Las revoluciones contra las vanguardias

Por Raúl Zibechi

Las potentes movilizaciones que atraviesan el mundo están desbordando tanto democracias como dictaduras, regímenes nacidos de elecciones y de golpes de Estado, gobiernos del primer y del tercer mundo.

No sólo eso. Desbordan los muros de contención de los partidos socialdemócratas y de izquierda, en sus más diversas variantes. Desbordan también los saberes acumulados por las prácticas emancipatorias en más de un siglo, por lo menos desde la Comuna de París.

Naturalmente, esto produce desconcierto y desconfianza entre las viejas guardias revolucionarias, que reclaman organización más sólida, un programa con objetivos alcanzables y caminos para conseguirlos. En suma, una estrategia y una táctica que pavimenten la unidad de movimientos que estarían condenados al fracaso si persisten en su dispersión e improvisación actuales. Lo dicen a menudo personas que participan en los movimientos y quienes se felicitan de su existencia, pero que no aceptan que puedan marchar por sí mismos sin mediar intervenciones que establezcan cierta orientación y dirección.

Los movimientos en curso cuestionan de raíz la idea de vanguardia, de que es necesaria una organización de especialistas en pensar, planificar y dirigir al movimiento. Esta idea nació, como nos enseña Georges Haupt en La Comuna como símbolo y como ejemplo (Siglo XXI, 1986), con el fracaso de la Comuna. Continue reading

¡Abajo la política! ¡Viva la política!

Por Ailynn Torres

I. El 15-M en España – y ya en otras ciudades de Europa y América Latina– desmantela aquel discurso sobre la apatía y el apoliticismo de los jóvenes que se ha utilizado para reproducir la dominación.

La escasa participación política de los jóvenes se ha reseñado como síntoma de sociedades en crisis que avanzan hacia el desentendimiento de la vida política. Los jóvenes, considerados siempre como futuro y no como presente, no asegurarían, en consecuencia, el buen ejercicio de la política.

En las investigaciones sociológicas sobre juventudes, la integración y participación sociopolítica de los jóvenes es tomada como indicador de los niveles de integración social. Sin embargo, en la mayoría de los modelos de institucionalidad existente es habitual su exclusión en la toma de decisiones. La apatía, pasividad, retraimiento político y escepticismo es entonces, en buena parte, la justificación montada para legitimar la exclusión e impedir que se conviertan en actores políticos estratégicos. Es la misma maniobra mil veces usada contra los indígenas de América Latina, los negros de África o los pobres de todo el mundo, presentados como perezosos e incapaces para legitimar los reales condicionamientos económicos, sociales y culturales –todos siempre también políticos– que constituyen la base de la exclusión y el empobrecimiento. Continue reading