Me llamaron de Radio Martí

Por Dmitri Prieto Samsónov

Hace ya unas semanas, estaba yo en el hospital, acompañando a mi papá, ingresado para una operación. De repente, sonó mi celular, y una voz desconocida entró a mi mundo: “buenas, Dmitri, le habla NN, de Radio Martí”…

NN estaba interesada en conocer mi opinión sobre una supuesta convocatoria de la Red Observatorio Crítico –de la que soy parte- para “no votar en las elecciones cubanas”.

Extrañado, le dije a NN que en primer lugar no sé de qué me habla (y en efecto, el OC nunca convocó para nada así…), que (en segundo lugar) era un mal momento pues estaba en un hospital, y, además (en tercer lugar) que no me apetecía hacer ninguna declaración por ese medio.

Después supe que los de Radio Martí se referían a un particular llamado de algunos integrantes de OC (no de la Red en su conjunto) a que –quienes desearan hacerlo- expresaran su deseo de cambios democráticos para Cuba poniendo una “D” en la boleta. Aun así, no se trataba exactamente de “no ir a votar”, como presumían los de Radio Martí.

En cualquier caso, no me interesa hacer declaraciones por esa emisora porque pertenece a un gobierno (el de EE.UU.) cuya conducta con Cuba es inhumana, contraproducente, y se remonta a la Guerra Fría (lo cual no me hace ninguna gracia). Ojalá esa política cambie. Ojalá también –por supuesto- los cambios que vive Cuba conduzcan a una sociedad con más libertades, más solidaridad, y más posibilidades de autorrealización humana (personal y comunitaria).

Pero –y lo digo interpretando varios momentos claves de nuestra común historia: 1898; 1933; 1959; 1960-62- la intromisión del gobierno de EE.UU. en los asuntos cubanos nunca ha contribuido a cambios del tipo que yo deseo. Pienso, en particular, en que tales injerencias ayudaron a abortar el proyecto ultra-democrático de José Martí (1892-1898), la revolución de 1933, ayudaron también a instalar al dictador Batista en el poder, y sobre todo crearon las condiciones para que –después de 1959- Cuba se motivara a copiar el sistema “soviético”.

Por eso, no creo que Radio Martí – básicamente, un servicio del gobierno de EE.UU.- sea el medio idóneo para propiciar ningún “cambio” positivo en Cuba.

Ya estamos en otra época. Aun así, les pido a los de Radio Martí que no gasten el dinero de los contribuyentes de EE.UU. en intentar establecer contactos conmigo: la izquierda cubana tiene medios propios para expresarse, y no necesita de sus “servicios”.

Y creo que el nombre de esa emisora está mal puesto. José Martí estaba en contra del imperialismo, y por sobre todas las cosas a favor de un sistema de autogobierno democrático, bien diferente al sistema que ayudó a instalar en Cuba la administración militar norteamericana durante la ocupación de 1898-1902.

Publicado en Havana Times.

La cultura de hacer política en la actualidad

El Centro de Estudios Martianos tiene el placer de invitarle a participar en la sesión de la Cátedra “La cultura de hacer política”, presidida por el Dr. Armando Hart Dávalos, que se realizará en el Salón Simón Bolívar de nuestra institución el jueves 11 de octubre, a las 3 de la tarde.
La máster Yaliemny Pérez Sardiñas y los licenciados Rafael Polanco Brahojos y Enrique Ubieta Gómez, tendrán a su cargo, en esta ocasión, la intervención especial titulada “La cultura de hacer política en la actualidad”.
Asimismo se realizará la firma de un convenio de trabajo conjunto entre la Asociación Hermanos Saíz, la Oficina del Programa Martiano, la Sociedad Cultural José Martí y el Centro de Estudios Martianos.

Respuesta contaminada a Ubieta, desde abajo y a la izquierda


Por Isbel Díaz Torres

Enrique Ubieta Gómez publicó recientemente en su blog La Isla Desconocida, un nuevo artículo de descalificación contra la izquierda crítica en Cuba. Después de su última incursión en estos ejercicios (donde salió bastante mal parado), el periodista decidió retornar las armas con un candoroso texto, escrito “desde la buena fe”, según él mismo considera.

“La añorada contaminación de la crítica revolucionaria” es un material bastante poco explícito, comenzando por el título, que no deja claro quién es el sujeto que añora, ni define cuál es el “espacio crítico revolucionario” contaminado. Tales definiciones son importantes para que los implicados puedan sentirse aludidos.

En cualquier caso, mi intuición me dice que la izquierda en la que creo habita nichos un tanto distantes de los de Ubieta, por lo que en principio me doy por aludido. Sobre todo sabiendo que las lógicas del autor en cuestión comúnmente convierten en oponente al otro diferente.

Adentrándonos en el texto, Ubieta nos presenta su sagaz descubrimiento: la contrarrevolución intentará “anular la diferenciación entre la derecha (…) y la izquierda”.

A partir de ahí, articula su discurso asumiendo una serie de posturas bien cuestionables. Por ejemplo, se preocupa porque el enemigo intente “quebrar la identidad histórica entre Gobierno y Revolución”. Yo, que me siento revolucionario porque entiendo esa identidad entre PUEBLO y revolución, descubro ahí una de las diferencias entre la izquierda crítica cubana y la izquierda… como le podríamos llamar… de protocolo. Izquierda de protocolo.

Para Ubieta, “la izquierda revolucionaria todavía no acaba de superar la parálisis teórica en torno a sus errores y desvíos históricos” aspecto en el que ciertamente debo coincidir. Pero ¿qué hace él para superar esa parálisis? ¿Cómo intenta él corregir esos desvíos? ¿No será él uno de los precursores? En realidad no me molesta que la izquierda de protocolo invierta su tiempo en denunciar a Posada Carriles y defender la causa de Los Cinco, pues ambas son causas nobles y justas; no obstante, me preocupa cuando esa izquierda dogmática nos exige a todos que le sigamos los pasos, y cuestiona cualquier posicionamiento si antes no se aclara que se está en contra de Posada, a favor del regreso de los cinco, o de Elián, o en contra de la deuda externa… según sea el siglo de que estemos hablando. En mi criterio, una parte de la parálisis que refiere el articulista está muy relacionada con esa insoportable costumbre de convertir las agendas gubernamentales de política internacional en agendas políticas personales, cuestión que diluye al actor social, al hombre/mujer mirando su realidad y transformándola.

Ubieta no cree en la crítica al gobierno cubano que “presuntamente construye hoy en secreto un nuevo capitalismo”. La realidad es que ese capitalismo ni es nuevo, ni se construye en secreto, pero el autor no puede verlo. ¿Habrá que recordarle que aunque la prensa oficial no da parte de ello, no significa que no esté ocurriendo? Ah, claro, él es parte de la prensa oficial… la parte inmovilista.

Más adelante, Ubieta refiere una “alianza de una supuesta izquierda —que declara estar más a la izquierda que los gobernantes cubanos— y una muy clara derecha en la subversión del Estado revolucionario, para construir un Estado… ¿democrático burgués?, con el aplauso y los fondos de todos los imperialismos, resulta una evidencia esclarecedora.”

Pero Ubieta olvida mencionar a los actores de esa alianza ¿Dónde se verifica exactamente? ¿Pretende Ubieta que toda la izquierda es homogénea, incluso dentro de la llamada izquierda crítica? Al menos yo no busco construir un estado “democrático burgués”, ni de ninguna otra denominación. Busco autotransformarnos en colectivo, gestando relaciones (que pudieran y debieran convertirse en instituciones) sin ningún patrón preestablecido. Ahora, en mis intenciones no puedo ignorar que existe un espacio público donde las personas, cualesquiera sean sus posturas políticas, pueden encontrar demandas, gustos, voluntades comunes. No habría que escandalizarse por ello: ¿acaso no fue eso lo que pasó en la reciente visita del Papa, o todos los asistentes a las misas eran fervientes católicos? Aquello no fue una alianza, sino que las personas coincidieron en un espacio, muy posiblemente con móviles diferentes: fervor católico, curiosidad, miedo a represalias en el trabajo, aburrimiento, disciplina, acompañar a la abuela, etc.

Y ahora que lo leo ¿dónde están, por cierto, esos fondos que recibe la izquierda… y que además son evidencia esclarecedora? La difamación es un delito en este país, aunque ya sabemos que el código penal es aplicado de manera arbitraria y discrecional por las autoridades. Y si existieran tales fondos, y se conocieran, entonces el periodista debería hacerse la más elemental pregunta. ¿Si son ilegales, por qué quienes los reciben no son puestos tras las rejas? Si la legislación cubana condena el mercenarismo ¿por qué no es fiel a su letra? ¿Cómo interpretará el autor la legitimidad de quienes – dentro de organizaciones de la oficialmente reconocida “sociedad civil socialista”- reciben fondos provenientes de entidades foráneas, estatales o no, previa bendición del estado/partido?

Por ejemplo, si nos apartamos del debate en torno a la muerte de Payá -que no es el tema de debate aquí, ¿cómo se entiende que el estado cubano libere sin la más mínima sanción al político sueco Jens Aron Modig, quien declaró a la prensa que entregó dinero para financiar al opositor Movimiento Cristiano Liberación (MCL)? ¿El caso no es similar al de Alan Gross? ¿Y qué pasó con quienes recibieron ese dinero? Mi análisis no se enfoca en el MCL o sus mecanismos de financiamiento, sino en la discrecionalidad con que el gobierno cubano aplica sus políticas, esas mismas que Ubieta parece defender a capa y espada. Si verdaderamente considerara que se trata de cuestiones de fondo, ¿por qué no emplaza al gobierno, como un “verdadero hombre de izquierda”? (espero que no pretenda ofrecer aquí argumentos de real-politik). Por otra parte, el mismo análisis puede aplicarse en los casos del resto de la estigmatizada disidencia cubana, que parece ser tan plural y contradictoria en objetivos y métodos como la izquierda de la isla.

“Mi enemigo es todo aquel que intente restaurar el capitalismo en Cuba, reciba dinero o no de una potencia extranjera”, dice Ubieta, pero no lo he visto manifestarse en contra la presencia de monopolios brasileños y chinos – y sus millonarias inversiones contaminantes y megaexplotadoras del trabajo asalariado- en la economía cubana, ni en contra de medidas antipopulares y neoliberales, como el despido de miles de trabajadores, apoyado cínicamente por la CTC Nacional, o la reducción de prestaciones sociales, otrora presentadas como “conquistas de la Revolución” y hoy denunciadas como “gastos excesivos”. ¿Si el Estado o alguna fracción de su élite dirigente intentan restaurar el capitalismo, también estaría Ubieta contra ese Estado y élite?

No soy un analista político, y queda fuera de mi alcance el fin último de las maniobras estatales. Existe una real falta de información real y pública sobre los planes, la forma atomizada en que se presentan los proyectos de desarrollo: transgénicos brasileños en Sancti Spíritus, campos de golf con usufructo por 99 años para extranjeros en Matanzas, Puerto del Mariel con maquilas incluidas en el occidente, créditos increíbles desde China, médicos haciendo dinero para el Estado en Venezuela…. Todo ello va “salpicado” con un finquita agroecológica en Bauta, un médico que salva gratis una vida en Buey Arriba, una revista ecologista para proteger la Bahía de la Habana…, así, con la ayuda de los medios de prensa que magnifican las salpicaduras y minimizan las inversiones millonarias, es difícil saber la realidad del terreno que se pisa. Pero lo cierto es que hay más elementos para temer una restauración capitalista, que los que pudiera tener Ubieta para decir que la izquierda crítica busca construir un Estado democrático-burgués.

En su gratuito y contaminado discurso, Ubieta lanza otra frase descalificatoria, cuando refiere los “presupuestos de una izquierda no revolucionaria” Sin embargo, no dice cuáles son esos presupuestos. La única izquierda no revolucionaria que reconozco en Cuba es ese sector burocrático estatalista y autoritario, articulado con las estructuras del PCC, que se autotitula de izquierda, pero que tiene como único afán el cabal sostenimiento del sistema, y muy poco se relaciona con causas altermundistas, emancipadoras, y desenajenantes. De hecho, explorar el patrón de consumo cultural y material de los intelectuales orgánicos de estas élites pudiera ser muy instructivo: la imagen aún en mi cerebro de Ubieta tomando café en la cafetería del muy caro hotel Habana Libre, en lugar de consumirlo a una cuadra de distancia, en la cafetería de 23 frente al Coppelia, donde el café “popular” vale solo 1 peso cubano; pudiera ser bastante ilustrativo de lo que intento decir. A partir de aquí pudiera seguir una retahíla de expresiones descalificatorias, pero me halo las orejas y corrijo el rumbo. Aunque sea una manera hegemónica, no es posible crecernos si reproducimos tales prácticas antiéticas.

La realidad es que la izquierda que conozco sí profundiza en el dilema “socialismo-capitalismo” que menciona Ubieta, pero a la vez, reconoce la necesidad de un ámbito de respeto, de legitimidad para acceder al espacio público de todas las tendencias y propuestas de sociedad, incluidas las ajenas a su proyecto ideológico. El tradicional silenciamiento de las otras propuestas es uno de los elementos que ha llevado a los empoderados dirigentes cubanos a quedarse muchas veces sin propuestas propias. Como dijo una vez el Ché: “Opinión que haya que destruirla a palos, es opinión que nos lleva ventaja a nosotros” ¿Tendrá el Guerrillero Heroico, según los raseros y cánones de Ubieta, problemas ideológicos?

Coincido con el autor en que “la democracia real es anticapitalista, y que el capitalismo es por naturaleza totalitario”. Es por eso que nuestro cartel (que la Seguridad del Estado presionó para que bajáramos en la marcha del 1º de mayo de 2010) decía “SOCIALISMO ES DEMOCRACIA, PA’L LATÓN LA BURROCRACIA”. Es una pena que tan pocas personas comprendan esa visión que compartimos, y se empeñen en imponer esquemas antidemocráticos, arguyendo que con ello salvaguardan alguna Revolución. Por supuesto, en realidad salvaguardan sus propias prebendas y privilegios.

Seguidamente, el articulista menciona el tercer objetivo de la contrarrevolución: “romper el nexo histórico entre rebeldía juvenil y Revolución”. Ubieta, ese objetivo no es necesario perseguirlo, dado que ya que el sistema cubano se ha encargado de ello. Si este fuera un nuevo objetivo ¿cómo se explica la emigración de millones de jóvenes desde hace décadas? ¿Cómo es que la burocracia se devana los sesos tratando de inventar fórmulas (siempre infelices) que atraigan a la juventud? ¿Cómo es que las juventudes “comunistas” parecen cualquier cosa menos comunistas, y sus líderes, cualquier cosa menos jóvenes? No han comprendido que ya no se trata de defender la Revolución sino de desarrollarla, ampliarla, radicalizarla. Eso sí sería estimulante para los jóvenes. “Ahora le toca al padre la manzana en la cabeza”, pero la élite está demasiado apegada a sus raciones, por eso no se atreve a ceder el arco a sus hijos.

La historia de los adjetivos puede ser bastante confusa y manipuladora. Ubieta debería explicitar lo que él entiende por “crítica revolucionaria” y “crítica contrarrevolucionaria”. Espero que no sean los fines. Por ejemplo, decir por qué los servicios de salud para el pueblo son de baja calidad sería revolucionario si:

– persigue castigar a los profesionales y administrativos de salud que hacen un mal trabajo en detrimento del pueblo y de las planillas de los nobles burócratas que se atienden en el CIMEQ, además de reconocer los esfuerzos de la Revolución, la “gratuidad”, y los médicos “internacionalistas”;

– y sería contrarrevolucionario si lo que se busca con ello es desprestigiar y deslegitimar al gobierno tirano que se complace en ver a la gente humilde en colas durante horas para acudir a un especialista.

¿Es eso? Si fuera así, se estaría olvidando que hay muchos más pensamientos detrás de esa crítica, pero la realidad seguiría siendo la misma: el servicio es de mala calidad.

Por otra parte, el autor no se da cuenta que lo que él llama “el cansancio, la renuncia a ser diferentes, la aceptación acrítica del consumismo, el individualismo burgués” no es otra cosa que la propuesta cultural del Estado cubano a la población de la isla. Nada más cansón que los actividades político-culturales de la izquierda de protocolo, los matutinos, las galas, los homenajes forzados a los Cinco Héroes, que como una plaga carcomen el más elemental sentido de la estética, el arte, la alegría, la belleza en Cuba. Por su parte, la izquierda crítica privilegia el arte alternativo, la ruptura, la búsqueda de nuevas formas y estilos, es iconoclasta, queer (en el sentido más amplio del término).

El periodista venía hablando de la izquierda, y de pronto, como por arte de magia, se enfoca en el proyecto Estado de Sats, sobre el que vierte sus criterios, siguiendo “un razonamiento lógico” muy particular, totalmente desprovisto de argumentos probatorios, pero que al parecer a él le satisface. En realidad, con tales procedimientos, no sé para qué hace falta la Seguridad del Estado, si con el entusiasmo “revolucionario” de Ubieta ya todo queda probado. ¿Pero, y el análisis que venía haciendo sobre la izquierda dónde queda?

Cuando Ubieta declara quiénes son sus enemigos, no aclara qué métodos utilizará para vencerlos. Al parecer, los mecanismos extrajudiciales, ilegales, difamatorios, antidemocráticos, estalinistas, violentos, podrían servirle igual que cualquier otro. Aquí veo una profunda diferencia entre nosotros. Para mí, el enemigo ideológico es respetable, y la batalla debe ser limpia, de frente, y en igualdad de condiciones. No es posible que una parte tenga todos los medios a su alcance, mientras la otra deba recibir los palos justos e injustos que provengan de semejante poder.

A Ubieta no le tiembla el puño para escribir “la democracia revolucionaria que defendemos, no contempla a los capitalistas en el poder”, con lo cual hecha por tierra el sueño de la república martiana “con todos y para el bien de todos”. Pero si vamos un poco más allá, solo podemos sonreírnos ante la “ingenuidad” del autor, cuando miramos y vemos que los capitalistas hace rato están en el poder, protegidos bajo las casacas empresariales, militaristas, etc.

Ubieta finaliza su texto con una parrafada tan esquizo, que no resiste el más elemental análisis. Acepta lo diverso, pero no lo acepta; no desea la homogeneidad del pensamiento, pero excluye a los procapitalistas; habla de unidad nacional, pero no en “la orilla capitalista”. No entiendo cómo la lucha contra el capitalismo puede pasar por ignorar su real existencia en las estructuras y lógicas nacionales, y su avance evidente en las políticas económicas del país. Es demasiado ingenuo (u oportunista) ese intento por silenciar las voces disidentes, como si ello fuera a detener las finas telarañas de la Nestlé o Monsanto en la isla. Las neoliberales estrategias del “perfeccionamiento empresarial”, ensayadas décadas atrás, tienen ahora un caldo de cultivo fértil para recomenzar su expansión, y para colmo, profesionales de la palabra con acceso gratis a Internet pretenden descalificar a quienes luchamos por nosotrxs mismxs, y por quienes tenemos al lado, desde abajo y a la izquierda.

Suicidio político ¿Acaso el enemigo de tu enemigo es tu amigo?

Por Ramón García Guerra

Espero que la amistad no se lastime. Siento que criticar a los compañeros de lucha es difícil. Pero está en juego el destino de un pueblo.

Pactar una política de democratización con la derecha es un suicidio. La táctica en cuestión nos demuestra la miopía de sectores de la izquierda que no advierten que al pactar una “democratización” con el capital serán reconducidos al punto de partida: es decir, al estado de alienación que antes produjo el socialismo de Estado al interior de la sociedad. En tal caso, ¿sería mejor que luchemos por lograr un corrimiento hacia la izquierda desde el centrismo que adopta el gobierno cubano? Porque dicho centrismo es acaso la expresión de una totalidad que debe ser subvertida.

Definitivamente, una muerte anunciada se consuma: La “política de colaboración crítica” de estas izquierdas –traducidas en estado de impotencia– justifica hoy alianzas tan absurdas, vergonzantes y estériles como las adoptadas con la derecha.

Las alianzas que adoptan estas izquierdas son una política oportunista a todas luces, como también se entiende que nos acusen de sectarios. Defendiendo sus posturas estos compañeros se refieren al fracaso de las estrategias de subversión entre las izquierdas radicales de todo el Continente. Sin embargo, los grupos de izquierda radical que espolean a los gobiernos de centro-izquierda en América Latina –sic. Ecuador, Venezuela y Bolivia–, entiéndase, han estado pecando no por la mala orientación de sus luchas sociales sino por las carencias que afectan a su proyecto y que debilitan sus posiciones en la política.

Los que pactan con la derecha en Cuba se debilitan al dar crédito de una solvencia y una eficacia que no tiene la misma. Politiquean. Digámoslo de un tirón: La derecha no tiene un proyecto de país que resulte viable ni tampoco es una fuerza política que pueda modificar a fondo la realidad. Especula con un sentido común enfermo y con las políticas fallidas del Estado. [Los cubanos en su mayoría son opuestos al capitalismo de Estado que defienden el centrismo y la derecha.] La derecha se resiste al debate público con la izquierda radical y este hecho nos revela la orfandad de ideales de que padece la misma. En cambio, las críticas más fecundas que la derecha hace al régimen han sido tomadas del arsenal de argumentos que emplean los radicales. Nadie ha hecho críticas tan severas y sustanciales en contra del Estado burocrático policial en Cuba como las endilgadas por los radicales.

Los radicales de izquierda han dejado sin argumentos a la clase política y una masa crítica ha crecido en el país como resultado de estas luchas. Incluso la clase dirigente en Cuba ha debido de plagiar el discurso de los radicales para obtener una mayor legitimidad hacia el interior de la sociedad. Entonces, ¿tiene algún sentido dar marcha atrás para hacer la política de la derecha? Precisamente los radicales de izquierda pueden hoy mismo echar adelante un proceso de democratización que nuestra clase política sería incapaz de realizar.

Los radicales han sido los responsables del cambio en la hegemonía cultural que ha sucedido en la última década. Estos han ganado la batalla de ideas. Ahora bien, ¿acaso estos ideales de libertad serán traducidos en acción política eficaz que subvierta la totalidad del orden existente? La reforma a la Constitución hoy se impone. Pero esta última será la consecuencia del modelo de sociedad que se adopte.

Somos un pueblo audaz, inteligente y sagaz que recupera la confianza en sí mismo. Pensémoslo dos veces. ¿Cambiar la jaula por la selva? Desde la derecha, ¿qué tipo de sociedad nos hará libres? ¿Aquella en donde cada quien abre su negocio y explota su parcela sin dañar a los demás? ¿Resultará esto último un régimen de equidad en donde se distribuye entre todos la riqueza colectiva a partes iguales? La multitud de talleres y granjas pequeñas que imaginó José Martí, ¿serían hoy viables? Tampoco la nueva burguesía cubana se siente hoy atraída por el proyecto de país que añoraba la burguesía nacional subalterna de las décadas de 1940-1950. Estamos en otro mundo.

Discutamos en público el proyecto de sociedad. Pero aún más. Pongamos las agendas políticas en discusión.

Podemos tener en la agenda una infinidad de temas en común sin llegar a coincidir estos en el contenido ni en los métodos a emplear en medio del proceso en cuestión. El modelo de democracia que adopten los libertarios, por ejemplo, traerá inscripto en sí un decálogo de derechos y deberes, lógicas procesuales y éticas conductuales, etcétera que harán la diferencia con aquellos que sostienen y/o defienden al régimen autoritario vigente (centrismo y derecha, ambos incluidos). Pensemos, por caso, en los condenados de la tierra. ¿Cuál será el modelo de democracia que logre integrar al 70% de los habaneros que dedican todo su tiempo a hacer trámites legales o buscar qué comer? La política es para ellos cosa de los políticos. ¿Cuál será el modelo de democracia que los interesará por la cosa pública? ¿Constituye este un tema de la derecha?

Desde el diseño hasta la instauración del mismo, el modelo de democracia estará –hecho a imagen y semejanza de la derecha– plagado de mecanismos y espacios que acabarán por cerrar puertas ante las clases oprimidas. Sucede que el régimen autoritario reinante ha afectado el programa mínimo de este sector de la izquierda, para acabar este último por comulgar con el pliego de demandas que plantea la derecha. [¿Alianzas que comprometen el proyecto?] Considero que la izquierda en Cuba tiene la capacidad suficiente para subvertir el orden existente sin apelar a alianzas con la derecha.

Para la izquierda radical, en tal sentido, la adhesión y/o participación en políticas afirmativas (negritud, culturas emergentes, etcétera) de sectores excluidos en la sociedad –por ejemplo– no implica un recorte del horizonte de luchas sociales; sino, por el contrario, resulta un registro de realidades más concretas y vitales que acabarán siendo articuladas en un proyecto libertario de nueva sociedad. Precisamente este hecho signa la política de alianzas de los radicales. Ciertamente, la política de alianzas de los radicales de izquierda parte del reconocimiento de cierto potencial entre tales movimientos en función de la subversión de la totalidad del orden existente. Siempre que, por supuesto, tal acción política resulte en la superación del carácter reivindicativo y puntual que identifica a los mismos. Luchamos por el buen vivir, la plenitud de las personas y el libre albedrío en la sociedad.

¿Banderas que hondean? Sí. Equidad, solidaridad, libertad.

La política de la izquierda radical está fundada en un programa mínimo que el centrismo y la derecha han calificado de utópica. Pero la línea de lo posible no es tan breve.

Criticamos el recorte del proyecto que se justifica con un “realismo” poco realista. La diáspora nos muestra su altruismo con una economía de remesas y la derecha pro capitalista, en cambio, habla de lo bueno que sería otorgar un mayor espacio a la inversión privada… de los millonarios cubanos. Los sectores de la izquierda en cuestión, asimismo, sugieren coperativizar la economía. Colocan de alfombra al mercado. La realidad niega esta arquitectura de segunda mano. Pensemos en economías sin mercado: trabajo doméstico, remesas y fondos de consumo. (Suman una economía aún mayor que la economía oficial: estatal, mixta y privada.) Entonces la solución que sugieren estos compañeros es bailar al ritmo del mercado. Siendo este una excepción ellos lo convierten en la norma: mercado, mercado, mercado…

[Personalmente, invito a retomar el debate sobre la vigencia de la ley del valor en Cuba.]

Dejemos atrás la retórica de la autogestión, el cooperativismo, etcétera que bien poco –o casi nada– tiene que ver con el sentido y alcance del concepto de trabajo libre asociado que empleó Carlos Marx. Denunciamos las actitudes que rehúsan la discusión del dilema ideológico-cultural que significa la cosificación de las relaciones sociales y, sobre estas bases, imaginan un escenario de actores económicos plurales que concurren al mercado en igualdad de derechos.

¿Podríamos obviar al mercado sin afectar la viabilidad de la nueva economía? Esto será algo imposible para estos compañeros pues no existe otro mecanismo social a cambio y la presencia del mercado (milenaria) prueba que dicha estrategia es un gran absurdo. Creemos que la solución se hallaría en la política de empoderar a la comunidad para facilitar el ejercicio por aquélla de su derecho a hacer sociedad y, asimismo, reducir al mercado a formas de reproducción simple (M-D-M) que facilite el predominio de los valores de uso por encima de los valores de cambio. Estamos por un modelo de economía a escala humana de bajo impacto ecológico.

La cuestión de la economía no es solamente cómo organizar sino también cómo administrar la misma. Hablamos de democratizar la economía. ¿Cuáles serían los cambios por realizar en las estructuras de poder para asegurar la autogestión popular en toda la economía?

Empecemos por plantear una idea-fuerza: el pueblo es el soberano y el Estado es un servidor.

Comentemos ahora la falta de responsabilidad civil del Estado contra la sociedad. Intentemos hallar una solución a este dilema. Según el modelo institucional actual la acción correctiva debe partir de las organizaciones de masas que son representantes de la sociedad ante el gobierno. Pero se hallan estatizadas estas ONGs. Los radicales de izquierda hablan de las potencialidades que estas instituciones de base aún conservan y hablan de reciclarlas. Debemos de regresar al punto del camino en donde se extravió la causa libertaria.

Veamos de cerca la cuestión.

El modelo de democracia que instituyó la revolución en la década de 1960, precisamente, resultó ser la mejor oportunidad para fundar una “sociedad coherente y bien articulada” a partir de un régimen de estadolatría –según la definición de Gramsci–. Específicamente, hablamos de aquel gobierno de los funcionarios al que fuimos convertidos todos los cubanos. [Organizaciones sociales paraestatales.] Serían los ideólogos del obrerismo los encargados de hacer abortar el autogobierno de las clases populares. Sin embargo, las buenas lecciones no se reducen al período que media entre 1959 y la fecha. La segunda república cubana (1940-1958) fue pródiga en experiencias dadas entre las clases populares en relación con prácticas de auto-organización en las esferas de la producción y el consumo.

[Precisamente esto explica la admiración por el estado social rooseveltiano que siente y confiesa Fidel Castro. Partiendo de su autoritario ideal estadocéntrico las formas de autogobierno popular –todas en ciernes– requieren ser reemplazadas por un mayor intervencionismo del Estado en la vida cotidiana de la sociedad. Conocemos cuáles han sido los resultados al ser llevadas estas ideas al colmo: ninguneo, multitud de autoestimas dañadas, etcétera.]

Yendo más allá de aspectos puntuales que puedan ser tomados a partir de experiencias dadas en otras épocas, la mejor lección sería la de entender que se necesita una tercera revolución del estado social en el mundo. [Bismark, Roosevelt…] Y sólo la utopía del socialismo libertario trae en su vientre la dicha.

Aquellas formas de “autogestión” que apuestan por el libre juego de un montón de Pymes, todas iguales, –que regidas por las leyes del mercado nos deben de conducir al reino de la libertad– no hacen más que ahondar la fractura de la sociedad. [Fundamento
del sistema de dominación política que rechazamos.] Para hablar claro: Eliminar el trabajo salariado no cancela esa zoofílica aberración moderna que sería el tratarnos como si fuéramos cosas que pueden ser intercambiadas según una lógica de equivalencias en el mercado. (Una actitud que en nada se distingue de la del capital.) Constituir un mundo de trabajo cooperado sin superar la mercantilización de la vida cotidiana –y aún no hablo de eliminar el mercado en este punto– sería llevar a la sociedad a un estado de autofagia. Sería un trabajo asociado, sí; pero en nada libre. Sindicados para reproducir al capitalismo.

Los políticos que fueron reciclados como empresarios en los países socialistas de Europa central y oriental, curiosamente, tenían la misma visión de la política que estos compañeros que ahora se enredan en alianzas con la derecha. Los dogmas que sostenían al socialismo real acabaron por convertirse en piel de zapa. [Dogmas que resurgen mil veces desde el abismo con el empleo en la transición socialista de las armas
melladas
(legado del capital).]

Pecamos en la izquierda al ser ingenuos. Subvertir el régimen autoritario con la democracia no resultará en la pacificación de la sociedad sino en la abrupta multiplicación de los escenarios de luchas sociales. Los socialistas institucionales han hallado la solución con la instauración de un Estado de derecho. Establecer un límite al poder regio resulta en Cuba, ciertamente, una condición para la democratización más radical de la sociedad. Pero este enfoque jusfilosófico llevado al extremo nos conduce al normativismo que practicó el Estado obrerista (1971-1989). Las formas de autorregulación de la sociedad –morales, culturales, etcétera– serán el fundamento del proceso de reproducción de estas últimas en el tiempo. Los sistemas de administración de justicia que se desconecten de estas realidades, y se sostengan en ordenamientos jurídico-legales en exclusiva, están condenados al colapso.

Consideremos las políticas de Estado al respecto de las academias y los tribunales.

La política de politización de los tribunales y de despolitización de las academias –que fuera adoptada por el Estado cubano en cinco décadas–, resulta de una carencia ideológico-cultural que afecta al sistema de instituciones del Derecho (1) visto de conjunto. Estamos ante un sistema jurídico-legal que no alcanza a integrarse en formas autogobierno popular que resulten más realistas y eficaces. [Sociología del Derecho.] Las políticas de Estado son al respecto el mayor obstáculo que se interpone ante el proceso etnocultural cubano, puesto que éstas distorsionan la relación entre sociabilidad y civilidad al negar la singularidad de los sujetos sociales. [Derecho a la diferencia.] Significa esto que toda reducción institucionalista que afecte a esta ecología: es regresiva (2).

Creemos, junto a Martí, entonces, que “con los oprimidos [hay] que hacer causa en común, para afianzar el sistema opuesto a los intereses y hábitos de mando de los opresores”.

La brecha de iniquidad que abre el formalismo kelseniano en contra del proyecto de nueva sociedad, por ejemplo, amplía el sentido tecnocrático del derecho y facilita la despolitización del mismo. [¿Quiénes son servidos con la despolitización del Derecho en medio de la revolución?] Los desafíos libertarios que plantea el proyecto ante el derecho serán escamoteados por el despotismo que, según Marx, puede darse momentos democráticos (como sería una consulta popular o incluso, una democracia deliberativa –llegando al extremo–) sin resultar siquiera inconsecuente consigo mismo. Distanciarse del fallido normativismo soviético no debe hacernos retornar al formalismo kelseniano que logre justificar el modelo técnico-jurídico que asegura la realización del proyecto de nueva sociedad.

¿Democracia como tecnología? No. Democracia para liberarnos.

La solución política será institucionalizar un Estado de derecho. Insuficiente. Creemos que el dilema del Derecho en Cuba es más que político. Filosófico. ¿Sobre qué filosofía del Derecho se sostendrá el sistema jurídico-legal en el futuro? ¿Democratizando el republicanismo? [¿Acaso la república de Martí?] Ciertamente, desde esta ideología se pueden lograr avances que nos aproximen a la solución de este dilema. Pero… Pensemos en rescatar el derecho consuetudinario de los pueblos más allá de la tradición occidental que signa nuestro sistema de derecho. [Hablo de ampliar el visor. Estudios de antropología jurídica.]

Cuando estos estudios sean hechos, entonces, mapas afectivos y experienciales saldrán a flote. Pensemos en el fondo emocional del disenso en la sociedad. Experiencias de ninguneo, negación de la otredad, castración de las ilusiones… Recordemos: los marielitos. Detrás del tirano que atropelló al infeliz está un sistema que se sostiene dando golpes a diestra y siniestra. Después de cinco décadas de cachumbambé el tirano ha devenido en víctima. Posiciones que se suceden una y otra vez hasta devenir en una tiranía sin tiranos, según nos advierte Hannah Arent. Entender que detrás del tirano hay un sistema nos sería tan necesario hoy como el advertir que detrás del LÍDER hay una nomenclatura y que ésta sostiene un status quo (equilibrio) que hunde en el marasmo a la sociedad.

¡Ojala la solución fuera tan sencilla! Bastaría con sacar del cargo a dos o tres personas. Pero la realidad es terca.

Construyamos mapas afectivos. Porque… Efectivamente, no fueron las ideologías las que salvaron a los pueblos, –aclara Ernesto Sábato– sino las estúpidas esperanzas de las gentes, ese “heroísmo cotidiano frente al infortunio”. ¿Quién dio la medida del repliegue del socialismo en la década de 1990: acaso los decretos del gobierno entre octubre de 1993 y junio de 1994 o el pueblo con sus estrategias de sobrevivencia entre 1991 y 1993? ¿Cómo se explica que la solución no fuera renegar del socialismo sino el adoptar la autogestión social como solución para enfrentar el fracaso del régimen? ¿Cuál será el nombre que daremos a este magma de pueblo? Socialismo libertario. Sociedad en donde cada quién hace libremente su vida y cuida de los demás.

Las alianzas que aceptan los libertarios son aquellas que contribuyen a desatar el potencial que contiene ese magma de pueblo. La solución del dilema cubano no se hallará entre liberales, socialdemócratas o comunistas. Ideologías que están siendo empleadas como simples disfraces (3) que ocultan el egoísmo, el elitismo y el racismo de aquellos que levantan estas banderas.

¿Democratizar la sociedad?

Las luchas sociales que dentro del régimen autoritario han sido cumplidas, mañana –bajo una democracia a todas– dejarán de ser retorcidas. Crecerán de manera exponencial hasta alcanzar un momento de inflexión. Será este el momento de las nuevas leyes. Sucederá esto cuando se establezca la cultura ciudadana que los socialistas institucionales han venido defendido de manera justa y acertada. Emergerá un escenario de libertades. Debemos de advertir, en tal sentido, que tanto el legalismo como el economicismo no serán la solución. Entendamos que estos procesos son sustanciales. La política de (des)politización del Estado ha convertido al formalismo kelseniano y el dogmatismo estalinista en instrumentos del régimen que justifican desde la exclusión hasta la autocensura en la sociedad.

Debemos ser creativos.

Definitivamente, la política de alianzas que adoptan ciertos sectores de la izquierda en Cuba en nada facilita la creatividad que nos exige el cambio de época al que asistimos. Los ideales que defienden estos compañeros de lucha no son errados (4). No. Sólo que tales ideales se quedan a mitad de camino. ¿Qué les diría? Falta dar un pasito. No más. Sugerimos un giro epistémico. Pongámonos del lado de los oprimidos. Desde esta atalaya la realidad tiene otro color.

Esta es la hora de los hornos.

Santa Fe, Ciudad de La Habana, Cuba: 12 de septiembre de 2012.

NOTAS

1. Principios del Derecho. ¿Criminal o inocente?… hasta que logres probar lo contrario.

2. La ecología del proceso regulatorio societal –que refería en dicho artículo– resulta muy simple: “La dialéctica que tal sociedad política producen en dicho empalme [etnocultural/éticosocial] tendría dos extremo: a) socialidad-sociabilidad, y b) legalidad-legitimidad; que, desde lo éticosocial y lo etnocultural, en cada caso, serán puntos que tensionan y activan a la sociedad política”. Ramón García Guerra: “Légalité Gruyère. La actual constitución del país”; http://www.kaosenlared.net, mayo 17 de 2008.

3. Contamos con liberales y socialistas ilustres en nuestra historia. La tradición libertaria cubana debe muchísimo a estos compatriotas nuestros. Desde Varela hasta Mañach. Pasando por Martí. ¿Qué decir de Ramiro Guerra o Fernando Ortiz? Lástima que sea menos conocido el aporte de los anarquistas cubanos. Incluyendo a Julio Antonio Mella entre aquellos.

4. ¿Desconfían de las fuerzas de las izquierdas?

REPOST: ¡Habrá Revolución!

Por Luis y Sergio Saíz Montes de Oca

…La revolución por su contenido martiano y socialista es enemiga de toda clase de yugo a los valores éticos del individuo y condena cualquier tipo de régimen político donde no se respete el derecho a pensar con libertad. Por eso no puede aceptar ningún tipo de imperialismo, palabra que desde los más remotos tiempos es sinónimo de opresión de hombres por hombres, y condena tanto al que se cubre bajo las formas de un capitalismo draconiano y explotador, como ocurre en los Estados Unidos de Norteamérica, como a los falsos “paraísos del trabajador”, como la Rusia Soviética, no comunista que es otra cosa muy distinta.

Por eso, su posición internacional tiene que ser netamente antimperialista, ya venga del Tío Sam o del “Padrecito de Moscú”. Además, no encaja en nuestra idiosincrasia de pueblo distinto, producto de otros fermentos, otras culturas y otras razas, los sistemas que sirven en los Estados Unidos o en Rusia. […] No queremos ser ni dominados ni dominadores, sólo amantes de la paz y del progreso, y de la efectiva cordialidad internacional propia de los pueblos civilizados no imperialistas.

Los cuáqueros decían: “Ni Rey sobre mí, ni siervos bajo mí”, y a eso aspiramos llegar con la revolución socialista de Cuba, a vivir sin amos y sin siervos, ya que el adjetivo mayor que pueda adjudicarse a un hombre es el de hombre libre.

Donde quiera que exista un ser oprimido, una dignidad de hombre ultrajada; donde quiera que prevalezca la ley de la fuerza sobre la razón; donde quiera que las bayonetas sojuzguen a los hombres; donde se hallen tiranos y dictadores; donde la libertad “ese derecho que tienen los hombres a hablar y pensar sin hipocresía” esté ausente o restringido, en fin donde quiera que la opresión y la injusticia se ceben en las carnes de los débiles, donde manos férreas y llenas de sangre vejen a los hombres… ahí… donde sea, no importa si en la recóndita Rusia o en la cercana América, sin importar clima ni país… ahí donde existan hombres de dignidad y decoro, hombres que prefieren morir a vivir sumidos en oprobios… donde quiera que sea así, ahí…

¡Habrá Revolución!

De: “Cuerpos que yacen dormidos. Obras de los Hermanos Saíz” Editora Abril, La Habana, 1997 (pp. 165-166; 184)

Coletilla de Observatorio Crítico: ¿Qué decir de la intuición, de la sensibilidad de estos muchachos, con respecto al destino de la “URSS” y el “campo socialista” hace 50 años? Los caminos críticos de la izquierda en el enfrentamiento al totalitarismo burocrático, a las oligarquías geopolíticas que usurpan los ideales revolucionarios y las luchas por los derechos de los trabajadores, tuvieron en ellos dos luminosos andadores. Fueron asesinados escasos meses después de la revolución húngara de 1956. Hoy, las juventudes contestatarias e indignadas tampoco creen en padrecitos conductores, ni en restricciones justificadas al decoro… Estos chicos, que escribieron un proyecto de constitución para su Municipio, para que desde él –desde bien abajo y junto a la gente- renaciera la República, probablemente nunca usaron la palabra “autogestión”, pero tenían claro que sin ella no hay ruta a la libertad. No el imposible retorno al punto de partida, sino la conciencia de la radicalidad del cambio necesario, será el instrumento para revalidar hoy las aspiraciones de Luis y Sergio.

Internet vs. Nacionalismo

Por Daisy Valera

Desde mis primeras experiencias escolares recuerdo a los profesores enseñando en clases el amor a la patria, a la cultura nacional y a cuanta cosa que se dijera 100% cubana.

¿Quién no sintió en la escuela primaria ese orgullo por ser de esta isla?

Yo era de las que en el matutino recitaba a viva voz no pocos poemas de José Martí.

Ahora que lo veo en el pasado, con la cabeza fría, lejos de las consignas, me doy cuenta de que, entre otras cosas, el nacionalismo es uno de los factores que han servido para que los cubanos no se relacionen demasiado con personas de otras culturas.

En nuestros días, gracias al uso de internet un infante puede seguir el quehacer diario de un barrio en pleno Tokio.

Las personas pueden compartir muchas de sus experiencias: la belleza de un lugar que visitan, sus costumbres, las problemáticas en su puesto de trabajo, las soluciones que le dan a sus problemas cotidianos, por poner algunos ejemplos.

Con todo este intercambio, muchos podrían llegar a sentirse más identificados con modos de vida foráneos que con los que les ha tocado vivir.

Es lógico entonces que se pongan a pensar como cambiar su realidad usando la experiencia de un mundo que esta allá afuera.

Los cubanos, como no tenemos prácticamente acceso a internet (mucho menos viajamos por el mundo) estamos aislados, desconociendo en gran medida como es la vida más allá de nuestras fronteras.

Así es como el nacionalismo y la desinformación se convierte en herramientas muy útiles para dictar privilegios y cercenar derechos.

Son los que se declaran a todo pulmón que son anti-imperialistas y patriotas los primeros que están dispuestos a venderles a los ricachones de los campos de golf propiedades y tierras de por vida.

Mientras les niegan a los campesinos aceptar tractores donados solidariamente por amigos allende los mares y le entregan la tierra por unos míseros 10 años.

Igualmente, apoyan las nuevas disposiciones para la venta de automóviles, bajo cuales solamente los extranjeros y un privilegiado número de cubanos tendrán la opción de comprar uno nuevo.

Que se malograra la inversión en el cable de fibra óptica para el mejor acceso a internet no debiera extrañarnos, fue muy oportuno.

De esta forma, por un poco más de tiempo, los nacionalistas a ultranza pueden seguir haciendo y deshaciendo a su antojo.

Publicado en Havana Times: http://feedproxy.google.com/~r/HavanaTimesEnEspaol/~3/k_zTC7QPBPs/?utm_source=feedburner&utm_medium=email

“Participe en Universidad 2012, del 13 al 17 de febrero de 2012. Habana. Cuba. http://www.congresouniversidad.cu
Consulte la enciclopedia colaborativa cubana. http://www.ecured.cu

Ciclo de conferencias: Pensadores y Pensamientos Antirracistas Cubanos

El INSTITUTO CUBANO DE INVESTIGACIÓN CULTURAL JUAN MARINELLO se complace en invitarles al ciclo de conferencias “PENSADORES Y PENSAMIENTOS ANTIRRACISTAS CUBANOS”
Conferencista: Tomás Fernández Robaina, Investigador de la Biblioteca Nacional José Martí y Profesor Titular de la Universidad de La Habana. 1er. encuentro: martes 20 de septiembre, 2:00 pm.
a) Introducción.
b) Antonio Maceo contra la discriminación racial en el contexto de la lucha por la independencia.
2do. encuentro: jueves 22 de septiembre, 2:00 pm.
a) José Martí: “Juan Gualberto Gómez en la Sociedad Económica de Amigos del País.”: Texto fundamental para entender el pensamiento martiano sobre las relaciones entre negros y blancos en Cuba.
b) Juan Gualberto Gómez y su pensamiento para lograr la confraternidad entre blancos y negros.
c) Martín Morúa Delgado y su propuesta para luchar contra la discriminación del negro.
3er. encuentro: martes 27 de septiembre, 2:00 pm.
a) Evaristo Estenoz y su propuesta de partido político independiente. ¿Error o acierto?
b) Nicolás Guillén y su pensamiento antirracista inicial y su cambio posterior.
c) Juan Marinello y su solución del problema racial en Cuba. d) El pensamiento femenino ante la problemática racial: Rosa Brioso, Cecilia Lara, Catalina Pozo Gato y Elvira Cervera, entre otras.
4to. encuentro: jueves 29 de septiembre, 2:00 pm.
a) Gustavo E. Urrutia, su Puntos de Vista del Nuevo Negro, y sus Cuatro Charlas Radiofónicas.
b) Alberto Arredondo y su El negro en Cuba, ensayo, un libro olvidado pero muy útil para comprender la complejidad de la lucha social y cultural del negro.
c) Blas Roca y su visión partidista de la problemática racial. 5to. encuentro: martes 11 de octubre, 2:00 pm.
a) Julio C. Pinto y Raúl Cepero Bonilla: Dos voces que no pueden seguir silenciadas.
b) Juan René Betancourt y su pensamiento cubano y radical en contra del racismo: méritos y limitaciones.
6to. encuentro: jueves 13 de octubre, 2:00 pm.
a) Fidel Castro Ruz y su propuesta en el contexto de una nueva realidad: logros, objetivos y quimeras.
b) Walterio Carbonell y Carlos Moore: dos experiencias y dos actitudes opuestas ante la realidad social del negro en Cuba.
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