Cuba y el comunismo de Darío Machado: los matices, incongruencias e imposibilidades de la posición estatista

Por Ovidio D´Angelo Hernández

En un inacostumbrado largo artículo aparecido en Cubadebate el 22 de agosto de este año, bajo el título Cuba y el Comunismo, el autor de referencia brinda lo que para él sería la perspectiva del socialismo cubano –y en general-.

Hay que decir que la aparición de este tipo de elaboraciones, en los medios de comunicación –si bien Cubadebate se limita a los portadores de acceso a intranet e internet y sería deseable que aparecieran en otros medios públicos, tanto estas como las elaboraciones contendientes- constituye una iniciativa que despierta la posibilidad del debate profundo que necesitamos para construir la teoría-práctica del socialismo en las condiciones presentes de este siglo.

Tarea que, por demás, interesaría a amplias capas de la población por cuanto su concepción afecta las condiciones de vida de millones de personas en cuba y otros países.

En comentarios que realicé a dicho artículo, de manera sintética y rápida (y que Cubadebate publicó en los dos días siguientes, en el blog de dicho artículo, lo cual me parece una intención excelente), expresé:

“Darío Machado nos brinda una narración histórica ya conocida. Con intentos de retoques, justificaciones y algunos “encajes” que parecerían alegorías más que realidades posibles en ese marco interpretativo. Merecería retomarse muchos aspectos que requieren mayor profundidad en encuentros con partidarios de otros enfoques socialistas que sí creen en la realización plena del ser humano en los tiempos presentes y en formas de organización autogestionaria de la sociedad –lo que no implica eliminar el papel del Estado, por cierto, sino su reconversión, tanto en la esfera productiva como social y política, como instrumento de las bases populares y trabajadoras, para llegar a una real Economía Social –que no puede identificarse con una economía estatal- , dentro del marco multiactoral que se presentará inevitablemente en nuestra sociedad.

Como se menciona a Alvaro Liniera, sería bueno complementar con esta reflexión suya:

García Linera defiende la palabra comunismo

Palabras finales de la Conferencia de Prensa de Álvaro García linera en Maracaibo, 28 de noviembre 2011

Gobernar obedeciendo es afirmar cada día que el soberano no es el Estado, que el soberano es el pueblo, que no se manifiesta cada cinco años con el voto, sino que se manifiesta, habla, propone, cada día necesidades, expectativas y requerimientos colectivos. Lo que se le pide al gobernante es sintetizar y unir, porque pueden haber voces discordantes dentro del pueblo”. El pueblo es una cosa homogénea, no señores, hay clases sociales, hay identidades, hay regiones. El pueblo es muy diverso. El trabajo del gobernante no es sustituir al pueblo, es armonizar las voces del pueblo, sintetizar en un sólo sentido sus inquietudes. Pero eso no significa que el gobernante sustituya al pueblo. Gobernar obedeciendo es eso: el soberano es el pueblo y el gobernante es simplemente un unificador de ideas, un articulador de necesidades, y nada más. Ese es el principio comunitario, pero también socialista y comunista en el sentido fuerte del término de común-unidad, esa palabra me gusta, no es muy reconocida pero a los viejos marxistas como Marta y yo nos encanta esa palabra comunismo, que se ha atribuido al diablo. No, comunismo es comunidad, esta es una comunidad, comunismo viene de comunidad, de riqueza común, de decisiones comunes, de vida compartida, de bienestar compartido, eso es comunismo, de poder compartido, gobernar-obedeciendo: poder compartido, no poder concentrado. Es una frase hermosísima que atraviesa como flecha la sociedad contemporánea, apunta al socialismo, pero tiene más horizonte común, vida común, riqueza común, felicidad común, democracia compartida, decisiones compartidas, tristezas compartidas, alegrías compartidas, comunismo, eso es”.

Al día siguiente envié el siguiente comentario:

“Muy agradecido por la publicación de mi comentario. Yo creo que el artículo de Machado abre la posibilidad a la importante polémica teórica que debemos tener, públicamente, entre los que profesamos diversas interpretaciones del socialismo (los estatistas, los pragmáticos y los autogestionarios; como muy bien clasifica de manera general Camila Piñeiro en el reciente número de la Revista Temas mencionado antes por otro comentarista de este blog), e inclusive con los que desde posiciones patrióticas más centristas, defienden ideales de democracia y justicia social que deben ser tenidos en cuenta.

Creo que desde todas las posiciones debemos reaccionar de manera constructiva, pero crítica y aportadora a los planteamientos de Machado -en este espacio y en otros posibles y de manera seria y rigurosa-,, porque me parece importantísimo que reenfoquemos la teoría del socialismo y el comunismo, desde las diversas experiencias, pero también desde una relectura novedosa que ponga el acento en sus esencias: Economía social cooperada y democracia participativa y protagónica, de base popular y con el concierto de todos los actores sociales de buena voluntad; es decir, una vez más: con todos y para el bien de todos.

PD: trataré de aportar, por mi parte, en cuanto tenga tiempo, pero el llamado debe ser a todos los sensibles por el futuro del país.”

De manera que me voy a referir a los puntos importantes de la presentación de D. Machado.

El articulo combina el mejor estilo manualístico de verdades absolutas e “irrebatibles” -por “históricas”, según la interpretación clásica de los exponentes de la versión de la historia “real” (que, en su realidad, siempre es realmente multiinterpretativa, diversa, de tonos claro-oscuros, de zonas no esclarecidas, etc., aparte de hechos incuestionables consensuados y documentados), con alusiones “atrevidas” que, sin embargo, dichas en el marco interpretativo del socialismo estatista dogmático, se hacen poco creíbles –porque son contradictorias en sí mismas, inviables, como históricamente se ha demostrado-.

Pasemos directamente a los argumentos brindados (en cursiva los de D. M.):

Inicia con una impecable reflexión de Alvaro García Liniera, que compartimos totalmente:

“Alvaro García Linera, vicepresidente de Bolivia, en la presentación en La Paz del libro “Revoluciones desde Abajo”, reivindicó el sustantivo “Comunismo” y lo hizo en estos términos: “¿Qué decía Marx? ¿Qué es el socialismo? ¿Qué es el comunismo?. No es un ideal que conciben cuatro amigos en un café, en un Manifiesto, no es el programa de Pulacayo, ni es el programa del 70, ni es el Programa de Gotha; es el movimiento real de la sociedad que se desenvuelve ante nuestros ojos y que supera lo existente.”

La historia “verídica” del socialismo y sus perspectivas?¿?¿?.-

Ese punto fuerte, de referencia inicial, le sirve de base, supuestamente, para desembarcar una narración peculiar de parte de la historia del socialismo.

Sobre estos aspectos se aportan, desde visiones tradicionales ya descartadas junto a otros hechos constatados y consensuados, hasta increíbles planteamientos que colocan la realización del socialismo “completo” para las postrimerías de varios siglos venideros…!gran esperanza para la humanidad nos ofrece!, además de que justifica como tenemos que contentarnos con lo que tenemos, no importa cuán imperfecto sea y cuanta cuota de injusticia aún se presente en los “socialismos” actuales o remanentes.

Veamos:

Después de narrar varios episodios históricos en diversos países, nos dice, respecto a los primeros años de la Revolución cubana: “La trasformación de la mentalidad del cubano fue de tal rapidez y envergadura, que en apenas dos años, las palabras socialismo y comunismo pasaron de ser abominadas a resumir el ideal de emancipación y dignificación del ciudadano común”, lo que al menos fue una realidad para la mayoría del pueblo, más allá de excesos, apresuramientos y voluntarismos que, por supuesto DM no refiere, porque la historia narrada es bastante lineal y sin contradicciones.

De aquí pasa, en salto mortal –mediado por las consecuencias de la 2da. Guerra mundial y la guerra fría- a la debacle del campo socialista, cuestión debida, a su parecer, por la propaganda imperialista, ya que “entre las acusaciones repetidas a lo largo de décadas de propaganda contra el comunismo, está la de denunciarlo como un sistema que somete a los individuos a su despersonalización, que los iguala sustrayéndoles su voluntad, los uniforma en el actuar y hasta en el vestir y en los gustos, les quita la libertad y la creatividad”. Males todos que él atribuye sólo al capitalismo y no a la versión del socialismo real estalinista y estatista donde fue evidente que también –bajo otras formas, se produjeron de manera intensa, aunque el atribuye cualquier desviación de las fundamentaciones de Marx y Lenin a los errores inevitables, la ignorancia y otros factores aunque tuvieron los logros –destacados por DM- de la electrificación y otros desarrollos científico-técnicos.

Así, esto último fue posible, según la peregrina interpretación de DM, porque: “La revolución rusa, la toma del poder político no eliminaba ni podía hacerlo la relación contradictoria entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción, pero la colocó en otra perspectiva por la acción consciente del sujeto social.

Al imponer desde el poder político relaciones de producción exentas de la explotación del trabajo asalariado por el capital anuló el fundamento de la contradicción trabajo-capital liberando así colosales magnitudes de energías creadoras de los trabajadores para avanzar en el desarrollo de las fuerzas productivas, pero ahora junto con un necesario proceso de transformación cultural cuyo final previsible era la satisfacción de las necesidades de los trabajadores, la justicia social, el colectivismo, la solidaridad, la cooperación” . (subrayados nuestros que muestran las incongruencias interpretativas, porque fueron las metas que, precisamente, se desviaron para convertir al “socialismo real” en una sociedad totalitaria de explotación semejante a la relación trabajo-capital, sin participación ciudadana real.

Pero queda claro que DM no puede tapar el sol con un dedo, de manera que afirma que, efectivamente se cometieron algunos errores, debido a la falta de una teoría eficiente de la transición socialista: “ese experimento socialista, en la URSS arraigó el verticalismo, no se desarrolló la democracia socialista, se cometieron abusos de poder, no lograron una teoría eficiente de su transición socialista, algo que tampoco alcanzaron otros países socialistas de Europa del Este, donde no necesariamente funcionaría lo que se estaba haciendo en la Unión Soviética…. El ejercicio del poder político, el edificio jurídico, la organización y la economía no podían anclar en la sociedad con el esquema impuesto, cuando la ciudadanía misma necesitaba otro medio social para desarrollarse satisfactoriamente. Las posibles soluciones experimentales a través de una amplia, activa y consciente participación social que nutrirían el desarrollo de una teoría eficiente de la construcción socialista estaban impedidas por la separación entre la ciudadanía y el poder político, que a la postre resultó letal.

La conquista del poder político, si bien permite una gestión consciente para adelantar el desarrollo y hacerlo con criterios racionales compatibles no solo con los seres humanos, sino también, con la naturaleza, con el medio ambiente, no puede, so pena de un enorme desgaste, desafiar realidades que son inherentes a la sociedad en transición socialista, en el intento de avanzar más de lo posible y de un modo más arbitrario que científico. Y es precisamente ahí donde ha habido improvisación en más de una experiencia de orientación socialista”.

La larga cita ilustra la idea fundamental: todo fue debido a que no se contaba con una “eficiente” teoría socialista, no a que todo el proceso estaba mediado por complejas situaciones de diverso orden interno (además de los hechos internacionales y los atrasos históricos del régimen pre-revolucionario ruso); es decir, los abusos de poder –y los crímenes cometidos bajo su manto-, la concepción del Estado soviético, la personalidad del líder supremo, la idea de control desde arriba de toda la sociedad, etc., no fueron factores que jugaron un papel en la debacle final del socialismo estatal, según DM; la cuestión estaba en la elaboración no eficiente de la teoría….

No obstante, en este punto plantea algo con lo que podríamos sintonizar (aunque no constituya la única “causa” de los desastres socialistas –además de la gran vigencia actual para nuestra propia sociedad-: “Desde la política y la orientación ideológica se puede mucho, pero no se puede todo. Lo posible define los límites de lo necesario y la determinación de lo posible no es una apreciación arbitraria, individual o grupal, se requiere de un enfoque científico, de una teoría general de la transición socialista que fundamente los programas de acción”. En otras palabras, podríamos decir que una concepción general de la teoría y la práctica social del socialismo se ha requerido (debió ser elaborada, discutida por toda la sociedad en sus fundamentos, ideales y metas), más allá de una pragmática ideológica predominante en nuestra propia historia y que llega hasta los Lineamientos del Modelo de actualización Económica actual.

Ahora bien, el propio DM tiene que conservar un ápice de cordura y, entonces, expresa –a contrapelo de sus afirmaciones anteriores donde expone la difamadora propaganda imperialista sobre el socialismo soviético- que: “el desconocimiento de las necesidades más íntimas de su propia gente, el alejamiento y extrañamiento del poder, la excesiva centralización y verticalismo que apagaron el entusiasmo y la creatividad, la presencia de privilegios para los dirigentes y funcionarios y la enajenación no superada, además de errores en la política de las nacionalidades que proclamaba a destiempo que ya existía un “nuevo pueblo soviético”, minaron por dentro el socialismo que terminó con su implosión bajo la enorme y múltiple presión del capitalismo internacional”.

¿En qué quedamos? Si pero no o no pero sí: una elemental congruencia debería ser imprescindible para no marear al lector. Al final no sabemos bien en que cree DM al respecto. ¿O es una salida salomónica para quedar bien con dios y con el diablo?. O lo que es lo mismo, ¿una expresión de la doble moral y su manifestación en la distancia entre el decir, el justificar, el pensar, el hacer, al quedar bien, el no buscarse problemas?.

De aquí en adelante el tema parece centrarse en el fatalismo geográfico. La pregunta clave para DM sería: ¿Socialismo en un solo país?.

En un giro a dimensión estratosférica, DM nos dice que: “si consideramos la respuesta a la pregunta del título bajo la premisa de un ideal de socialismo pleno, de algo acabado e irreversible, entonces es obvio que en la actualidad no es posible a corto o mediano plazo. De hecho cabe pensar que mientras a escala planetaria no se produzcan transformaciones sociales que inclinen la balanza a favor de la superación del régimen capitalista, un socialismo así no es posible, tampoco en Cuba, y su proclamación entusiasta no es políticamente viable, ya que solo generará críticas porque no es alcanzable.” (subrayados nuestros).

¿A dónde nos lleva esto?, ¿qué quiere decir DM con ideal de socialismo pleno?, ¿se trataría de contentarnos con las estructuras y mecanismos actuales, a lo más algo reformados o “actualizados”?.

Pero, para que no nos quede duda alguna, él se encarga, más debajo de explicar su idea: “Puede formularse de otro modo más explícito si se aprecia el problema como el dilema entre retroceder al capitalismo dependiente o continuar buscando las fórmulas eficientes para organizar el metabolismo socioeconómico de la sociedad en su conjunto sobre la base de los principios socialistas (me refiero básicamente al predominio de la propiedad social sobre los medios de producción de bienes y servicios, infraestructura y recursos naturales, al papel del Estado en la organización de la actividad económica, organizativa, política y cultural del país, al papel de la ideología socialista, de la planificación, del antiimperialismo, de la política exterior de principios, de la democracia socialista y participativa)”. (subrayados nuestros).

O sea, para DM se trata de buscar fórmulas eficientes, de acuerdo a los principios socialistas, donde no queda claro si la propiedad social seguirá siendo la propiedad estatal alejada de la gestión y control obrero y popular (como planteaba Lenin), ni si el papel del Estado seguirá siendo el de ejercer la actual función omnipotente sobre la economía y toda la sociedad y sus ejercicio del poder seguiría siendo inalcanzable para el común de los mortales del país. Tal vez, el paliativo propuesto se encuentre al final de la frase con la declaración de una “democracia socialista y participativa” que todos los exponentes del socialismo estatal consideran que tiene su paradigma logrado en el nivel de participación popular que ya alcanzamos ¿¿?¿?. Y, en el mismo tono, contrapone lo que tenemos, al regreso a un capitalismo dependiente –que está claro que no muchos queremos-, pero en esa ecuación lineal de esto o lo otro, con todo el rosario de males que el se encarga de relacionar y que no repito aquí para no aburrir, sin medias tintas ni alternativas diversas y creativas, realizadas a la luz de una “nueva interpretación de las esencias del marxismo” que él mismo reclamara antes.

Una lógica elemental indica que para Cuba, donde el poder político responde a los intereses de las grandes mayorías?¿?¿?, y las instituciones políticas, ciertamente requeridas de modernización, están vigentes y mantienen sus potencialidades?¿?¿?¿?, y donde están vigentes las políticas sociales fundamentales, el dilema verdadero no es si retroceder al capitalismo o continuar el rumbo socialista, sino…. cómo atemperar los ideales a las posibilidades, cómo reorganizar el metabolismo socioeconómico para que estimule la reproducción de la iniciativa y la creatividad en todos los órdenes de la vida social, como profundizar la democratización de la sociedad, o sea, cómo asegurar el derecho de las grandes mayorías ciudadanas a participar y decidir, cómo movilizar las potencialidades productivas del país y aprovecharlas en favor de las grandes mayorías ciudadanas.”(interrogantes y subrayados nuestros).

De manera que DM da por sentado que hay una coincidencia entre poder político e intereses de las mayorías y que las instituciones políticas mantienen sus potencialidades (sólo hay que actualizarlas): Los mismos argumentos de los defensores a ultranza del status quo, del socialismo estatista autoritario.

En cuanto a la última parte, por tanto, queda como declaración incierta de propósitos que no se sabe cómo se garantizarían, o si realmente se quiere que se garanticen. ¿Es que no se han adelantado ideas, desde Marx al presente, acerca de cómo lograr eso?. Podría remitirse a las ideas de un socialismo autogestionario y popular que ha sido ampliamente divulgado por las redes, ya que de otra forma no se permite.

Todo esto concluye en un lamentable reconocimiento –desconocimiento- de nuestras realidades: “La política de la revolución es socialista, el poder es del pueblo, el ideal es socialista y hay importantes características socialistas en el país, Cuba es socialista, pero en Cuba no hay un socialismo pleno.”

O sea, si todo es así como dice, no debemos cambiar nada, con lo que sus propuestas abstractas hacia la “plenitud” quedan totalmente vacuas. No hay nada que hacer.

Pero para seguir en el tembleque de los pa´tras y pa´lante, DM nos dice que:

“El cambio es de tal envergadura que toca prácticamente toda la vida de la sociedad, lo que hace imposible describir la infinitud de su alcance y manifestaciones.”

Pero no nos hagamos ilusiones, el problema es que: “los nuevos dueños colectivos nunca aprendieron antes a organizar la producción, manejar la economía, el control, la contabilidad, tomar decisiones, que surgen ahora nuevas realidades como lo tocante a las motivaciones para producir, el desafío que plantea un nuevo modo de distribución del producto social,…”. Todo lo cual raya en el ridículo, porque ni hay nuevos dueños colectivos (es uno de los problemas centrales a resolver con una economía realmente social), ni mucho menos nos apeamos hoy con que no sabemos organizar la producción, ni manejar la economía y la contabilidad, ni tomar decisiones, … Realmente ya estos resultan argumentos, cuando menos penosos, si no agresivos y demeritadores en extremo de las cualidades profesionales de los cubanos comunes (los supuestos dueños colectivos).

Después de referir que existirán diversas formas de propiedad y que ellas influirán en la subjetividad del cubano y que –claro está- la planificación y el estado deberán jugar un papel diferente en esas condiciones, considera eufemísticamente, que ello “donde no tendrá influencia alguna es en lo tocante al poder político, ese que ha sido conquistado y defendido por el pueblo trabajador y que es garantía de la transición socialista,”, dando por sentado verdades absolutas –si tenemos en cuenta los fenómenos de corrupción en nuestro país, en China, etc.- y de que es el pueblo y no una capa dirigente y representantes de la burocracia, quienes ejercen el poder real. De donde, por arte de birlibirloque, para DM no es la práctica real ni las relaciones sociales de producción quienes establecen el modo de vida de las personas, sino que descarga toda la garantía del triunfo inexorable en el papel de la educación, la formación cívica y ética, los valores ideológicos, etc…, como fenómenos extrapolados de la conciencia social que serían los que encaucen, de por sí, las nuevas realidades del “metabolismo socioeconómico” propuesto (no dejo pasar por alto la novedad metafórica del término).

En definitiva los “efectos” del modo de producción de nuestra sociedad –más cercano al socialismo real soviético de lo que se reconoce- son trocados en “causas”, adjudicando a los malos comportamientos de los ciudadanos los males que posee la sociedad: “Cuando afirmamos arriba que la sociedad cubana no tiene aún las condiciones materiales y espirituales para un socialismo pleno, nos estamos refiriendo en lo material al desarrollo económico-productivo, tecnológico, científico, a la infraestructura del país; cuando hablamos de las condiciones espirituales, subjetivas, nos referimos principalmente a la persistencia de la psicología de intercambio de equivalentes y al menoscabo del trabajo como valor por la pérdida de sentido del valor del trabajo que se ha producido como resultado de no haber tenido en cuenta esa psicología, algo ahora agravado por el hábito perverso de “resolver” las necesidades individuales a costa de los recursos que pertenecen a todos los ciudadanos, pero también unos individuos a costa de otros”.(subrayado nuestro).

Ello parece ser consistente con la política actual de exigencia de disciplina, responsabilidad y sacrificio, que es producto de las condiciones socioeconómicas y sociopolíticas vigentes, en vez de ser causa, y que cambiarían sólo en cuanto cambien las condiciones socioeconómicas que les dieron origen; la estatalización y alienación del trabajador del proceso y fruto del trabajo, la carencia de influencia real en los procesos decisorios de la sociedad, etc. Se suscribe, por tanto, el principio de la sociedad autoritaria estado-céntrica vigente, en desmedro de las víctimas del proceso.

Para evitar equívocos, toda nuestra argumentación para nada disminuye el papel de la formación cívica e ideológica, ni el papel del estado como regulador, pero sobre otras bases, como señalaba Alvaro Liniera en el fragmento que inserté antes.

Finalmente, DM trastoca ideal por realidad y declara: “La transición socialista vista como actividad humana, como práctica, es un proceso consciente en el que los ciudadanos, los grupos, organizaciones, instituciones de la sociedad que de conjunto articulan el sujeto del cambio, adoptan -en diferentes grados y formas- una actitud correspondiente en general con los objetivos consensuados. La acción coherente, cohesionada del sujeto social múltiple, articulado y naturalmente diverso es funcional al cambio porque la base de la sociedad reproduce intereses compartidos, las estructuras políticas y jurídicas los amparan y el sistema de ideales, objetivos, conceptos, valores socialistas y comunistas articulan al sujeto múltiple en su diversidad y diferencias y es el fundamento del programa de acción en lo económico, lo organizativo, lo jurídico, lo político, lo social, lo cultural.”

Por eso, nos dice, es tan importante el papel de la ideología socialista. SI, ¿PERO CUAL?. ¿La que construyen las masas en debate con los ideólogos que se acercan más a sus intereses y necesidades?, o ¿la que elaboran las élites, a nombre de ellas, situadas más allá del alcance del control y la decisión popular?.

El cierre del artículo no puede ser más “impecable”: “Ahora bien, no se habla aquí del comunismo como de un esquema de algo que tiene que producirse de un modo dado, inevitablemente, o como la doctrina política de una organización, de un partido….”

Entonces, compañero Darío Machado, de lo que se trata es de un cambio profundo de TEORÍA y de PRÁCTICA, un cambio estructural profundo que retome las esencias del socialismo marxista-leninista en los énfasis de priorización de las relaciones cooperadas de trabajo, de autogestión social y económica, de democracia participativa y protagónica real, que pasa por el control y decisión de los trabajadores y del pueblo organizado desde sus diversos intereses, de creación de una Economía social multiactoral basada, principalmente en la autogestión obrera, la cooperativización o arriendo de los medios de producción a los trabajadores, la asociatividad pequeño y mediano-empresarial con interés privado-comunitario, la contratación de sectores público-privados con cogestión de los trabajadores, en fin, en constituirnos, gradual, progresiva y aceleradamente, en una sociedad de trabajadores empoderados, en las que el Estado, al decir de García Liniera, tenga el papel de “gobernar obedeciendo…: el soberano es el pueblo y el gobernante es simplemente un unificador de ideas, un articulador de necesidades, y nada más”.

Esa es la propuesta del socialismo autogestionario multiactoral y popular.

La izquierda evidenció fracaso neoliberal pero cayó en errores que antes criticó

Armando Chaguaceda solicita a los intelectuales progresistas a ejercer también la crítica a la izquierda

Los partidos políticos de izquierda no deben perder de vista que el sujeto popular sabe discernir: Armando Chaguaceda.
“El socialismo no puede existir sin democracia”, afirmó el miembro del Observatorio Social y coordinador de un Grupo de Trabajo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO)

Con el arribo de los llamados gobiernos progresistas en América Latina (AL), a partir de 1998 se hace evidente el fracaso de las políticas neoliberales emanadas de El Consenso de Washington. Se da paso a una izquierda heterogénea que lleva bienestar social y expande las formas de participación e inclusión simbólica de los marginados, pero incurre en una serie de prácticas que criticaba cuando no era gobierno (concentración incontrolada de poder presidencial, acoso a medios, irrespeto a derechos) y es aquí donde el pueblo debe pedir a sus nuevos gobiernos lo que en su momento reclamó a la derecha.

Así lo sugirió el politólogo e historiador Armando Chaguaceda, doctorante de la Universidad Veracruzana (UV), durante su participación en la Feria Internacional del Libro Universitario (FILU). Continue reading