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América latina, el poder popular y el anarquismo.

Un nuevo momento vive el movimiento anarquista en América latina y para ser más específicos varios países del sur del continente. Nuevamente se vuelve a fortalecer el anarquismo como una ideología que fundamenta la práctica de muchos militantes por la libertad, al mismo tiempo que asume unas formas cómodas para el continente, discutiendo y confrontando en escenarios de resistencia frente a la desigualdad: los campos, las calles, las fabricas, los barrios, las universidades. En esta lucha ha venido apareciendo ya en los últimos años palabras y nociones que se han integrado en el discurso del anarquismo que lo han hecho mas tropical, cercano y latino, siendo especial un par que han sido características de buena parte de las luchas de resistencia a lo largo del continente y que desde los setentas circula recurrente por la izquierda: el poder popular.

Polémicas desde el principio, han sido extrañas y sospechosas para algunos, y, reveladoras e inspiradoras para otros. Lo cierto es que esta discusión viene alentándose en sectores de piqueteros y de trabajadores argentinos, de recogedores de basura y habitantes brasileros, de estudiantes y pobladores chilenos, de habitantes de barrios uruguayos y de estudiantes colombianos que en su camino por la defensa de la libertad encontraron en esta formula una estrategia más propia que las clásicas defendidas por los anarquistas que les han precedido. Si bien es cierto que no son los primeros ni los últimos en hacer de las ideas libertarias útiles y propias en sus tierras, ellos si han logrado posicionar a lo largo de suramérica esas dos palabras. El debate que ha suscitado al interior del movimiento latinoamericano es tal que en Argentina se está hablando de libertarios de Colombia, en Brasil de los de Uruguay, en Chile de los Venezolanos y para los que habitamos en estas tierras es cada vez mas corriente escuchar de compañeros libertarios que hacen lo suyo en Perú, Bolivia y Ecuador. No sólo es evidente que algo está pasando con el anarquismo allí, sino que la reflexión en torno al poder popular merece toda nuestra atención y reflexión.

En este escrito, por lo pronto, no se intentará hacer un análisis de lo que se ha discutido y practicado, sino se tratará de seguir aportando por lo menos teóricamente a está reflexión haciendo hincapié en algunos puntos que se valoran como importantes a propósito de la discusión. Es de especial motivación aportar algunas ideas para evitar que la inclusión de parte del discurso clásico de la izquierda en el anarquismo de pie al ingreso de prácticas indeseables para los libertarios, en la misma medida que evitar que personas aprovechadas se cubran de caretas libertarias buscando adeptos y acumulen para sus particulares proyectos políticos, más cercanos a las practicas clásicas del socialismo autoritario que a las anarquistas que estamos dispuestos a defender.

Lo primero que hay por decir es que la discusión del poder popular no puede convertirse en una de carácter semántico donde se trate de develar la noción fiel y única de cada una de las palabras, poder y popular, así como hay que recordar que las palabras solo tienen sentido según quien las dice y como refleja con su práctica lo que piensa. No es si los anarquistas creen o no en el poder como si quisiéramos volver la búsqueda de la libertad una pelea contra el fetiche que significa esa palabra; lo que realmente interesa es las relaciones en que se fundamentan las practicas de lucha y cotidianidad de todos y todas: es determinando si existe dominación o subordinación en estas relaciones donde se identifica si existe o no autoritarismo. En últimas que se llame poder popular, acción directa popular o autogestión popular solo es relevante para que quienes lo practican se sientan identificados con una forma de ser y de hacer autogestionada, horizontal, solidaria y combativa. Lo de menos es si la palabra poder, tan criticada por casi todo el anarquismo clásico y aun incomoda para muchos de nosotros en el siglo XXI, esta o no escrita al lado de la palabra libertad, lo realmente importante es que las personas que lo escriben mantengan en sus prácticas la coherencia de luchar contra la autoridad y no reproducirla. Al final, es más útil perseguir las practicas que generen dominaciones que a la palabra poder en si misma.

Ahora, hay algo que en el discurso si debe ser claro cuando utilizamos palabras polisemicas (es decir con múltiples significados) y es que por más que se identifique de una forma la palabra poder si se quiere reivindicar esta como una práctica para defender la libertad desde una postura anarquista implica ser antiautoritarios: contra la dictadura de la propiedad y el monopolio de la riqueza social; contra la opresión patriarcal y la homofobia; contra el racismo y la xenofobia; contra el maltrato animal y la destrucción de la naturaleza; contra la dictadura de la democracia instaurada a través del estado, entre muchas otras mas.

Es particularmente esta última la que nos diferencia del resto de los socialistas y la que nos hace ideológicamente particulares, por que mediante la democracia pueden solucionarse muchos de los problemas de la iniquidad social vía derechos, en cambio nunca una democracia votaría en contra de si misma acabando con el estado, su capacidad burocrática y su violenta dominación. Es fácil encontrar algunas personas que se llaman libertarias que defienden el anti-autoritarismo pero sin declararse anti-estatales, lo cual no solo es una contradicción sino al mismo tiempo una deshonestidad. Muchas de ellas han venido aceptando el poder popular como una posibilidad de lucha desde una forma mas cercana a la búsqueda de un estado de bienestar de corte socialista, que, de un poder popular anarquista que construya formas autónomas y directas de gestión social. Pero defender esta última vía no puede mantenernos en nuestros históricos guetos, debe por el contrario ser una provocación a hacernos libres en la medida que nuestra sociedad también es más libre. En ultimas el pueblo no es externo a nosotros porque somos parte del pueblo. No es un llamado a trabajar con los otros como si fuéramos a iluminarlos o a contagiarlas, es una incitación a reconocernos iguales con quienes compartimos problemas, a hacernos sujetos sociales al emprender luchas y proyectos sociales para solucionar nuestras vidas.

En este sentido es que no necesariamente la lucha con el resto del pueblo tiene que estar marcada por la lucha con solo militantes anarquistas, y los anarquistas debemos liderar la posibilidad de trabajar pluralmente entre personas pertenecientes a diferentes ideologías, eso si sin perder nuestros principios. Por supuesto que en las luchas sociales no solo nos tenemos que encontrar a gente con ideología diferente, sino es primordial y fundamental que suceda así ya que esta diversidad precisamente fundamenta la libertad de cada cual a pensar en lo que quiera. Pero una cosa es aceptar estas alianzas tácticas y hasta en su momento estratégicas y otra cosa es negar lo que nos hace diferentes a los demás, y es nuestra identidad anti-estatal. Por eso es que aunque en la practica podamos desarrollar procesos en los que luchemos conjuntamente con personas de diferente pensar, también en la práctica tenemos que distanciarnos en los momentos en que los procesos sociales tienden a buscar al estado, a defenderlo o siquiera a exigirle cosas. Quienes quieran participar a partir de allí en esas luchas por coherencia con esta ideología no deberían llamarse anarquistas.

En ese orden de ideas es que está abierta y urgentemente necesaria la posibilidad del trabajo popular en donde nos encontremos con el resto de personas con las que si bien no tenemos afinidades completamente en el plano ideológico si tenemos afinidades en el económico, en el cultural, o en cualquier otro. Son esas afinidades compartidas las que definen los puntos de encuentro, y es nuestra práctica en ellas las que nos hace identificar como defensores de una ideología. Por ello es que la única forma de mantener nuestra ideología funcionando es a través de la coherencia y esta debe mantenerse con la lucha contra el estado y con la construcción de formas diferentes a la estatal de resolver las necesidades. No hay por que temer el ser anarquista, ya que esta es la elección que hemos hecho quienes tenemos la esperanza puesta en la organización que no genere dominación.

En este sentido el poder popular si quiere ser anarquista debe desentenderse de la lógica de los derechos, por que estos solo ratifican la necesidad de apelar a la normatividad y la legalidad estatal para solucionar las cuestiones sociales. Por supuesto que muchas de las luchas que han llevado hasta este momento lxs trabajadorxs, lxs pobladorxs urbanos, lxs indigenas han sido canalizadas al convertirse en victorias en leyes estatales, por que al no haber pensado acabar con el estado escogieron esta que creían única forma de garantizar su cumplimiento. Pero un anarquista no puede defender la necesidad del estado regulador, y mucho menos de que mantenga el monopolio de la justicia decretando dictámenes sociales, por que si bien es cierto que el estado ha cedido a varias de las razones de las luchas sociales también es cierto que en su día a día a quienes mas beneficia es a los grandes propietarios y a las clases más ricas. Pero al final, nosotras no estamos de acuerdo con el estado no solo por que no represente los intereses de las clases populares, sino por que es una forma completamente autoritaria de llevar a cabo las obras sociales. Nuestra postura anti-estatal se fundamenta en la defensa de otras formas posibles para desarrollar las obras sociales: la autogestión, el apoyo mutuo, la acción sin intermediarios.

No quiere decir esta afirmación que dentro de las tácticas de lucha social los hombres y mujeres conscientes de sus problemas dejen de buscar soluciones inmediatas para su bienestar, es decir no solo es inútil sino poco realista el salir a la calle demonizando la búsqueda de mejores salarios, o de convenios laborales, o de abastecimiento de servicios públicos… lo que se quiere decir es, como por ejemplo históricamente ha sido la practica del anarcosindicalismo, que a pesar de que se asuman las luchas sociales inmediatas no solo en el discurso y en la practica se deja claro que en ultimas lo que se quiere es acabar con las relaciones de propiedad y con todas aquellas relaciones que generen dominaciones y exclusiones. Evitar la mediación estatal en las negociaciones y avanzar en la construcción de un poder real (economico-social-cultural) que pueda convertirse en la alternativa libertaria a la sociedad actual debe ser no solo la consigna sino la práctica impulsada por nosotras.

Es por ello que los y las anarquistas debemoa reflexionar e impulsar formas alternativas de gestión de la salud, de la crianza y acompañamiento de los niños (o educación), del funcionamiento de los servicios públicos y en general de todas y cada una de las tareas que en este momento monopoliza el estado y los sectores privados, volviendo de la solución a estas necesidades practicas autogestionadas, directas y solidarias que superen el individualismo, la dominación violenta y la exclusión que han decretado sucesivamente los congresos y presidentes de derechas y de izquierdas que han reproducido la dominación social por medio del estado. En ultimas superar el estado como forma de organización social solo es posible mediante la construcción cotidiana de soluciones a nuestros problemas y la destrucción constante, física e ideológicamente, de todo aquello que nos oprime.

Pero tan importante como la postura anti-estatal es la postura anti-autoritaria al interior de los procesos sociales, ya que la única forma de lograr la transformación social es evitando en los espacios alternativos las prácticas que tanto criticamos. Crear poder popular tiene que ser sinónimo de crear espacios que logren gestionarse de forma autónoma, que asuman sus discusiones de forma asamblearia y que manejen estructuras profundamente horizontales, en las que los espacios de coordinación entre experiencias nunca se transformen en espacios de dirección que generen orientaciones al estilo partido. El poder popular en lo local debe ser una experiencia en la que los y las participantes tengan un aporte activo y decisivo, y cuando el poder popular supere los escenarios locales convirtiéndose en una propuesta de mas amplio espectro la organización debe mantener el espíritu de horizontalidad apelando a la federación libre, promoviendo la comunicación y la coordinación con otras localidades sin que esto genere por ningún motivo direcciones inamovibles.

Evitar practicas autoritarias dentro del poder popular es la forma en que los anarquistas podemos diferenciarnos de los que siempre buscan aprovechar los momentos de efervescencia para hacer votaciones y quedar en los espacios directivos; es radicalizar nuestra liberación colectiva sin diferencia de sexos o de preferencias sexuales, evitando ambientes sexistas que reproduzcan las lógicas patriarcales, por que al final no es un poder popular de hombres el que buscamos, sino de la humanidad toda. Es en general aprovechar la participación de todxs en la toma y ejecución de las decisiones, y al encontrar diferencias también es permitir que cada cual asuma hasta donde su conciencia y su razón le de. Avanzar en la superación de los caciquismos de izquierda y la búsqueda de vanguardias dentro de los movimientos es garantizar la acción colectiva no dominante ya que como dice un compañero puede pasar que dentro de quienes hacen parte del poder popular haya alguien quien quiera tener “más poder popular que el resto”. Nuestra agenda no es utópica, ni tampoco un proyecto futuro, es una tarea que podemos y estamos llevando a cabo, por que las promesas de los mundos futuros ya nos han cansado. Si el anarquismo en el siglo XXI quiere ser, el poder popular no puede ser una promesa sino una realidad. Avanzar no es ir en camino a la revolución, avanzar es ir construyendo nuevas prácticas y formas de hacer diferentes a las tradicionales, y allí iremos encontrando mas dudas para resolver de las que nos ocuparemos en su momento. Eso es la revolución, no una cosa por venir sino un aquí y ahora con certezas críticas que se ven en nuestras prácticas y un futuro con incertidumbres a resolver.

Es hora de alentar y promover las ideas y prácticas libertarias y para ello es necesario superar mucho del lenguaje poco coloquial que para América Latina tiene la literatura clásica anarquista. Es el momento de traducir ese sentimiento anti-estatal que ha logrado en otras tierras motivar levantamientos contra la autoridad y experimentos de nuevas sociedades. Si bien el anarquismo no es extraño para estas tierras por que fue una ideología importante en el pasado de muchos de los territorios, hoy día aun estamos pendientes de permitir que quienes no le conocen puedan hacerlo, y que puedan entender nuestras palabras cargadas de amor a la libertad, y antes que dogmas quedados en el tiempo se conviertan en los gérmenes de nuevas prácticas que nos conduzcan a una sociedad acéfala (sin cabezas dominadoras), libre de autoritarismos y de aparatos dominadores como el estado.

Hay que reconocer la valentía de la FAU en Uruguay, de la Mateo Kramer en Colombia1, de la FAG en Brasil, de la Corriente de Acción Libertaria en Chile, y de tantas y tantas organizaciones e individualidades que han traído a la discusión el poder popular. Pero al mismo tiempo tenemos que reconocer que somos un movimiento plural y que los aportes críticos que se han hecho desde el periódico Libertad de argentina, desde las ocupaciones como la Sacco y Vanzeti en Santiago de Chile o desde colectivos e individualidades diversas en Colombia -así como mas organizaciones e individualidades en América Latina- permiten recordar que no solo es importante el discurso políticamente correcto que busque desarrollar trabajo con mas personas, sino también la practica y la autonomía libertaria.

No con esto se pretende saldar las diferencias que hay en nuestro movimiento libertario latinoamericano. pero si alentar a seguir atentos a las discusiones y practicas que se están desarrollando a lo largo del sur del continente americano. Por lo pronto, personalmente creo que si asumimos las consignas del poder popular tendremos que hacerles evidentes nuestro ideal anarquista, así que:

Crear, Forjar, Poder Popular Antiestatal!

Con palenques e insumisos creando, forjando poder popular horizontal!

Iconoclastas de todo el mundo… A por lo nuestro.

Matar al amor creando un nuevo amor.

L´amor és lliure o no será♥.

Algunos dirán que los anarquistas estamos tan obsesionados con el poder que por ello vemos dominaciones en todas partes. Estos mismos dirán que hablar del amor como un espacio político no solo es exagerado sino innecesario porque la vida intima debe ser resuelta por cada uno como mejor le plazca. Por mi parte defiendo que las relaciones basadas en el amor, tal y como existen ahora, reproducen estereotipos y costumbres que fundamentan la limitación de la libertad del individuo y la sociedad, y ya que esta es el fin en si mismo de las ideas ácratas es también entonces el amor una preocupación libertaria. Lo fuerte es que estamos entrando en un terreno en el cual los más defensores de estas ideas somos culpables de seguir reproduciendo, casi sin notarlo, prácticas no sólo profundamente autoritarias sino muchas de ellas contrarias a nuestra propia autonomía.

Ese terreno es el conocido como “lo intimo” o “lo privado”. Parte de la idea que somos seres públicos e íntimos y que hay unas cosas que son de interés para varios y otras que solo nos conciernen a nosotros mismos. Es curioso, por que la noción de lo publico y lo privado no solo se ha transformado con el paso del tiempo sino se ha hecho natural a las sociedades capitalistas como la que vivimos, es decir ahora creemos que son cosas que siempre han existido y que son por que deben ser así; Defiende en la practica la posibilidad de lo “privado” -como privación de algo al otro- y lo intimo como ese espacio al que el estado ni el resto de la sociedad deben entrar. Y digo curioso por que ese ideal de la sociedades que algunos denominan democráticas es tan débil, que en la práctica la línea que separa lo público y lo privado está en constante movimiento y cosas que antes no se consideraban intimas o privadas de un momento a otro lo son: Mucho de lo que antes se resolvía de forma comunitaria corre por cuenta del individuo ahora -la salud, las calamidades, etc- , y mucha de la autonomía del individuo cada vez esta mas acortada por el control estatal. De hecho lo público y lo privado-intimo están tan cruzados actualmente que las relaciones de intimidad reproducen la privación a otros de la riqueza social que es de todos, y en especial amparando la propiedad como el más alto punto de éxtasis del individualismo que es la base de la fragmentación social en la que nos estamos ahogando.

En la intimidad es que se consume placer y se compra felicidad, pero para poder alcanzarla hay que tener el suficiente dinero para “realizarse” como individuo. Termina siendo el amor un ejercicio consumista materialmente porque los espacios de vivencia de pareja distintos al hogar se compran: los bares, los restaurantes, las vacaciones, los moteles; difícilmente encontramos fuera del consumo relaciones, y cada vez perdemos más esa capacidad creativa de aprovechar lo sencillo, para la sorpresa y la espontaneidad. Y eso que inicia con las cosas termina siendo un patrón de las relaciones, llegando al punto de consumir personas como si fueran productos: se usan y cuando no sirven se tiran. Consumimos relaciones pasajeras, compramos placer, la belleza impuesta por las propagandas comerciales construye nuestro gusto.

El amor no solo preocupa por hacer parte de las dinámicas de producción-consumo irreflexivas del capitalismo; es la excusa privilegiada que fundamenta buena parte de las relaciones patriarcales de dominación social y de relaciones únicas entre géneros impuestos. El amor termina siendo ese sentimiento que se busca entre hombres atléticos con mujeres modelos que formaran hogares con hijos aplicados en la escuela, quienes si son hombres buscaran ser atléticos y si son mujeres buscaran ser modelos de revista.. Pero lo que olvida este esquema es que los feos somos mas, y que tanto la formación de hogares como la crianza de los hijos puede superar las barreras de los géneros y de las familias monogámicas. Ese amor que se vende en las películas es un sentimiento histórico y la forma como amamos actualmente tiene que ver con una construcción propia de la cultura occidental hetero-monogámica (de familias basadas en el modelo del papa-hombre y la mama-mujer) y afirmar esto es constatar que no siempre se ha amado igual, y que podemos amar de forma diferente. El amor como una experiencia liberadora debe entonces destruir los prejuicios morales que limitan el amor a personas de sexo diferente, superando la dualidad masculino-femenino por el universo múltiple de personas iguales por ser humanas y diversas por ser si mismas.

Ademas de estas consideraciones hay una faceta del amor de la que poco se habla pero que está directamente relacionada con nuestra autonomía: La forma en como se nos ha enseñado a amar está fuertemente condicionada por la obsesión, la sumisión al otro y el privilegiar a la pareja frente al resto de relaciones. Frente a las dos primeras se podría decir que estas condiciones psicológicas responden al miedo a asumir nuestra libertad que nos enseñan desde pequeños, incluso cuando nuestra libertad implica soledad. Este miedo a la libertad es la base sobre la que se fundamentan todas las dominaciones, y la pareja no está exenta de esto: cuantas veces no hemos sido objeto o sujeto de chantajes frente a nuestra pareja? Cuantas hemos sido directamente culpables o víctimas de limitar al otro de hacer algo? Cuantas mas hemos dejado de decidir por nosotros siguiendo las decisiones de nuestra pareja?. Recorrer el camino de la libertad implica respondernos estas preguntas, y mas aun buscar transformar las prácticas irreflexivas en acciones conscientes y coherentes con nuestra autonomía, dejando atrás relaciones dependientes y altamente autoritarias en lo cotidiano.

En cuanto al privilegiar a la pareja frente a los demás habría que pensar cuanto ha afectado esta práctica las posibilidades de solidaridad y de apoyo mutuo con nuestros amigos y conocidos. Si nos atreviéramos a amar intensamente también a nuestros amigos y conocidos seguramente encontraríamos nuevas afinidades y proyectos colectivos en los que el cariño sincero y el encuentro cotidiano nos reafirmara la posibilidad de construir de forma horizontal las relaciones en la sociedad. Aunque no con todo el mundo se quiera mantener relaciones de proximidad tan profunda como las que se tiene con la pareja, el atreverse a abrir los círculos sociales, a cuidarnos entre todos, a solidarizarnos, a pensarnos de forma colectiva, es allí donde parte la posibilidad del compartir en comunidad, de volver a recuperar lo colectivo.

En estas pocas lineas no se ha intentado hacer un esquema único del amor libertario, de hecho moldear un tipo de amor para todos es inútil. No es el objetivo de este escrito responder a la pregunta como deberíamos amar. Solamente se quería identificar algunas de las limitaciones que tiene el amor tal y como nos lo enseñaron a sentir, al mismo tiempo que alienta al lector a cambiar las practicas del amor como limitación de la libertad y extensión de la esclavitud económica, sexual y psicológica. Por lo pronto es necesario pensar dinámicas diferentes en donde el relacionarnos con el otro no implique un ejercicio de dominación-sumisión ni con el ni con el resto de la sociedad.

Amar no solo es necesario sino condición sin la cual los humanos no podríamos vivir en sociedad. Entre mas libre amemos mas honesto será el sentimiento, y entre mas nos amemos mas solidaria será la sociedad. El amor libre es el sentimiento fundamental que construye las relaciones sociales por que implica pensar en el otro mientras se piensa también en si mismo. Por eso es que la reivindicación del amor no solo es política sino revolucionaria. Que cada cual ame como se le de la gana mientras que cuando amen no hagan menos libres a los demás ni a si mismos.

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♥Lola+3; 23 d´abril: de quin amor parlem?, en El Pesol Negre Nº 47, Abril-mayo 2010, p7. Puede consultarse en: http://www.berguedallibertari.org/pesolnou/

Contra un nuevo golpe de opinión salvador.

Estoy cansado de ver correos electrónicos. Y esto parecería paradójico cuando estoy atento constantemente a recibir noticias sobre lo que pasa en la tierra en donde nací y aunque no mi patria ni mi nación, si el lugar del mundo en el que se encuentran muchas de las personas que amo, y muchos de los sueños que anhelo realizar. Afirmo que mi cansancio no es gratuito por que, más allá de correos spam promocionando pastillas de viagra o alargadores de pene, he visto mi bandeja visitada por mensajes que en su cuerpo repiten una y otra vez una palabra que en principio me causaba gracia pero que de repente empezó a provocarme una reflexión sobre la cultura política colombiana, y que me ha recordado nuevamente por que deje de creer en la democracia, y especialmente la Colombiana. A decir verdad ni siquiera es una palabra común, y de hecho es un nombre: Mocus. Que si dijo, que si hizo, que si es la única opción, que si es nueva forma de hacer política, que si es la cara amable del uribismo, que si es mejor que cualquier Santo(s).

Parte del cansancio seguramente es normal y compartido por todos los colombianos que sufrimos cuando en estas épocas de elecciones tratan de vendernos como cualquier otra mercancía comercial los “productos” de las elecciones, es decir a los candidatos. Lo hacen en cuanto medio de comunicación haya, en cada lugar posible donde colgar carteles y en general en casi cualquier minúsculo espacio que pueda ser aprovechado para hacer campaña. Pero también es desgastante seguir viendo a gente honesta, sencilla y preocupada por el funcionamiento de lo público, cada cuatro años, rebanándose los sesos y las energías buscando cual candidato puede representar sus ideas de equidad social, justicia y bienestar. Digo desgastante por que muchos de estos mismos una vez acaban los comicios sienten que su labor ya esta cumplida, y solo vuelven con el tiempo a criticar lo que han hecho sus elegidos, por ser contrario a lo que desean. No deja de ser desgastante cuando muchos ven en su elegido alguien que “hace algo” por el país, aunque mucho de lo que haga quien manda no solo no está en relación con lo que quieren sino que tampoco lo está con lo que antes había prometido (recuerdan que prometió y que cumplió nuestro último presidente?). Igual, en uno y otro caso la actitud de la mayoría de los colombianos se ha limitado a trasladar su responsabilidad social al estado, esperando que en el mejor de los casos este lo haga correctamente. Entonces el estado no hace nada aunque la gente sigue confiando en el, excusándolo en que es la falta de suerte de dar con los políticos indicados, y aguantando hasta terminar cuatro años, para así comenzar nuevamente con la temporada de cabalas de las que saldrán la solución a todos nuestros problemas.

Con Mokus lo que más preocupa es que estamos apelando a la misma experiencia, por lo menos electoral, que hizo quedar a Uribe en el poder. Es decir, un cambio repentino de la apreciación de los votantes acerca de quien debería ser el presidente, lo que palabras menos es conocido como un golpe de opinión. Esto no es sino darle a un personaje sin posibilidades en las encuestas hasta hace seis meses una opción de victoria, gracias a su identificación con una idea de novedad en la escena política (ya sea novedad de las ideas o del personaje en si mismo). El posicionamiento en los medios de comunicación y la rápida acogida de su figura hace que muchos sientan confianza en su candidatura y que al final sean mayoría en el conteo de los votos.

Para entenderlo mejor hagamos un poco de memoria: además de los mismos de izquierda, que desde que Uribe era gobernador en Antioquia denunciábamos sus intentos de legalizar las masacres paramilitares con la creación de la convivir, ademas de estos Nostálgicos del comunismo (palabras de mi presidente), ¿quienes sabían de su recorrido político o siquiera de su propuesta?. No fue acaso cuando se empezó a montar en el caballito de batalla de las FARC cuando realmente empezamos a saber de él?. Pues bueno, no importa si alguien lo conocía, por que como ya en ese momento la mayoría de los electores creían que el mayor problema del país era ese nuevo fantasma que ahora reconocíamos con el nombre de Narcoterrorismo, fue directamente esa opinión la que elevo hasta la primera magistratura a tan ilustrísimo ciudadano.
Esta estrategia de promoción resulto tan atractiva para la clase política que ya no solo se utilizo como golpe, sino como estrategia de estado. Nacida de la idea de administración de acuerdo a la favorabilidad o no de las encuestas, o de lo que se justificaba como “opinión”, el mismo presidente Uribe bautizo a esta forma de gobierno como el Estado de opinión, el cual favorece las políticas publicas y las decisiones administrativas justificándolas en que tan favorables o no son a la imagen del presidente en turno, mas no por el tipo de efectividad, cubrimiento o relación del discurso con la realidad. El estado de opinión, posterior al golpe de opinión de Uribe en las elecciones precidenciales del 2002, no solo limita la acción publica al carisma de sus representantes sino que hace creer a la gente que el ejercicio de la ciudadanía a partir de la opinión basta para cumplir las responsabilidades sociales. Precisamente la dictadura civil de Uribe ha sido posible por que el asumió el papel de padre al cual desplazamos nuestras responsabilidades sociales, mientras nosotros nos preocupamos por lo que creemos que es nuestra vida (aunque…. realmente es nuestra?).

No se si recordar lo nocivas que han sido muchas de las políticas de los últimos años, por que el final a nosotros parece estarnos bien el hecho que el control de nuestra vida la tengan algunos representantes, y nosotros solo opinemos de vez en cuando, con todo y la connotación evidentemente negativa que tiene la lógica del solo opinar sobre lo que nos afecta. No se si recordarlo, por que se que para muchos un proyecto como el Uribista, en el que la seguridad impere sobre cualquier otra necesidad, es tan bueno que si no hubiera sido por una leguleyada la tercera relección seria una realidad. Lo que si quiero recordar en cambio es que nuestra participación en lo que afecta a nuestras vidas no solo es reducida, por que dejamos a papa estado que decida por nosotros, sino que cada vez está peor de reducida la participación a lo que opinamos en los momentos previos (casi previesisimo) a las elecciones, en los que de unos meses para otros cambiamos fácilemente las percepciones que tenemos sobre personas y proyectos políticos que están detrás (en el caso que sepamos las propuestas y no solo votemos por una idea vaga que creemos proponen). Alguien dijo votar por Uribe y acabar con la guerrilla y detrás salimos muchos a hacerlo, ahora alguien dice votar por Mocus y acabar con la falta de cultura cívica, y muchos de los que ni nos acordábamos de “Super Civico” ahora volvemos la mirada frente a tan eminente filosofo y matemático.

Golpe de opinión como forma de trasladar la atención de la estructura misma del estado a la de los funcionarios que lo ocupan. Golpe de opinión como cortina de humo, que nos hace ver que lo que necesita Colombia son grandes lideres que “si” sean buenos mandatarios, que “si” cumplan sus planes de gobierno, que “si” respeten las leyes y a los habitantes de este territorio olvidado por Dios. Golpe de opinión que devuelva la confianza en la política, que nos permita creer en que nuestra voluntad puede ser escuchada, y que haga de nuestra constitución ese glorioso ejemplo de patriotismo. Golpe de opinión que en últimas nos hace creer que no es el hecho que nosotros no decidimos realmente sobre nuestras vidas el problema, sino que quien decide tiene que ser un Hombre correcto, así ser correcto sea ser un machito como Uribe.

Y es que acaso no necesitamos eso? Una buena persona en el poder?. Pues no, no Ana María, no Felipe, no Alejandro, no Pedro, José, Diana, Camila, John…. Lo que necesitamos es darnos cuenta que el problema es creer que las decisiones de nuestra vida las podemos delegar a otras personas, sean estas buenas o malas. El problema de los candidatos presidenciales es simplemente ese, el estar buscando suplantar la acción y la decisión de otras personas así tengan la mejor de las voluntades o ideas. ¿Que necesidad tenemos de constituciones si cuando alguien llega al poder hace lo que el cree así esté o no de acuerdo con la ley?. ¿Para que seguir defendiendo esa constitución que es más un proyecto irreal de país que un reconocimiento del que tenemos? Acaso necesitamos proyectos? Pues no, lo único que necesitamos es nuestra propia practica de vida, la solución a los problemas compartidos encontrada de forma colectiva, donde la acción cotidiana se vuelva nuestra única constitución ágrafa (no escrita). Para ser libres no necesitamos permiso, y para la libertad de nuestros hijos no necesitamos mas que ellos sean quienes decidan buscarla.
Golpes de opinión electorales han sido los que han elegido a los últimos presidentes (y vaya uno a saber si esa no ha sido la esencia de la política tiempo más atrás): Samper enarbolo la bandera de la justicia social frente al neoliberalismo de Gaviria, convenciendo a la opinión de que el país necesitaba un pacto social. Pastrana, gracias a ser quien denunció los narco-cassettes, le aposto a mover a la opinión publica con la idea de necesitar política honesta y que volviera a los causes de la legalidad, mientras que Uribe, My President for ever and ever (TQM nunca cambies!), utilizó hábilmente los sucesos del Caguan para movilizar la opinión a favor de la guerra y la legitimidad de la barbarie paramilitar (antes de él nadie los considero un actor político, aunque finalmente los traicionara acusándolos de delincuentes). Y que nos queda de todo eso? No es la misma mierda de vida que todos tenemos en la que es mas fácil descansar (que otros llaman dejar de pensar) prendiendo el televisor? No es la misma miseria, el mismo control, la misma cultura machista, la misma sociedad elitista en la que crecimos?. Y que hicieron entonces tantas buenas voluntades?.

Hoy mismo sigo invitando a todos mis amigos, conocidos y hasta a todos los desconocidos a que le restemos credibilidad a la política tradicional, a las elecciones y por lo tanto al Estado mismo. No es una invitación al caos y a la inacción. Todo lo contrario, es a abstenerse de votar pero para depositar todas las energías en la construcción de formas de solucionar nuestras necesidades de forma directa sin apelar a formas autoritarias de resolver los problemas, sin necesidad de la dominación, sin necesidad de la iniquidad. El estado es innecesario cuando buscamos las formas entre la comunidad de solucionar nuestras vidas, la policía es innecesaria si entre todos atacamos la causa de la gran mayoría de los delitos, y el resto los prevenimos con la autodefensa individual y colectiva; la la educación, la salud, los servicios públicos podemos administrarlos sin necesidad de un poder central que monopolice la fuerza. Un mundo sin autoritarismo es posible, solo si dejamos de creer que nuestra responsabilidad social esta ligada a una urna.

Quiero adjuntar un interesante escrito de un buen amigo a proposito de Mokus…

Lo verde liviano y la ética del cemento mal puesto
 
Ante tanta euforia de lo verde liviano, me parece que es importante recordar algunas cosas sobre el recorrido de Súper Cívico. Y su transito de lo antipolítico a la política tradicional y luego del fundamentalismo del cemento al ecologismo oportunista de eslogan publicitario.
 
Comencemos por recordar que cuando Antanas fue rector de la Universidad Nacional, fue quien implementó la política de autofinanciación que consiste entre otras cosas, en incrementar paulatinamente el costo de las matrículas hasta llevarlas al nivel de las universidades privadas y con esto en la práctica privatizar la universidad pública y eximir al Estado de su responsabilidad frente a la financiación.
 
Cuando algunos estudiantes quisieron expresar sus desacuerdos, Antanas decidió dar un ejemplo de civismo mostrándoles su culo a los estudiantes. Fue ese culo muy blanco y lituano el que le permitió salir por televisión y resultó ser una gran muestra de cultura ciudadana y de disposición a la concertación. Ejercicio de “diálogo” que como siempre ya tenía un resultado establecido de antemano: Mockus siempre tiene la razón sólo por hablar muy enredado y aparentar ser inteligente porque a veces menciona algo sobre ese extraño “tema” que es “la cultura”.
 
Su propuesta como candidato a la Alcaldía de Bogotá fue muy sencilla y cantinflesca: “Los políticos nunca cumplen lo que prometen, yo soy antipolítico y por eso no propondré nada. Así seré ético y no faltaré a mi palabra.”
 
Luego, como alcalde de Bogotá implementó su cultura de garrote y zanahoria. Se disfrazó de zanahoria para enseñarles a los menores de edad a consumir alcohol de manera “responsable” y luego posó de ser muy moralista cuando obligó a cerrar todos los bares de Bogotá antes de la 1:00 a.m. con lo que logró estimular los amanecederos ilegales.
 
Siendo alcalde de Bogotá, quiso registrar su matrimonio como un gran espectáculo en todos los medios de comunicación y decidió entonces casarse en un circo. Fue así como de manera muy ética y ambientalista pudo compartir su boda con animales que son tenidos en cautiverio y torturados para dar ese otro espectáculo a una audiencia siempre dispuesta a admirar el mágico contraste entre la elegancia y civilidad de los domadores y el salvajismo de los animales encerrados.
 
Algún tiempo después regresó a la televisión vestido con un traje amarrillo y con la letra C sobre su pecho, calzoncillos a la vista y capa roja; ese fue su disfraz de “súper cívico”. Luego salió muy envalentonado y muy acompañado de los policías, a perseguir y golpear con bolillo a los vendedores ambulantes que fueron tratados como delincuentes. Su crimen no era su pobreza, era su falta de cultura ciudadana al ocupar el espacio público.
 
Sin embargo, nunca fue igual el trato que se les dio a los que ocupaban los andenes con sus automóviles. Por aquella época parecía que los andenes estaban reservados sólo para estacionamiento. A los automóviles se les respetó como santa propiedad privada y por cuestión de principios no se les dio bolillo, ya que golpearlos hubiera sido una gran falta de ética. 
 
Luego llego su amigo Peñalosa y resolvió el problema llenando los andenes con un  nuevo tipo de seres: los bolardos. Grandes redondos y de cemento tenían una cinta verde a su alrededor y ya simbolizaban desde entonces la propuesta del Partido Verde: mucho de cemento y un poquito de publicidad ambientalista para jóvenes incautos.
 
Para los ciudadanos de bien se logró el merecido privilegio de caminar por los andenes sin tropezarse con pobres que invadían el norte civilizado de la ciudad y las calles de Chapinero. Tropezarse con un bolardo resultó ser un mal menor que no conducía a contraer enfermedades ni a dañar el paisaje urbano.
 
Los bolardos ocuparon el espacio que antes llenaban los vendedores ambulantes, con tres ventajas: no eran pobres, no protestaban y resultaban ser un gran negocio para las cementeras y contratistas que luego podrían financiar campañas políticas.
 
Mockus para finalizar su primer gobierno al frente de la ciudad con un gran acto de responsabilidad y honestidad propio de su moral íntegra, decidió dejar abandonada la Alcaldía, la que al parecer sólo intentó usar como trampolín para salir volando en traje de “Súper Cívico” a la Presidencia de la República. Sin embargo, en aquella oportunidad los colombianos no estaban tan desesperados, desesperanzados y uribistas  como para votar por Mockus en número significativo. El presupuesto de campaña de su primera aventura presidencial fue escaso ya que aún no contribuían con sus donaciones los numerosos contratistas que repararían por siempre y para siempre las losas siempre rotas de Transmilenio.
 
Para casi todos los medios de comunicación, las “peñalosas” pegadas con “mockus” fueron un ejemplo de eficiencia en la ejecución de obras públicas y les permitieron llegar a ser calificados como los más eficientes administradores de la ciudad en toda su historia. 
 
Fue este cemento mal puesto el que luego unificó la propuesta PEGAMOCKUS (Peñaloza, Garzón y Mockus). Pero el Partido Gris Opción Cemento era poco atractivo para jóvenes incautos que podrían ser más fácilmente influenciados por una imagen publicitaria que posara de ser ambientalista.
 
Al pobre Antanas, de origen lituano y pretensiones civilizadoras, ya nadie le creía que fuera un indígena colombiano y no podía presentarse nuevamente como candidato a la presidencia por la Alianza Social Indígena.
 
Por otro lado, tener a alguien miope y que usaba gafas como líder de un partido llamado “Visionarios con Antanas” tampoco resultaba ser una estrategia muy convincente.
 
El oportunismo y el atajo nuevamente se impusieron sobre la ética y así lograron descubrir que el Partido Verde Opción Centro ya estaba fundado, y resultaba ser sólo una pequeña falta de ética que no trascendería a los medios, su ingreso al clon de Convergencia Ciudadana, partido claramente vinculado al paramilitarismo y la yidispolítica.
 
Es así como a último momento y en tiempo de campaña electoral han decidido encubrir la política del cemento mal puesto con el disfraz ecologista.
 
En resumidas cuentas, a lo largo de su carrera, Mockus se ha propuesto la privatización de instituciones públicas como principio ético y ha buscado remplazar la educación pública con la cultura ciudadana logrando también de manera exitosa sustituir el discurso de los derechos humanos por la retórica de los deberes y las “obligaciones cívicas”.
 
Mockus no representa una promesa del Estado que garantiza derechos, por el contrario propone y ha construido un Estado que busca imponerles la civilidad a los salvajes por medio de la aculturación. Su propuesta parece muy novedosa pero en realidad viene de siglos atrás y parecía haber sido superada durante el siglo XX, pero como ya lo hemos visto, a veces el discurso posmoderno viene plagado de atavismos.
 
 
Alejandro.
 
 

Manifiesto urgente por un conocimiento practico y diverso.


A continuación se presentan algunas reflexiones nacidas del trasegar por las aulas universitarias y del desencanto que genera ver reunidas tantas personas con el deseo de interpretar del mundo, que terminan no solo alejándose de la realidad sino ademas garantizando una estructura de producción de conocimiento que se cimienta en la privación de este a buena parte de la población. Aunque son muchas de ellas ideas sueltas y al final es un documento de trabajo en el cual seguramente seguiré descargando futuras inquietudes frente a propias dudas acerca del conocimiento, espero que estas ideas iniciales por lo menos generen provocación a un debate que, mas allá que las ideas expuestas hagan parte de una frustración personal, creo tocan temas profundamente urgentes en el quehacer y pensar de personas a las que no solo les interesa el conocimiento del mundo sino también su transformación. Ese empeño en el que muchos, algunos de nosotros más retorica que prácticamente, nos hemos comprometido se hace tan necesario en este momento en que la misma academia, y particularmente las ciencias sociales, atraviesan un momento en que el imperio del idealismo representado en las mas audaces posturas posmodernas y los tercos planteamientos de resistencia intelectual especialmente asociados con interminables neo de posturas neo-marxitas se mantienen realizando ejercicios intelectuales estériles alejados de la practica colectiva, no responden a la búsqueda de soluciones al conflicto social en que nos mantenemos, y por lo tanto, sustentan de facto el régimen de dominación y exclusión que reina casi en su totalidad por los diferentes rincones de la tierra.

Ojala más que un exorcismo este documento sea un punto en el tejido discursivo y en la invitación a la acción, y que encuentre no solo oídos comprensivos sino cerebros provocadores que hagan a nuestras ideas volver a la realidad que compartimos con el resto de la población y no solamente a la realidad que hemos pensado existe, pero que solo esta ahí en modelos de interpretación. En un primer momento deseo plantear algunas reflexiones frente a la producción de conocimiento en particular y el lugar privilegiado que tiene en nuestra sociedad la academia como fuente de esta producción. En un segundo momento se plantearan algunas cuestiones relativas a la reconstrucción del pasado desde una postura antiautoritaria, y aunque se toma la historia como referente, resultado de mi particular proceso de formación, creo que las ideas acá expuestas podrían servir en diferentes ámbitos y problemas de las ciencias sociales. Aunque puede verse difícil la conexión que se hace entre la critica al trabajo intelectual y la reivindicación de una forma diversa de pensarse el pasado (que también es trabajo intelectual), se ve necesario integrarlo en un mismo documento en la medida que no se esta peleando contra la construcción de conocimiento sino contra una que particularmente garantiza la acumulación abusiva de unos pocos frente a las limitaciones de vida de los muchos. En ultimas defiendo la producción de conocimiento para una sociedad libre, en que el saber no implique privación, y, el conocimiento aliviane las cargas sociales de tal forma que la mayoría de la población pueda acceder a unos básicos que le permitan disfrutar el mayor tiempo para ocuparlo en las cosas que mejor le plazcan. Como a mi una de las cosas que mas me placen es el conocimiento del pasado apuesto a una teoría científica de corte antiautoritaria, mientras sigo en la búsqueda de formas mas prácticas de aportar socialmente.

I.

Hacia una critica

del trabajo intelectual.


El conocimiento como objeto de deseo y necesidad social.

La ciencia como conocimiento objetivo del mundo debe morir. El conocimiento del mundo lo hacen seres interesados, sea como individuos o sea como proyectos de sociedad. Esto no hace inútil o imposible el intento sistemático de entender la realidad, ni mucho menos deja de ser urgente el avanzar en comprender, de distintas formas, lo que creemos es real. El dictamen de una única verdad, cimentada en autoridades o en purezas metodológicas solo puede ser mantenido por el poder de industrias editoriales que se vean reflejadas en los intereses del escritor, de medios de comunicación que promuevan visiones afines a los de sus propietarios, y por comunidades de conocimiento-poder, como la actual academia, que avalen autoridades sagradas de formas particulares de ver lo que creemos es real. Pero esta muerte no es el asesinato en general de las ansias de conocer el mundo que le rodea, materialidad que existe independiente del análisis del que investiga, sino el asesinato de los debates cerrados, de las verdades acabadas y de las autoridades del pensamiento que creen que su visión del mundo es la mejor por que no esta atravesada por debilidades políticas e ideológicas, por esos mismos que afirman con la boca llena de ilusiones que el conocimiento nada tiene que ver con las relaciones de poder que se encuentran en la sociedad, y, que no quieren aceptar que en general sus visiones corresponden a la experiencia vivida gracias a la posibilidad de pertenecer a la clase en que nacieron o a la que ascendieron o peor aun a la que quisieran pertenecer y van abriendo la puerta con el coqueteo de sus versos.

La cárcel del conocimiento académico, es decir, la especialización de la producción intelectual apoyada generalmente en el aprovechamiento del excedente social creado por los productores materiales, es un centro de reclusión del conocimiento al que pronto habrá que tirarle las paredes y fundir para siempre los barrotes que la encierra. Esta se mantiene gracias a relegar a quienes producen materialmente a su condición de artesanos, prohibiéndoles en términos prácticos su capacidad de opinar, por el simple hecho que hay profesionales autorizados para “analizar”. El asalto y final a esta cárcel, tendencia que debería seguir en general cualquier lugar de reclusión social físico o mental (penales, psiquiátricos, conventos), es necesario en la medida que mantener a una élite productora de saber lo único que garantiza es la ignorancia y desconocimiento de la realidad de las grandes mayorías ya que al constituir lenguajes extraños, teorías lejanas, esquemas complejos y faltos de accesibilidad se hace necesario que siempre se vuelva a los mismos sabios todopoderosos que por su condición de tal manejan el control de la opinión amparado en palabras altisonantes como “Análisis”, “Modelos”, “Progresión”que esconden tras de la complejidad unas explicaciones que si nos lo propusiéramos todas podríamos entender con un lenguaje más sencillo.

No por ello se está invitando a acabar con la afinidad individual con temas y formas de entender el mundo, ni mucho menos se pretende una anti-utopía en la que todas seamos uniformes sabiendo lo mismo y con los mismos intereses. Que cada cual se preocupe por el área de conocimiento que más le interese, y que en la medida de sus posibilidades y gustos se informe y comprometa con la ampliación de lo conocido en esa área. Pero la opción de la libre y necesaria exploración personal de áreas de conocimiento, sean diversas o particulares, para que sea posible como una oportunidad social tiene que basarse sobre la garantía de las puertas abiertas del conocimiento ya acumulado por sea en libros, memoria, recuerdos tradiciones y mitos. Cualquier autoridad que restringa la posibilidad de acceder a estos conocimientos -sean profesores curas chamanes o políticos- debe ser combatida como usurpadora de un acumulado colectivo. Nadie puede llamarse propietaria de lo que ha colectado la humanidad ni restringir al resto su uso.

Acabar con la reclusión del conocimiento es afirmar la existencia simultanea de diferentes formas de conocer. La tradición racional moderna ha inventado y pulido el método científico como estrategia de entender y explicar el mundo y ha demostrado que para muchos de sus descubrimientos y aplicaciones ha sido una forma de acercarse a lo real bastante aplicada y útil. Pero aunque cierto sea ello no se puede por esa “efectividad” dejar de lado otras formas no científicas de comprender y explicar el mundo que han practicado y aun reivindican distintas comunidades humanas. Hacerlo significaría mantener la prepotencia de los grandes catedráticos que creen que son los únicos que pueden explicarle la realidad al mundo, como si hubiera un mundo que los estuviera esperando afuera de sus oficinas cuando terminan sus estudios manteniendo grandes pancartas y haciendo grandes jolgorios por la verdad por fin revelada. Es precisamente contra cualquier tipo de prepotencia -académica, obispal, parlamentaria- que se tiene que levantar una reivindicación antiautoritaria de producción y socialización del conocimiento.

El conocimiento como inquietud social debe partir del reconocimiento de los conflictos de intereses que comparte la humanidad, pero así como debe reconocer estos intereses también debe estar al tanto de las necesidades sociales. El conocimiento no puede únicamente ser placentero a nivel individual, tiene que, como acto social, ser útil tanto para quienes lo hacen como para quienes lo reciben. Cuando deja de ser útil aparecen nuevas necesidades de comprensión, nuevos derroteros a conocer y nuevos paradigmas que buscar, entonces necesidad de nuevo conocimiento. En ese sentido no puede mantenerse estático, siempre es una onda expansiva y retraída que responde a las necesidades de describir el mundo. La utilidad no puede estar medida por los caprichos individuales o las percepciones bien intencionadas de quienes suponen están haciendo correctamente las cosas; la utilidad tiene que corresponder al bienestar de la sociedad en la que se vive, es decir debe responder a la pregunta: ¿hasta que punto la sociedad en la que vivo se ve beneficiada por lo que produzco?. Aunque hay que tener cuidado, no puede terminarse tampoco en la justificación de dictaduras sociales por venir, aplacadoras de la individualidad y el deseo particular. No debe ser la responsabilidad social un sufrimiento ni tampoco el único fin de la vida de nosotras. De seguro si se logra equilibrar mejor las cargas en la acción social, dejando atrás “robos-explotaciones” y “élites-mesías”, será mucho menos el tiempo que invirtamos en el cumplimiento de esta responsabilidad, y sera real la posibilidad de ocupar el tiempo libre en cuanta cosa nos de la gana, por que en ultimas la única sociedad verdaderamente libre no es aquella en la que la libertad sea garantizada solo por las posibilidades accesibles sino por los deseos realizables.

Eso que llamamos conocimiento y que en muchas ocasiones termina asociado con individuos no es más que, hablando desde lugares habitados compartidos, la acumulación racional e irracional de ideas, experimentos, vivencias y sensaciones, todas ellas experimentadas por muchas personas. Nunca un conocimiento nace innato de ideas únicas de un solo hombre o mujer. Por ello la idea misma de propiedad intelectual no tiene sentido. De hecho si ya la sola idea de propiedad es un robo, al pensarla desde la apropiación de la producción mental es más aun atraco, en la medida que quien dice que inventa algo olvida que para inventarlo tuvo que basarse en conocimientos y pensamientos de muchas otras personas. El conocimiento por lo tanto es uno de las pertenencias colectivas mas sociales que posee la humanidad en su conjunto, y todos estamos en su particular proporción colaborando en la ampliación y complejidad de este.


La academia como élite particular e ignorancia social.

Si la construcción del conocimiento es una empresa colectiva en la que todos participamos, el hacer profesional la producción y reproducción de una parte especifica de este conocimiento, avalada por la academia, en lo único que resulta es en la privación de la participación colectiva de ese conocimiento. Será el profesional un nuevo sujeto de acumulación y lo que sabe resulta oficialmente inaccesible para el resto de la población. Esta empresa de coartar la producción individual de quienes no son profesionales solo es posible en la medida que instituciones que tienen restringido su acceso a solo partes de la población certifican no el conocimiento sino la vinculación a la institución. Al final conseguir un titulo que certifique una profesión no es valido si este no está amparado por una entidad que certifique su legalidad (legalidad fundada en las mismas normas que garantizan el estado de exclusión que solo le permite a unos ingresar a las aulas). En este sentido las instituciones educativas tipo colegios, institutos universidades operan como espacios de autorización burocrática de la creación de conocimiento: no podemos olvidar que a un académico no lo hace su conocimiento sino sus títulos, alguien con un mismo conocimiento pero sin títulos no tiene el mismo reconocimiento, tal vez tiene otro pero no el mismo que socialmente se deposita a los académicos.

Esto no hace que las instituciones en si mismas sean malas o buenas, por que a las instituciones no solo las hacen las burocracias, las leyes o las normas, a las instituciones, y esto en mayor medida, las hace quienes recorren las aulas las cafeterías y los pasillos. No por ello puede olvidarse que si se quiere hacer útil, social y mutuo el conocimiento la producción y la reproducción tiene que salir de las instituciones, y esa también es una responsabilidad de quienes están en ellas. Mientras tanto quienes están afuera son responsables de ejercer libre y autónomamente la posibilidad de conocer e interpretar la realidad sin esperar que ninguna comunidad académica le autorice a ello.

A este punto alguien seguro estará pensando: ¿y acaso no son necesarios los médicos titulados. Arquitectos certificados, ingenieros autorizados y abogados que conozcan bien las leyes?, pues es dramático decirlo pero solo son necesarios para los que vivimos en sociedades obsesionadas con los títulos y no con el reconocimiento por el trabajo, los que depositamos nuestra creencia, como un acto de fe, en un titulo universitario. Cabria recordar que quienes hemos ido a las aulas sabemos que no se requiere de aprender rigurosamente los contenidos enseñados, sino ser lo suficientemente atento para aprobar las materias así sea mediocremente (vaya mierda para los que confían en los médicos que se durmieron precisamente en la clase correspondiente a su dolencia). La respuesta es no, no son necesarios las titulaciones para ser medico, los certificados para diseñar casas ni las autorizaciones para construir puentes, y válgame llamar la esencia del inexistente dios para ratificar sin tapujo que si algo no necesitamos es a los abogados, no los queremos por mas buenas personas que sean, y ojala no lo tomen a mal (podrían haber escogido otra profesión!).

Y afirmo que tales certificaciones de conocimiento no son necesarias si por una parte logramos liberar al conocimiento haciéndolo accesible a la totalidad de las personas, y por otra aquellas personas que han decidido aprender mas de algunas ciencias no demuestren su valor social por su prepotencia titular sino por su utilidad al compartir con los demás esas cosas particulares que muchas no sabemos, y a otros tantos ni nos interesa. No es necesario que alguien este titulado para que haga bien su trabajo, y no hace falta que la sociedad confíe en alguien que haga mal su trabajo. Claro que será mas útil para las sociedad que algunas personas aprovechen su tiempo para investigar y conocer mas sobre cosas que no sabemos, pero también sera más útil que todos volvamos a sentir necesario aprender conocimientos que sin buscar tan profundamente nos ayudarían a solucionar inquietudes cotidianas. Conocer más nuestro cuerpo, la naturaleza, los astros, la historia, y en general implicarnos en ser autónomos en lo posible con el saber, y autogestionarnos en lo posible las soluciones a nuestras necesidades. Seguro que en muchas oportunidades no podremos por si mismos, de hecho, por eso es que preferimos vivir en sociedad que aislados, pues en esas oportunidades en que nuestro deseo o necesidad se vea confrontado con nuestra ignorancia siempre estará la posibilidad de pedir ayuda a alguien que como nosotros seguro en otra ocasión también pedirá ayuda para algo pendiente.

Pero hay una reflexión particular, aquella que devela la condición incomoda de pertenecer a la academia para quienes queremos profundizar nuestro conocimiento y al mismo tiempo aportar en la construcción de un mundo con relaciones mas horizontales y menos jerárquicas, donde el apoyo mutuo y no la competencia sea una opción de encuentro social. Esta cuestión es la división social que se ha establecido y mantiene la posibilidad que existan algunos trabajos materiales y otros específicamente intelectuales y dentro de ellos, y asumo que buena parte de las profesiones de las sociedades post-industriales tienen otros muchos trabajos intelectuales que no son materializados por hombres sino por maquinas, trabajos que no producen como resultado mas que análisis, reflexiones, planeaciones, discursos, y en general productos completamente virtuales (aunque terminen impresos en papel y adquieran así materialidad).

Esa cuestión no es algo natural a pesar que ya lo tenemos en nuestra forma de entender como si fuera así. Esta cuestión es particular, y lo repito nuevamente, de sociedades cuyo excedente material no funciona redistribuyendo las cargas y haciendo mas equilibrada para todas la ocupación básica para producir, sino al contrario, en sociedades como la nuestra en las que el excedente es apropiado y sirve como principio de ganancia sea esta inversión o ahorro. Ese excedente inequitativamente redistribuido puede verse demostrado en el tamaño de los salarios, en la cantidad de las propiedades y en las posibilidades de acceso a bienes inmateriales que estos traen (educación, salud, entretenimiento). Cuando ese excedente es monopolizado, bien por los capitales privados o bien por el estado (obviamente el ultimo en menor proporción que los últimos), una de las formas en como se re-invierte una parte es en la promoción del trabajo intelectual, liberando arbitrariamente a personas de la producción material. Allí es donde tiene posibilidad el trabajo intelectual en nuestra sociedad, en el momento en que gracias a que quienes producen no reciben la ganancia completa de lo que elaboran y ese excedente permite tanto que unos pocos acumulen como que otros puedan liberarse de la producción y ocuparse en oficios intelectuales. Los primeros siguen monopolizando parte del excedente, los segundos aunque no monopolizamos nos aprovechamos también del excedente de quienes trabajan. Y a cambio de que? A cambio de decirles que deben pensar. Somos los sacerdotes de nuestra era, ya no defendiendo a dios y la santa madre iglesia sino al conocimiento profesional y a la santa madre academia.

Las instituciones de titulación académica, ademas de servir para normalizar en lo que se debe pensar y sentir -que es la función de la educación obligatoria básica-, cuando son de carácter superior, es decir cuando ofrecen títulos que garantizan la obtención de conocimiento especializado, son al mismo tiempo producción y reproducción de esta iniquidad: Producción por que sirven como espacios de ascenso social en cuanto la obtención de nuevos títulos por lo menos en teoría permite ejercer ciertos empleos con mejores salarios a los que se tendría sin la titulación, aumento de riqueza que no fue creada artificialmente sino que hace parte de ese excedente social nombrado; Reproducción por que casi en su totalidad quienes acceden a estas instituciones aprovechan del ahorro que sus patrocinadores (familiares o no) han obtenido, y se invierte con la idea de mantenerse en un horizonte de clase en el que por lo menos se reproduzca la anterior extracción.

Quiero utilizar un ejemplo personal para hacer mas claras estas afirmaciones. Ambos de mis padres fueron hijos de familias campesinas, y ambos apostaron a la titulación universitaria para buscar un ascenso social. Ya siendo clase media y al tenernos como hijos, nosotros ingresamos a la institución universitaria para por lo menos seguir con el nivel de vida que nuestros padres nos habían dado. Lo interesante de ello es que ni mis abuelos ni mis padres ni yo, hasta donde tengo conocimiento, quisimos en algún momento (y para hacerlo mas explicito utilizare palabras de mi madre) “hacerle daño a nadie”. Aun así, hicimos parte de una realidad social en que nosotros podíamos permitirnos cosas que buena parte de la población no podía, eso si aunque no pudiéramos permitirnos lo que los ricos de verdad si podían. La realidad de no ser quienes se apropiaban en mayor nivel de los excedentes productivos no niega el que esa apropiación garantiza la expropiación y explotación agudizada en los que producen, haciendo mas pobres a los pobres y mas ricos a los ricos. La pasividad justificada en que si hay pobreza es por que “la gente no quiere trabajar” (y esas ya no son palabras de mi mamita!) o por la suerte de haber nacido en según que cuna y aceptar que otros no hallan tenido esa supuesta suerte, esa pasividad termina convirtiéndose en omisión que es tan culpable del conflicto social como la acción descarada de los ricos buscando ampliar mas sus ganancias.

Aunque ese es mi caso, podría atreverme a afirmar que muchas de las personas que están en las instituciones universitarias comparten una historia de vida parecida, y ahora mismo asumen su responsabilidad social, como respuesta a esa formación de acuerdo con lo que nos ha convenido, que esta medida más por el buen desempeño de las profesiones que están estudiando que por el cuestionar la condición de élite que conlleva la defensa del conocimiento como profesión. Es mucho mas fácil sentirse que se ejerce bien el trabajo para el que se ha estudiado que el preguntarse : ¿debemos tener nosotros el monopolio del conocimiento?. Y solo por dejarlo claro, la condición de élite no es una exageración. Así todos seamos profesionales los puestos que hay para ocupar como profesionales son limitados. El empleo profesional como ocupación de todos es imposible, por los empleos ofrecidos como por la necesidad de que alguien siga cultivando la tierra, preparando los alimentos y manteniendo en funcionamiento la insfraestructura de nuestras vidas. No resulta extraño entonces la generalización del subempleo como expresión de profesionales trabajando en cosas “menos” calificadas que para las que se habían formando. Los que vivimos como intelectuales profesionales al final afirmamos la estructura de sociedad en donde unos garantizan la infraestructura de vida, otros gobiernan, otros acumulan y otros pensamos.

Aceptar el trabajo intelectual del que vengo hablando entonces es aceptar una estructura de distribución inequitativa del excedente social, y por lo tanto de las cargas de producción, afirmando con esto la necesidad de la explotación y la apropiación privada y monopólica como estrategia de ahorro social privatizado. Pero no solo ello; Aceptarlo es afirmar la super-especialización en la que solo unos conocen de unas cosas y la mayoría no tiene idea de lo que se habla, y esta condición lo único que garantiza es la dependencia en profesionales que tendrán mejores salarios así todos tengamos en principio las mismas necesidades básicas que cubrir.


Dime donde trabajas y te diré quien eres.

El hecho que estos insumos virtuales, y me refiero a la producción intelectual, sean después utilizados para justificar políticas estatales, de otras organizaciones sociales, políticas o económicas produce materialidad en cuanto a las repercusiones de las palabras implementadas. Si bien es cierto que cuando el autor crea lo que hace solamente es emitir ideas, juicios, imaginaciones o insensateces, en el momento en que estos insumos son utilizados dentro de la planeación de políticas, la justificación de acciones de organismos, la elaboración de pautas de funcionamiento, las palabras que eran simples pensamientos se convierten en acciones, ya no materializadas necesariamente por el autor, sino por aparatos capaces de hacer de la palabra acción. No hablo acá de la utilización no consentida de los escrito, sino hablo de la producción intelectual financiada específicamente con estos fines. Hablo de consultorías, de análisis, estudios y demás para los que son vinculados intelectuales en diferentes instituciones. Aunque no lo quieran también resulta responsabilidad de los autores esas acciones ya que al final sus ideas terminan dando vida a monstruos procreados por otros, y habría que afirmar que quien construye los insumos para justificar la acción de las organizaciones algo tiene que ver con el aparato que las ejecuta. En este sentido, hay que advertir la culpa que tendremos los intelectuales que sigamos dando insumos para mantener las organizaciones autoritarias así los insumos sean pensados para verse reflejados en políticas de bienestar para la gente; el estado que construye políticas de bienestar es el mismo que garantiza que los menos se apropien legalmente de la riqueza construida socialmente, y el mismo que primero da el pan con su mano que una ves está vaciá es la que pega para que no se coma tan rápido. Podemos decir que nosotros no somos quienes pegan, pero no negar que nuestro jefe sí lo es. ¿Si no lo hacemos nosotros sino el Estado ya no es tan malo?.

Claro, acá se toca una de las fibras mas sensibles del trabajo intelectual, y es la que responde a la pregunta: ¿quien financia a los intelectuales?. Insisto no podemos faltar a la realidad, los intelectuales en la actualidad laboran en espacios como el Estado, organizaciones no gubernamentales y organizaciones privadas de generación de conocimiento. Debido a mi conocimiento e interés personal quiero concentrarme en las universidades y dejar para otro momento el análisis de los otros lugares trabajo de los intelectuales. Cuando hablo de universidades tengo en mente tanto las financiadas con dinero estatal como con dinero privado. Para las que son privadas es mucho mas claro la filiación de los recursos, no es por esto extraño que cuando se hable de las universidades se identifique a las de la élite como las que forman a los dirigentes y grandes propietarios del futuro, mientras las universidades privadas de la clase media y las publicas forman a los funcionarios subalternos y profesionales que engrosaran generalmente las filas de las capas medias de la sociedad. En ultimas los intelectuales que participan de la formación de profesionales según en que lugar lo hagan garantizan y ratifican esta generación de mano de obra calificada conforme a las necesidades de las estructuras sociales y las condiciones propias de dominación. Así que, por más objetiva que sea la formación que se imparte, la realidad es que la sola condición de darla apoya las estructuras existentes de división social. Y acá no quiero negar la buena intención de la intelectualidad crítica que desde sus posturas incitan a los próximos profesionales a asumir una responsabilidad social en el ejercicio de sus trabajos, solo que esa responsabilidad estará mas enmarcada en la ética de hacer bien el trabajo -sin cuestionarse la esencia misma del trabajo asalariado=alienado que se hace- y en la medida de lo posible asumir una postura solidaria con los sectores menos favorecidos para que mejoren su condición – sin cuestionar la estructura en la que la distribución inequitativa del trabajo y de los excedentes sociales son la base de funcionamiento-, es decir formando buenas personas para que sigan viviendo en un mundo de mierda.

Vale, pero una cosa es el trabajo intelectual desde la condición pedagógica, pero otra es la de producción de conocimiento. Manteniendo la mirada en la universidad, aquel sacrosanto centro que es mágicamente una burbuja alejada de la realidad, nos encontramos con que los intelectuales que hacen parte de estos centros mantienen un orgullo de independencia por que pueden valerse de la libertad de cátedra y de producción intelectual que les garantiza que puedan investigar y decir lo que quieran mientras tengan una silla en este recinto. Habría que recordar que muchos ya han descubierto que esa libertad esta relativa a la posibilidad e acceder a recursos para llevar a cabo las investigaciones, recursos que son asignados no de acuerdo con los intereses de quienes investigan sino de acuerdo a los planes de distribución de recursos que tengan las burocracias que financian, las cuales según sus intereses privilegiaran lineas de producción de conocimiento. Pero bueno, se me dirá que soy demasiado negativo y que tampoco es cierto que siempre se impida la investigación independiente a los intereses de quien reparte los recursos. Vale, cedo parcialmente en este punto y me voy a poner en el lugar ideal de ver las universidades como espacios plurales de generación de conocimiento, y por lo tanto lugares donde no solo se puede generar conocimiento independiente sino ademas crítico con las estructuras sociales; ¿ya con esto estaría todo solucionado?, no falta darle tantas vueltas al asunto: no.

Y no esta solucionado el problema por que en el caso que sean universidades privadas el acceso a ese conocimiento independiente y crítico está limitado por la misma posibilidad de acceder a la universidad, y acá me refiero al carácter específicamente económico de esta limitación. Pero para el caso de las universidades públicas aunque pareciese suficiente con la posibilidad de acceso -y esto es retorico hasta que no halla una cobertura al 100% y no por debajo del 20 como lo es en la gran mayoría de los países latinoamericanos-, y obviando los altos niveles de deserción por la incapacidad de mantenerse solamente estudiando, aparece un problema mayor y es la esencia misma de estatal de las universidades llamadas públicas. Quien trabaja para el estado abala no solo que se eduque sino también que se castigue, que se amplíe el conocimiento pero que este siga siendo monopolizado en su utilización por unos pocos. El estado no es uno cuando produce bienestar y otro cuando garantiza la propiedad monopólica improductiva, no es uno cuando se preocupa por la educación y la salud y otro cuando defiende legalmente la explotación. Es el mismo estado el que focaliza los recursos para hacer menos pobres a los pobres y al mismo tiempo reprime a los menos pobres que pelean por condiciones justas de vida. El estado es un paquete completo, lo bueno y lo malo, eso es el estado, de hecho sin lo uno no existiría lo otro. Es la tensión entre la coherción y la búsqueda democrática del consenso, es decir es el que golpea a la misma gente que trata de convencer que le respeta por su participación. No es una contradicción, es una estrategia de organización social en la que se mantiene la dominación de unas pocas personas gracias al monopolio de la fuerza sobre el resto de la población, garantizada con el discurso democrático inclusión, mientras legaliza y sustenta con su fuerza la condición de subordinación para la mayoría de personas: trata de mantener una postura publica de juez social cuando realmente es el verdugo de las mayorías

Esta situación provoca una condición ética que hay que evidenciar: Trabajar para el estado es legitimar la existencia del estado, y legitimarlo es afirmar la necesidad de una autoridad artificial que no media entre los ciudadanos sino que garantiza el privilegio de unos a costa del trabajo de las mayorías. Radical, tal vez, pero como diría una cantante: simplemente real. Ahora que quienes decidan mantener su vinculación con el estado y confíen en la posibilidad de jugar con el monstruo e incidir en su devenir desde adentro lo hagan pero en su mente debe estar presente esa cualidad inevitable del estado. No veo por que juzgar a muchos compañeros, colegas y amigos que sé están con las mejores intenciones vinculados a las universidades públicas sin antes reconocer que su participación esta atravesada por un compromiso de transformación, y anhelaría ver mis palabras contradichas por su acción revolucionaria en las aulas si eso implica una transformación de las estructuras sociales. Algunos decidimos dejar de confiar tanto en la academia universitaria estatal de la misma forma en que antes ya desconfiábamos de la privada.

Evidentemente desconfiar y hasta evitar la universidad como táctica para no legitimar al estado no va a acabar con él, ni con la institución universitaria ni mucho menos con la estructura de producción elitista de conocimiento, pero si aporta a desmitificar lo establecido como única forma de ser de la cuestión humana. No podemos seguir justificando que esta forma de producir conocimiento es inevitable en la medida que es la única forma de conseguir recursos para la investigación, que no es mas sino afirmar que la única forma de construir conocimiento es efectivamente aprovechándose del ahorro social obtenido mediante la recolección coercitiva realizada por el estado. Quienes disfrutamos con el deseo de construir conocimiento y creemos al mismo tiempo en hacer de las relaciones sociales ejercicios más horizontales es el momento de afirmar la necesidad que el conocimiento vuelva a ser público, que tanto su producción como su acceso sea posible para cualquier persona, y esto solo sera posible creando nuevos espacios de conocer, saber y hacer. Al final alguien mas que nosotros debe encontrarle utilidad a lo que conocemos. Una respuesta inmediata que solucione esta necesidad es inútil en la medida que no sea practica, y solo será practica en la medida que quienes lo deseemos asumamos una militancia social mas allá de la contemplación y análisis de la realidad. Si funciona alguien más ya lo contara.

Las ventanas abiertas a la realidad.

No hay que decirse mentiras, y menos cuando se buscan cambios. Las instituciones académicas que se critican no van a caer por el ácido de la critica o la frialdad de la mirada. Tampoco los que hacemos parte de los mundos académicos vamos a aceptar cambiar de golpe nuestras profesiones, por más convencidos que estemos de la necesidad de acompañar al ejercicio intelectual con otros oficios productivos, volviendo al ejercicio intelectual al uso publico y no solo limitado a los análisis de guetos. Posiblemente muchos no podamos hacerlo tampoco de golpe en la medida que no sabemos otra forma de ganarnos la vida, y en el peor de los casos nuestra paciencia y disposición es tan poca que no nos interesa arriesgarnos a perder la comodidad ya adquirida. También es cierto que por más valentía hay una realidad que marca en el mundo laboral tal precariedad que para muchos pensar arriesgar un empleo-profesión sin tener siquiera idea como poder comer al siguiente mes es tan fuerte que nos parece irreal la opción. Cierto es, igual que las cuentas no dejaran de llegar por mas desacuerdo que estemos con ellas. Asumir una postura coherente desde la práctica resulta difícil, y por más compromiso que se tenga son claras las condiciones de vida a las que llegamos a existir, y aunque las queramos cambiar ellas están ahí.

De hecho, hay que ser conscientes que esta critica solo puede ser materializada con la transformación entera de la sociedad, con un viraje ético por parte de sus integrantes de las prioridades, volviendo a encontrar importante la reflexión propia no delegada a comunidades externas, asumiendo que los ejercicios de la política, el conocimiento, la economía, la cultura y todos en general deben hacerse de forma directa ya que la intermediación en la acción social lo que genera son posibilidades de dominio, afirmación de grupos gobernantes, mecanización de aparatos que defiendan con mayor énfasis los intereses de unos pocos, es decir lo que vivimos en nuestras actuales sociedades del estado de derecho democrático.

Aun así debemos y podemos hacer mucho; Primero que todo afirmar la necesidad de critica a lo establecido, así en momento solo seamos zumbidos molestos pero soportables, el ejercicio de la critica es el inicio de la transformación; de zancudos nacerán cóndores. Pero la retorica simple no es suficiente: es urgente que quienes nos hemos cultivado únicamente en ejercicios intelectuales busquemos oficios mas prácticos que en su momento puedan aportar a distribuir de una forma mas equitativa la producción del sustento social. Aprender oficios, aceptar que si podemos hacer otras cosas además de lo que ya sabemos, y que podemos encontrar placeres diferentes con ello. En el mejor de los casos podemos atrevernos a combinar nuestro oficio intelectual con oficios materiales, que aunque inicien como un hobby vuelvan paulatinamente al intelecto el real hobby, no por que este sea menos importante sino por que debería ser parte de nuestro tiempo libre y no de nuestro tiempo de producción social.

También podemos aprovechar nuestra postura critica para provocar en los diferentes espacios en que participamos esta misma reflexión, proponiendo a compañeros afines y no afines e inundando paredes, revistas, tableros, auditorios, cafeterías con este virus, no solo manifestando sino haciendo visible en practicas que le quiten legitimidad a esta jerarquía improductiva, haciendo de la autoridad que nos inviste un sarcasmo, buscando que con el cinismo y la gracia se le pierda el respeto al manto sagrado de la institución. Dejar de tomar tan en serio la profesión es dejar la pregunta abierta de cuales son y cuales deberían ser las prioridades de la sociedad. Los actos de rebeldía aislados son actitudes de adolescentes buscando su identidad, pero los que son constantes nos pertenecen a quienes queremos cambiar de pies a cabeza la realidad. Al final la autoridad del conocimiento lo dará su utilidad y no el reconocimiento personal que tengamos frente a los otros.

No por esto debemos caer en satanizar la producción intelectual, sino buscar su transformación, promoviendo formas no autoritarias y espacios más públicos de producción , medios mas accesibles y lenguajes mas cercanos; nuestros lenguajes tendremos que desnudarles y volverlos a vestir con el ropaje popular que utiliza la boca y oídos de la mayoría de la gente. Aprovechar lo que ya hemos aprendido y pensar como podemos hacerlo útil en círculos no académicos, como el conocimiento que de forma privilegiada poseemos puede dejar de ser privado solo para nosotros. Para quienes nos resulte importante el conocimiento que se ha producido en el ámbito académico es necesario liberarlo de esa cárcel y volverlo posible para encontrar y utilizar por la mayoría de la gente. Insisto en que no es renunciar al conocimiento lo que propongo, y por lo tanto hay que seguir creando desde nuestras inquietudes, pero también abriendo nuestros oídos a las inquietudes de quienes no son como nosotros. Antes que un llamamiento a la tolerancia cristiana, a lo que se grita es afirmar la diferencia humana como una posibilidad y no una dificultad, diferencia como una actitud posible sin que se de cabida mundos homogéneos que produzcan sociedades totalitarias. Diferencia que entre en conflicto, que sea madre de consensos pero que este dispuesta a respetar disensos.

Una de las formas que he decidido para afirmar la diferencia se encuentra en la reconstrucción del pasado, como excusa para mi experiencia intelectual. Y es así por que re-descubrir el pasado como una historia de conflictos entre diferentes posturas de mundo es remover la idea de una evolución mágica de la humanidad. Descentrar la historia de la obsesión totalitaria de leer el pasado vinculado a las historias de las naciones, los estados y no vinculada a la historia de las personas, de los muchos, es ver nuestro presente también como una construcción plural. Al mismo tiempo que se afirmar que el pasado no es homogéneo ni estático, que en el participaron los grupos sociales que hasta hace poco no tenían historia, que ha habido conflicto entre clases, que ha habido hipocresía con los poderosos, afirmar eso para el pasado es estar afirmándolo también para el presente. Investigar y producir conocimiento de las sociedades y los grupos subalternos en el pasado como actores sociales, es afirmar que los grupos subalternos que vivimos en el presente somos actores, y que como tales podemos decidir también el rumbo de nuestra historia. Por eso es que encuentro necesario aportar mis reflexiones para quienes dentro o fuera de la academia quieran defender esta interpretación.

II.

Hacia una metodología

para el estudio del pasado

desde una postura antiautoritaria

La reivindicación del método.

La ciencia como conocimiento sistemático y riguroso del mundo debe sobrevivir. La utilización de un método hipotético, en donde se establezcan preguntas de investigación que busquen responder lo que se cree que paso con los datos empíricos referidos a nuestro problema, no solo es una forma útil sino practica de conocer el pasado. La posibilidad de encontrar mediante el método una descripción del pasado y una explicación de lo acontecido existe, aunque ella no sea la única, la mejor o la correcta. Digamos de forma familiar que para muchos es nuestra consentida. Aun así, otras formas de conocer el pasado son posibles y hay que estar atentos a las intuiciones que nos puedan sugerir para nuestro objeto de estudio. Pero de otras formas hablaran quienes las utilizan. Por ahora ratifico la posibilidad de conocer metódicamente, construyendo certezas frente al pasado que por no ser leyes inamovibles pueden irse transformando en la medida que conozcamos mas o interpretemos diferente.

La afiliación política-ideológica no puede ser una excusa para la falta de rigurosidad en el intento de conocer y explicar el mundo, mas aun aquellos que utilizamos el método científico como forma de conocer la realidad. Aunque por principio se ataque el positivismo por su intento de objetividad y de distancia prudencial con la realidad, no se puede desconocer el llamado que hace a la búsqueda estricta de conocimiento de la realidad. Liberarse del positivismo solo es posible partiendo de reconocer que quien investiga tiene ideología y por lo tanto se posiciona así sea llamando a su neutralidad (que muchas veces esta mas puesta a la derecha que a la izquierda del escritorio de trabajo). Para nuestro caso, aceptar que existe intenciones para construir el conocimiento es prever interpretaciones diferentes de problemas distintos. Darle muerte al monstruo de la verdad inamovible solo es posible aceptando que como humanos podemos debatir, llegar a consensos o afirmar disensos. Esa posibilidad de discernir radica en estar dispuesto a que alguien interprete algo contrario y que, en cuanto no termine la discusión en una imposición, es posible pensarse el conocimiento colectivo.

La verdad no existe como una entidad acabada, por lo mismo las leyes no son útiles mas que como herramientas de trabajo para comprender la realidad hasta el momento en que aparecen refutadas por evidencias o explicaciones que permiten entender mejor lo que se investiga, por lo tanto la ciencia antes que buscar la construcción de dogmas estáticos lo que debe plantearse es modelos explicativos útiles hasta el momento que aparecen nuevos que resultan mas útiles. La verdad por la verdad en si misma no nos interesa, la verdad solo interesa cuando explica lo que se quiere conocer, cuando no lo es deja de ser atractiva. De la misma forma los modelos teóricos pueden ser útiles para describir o explicar de forma abstracta estructuras y relaciones sociales pero, como la verdad, solo sirven en la medida que expliquen la realidad que analizan, y son inútiles cuando tratan de moldear la realidad por la teoría en si misma.

Cuando hablamos de las sociedades humanas la teoría debe atender a reducir la complejidad que nos presenta la comprensión de lo que aconteció, y aunque una de las formas de describir y explicar es buscar las causas de las cosas es necesario tener cuidado cuando se formulan las relaciónes causa-efecto. En principio, por que muchas veces tendemos a explicar las causas desde los efectos lo que nos hace caer en teleologías, es decir, en determinar por los resultados las relaciones del proceso previo, lo que termina siendo más una justificación por el hecho final en si mismo que la explicación de como resultaron una serie de relaciones materializadas en un momento de corte. Para ser más claro hay un ejemplo que permite observar uno de los ejercicios teleológicos por excelencia en la reconstrucción de los procesos históricos modernos: El estado.

Uno de los vicios más recurrentes de las visiones evolucionistas sociales, propias de idealismos que fundan la legalidad de origen del estado, ha sido entender el pasado como una ruta civilizadora en la que el estado es el punto más alto de organización social. Es decir, el estado se ve desde esta lectura como una situación inevitable dentro de los procesos humanos, dándole sentido a la evolución humana en la medida que las diferentes etapas precedentes a las sociedades estatales fueron escalones en los que fue ascendiendo el hombre hasta lograr llegar a la meta perfecta. Lo interesante es que estas lecturas normalmente escogen solo algunas de los acontecimientos y de los participantes de ellos, desconociendo usualmente conflictos, diferentes proyectos de sociedad, apuesta plurales desde donde se ve lo social. El estado como producto histórico, y según el lugar y momento particular del que se este hablando habrá que matizarlos, ha sido el resultado del conflicto social y encarna en si mismo la victoria de algunos de los habitantes del territorio de su circunscripción sobre el resto, la consecución de la hegemonía normalmente se ha establecido por los que han logrado imponerse como los más fuertes y han logrado construir un consenso social al rededor de su dominio, consenso al que el resto de la población lo apoya, resiste o simplemente ignora concentrándose en su día a día.

Para buscar certezas en el pasado hay que partir de cuestionar la forma en que se ha enseñado la historia. La única forma de organización social no ha sido el estado, y debe abrirse la posibilidad de afirmar otras formas de organización social que hayan sucedido. La historia no puede medirse por la teleologia de la formación del estado, ni mucho menos de la evolución hacia la civilización capitalista individualista del siglo XIX y XX. El pasado no ha sido un requisito para el presente. El pasado no necesariamente tiene que explicarse por la consecuencia de los procesos, aunque sea el devenir de algunos de esos procesos los que hayan marcado el presente. El pasado no solo existe por el resultado, y no puede pensarse en la historia como una sumatoria finalizada.

La otra salvedad por hacer está referida a los ámbitos de análisis y la búsqueda de complejidad. El conocimiento de las sociedades se ha enseñado de forma parcializada, no en el sentido limitado sino en el sentido de parcelas, propio de la estructura moderna en la que se ha buscado dividir en diferentes ámbitos el conocimiento como estrategia para especializar e investigar profundamente. Lo que tal vez no se esperaban quienes afirmaban la necesidad de esta división metodológica es que las ciencias sociales al amanecer del siglo XXI existiera como una serie de parcelas que analizan la realidad de forma particular y desentendida con las otras áreas, casi por completo desconociendo entre unas y otras lo que hacen los vecinos de los otros terrenos. A la historia, en particular, le viene pasando que dicha parcelación la tiene también dentro de su disciplina: a los historiadores económicos poca gracia les hace la historia cultural, y a estos últimos muchas veces no les preocupa la historia política, y a quienes les interesa la historia política muchas veces terminan ignorando la historia social. Esto no solo ha hecho que se generen unos lenguajes super-especializados en cada una de los ámbitos sino ha puesto de forma tacita la afirmación que defiende se pueden analizar a las sociedades del pasado solamente interesándose por uno de sus ámbitos, desplazando la complejidad social quien sabe si a los análisis filosóficos. Si bien esta forma resulta una metodología apreciable, ya que puede desintegrarse en ámbitos el todo como una metodología para organizar el análisis, se ha perdido el horizonte de la totalidad social, afianzando los determinismos en los que se analiza el pasado colocando el peso de las causas en un solo ámbito.

Es la hora de volver a la idea de hacer una investigación y análisis de las sociedades partiendo de modelos más complejos de interpretación que aporten desde diferentes ámbitos a la descripción y explicación de las sociedades. Esta apuesta radica en identificar los procesos como resultado de múltiples variables y por lo tanto multi-causales, superando determinaciones particularistas en el camino de aprehender las características generales, y en la medida de los posible especificas, de las sociedades en estudio. Como un ejemplo de lo que no se comparte, se puede recordar los planteamientos que miran la historia de las sociedades como análisis de las condiciones materiales en que se han producido estas, y más aún desde las formas básicas de sustento del hombre, es decir desde su ámbito económico; Para muchos de los historiadores económicos lograr establecer las variables de relación entre factores económicos en un momento dado es el objetivo final de su trabajo; Para otros menos liberales las relaciones humanas establecidas alrededor de las condiciones económicas son lo fundamental, concentrándose en los análisis de clase. Unos y otros olvidan que el hombre no solo opera por la búsqueda del sustento, y que no todas las identidades y motivaciones nacen de lo que se quiere consumir materialmente.

Aunque es cierto que las condiciones materiales definen lo que la gente piensa, en la misma medida que, lo que la gente piensa transforma las condiciones materiales, no es el momento de caer en el juego del huevo o la gallina buscando que es primero. Las matemáticas aunque pueden servir para comprender las relaciones lógicas no siempre pueden servir para entender las relaciones humanas. No siempre son lógicas, o no por lo menos matemáticas. Entender la vida humana no es tan simple como plantear que tanto por ciento afecta la materia y que tanto por ciento la creación mental. Más es necesario plantearse interrogantes ambiciosos y plurales, que combinen diferentes ámbitos de la vida humana y con ello disputen la comprensión de la realidad, así lo que se logre sean certezas y no verdades, así sean hipótesis de trabajo. Las condiciones materiales no solo tiene que ver con las necesidades entendidas como las naturales, también debe tomarse como parte de lo que afecta al hombre las necesidades creadas. Las personas no operan únicamente por sus necesidades sino también por sus deseos, donde están buena parte de las motivaciones necesarias. Para analizar ello hablaríamos de la economía del deseo, de la economía cultural, de la economía moral, integrando nuevas variables no estrictamente materiales al análisis de las sociedades.

La multiplicidad de estos deseos determina la pluralidad de proyectos en el pasado. La diferencia es una marca natural al hombre, y la única forma entender la complejidad es partiendo de comprender este principio. Las sociedades no son estáticas, ni homogéneas. La homogeneidad nace en su mayoría de veces de ejercicios de dominación. Siguiendo este esquema y para ejemplificar la necesidad de ver diversidades, podría hablarse de hacer realtivo de los mitos de fundación de los estados nacionales, todos ellos basados en la estandarización de ideas particulares de organización social, de identidad social y experiencias culturales. Cuando los territorios entran en la dominación estatal suele crearse el mito de la nación, es decir, el mito de una cultura compartida: Inicia con la idea de una lengua compartida partiendo de hacer extrañas al resto de las utilizadas por la población, sigue con la construcción de mitos compartidos en el pasado, situaciones fundacionales que representan normalmente lo que la élite quiere recordar, usualmente de cuando lograron garantizar su hegemonía; a esto le siguen bailes tradicionales, comida tradicional, y una serie de construcciones culturales que en un principio no significan nada para la gran mayoría de la población, pero que a punta de repetirse el discurso lo hacen reconocido: bien dicen que las mentiras que se repiten mucho se convierten en verdades.

Si se quiere descubrir la diversidad debe leerse los procesos políticos en que se generaron estos mitos y develarse los intereses de clase, corporación, familia o individuos que están detrás de ellos, las situaciones particulares en que se logró identificar los intereses particulares como los intereses de la totalidad de la población que vive en un territorio dominado. Afirmar la diferencia como factor de acción humana redibuja las fronteras territoriales, y relativiza el papel de las adscripciones administrativas que se hicieron legales tras la imposición, es decir, desde el ejercicio de la dominación por la disuasión de la fuerza que es el real origen práctico del estado, y permite entender la acción de los hombres sobre el espacio como una construcción de territorios de acuerdo a cartografiás particulares de intereses, necesidades, deseos y esperanzas.

Solo aprovechando este reconocimiento es que se puede apreciar a la diversidad no como cuestión de efectividad, no se le puede medir por su capacidad de imposición y permanencia en el tiempo-como si sucede con el estado- y por lo tanto se debe re-descubrir en el pasado los proyectos de vida apostados por los grupos subalternos donde bien muchos tendrán que ver con la historia oficial-estatal-élite pero otros estarán en cambio relacionados con experiencias calladamente aparte, algunas de manera hipócrita funcionales, otras más arriesgadas alternativas y hasta algunas de resistencia y de emancipación.

La historia de la gente sin historia

La historia de la humanidad ha estado atravesada por formas diversas de resolver la organización al momento de asociarse (¿como vivimos con más gente?), de definir la distribución de las cargas sociales (¿como organizamos el trabajo?) y el destino de los excedentes sociales (¿a quien corresponde la riqueza?). Estas formas diversas no solo se han dado en distintos momentos sino incluso de manera simultanea en pasajes particulares de la historia, donde existieron diferentes formas de asumir estas cuestione incluso en un mismo territorio construido colectivamente. La historia de los últimos cinco siglos, por no ponernos tan pesados hablando de milenios, ha tenido igual diversidad y complejidad en su devenir, marcada por la búsqueda obsesiva, liderada por parte de las que lograron constituirse como clases dominantes en cada uno de los territorios, de una dominación tan férrea, una acumulación del excedente social, y una comodidad a costa del trabajo de los otros tan descarada, que se agudizaron los conflictos sociales y con ello la necesidad de fortalecer mucho mas su dominación bien sea por la fuerza o por el engaño. Parte del engaño que han reproducido sistemáticamente ha estado en la forma que patrocinaron y enseñaron el pasado poniéndole mayor énfasis a sus supuestos logros y a las características de sus proyectos particulares, diversos según los diferentes intereses de los distintos grupos sociales que componían el bloque hegemonico que dominaba. El resultado de esta forma hegemónica de memoria ha sido la casi completa ausencia histórica del resto de la sociedad que de facto se encontraba subordinada a su control. Por eso es que los subalternos han carecido de historia, no vivida sino recordada.

Como esa larga duración de la exclusión se ha mantenido hasta nuestros días, que solo por no hacerla tan eterna la asociaremos con la existencia misma del sistema capitalista sin por esto querer decir que antes no existía dominación, buena parte de la amnesia del pasado de nuestros ancestros excluidos la hemos heredado en el presente los subalternos que vivimos el actual conflicto social. Allí es cuando el ejercicio de la memoria, aunque sea una memoria a larguísimo plazo, es parte de asumir un rol activo dentro del conflicto, ya que conocer el pasado es no olvidar la rabia y resignación que se ha mantenido por años de explotación, miseria y exclusión. Construir la historia de los subalternos del pasado no es un acto pasivo de recordar , es una forma activa de entender las causas y procesos de nuestra actual condición de subordinación. El pasado desde esta postura no es un cuento de cama, es la explicación pendiente de la subordinación que hemos heredado. No solo somos hijos de nuestros padres de sangre, también lo somos de nuestros ancestros excluidos, de sus acciones y omisiones, de sus luchas y derrotas, al final es a ese conflicto social del pasado al que debemos también nuestra condición actual.

Pero no solo es la historia de una derrota; recordar el pasado es también hacer memoria de las felicidades cotidianas, de las pasiones asumidas, los deseos ejercidos o reprimidos, los amores y los desengaños. No puede hacerse una historia privilegiando solo la lucha social, la resistencia o la resignación, también debe atenderse al resto de la vida que aunque inmersa en el conflictos social, mantenía prendida la esperanza de los hombres y mujeres en el pasado. Aunque podrían ser bagatelas, no lo son cuando no se toman ni en si mismas ni de forma aislada, sino cuando se comprende que los seres antes y ahora somos una multiplicidad de condiciones y expresiones de vida, y es solo buscando entender esta complejidad lo que puede permitirnos explicar muchas de las actuaciones o omisiones de los actores subalternos en el pasado. Así podremos liberarnos de la idealización fácil de los subalternos por si mismos, por que seguramente muchas de las cosas que hacían y pensaban no las encontraremos de acuerdo a lo que pensamos actualmente. Si bien lo que queremos al averiguar el pasado es entender nuestro presente, tampoco podemos seguirnos por la angustia que significa nuestra posición subalterna, ya que aunque muchas de las explicaciones de esa condición están en nuestro pasado, otro tanto están en las relaciones particulares que vivimos en la actualidad, las formas especificas del conflicto social en un momento definido de la historia que vivimos, es decir el presente.

No por esto excluiremos de nuestra inquietud los procesos sociales que no afectan directamente en su devenir a nuestro presente. El aprender de otros pasados no lo estudiamos solo por utilidad, lo investigamos por la curiosidad de ver como en otras latitudes y tiempos vivieron y experimentaron la vida los subalternos. Aunque no nos expresen causas de nuestra condición si nos alientan a ver formas plurales de vivir el pasado, posiblemente muchas de ellas realizadas en sintonías diferentes, haciendo que nuestras racionalidades individualistas se vean sorprendidas por otras basadas en principios de solidaridad y el apoyo mutuo permitiendo ver la asociación social nacida por motivaciones diferentes a la competencia. O tal vez no, tal vez mucho mas crueles y macabras, pero aun así apreciables para tener puntos de comparación

Metodológicamente es necesario pensar que la reconstrucción del pasado en general depende de fuentes de información que den cuenta de lo que sucedió, y esta es una de las limitaciones más fuertes con la que nos rencontramos en el camino de reconstruir la memoria. A excepción de la memoria oral que en el pasado mas inmediato nos puede permitir acceder directamente al testimonio de los actores subalternos, poca o casi nula ha sido la documentación dejada directamente por los subalternos en el pasado que nos permita hablar de ellos. Las fuentes tradicionales con las que se ha reconstruido los procesos del pasado casi en su totalidad pertenecen a una producción de la élite del pasado, y en ellas es sistemáticamente desconocido el subalterno como actor social, y por lo tanto dejado fuera de los registros. Aun así, dentro de estas fuentes encontramos información selectiva en archivos policiales, judiciales y punitivos en general, en la medida que en ellos se guarda el registro de aquellos que retaron, consciente o no, la normalidad de las relaciones sociales y atrevieron a asumir posturas ilegales. Otra tanto se encuentra en información privilegiada en quienes al acceder a espacios letrados lograron describir situaciones y condiciones de sus congéneres. Pero en su mayoría las fuentes oficiales resguardan información dispersa y limitada a la visión de la élite sobre la experiencia de vida de los subalternos. Aunque consigamos información importante, es urgente encontrar nuevas fuentes distintas a las tradicionales para superar las limitaciones que se plantean y acceder a más información sobre su pasado.

Una parte de estas herramientas las encontraremos en técnicas y métodos aplicados por análisis geográficos y arqueológicos para la recolección de la información que permiten acceder a nuevos datos bien sean estos de la relación de los hombres con su espacio o de huellas plasmadas en su cultura material. Una de las tareas que tenemos quienes aun estamos en la academia y tenemos acceso a este conocimiento es la traducción al lenguaje popular y la restitución de la academia para la sociedad de los métodos técnicas y tecnologías apropiadas para la obtención de esta información. Pero no será suficiente con nuevos métodos, es necesario avanzar también en la formulación de nuevas preguntas y de nuevos enfoques de investigación que estén atentos a exprimir del pasado lo necesario para hacerlo comprensible y accesible en el presente. Abriendo estas nuevas ventanas podremos apreciar desde nuestra razón el pasado.

Por la memoria y la revuelta.

La razón moderna solo es resultado de la hegemonía de un proyecto de entender el mundo. Ese no ha sido ni el mejor proyecto ni el único y mucho menos el final. Ha sido la forma predilecta en que se ha organizado las ideas que se tienen frente al mundo y que pretenden explicarlo, pero para que exista una forma predilecta tiene que haber quien la escoja y la promueva y no se puede dejar de pensar que la razón moderna y la estandarización mental que atravesamos solo ha sido posible por los procesos de colonización y mundialización obligada que siguió el mundo desde el proyecto moderno que zarpo de los puertos europeos en el siglo XV. Este es el momento de afirmar que la razón moderna no es la única forma de entender el mundo ni la mejor, y de hecho la misma razón moderna no es una sola. Entender las diferentes fuentes, tendencias, identidades que se han construido en la modernidad así como valorar otros intentos de comprender el mundo fuera de esta razón es parte de la obligación de cualquier persona que se interese en el pasado debe proponerse. Si se quiere entender la actuación de las personas es necesario este llamado a las múltiples visiones, a la pluralidad de vistas, a la búsqueda humana del conocimiento, es decir a la búsqueda diversa y práctica de entender el mundo vivido y las relaciones tenidas en el tiempo que hemos habitado este planeta.

La descripción y explicación del pasado no nos hará libres, pero si alimentara nuestra forma de entender el mundo dándonos herramientas, esperanzas y nuevos sueños con los cuales soportar el mundo que vivimos, y llenarnos de ganas para en algún momento dejar por un rato los libros cerrados y atrevernos a cambiar nuestra realidad. La condición subalterna no puede ser una maldición eterna, y solo podrá ser superada con el trabajo activo y consiente de quienes en este momento pertenecemos a estos grupos. La historia es una excusa para resistir, pero la realidad es una excusa para vivir; ambas excusas son del mismo color solo que quedarse en la primera es olvidarse de la necesidad practica de asumir el presente, y ahogarse en la segunda es negar la experiencia precedida, repetir errores, olvidar esperanzas. Los historiadores no existen solo para entender el pasado en los libros sino para transformarlo en las calles.

No importa que tras estas palabras se acuse de post-modernidad relativista a las intenciones de acabar con el conocimiento como un privilegio, solo importa que quienes acusan de revisionistas a los instigadores de esta des-jerarquización una mañana, al tomar tranquilamente su café, vean en los titulares de la prensa que las cosas están cambiando y que pronto se quedaran sin trabajo… en la noche llegaran tal vez preocupados a ver en la televisión si aun pueden seguir viviendo a costa de la ignorancia de los demás. El día no llegará, el día se esta haciendo.

Democracia y participación como espejo de la exclusión.

Las constituciones, tal y como las conocemos en nuestros tiempos, nacieron formalmente tras la caída de la monarquía francesa y la instauración de la república. Por allá a inicios del siglo XIX a muchos de los futuros padres de las patrias latinoamericanas, a los que podríamos demandar ahora mismo por la cuota de manutención que nunca dieron a sus hijos, entendieron ese nuevo mundo que nacía Europa como un modelo para copiar y hacer que en las tierras dominadas por poderes extranjeros nacieran “espontáneamente” las naciones Americanas. Y bien que lo hicieron, ya que no solo copiaron todo el discurso calcado de la famosa Declaración de los Derechos Humanos, base de la constitución republicana, sino además copiaron idénticamente las exclusiones que el régimen democrático trae consigo. Exclusiones? Así es, pero veamos un poco mejor el modelo a copiar: Para derrocar a Luis XVI la burguesía que comandaba tubo que permitirse la participación no solo de los sectores mas radicales dentro de los círculos liberales sino también de grandes capas de la población mas pobre que en su desesperación por años de escasez y carestía del pan habían salido a la calle apropiándose de la idea que el culpable de los problemas era el rey y su corte que no tenían consideración de su pueblo. Estos hombres y mujeres conocidos como los sin calzones, por no tener los mismo calzones que utilizaban la burguesía y la aristocracia, fueron las mayorías que asaltaron las cárceles y palacios buscando de una vez por todas la justicia.

Valla sorpresa que se llevaron cuando se empezaron a definir las nuevas reglas, por que claro, una cosa es el momento de la revuelta y otra es el momento de volver a poner orden. El nuevo mundo de los derechos vino con sus contrariedades, el derecho a la libertad estaba limitado a las leyes que se redactaban, el derecho a la propiedad solo era garantizado a quienes pudieran acceder a ella, y el derecho a la votación solo a aquellos que tuvieran propiedad. La mesa estaba servida una vez el rey afuera, y quienes mayor incidencia tuvieron en redactar las nuevas leyes fueron precisamente los que poseían las propiedades y por lo tanto quienes votaban. Es decir las revoluciones, tanto la francesa contra el antiguo régimen como las americanas de independencia, lo que lograron fue pasar el dominio de la sociedad que antes tenían las monarquías y aristocracias a los propietarios terratenientes y burgueses en los estados republicanos, y no digo únicamente por que en su despliegue populista aceptaron que una u otra vez alguno de los participantes del pueblo raso accediera a lugares de poder manteniendo la imagen de ser un “Régimen Democrático”.

Esas revoluciones fueron incompletas, no solo por que no rompieron con las estructuras de desigualdad y exclusión económica, sino por que en su discurso falso de una nueva comunidad política basada en la “soberanía popular” terminaron en la práctica apoyando el monopolio de la acción política por parte de los propietarios, siendo estos quienes pusieron los límites a las constituciones y a la participación política. Por eso mismo es que a los fundadores de las repúblicas los descendientes de las familias propietarias los llaman los padres de la patria, por que fueron los padres de esta nueva comunidad donde quienes tenia una posesión de algún patrimonio podían decidir y participar, mientras que quienes descendemos del pueblo desposeído de propiedades no podemos mas sino mantener nuestro rencor vivo por que ellos para nosotros solo son los padres de la exclusión.

Lo particular es que aquellos padres propietarios de la patria no decidieron mantenerse en el nuevo estado republicano de forma permanente siendo senadores y presidentes, sino aportaron activamente con sus fondos a la creación de la política como un ejercicio profesional, es decir, aportaron a la construcción de los partidos políticos y sus clientelas, de tal forma que siendo padres propietarios dueños de partidos ahora podían seguir ocupados en sus negocios mientras otros les garantizaban las oportunidades legales para su bienestar. Ahora no importaba que los políticos profesionales a los que apoyaran hicieran parte de cualquier clase social mientras que al momento de legislar se cuidaran de representara los intereses de quienes apoyaban las campañas y aportaban los sobornos necesarios para mantener las clientelas. Este nuevo giro en la historia abrió nuevas posibilidades para la participación en política al punto que paulatinamente las constituciones fueron permitiendo que personas sin propiedad pudieran participaran como representantes y hasta como votantes.

Si antes la ilusión política que sostenía a los reyes era la supuesta designación divina, la nueva ilusión en que se justificó la democracia fue la participación sin restricciones en la política. Los grandes propietarios dieron a la escena democrática ese toque de “espacio público” en el cual “Todos” pueden participar si quieren acceder a los cargos representantes, pero donde en la práctica son los partidos que tienen mayores recursos y clientelas los que garantizaran las mayorías y por lo tanto quienes mantendrán el control de lo que se legisla y ejecuta.

El tiempo no ha cambiado tanto en estos doscientos años en lo fundamental; aunque las ideologías de los partidos políticos hallan cambiado y desaparecido o emergido uno que otro en los diferentes países, en su esencia la profesión política sigue respondiendo a intereses particulares y privados. Aunque esta escena política constantemente esta apelando la labor que hacen por la sociedad, lo real es que tal cosa abstracta que llaman sociedad no contiene ni a la totalidad ni si quiera a la mayoría de los hombres y mujeres que habitan sobre el territorio que supuestamente gobiernan. Al hablar del beneficio para todos tendríamos que recordar que no existe un “Todos” sino en su practica política solo existen unos beneficiarios específicos.

En esta época de elecciones recordar la historia, que la vemos reflejada en nuestro presente, es una excusa para apoyar el llamado al Abstencionismo Político, a no seguir cayendo en la falsa ilusión de creer que elegir a alguien que nos represente va cambiar la realidad en que los políticos solo benefician a unos pocos. Pero también es un llamado a acabar con el Abstencionismo Social, es hora de dejarle claro a los políticos, y a los poderosos detrás de ellos, que no pueden seguir decidiendo por nosotros y demostrarles que con nuestra acción podemos participar en la solución de nuestros problemas particulares y generales. Salir a las calles, recuperar la organización colectiva como defensa y ataque frente a quienes se aprovechan de nosotros (en el trabajo, en el consumo, etc…), volver a hacer de la lucha social la herramienta para decir No más! . Hay que dejar de votar pero de la mano de ello debemos encargarnos por nosotros mismos de la solución de nuestros problemas.

Ni un solo voto a los políticos. Toda la energía a la lucha social y a la construcción de soluciones por nosotros mismos.

Tic Tac…

En homenaje a Mauricio Morales
Tic tac…

Tic tac tic tac
número que viene y va
ocho. siete
ya la cuenta va a empezar

Juega pronto
aprendiendo a ganar
con o sin las fichas
todos podemos entrar

simple, breve
es la forma de actuar
entre la niebla
mientras nadie ve ya…

el asi sabía ahcer
y asi sabía reir
un mundo con rabia
le corria en su sangre
y en la noche no le dejaba dormir
y por eso conspìraba para en el día construir

tica tac tic tac
numero que viene y va
seis, cinco
cuenta que va a acabar

y la tarde traía
entre libros de otro tiempo
recetas preferidas
para al mundo darle vuelo

y entonces seguía rodando por allí
buscaba voces y oídos con quien tratar
despues reñía con letras
buenas rìmas para hacer
sentir la indignación
de este mundo al revez

tic tac tic tac
cuatro, tres, dos
cada vez mas cerca
ya se acaba la función

y bien sabe que su hijo
muy pronto nacera
con gritos de gente
que no sabe que pasa

pero tranquilos incautos
para ustedes no es la sonrisa
solo es para el del lado
que nunca nos espera en su prisa

tic tac tic tac
numero que viene y va
tic tac tic tac
pronto va a llegar
uno.. cero..
tic tac tic

Un mundo nuevo ya ha brotado
que en su sueño
huele a libertad
ese mundo cantado
es, para quienes no lo creian
el de la tierra del nunca jamas

tic tac tic tac
nuevamente va a empezar
uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis
porque tus numeros puede que hallan llegado atras
pero tu cuenta tan solo ha empezado a andar

Y ese tiempo traido
lo regocijamos muchos
que sabemos que has sembrado
semillas de libertad
y ahora
debemos regar.

Tic tac tic tac
miluno, mildos
tica tac tic tac
millión, trillón

que la cuenta no termina
y no se detendra
hasta que el ultimo esclavo
se levante de su cama

Y ese dia, compañero
ese dia seremos nuevamente uno
en la lucha ganando
la lucha del tic tac

ahora…
a recoger el tic tac.

¿Por qué aceptar la democracia?

Constituciones, leyes y decretos rigen nuestra vida desde que nacemos. Supuestamente definen nuestras posibilidades y restricciones y nos fundan como parte del pacto social que en un origen, dicen, dio vida al estado. Todas estas normas que controlan nuestra cotidianidad existen y se justifican, materializadas místicamente sobre el papel, en la posibilidad que tienen todos los participantes de la sociedad de definir la carta fundamental, así como sus leyes ejecutorias: es decir, la posibilidad de cambiar la constitución y de poder participar en la definición de las leyes que la reglamentan. A la organización de este sistema político es al que le llaman democracia.

Basta ver, con un poco de calma, para realizar que esa posibilidad no solo es un sofisma de distracción, sino una excusa que mantienen como discurso tanto la burocracia estatal como las clases dominantes que de vez en cuando logran utilizar tal democracia para materializar sus fines particulares.

Es un sofisma por que hace virtual la toma de decisiones: intermedia este ejercicio con los políticos profesionales que, gracias a la utilización de la maquinaria de los partidos, tienen mayor capacidad de ser elegidos. Esta maquinaria, resultado de la utilización de clientelismo y corrupción (esenciales en la acción política organizada en la democracia), se ha trabajado ya por tanto tiempo, que para quienes no están insertos en este juego de conseguir votos y armar efectivas campañas, resulta casi imposible acceder a los puestos de elección pública. Aquellos que por suerte o habilidad logran integrarse de forma independiente a estos puestos, caen normalmente en esa práctica de construir sus propias clientelas, iniciando con ello el nuevo ciclo propio del burócrata estatal.

Es un sofisma también por que la representación no significa participación sino sesión de la libertad para que otro decida cuál es la forma mejor en que debemos comportarnos socialmente. Cuando un representante resulta elegido su programa normalmente no tiene retroalimentación con su base electoral, y aunque lograra recoger parte de las inquietudes de algunas personas, su cumplimiento estará atravesado por la capacidad de gestión sumada a la conveniencia que para el resto del aparato burocrático tenga dictar ese tipo de leyes. Resulta inquietante además, aunque los representantes se muestren como los más izquierdistas-populistas-progresistas, cuando ya están en los cargos de poder estos tienen como prioridad las agendas que les conviene como particulares, las de sus patrocinadores o las de sectores que logren hacer efectiva su influencia.

Lo más paradójico es que, aún funcionara fielmente el sistema de representación, hay otra falacia que se construye y es: creer que lo que sirve o es relevante para una región o grupo de personas lo será para la totalidad de la población. Esto no es más sino el delirio de la modernidad de dar soluciones generales a los problemas, sin tener en cuenta que muchas veces estos problemas son particulares, y que no siempre es necesario llegar a consensos totalizantes. Esta búsqueda arbitraria lo único que descubre es la ceguera de los poderosos al no reconocer las diferencias locales, es decir: las particularidades en los intereses y en los deseos. La democracia resulta entonces problemática en la medida que autoritariamente define, en los órganos legislativos que la conforman, leyes que deben cumplir todos y todas independientemente si les sirven o las desean todos o todas. Esta dictadura de las mayorías -en el mejor de los casos- solo es eso, una dictadura. En cuanto a la democracia como excusa para garantizar la reproducción de la burocracia estatal, habría que recordar que la organización de «la política» está basada en la lógica de los partidos políticos cuyo objetivo de existencia precisamente es tener el control del estado para promover su modelo de gobierno de acuerdo con sus preceptos ideológicos. Ello hace que esta profesionalización del ejercicio de la política sea el interés tanto de los partidos políticos como el de la burocracia estatal, esto es, la garantía de mantener siempre un sistema de supuesto acceso a los cargos públicos en que realmente lo que se vive es la ubicación constante de los mismos burócratas así sea en diferentes cargos. No importa cual altruistas sean ellos, lo que quieren es una plaza.

En una misma vía, la democracia es la posibilidad que tienen diferentes sectores de utilizar la burocracia estatal, y su capacidad de reglamentar la vida social, con el fin de obtener beneficios bajo sus propios intereses. Esta es precisamente la posibilidad que aprovechan diferente sectores económicos para conseguir leyes que protejan o impulsen sus negocios; también es la realidad de muchos grupos sindicales que se articulan a partidos políticos solo para obtener resultados favorables para sus afiliados, nunca discutiendo la esencia misma de la explotación sino buscando ablandar las consecuencias. No es de extrañar que en el mismo sentido recientemente grupos religiosos hagan carrera en la política para imponer cuestiones éticas por la vía de ley lo que no han logrado con la persuasión. Y así podría seguir numerándose, pero realmente lo que es fundamental es entender que el estado es un aparato que por medio de la vía democrática permite que accedan a los lugares de tomas de decisiones grupos que quieren garantizar definiciones para toda la sociedad que estén de acuerdo con sus intereses particulares.

Por último es de recordar que tampoco es necesario que estos grupos sean directamente los que ganen los escaños; especialmente los grupos económicos funcionan más desde la financiación de campañas y la compra, literal, de los representantes para que cumplan con sus objetivos corporativos. Y tan importante como esto es la influencia personal que algunos pueden ejercer, por no decir más, cuando altos jerarcas de la iglesia mandan comunicaciones personales a políticos buscando garantizar su control moral.

El punto es que el estado mediante la lógica democrática no garantiza ni siquiera su ideal que es favorecer a las mayorías, sino al contrario es un sistema político que garantiza es la acción corporativa de grupos que quieren hacer que el resto de la población siga sus normas. Y aunque lo garantizara hay una reflexión necesaria, que es la búsqueda angustiosa de los consensos y por lo tanto la negación sistemática del disenso. Para que son necesarias las constituciones y los aparatos legislativos nacionales, cuando muchas de las normas pueden consensuarse de forma local, pero además, cuando muchas más no son consensos reales sino imposiciones de algunos sectores o regiones que pretenden que así se comporte el resto. Esta visión unidimensional hace que la búsqueda de consensos nacionales limite la riqueza de las diferentes interpretaciones y universos de sentido que existen gracias a la esencia misma de diferencia que tenemos los seres humanos.

Ante esta lectura lo que muchos plantean como problema es que no se ha realizado en su cabalidad el proyecto democrático, y que la solución es la radicalización de la democracia. Muchos sectores críticos del actual estado de las cosas se recogen en esta postura, impulsando la idea de que no es que el sistema democrático sea malo, sino lo malo ha sido no aplicarlo en su cabalidad. El problema realmente es La Democracia, mas cuando para no perder su credibilidad plantea que la realización ideal no se ha materializado. Ese es la cosa, que la versión ideal es ideal, es decir inmaterializable, la versión que conocemos es la que existe y no otra. Lamentablemente para los románticos defensores de la democracia hay que afirmar que mientras se mantenga existiendo el estado la democracia radical, como la llaman, es imposible. Un régimen de participación directa, que es al que aluden los que creen en la democracia radical, solo es posible mediante el desmantelamiento de las organizaciones autoritarias que intermedian la acción social, y a eso, a esa forma de organización política y social es la que seguimos defendiendo con el nombre de anarquía, no como la democracia.

Bajo esta reflexión aparece una respuesta inmediata a la pregunta postulada como espina dorsal de este artículo: Aceptar la democracia es aceptar el autoritarismo del estado, la intermediación en la acción social, el manoseo privado para beneficiar a pocos y la constitución de una sociedad unidimensional que no acepta la diferencia. No hay razón para seguir aceptando la democracia, hay que construir nuevas formas de organización política y social en que se establezcan relaciones horizontales, solidarias y gestionadas comúnmente, autogestionadas por la comunidad.

Volver al control comunitario es una forma de evitar al estado.

Hay que romper la intermediación política del estado, volver a la relación directa entre nosotros y nuestros iguales, recuperando los espacios en que el estado nos remplaza, construyendo formas prácticas que solucionen las necesidades que han sido utilizadas por el aparato burocrático para justificar su existencia.

Buena parte de esta relación directa tampoco es algo nuevo, por el contrario es una de las dinámicas más cotidianas que tenemos con las personas que compartimos diferentes espacios. En la práctica generamos pactos de convivencia, comportamiento y solidaridad con nuestros allegados: las relaciones de pareja, por ejemplo, aunque existan espacios de imposición o resistencia también pactamos para compartir y construir; la amistad es un pacto de encuentros alegres, apuestas de afinidades en convergencia y hasta espacios de simple pacto para el silencio o la melancolía. Así podría seguir recordando las relaciones en la familia, con los colegas de hobbies, etc…

La pregunta es: ya que con ellos podemos pactar en lo cotidiano para nuestros juegos, amores y silencios ¿porqué no podemos también pactar con ellos para solucionar problemas de justicia, servicios y obras públicos, distribución de los excedentes sociales y demás? La respuesta a esta pregunta es clara: podemos hacerlo si lo queremos, si decidimos retomar el control de las decisiones de lo colectivo acabando con la cesión de nuestra voluntad a representantes que lo hagan por nosotros.

La anarquía es precisamente eso: terminar con la intermediación en la toma de las decisiones personales, no solo de aquellas que afectan a nuestro entorno inmediato, sino de todas las decisiones que nos involucran en la realidad social. Es acabar con los políticos profesionales y con los administradores públicos de carrera, asumiendo que cada uno de los que vivimos somos políticos y administradores sin que nos sea necesario pertenecer a un partido político o tener un diploma de alguna universidad.

El estado es una realidad histórica, creado por hombres de carne y hueso con necesidades e intereses específicos. Ningún estado ha sido una creación colectiva, todos han sido resultado de la monopolización de las decisiones sociales por unos pocos. Y para justificarse nos han hecho creer que son una organización natural en el desarrollo de la humanidad, en donde es una parte de la población, la sociedad política, la que debe decidir por el resto de la población, la sociedad civil. Esa mentira, justificada en la ilusión que solo unos pocos tienen la inteligencia, capacidad o moral para decidir qué debemos hacer el resto, fue impuesta sobre las mayorías con una combinación de fuerza y disuasión que crearon las condiciones para garantizar que el estado se extendiera controlando hasta las partes más intimas de nuestra realidad.

Precisamente ese control y esa burocracia es la que los anarquistas consideramos innecesarias, no solo porque no queremos más la barbarie y sadismo con el que se ha logrado mantener, sino porque no es indispensable tal desproporcionado aparato para llegar a consensos con nuestros iguales sobre lo que más nos interesa y necesitamos.

Es hora de pensar nuevas y viejas estrategias de gestión de lo público precisamente reconociendo las capacidades que tenemos de relacionarnos con el resto. Para arreglar los problemas de nuestras comunidades no necesitamos de intermediarios, tan solo de la voluntad y la paciencia para apostarle a escuchar y hablar, aceptando que no todos tenemos que estar de acuerdo con todo, y no hay por qué forzar el acuerdo, pero que aun así hay puntos en lo que podemos llegar a algunos acuerdos.

Frente a estas reflexiones no falta quien se atreva a decir, inocentemente y sin darle posibilidad a la novedad, que no podemos vivir sin un tercero que funcione como árbitro, y que para garantizar que no nos matemos unos a otros es necesario alguien que provea de seguridad a la comunidad. Lo más interesante de todo es que solo esas dudas están dadas por la interiorización que nos han hecho hasta el momento de la supuesta necesidad de una autoridad que nos controle para que vivamos de forma ordenada. Pero ese policía que todos llevamos dentro lo que realmente quiere es mantenernos adictos a la subordinación de un orden social que no colaboramos en decidir.

En cuanto al tercero como árbitro, es necesario que nuevamente volvamos a nuestras realidades cotidianas. En las relaciones de pareja o de amistad cuando hay alguna diferencia normalmente la solución se da partiendo de la discusión de las partes tratando de llegar a acuerdos. Cuando se dan cuenta que no se puede llegar a acuerdos se toma la decisión de terminar la relación o de buscar concejos con otros amigos. Pero si algunos amigos entran a aconsejar, nunca sus puntos de vista son dados como una imposición, sino como una interpretación alterna que puede o no tomarse en cuenta. La decisión al final solo la toman los involucrados.

Claro, es posible que muchos salten al leer lo anteriormente escrito y digan que existen casos de robo, violaciones y demás que no son tan simples de solucionar entre los involucrados. Y más razón no podrían tener. Pero también debo recordar que en cuanto a la criminalidad social no es de olvidarse que son precisamente las relaciones de dominación estatal, de explotación y acumulación capitalista, de machismo insensato, de totalitarismos culturales y demás, las causas que dan origen a buena parte de estos actos sociales. Cambiar estos ejercicios autoritarios nos permitirán reducir sustancialmente la criminalidad.

Aun así, en una sociedad libertaria es inevitable que habrán disputas y diferencias que se dirimirán apelando a la justicia de la situación, y para este momento si con la aceptación de consensos y disensos no es suficiente, habrá de pensar en otras prácticas de solución de conflictos que no impliquen ni la utilización de la violencia física, ni la negación de la individualidad. Seguramente deberemos afrontar la realidad que algunas personas no puedan ni quieran vivir en comunidad, y para ellos solo se les debe dar el respeto y la solidaridad, siempre garantizando que no vulneren los pactos realizados por otros.

Ahora, en cuanto a la seguridad de la comunidad no podemos más que reconocer que somos nosotros mismos los que debemos garantizarla. Cualquiera que se tome el derecho o la responsabilidad de hacerlo sólo podrá caer en la tentación de utilizar la fuerza para dominar al resto, y esa posibilidad no la podemos permitir. El ejercicio de la fuerza no puede ser monopolio de nadie, y el ejercicio de esta debe ser de responsabilidad y uso de todos y cada uno. Los ejércitos ni las policías son necesarios cuando todos podemos proveernos de la seguridad de forma colectiva, siempre dejando como principio que la utilización de la fuerza solo debe ser un ejercicio de autodefensa, que en la medida de las posibilidades no debe ser avocado.

Volver a la comunidad, la mejor forma de acabar con el estado.

El contrabando como estrategia de evitación de los impuestos.

En una anterior ocasión se habló sobre la objeción fiscal como un accionar anarquista que busca evitar al estado como monopolizador de los presupuestos colectivos. Pero siendo conscientes de la limitación de lo dicho, se entendió que solo se hablaba de que esta estrategia era posible aplicar a aquellos impuestos que la población debía autónomamente realizar, es decir los conocidos como los impuestos directos. Pero lo que se dejaba pasar por la atención era que aquellos conocidos como indirectos afectan tanto o más nuestro bolsillo, extraídos de forma más descarada y silenciosa. Siendo más claros, los directos son todos aquellos que llenamos en formularios que entregamos a los entes de recolección tributaria, pero los indirectos no tienen que pasar por esta larga fila (que hacemos), sino son cobrados incluyéndose en el valor de los productos.

Y qué tipo de productos son los que llevan ese impuesto? Eso depende de lo cínico que sea el gobierno de turno, pero básicamente casi cualquier cosa tiene, en este momento por lo menos, un impuesto de valor agregado mejor conocido como IVA. Si claro, varios de los gobiernos populistas decidieron limpiar su conciencia dejando algunos productos de la canasta familiar por fuera de esta tasa, pero ¿acaso no nos damos cuenta la gran cantidad que no están exentos? Pero bueno, esto no es todo. El mismo momento antes de comprar está marcado por un impuesto: el impuesto sobre los salarios; ¿has visto cuanto te descuentan de tu nómina mes a mes? Estos y demás impuestos, cuyos nombres solo entienden expertos contadores, son precisamente los que nos quitan sin siquiera preguntar y que están técnicamente por fuera de nuestra posibilidad de evasión.

Las consecuencias prácticas de estos impuestos aritméticamente es irónica, porque estamos pagando el valor real producido por los trabajadores, mas, la ganancia extra –robada- que se quedan los patrones de esos trabajadores, y una ganancia nueva que es la que se queda el estado; así que el producto incrementa su valor no solo exponencialmente sino de él logran vivir además del trabajador, que es su real creador, patrones y burócratas parásitamente. A pesar de que solo creamos que esto pasa con los bienes, también pasa con varios de los servicios, o acaso nuestro tiempo invertido cuando trabajamos en un café internet es reconocido con el mísero sueldo que obtenemos, mientras el dueño por rascarse la barriga llega todas las noches a recoger el resto de la ganancia? Bueno pero no solo él se la rasca: también presidentes, senadores y burócratas de todos los niveles viven a costa de tu trabajo (tu trabajo? Acaso te queda algo?).

Más irritante es la deducción que nos hacen en el mismo sueldo cuando, por que el gobierno lo dijo así, el 5, 10 y hasta el más por ciento lo restan de tu cheque mucho antes de cobrarlo. Y nosotros esperando salud y educación, pero lo único que llega es clientelismo y corrupción. Y aun podríamos seguir contando lo que nos deducen cuando utilizamos el transporte público, y sus famosos impuestos al combustible, o cuando pagamos la entrada a alguna diversión. Todas y cada una de esas veces nos están exprimiendo el bolsillo, y nosotros allí, sin hacer nada.

Basta ya, si con los impuestos directos podemos, los indirectos no nos pueden ganar. Ante nada, tenemos que seguir desmitificándolos. Esos impuestos no son naturales, ni mucho menos necesarios, solo son la base material con la que se alimenta el estado para controlarnos. Además, a pesar de lo que nos digan, nunca podrán ser ni la única ni la mejor forma de realizar las obras y ocupaciones comunes, para eso tenemos la autogestión, el apoyo mutuo y la horizontalidad, y aunque parezca nuevamente retorica de anarquistas románticos del siglo pasado, lo real es que hoy más que nunca podemos hacer realidad estos valores.

Acabar con la tributación indirecta puede hacerse tratando directamente con los productores de lo que consumimos, yendo a buscarles antes que sean supermercados o multinacionales los acaparadores de sus productos, generando redes entre grupos de consumo y trabajadores de forma horizontal, no mediadas por los especuladores, que permitan en la relación establecer un dialogo mas allá del que pueden operar las “leyes del mercado”. Inicialmente se puede hacer con pequeños productores, y paulatinamente ir buscando más. Aunque no hay que mentirnos, si no buscamos como trabajadores adueñarnos de las fábricas, ese poder de intercambio siempre será defendido con la clase del patrón.

Aun así, esta posibilidad es una inmensa forma de hacer ver con los productores que darle plata al gobierno es innecesario, y que así como no deben quitárnosla, tampoco debemos dejársela tan fácil para recaudar. Proponer una evitación del impuesto no es tan irreal. La asociación entre los consumidores y los productores es la salida.

Pero hay algo mejor: una práctica ciertamente efectiva que también han satanizado, pero que ahora podemos hacer de ella una posibilidad ética y política: Según la real academia de la lengua española su definición es: Comercio o producción de géneros prohibidos por las leyes a los particulares, y la palabra no podría ser otra: Contrabando. Éste es precisamente la posibilidad de infringirle daño al estado reduciendo la tributación, manteniendo el consumo sin impuesto. Si bien el contrabando es normalmente la introducción ilegal de mercancías desde el exterior, lo cual no debe darnos pena comprar, también lo es hacerle trampa a los bandos del gobiernos, ir en contra de las leyes, hacer y promover Contra–Bandos.

El contrabando es la vía de producir e intercambiar sin que en el medio se materialice la tributación, y esto se puede hacer poniéndose de acuerdo con los productores, pero también promoviendo empresas autogestionarias que vendan directamente sin intermediarios. Otra alternativa es incitar a la informalidad en las empresas, eso si no con la contratación, sino con el registro ante el estado. Si no existe el registro ante el estado, tampoco debería haber tributación y esto permitiría que los precios bajaran progresivamente. El contrabando no solo es una forma de lucha contra el capital, es una enseñanza para generar relación social que no esté mediada por una ley escrita sino por el acuerdo entre los interesados. Es abrir sendas de consensos respetuosos entre consumidores y productores, tan respetuosos que permitan los disensos. Es crear mercado sin aduanas, sin restricciones de acceso más que la necesidad y capacidad de todos.

Crear un mundo sin impuestos es posible, y es tan fácil como empezar a conspirarlo con nuestros iguales.