pues: poseen o trabajan para empresas privadas (que pueden quebrar o despedirles)… pagan sus impuestos… reciben algunos servicios sociales a cambio (educación, salud y algunos otros menos connotados); igualito que en España, Argentina, Corea del Sur y los Estados Unidos. Continue reading

El futuro en tiempos de lineamientos

Por Rogelio Manuel Díaz Moreno

En los últimos meses, han ocurrido tantos acontecimientos en nuestro país, que podríamos estarle dando vueltas mucho tiempo. Tanto, que para cuando termináramos, ya estaríamos otra vez desactualizados. Interesante reto, orientarse e insistir en el derecho de participación en la nuevas épocas, marcadas por los famosos lineamientos del Partido.

No hace más de un año, para poner un par de ejemplos, era sencillo señalar las opresivas restricciones sobre el derecho de viajar y el daño que infligían a nuestro país, o reclamar espacios para una forma de producción socialista tan ventajosa como lo constituyen las cooperativas en todo tipo de actividades económicas. No se presentaban obstáculos de mucha cuantía en los torpes justificativos de muchos exégetas gubernamentales -los cuales, como era de esperar, experimentaron la mutación correspondiente en cuanto llegaron los decretos con los últimos cambios. El caso es que ya dichas realidades y otras más- cobran cuerpo, para provocar estas curiosas mezclas de sentimientos, de incertidumbres y expectativas.

El alivio de una liberación no excluye las razones para algunos enojos. Por años oímos que las razones para las restricciones de viajes eran el bloqueo norteamericano, el robo de cerebros, la ley de ajuste cubano Que pretender cambiar la política de aquí, sin vencer antes las malvadas maniobras de allá, era hacerles el juego, debilitar la sacrosanta unidad de la patria, etc., etc. Ahora resulta que no se cayó el cielo sobre nuestras cabezas sino que, por el contrario, el cambio desde aquí es el que está replanteando todas las reglas y obligando, a los de allá, a ponerse en una posición defensiva muy novedosa. O sea, otra manifestación patente de cómo hemos sido manipulados, se nos ha mentido, sujetado hasta el último momento en cajoncitos estrechos que, finalmente, no han resistido la presión de la naturaleza y la voluntad humanas de crecer. Otra de esas contradicciones espectaculares es el asunto del famoso cable óptico para Internet, campo en el que primero nos dicen que no tenemos esta conexión por culpa del imperialismo, luego que viene un cable, luego no se menciona más el cable y se vuelve a culpar al imperialismo, años más tarde aparece de nuevo el cable, y uno simplemente confirma lo que sabe, que no puedes creer a quien pretende con tanta desfachatez mantener el monopolio de la información. Continue reading

Las relaciones con la inversión extranjera y los emigrados: la cantidad de dinero es lo importante

Por Rogelio M. Díaz Moreno

Esta es una de esas noticias de las que no podemos tener una certeza cabal, entre nuestra mala conectividad a Internet y la acostumbrada opacidad del sistema cubano. Si las conclusiones que uno extrae a partir de la limitada información que posee, son erróneas, ¿a quién culpar?

Vamos al grano. Al parecer, el canciller cubano Bruno Rodríguez se habría reunido con un grupo de emigrados agrupados bajo la organización Cuban American For Engagement (CAFE), que se oponen al bloqueo, defienden la normalización de las relaciones entre los EEUU y Cuba y otras buenas ideas que desde aquí aplaudimos. Entre las cosas que el canciller les habría dicho el pasado 28 de septiembre, me llama sobremanera la atención la parte donde, según lo que me ha llegado, les explica que se rechaza la posibilidad de que ellos inviertan abiertamente en la economía cubana por un hecho bastante simple, el de que no pueden aportar lo suficiente: las cantidades anheladas de cientos y miles de millones de dólares a las que aspira el gobierno cubano. Continue reading

Al paso, la Constitución

Por Rogelio M. Díaz Moreno

Ahora que ya pasó el acto del 26 de julio, resulta que yo todavía no me he terminado de desconectar de la pasada sesión del Parlamento cubano, celebrada hasta el 23 del presente mes. Y es que yo no quería pasar por alto un último punto del discurso del compañero general en jefe, Raúl Castro, allí al finalizar prácticamente su discurso de la clausura, cuando hace la apología del compañero Jaime Crombet.

Dijo Raúl, según la versión que descargué del sitio oficial Cubadebate, En consideración a sus relevantes méritos, […], el compañero Jaime trabajará conmigo en la atención a la comisión que elaborará el proyecto de modificaciones a introducir en la Constitución de la República, en cumplimiento de los acuerdos del Sexto Congreso del Partido

Así que, de pronto, nos enteramos de un par de cosas importantes: Se ha conformado o conformará una comisión para proponer modificaciones a la Constitución.

Era algo que muchos veíamos venir, si bien no todos estaban convencidos de que fuera lo más conveniente. Algunos amigos versados en cuestiones de Derecho, por ejemplo, me han explicado que la Constitución actualmente vigente no ha sido nunca aprovechada por completo pues, para empezar, le faltaron algunos complementos jurídicos que se suponía se elaboraran para definir detalles en temas como ciudadanía, el ejercicio de derechos de asociación, etc.; lagunas que resultaban en que las autoridades actuaban a discreción en esas cuestiones para disgusto digamos que de aquellos a los que no les gustaba su actuación. Eso, cuando no se cometía un burdo y abierto desacato como con la prohibición, derogada no hace tanto, de entrada de los cubanos a establecimientos hoteleros.

Por otra parte, las conocidas reformas realizadas al modelo cubano o actualizaciones, como prefiere llamarles el discurso oficial ya dieron al traste, según mi humilde opinión, con un par de preceptos constitucionales como aquel de proscripción de la explotación de unas personas por otras, insostenible frente a la existencia de la contratación de fuerza asalariada por parte de algunos de los pequeños empresarios autorizados a ello con el auge, legalmente promovido, del llamado trabajo por cuenta propia. En todo caso, con tanta actualización o reforma o renuncia del Estado a garantizar trabajo, planes vacacionales y el resto de la filosofía de eliminar subsidios y subvenciones a la población, las sacudidas experimentadas por la Carta Magna cubana han sido tantas que lo más práctico, para poder hablar de un documento que todos consideren digno de alguna atención, es reformarla.

Lo que quiero subrayar es, de nuevo, que ya se decidió crear una comisión para redactar el proyecto de modificaciones de la Constitución. ¿En qué momento, tengan la bondad de decirnos? ¿Quiénes tomaron la decisión? ¿Cómo se va a elegir a los integrantes de la misma? ¡Fíjense que no es una comisión cualquiera, para elegir el color de un estadio de pelota, es para cambiar la Constitución! Una cosa se sabe, que Raúl y Crombet la van a atender. ¿De la manera en que un anfitrión atiende a unos huéspedes? ¿Cómo un archivador atiende a personas que requieren información? ¿O de otra manera?

Además, me parece que hay otras contradicciones. Dice Raúl, en cumplimiento de los acuerdos del Sexto Congreso del Partido. Pero en la versión que yo descargué, también de Cubadebate, de la versión final de los Lineamientos aprobados en el VI Congreso, no aparece la propuesta de reformar (o actualizar) la Constitución. Lo que es más, el PCC no tiene la potestad para cambiar la Constitución de Cuba, derecho que solo posee la Asamblea Nacional del Poder Popular, según el artículo 137 de la misma Constitución. Tampoco se encuentra el PCC entre las personas naturales o jurídicas con Iniciativa Legislativa, o sea, que puedan proponer leyes en la Asamblea, según el artículo 88 del documento en cuestión. Si alguien tiene una información mejor que la mía, por favor compártala.

Ante esta situación, me vienen a la mente ciertas palabras de José Martí, en una carta a Máximo Gómez. En esa misiva Martí, sin ocultar el cariño y admiración que siente por el Generalísimo, le expresa su opinión de que

entiendo que usted procede de buena fe en todo lo que emprende, y cree de veras, que lo que hace, como que se siente inspirado de un motivo puro, es el único modo bueno de hacer que hay en sus empresas. Pero con la mayor sinceridad, se pueden cometer los más grandes errores; y es preciso que, a despecho de toda consideración de orden secundario, la verdad adusta, que no debe conocer amigos, salga al paso de todo lo que considere un peligro, y ponga en su puesto las cosas graves, antes de que lleven ya un camino tan adelantado que no tengan remedio.

La escribió Martí, a raíz de un desacuerdo con la manera, de Gómez y Maceo, de planificar la próxima y definitiva contienda para liberar a Cuba del colonialismo español. Martí que contaba con la independencia de Cuba para revertir la expansión del imperialismo yanqui sobre Latinoamérica le expresó al Generalísimo que, no obstante su amor ciego a una idea en la que me está yendo la vida; a pesar de desbordar por él esta fatal abundancia de corazón que me dañaría tanto en mi vida, si necesitase yo de andar ocultando mis propósitos para satisfacer ambicioncillas; que, no obstante dudar que se hubieran acercado a aquel alguien más con un afecto más caluroso que aquel con que lo apreté en mis brazos desde el primer día en que le vi; en fin, que con todo ello, no iba a contribuir con los planes esbozados en la discusión que provocó esta misiva, pues hay algo que está por encima de toda la simpatía personal que usted pueda inspirarme, y hasta de toda razón de oportunidad aparente.

Yo espero que a nadie le moleste que un humilde servidor sienta tanta admiración por las ideas de Martí que trate de hacerlas suyas, derecho que, por demás, nos asiste a todos los cubanos. Pienso que hay que tratar de meditar en lo que estaría pensando Martí al escribirle a Gómez en este mismo mensaje, que

un pueblo no se funda […] como se manda un campamento; y cuando en los trabajos preparativos de una revolución más delicada y compleja que otra alguna, no se muestra el deseo sincero de conocer y conciliar todas las labores, voluntades y elementos que han de hacer posible la lucha armada, mera forma del espíritu de independencia […] ¿qué garantías puede haber de que las libertades públicas, único objeto digno de lanzar un país a la lucha, sean mejor respetadas mañana? […] Si la guerra es posible, y los nobles y legítimos prestigios que vienen de ella, es porque antes existe, trabajado con mucho dolor, el espíritu que la reclama y la hace necesaria: y a ese espíritu hay que atender, y a ese espíritu hay que mostrar, en todo acto público y privado, el más profundo respeto.

Lo que me parece muy a tono con el propósito de redactar una nueva Constitución para el país o para modificar la vieja. Sobre todo, teniendo en cuenta que Martí la tenía mucho más difícil que nosotros hoy, pues el país que los mambises todavía tenían por liberar de una potencia colonial, hoy ya cuenta con la soberanía necesaria para desarrollarse y mejorar las condiciones para que su pueblo trabaje por una felicidad posible, sin olvidar hacer frente a los apetitos imperiales de otra potencia que conocemos bien.

Resulta totalmente improcedente que las propuestas de modificaciones a la Ley de Leyes provengan, como ya ocurrió en el caso de los documentos del Congreso y la Conferencia del PCC, del trabajo de una comisión desconocida, trabajando en secreto. Me resulta inconcebible. Este pueblo, llamado a construir en el umbral mismo del imperialismo yanqui el proyecto liberador, emancipador, antiimperialista, del socialismo; que efectuó una Revolución inédita que ha conmocionado al mundo más de una vez, y lo seguirá conmocionando, no puede sino efectuar en la más abierta y democrática asamblea las discusiones que deriven en una nueva Constitución. La única manera de rechazar indefectiblemente las embestidas del enemigo y derrotar para siempre sus esperanzas de fragmentarnos para borrar nuestro ejemplo de la faz de la tierra, consiste en la unidad basada en la igualdad y el respeto a cada compatriota, la participación universal y plena de los talentos de todos los cubanos y cubanas, militantes o no, con sinceridad y transparencia, con libertad y compromiso, en los hitos de la sociedad que forjamos.

Se podía haber evitado

Por Rogelio M. Díaz Moreno

Uno de los fenómenos que más ha empobrecido nuestro país en los últimos dos decenios ha sido el flujo migratorio, fundamentalmente compuesto por personas jóvenes, cuya calificación profesional típica es elevada y, por supuesto, en plena edad reproductiva. Numéricamente, se puede estimar en cerca de treinta mil personas al año, desde inicios de la década del noventa del pasado siglo. Por ese caño se han derramado cuantiosos recursos invertidos en la formación de esas personas pero, sobre todo, se ha perdido la posibilidad de que el trabajo creativo de esas personas enriqueciera material y espiritualmente a nuestra sociedad. Como elemento de igual o mayor importancia, este problema agrava la situación demográfica de una población profundamente marcada por el envejecimiento y decrecimiento. Todo esto, sin mencionar el desgarramiento individual y familiar, el dolor de la separación, las dificultades de adaptación tanto de las personas que buscan los nuevos horizontes, como de los que quedan atrás, privados de la amoroso soporte que supone un hijo, una hermana, un amigo.

Un pensamiento incómodo aguijonea la mente, que sugiere que este fenómeno se podía haber evitado o, al menos, mitigado en buena medida. Hace demasiado tiempo que se hizo evidente, para todo el que no mantuviera los ojos firmemente cerrados, que bajo los esquemas estatalistas que no socialistas de la economía, la regla general con algunas excepciones establecía que las únicas garantías de cobijo estaban extendidas a la mediocridad conformista; a aquellas personas cuyas aspiraciones no estuvieran muy alto; trabajadores manuales o intelectuales que con un sueldito ínfimo pero estable, más un par de prestaciones sociales estratégicas y lo que se pudiera sustraer taimadamente del centro laboral, se dieran por satisfechos. Han tenido que pasar más de veinte años desde el inicio del Período Especial o del regreso a la depauperada normalidad, podría decirse para que se estabilizara un mínimo de respeto por la iniciativa privada en la forma del llamado trabajo por cuenta propia. Y eso, bajo la presión actual para el Estado que significa la decisión de despedir a más de un millón de sus trabajadores, y la necesidad de dejarles vivir de algo mejor que el delito. Aún así, el antaño todopoderoso Estado no ha desbloqueado sino las franjas más precarias del espectro de actividades económicas posibles, aquellas de oficios básicos de baja calificación tan dignos como los de alta, pero poco halagüeños en términos intelectuales y únicamente remunerativos debido a la extraña situación que experimenta nuestro país. Para los profesionales jóvenes que buscan un empleo a sus dotes trabajosamente cultivadas, emprender iniciativas económicas más sofisticadas, apenas se cuenta a estas alturas con las vagas promesas de estudiar y dejar establecido, algún día, la posibilidad de formar cooperativas fuera del ámbito agrícola.

Vamos a hacer un par de especulaciones de cómo hubieran ido las cosas, si la política hubiera sido distinta. Nótese que haremos énfasis en empeños de colectivos bajo términos cooperativos, que consideramos como formas avanzadas de gestión socialista, en contraposición con las formas estatales y saludablemente distanciadas de empresas privadas, basadas en la explotación capitalista de los trabajadores por los dueños.

Se partió de una situación en la que miles de ingenieros, técnicos, personal calificado en general, se encontraban estancados, mayoritariamente en trabajos de escasa productividad e interés, además de la pobre remuneración y la imposibilidad de modificar sustancialmente el orden de las cosas en sus centros laborales. Esta última osadía constituye todavía hoy un imposible desafío a las inexorables autoridades. A ese grupo no se puede dejar de añadir, en igualdad de condiciones, al sector de obreros vegetando en fábricas de tecnología obsoleta, de producción detenida por los frecuentes desabastecimientos de materias primas, repuestos, combustibles y hasta por abarrotamiento de los almacenes ante la mala gestión de las otras instituciones estatales encargadas de la comercialización. Esta ha sido la cantera fundamental de la emigración, en todo este tiempo, ante la falta de una mejor opción. Ah, pero ¿qué hubiera pasado si, digamos, desde fines de esa década de 1990, cuando ya se pasó el golpe más duro tras la caída del campo socialista, se hubiera comprendido las potencialidades en ese conjunto de personas? ¿Qué tal que se les hubiera permitido agruparse autonómicamente, en centros de producción y servicios cooperativos, dedicados a satisfacer de una manera indiscutiblemente más eficiente las necesidades malcubiertas por instituciones estatales?

Si por fin, dentro de poco, se llega a instaurar la posibilidad de empresas cooperativas, se verá que el panorama no se transforma de un día para otro. La consolidación de los colectivos lleva su tiempo, tiempo de aprendizaje, de reajuste, de disolución inevitable de los proyectos menos viables. Esa etapa hubiera podido vencerse a estas alturas, de haber empezado a tiempo. Con el entusiasmo que la posibilidad de ganarse, por uno mismo y con sus esfuerzos, una vida honrada y satisfactoria en términos materiales y espirituales, la sangría de la emigración que buscaba esa posibilidad allende los mares se hubiera reducido considerablemente. Lo que es más, algunos de los que se fueron y no tuvieron el éxito esperado, se hubieran animado a regresar. Por supuesto, esto requeriría de paso de una política responsable respecto a la migración.

A estas alturas, hubiera sido posible que el Gobierno no tuviera que plantearse el despido de esa cantidad de trabajadores, porque ya se encontrarían trabajando en este sector. La producción de bienes y servicios se estaría efectuando en instalaciones mucho más eficientes que lo que se ha venido haciendo. Las pérdidas millonarias por subsidios a las ineficiente empresas estatales se hubieran reducido al mínimo imprescindible para garantizar el funcionamiento de determinadas necesidades sociales; por el contrario, los ingresos al fisco se habrían estabilizado en una magnitud creciente y capaz de cubrir las inversiones en salud, educación, infraestructura, etc., que normalmente se coordinan a nivel centralizado. El país, en pocas palabras, estaría ahora en una posición mucho más ventajosa en términos económicos y sociodemográficos.

Queda de estudio individual responder a las cuestiones de por qué tarda tanto en desbloquearse este camino; qué daño le está infligiendo a nuestra sociedad esta demora, y qué opinión se merecen sus responsables.

Será marxismo, ¿será?

Por Rogelio M. Díaz Moreno

En estos últimos años, parecen verse algunas señales desde las altas esferas que indican cierta voluntad de rescatar la filosofía marxista, reimpulsar su estudio, celebrar eventos y todo ello. Pues bien, en estos nuevos escenarios por donde nos movemos, ahora que ya es bueno (casi) todo lo que antes era malo las divisas, vender tu carro o vivienda, ir a un hotel, tener celular y trabajar sin que sea para el Estado, un humilde servidor que no sabe mucho de filosofía y marxismo se pregunta si no estaremos viendo la aplicación diáfana de los teoremas marxistas más elementales.

En la calle 23 del municipio capitalino de Plaza, por ejemplo, y en muchas otras vías importantes o no tanto, florecen los negocitos por cuenta propia, ya sea de venta de mercaderías o de servicios varios. Los establecimientos equivalentes del Estado, por contraste, languidecen. Se me ocurre si no tendrá que ver con aquella parte de El Capital donde se explica que las formas económicas que explotan más eficazmente la fuerza de trabajo son las que vencen en la marcha larga. Lo mismo, pienso, se puede aplicar a la actividad agrícola cuyo principal motor parece ser la entrega de más tierras a campesinos privados, mucho más productivos que los obreros agrícolas de las granjas administradas por el gobierno.

En más de 50 años, el mecanismo de acumular sistemas de control y burocracias y llamados a la conciencia y el patriotismo y la disciplina, habrá producido hipertrofiados aparatos de dirección, pero nada capaces de competir hoy con la más elemental célula económica privada. A mi modesto entender, los dirigentes de alto nivel podían encontrar la explicación teórica de este problema en los mismos manuales que orientaban estudiar, pero parece que no la buscaban allí. Ahora la respuesta se ha impuesto con mucho dolor, en la práctica hasta los niveles de merolicos y concentraciones disimuladas de medios de producción pero, sin el reconocimiento teórico consciente de esta realidad y su estudio colectivo para sacarle el mejor provecho, un día de éstos se nos abre la caja de Pandora.

Y mientras solo sean cubanos, ya es seria la cosa. Pero cuando son las empresas extranjeras las de mayor empuje en el asentamiento de empresas explotando la fuerza de trabajo cubana, ¡ay mamá!

Tengo otro escenario que creo que se explica por la también marxista Ley del Valor. En la industria azucarera, por decenios el Estado recogía el fruto del trabajo de los centrales (el azúcar y sus derivados) y entregaba a cambio a las empresas lo que estimaba conveniente, que se traducía en pagar salarios, efectuar algunas reparaciones, etc. A todas luces, esto no fue suficiente para mantener capitalizadas a las empresas. Los administradores de este ministerio, ¿no conocían la ley marxista, o apretaban firmemente los ojos para no ver la ruina creciente delante de sí?

Finalmente, otra pedrada mía en esto del marxismo para que la rebatan los que saben más que yo. Decía Marx que lo menos que podía pagarle el patrón a su fuerza de trabajo era lo mínimo indispensable para la reproducción de esta. Si lo que recibe esta fuerza de trabajo es menos de lo que necesita para alimentarse y adquirir los bienes materiales y espirituales mínimos y con el desarrollo del mundo, esos bienes mínimos crecen en cantidad y calidad la fuerza de trabajo sufrirá un detrimento inevitable. ¿Será que hay una relación entre lo magro de nuestro salario, y el envejecimiento y decrecimiento de la población cubana, con sus bajos índices de natalidad y altas tasas de emigración? ¿Serán, tantas de nuestras realidades, comprensibles mediante la aplicación de la teoría marxista?