Actualización del modelo económico… ¿qué hay del educativo? (II)

II Del soldado de la Revolución a la inercia, el vacío o el estatismo de mercado

Por Rogelio M. Díaz Moreno

En la entrega anterior cerré insinuando la posibilidad de que el objetivo último del sistema educativo aplicado en nuestro país fuera la de crear una masa maleable, enajenada, permisiva, aunque se proclamara oficialmente otra cosa la doctrina del soldado de la Revolución. En realidad, realizar esta maniobra de manera consciente implica un grado de maquiavelismo del que, en el fondo, no creo capaz a nuestra inepta burocracia nacional. Lo que sí considero posible es que la sensibilidad de este estrato dominante le permitiera percibir, en la situación que se desarrollaba, un clima favorable para sus trapacerías, así que se aferrara con fanatismo acérrimo a las directrices establecidas y combatiera toda señal de que era necesario cambiar las reglas. De cualquier modo, a la luz del proceso de reformas que están en plena marcha, cabe entonces plantearse unos cuantos cuestionamientos.

Imprimir y reproducir una mentalidad castrense solo tiene sentido un sentido impuesto, no un sentido democrático, pero sentido al fin en el modelo en el que el todopoderoso papá Estado exige toda la obediencia, y a cambio asume todas las responsabilidades. El soldado marcha pero no tiene que preocuparse por las botas, el rancho o las municiones, que se supone que asegura la logística central. Sin embargo, ahora toda la lógica del asunto está cambiando. Papá Estado ha declarado que ya no puede ocuparse más de la mayor parte del mantenimiento de quien hasta ayer era convocado como soldado. Que éste se las va a tener que arreglar por su propia cuenta. Si acaso, se le seguirá atendiendo la salud y el entrenamiento, perdón, la educación. En cambio, Liborio tendrá la oportunidad ahora de cambiar el uniforme y las botas ya bastante raídos, de todas formas por los tenis y camisetas deportivos de la tienda, si es que los puede comprar. Idénticamente, se le retira el ranchito igual, iba de mal en peor; pero ahora ya podría, sin que resulte escandaloso, buscarse los frijoles con otro coronel, rectifico, con otro patrón. Y hasta entrar, como candidato a nuevo empresario y aspirar a ser de los ganadores, en cierta competencia que, gracias a las nuevas transformaciones, ya debemos suponer como éticamente buena, compatible con lo que sea que los árbitros de aquí llamen socialismo y, especialmente, que no está amañada de inicio.

Y aquí es donde se cae de la mata la necesidad de transformar el sistema educativo hasta sus raíces. La formación del educando no podrá seguir como en el paradigma anterior, que enfatiza las cualidades típicas de entrega al modelo social a cambio de algunas seguridades, que a veces eran solo promesas de seguridades y muchos, pero muchos, sermones conscientizadores.

Algo de esto ocurre ya. Por lo menos, el dislate de formar masivamente graduados universitarios para los cuales no van a existir luego empleos válidos especialmente en el campo de las Humanidades, fue ya percibido y rectificado. Sin embargo, todavía queda en pie la importante cuestión de qué van a hacer los graduados universitarios de cualquier rama, al momento de acabarse los dos o tres años de gracia en los que tienen asegurados un trabajo mejor o peor, en dependencia de muchos factores y queden sueltos en un escenario donde van a regir las más vulgares leyes del mercado capitalista de trabajo y mano de obra. Continue reading

Caen las penúltimas máscaras

Por Rogelio M. Díaz Moreno

Me ha caído en las manos una pieza, una joya en el plano de la revelación de la naturaleza del autor y de sus semejantes. La suscribe Hugo Chinea, una figura no demasiado brillante de la narrativa cubana y de actividad más bien concentrada en los campos administrativos y políticos de la cultura. Algunos recordarán la polémica que sostuvo recientemente con Leonardo Padura, el flamante Premio Nacional de Literatura, a raíz de que Padura denunciara las políticas persecutorias de la estructura burocrática imperante durante varias décadas.

El texto de Chinea, de título “Contextos y Descontextos”, fue recogido en el blog La Polilla Cubana, administrado por Rosa Carmen Báez, y considerado lo suficientemente meritoro para su divulgación a través de un boletín del Ministerio de Cultura que llega periódicamente a mi buzón. En sí, es una burda pieza de manipulación de la evolución histórica del proceso cubano a partir del triunfo de la Revolución, dirigida a justificar la transición al capitalismo que, desde los espacios del Observatorio Crítico, hemos estado denunciando en los últimos años. Me ha parecido importante regresar sobre este tema, que ya hemos recorrido varias veces, porque en el escrito de marras se evidencian de manera especialmente inequívoca, con una claridad sin precedentes, las intenciones del sector del aparato gobernante que apuesta a la extinción gradual del socialismo.

Al leer dicho material, se notará con un esfuerzo analítico ligero la superficialidad de la argumentación del sujeto, que le permite llegar a conclusiones absolutamente carentes de base y no hablemos ya de ética o principios. Después de una cuartilla dedicada a denunciar las agresiones imperialistas a nuestro país, a raíz del triunfo revolucionario, Chinea establece tres líneas que, para él, parecen haber contenido el contenido socialista del proceso cubano: el racionamiento a través de la libreta de abastecimientos; la nacionalización absoluta de todas las unidades productivas y de servicios con la llamada Ofensiva Revolucionaria de 1968, y el establecimiento de un partido político único en la sociedad como fuerza regente. También esboza rápidamente las características, para él principales, que signaron el proceso: aquella mezcla de paranoia monacal con utopismos desenfrenados, enardecida sobre todo en los años ´70 del pasado siglo.

A todo esto, siguiendo la lógica del escrito, no habríamos llegado siguiendo un programa y unos principios propios, sino forzados por unos contextos sui géneris, que son los que explican la evolución descrita. Concluye Chinea que, en realidad, no éramos tan socialistas o comunistas, pese al nombre del Partido, sino ante todo, lo importante era que estábamos monolíticamente unidos alrededor de ese partido y de su máximo líder, el compañero Fidel. Como, finalmente, la experiencia histórica demostró que el socialismo no da buenos resultados, pues ahora deberemos olvidarnos de toda esa bobería, ponernos para las cosas, y tomar del capitalismo todo lo que pueda servirnos para progresar. Esto, según Chinea, estaría justificado incluso con argumentos procedentes de las ideas del Ché Guevara. El autor hace algunas fugaces referencias a descortezar las partes más malas de esas herramientas capitalistas para que se conserve el nivel de justicia social que habríamos alcanzado en nuestro país.

Para tratar con propiedad este tema, se pueden escribir varios tomos de muchas páginas, pero la indignación y el sentimiento de urgencia no tienen tanto tiempo, ni muchos lectores se permiten tanta paciencia. Tengamos estas líneas rudimentarias por ahora.

La propuesta que adelanta Chinea y que es recogida amistosamente por los demás sujetos que mencioné más arriba implica la consumación de la traición a los ideales socialistas que se gesta desde hace tiempo ya, por parte de una burocracia que desea solidificar aún más sus privilegios y control sobre lo que haya de valioso en la economía cubana. Es un eco fiel de aquellos pasos, dados en la desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, que cambiaron, en un momento dado de su proceso de derretimiento, el adjetivo Socialistas por el de Soberanas.

Antes de seguir desarmando la infamia a la que se nos quiere conducir, debemos establecer un par de líneas, triviales para algunos pero importantes para todos. Los que defienden, y trabajan, y estudian las ideas del socialismo con sinceridad y reales convicciones, han estado conscientes de que al modelo cubano le faltaba mucho para llegar a convertirse en una sociedad digna de ese nombre. Los medios de producción, confiscados a la burguesía internacional y nacional, y desde la mayor hasta la microscópica, no estuvieron nunca en poder de sus trabajadores, sino del todopoderoso estado. El carácter del trabajador, asalariado de un poder ajeno a sus capacidades, no se modificó demasiado, si bien es de reconocer que recibió avances sociales sustanciales que justificaron, a los ojos de muchos, el estado de cosas impuesto. Así y todo, aquello se le podía llamar todavía un proyecto de nación que tenía establecidos determinados mecanismos autoritarios, absolutistas de ascensión social y política. Con la retórica actual de Chinea, del ideal que se identificaba con el socialismo con mayor o menor acierto no queda ni eso, sino que se ve reducido a la obediencia a un caudillo y a su hipertrofiado aparato de poder, más la Libreta de Abastecimientos. Incluso, los que son más fidelistas que socialistas podrían sentirse ofendidos, pues su ídolo queda muy mal parado en la exposición de Chinea: convertido en un mero oportunista sin principios que navega como puede hábilmente, eso sí, entre aguas turbulentas.

La retórica vacía que invoca facilismos de justicia y equidad no salva a quien ha negado ya tres veces el único espacio donde esos, y otros principios, pueden concretarse. ¿O será que Chinea y sus compinches terminaron por descubrir la elusiva Tercera Vía? Hay que advertir que la socialdemocracia es antagónica con el monopartidismo, pero allá ellos con sus contradicciones. Lo que no podemos permitirles, es que nos cercenen nuestros sueños.

No debemos confundir un desvío hacia un callejón ciego con el fin del mundo. El socialismo, para empezar, es la consecuencia lógica de cualquier revolución popular que se propone sacudirse el oprobioso régimen de explotación del hombre por el hombre. La agudización de la lucha de clases, y las agresiones de los imperialismos externos pueden acelerar el proceso o deformarlos, en el peor de los casos, pero nunca ser la causa última o contexto que determina esta evolución. El socialismo legítimo, ese que soñamos aunque no lo hayamos llegado a concretar, permite que los trabajadores, al ser los dueños efectivos de los medios de producción, implanten y defiendan el reino de las libertades y la democracia públicas, como nunca lo hará una sociedad capitalista. No negaré que el capitalismo haya traído avances colosales para la Humanidad en las facetas científico-técnicas, y también en cuanto a teorías sociales y de desarrollo humano y demás; pero sí que afirmo que, bajo su hegemonía, estos avances tienen un tope, sumamente insatisfactorio excepto en algunas sociedades privilegiadas del primer mundo y a un enorme costo para el resto del planeta. Solo el socialismo auténtico está llamado a aportar los próximos avances en todos esos campos, de manera más equitativa para todas las personas y países y bajo relaciones mucho más respetuosas con el medio ambiente.

Un grupo de compinches encumbrados, de los cuales Chinea es apenas un portavoz, fueron incapaces de comprender y participar de un proyecto así. Ante el reto y la crisis de sus deformadas visiones, frente a la posibilidad de perder los privilegios que gozan, prefieren revertir los ideales sembrados en la mentalidad popular; optan por sustituirlos paulatinamente por los viejos cuentos de la sociedad capitalista que esconde la explotación y las desigualdades bajo ilusiones de prosperidad por cuenta propia. Ahora nos tratan de vender el cuento de que las herramientas y las técnicas no tienen ideologías y se pueden asimilar tranquilamente. Sin embargo, sin un marco ideológico-filosófico concreto, ¿cómo van a plasmar, en la realidad, lo de asimilar esquemas capitalistas sin minar los principios de una sociedad menos injusta? Evidentemente, profundizar en esta parte no le interesa al malhadado autor, que apenas la menciona para salvar las apariencias.

Cuando el sueño de Chinea y los suyos, de eliminar lo que se entiende todavía como socialismo, se concrete, la reciclada burguesía cubana no tendrá ya siquiera los últimos reparos que hoy le quedan, para despedir a libre albedrío a cualquier cantidad de trabajadores para aumentar la plusvalía; tendrá vía libre para privatizar todas las empresas rentables del país, sus bancos, sus playas y hoteles, sus minas y demás recursos naturales; podrá cuestionarse la existencia de servicios públicos, universales y gratuitos de salud y educación. Cuando el sueño de Chinea y los suyos se concrete, se habrá asestado un último y colosal golpe posible a los propósitos de los pueblos que trabajan por un futuro mejor. ¿Qué quedará de las esperanzas de los movimientos sociales?; ¡qué desorientación tan profunda; qué total pérdida de confianza y prestigio de los ideales revolucionarios y socialistas se producirá entre los trabajadores del mundo, que verán estupefactos la implosión y caída de la última bandera que defendía sus más sagrados anhelos! ¿Cuántas décadas y generaciones, cuánto sudor y cuánta sangre, costará reconstruir la fe y la esperanza en un proyecto que aparentemente, se reveló como infructuoso? La CIA y sus satélites deliran de felicidad.

Sería bueno que todos los que se cuestionan la pertinencia de nuestras denuncias sobre cómo la burocracia cubana prepara la transición al capitalismo, se pronunciaran respecto al texto de Chinea, que obra tal como el refrán a confesión de parte, relevo de pruebas. Emplazo, de esta manera, a decantarse a cada bloguero, periodista, personalidad pública, intelectual, militante comunista, socialista con o sin carnet, de los que participan en estos debates. Insisto en que la sinceridad de cada participante se revelará en la toma de posiciones al lado de uno u otro grupo de personas. En última instancia, Chinea, el socialismo es la Revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes. Esos humildes que, en el capitalismo, nunca van a ser los dueños de Paladares refinadas; de fincas con muchas cabezas de ganado; de hoteles cinco estrellas, de minas ni de centrales azucareros, sino apenas su explotada mano de obra, cuando no parte del ejército de desempleados.

Esa causa fue consagrada por la sangre de los milicianos en Playa Girón y el Escambray; por las víctimas de los atentados terroristas de la CIA; por los caídos con el Che en la gesta boliviana; en otras misiones internacionalistas. Por el sudor de los que creyeron en las zafras del pueblo, o en servir de maestros o médicos en una montaña a quinientos o mil kilómetros de la confortable casa en la ciudad; por los trabajadores calificados o sencillos que hoy persisten en sus puestos de utilidad social y postergan, con más quijotismo que lógica, la decisión de emigrar, a pesar de no faltarles oportunidades. Tal vez esa causa tenga su destino temporalmente ya fijado, pero Chinea y aquellos a los que él representa, no se librarán del estigma del traidor.

Actualización del modelo económico… ¿qué hay del educativo? (I)

I Parte. Del Hombre Nuevo al Soldado de la Revolución

Por Rogelio M. Díaz Moreno

Para nadie es un secreto que los sistemas educacionales de las diferentes sociedades responden al objetivo de reproducir las condiciones imperantes en esas sociedades. Tampoco se descubre el Mediterráneo cuando se comprende que sistema educativo es mucho más que el aparato escolar e incluye órganos de prensa y comunicaciones, rituales políticos, sociales, artísticos y deportivos, etcétera.

La indagación que me planteo en este escrito parte de las transformaciones que experimenta el modelo económico-social cubano y la repercusión que debe traer para el sistema educacional en nuestro país. ¿Por qué es pertinente plantearse esta cuestión? Una señal bien notoria de la pertinencia de este análisis la dio Marino Murillo en la reciente y última sesión de la legislatura parlamentaria cubana, al advertir que los próximos dos años serán los de mayor intensidad en la actualización del modelo cubano.

Sin embargo, antes de caer de fly en el futuro, me retrotraje un tilín para poder encontrar la solución de continuidad que permita interpretar el presente y prepararme para el futuro.

Podríamos, por partir de algún lugar, decir que nuestro sistema educativo asumió en cierta etapa, como paradigma, la formación del Hombre nuevo, según el concepto del Ché Guevara, aunque haya muchas personas que discutan esta aseveración. Como Hombre nuevo podríamos entender a la persona más interesada en el bienestar colectivo que el individual; pronta para el sacrificio altruista por ese bien colectivo; feliz de participar dentro de las instituciones de la Revolución y, además, con espíritu internacionalista.

Aunque esta pudiera ser un prototipo ideal para establecer por parte de la vanguardista dirección de un proceso revolucionario según los cánones de cierta época, en la época en la que yo entro a la enseñanza media y luego paso a la superior en los años ´90 del pasado siglo- mi percepción es que el ideal perseguido había variado un poco. Los incubadores de la generación de los talibanes conseguieron desplazar el énfasis del discurso educativo-formativo, sobre todo, hacia la construcción del joven soldado de la Revolución. Hoy día se me ocurren algunas razones por las que esto habría tenido amplio sentido.

El ideal de Hombre nuevo no podía ser del todo satisfactorio para la nomenklatura. Este incómodo arquetipo llevaba una dosis de honestidad y valentía que no se suponía que se doblegara ante los imperativos de el lugar y el momento establecidos; que también practicara la crítica y combatiera contra los dirigentes que cometieran barbaridades y así sucesivamente. Por más que al Che le achaquen rasgos autoritarios y demás, en el breve tiempo en el que jugó roles políticos de peso en el gobierno cubano se expresó a favor del protagonismo que debería alcanzar la juventud, con algún tipo de conjugación entre la tutoría de los mayores y su propia iniciativa, sin dejar de escarnecer a ciertos orientadores de la espontaneidad. La adquisición de los más altos estándares de ciencia, cultura y tecnología eran parte de las herramientas de las nuevas generaciones para adquirir el mayor peso propio, desarrollarse e insertarse ventajosamente en las condiciones mundiales, manejando con sus propias manos todas las potencialidades de las nuevas tecnologías existentes y que fueran surgiendo. Para colmo, esta idea todavía tenía como objetivo el alcance, en vida de los presentes, de cierto nivel de felicidad que no podía excluir un nivel de satisfacción de las necesidades materiales.

Una persona más consciente de sus deberes como soldado se presta más para la comodidad de la burocracia. Esta preferiría, obviamente, a alguien capaz de obedecer sin chistar. Una persona que viera, como objetivo fundamental de su vida, el sacrificarse por un puñado de ideales enarbolados e interpretados a capricho por los niveles centrales, con absoluto desprecio por una racionalidad dirigida a la satisfacción del bienestar y a las relaciones y comunicaciones naturales con el mundo. Un ejemplo espectacular podría ser Internet: al Hombre Nuevo le correspondería, por su naturaleza, entrar masivamente, con toda la frescura y la audacia, en este revolucionario campo, en cuanto estuvieran listas las condiciones técnicas como ya es el caso; el soldado de la Revolución, disciplinadamente, acata los mandatos que definen quiénes entran, cómo, cuándo y hasta qué punto.

Solo hay que seguir la evolución histórica de los discursos oficiales y empatarlos con las políticas implementadas para aumentar la plausibilidad de lo anteriormente expuesto. Cada aspecto de la vida, cada faceta correspondiente a su reproducción material y espiritual, como fueron convertidos en legítimos blancos de la petrificación del control monolítico por parte de la cumbre dirigente. Cada posibilidad de desahogo ¬actividades económicas autónomas, viajes, comunicaciones internacionales con Internet como ejemplo último- estrechamente reguladas o bloqueadas por décadas. Por supuesto, aquí hubo una buena dosis que pasó por la defensa ante una superpotencia extranjera, rabiosa y agresiva por la pérdida de su neocolonia, pero con todo y eso, se perdió toda noción de balance entre la necesidad de una trinchera y las libertades y derechos que esa trinchera estaba destinada a proteger.

Al final, ni siquiera el proyecto de impresión de mentalidades de soldaditos fue suficiente. Una tropa puede hacer derroches de heroísmo en situaciones especiales digamos, los conflictos en África pero en tiempo de paz no rinde muchos beneficios. Lo que es peor, aún para el más disciplinado de los militares llega el momento de preguntarse a dónde lo conducen. Especialmente, para uno que se consagra a los ideales que le sacuden en la cara y empieza a chocar con realidades contradictorias. Por una parte, encuentra que los que deben ir a la vanguardia, se desvían una y otra vez, engolosinados por las mieles del poder. Por otra parte, percibe que a pesar de todo su esfuerzo e incondicional servicio para seguir hablando en este lenguaje metafórico el rancho que le suministra la logística no alcanza, que los uniformes y las botas las tiene que buscar él mismo por la izquierda, que el armamento en sus manos se obsoletiza irrevocablemente y así por el estilo. Si de veras formar soldados era el objetivo del sistema, y el objetivo hubiera sido cumplido, los oficiales podrían empezar a verse en problemas.

A menos que el objetivo último fuera otro. Por lo menos, en el terreno de lo alcanzado, entre los ciudadanos realmente existentes no predominó tanto el espíritu del soldado fiel como, más bien, la enajenación, el arreglárselas uno como se pueda, y hasta el irse del país. Sintomáticamente, a este acto se le denominaba ¡y muchos todavía lo llaman así! deserción. Al final, enajenado o desertor, esta es una persona mucho menos comprometida, de la cual la burocracia no tendría tanto de qué preocuparse. La burocracia podría luego hacer y deshacer, sin temer a una ciudadanía indignada, que se sintiera partícipe de los destinos del país, responsable y receptora directa de las consecuencias de las políticas para bien y para mal. Ahí es donde cabe preguntarse si el objetivo proclamado de formar ciudadanos con compromiso social si bien bastante draconiano, coincidía con el sueño anhelado, nunca reconocido pero mucho más concretado, de obtener una masa maleable y permisiva. Al menos, a una persona sensata le puede costar trabajo creer que las autoridades no sabían que los métodos que empleaban supuestamente para el primer objetivo iban a producir, a la larga, los resultados finalmente obtenidos. Máxime después de tantos intentos, planificaciones, estudios, avisos desde las ciencias sociales, reintentos y más reintentos.

El empeño es noble, la complicación es más que consabida

Por Rogelio M. Díaz Moreno

He tropezado con un artículo de la periodista Natacha Santiago en el sitio web de RadioCOCO, (emisora a la que admiro y respeto profundamente desde todos los puntos de vista), que me llena de una sensación donde no sé si predomina el estupor, la indignación o algún otro sentimiento relacionado.

Sucintamente, el trabajo defiende la convocatoria a la recogida de peticiones para que el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, evalúe intervenir favorablemente en el caso de los cinco cubanos presos en aquel país desde 1998 por cargos de espionaje y otros. Lo que enardece mi sentido común, mi sensibilidad como ser humano y mi patriotismo, es la idea de la autora de que no existe ninguna complicación para participar de esta iniciativa; para lo que solamente haría falta la sencilla operación de entrar a un sitio de Internet relacionado con peticiones efectuadas al gobierno estadounidense, albergado bajo el espacio https://petitions.whitehouse.gov/petition/. Se aspira a alcanzar una cifra de 25 mil solicitudes.

Antes de seguir, y para que quede clara mi posición frente a posibles malintencionados (a las personas de buena fe no tengo necesidad de aclarárselo): apoyo incondicionalmente la liberación para los cinco compatriotas prisioneros, cuanto antes mejor; si bien albergo la impresión de que la táctica empleada por el gobierno cubano en los últimos quince años no ha dado buenos resultados.

Ahora continuamos con el articulillo de marras. Cualquiera con un ápice de información sobre la realidad cubana que una periodista de nuestro país debiera dominar sabe que el acceso a la Internet, entre nosotros, está restringida a una exigua y privilegiada minoría de personas. Por lo tanto, más de diez millones de cubanos estamos impedidos de participar de la tal convocatoria. Por ejemplo, cuando yo intento activar el vínculo que me están sugiriendo, aparece en mi pantalla la imagen que inserto en este escritillo, con la que el servidor de Infomed me explica que no estoy autorizado a acceder a la página deseada.

Esta imagen, a pesar de lo que intente discutirnos cualquier vocero del discurso oficial, no la puso el presidente Obama en el monitor de mi computadora. Como conozco que existe un cable óptico, funcional, que une a Cuba a la red mundial, y como mi centro laboral tiene conectividad internacional desde hace bastante tiempo solo que limitada para temas académicos y clínicos, para lo cual sí la aprovecho con gran satisfacción, me consta que la responsabilidad de mi incomunicación en el resto de los campos de la Web recae sobre los directivos, la burocracia y los funcionarios que organizan y gozan de esas cosas en nuestro país. Sin forzar demasiado los estimados, se podría decir que no menos de medio millón de profesionales están en una situación parecida a la mía, es decir, con este tipo de acceso restringido a Intranet. Muchos más cubanos y cubanas, millones podríamos decir, tienen a su alcance variantes parecidas de conectivad limitada en centros laborales, educativos y los Joven Club de computación. De tal forma, podemos considerar que las aspiraciones de 25 mil firmas son irrisorias, en comparación con lo que se podría alcanzar, dadas las potencialidades nacionales.

Aún cuando estos puntos son del conocimiento común, la periodista se va por una imposible tangente y pretende que todas las personas decentes, que todo aquel que tenga idea de lo que representa el sufrimiento innecesario de tantas personas pueden participar. Esfuerzo que, según ella, nos permitirá experimentar satisfacción al hacer el balance habitual de nuestra conducta al concluir este año, por haber incorporado a nuestros nobles gestos, el cumplimiento de esta acción de carácter moral, desinteresada y benéfica y sólo con un pequeño esfuerzo. No se encuentra por todo el artículo una salvedad para solicitar la comprensión y la sugerencia de alguna otra forma de manifestar nuestro apoyo a los que disponemos solo de variantes limitadas de conectividad, o de ninguna.

A veces se hace difícil asimilar el nivel de hipocresía que se puede acumular en un discurso. Natacha Santiago cierra con evocaciones a la esperanza y a la familia, explica que ella ya firmó y que cuenta con todos nosotros para acompañar este fin. Después de recibir tan utópica tunda de intenciones, tan buenas como imposibles de materializar, a uno solo le queda preguntarse si se es una mala persona por no haber respondido con el fervor esperado o masticar la sensación de que este es otro material de esos que se estilan para el rastrero objetivo de ganarse el beneplácito de los superiores, al costo de la manipulación de sentimientos tan hondos, sagrados y dolorosos para las familias y el pueblo cubano. Tal vez deberíamos sentir compasión por las conciencias y las vidas de las personas capaces de caer en esas situaciones; además de desear, como es obvio, la liberación de todos nuestros compatriotas que se encuentren injustamente prisioneros en cualquier lugar del mundo.

Para recuperar un legado trascendente

Por Rogelio M. Díaz Moreno

En la tarde de este sábado 8 de diciembre, fue realizado un hermoso encuentro en nuestra sufrida Habana. La reunión fue el producto de la labor de la Cofradía de la Negritud, la Cátedra Haydee Santamaría y el grupo Chekendeque, y tuvo como objetivo el compartir valiosos conocimientos relacionados con el desempeño de formas fraternas y de ayuda mutua entre los estratos más humildes del pueblo cubano a lo largo de un prolongado período histórico.

Protagonizaron el panel Maria del Carmen Barcia, Lázara Menendez, Tato Quiñones y Mario Castillo, para integrar un equipo que combina experiencia y prestigio académico con empuje, juventud, y entusiasmo en el campo de la defensa de los valores espirituales, las tradiciones y la historia de los cubanos y cubanas del heroísmo anónimo cotidiano. El público había sido citado, y acogió a los ponentes en la Casa de la Cultura de la Habana Vieja, en el barrio de Jesús María.

Los organizadores prepararon, con todos los participantes, un círculo horizontal e integrador, en el que fluyeron las intervenciones con una naturalidad y cordialidad que permitió obviar la falta de equipos de audio. La Barcia inició el conversatorio explicando el origen de la institución del Cabildo; introducida en Cuba por los colonizadores españoles, como un método de control socio cultural y político sobre la población de esclavos africanos introducida mediante la cruel y masiva trata negrera. Esta institución típicamente urbana, dadas las condiciones de vida de los esclavos derivó sin embargo, lenta pero firmemente, en un espacio que estableció lazos de fraternidad y resistencia entre los esclavos.

Tato Quiñones retomó la historia en el punto donde la dejó Barcia, para ilustrar el proceso de crecimiento y multiplicación que siguieron los Cabildos o Naciones a medida que se iban extendiendo las posibilidades y conciencia de las personas afectadas por el sistema oprobioso que representó la esclavitud, pero también a partir del fin oficial de aquella, cuando no desaparecieron las lacras del racismo y la opresión racial. Con anécdotas sumamente ilustrativas, testimonios de hechos que tomaron lugar justamente en las cercanías de ese mismo barrio Jesús María, emocionó a los oyentes que allí estábamos. De tal forma, conocimos sobre los empeños de aquellas personas que se propusieron sobreponerse a todas las dificultades, dominar con sus esfuerzos personales herramientas básicas de la cultura y la economía como el leer y escribir, y el montar un sistema de ayuda mutua basado en cotizaciones, celebraciones y otras formas organizativas. De tal suerte, mejoraban sus condiciones tanto para resistir las adversidades como para el establecimiento de formas autónomas de orgullo, de cultura, de sociedad y confraternización. Continue reading

La economía civil y el Principio de Gratuidad (II)

Por Luigino Bruni

¿Cuál es la relación entre gratuidad y altruismo?

La cultura de la gratuidad no debe confundirse con altruismo, con filantropía y menos con asistencialismo. Gratuidad no significa ser más “buenos” o altruistas que otros, sino es una forma de interés sabio, sostenible, que parte de la conciencia de que no se puede ser felices solos y que no es posible hacer la propia felicidad sin hacer la de los otros.

Pero ¿es necesaria la gratuidad para que funcione el mercado “normal”?

Sí. Por ejemplo: ninguno querría vivir en un mundo donde enfermeros, maestros, médicos u obreros se muevan sólo en los estrechos límites del contrato, donde cada acción es sólo la ejecución de una prestación prevista. Yo quiero que el médico me cure no sólo porque sigue un contrato, sino también porque está genuinamente interesado en que me cure. Si este segundo elemento no estuviese, probablemente buscaría un médico que tenga este “plus” más allá del cumplimiento estricto del contrato para atenderme. Igualmente un maestro: aparte de lo que corresponde por su sueldo, como padre me gustaría que esté genuinamente interesado en el crecimiento de mi hijo. Con esto se demuestra que también en los comportamientos de mercado se necesita un “plus” que el contrato no puede prever (lo mismo sucede en los llamados “contratos incompletos” donde se requiere cierta dosis de gratuidad o “predisposición” de las partes para no incurrir en permanentes conflictos –por ejemplo: la simple cuenta corriente comercial-; nota de Martín Fiuza). Continue reading