Una preocupación permanente

Recientemente, mientras toda Cuba se moviliza para ayudar a las víctimas del huracán Sandy, hemos recibido informaciones que -de resultar ciertas- aluden a muy preocupantes casos de brutalidad policial y detenciones que pueden ser calificadas de arbitrarias.

En el marco en que nos desenvolvemos, existe un cuerpo de conquistas y garantías que son el fruto de luchas y labores de muchas personas trabajadoras, obrer e intelectuales. Aspiramos a alcanzar, por la vía del mejoramiento y profundización de las libertades y oportunidades para la iniciativa y la solidaridad, un futuro más pleno y satisfactorio para todas las personas. Muchas de estas conquistas han sido plasmadas en códigos legales de distintos tipos. La violación de estos requisitos, aún cuando se realice entre o contra sujetos que son nuestros antagonistas en ideas y proyectos políticos, es también una amenaza a nuestra propia libertad y nuestras propias posibilidades de trabajar por las convicciones que sostenemos.

Como hemos argumentado en diversos foros, para alcanzar la liberación social no pueden esgrimirse medios totalitarios, que lo que hacen es alejarnos a tod del horizonte anhelado. No podemos obrar realmente en ejercicio de nuestros derechos y libertades, si las otras opciones posibles, son penalizadas y reprimidas con instrumentos policiales y para-policiales. Todo cuerpo de leyes justo tiene que incluir obligatoriamente los mecanismos para que las personas insatisfechas promuevan sus modificaciones, dentro de las preferencias individuales de cada cual, siempre que no incluyan criterios de odio o discriminación. Por esas razones se deben observar y criticar, permanentemente, las desviaciones de estos principios por las fuerzas detentoras de poder, y denunciar sus abusos contra cualquier otra persona.

En todo caso, debe tratarse a tod con el mismo rasero con que a un@ le gustaría ser tratad@. Si se ejecutan detenciones arbitrarias, o si los derechos de l detenid no son debidamente respetados por fuerzas que rehúsen el cumplimiento de la legalidad -mediante la debida identificación, el aseguramiento de la comunicación con allegad, la protección de su integridad física y sicológica, la comunicación de las razones de la detención y el pronto juicio con las debidas garantías para la persona acusada-, entonces estas acciones son merecedoras del repudio de todas las gentes honestas. Si en las condiciones extremas de la guerra civil cubana contra el dictador Batista, el Ejército Rebelde hizo ostentación del respeto a los prisioneros del ejército enemigo, no nos cabe en la cabeza que, en tiempos de paz y consolidados en el poder, aquellos que invocan la Revolución Cubana como fuente de su legitimidad y mandato puedan asumir otra actitud que no sea la más total consecuencia con los principios humanitarios.

Cualquier brutalidad policial es absolutamente inaceptable por principio, y debe ser condenada, con independencia de las actitudes de sus víctimas. Igualmente, son inaceptables las detenciones arbitrarias y la criminalización de la protesta. L autor materiales e intelectuales de tales actos no sólo traicionan la memoria de mártires, héroes y heroínas de la nación cubana. Objetivamente, también son cómplices de la propaganda reaccionaria y colaboracionistas en activo del bloqueo imperialista contra Cuba, el cual acaba de ser condenado casi unánimemente en la ONU.

Periódicamente se extienden denuncias a partir de la detención, por parte de las autoridades, de integrantes de grupos opuestos a su predominio. Estas denuncias incluyen acusaciones acerca de presuntas violaciones de los principios anteriormente expuestos. El gobierno, por su parte, acusa a estas personas de mantener vínculos negativos con la Oficina de Intereses de los EEUU (lo que se generaliza, pues tales relaciones solo se verifican en algunas personas y grupos).

La brutalidad policial y las detenciones arbitrarias en nuestro medio no deben ser tomadas a la ligera. Con demasiada frecuencia se aprecia que grupos considerados marginales, como afrodescendientes, rastafaris, abakuás, rocker, trabajador sexuales, personas LGBT, vendedor del sector informal menos favorecido, migrantes de provincias orientales, y otras, sufren por la aplicación de burdos y atávicos prejuicios por parte de las fuerzas policiales. A diferencia de los casos políticos, estas situaciones no despiertan sino una mínima repercusión, solamente en el estrecho marco de dolientes directamente afectadados y sin ecos en la esfera mediática. La situación de desventaja de estas personas, inocentes de todo pecado que no sea el de vivir con el color de su piel, o ejercer en condiciones difíciles el derecho de manifestar sentimientos y personalidades propias, constituye un poderoso motivo de movilización y emociones para toda la gente honesta capaz de ofrecer su solidaridad con el inocente.

Tan condenables hechos no solo no aportan en nada a la causa anticapitalista o a la justicia social, sino que las perjudican y, si no dejan de ocurrir, demostrarían una gravísima falta de compromiso de las autoridades cubanas con los principios de justicia y libertad para tod que se precian de enarbolar. La actitud consecuente de las personas partidarias de la plena emancipación humana implicará entonces la condena a tales situaciones, la solidaridad con las personas afectadas y la demanda de que la justicia sea aplicada a l responsables de tales violaciones, que amenazan los fines por los que luchamos: los de una sociedad libre de toda forma de dominación, exclusión y explotación.

Dmitri Prieto Samsónov
Rogelio Díaz Moreno
Ovidio DAngelo Hernández
Isbel Díaz Torres
Jimmy Roque Martínez
Armando Chaguaceda Noriega
Karel Negrete Vázquez
Yasmín S. Portales Machado
Luis Rondón Paz
Mario Castillo Santana
Julio Tang Zambrana
Ramón García Guerra

A puertas cerradas y con oídos sordos

Por Rogelio Manuel Díaz Moreno

Un amigo me ha contado que a un amigo suyo, le contó otro amigo, que cuando los trabajadores del Censo de población que está por realizarse en nuestro país pasen por su vivienda, no va a declarar que posee X artículos ni que se gana cuatro pesos chapeando el jardín de una anciana que vive en su cuadra. Pareciera que el amigo del amigo de mi amigo desconfía de las buenas intenciones y teme que, a los que revelen detalles levemente salidos del tiesto de lo centralmente autorizado y administrado, le vaya a apretar las tuercas.

Un periodista se muestra indignado y pide mano dura contra esos inconscientes que no cooperan lo suficiente en la lucha contra el mosquito aedes aegypti, trasmisor de enfermedades como el dengue. Pareciera que las personas son tan irresponsables que son capaces de arriesgar su salud con tal de evitarse una leve molestia, por lo que necesitan que papá Estado las regañe a ver si se educan.

Estos botones dan fe de una actitud que se resiste, hoy en día, a tener confianza en el estado y sus instituciones, y no digamos ya a cooperar cuando las mismas convocan a empeños de bien común. Y yo me pregunto por qué será.

Se asume que la confianza engendra confianza y que, para esperar sinceridad, se debe ofrecer sinceridad. Pero las fuerzas del orden estatal gustan de solicitar que los ciudadanos se vigilen entre sí y le reporten, a las autoridades superiores, cualquier asunto que constituya una irregularidad. Esto podría ser loable, en todo caso, si se circunscribiera al combate contra crímenes como el narcotráfico o el terrorismo, pero constituye una insoportable violación de la privacidad del individuo en demasiadas otras esferas de la vida, como pueden ser la decisión de acoger o no huéspedes, y otras actividades económicas honradas y de supervivencia básica ante la incapacidad de ganarse una vida decorosa trabajando para el Estado por un salario en moneda nacional ¡por no hablar de la compra de alguna mercancía en el inexorable mercado negro!. Bastante tenemos, piensan algunos, conque lean nuestros correos y escuchen nuestros teléfonos, para creer también que la mano estatal, encargada de perseguir irregularidades, no va a alimentarse con lo que cuantifique la mano censal para quién sabe qué propósitos marrulleros. Para colmo, el estado-gobierno no es nada transparente con sus gestiones y la administración de los recursos provenientes del sudor de los trabajadores, ni gusta de revelar muchas informaciones y datos trascendentales del tipo socio económico, ni a investigadores ni a ciudadanos de a pie, como tuvimos un ejemplo fehaciente en el último censo realizado, a finales de la pasada década.

Por otra parte, para que le abran la puerta a los fumigadores y otros activistas institucionales de la salud, ayudaría que el estado reconociera en los medios de prensa oficiales, con todas sus letras, las situaciones epidemiológicas que haya o no en el país. Si hay dengue, que no se limiten a explicarlo, casi que a sottovoce, en corrillos discretos donde se cita a los vecinos por el CDR y apenas van tres viejitas apuradas porque va a empezar la novela. Que el Granma y demás reconozcan, HAY DENGUE, ES PELIGROSO, HAY QUE ENFRENTARLO. Si hay cólera, que el periódico diga desde que aparece, HAY CÓLERA, en vez de esas notas crípticas que hablan y para eso, con retraso- de un brote de enfermedades diarreicas agudas con lo que el despistado puede pensar que en un cumpleaños repartieron cake en mal estado; luego, con gran reluctancia, reconocen la existencia de un raro bicho, Vibrio cholerae, y no le ponen el nombre en griego porque las prensas no tienen los caracteres del alfabeto helénico. El contraste que existe entre el desganado reconocimiento de situaciones internas y el morbo conque se exaltan las desgracias en el exterior resulta un marco desfavorable para ganar en capacidad de convocatoria, pensamos muchos.

Pero pedir sinceridad y transparencia al aparato estatal es como pedirle peras al olmo. Pareciera que el trabajo de los miembros de aquel consiste en mantener sanas las páginas de los diarios y no nuestros barrios; adjudicarse los méritos de las cosas que salgan bien como dirigentes modelo y culpar al corrupto, apichonado e indisciplinado Liborio por los problemas que existan. De tal suerte, parece poco probable que ambos extremos vayan a intimar el uno con el otro, y que las actividades que dependan de esa confianza mutua vayan a llegar a buen puerto.