El gesto de Alfredo Guevara

Cualquier revolución es un hecho necesariamente controversial, tanto hacia “fuera” como hacia “dentro” – hacia el mundo especial que constituyen quienes la hacen. Ha de ser desmontada hoy la práctica novecentista de construir totalitarismos a partir de revoluciones… Alfredo Guevara es también –y hoy más que nunca- una personalidad necesariamente controversial. Nunca pretendió ser de otro modo. Hace ya años pronunció en un encuentro con jóvenes creadores aquella frase tajante “Ahora lo que sí considero imprescindible, es que la sociedad cubana se libere del Estado; y que fue, va a ser y sea Sociedad”. Esa réplica la consideramos parte de su Testamento Político (y esperamos nos perdonen tal atrevimiento) el cual fue entonces publicado por Observatorio Crítico en este blog. Hoy compartimos el testimonio del camarada Julio César Guanche, amigo y compañero de Alfredo Guevara. –OC.

Por Julio César Guanche(jcguanche@gmail.com; blog: “La cosa”)

Alfredo Guevara pasó la mayor parte de su vida con el saco sobre los hombros, en un gesto por el cual era reconocido por la mayoría de los cubanos, por dos razones declaradas: detestaba la guayabera y aborrecía la ritualidad. Cuando obligaciones protocolares le empujaron hacia la guayabera, se rebeló: “siento que solo me faltan las maracas para salir a la calle”. Obligado al saco, se lo dejó por décadas apenas sobre los hombros: parecía que el saco estaba puesto, pero tampoco terminaba de estarlo. Sin embargo, cultivaba con humor el mito sobre el origen de su gesto.

Ahora, el gesto es solo un síntoma, que acaso se explica por otras causas.

En su primera juventud, Guevara frecuentaba junto con otro amigo, blancos los dos, los círculos anarquistas de los trabajadores, mayormente negros, del puerto de La Habana.

Yo era anarcosindicalista. No creo que existiese en la Isla una gran influencia anarquista, pero la República Española trajo a muchos emigrados españoles de esa filiación. Mi novia era hija de un poeta anarquista español. Mis ideas habían nacido antes, pero con ella la relación con el anarcosindicalismo se hizo además sentimental.

Más adelante, los anarquistas nos encargaron a Lionel Soto y a mí que preparáramos un programa libertario, porque éramos los más cultos en un grupo de obreros anarquistas, básicamente del puerto de La Habana, en el que militábamos.

Para redactar el programa, Lionel y yo íbamos a estudiar a la Biblioteca Nacional, ubicada en el Castillo de la Fuerza. Su director, Joaquín Llaverías, era un hombre muy progresista. Allí había libros de todas clases, y comenzamos a leer textos marxistas sobre el anarquismo.

Nos convencimos que debíamos estudiar en profundidad el marxismo. Nos costó mucho trabajo separarnos de la organización anarquista, pero Lionel hizo una opción inmediata hacia el socialismo. Yo vacilé un poco y con el tiempo llegué a entrar oficialmente a la Juventud Socialista y al Partido Socialista Popular.

Teníamos la ilusión de que el triunfo de las fuerzas antifascistas sobre el nazismo debía significar una nueva época para la humanidad. Surgió la ONU, un poco más tarde surgió la UNESCO, es decir todo vaticinaba otra época; comenzó la descolonización, aunque luego resultara un proceso incompleto. [1]

Si su corazón era anarquista, su cabeza lo llevaba al marxismo, pero no quiso hacer una elección que resultara en una exclusión. Guevara se definiría en lo adelante, hasta hoy, como un comunista libertario.

Desde esa convicción, no le era difícil adherir al socialismo republicano español.

La Revolución cubana comenzó a realizar el proyecto que no tuvo secuencia en la segunda república española.

Su influencia nos marcó definitivamente. Para mí es sustancial demostrar que el pensamiento de la Revolución es mucho más complejo que la presencia de los aliados que hemos tenido en un momento dado en el este de Europa y que fueron imprescindibles. El pensamiento de la Revolución tiene raíces mucho más profundas, y entre ellas, una de sus fuentes, está en la experiencia de España.

Cuando entré en la universidad ya la guerra civil española había terminado, pero dejaba hondas repercusiones. Era una época en que muchos teníamos los abuelos o los padres españoles. La población mestiza de Cuba, no la que conservaba enteramente sus rasgos africanos, pero sí una parte importante, tenía una rama española.

Por eso muchos vibraron en su niñez o en su adolescencia con los acontecimientos que condujeron al derrumbe de la República, que encontró luego otro eco en nuestra realidad: la llegada de los refugiados españoles.

No se trata solamente de los profesores españoles que llegaron a Cuba, vivimos el legado de la República española en todos los terrenos, en el constitucional, en la ciencia, en las artes, en la literatura y en la política, en el desarrollo de nuestro pensamiento, de nuestra voluntad revolucionaria y de nuestra cultura.

Aquí, por ejemplo, los pelotaris jugaban un papel. Por otra parte, ahora nos hemos olvidado del fútbol —algunas veces lo recuperamos— pero cuando era joven, la presencia de las sociedades españolas era muy grande. El fútbol competía con el béisbol. Yo no entiendo el béisbol y sigo siendo un apasionado del fútbol. No sería extraño encontrar en el alma de esta generación que va desapareciendo, los remanentes de las influencias españolas también en el deporte.

Esos profesores nos influenciaron porque se preocuparon por Cuba y por sus problemas políticos, por la situación de nuestra generación. Uno de ellos, Gustavo Pittaluga —quiero destacarlo porque en mi generación habanera nadie dejó de leerlo—, no está suficientemente reconocido en España. Estuvo también Fernando de los Ríos, que escribió sobre José Martí. Aunque no estuvo en Cuba, el pensamiento de Ortega y Gasset también tuvo un papel. Antes había pasado por nuestro país García Lorca, quien dejó una huella de admiración tan grande que nos hizo vibrar cuando supimos su muerte terrible bajo el franquismo. Manuel Altolaguirre jugó un papel importante de promoción, conservo algunos de los ejemplares de pequeño formato que publicaba, como El ciervo herido. Éramos antifranquistas militantes.

Desde entonces, Guevara sabía que pertenecía con la misma intensidad a la cultura como a la política, otra vez sin elecciones excluyentes. Si aceptaba alguna materia como “sagrada” serían al mismo tiempo la universidad y la rebeldía, esa edad adulta de la cultura.

Yo he escuchado muchas veces decir que la Universidad era una Universidad burguesa por definición. Claro, era un país dominado por las capas altas y medias de la burguesía, pero en la Universidad de La Habana, la única existente en la época, operaban también los resultados del proceso general de la reforma universitaria que hubo en todo el continente, de la presencia de Mella en la Universidad, de las tradiciones a que había dado lugar, y, después, de los procesos relacionados con la Revolución del 30 y de toda la participación de la Universidad y de sus dirigentes en luchas que pudiéramos llamar estudiantiles, pero que formaban parte de las luchas políticas, que habían diversificado mucho tanto la composición como las orientaciones políticas que podían encontrarse en su interior.

La Universidad era una especie de microclima. El marco de posibilidades de expresión era mucho mayor que en el resto de la sociedad. A la Universidad venía una gran masa de estudiantes del interior del país. Para venir del interior del país a estudiar a La Habana había que tener una posición holgada, no había que ser millonario, pero había que tener ciertos recursos. Estos estudiantes, básicamente de familias pequeño-burguesas, hijos de pequeños comerciantes, etc., hacían una vida muy distinta de aquella que hacían en su familia: vivían cuatro, cinco o seis años de su vida totalmente independientes y, por lo tanto, eran un terreno más fácil para la influencia de las posiciones de los más activos movimientos de ideas en la Universidad. No habían entrado en el ciclo de la vida en que su clase les exigiría jugar un papel como miembro de ella. De esto éramos conscientes y lo utilizábamos para ganar adeptos.

Visto desde este ángulo, debo decir que la minoría, que el grupo avanzado, antimperialista, revolucionario, radical de la Universidad era pequeño. Pero lo cierto es que este grupo era capaz de desarrollar una gran influencia sobre una masa de estudiantes a la cual se le proponían acciones concretas contra injusticias concretas, contra desmanes concretos, y se le iba llevando hacia posiciones más avanzadas.

El ambiente intelectual también contribuía. Fernando Ortiz no era profesor de la universidad pero influía mucho sobre nosotros. Emilito Roig—que tampoco era profesor de la universidad, era el historiador de la ciudad de La Habana—, Vicentina Antuña, Elías Entralgo, que sí lo eran, todos ellos, archirrepublicanos, fueron muy importantes para nosotros.

Raúl Roa era uno de nuestros profesores más admirados. Aunque yo estudiaba Filosofía hacía lo que media Universidad hacía: meterme en las clases de Roa. Él terminaba las clases y se paraba en la Plaza Cadenas a decir palabrotas y todo tipo de horrores sobre la política de la hora. Nos acercaba a todos a las ideas del socialismo, a unos nos encantaba y a otros los comenzaba a “envolver”. Desde luego, había otros profesores que no hablaban en el lenguaje del marxismo, pero eran progresistas.

En ese medio contábamos con figuras tan respetables como Rafael García Bárcena, Suárez Valdés, Luis de Soto —por citar a los que no eran liberales—, Rosario Novoa —en aquel momento una profesora católico-liberal que se adelantó al movimiento liberal de la Iglesia—, con un grupo de profesores de Medicina de ideas adelantadas, como Juan B. Kourí. No se vivía tan claramente, como a veces se ha pretendido, una suerte de hegemonía de la derecha y de los plegados al bonchismo.

Esa es mi experiencia, encontramos gente muy sensible a los ideales de los jóvenes de entonces, creo que eran sus propios ideales, solo que mucho más elaborados, más complejos, y que se llenó de simpatía por nosotros. Sucedía hasta con los reaccionarios como Herminio Portell Vilá, que era pro yanqui hasta el tuétano y anexionista hasta el fondo, pero sus clases eran de debate. Otro que nos acompañaba en todo esto, con otros matices, pero siempre como un gran profesor, fue Jorge Mañach. En mi curso él se estrenó como profesor de filosofía, y presentó a San Agustín. Yo estudiaba frenéticamente a San Agustín para volverlo loco con mis preguntas.

Guevara, el joven que leía La ciudad de Dios, terminó poco tiempo después en una mazmorra, de la que se salvó de puro milagro, para después tener que marchar al exilio.

Estuve varias veces preso, pero la última vez me torturaron y salí muy mal. Estaba en la Novena Estación, la peor que Batista tenía en La Habana. Estaba en la calle Zapata, un centro horripilante donde me destrozaron a culatazos. El policía que tenía asignado vigilarme, al verme en ese estado, puesto él de espaldas, para que no vieran que hablaba conmigo, me dijo: “dame un teléfono”. Gracias a esa llamada me salvé. Intervinieron fuerzas que no eran de esperarse, como la de una burguesía patriótica que existía en Cuba, más bien una aristocracia del siglo XIX, unas grandes señoras, hijas de los patricios, que hicieron una acción muy fuerte al aparecerse en la estación, como también presionó la masonería nacional e internacional para sacarme de allí.

Después de eso, yo no tenía solución en La Habana y se decidió mi salida. Tenía una dificultad para salir. La Embajada de México y la de Brasil estaban dispuestas a recibirme e incluso a recogerme en un lugar, pero yo en la Universidad me había opuesto siempre al asilo, porque había gente que se asilaba a la primera, a la fácil. Como yo planteaba resistir, tenía que seguir luchando, debía defender mucho este principio, y hacía el ridículo si me asilaba. Al final, salí clandestinamente de Cuba. Pasé por Guatemala y finalmente llegué a México.

En esa brega, Guevara conoció de la amistad, y cultivó sus admiraciones más fieles. Experimentó cómo salvar un libro puede significar en un minuto tanto salvar una vida como una idea.

Días antes del asalto al Moncada yo estaba ingresado en el Hospital Emergencias. Raúl me había estado cuidando, y de momento me dice que Fidel lo estaba localizando y se va. No regresó. Llamo a otros amigos, y me dicen que no estaban, que Fidel los había llamado. Comprendí que era el momento y salí corriendo sin perder un minuto del hospital, pues estaba seguro que en breve comenzarían las detenciones tras ocurrir lo que vendría.

El Moncada fue definitivo para mí. Comprendí que la línea del Partido Socialista Popular y de su Juventud no conducía a nada. La sangre del Moncada me unió definitivamente a la insurrección.

Después del asalto me dediqué inmediatamente a limpiar pruebas incriminatorias contra ellos. En las semanas previas, Fidel me había ido a buscar y me pidió conseguirle libros sobre técnica militar soviética detrás de las líneas fascistas y sobre las guerrillas soviéticas. Yo tenía novelas que trataban el tema, y piezas de teatro, muy realistas, pero no lo que él estaba buscando. Le dije: «vámonos a la librería del Partido que a esta hora no hay nadie». En la librería, situada en la avenida Carlos III, encontró algunas cosas útiles, pero no tenía dinero. Como yo era habitual de la Librería dije: «bueno, está bien, yo lo garantizo», y me los fiaron. En el libro de cuentas de la librería quedaron anotados los títulos —todos de militares soviéticos— entregados al Dr. Fidel Castro y garantizados por Alfredo Guevara. Después del asalto me daba pavor que esa constancia cayera en manos de la policía, pues sería nefasto para Fidel en el ambiente anticomunista que se potenciaba en la fecha.

Yo tenía acceso libre a determinados apartamentos usados para la organización del asalto. Me ocupé de limpiar el cuarto de Raúl y de Pedrito Miret, que vivían juntos. Inclusive en un momento llegó la policía, pude marcharme, se fue y regresé al rato, pues olvidé revisar un travesaño donde supuse que Raúl habría guardado cosas. Efectivamente, las había y las quemé. Me llevé la caja de libros de Léster Rodríguez de su casa, a la que logré llegar antes que la policía. Estaban llenas de libros comprometedores.

Me quedaba la angustia de la librería del Partido, asaltada enseguida por la policía. Por fortuna, era una policía tan bruta que no revisaron el libro y el nombre de Fidel no apareció.

La policía de Batista no era la policía sofisticada de represión política que existe hoy en América Latina y en otros lugares. Siempre son bestias, pero estos eran bestias de una ignorancia total. No tenían algún dirigente con sofisticación, salvo, acaso, en el Buró de Represión de Actividades Comunistas (BRAC). La policía se llevaba libros de mi casa que no tenían nada que ver. Leí en un acta policial que recuperé que se habían llevado libros «escritos en clave» —yo era lector de Louis Aragón— y solo estaban escritos en francés. A veces los que podíamos nos comunicábamos en griego, e igual pensaban que eran claves secretas.

Con esa formación, Guevara podía sugerir libros sobre tácticas soviéticas de insurrección, pero su pensamiento fue una insurrección continua contra lo que el marxismo sufriría luego como “marxismo-leninismo” soviético. Ese marxismo sería repudiado siempre por Guevara, desde la polémica con Blas Roca hasta las últimas intervenciones que hizo ante públicos universitarios, que acaban de ser reunidas en un libro que él mismo pudo ver ya impreso en los últimos días, pero no alcanzó a presentar ante el público. Ese libro, que en este minuto se convierte en un resumen de su pensamiento más reciente, deja ver aquellas antiguas influencias y se sostiene sobre una convicción muchas veces repetida por él: el peor enemigo de la revolución es la ignorancia.

Pero Guevara no recibió sus influencias intelectuales solo de profesores de Filosofía.

Yo mantenía relaciones con Zavattini desde antes de mi llegada a México. Desde muy jovencito, siendo yo miembro de un cine-club de La Habana, Zavattini había visitado Cuba y habíamos entrado en contacto. Digamos que me «adoptó», y empezamos una relación. Lo reencuentro en México y por eso trabajé con él. Fue mi maestro. Duró poco tiempo, pero esa personalidad tan fuerte, tan intensa, tan rica espiritual e imaginativamente, me marcó para siempre. Después entré en contacto con Buñuel, y trabajé con él en varios guiones, particularmente en Nazarín. Filmé un documental que ganó el premio Ariel.

Zavattini y Buñuel me marcaron desde todo punto de vista, también éticamente: cómo hacer cine, por qué hacer cine, para qué hacer cine. Están las cartas tempranas, a partir de 1959, de Zavattini y de Buñuel recomendándonos no permitir que el nuevo cine cubano cayera en manos del comercialismo. La ley de cine, que me tocó escribir, afirma que «el cine es un arte». Esa frase refleja la voluntad de eticidad que ellos remarcaban. Por otra parte, al mismo tiempo que aprendía de ellos, buscaba armas en preparación de una nueva expedición hacia Cuba.

Con esa arquitectura intelectual, y con esa vocación política, Guevara no podía comprender la relación entre política “y” cultura, como dos cuestiones separadas. Antes bien, elaboró una comprensión cultural de la política. La historia de la concepción del ICAIC es su manifiesto.

Nosotros estábamos aprendiendo. Éramos todos cinéfilos. Alea y Julio García Espinosa habían estudiado en el Centro de Cine Experimental de Roma. Éramos los que teníamos formación. Los demás no. Los reclutábamos entre los cine club y les pusimos una cámara en la mano a ver qué pasaba. Y lo declaramos: tenemos que improvisar, pero hay que salir de la improvisación rápidamente.

Las grandes empresas distribuidoras eran americanas y lo dominaban todo. Dos empresas, una española y una mexicana, traían películas en español. Trabajaban en un país de analfabetos, con una gran población que no podía seguir los cartelitos y conformaban un público cautivo de películas mexicanas y españolas. Trataron de ganar el público de Hollywood con el doblaje, pero el público no se acostumbró. Lo cierto es que esas tres cinematografías, principalmente la mexicana, dominaban las salas más humildes. Mucha gente veía estas películas porque las más de las veces terminaban con canciones. Con todo, hubo figuras mayúsculas en ese cine que se quedó bastante tiempo después del triunfo de la revolución en la televisión. Y tenía su público.

Nosotros nos planteamos llegar al cine del mundo. Fuimos a Italia, España, Francia y a los países socialistas, cuando empezaban las relaciones con ese campo. Seleccionábamos las mejores películas, pero también un porciento de películas que eran “ligeras”. Todo eso lo hacíamos en medio de tensiones que no eran las mismas que hoy, entonces eran tensiones que incluían la agresión militar.

Checoslovaquia, Polonia y Hungría tenían películas razonablemente bien hechas, y existía una corriente dentro del cine soviético también de películas bien hechas, pero había una masa de películas insoportables. Entraron muchas de esas películas insoportables, y tuvimos que ser más rigurosos.

Nuestra idea sobre las coproducciones era que los países socialistas, que estaban más desarrollados, pusieran los recursos y que los guiones y los directores fueran cubanos. Se hizo Soy Cuba, de la cual el guionista era soviético, película que ahora es de culto, y también se hicieron películas de mala muerte, como algunas que se hicieron con la RDA y con Checoslovaquia.

Por esa fecha, varios técnicos habían ido a estudiar al campo socialista, pero en un momento, por decisión de la dirección del ICAIC, fui a estos países y recogí a todos estos estudiantes, y les dije que se graduarían en Cuba.

Eso se hizo por el cine y por la política. Les dije que vendrían, que nosotros les daríamos el título y que se lo daríamos filmando por todo el país. Y esto pasó porque empezaron a hacerse tesis, igual que se hacen en la universidad, pero filmadas. Y los que estudiaban en la Unión Soviética hacían tesis sobre la URSS con enfoques sovièticos, como mismo ocurría con los que estudiaban en la RDA, Polonia o Checoslovaquia. Entonces nos dijimos: vamos a reencontrar la realidad de nuestro país. Salgan a filmar, les damos películas, les damos cámaras, pero hagan sus tesis sobre la realidad de Cuba.

Así, cambiamos el sistema de formación e hicimos una escuela, pero una escuela para las necesidades del cine cubano. Todavía muchos de los ingenieros y camarógrafos del ICAIC son los ingenieros que se graduaron en esa escuela.

Diseñamos el ICAIC para el cine cubano pero también como infraestructura para el cine latinoamericano. Empezamos a hacerlo casi desde el principio, desde que empezamos a ser. En 1967 ya nosotros estábamos liderando el movimiento, con “nosotros” quiero decir los cineastas cubanos, ya estábamos luchando por integrar a toda América Latina. Por eso digo siempre que el nuevo cine latinoamericano nació en Viña del mar en 1967. Allí nos empezamos a organizar. Era el nacimiento del nuevo cine en todas partes.

Por eso, Alfredo Guevara es el principal artífice de una política cultural que en el ICAIC supo conciliar la experimentación, el rigor y la formación crítica del público con una comprensión sobre el discurso artístico que debe, primero, ser arte, para desde ahí explorar tanto los conflictos esenciales de una nación como el misterio de lo que el propio Guevara, lector de Santa Teresa de Ávila, Bergson y Lezama, llamaba el alma humana, con esa entonación suya que probablemente no se vuelva a escuchar jamás en Cuba. Pero su influencia no se limita al ICAIC. Leo Brower ha dicho que es el hombre de la ideología de la cultura en Cuba después de 1959. En la idea de Guevara, la función del ICAIC no era “hacer” el cine cubano, sino garantizar las condiciones en que ese cine pudiese nacer y desarrollarse: en el ejercicio de la crítica y la polémica, en el respeto al talento, en la comunicación con la sociedad, en la formación crítica de públicos, en el rigor de la formación intelectual de los cineastas, cuestiones todas que son extensivas al campo entero de las necesidades de la cultura cubana actual.

También por ello, su pensamiento comunica la idea de revolución con una de sus grandes pasiones: la potencia revolucionaria del “acaso”, la defensa del privilegio del matiz, la fuerza desmesurada del “sin embargo”.

Habría que preguntarse primero qué es la Revolución. Ella puede ser enfocada desde varios ángulos, pero lo más importante para mí es que el hombre piense y se piense con autenticidad. La garantía, siempre relativa, de la continuidad de la Revolución es precisamente que ese hombre, el joven cubano, piense sobre sí y sobre la sociedad a partir de un debate interno en su conciencia. Si lográramos que a este impulso, a la inquietud por la cultura —que no ha permeado a toda la juventud, pero sí a una parte— le siga una apertura, una provocación del debate, un estímulo a pensar las contradicciones, estaría garantizada de cierto modo la continuidad de la Revolución. El gran logro de la Revolución es que muchas conciencias sean activas, haría falta que todas lo fueran. Si esta pregunta, «cómo imagino el futuro de los cubanos dentro de diez, quince o veinte años», me la hubieras hecho hace una década te diría: «vendrá una época negra, horrible, en que seremos devastados, en que supuestos o reales investigadores trabajarán con papeles y archivos y juzgarán según su voluntad y su gusto. Unos tratarán de conservar limpia la memoria y otros no, pero una generación después seríamos revalorizados, sería revalorizada la Revolución, y, como el ying y el yang, se construiría nuevamente la Revolución».

Hablo de la revolución como hecho espiritual, no del arribo de ciertos habitantes de Miami a tomar posesión del país. Me refiero al espíritu de la Revolución. Esto es, hasta aquí, lo que yo hubiera dicho en la mayor intimidad hace diez años. Yo creo que Fidel lo comprendió, y sintió el paso del tiempo y comenzó a medir el lapso que le quedaba. Ni Fidel ni nadie es eterno. Nuestra Revolución, es la Revolución más cercana a nosotros, pero es parte de una Revolución de una dimensión mucho mayor, dimensión que tiene porque es —en nuestra época— revolución en la mente de la gente, revolución en el saber, revolución en el conocimiento, revolución en el dominio-no dominio del mundo, revolución en la conciencia de si somos y seremos o si no seremos.

He aquí descritas, me parece, las causas de por qué es revolucionario usar el saco a medias. Porque antes que elegir por exclusión, es preferible no confundir coherencia con intransigencia ni lealtad con obsecuencia. Es posible ser revolucionario y odiar las guayaberas, como es preciso para ser revolucionario rehusar las ritualidades que vacían la política y empobrecen la vida. Sí, el acto de usar el saco a medias es un acto de libertad y no solo de originalidad. Es solo una metáfora risueña —Guevara tenía un gran sentido del humor, no muy visible al público quizás por su personalidad intelectual— sobre la libertad.

Por esa libertad corrió los riesgos de la prisión y la tortura. Hasta hoy aquellos culatazos repercutían en su espalda, nunca curada del todo. Pero también comprendió que corría riesgos para tener más libertad, no para paralizarse ante ellos.

En los primeros años del triunfo de la Revolución, le presenté a Fidel un asunto y le dije: «si hacemos esto, las consecuencias pueden ser peligrosas porque si no nos sale puede pasar tal cosa; esto otro es más seguro pero menos «rentable». Hay que decidir entonces». Y Fidel me respondió: «¿Cuándo tú has visto que algo importante se haya logrado sin riesgos». Eso me dijo Fidel, pero es también mi criterio desde hace mucho tiempo. Si hay que correr riesgos, se corren, pero ni la palabra prudencia es deleznable ni los riesgos pueden ser demenciales. No hay modo de hacer algo importante sin asumir riesgos, pero mientras más inteligente y hábil es uno, los riesgos son menores. No obstante, con la cantidad de locuras que he cometido en mi vida, no seré yo quien predique prudencia. No soy el más indicado.

Alfredo Guevara ha sido tratado en este texto como “Guevara”, pero sus amigos y sus compañeros del ICAIC y del Festival, siempre le han dicho Alfredo. Hoy no he podido llamarle “Alfredo”. He intentado ser “neutral” apenas como una venganza contra la desesperación. Ahora que he llegado al final puedo decirle, con su admirado Miguel Hernández: Alfredo, siento de usted una falta sin fondo, pero la llenaré con sus palabras, con sus obras, con su recuerdo y con su presencia. Usted está en lo mejor de lo que muchos queremos pensar y hacer. Gracias, Alfredo, por todo.

[1] Los pasajes en cursiva corresponden a fragmentos de testimonios de Alfredo Guevara, que le tomé en diversas ocasiones. Como él no se decidió a darlos a la luz, permanecerán inéditos. Tampoco son demasiado relevantes, porque, por suerte, Guevara dio muchas entrevistas testimoniales de gran valor. Solo lo consigno aquí por respeto a su decisión. He utilizado relatos cuya redacción él revisó, y cuyos contenidos además él vertió, de modo similar a como aquí se cuenta, en público en diversas ocasiones.

Publicado en La Jiribilla

Alfredo Guevara: su Testamento Político Libertario para Cuba

Más allá de los obituarios, quisiéramos enfatizar algunas ideas de Alfredo Guevara que no sería impropio considerar como su Testamento Político – sobre un “fenómeno … interesante… subyacente e irreversible: la desestatización de la sociedad cubana.”

Guevara afirmó, enfáticamente: “La sociedad cubana saldrá, parece, de la prisión del Estado. El Estado soltará su presa, quiera o no quiera. ¿Por qué quiera o no quiera? Porque afortunadamente todo lo que puede pasar se hace a partir del poder.” Tales planteos –publicados por OC- son parte de un extenso fragmento de sus palabras en la presentación de un libro sobre Mella, en diciembre de 2010.

Muere Alfredo Guevara

El presidente del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, Alfredo Guevara, ofrece una rueda de prensa, lunes 22 de junio de 2010, en La Habana. ALEJANDRO ERNESTO / EFE

Prensa Latina publica los pronunciamientos de algunos artistas cubanos sobre el recién fallecido intelectual: “El crítico cubano Frank Padrón lamentó aquí el deceso del intelectual cubano Alfredo Guevara, recién fallecido hoy a los 87 años de edad, víctima de un infarto. Alfredo Guevara pertenece a la estirpe de los fundadores, de los que apoyan la creación y el talento, pues él mismo integró esas huestes, explicó en unas breves líneas a Prensa Latina. Como preguntó retóricamente en uno de sus libros, Será una huella. Y tomo ese título prestado para hacerlo a su vez de estas apresuradas líneas. Eso es lo importante, "porque, si, es y será una huella", sentenció. Aunque sabíamos de su enfermedad, de su estado frágil y delicado, creíamos que iba a vivir mucho más, que la muerte en personas como él, siempre activo y laborioso, nunca ocurre. Por ello la noticia sorprende tanto, parece imposible como siempre en estos casos, destacó el ensayista. Se nos fue Alfredo Guevara, el presidente del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano y uno de los líderes indiscutibles de ese movimiento fílmico desde los años 60 del pasado siglo. Le decimos adiós, añadió, al fundador del Instituto Cubano Arte e Industrias Cinematográficos, del Grupo de Experimentación Sonora, el intelectual lúcido, el autor de tantos artículos y libros.
El actor cubano Mario Limonta señaló a Prensa Latina que la muerte de Guevara es irreparable. Su obra como fundador del cine post-revolucionario fue trascendental. El gestó del cine cubano contemporáneo y creó una cultura cinematográfica, dijo.”
Nacido en La Habana en 1925, Guevara fue doctor en filosofía y letras de la Universidad de La Habana. Por voluntad propia su cuerpo será cremado y sus cenizas esparcidas por la escalinata de esa institución.

Por su parte, Juan Tamayo (jtamayo@elnuevoherald.com) de El Nuevo Herald en el artículo “Muere cubano Alfredo Guevara, amigo de Fidel Castro y ex director del ICAIC”, reportó que Alfredo Guevara, viejo amigo de Fidel Castro y ex director del Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematográficos (ICAIC), murió el viernes en La Habana a los 87 años de edad.

“Guevara había sido internado hace una semana en una clínica reservada para altas figuras gubernamentales, conocida como la Clínica de 43, debido a una condición cardíaca crónica que se había agravado, dijo su amigo Max Lesnik en declaraciones a El Nuevo Herald. El gobernante cubano Raúl Castro lo había visitado en la clínica, agregó Lesnik un comentarista radial de Miami que ha estado en contacto telefónico con un amigo de ambos, el historiador de La Habana Eusebio Leal. Guevara será cremado y sus cenizas será esparcidas en la escalinata de la Universidad de La Habana, un sitio icónico de reunión en las décadas de 1940 y 1950 para activistas estudiantiles como Castro”, puntualiza el periódico norteamericano.

La publicación ecuatoriana El Diario detalla a propósito de la biografía de Guevara: “Nació en La Habana el 31 de diciembre de 1925, fue embajador de la isla ante la Unesco en 1983 y había recibido la Orden Comendador de la Legión de Honor, máxima condecoración que otorga el gobierno de Francia. Inició su actividad en el cine en la década de los años 50 del pasado siglo, y por esa época fue asistente de producción de directores como Manuel Barbachano y Luis Buñuel. Participó en la fundación de la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo, institución que agrupó a la vanguardia de la intelectualidad cubana durante la década de los años cincuenta. Desde la presidencia del Instituto cubano del Arte e Industria cinematográficos (ICAIC), cargo que ocupó durante 30 años, Guevara potenció, a través del cine, un clima de amplia creatividad artística en relación con la música, las artes plásticas, la literatura y la danza. Durante su primera etapa al frente del Instituto de Cine de la isla apadrinó la creación del Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC en 1969, plataforma en la que se gestó el Movimiento de la Nueva Trova cubana, a la que se integraron notables músicos como Silvio Rodríguez y Pablo Milanés. Guevara fue miembro del Consejo Ejecutivo de la Unesco, fue vicepresidente del Comité Intergubernamental para el Decenio del Desarrollo Cultural, Miembro del Comité de Honor Internacional por el Centenario del Cine y organizador de su Reunión Regional Latinoamericana. En la actualidad presidía el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana y era miembro del Consejo Superior de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, órgano rector de la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños (La Habana). En los años sesenta fundó la Cinemateca de Cuba, que guarda la más importante memoria gráfica y escrita sobre el cine latinoamericano y la revista Cine Cubano, la más antigua en su especialidad en el continente.”

Coge tu capitalismo cubano aquí! (IV)

Entrada de la Editora Abril, de la Unión de Jóvenes Comunistas (justo frente al Capitolio)…

Sabino: El segundo martirio de Guaicaipuro

Por Dr. Esteban Emilio Mosonyi

Fue el día de ayer cuando ocurrió el segundo asesinato alevoso del Protomártir de la Independencia Venezolana, el conocidísimo y emblemático cacique Guaicaipuro. Es verdad que en la presente ocasión se trata de otro pro-hombre indígena, también de origen karibe, cuyo nombre es Sabino Romero, pero su lucha fue por las mismas causas y su muerte ocurrió en circunstancias similares. En otras palabras, ahora en el siglo XXI se presentan para los pueblos indígenas situaciones análogas a las que condujeron a la destrucción y cuasi-exterminio de muchos pueblos hermanos, ya en la conquista ibérica que comenzara en el siglo XVI. No es el momento de extenderme ahora en estos hechos, pero lo que sí quiero destacar es que jamás de los jamases hubiera pensado que ese segundo martirio ocurriría bajo la égida de un Gobierno que se autodefine como revolucionario, precisamente el mismo que a la vuelta del milenio les devolvió los derechos colectivos y la visibilidad social a nuestros pueblos y comunidades originarios.

El resumen de lo ocurrido no es tan difícil de elaborar, pero hay que calar muy hondo para precisar las múltiples razones y antecedentes –inscritos en su contexto específico– que condujeron a este crimen atroz e imperdonable. Todo indica que los autores materiales del magnicidio fueron sicarios a sueldo pagados por personeros de la asociación local perijanera de ganaderos con los cuales las comunidades indígenas yukpa y barí, también algunas wayuu, sostienen un conflicto de largas décadas en defensa de sus tierras, culturas y su existencia misma como pueblos y seres humanos. Allí interviene también la negligencia y ambigüedad de ciertas instituciones y autoridades, civiles y militares, del Estado Venezolano que no han realizado en forma idónea las demarcaciones territoriales, tampoco han querido pagar las bienhechurías exigidas por los ganaderos, y hasta pesa sobre algunos funcionarios de distintos rangos y niveles la acusación de connivencia y complicidad con los terratenientes y sus intereses anti-indígenas. Ello es tan notorio que en el presente momento el Poder Judicial viene persiguiendo con ensañamiento a las personalidades y organizaciones que más han defendido al pueblo yukpa, mientras que los verdaderos victimarios son encubiertos con el velo de la impunidad. Continue reading

Hugo Chávez, el Perón del siglo XXI

Por Veronica Smink (BBC Mundo, Argentina)

¿Perdurará el chavismo en Venezuela como lo hace el peronismo en Argentina?

Quiso ser Simón Bolívar, pero muchos creen que el fallecido presidente de Venezuela, Hugo Chávez, tenía más en común con otro histórico líder latinoamericano, el argentino Juan Domingo Perón.

El propio Chávez se autodefinió como un "peronista de verdad". "Me identifico en este hombre y este pensamiento que pidió que nuestros países dejen de ser factorías del imperialismo", afirmó en 2008, durante una de sus numerosas visitas a Buenos Aires.

No fue sólo la confrontación ideológica con Estados Unidos lo que compartieron las dos figuras. Tanto Chávez como Perón (1895-1974) fueron militares que llegaron a la presidencia de sus respectivos países sobre la base de un enorme apoyo popular. Se los describió muchas veces como poseedores de un carisma único –según algunos, mesiánico- que podía movilizar a enormes masas: la "marea roja" en un caso y los "descamisados" en el otro. Ambos centraron sus políticas en atender las necesidades de una clase social que hasta entonces había sido relegada: los más pobres. Y fueron acusados por sus detractores de crear, con sus planes sociales, una cultura asistencialista. Pero también ambos causaron una profunda división en sus sociedades, un amor y un odio que separó a familias, amigos y vecinos.

"En los primeros años de gobierno de Chávez, cuando se acentuaba la polarización entre venezolanos en contra o a favor de su figura, muchos lo comparaban con lo que pasó con el peronismo en Argentina", recuerda mi colega Vladimir Hernández, corresponsal de BBC Mundo en Buenos Aires.

A pesar de que han pasado casi 40 años desde la muerte de Perón, en 1974, su figura aún divide a los argentinos y suscita pasión y rechazo por igual.

Reviviendo a Perón

Pero más allá de las divisiones, no cabe duda de que dejó una profunda huella en los argentinos.

La muerte de Chávez tiene muchos ecos con la de Perón.

La enorme movilización social que generó la muerte de Chávez reavivó para muchos el recuerdo del fundador del peronismo. "Fue una de las imágenes más poderosas e impresionantes que conservo de mi infancia. Tenía sólo cuatro años, era muy pequeño, pero recuerdo perfectamente mirar en la televisión blanco y negro el cortejo fúnebre de Perón, seguido por una interminable marea de gente. Es una de esas imágenes imborrables en mi memoria", me contó el editor de BBC Mundo, Max Seitz.

Perón fue el único presidente de Argentina que gobernó tres veces. El líder bolivariano estaba por asumir su tercer mandato. Ambos fallecieron poco tiempo después de haber sido elegidos por última vez.

Los dos tuvieron gestiones longevas: Chávez gobernó durante 14 años (de 1999 a 2013) y Perón durante diez (1946-1955 y 1973-1974). Y ambos protagonizaron golpes de Estado antes de llegar al poder y fueron luego depuestos por golpes en su contra. El venezolano estuvo alejado del cargo solamente unos días, en 2002; Perón tardó 18 años en volver a la presidencia.

También los dos sufrieron encarcelaciones antes de llegar al poder. Chávez pasó dos años en prisión tras participar en el golpe de Estado fallido de 1992. Mientras que el encarcelamiento de Perón en la Isla Martín García, en 1945, y la movilización que llevó a su liberación, el 17 de octubre, fueron la piedra basal del peronismo. Los dos reformaron las Constituciones de sus respectivos países (Perón en 1949, Chávez, 50 años después), ampliando derechos laborales y sociales, modificando leyes electorales y sentando las bases jurídicas para expropiar empresas. Incluso tienen en común haber tenido lazos con cuestionados regímenes extremistas: en el caso de Perón con los nazis y Chávez con los líderes de Irán y Corea del Norte, entre otros.

Legado

Las coincidencias son innegables, como resaltó el periodista Andrés Oppenheimer en El Nuevo Herald. "Contrariamente a la suposición generalizada en los medios de prensa internacionales de que Chávez fue el heredero político del otrora líder guerrillero de Cuba, Fidel Castro, es muy posible que el difunto presidente venezolano pase a la historia como un fenómeno político más cercano al del hombre fuerte argentino Juan D. Perón", admitió Oppenheimer, habitualmente crítico del chavismo.

Pero lo que muchos se preguntan es si el legado de Chávez tendrá en Venezuela el mismo efecto que tuvo el peronismo, que sigue siendo la principal fuerza política en Argentina, casi siete décadas después de su surgimiento. Veintidós de los 30 años que transcurrieron desde el regreso de la democracia en Argentina estuvieron liderados por gobiernos peronistas. Y los únicos dos presidentes que no fueron de ese partido (Raúl Alfonsín y Fernando de la Rúa, de la opositora Unión Cívica Radical) terminaron en crisis y no pudieron completar sus mandatos.

¿Mantendrá su unidad el chavismo?

No obstante, lo que caracterizó a los distintos mandatarios peronistas que gobernaron Argentina, desde Carlos Menem (1989-1999) hasta la actual jefa de Estado Cristina Fernández, es lo diverso de sus políticas, en algunos casos neoliberales, muy alejadas de las de Perón.

Para Oppenheimer, esa heterogeneidad podría verse también en Venezuela, lo que garantizaría la continuidad del chavismo por décadas. "De ahora en adelante, de forma muy parecida a lo que ocurrió en Argentina tras la muerte de Perón, la mayoría de los candidatos presidenciales se declararán ‘chavistas’, aun cuando desprecien al difunto ex oficial golpista que fue electo presidente", vaticinó.

Por su parte, el ex diputado peronista, Lorenzo Pepe, secretario general del Instituto Nacional Juan Domingo Perón, cree que el legado de Chávez perdurará si América Latina logra mantener la unidad por la que tanto luchó el presidente venezolano. "Fue un sueño que nació con Perón, pero que recién Chávez pudo concretar", le dijo a BBC Mundo. Según Pepe, Chávez "tomó mucho de la doctrina peronista, es especial su política gubernamental volcada hacia los más desposeídos". Sin embargo, sostuvo que la gran diferencia entre ambos líderes fue la incapacidad del mandatario bolivariano de diversificar la economía venezolana, que sigue dependiente del petróleo. "Gran parte del motivo por el que perdura el legado de Perón tiene que ver con el proceso de industrialización que inició y que aún hoy deja sus huellas", completó.

Publicado en BBC Mundo

Desde Venezuela: Respuesta de una hija a un amigo Palestino que le dice que para ellos Chávez era un héroe.

Por La hija
Querido Flaco,

Yo no comulgo con ningún gobierno, yo no comulgo con el poder. Somos muy débiles, los seres humanos. En mi país hay una “guerra” de ricos y pobres. Toda la vida ha sido así. Las diferencias sociales han sido abismales. La opulencia del venezolano con dinero de toda la vida es tanta, que es vulgar. Camionetas, casas enormes, aviones, yates, fiestas. En mi país siempre ha sido más importante lo que tienes que lo que eres. En mi país se le dice “mono” al que no tiene, al pobre, a la mayoría. Y es terriblemente doloroso. La prepotencia del rico, el maltrato, el desprecio y sobre todo la indiferencia hacia el pobre ha creado una brecha irreconciliable y con razón. Esto es así desde la colonia, esto ha sido así desde siempre y necesariamente tiene que cambiar.

Comparto 100% las ideas del proceso. Confío plenamente en las personas que se involucran, en los colectivos que trabajan en los “cerros” con las comunidades más necesitadas. Admiro y respeto a los que están trabajando entregados por un cambio y por dignificar a mi país.

Pero mi querido amigo, los ricos de ahora son rojos y están en el poder. Son los terratenientes, los de las casas, yates, aviones y fiestas. Son los que hacen negocios con las multinacionales y se mantienen y van chupando gracias al discurso chavista. Estos hombres que ahora tienen el poder, en el fondo no son diferentes a los otros. Solo que han cambiado el discurso y engañan al pueblo haciéndoles creer que ellos están allí, mientras se demarcan con poder y dinero, igual que antes, igual que siempre. Además, no se aceptan críticas, porque cualquiera que critique, que no piense igual es enemigo.

La autocrítica es lo más sano que puede tener un proceso, es lo que hace que se rectifique y se retorne a la esencia del ideal. Sin la autocrítica este movimiento, según yo, se ha convertido en un movimiento de fanáticos.

Y tú sabes muy bien sobre la maldad y la bondad. Tú conoces muy bien el ego del héroe buenísimo. Tú conoces muy bien al oportunista.

El movimiento social sí que existe. Está vivo. Es profundo y está en los “cerros”, en los pueblos. Es mucho más que posiciones, discursos y promesas, son acciones.

Por otro lado, me niego a que me ubiquen. Me niego a que me definan buena o mala, chavista o escuálida porque me guste o no un líder.

No creo en esto. Creo que los seres humanos somos tan complejos, creo que es imposible definir nada en estos tiempos. Hay demasiados matices. Este tiempo, para mí, es el tiempo del trabajo colectivo. No creo en líderes, no creo en “ismos”.

Chávez se hizo gracias a los medios de comunicación, ha sido un personaje mediático. Él ha dicho exactamente lo que muchos queríamos escuchar. Y más allá de la crítica estúpida y superficial, Venezuela es un país que va por un camino incierto, en donde la corrupción, los abusos de poder, el narcotráfico, la delincuencia, la violencia, la impunidad, los negocios con las trasnacionales (quizás las gringas son más bajo perfil, pero destacan significativamente las Chinas y Rusas) siguen siendo protagonistas en su gobierno.

La gran fuerza de Chávez, lo que lo ha hecho grande ha sido el haberse enfrentado con los “poderosos”, con los neoliberales, con los sionistas, como dices tú, con la hipocresía de Europa, pero para mí, esto ha sido más otro show, otro hacernos creer, otro espectáculo más de esta sociedad superficial y mediática. Yo lo veo así, es una guerra de poder. Aquí no importan ni las personas, ni nada. Importan los recursos y los gobiernos y los líderes mediáticos que nos siguen manipulando, para que sigamos creyendo. Mientras los verdaderos amos del mundo siguen llenando su arcas.

El trabajo difícil realmente es ser coherente. Que nuestras palabras sean consecuentes con nuestras acciones. Es mi opinión.

Te quiero y te extraño,

La hija

Tomado de blog El Libertario

A 60 años de la muerte de Stalin (5/3/1953)

El fallecimiento del presidente Hugo Chávez opacó el interés mediático en torno a otra muerte, ocurrida en igual fecha: la de Iósif (José) Stalin. Sin embargo -según el portal noticioso ruso NewsRu.com– el Partido Comunista de la Federación Rusa en su sitio web incluso estableció un paralelismo favorable entre ambos líderes, homologándolos en su antimperialismo y logros liberadores… También vimos en TeleSur a algunxs venezolanxs que comparaban al comandante bolivariano con el fatídico Generalísimo de la URSS…

La izquierda de hoy está ante el reto de promover institucionalidades exentas de autoritarismos y ancladas en la capacidad auto-gestora de cada ser humano. Publicamos algunas miradas sobre la figura de Stalin y su actual percepción en Rusia. Porque es esencial hoy una retoma crítica de la accidentada historia de los intentos de “socialismo del siglo XX” – para que el horror no se repita.

Stalin y Lenin, 1919

Hoy la mitad de los habitantes de Rusia consideran que el “Padre de los Pueblos” Iósif Stalin es líder indiscutible entre los héroes nacionales, constata Le Monde en su editorial Stalin: fantasma ubicuo, con un suplemento especial dedicado a las víctimas de las represiones estalinianas. Según el periódico francés: “Después de la llegada de Vladimir Putin al Kremlin, Stalin nuevamente se convirtió en héroe de leyenda, vencedor del nazismo y ´constructor de la sociedad más justa del mundo y de una gran potencia industrial´, según establece uno de los principales textos escolares de Rusia. Nada o casi nada se menciona de los asesinatos llevados a cabo por la policía política, de cuya ancestralidad en su propia carrera se enorgullece tanto el actual Presidente”. Continue reading

Hugo Chávez en 4 preguntas

Por Rafael Uzcátegui

El periodista Eduardo Sklarz, como parte de los insumos para un texto sobre Venezuela, me hace estas preguntas por email. El artículo que publicó se encuentra en

http://infosurhoy.com/cocoon/saii/xhtml/ en_GB/features/saii/features/main/2013/03/06/feature-04

 

1) Qué hechos considera fundamentales en la trayectoria política de Chávez?

R) Su irrupción militar en el golpe de Estado de febrero de 1992 y el haber asumido la responsabilidad en los hechos ante las cámaras de televisión; El haber realizado una correcta lectura del momento político en 1998, abandonado la estrategia insurreccional para participar en la contienda electoral en un momento viable para un outsider de la política; la propuesta de reformar la Constitución mediante un proceso constituyente en 1999; su actuación durante el golpe de Estado de 2002; el anuncio de las políticas sociales, misiones, en 2004; el desarrollo de la política internacional entre 2005 y 2008; su segunda reelección presidencial.

2) Cuáles factores explican su impresionante construcción de poder?

R) Además de su carisma, el haber reactualizado con habilidad las principales matrices sociopolíticas de la cultura venezolana del siglo XIX

3) Cómo caracterizaría al chavismo?

R) Un movimiento nacional-populista de izquierda sintonizado con la globalización económica

4) Qué legado Chávez le deja a Venezuela?

R) 4 cosas: El mito de redención de los pobres a través del reparto de la renta petrolera; Una religiosidad popular con características políticas en torno a su persona; La devastación de la autonomía de los movimientos sociales venezolanos; el vacío de significado del discurso de izquierda.

Tomado de blog El Libertario