Por Rogelio M. Díaz Moreno
Se podría decir que, para alguien tan moroso con los pagos de la cuota sindical, yo le doy demasiadas vueltas al asunto. A veces uno quisiera ser un feliz despreocupado, olvidarse de los peces de colores, puede que incluso haya quienes quieran que uno haga justamente eso. Pero no nos vamos a complacer por el momento.
Antes de saltar a otras zanahorias, este conejo quiere liberar el par de bocadillos que se le quedaron en la última entrega. Allí nos sumábamos a los muchos compañeros que han criticado la desdichada situación de la organización obrera cubana, incapaz de desempeñar ni regularmente el presunto papel de defensora de los intereses de los trabajadores; ni de los que laboran para el Estado, ni los que se emplean para los nuevos empresarios privados, ni de los que están por entrar en las horcas caudinas de las flamantes maquiladoras de las zonas francas.
Quedarían por señalar algunas tareas que, a nuestro juicio, deberían alcanzar una primerísima prioridad en la agenda de una organización de trabajadores socialistas. Quiero referirme aunque ya lo habré dicho de pasada en ocasiones anteriores a las empresas que el Estado decide abandonar por la incapacidad de volverlas productivas, y a la organización de cooperativas.
Verdaderamente será escandaloso, para el historiador del futuro y los que sufrimos el presente, como la CTC deja pasar las oportunidades de jugar un rol estratégico en la conformación de una sociedad socialista, donde el trabajo honrado sea la fuente de la prosperidad y la justicia social. La autogestión de los colectivos de trabajadores debe constituir una aspiración irrenunciable en cualesquiera centros de trabajo, pero aquellos que el Estado abandona por su innata incapacidad económica quedan servidos en bandeja de plata ¡y no se contemplan siquiera! Por ejemplo, cuánto central azucarero lleva varios años cerrado, improductivo símbolo de la decadencia de un modelo en el centro mismo de un núcleo poblacional, que languidece y se disuelve en la amargura. Sin embargo, el mismo lugar podría convertirse en todo lo contrario, la semilla y el vigoroso árbol que prospera, a partir del empeño unido de las personas que creen, allí, riquezas materiales y espirituales a partir de su honrado sudor. Donde está el problema, el muro, el bloqueo, ¿quién le pone el cascabel al gato? ¿Quién da el primer empujón, quién se tira a convencer a los hombres y mujeres de que esto es posible sin necesidad de esperar la autorización orientada y los recursos de los niveles superiores; quién les abre las puertas que necesitan en las relaciones necesarias con el resto del sistema productivo y financiero, nacional e internacional? Ya sabemos que la central de trabajadores cubana, no es la indicada ni está calificada para enfrentar este reto.
Ahora hay, como nunca, otra oportunidad que la CTC, como siempre, va a perder. Después de cincuenta y pico de años de Estado socialista de trabajadores, se les va a permitir a los trabajadores organizar sus propias unidades cooperativas de producción no agropecuaria. ¿Quién está al frente del proceso, la CTC? De eso nada. Los dirigentes sindicales observan pasivamente cómo otros conducen todo el proceso. No se entusiasman ni se lanzan a hacer propaganda de las nuevas oportunidades por el país. No organizan cursos de formación de gestión u oficios favorables para las nuevas vías y oportunidades, para los ciudadanos trabajadores que las podrían aprovechar. No instalan mesas de neociaciones con el Gobierno, para tratar de pasar al nuevo sistema la mayor cantidad de unidades posibles y abrir oportunidades para crear otras nuevas en todos los campos habidos y por haber en los que sea factible.
Y que a nadie se le ocurra tratar de organizar estructuras alternativas de representación de los trabajadores. El perro del hortelano, ese que ni hace ni deja hacer, les propinará las más feroces mordidas, pues eso es un atentado a la sacrosanta unidad, diversionismo y contrarrevolución. Mientras tanto, cada uno puede hacerse su propio juicio, respecto a si la actitud de la única estructura oficialmente autorizada para representar a los trabajadores y trabajadoras de Cuba, está favoreciendo o perjudicando a la nación y al socialismo.
Me gustaría saber como Rogelio supone que se puede echar a andar un central azucarero (por mucha voiuntad que le ponga una comunidad determinada) sin capital para invertir, sin permisos (¿sigue siendo prerrogativa del estado, verdad?) para acceder al mercado internacional para comprar maquinaria etc, etc … Y sobre todo, ¿que sentido tiene reactivar una empresa que solo dará pérdidas?
Rogelio, está claro que la CTC no representa a los trabajadores cubanos en absoluto, pero el trabajo de un hipotético sindicato independiente del partido no debe ser insistir en mantener una empresa dad con subvenciones, sino defender que a los trabajadores se les recoloque convenientemente en otros puestos y/o se les imparta cursos para obtener otra calificación ..
Vuestro empeño en la “magia” de las cooperativas me parece francamente infantil
No tienen ni puta idea. Esa es la verdad:
Mucha teoría, pero en la práctica es mucho ruido y pocas nueces. Por eso insisto en un manual STEP BY STEP de cómo ellos ven esa fórmula mágica que nosotros y el resto del mundo que se sacudió el socialismo de arriba, no vemos.
Por favor Rogelio: Ejemplos, algo tangible