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La Libertad de Minerva

Ante todo, quiero agradecer encarecidamente a los compañeros del grupo del Taller Jormación Estudiantil Raíces- TJER- por mantener su labor de militancia y propaganda tan extendida, abono de semillas de rebeldía por doquier [1]. De hecho, quiero confesarles que fue precisamente uno de los

seminarios del taller por allá en el año del 99 o 2000 en el que comencé a llenarme de tantas cucarachas en mi cabeza, y precisamente hoy me siento súper alagado que me permitan participar en esta tertulia. En la presente ponencia, quisiera compartir con ustedes una serie de reflexiones personales y algunas colectivas, que han venido rondando las cabezas de libertarios y libertarias bogotanas los últimos años, hijas de militancias de varios años en la universidad, y confirmada últimamente, en mi caso, por mi participación en grupos de investigación y la cátedra universitaria. Quisiera exponer brevemente un análisis sobre la pedagogía actual de las universidades, pero como es imposible escindir esta de la esencia misma de la estructura universitaria tocaré algunos análisis propios de la dinámica de la educación superior, así como de la inevitable condición del intelectual. Comienzo por la crítica porque el análisis antiautoritario de esta institución académica abre nuevos horizontes de discusión, creación y acción que nos permitan vincular las dinámicas de reflexión y conocimiento al proceso crítico de transformación de la realidad, no solo en una postura retórica sino una que nazca de las realidades cotidianas y las luchas sociales. Finalizaré comentándoles que alternativas desde una postura anarquista se pueden establecer a estas instituciones tan anquilosadas y conservadoras, que en el mejor de los casos lo único que están garantizando es la constitución de un nuevo estatus quo donde la condición de intelectual del académico se mantenga como una élite más dentro de la sociedad, articulando y garantizando la estratificación injusta en que se basa nuestro actual régimen social político y económico.

He titulado la ponencia La libertad de Minerva, porque al pensar en identidades y símbolos de la universidad recordé el célebre búho a partir del cual está diseñada la estructura de la universidad de la que me gradué (Universidad Nacional de Colombia), e imaginando en sus alas me perdí pensando: ¿Hasta qué punto este símbolo de la academia -y como ave, también de la libertad de vuelo- se ha venido convirtiendo en un ave de corral acostumbrada a vivir y mantenerse en ese lugar de encierro y postración? y, ¿Cómo sus alas son cada vez menos prometeicos transportes hacia cielos distintos al día a día?. Pensaba entonces que, aunque la universidad ha logrado construir un discurso de independencia y progresismo particularmente en algunas públicas, la práctica de casi la totalidad de sus integrantes está enmarcadas en la reproducción de una de las estructuras de poder mas invisibles y poderosas de la que somos víctimas: el saber. En ese sentido, esta reflexión estará centrada precisamente en como volver esa necesidad-deseo de saber una acción emancipadora y no únicamente una reflexiva y crítica.

Buscando Las Alas Perdidas de Minerva;

Muchos escritores y maestros han reflexionado sobre el papel antiautoritario que debe liderar el camino a una sociedad distinta, pero en la mayoría de estas situaciones pocas han sido las que se han planteado una reflexión a propósito de la pedagogía y la práctica libertaria en la educación superior. Múltiples pueden ser las razones que causaron esto, pero lo importante es notar que la práctica pedagógica, el proceso de creación y reproducción de conocimiento y las cuestiones de investigación que se encierran en los claustros universitarios ameritan que reflexionemos no solo de cómo estamos produciendo el saber sino de cómo queremos producirlo desde una postura antiautoritaria y emancipadora.

Una reflexión anarquista del proceso pedagógico no puede remitirse a los referentes teóricos clásicos únicamente, sino que debe ser capaz de traspasar la realidad y entender la cotidianidad que cada uno de nosotros vive. En ese sentido, el referirse a esta ideología no es enmarcarse en propuestas utópicas solo entendibles en la dinámica del siglo XIX europeo, o de las prácticas del siglo XX que en lugares como España, Rusia, Inglaterra, Ucrania, México y demás hallan acontecido y sentirlas propias por que en estas se enarbolaron banderas negras y se encerraron A(s) en círculos. No, el verdadero sentido no se encarna en la palabra sino en el sentimiento, intención y práctica que hay detrás del ideal. Por lo tanto podemos prescindir de la palabra anarquía sin que eso signifique prescindir del sentimiento antiautoritario; esta crítica no es un cliché más, es una búsqueda de soluciones a la realidad agobiante. Esta es una idea-acción que se basa en el reconocimiento del ser humano como único e irrepetible, en cuya experiencia de vida se encuentra con otros de su misma especie que le complementan y acompañan. Han sido las realidades históricas que hemos vivido como humanidad las que nos han llevado a establecer sistemas en los que esa diferencia y esa posibilidad de proyección como colectivo se han remplazado por la negación del otro defendiendo la individualidad egoísta. Esa negación no solo ha sido un ejercicio singular, sino ha olvidado al otro desposeído, a la otra mujer, al otro sexualmente diverso, el otro sin defensa, a la otra especie, y en nuestro caso al otro que no tiene el conocimiento. Esa condición ha generado estructuras de exclusión que han llevado a vivir en una sociedad de sumisión-dominación en la que cuesta reconocerse como alguien autónomo y solidario, un otro activo que asume su vida y la articula (o defiende) frente al otro.

El pensamiento-acción antiautoritario es precisamente la afirmación de la igualdad de ser distintos, y de la capacidad que esa diferencia nos da cuando actuamos colectivamente. Esta afirmación se basa en defender una relación con el otro a partir de la horizontalidad, del descubrimiento, del dialogo en que se escucha y se propone: desde la posibilidad de la construcción como una acción recíproca. Allí es donde se busca la libertad, en la posibilidad de proyectarme como ser autónomo, encontrarme con otras autonomías que al asociarse de forma solidaria producen el motor más bello y efectivo que como especie poseemos: la cooperación.

Ese ideal que es acción en lo cotidiano se enfrenta a una realidad que dispone unos mecanismos de control que no solo impiden poner en práctica tal motor, sino que obligan a moldearnos desde la competencia salvaje y la producción masiva de modelos de consumo que nos corroen poco a poco como especie. Entonces es cuándo discutimos y rechazamos el mandato por costumbre, y transformamos en nuestro quehacer cotidiano el discriminar por el sexo, raza o condición social afirmando la necesidad de partir del apoyo mutuo y de la autogestión como formas de referir nuestra acción social; una vez asumido estos combates cotidianos encontramos que a pesar de tener la intención-acción de cambiar, estructuras más grandes y poderosas (algunas de ellas visibles otras no) impiden nuestra capacidad innata de ser y hacer por nosotros mismos. Es allí cuando nos encontramos con las estructuras centenarias de dominación que nos afectan tanto inconsciente como físicamente mediante la coerción violenta (simbólica o práctica). No es el momento de describir cada una de estas, pero no podemos dejar de expresar que una en la que se concentran buena parte -no todas- de estas desigualdades es la organización estatal, mayor expresión de la autoridad e inequidad en la que se sostiene por la fuerza la dominación y exclusión de los pocos sobre nosotros los muchos.

Es por eso que la postura fielmente anti-autoritaria no puede dejar de tener en su horizonte este enemigo, siendo consciente que una sociedad igualitaria solo es posible con la total destrucción del Estado, gestando -al tiempo que se le combate- las formas cotidianas y colectivas que remplazan a este leviatán asqueroso.

Allí, detrás de esta idea-acción es que centramos el análisis de las prácticas pedagógicas, pero haciendo énfasis que la pedagogía, como el resto de las acciones humanas, no las podemos desmembrar ni siquiera con fines metodológicos del resto de la maquina social, y por lo tanto cualquier análisis será necesariamente uno de la práctica enmarcada en la sociedad en que vivimos. A pesar que muchos de los centros docentes (en especial los universitarios) se constituyan como burbujas aisladas de la sociedad, en ellos se afianzan y reproducen también los valores -negativos y positivos- que experimenta el grupo social en general. De hecho, y como se tratará de argumentar, es la forma de educación superior estructurada alrededor de la academia y la profesionalización una de las estructuras de dominación social que cimenta sutil pero eficazmente el control y reproducción de la desigualdad: El saber cómo poder, como diferenciación entre los que saben y los que no. La universidad como límite de los graduados y los no profesionales.

Pero ¿Cómo? se preguntaran en este momento, ¿Por qué puede ser reaccionaria mi universidad pública, crítica y transformadora?[2] Precisamente el no hacerse esta pregunta es lo que nos ha llevado a defender radical pero irreflexivamente el carácter Público de las universidades sin tener en cuenta que al mismo tiempo estamos defendiendo un espacio de financiación y acción estatal, en el que habita una élite de intelectuales que reproducen el sistema de calificación profesional que garantiza la existencia de algunos autorizados a ejercer el conocimiento frente al resto de la sociedad ignorante del saber. Aunque detrás de ello definitivamente está un análisis reduccionista, no podemos dejar de decir las cosas por su nombre a pesar que podamos herir sensibilidades ideológicas o confrontar con certezas que se levantan desde las mejores voluntades revolucionarias (de las que creo muchas son profundamente honestas).

Dejar de decirlo, es como si no mantuviéramos en la izquierda la denuncia del trabajo asalariado. Muchos de los que lo criticamos, de hecho devengamos un sueldo y al hacerlo también estamos reproduciendo la relación, pero no por ello pensamos que la posibilidad de agitación, organización y acción deban dejar de hacerse. Si vendemos nuestra fuerza de trabajo es porque no tenemos muchas más alternativas inmediatas para sobrevivir, pero si mantenemos la crítica es porque estamos convencidos que la humanidad puede superar esta práctica vergonzosa, y permitirle a los hombres y mujeres reproducir su existencia material sin ser ni amo ni subordinado.

Situación parecida, con sus matices, sucede con la educación en general y con la superior en particular. Si estudiamos no es estrictamente por una motivación autónomamente generada[3], sino porque nuestro proyecto de vida ha sido definido por ese deber ser en el cual volverse adulto (en nuestra época) está relacionado con graduarse de cuantos más niveles educativos se pueda y acceder a puestos de trabajo correspondientes a nuestra titulación (y nunca nuestra formación, no hay que confundirlo). Muchos de los que llegamos a las universidades somos hijos de clase media cuyo proyecto ideal de vida es ser profesional, y muchos de los que vienen de clases más bajas e ingresan a la universidad lo hacen con el objetivo de ganar movilidad social a partir de la profesionalización. En uno como en otro se asume que el ser profesional es la posibilidad de mantener o acceder a un estatus social que económicamente es mejor remunerado que aquellos que no tienen esos títulos. Pero ese proyecto de vida no es general, es específico para esta minoría privilegiada a la que le es permitido ingresar, mantenernos y graduarnos de los centros universitarios. El ahorro[4] que gastamos al estudiar es un ahorro que solo es posible para familias que lo tienen, y falta recordar cuantos hombres y mujeres una vez salen de la secundaria la única opción que tienen es buscar trabajo para sobrevivir y ayudar a sobrevivir a su familia. Es acá donde debe iniciar la conciencia de lo que está detrás de la educación superior universitaria, pero no puede quedarse allí.

Además de ser una institución que garantiza un estatus social, la universidad acoge una comunidad auto referida cuyo objetivo es hacer un análisis del mundo que le rodea. La academia es la entidad social, legal e institucional que autoriza (como si en este sentido la autoridad indicara una cuestión positiva!!!) el que un conocimiento circule o se aplique a una problemática definida. Tan corto nos hemos quedado en nuestra iniciativa colectiva de producción de conocimiento que hemos dejado que sea una ínfima minoría de la sociedad la que defina cuales son los contenidos, métodos, reglas y en general las medidas pertinentes para entender el mundo que nos rodea. La academia no solo es un problema por ser un ente burocrático que garantiza practicas conservadoras sociales -en cuanto al estatus y el deber ser del intelectual- sino porque angustiosamente justifica la no producción autónoma e individual, la comprensión de lo que pasa en el mundo. Y no es una excusa para volver a la clásica discusión sobre las autoridades necesarias de médicos, ingenieros y arquitectos (donde el mejor argumento que se esgrime es que sin ellos no podríamos tener una buena calidad de vida), es un llamado a preguntarnos ¿por qué no estamos tratando de entender directamente nuestros cuerpos, los lugares que habitamos, el ambiente que nos rodea, las certezas necesarias para lograr comodidades? Son a los especialistas de cada tema a quienes relegamos la responsabilidad de explicarnos lo que pasa. En este sentido es que se ve inmediatamente peligrosa la lógica que sustenta la academia, y es la autorización privativa del conocimiento, es decir, el autorizar que solo unos se preocupen por entender la realidad mientras el resto está atento a su (de ellos) interpretación.

Si miramos a fondo como lo hacen, es decir como construyen el conocimiento científico, tendremos más razones aún para estar consternados por su existencia. En el momento de construir los análisis de sus objetos de estudio, aquellos con la preparación supuestamente indicada, construyen modelos, teorías, proyecciones y demás apelando al estatus de objetividad de sus investigaciones. Pero si no nos dejamos engañar, lo primero que tenemos que advertir es que tal objetividad no existe, y que cada una de las palabras emitidas está sustentada en la formación histórica de cada una de las personas que escribe. Es decir, cuando alguno habla, a través de él está comunicando su condición de clase, género, estigma de raza, ubicación poblacional (rural-urbana), estructuras familiares, sus definiciones sexuales, su postura como especie, su papel frente al medio ambiente, es decir, a través de los argumentos de las personas se entrelazan las ideas y valores que frente al mundo tienen todos y cada uno de los que participan en la sociedad.

Y créanme, no es una exageración; Tomemos un ejemplo: Un médico cuya extracción de clase media fue influenciada por la autoridad paterna, cuyo hogar le impuso una postura heterosexual y defensora del patriarcado, cuyo proyecto de vida sus padres siempre le inculcaron era convertirse en profesional, y tras 12 años de aprender sobre medicalización tendrá muy difícil tratar problemas médicos más allá del diagnostico y asumiendo los síntomas como una enfermedad. No atenderá a la relación social-afectiva-física que produce la variación fisiológica, sino únicamente a sus causas físicas. Poco interés y motivación tendrá este médico por preocuparse de las razones sociales, afectivas, económicas que puedan estar afectando lo que se visibiliza como una cuestión física. Él simplemente prescribirá unas pastas en un papel y le pedirá a su paciente (que como tal es un actor pasivo) que vuelva para un chequeo en algunos meses. Aunque para muchos pueda parecer una exageración, habría que pensar hasta que punto estamos reproduciendo inconscientemente estructuras que para muchos puedan ser, si lo analizaran, profundamente odiosas, el problema es que no nos detenemos a preguntárnoslo. Exagerado pero real, tanto como la misma condición histórica de los hombres y mujeres. Es precisamente esta la que define quienes somos.

Pero no es solo una cuestión de tradición histórica, el problema también radica en cuáles son los principios y metodologías que se aplican a la hora de producir y reproducir el conocimiento. Cuando de producción de conocimiento se habla, tenemos que partir del hecho que nuestra forma de conocer la realidad está profundamente atravesada por esa condición de separación de quienes la estudian, y, aquellas realidades materiales de a quienes (o que) estudian; Cuando cualquier investigación se desarrolla siguiendo como principio la idea de objetividad, el científico que analiza parte del hecho de la externalidad de la situación para lograr entender de forma “neutral” y por lo tanto construir una lectura que considera “real”, es decir acercarse a unas verdades que le permitan entender su objeto de estudio. Aunque para nosotros esto parezca no solo normal sino necesario, habría que preguntarse hasta que punto separar los procesos sociales, físicos, biológicos y demás, unos de los otros, resulta indicado para comprender una realidad donde todos estos fenómenos están íntimamente relacionados e inseparables. Volviendo al caso del médico, su respuesta siempre estará marcada por ese conocimiento puro e incontaminado que le indica que a un fenómeno que se manifiesta de forma fisiológicamente debe atenderse directamente creando soluciones fisicoquímicas que enfrenten las condiciones observadas, pero no está en él la responsabilidad ni formación de indagar y afrontar las posibles causas sociales, económicas, culturales, afectivas y demás que inciden en la persona que se siente mal. Una desnutrición se trata con una estabilización de los nutrientes faltantes en el cuerpo, pero nunca se apuntaría para su solución una transformación social que reparta equitativamente los recursos sociales para que las personas no se mueran de hambre. Acá es donde está el problema de la falta de integralidad al conocer,

Definitivamente esta incapacidad está definida por la falta de sociabilidad real que tienen los investigadores con las personas (y demás seres) a las que les afectará el conocimiento que crean. Los espacios de investigación, desde aquellos de las ciencias llamadas puras como de las humanidades, están completamente alejados de la mayoría de la población (y de sus otros objetos de estudio), y por lo tanto las agendas de estudio están más marcadas por un creer que por un vivir. Desde la academia se interpreta un mundo que casi en la totalidad de las veces no se vive, y se pierde la posibilidad de recoger los intereses, necesidades y condiciones de la mayoría de la gente. Y parte es así porque se considera que la misma autoridad emanada de la tradición académica puede prescindir de esa experiencia de vida ya que entiende mucho mejor lo que estudia que aquellos que lo viven. Cada vez el conocimiento es menos práctico y más teórico.

Esa condición académica es aún más crítica cuando pensamos ¿quiénes son los que más influyen en la definición de agendas de estudio? Cualquier investigador sabe que para poder iniciar su estudio debe partir de acomodar sus proyectos a los requerimientos que exigen las agencias públicas y privadas de financiación, requerimientos que actualmente están más que todo marcados por las necesidades políticas y económicas del estado, así como de los intereses de beneficio propios de las empresas privadas que son las que en muchos casos, si no la mayoría, destinan los recursos. Teniendo en cuenta esta última ya sabemos cuán poder tienen estas para lograr justificar académicamente sus mercancías, logrando el ya sabido reconocimiento de “garantizado científicamente” que les confiere a sus productos un vestido de santidad provocativo para el consumo. Solo falta ver los comerciales de televisión para entender cuanto han prostituido esa estrategia.

Basta con recordar el destino de distintas investigaciones que se han atrevido a retar ese tipo de agendas y posicionado temas sociales, resultados que en el mejor de los casos han sido funcionalizados para garantizar la dominación o irremediablemente dejados simplemente empolvándose en los estantes de las bibliotecas de universidades que las acogen. Allí es donde entendemos como la apuesta de muchos investigadores críticos termina motivando más reflexión crítica pero en la práctica pocas veces logra aportar a un proyecto emancipador de la sociedad. También es el momento de recordar aquellos arriesgados aventureros que por tratar de llevar adelante propuestas revolucionarias han sido separados de sus cargos, criminalizados y encarcelados, y en el peor de los casos asesinados.

Ahora miremos el otro papel de estos centros académicos: reproducir el conocimiento y formar nuevos sabios. Aquí es donde está pensado el tema central de esta charla pero, como ya lo he planteado y argumentado, no podemos desligar las pedagogía de las otras relaciones que enmarcan su tarea. Podríamos afirmar que casi la totalidad de las clases que se imparten en las universidades están resumidas en el ámbito teórico a dos modalidades pedagógicas: la clase magistral y el seminario alemán. La primera como la típica exposición del sabio que imparte conocimiento a los alumnos (palabra que en este caso cumple la definición que del latín nace: alguien que se alimenta), y la segunda como un intento dinámico en el que los distintos participantes de la charla deben aportar su participación descentrando la atención de la figura central del profesor.

Tanto una como otra estrategia manejan la misma esencia de reproducir conocimiento a partir del análisis teórico y analítico de cosas que suceden fuera de las aulas universitarias, de personas y fenómenos que se sienten como externos. Además de ello, una y otra a pesar de su metodología están basadas en la defensa del profesor como autoridad, quien autoriza o no el conocimiento de sus alumnos a partir de la calificación[5]. Esta prioridad le permite definir los temas, las metodologías y formas de evaluación, de acuerdo con sus propias creencias de pureza conceptual.

La cadena de asignaturas encadenadas en un programa de estudio, conllevan a la obtención de un título y esta situación, más allá de ser el final de un proceso, se ve como el objetivo en sí mismo de la estancia en la universidad. Pero está cadena de asignaturas en su gran mayoría ve desconectado el proceso de profesor a profesor, y por lo tanto la comunidad de pedagogos se encuentra más como una serie de micropoderes que se afirman en sus propios feudos que en espacios colectivos de reflexión y análisis. Consolidados los planes de aprendizaje la cadena se extiende una vez más con los planes de especialización, que con las últimas reformas académicas están desplazando muchos de los conocimientos que se pensaban adquiridos en la etapa de pregrado, haciendo el estudio de este nivel no una profundización sino el complemento de la formación inicial. Lo que antes cubría el pregrado, ahora lo comparte con los postgrados. Pero antes que ser esta multiplicidad de programas una expresión de la complejidad del mundo a conocer, cada vez más están siendo funcionalizados en la dinámica del consumo haciendo de cada título una mercancía, y del estudiante un cliente compulsivo que adquiere cuantas más mercancías-títulos pueda para afinar su estatus social y garantizar mayores posibilidades de trabajo en los espacios propios de la élite académica.

Construyéndole Alas de Vuelo a Minerva.

Si bien el panorama que dibujamos es bastante desalentador, no por ello debemos dejar de creer que se sale de nuestras manos la posibilidad de constituir y fortalecer espacios de generación y reproducción de conocimiento que respeten la autonomía de los individuos y los procesos colectivos, y que alienten a reconocer las posibilidades que desde el apoyo mutuo y la autogestión se abren para desmitificar la divinidad del conocimiento y con ella de los poseedores del saber.

Ante todo debemos recordar y asumir que la posibilidad de conocer, enseñar y aprender está al alcance de todos y todas, y que las limitaciones económicas sociales y culturales no pueden aceptarse como barreras que impidan aspirar a comprender y poner al servicio de todos los saberes de nuestra realidad. En este sentido se debe ratificar que para conocer en principio solo se necesita querer, y a partir de ese reconocimiento de la habilidad que tenemos todos es que se inicia el camino de creernos poseedores de saberes y sujetos capaces de comprender y reconocer el mundo en el que vivimos. Para aprender entonces lo único que hace falta es asumir esa responsabilidad que es primero individual, porque nadie más sino nosotros debe ser el medio para apreciar nuestro alrededor, y segundo social en la medida que es esa condición colectiva de creadores la que nos permite a partir del compartir lo recorrido completar aquellos conocimientos que tenemos.

Siguiendo en esa idea, hay que apelar inicialmente a la autonomía, en la medida que solo haciéndonos dueños de nuestros propios cuerpos y realidades es que lograremos desplazar a aquellos que quieren suplantar nuestro lugar en el reconocimiento del mundo. Esa autonomía parte de identificar lo que entendemos, creerlo válido y útil para participar de nuestra existencia. Una vez que nos creemos actores válidos, debemos reevaluar todas y cada una de las limitaciones con las que nos hemos engañado y que nos han impuesto las autoridades en nuestro camino de aprendizaje. Hay que superar esa regla que nos marca: “solo con una disciplina impuesta desde afuera y con coerciones procedentes de otros podemos construir un ritmo de estudio y aprendizaje”. En el proceso de legitimar y hacer validos las iniciativas de autoeducación y de procesos autodidactas que partan de identificar nuestros quereres y proyectarlos podremos solucionar las dudas y darle respuestas coherentes con nuestras necesidades. Si uno de los grandes males que nos ha hecho la educación formal ha sido definir nuestros procesos de aprendizaje personal por los deberes ser del afuera, es hora de volver a creer que tanto nuestras preguntas como nuestras intuiciones son válidas para construir respuestas.

Si en ese camino ya aceptamos que somos poseedores de conocimientos y capaces de articular nuevos, tenemos que dar el siguiente paso que es aceptar que el otro (o las otras) también son poseedoras de saberes y habilidades útiles y validas, que como humanas están marcadas por la rica realidad de la diferencia. En la medida que todos somos distintos, y hemos atravesado procesos de vida diversos, todos y cada uno poseemos una infinidad de herramientas que representan la multiplicidad de valores y creencias de las que somos como especie profundamente privilegiados. En ese sentido hay que partir de la idea del conocimiento como acción social: un campo absolutamente múltiple y plural en el que se encuentra infinidades de posturas y proyectos que, aunque no siempre, pueden retroalimentarse y complementarse.

Habrá que tener cuidado con privar a aquellos que su afinidad o preocupación les ha permitido tener múltiples y más complejos conocimientos. El que todos participemos de la reflexión no puede ignorar que en el camino del conocimiento, como en el resto de los planos de la humanidad, existen personas que se vienen especializando en temas y prácticas. El que nosotros nos creamos posibles para integrar aquellas discusiones no puede ser un desincentivo para que tengamos la humildad de aprender de las reflexiones elaboradas de otros, y que en su debida medida estemos dispuestos a confiar en las intuiciones y conocimientos elaborados de forma juiciosa por quienes así lo crean. Un cuestionamiento constante de lo que vivimos no está en contra de aceptar algunas certezas provisionales, y muchas de ellas seguramente vendrán de la mano de aquellos que más tiempo y preocupación le gastan a algunos temas. Aun así, no debemos olvidar que será solo la realidad práctica la que determine cuales reflexiones tienen más cercanía con los proyectos que integramos.

Tampoco podemos caer en idealismos que desconozcan que vivimos en una sociedad en que el conocimiento técnico y científico manejan una complejidad increíble, y que a menos que estemos dispuestos a empezar de ceros (lo cual no es mi propuesta), debemos hallar puntos intermedios. Aquellos que manejen conocimientos específicos indispensables para seguir el funcionamiento social deben aportarlos, eso sí proyectando a corto plazo las formas específicas en las que logremos hacer no solo más accesible ese conocimiento sino practicable por más personas. En ese sentido, aquellos que mantengan ese conocimiento especializado, tendremos que lograra hacer tanto del lenguaje como de las teorías cercanas e inmediatas a las capacidades de comunicación de todos y todas. Si el lenguaje académico es uno de los pilares para diferenciar a los que saben de los que no, será una prioridad revaluar las formas con las que hablamos, siendo consientes que quienes hablamos de forma complicada somos nosotros y no seguir echándole la culpa a la falta de formación del resto de la población.

De hecho, no solo tenemos que reflexionar sobre palabras y teorías, tenemos que también hacer frente a muchas tecnologías que en sí mismas resultan excluyentes y que constituyen, por su funcionar, mecanismos de dominación social. Las tecnologías aunque no sea tan evidente cargan en si ideología, y buena parte de las que compartimos actualmente están definidas no para hacer más libre al hombre sino para mantenerlo subyugado. En ese sentido, como humanidad tenemos que reflexionar hasta que punto tecnologías que vayan en contra de la naturaleza, de los habitantes del planeta y de la libertad del hombre deben ser revaluadas y hasta dejadas de usar. Buena parte de nuestra inutilidad como seres está afianzada por algunas de esas tecnologías y parte del camino de la emancipación esta atravesado por la creatividad que tengamos al transformar o crear nuevas formas de hacer.

Siguiendo está línea de argumentación tendremos entonces que establecer metodologías de estudio y aprendizaje en la que se valore el aporte colectivo, sin que este sea una excusa para opacar el saber personal. No por ello debemos creer que todos tenemos que estar de acuerdo. Como humanidad diversa, debemos aceptar que las creencias, los valores y los conocimientos no tienen que componerse de una única matriz universal, y que aunque no haya puntos de convergencia, y de hecho hasta puntos irreconciliables, debemos respetar y aceptar esa multiplicidad de saberes. No por ello podemos aceptar tecnologías o saberes que atenten contra la esencia misma del ser humano, y esta es la vida. La diferencia tiene allí su límite, y es el momento en que la diferencia afecta la posibilidad del desarrollo libre y la conservación de la vida. Es por esto que nos ponemos en contra del conocimiento capitalista que alienta la explotación del hombre por el hombre, es por ello que no aceptamos y debemos erradicar los intereses de las investigaciones que solo defienden el lucro privado a costa de la desigualdad social.

No solo hay que pensar en limitaciones económicas. Una práctica científica que pretenda emancipar a los humanos de la desigualdad tiene que tener en su centro el proyecto de eliminar todos los limitantes que la actual sociedad impone a la libre elección y acción, así como aquellas condiciones que van en contravía de la libertad y existencia de otras especies a la humana y desestabilizan el medio ambiente. El saber entonces tendrá que superar las lógicas sexistas-patriarcales, deberá avanzar desde el reconocimiento de la libertad sexual y sentimental, abogará por la defensa de la diversidad étnica y cultural en contra del racismo, reconocerá las limitaciones que significa para los seres vivientes del planeta hacer al hombre centro de prioridad y establecerá una relación responsable y sustentable con el medio ambiente en que habita. Esto al final no es más sino reconocer un pasado compartido, en el que a pesar de que no se le ha permitido participar a todos y todas estuvieron allí siempre. Reconocer esa realidad múltiple es aprovechar lo que todos tenemos, sabemos y hacemos, es aprovechar lo que nos han dejado nuestros antepasados.

Como hijos de esta historia compartida, hay que aprovechar precisamente todos esos descubrimientos y reflexiones que a lo largo de la historia se han forjado. Allí es donde debemos estar muy atentos a denunciar en el plano de las ideas esa nefasta práctica que en otros planos, como tristemente es el económico, ha delimitado la posibilidad de compartir lo colectivo: la propiedad privada. Hay que acabar con el mito jurídico que defiende la idea de los conocimientos como algo que puede ser encapsulado en la autoría de una sola persona o corporación, y reconocer que si un pensamiento se activa solo es posible en la medida que se nutre de otros múltiples e infinitos pensamientos que han sido elaborados por miles y miles de hombres y mujeres a lo largo de la existencia del ser humano sobre el planeta. En ese sentido, hemos de nutrirnos tanto de los conocimientos personales como colectivos no solo de las personas que habitan nuestros lugares más cercanos geográficamente, sino reconocer que la humanidad como toda una familia a pesar de donde viva, y que como tal desde distintos puntos aporta en la comprensión y reflexión de la realidad.

Nuevamente allí es que debemos recoger otro de los principios de la práctica libertaria de la humanidad: la lucha contra las fronteras. Los conocimientos no pueden pertenecer a guetos encerrados en espacios físicos, ni mucho menos a círculos delimitados por cuestiones culturales, políticas, étnicas o sociales. La humanidad es una sola, y en ese sentido los saberes de las diferentes localidades, regiones, países y continentes deben estar al servicio de todos y cada uno de los que habitamos este planeta. No podemos permitir que la patentes de conocimiento, ni las autorías individuales, ni mucho menos la legislación impuesta por unas clases dominantes en un territorio impida que el resto de la población participe de inventos, producciones y tecnologías.

Como lo he expresado hasta ahora, pensar en una pedagogía libertaria es imposible hacerlo desde simplemente plantear una nueva práctica docente; deber partir desde el reconocimiento de cambiar en el discurso y en la acción no solo principios epistemológicos (es decir referentes al conocimiento científico) sino gnoseológicos (naturaleza, origen y alcance del conocimiento). Pero una vez tenido claro esto, es el momento de avanzar en un plano más metodológico.

Si el conocimiento es múltiple y en él todos somos partícipes, la figura clásica del profesor pierde mucho sentido como guía y debe desaparecer (y con ella las lógicas pedagógicas que le acompañan). Una pedagogía diversa debe superar la obligación del currículo, la exigencia de la cátedra y el examinación de la nota. El saber no es un ejercicio de evaluación, sino ante todo de experimentación y vivencia. En este sentido, mantener la idea que el estudiar está relacionado con verse evaluado, con ganar títulos o con acceder a carreras especializadas de investigación debe remplazarse por un compromiso personal y colectivo, en el que la intención principal es transformar constantemente la realidad en la que vivimos, haciendo del saber útil para nuestras comunidades.

Habría que superar esa nube interna que nos hace creer que si no nos imponen disciplina no podremos realizar tareas sistemática y constantemente. El proceso de conocimiento debe estar entonces en primer punto en el compromiso autónomo y responsable, en el que la autodisciplina y la creatividad deben guiar el conocer. En un segundo momento, y si es de forma colectiva que no lo proponemos, debemos construir ese compromiso ya de forma comunitaria. Establecer colectivamente cuales son las metas que responden a nuestros objetivos, cuales son las metodologías que nos sientan más cómodas a todos y aprovechar del potencial personal de cada uno de los participantes.

Hay que superar esa frontera mental y material que nos separa de los demás, y dejar de plantearnos distancia entre nosotros y la gente; Nosotros somos la gente, solo que no solamente nosotros. Hay que retar las capacidades de sociabilidad y atrevernos a identificar necesidades y quereres con otras personas e ir construyéndonos poco a poco como sujetos colectivos. Reconocer nuestra conciencia de clase, nuestra conciencia de género, nuestras conciencias culturales, políticas, sociales, y en último nuestras identidades como humanos. En ese camino de ir encontrando identidades es que vamos a ver como reconocemos al resto de la gente, y como superamos la idea de los intelectuales de un lado y el pueblo del otro, sintiéndonos pueblo y actuando como tal. Si lográramos llevar a las últimas consecuencias este proceder debería de acabarse con la idea del intelectual como alguien distinto, entonces todos seríamos intelectuales y por lo tanto nadie lo sería. Tal distinción desaparecería, todos ejerceríamos sin restricción el trabajo intelectual

En este reconocimiento entonces la práctica pedagógica debe desligarse de los claustros (literalmente espacios clausurados) universitarios y de las academias de las ciencias y atreverse a nacer desde la comunidad, desde los grupos de afinidad, desde los espacios de producción, desde los lugares de consumo, desde todos aquellos espacios en donde se materializa las identidades colectivas. Mantener las universidades como esos espacios cerrados, de investigación de punta pero desapuntada del resto de la sociedad, no solo resulta contraproducente sino que además garantizará reproducir a esta élite improductiva (materialmente hablando) que se especializa en una tarea que es responsabilidad de todos.

Una práctica docente en la que se pone el papel más en la construcción colectiva, y se relega la calificación desconcertante, en que se reta la genialidad sin volverla un simple ejercicio de memoria, donde los resultados de la práctica se muestran en la cotidianidad más que en un resultado de nota. Atreverse a ver el estudio como algo más que la evaluación vacía y olvidar el examen como termómetro del pensamiento. Una práctica que nos convierte a todos en docentes y alumnos al mismo tiempo, prescindiendo de la guía de un elegido y proyectándonos a todos y todas como capaces de escuchar, producir y reproducir conocimiento.

En este sentido no estamos hablando de algo utópico o inexistente; afortunadamente aún se mantienen muchos espacios de producción y reproducción dentro de distintas comunidades que hacen de este ejercicio parte de su realidad cotidiana. Basta pensar en el conocimiento ancestral de los indígenas, en las escuelas de formación de sindicatos y asociaciones campesinas, y de espacios como en el que estamos precisamente en este momento que se construye desde las intenciones colectivas de quienes organizan, quienes nos sentamos en la mesa y quienes escuchan. Pero todos sabemos que no es suficiente; es necesario avanzar en la generación de espacios libres y solidarios de producción de conocimiento, en los que podamos reunirnos y gestionar colectivamente no solo el conocimiento sino también la enseñanza y el aprendizaje.

No se está hablando de nada que no podamos, de hecho las experiencias como las que en este momento vienen desarrollando el Centro de Documentación Ácrata y el Colectivo Mercando Juntos en el Centro Social de Bogotá, están motivadas precisamente por esa idea de encontrarse a partir de afinidades, aprender colectivamente y compartir desde los deseos de todos y cada uno. Pero no solo ellas; la misma idea de TJER de poder establecer bibliotecas autónomas en las cárceles, o de los compañeros del colectivo Vía Libre de abrir un archivo anarquista colombiano (sin olvidar sus seminarios de auto-formación), y en general las propuestas y acciones de distintos colectivos que desde la acción directa y la autogestión se plantean el encontrarse y construir juntos una comprensión de la realidad.

Si quisiéramos ir más allá, porque no plantearnos la posibilidad de poner en funcionamiento universidades libertarias, en las que podamos reunirnos para aprovechar el conocimiento colectivo y además practicar desde las distintas intenciones formas distintas de aprender y enseñar, de conocer e indagar, en las que sus principios básicos se fundamenten en la autogestión, la autonomía y el apoyo mutuo? Universidades no alejadas de las comunidades sino producto de ellas. Una experiencia de estas sin el tutelaje estatal ni el ánimo de lucro puede provocar la generación de distintos espacios de formación y acción en áreas tan distintas como, si lo piensan, las que
manejamos muchos y muchas: Cocina, idiomas, diseño y arte gráfico, serigrafía, historia, redacción y composición de textos, y hasta por qué no pensarnos en cosas útiles y necesarias para mucha gente como: arquitectura popular, medicina alternativa, administración y contabilidad para proyectos sociales…

Si las manos las voluntades y la energía estuvieran dispuestas, podríamos atrevernos a construir infinidad de conocimientos y prácticas, aportando desde los saberes múltiples a la generación de procesos emancipatórios y ante todo, haciendo de nuestra cotidianidad una de libertad y solidaridad, germen único de una sociedad sin dominación. En este sentido, el ejercicio de la producción y reproducción de conocimiento es una propuesta activa, una reflexión que se convierte acción y que busca sacar de la pasividad a muchos espacios más burocráticos y teóricos que tienen relegado el conocimiento a la inactividad. Allí es que el saber se convierte más en hacer pensante que en pensar reflexivo, una actividad que devuelve a la crítica el papel cotidiano en el que pensar está atravesado por el pensar para, y menos en la reflexión en sí misma. Entonces las palabras se convierten en armas más que en retórica, y en proyectos sociales más que libros a leer. Cuando las palabras dejan de ser letras y se convierten en dardos cargados de futuro, poesía que deja de ser menos lírica y más calle, conocimiento sorpresa que alienta la creatividad y que se atreve a edificar barricadas de lucha.

Si queremos que Minerva vuelva a volar, si es nuestro objetivo que ese búho crezca y arrope con sus alas un nuevo vuelo de libertad, tenemos que encargarnos de que todo principio de divinidad se pierda, que la autoridad que encarna el conocimiento pierda su sentido mientras nosotros logramos constituir uno nuevo a partir del trabajo autónomo y comunitario. Hay que permitir que Minerva se escape de los Dioses que la atan, hay que hacer que ella misma renuncie a su deidad y que se atreva a ser uno más en este camino de hombre y mujeres libres. No es suficiente con seguir creyendo que estamos libres de culpa por qué tenemos las mejores intenciones y queremos hacer de nuestros espacios de estudio lugares de crítica y construcción alternativa. El problema no solo es nuestra intención, sino toda la carga ética, política, económica y social que sustenta a la Universidad, y particularmente a la Academia.

La única forma de generar una pedagogía realmente liberadora es que esta se enmarque en un proyecto liberador social y quienes le apostemos a una pedagogía antiautoritaria también estemos dispuestos a apostar por una sociedad antiautoritaria. Mantener espacios liberados, trincheras autónomas desde donde criticar no es suficiente; Si queremos comprometernos debemos hacerlo no solo con lo específico, debemos lograr apropiarnos de nuestra realidad y hacer de ella un espacio de creación libre de autoridad y dominación.

La respuesta está primero en nuestras manos, luego en la capacidad de gestionarla colectivamente, y por último en la capacidad de defenderla y garantizarla frente a los mercaderes de la muerte que solo ven al hombre como una parte más de una máquina de ganancia. Un mundo nuevo solo es posible si el mundo en el que estamos actualmente lo vivimos de una forma distinta, solo es posible si somos conscientes que la libertad es una agenda de presente, y no una promesa bíblica para el futuro de nuestros descendientes.

No es suficiente con gritar a estudiar y a luchar, es hora de construir, compartir, arriesgarnos a crear distinto, y por supuesto, estar dispuesto a defenderlo frente a los mercaderes de la muerte.

[1] Ponencia presentada el 18 de mayo del 2011 en la sesión Pedagogía Anarquista del seminario Pedagogías criticas y emancipatorias, organizado por el colectivo TJER. Agradezco a los compañeros del Centro de Documentación Ácrata, así como a Éric, por el aporte crítico a un borrador previo.

[2] Y propongo esta pregunta porque precisamente muchos de los que asistimos a este tipo de eventos, también nos encontramos en la calle cuando de defender la educación pública se trata.

[3] Habría que recordar que en este sentido la familia es uno de los lugares de reproducción de este sistema, en la medida que son nuestros padres los que nos trasmiten valores que a su vez les fueron transmitidos por sus papas. Sí para muchos es normal pensar en la profesionalización es precisamente porque desde pequeños nos asociaban constantemente el crecer con el “ser alguien” lo que normalmente significaba estudiar “algo”.

[4] Siempre es un ahorro porque es un dinero que logran obtener aquellos que pueden ganar más que lo que se necesita para reproducir la vida material. Si pensamos que la riqueza es un producto generado socialmente entonces el estudio escolarizado solo es posible para los pocos que poseen el excedente que normalmente está en relación con la escasez de los muchos.

[5] Siendo la calificación, como la profesionalización, tan normales y aceptadas es necesario rebatir la necesidad y utilidad de su existencia. Hay que preguntarse ¿por qué?, ¿para qué? y ¿cómo? se evalúa, y al responderlo hay que estar pendientes de la altísima carga subjetiva de quien emite el juicio.

¿Anarquistas dentro del estado?… siguiendo la discusión.

Respuesta al texto:Anarquistas dentro del estado, publicado por Isauc en:
http://www.alasbarricadas.org/noticias/?q=node/16549

Querido Isauc, tu reflexión me ha llegado en un momento muy particular, por que durante la última década no solo he militado en el ambiente libertario en Colombia, sino que también milite durante mis años de estudiante discutiendo la importancia del conocimiento y la función social de las universidades (y esto teniendo en cuenta que la universidad en que estudie es una de las mas críticas y rebeldes, constituyéndose como una escuela de lucha y reflexión). En los años posteriores a terminar mi licenciatura creo que ideológicamente me he radicalizado en cuanto a mi postura frente a la universidad, el conocimiento y la academia (tres cosas cruzadas pero diferentes). Pero ahora mismo estoy en un momento que en la práctica no soy muy coherente con mi postura y ya veras por que.

Te escribo por que si así lo quieres podemos intercambiar nuestras posturas en el debate de lo que significa una postura anti-autoritaria, una militancia anarquista, o una reflexión insumisa anti-élitista frente a la singularidad de la producción y reproducción del conocimiento, las instituciones existentes involucradas en esto, las implicaciones políticas, y en general, la necesidad de volver las reflexiones teóricas acciones practicas de transformación social. Creo que mucho de lo que decimos los intelectuales, seamos estudiantes o profesionales, muchas veces funciona como una válvula de escape de nuestra condición de élite, que como iconoclastas nos corroe consciente o inconciente, pero muchas otras veces nuestras palabras son solo una justificación política para sentirnos bien con nosotros mismos, sin cuestionar nuestra condición ni nuestros privilegios.

Y digo élite por que precisamente es de ahí que parte mi crítica a tu defensa a ultranza de la universidad. A muchos quienes analizamos la realidad desde una visión materialista nos acusan por que tendemos a ver el mundo económico como una suma cero, y tal vez deberíamos atender a tales criticas observando, sin caer en posturas idealistas o postmodernas, los puntos vacíos de nuestros dictámenes. Teniendo en cuenta esto, no puedo dejar de pensar en que significa el trabajo intelectual en la sociedad del kapital en que vivimos ahora, y cual es la condición económica que garantiza nuestra existencia. Últimamente cuando pienso en lo que produzco siento la profunda necesidad de recordar que casi ninguna de mis producciones intelectuales implican una utilidad básica a cubrir, y lo que pueda yo producir no es necesario en términos justos para la reproducción de la sociedad (solo para aclararlo soy historiador). Y aunque esta visión es bastante negativa y deterministas de las necesidades básicas materiales, aun así me hace pensar que a pesar de eso que produzco, aun así llega comida a mi mesa, luz agua y gas a mi casa, puedo transportarme (en medios públicos o privados) o cuando quiero “divertirme” hay una cerveza y un cigarrillo en mi mesa.

La respuesta es simple, hay algunas personas que si producen cosas que utilizamos los demás, que sin ellas tal vez no podríamos vivir (ya se, saquemos la cerveza y el cigarrillo…), y la producción de estas como mercancías (que es en términos prácticos como podemos nosotros, quienes no garantizamos nuestra autogestión, acceder a ellas), nos permite tenerlas como objetos comerciales que yo puedo comprar. Y cuales relaciones de producción están detrás de esa producción?, pues lo sabemos, explotación, robo e iniquidad sobre los productores que no son dueños de los medios de producción (que hoy día siguen siendo la mayoría). Y cuales relaciones están dentro de nuestra relación de producción de conocimiento? Nos roban nuestro trabajo los dueños de los medios de producción? Podría trasladarse la figura clásica y ortodoxa de esta relación social para la producción del conocimiento?. No estoy seguro, no se que tanta explotación recaiga sobre nosotros intelectuales, y como podamos afrontar tal condición como trabajadores (?) intelectuales. Aun así, al final del mes nos llega el cheque de nuestro salario, y no puedo dejar de pensar entonces que en ese cheque esta parte de lo que le quitan a los productores reales (materialmente hablando), y que nosotros hacemos uso de este ahorro social a pesar de la desigualdad de su origen.

Pero y si no producimos cosas que los demás consuman “necesariamente”, como es que mantenemos aun así nuestra condición?. ¿De donde provienen los fondos que nos permiten formarnos, que nos permiten investigar, que nos permiten tener una vida como intelectuales?. Ahí es donde empieza tu reflexión, cuando buscas las palabras para defenderte del, para mi acertado, cuestionamiento que formula tu amigo: como conciliar el ideal anti-estatal con la garantía que este da a nuestra educación?. Claro ante esta provocación, y cuantas veces no la hemos tenido que sufrir quienes combinamos la contradicción de ser militantes anarquistas en una universidad estatal, tu respuesta es defender la posibilidad del acceso a la (buena) educación, independiente de quien sea su proveedor, invitando a la defensa del “derecho” a la educación. Pues bueno acá se reúnen dos cuestiones que me parecen fundamentales y que es necesario desarrollar con mas cuidado.

La educación universitaria a la que estas apoyando no es mas que una forma histórica concreta de formación social que responde a la realidad en que se produce, es decir, no podemos desvincular la educación de este momento de su objetivo fundamental: producir profesionales. Esta educación, en la que el estado o las entidades autorizadas por el garantizan el “conocimiento” de un oficio (o arte) mediante un título, no esta liberada de las necesidades que la misma sociedad, y mas concreta los actores vinculados dentro de las prácticas laborales hacen de este mercado de las profesiones. Y acá hay que puntualizar: educarse en este momento no significa una cuestión altruista de conocer, significa seguir una serie de cursos que te llevan a conseguir un titulo, que sirve para ejercer una profesión especifica. No quiero quedarme en la varias veces explorada reflexión sobre el conocimiento-poder, sino quiero en este momento hacer notar que lo que hay detrás de esta estrategia es funcionalizar la educación para las necesidades de vinculación laboral. No se conoce para aprender, se conoce para trabajar.

Pero hay que ir un poco mas allá, la profesionalización de la realidad nos esta conduciendo a limitar nuestra acción social por que hay alguien mas autorizado (profesional) para hacerlo y debemos contratarle para poder solucionar nuestra necesidad social. ¿Quien regala su conocimiento o su oficio? Muy pocos idealistas como nosotros, de resto a los profesionales hay que pagarles. Pero esa autorización explicita además resulta en la composición de una elite intelectual que vive de su profesionalidad, y esto es algo que convierte a esta ejercicio intelectual y a esta realidad profesional parte de una relación desigual que mantiene a la sociedad dividida. Y en este lugar respondo explícitamente a mi realidad colombiana, en la que la posibilidad de ser profesional esta restringida a una minoría de privilegiados, de la que aunque incomodo hago parte. Así las cosas, se hace una nueva distinción entre quienes asistieron a la universidad y por ello son profesionales, y de quienes por su condición económica no lograron acceder a un titulo y deben quedarse con los trabajos que no exigen una titulación. Vaya problema, allí nos estamos enfrentando a una élite que se va formando para ser exitosa, proporcionando sus calificados (y por ello mas costosos) servicios a el resto de la población.

Y yo tengo claro que no somos en principio culpables de esta condición ya que desde pequeños nuestros padres, los medios de comunicación, la escuela y demás nos insistieron hasta el cansancio que teníamos que tener un proyecto de vida que pasara de la escuela a la universidad, y de esta ultima a la vida profesional. La profesionalización de nuestra vida nos fue enseñada desde muy pequeños como sinónimo de éxito, de realización, y, como no, de progreso personal. Lo que no nos dijeron explícitamente es que ese éxito, esa realización, ese progreso solo podía ser posible si unos pocos lo lograban, para así disfrutar del prestigio que significa pertenecer a una élite.

Claro, pero tu defiendes la formación intelectual de las personas, y se que lo haces desde los valores humanistas que identifican a cualquier anti-autoritario, pero asumes que la única forma de garantizarlo es por medio de la educación universitaria, a lo que yo quiero decir: No es verdad, hay otras formas de formación, de construcción y de reproducción de conocimiento, solo que quienes estaríamos dispuestas a materializarlas seguimos tercamente tratando de salvar el carácter critico de las instituciones productoras de títulos, sin renunciar a la misma lógica de la profesionalización. Y acá creo que radica nuestro error.

La segunda cuestión tiene que ver con el carácter público de la educación. Se que una de las reivindicaciones más fuertes que aparecen cuando hablamos de los temas públicos, es defender el carácter colectivo de instituciones que en este momento controla el estado. Cosas como la educación y la salud pública, la generación de nuevo conocimiento y de infraestructuras de vida. Y cuando algunas de estas “garantías” que hasta ahora ha controlado el estado se ven amenazadas por el fantasma de la privatización la respuesta inmediata es defender el carácter de lo público y hacer precisamente el llamado que diriges, a defender el derecho que hemos recibido de las luchas de nuestros antepasados.

Pero yo cada vez más creo que ha sido el dirigir nuestras luchas en la perspectiva de los derechos lo que ha limitado la posibilidad de construir alternativas reales para solucionar las inquietudes sociales que no estén atravesadas por la participación estatal, y que una falta de lectura estrategia clara nos impide darnos cuenta que la lucha social podemos desarrollarla dando la lucha contra el estado, liberando los espacios públicos del control estatal, y haciendo de estos espacios propios para el ejercicio de la emancipación y la libertad humana.

Ahí es donde no solo mostrarse critico frente a la gestión de lo publico es necesario, sino acompañarlo de propuestas claras de gestión popular, de gestión directa, de autogestión. Pero estas discusiones deberían estar atravesadas de pensarnos realmente el para que la educación, y en donde desarrollarla. Solo como preguntas pienso en si las instituciones universitarias no remplazan la posibilidad de generar conocimiento y formación desde los espacios propios de vida te todos: el lugar de trabajo, el lugar de vivienda (barrio), el lugar de ocio. Y me lo pregunto por que aveces creo que la misma institución universitaria limita la posibilidad de socializar el conocimiento, y de hacer plural y colectivo su creación y ejercicio. Que tal si en vez de pensarnos la lucha por el derecho nos pensamos la lucha por el ejercicio libre, por la des-profesionalización, por la construcción de conocimiento a base de apoyo mutuo-autonomía.

Ahora, lo último en cuanto a esto que tendría que decir es que seguir en la lógica de los derechos no solo nos determina nuestra acción social, enfocándola hacia el estado que es el que garantiza los derechos, sino que nos hace validar además de los derechos los deberes que tenemos como ciudadanos, por que al final asumir la lógica de derechos es asumir la macabra lógica de la ciudadanía. Deberíamos estar proponiendo la superación estratégica y táctica de estas categorías y realidades, eso si desde una perspectiva ácrata.

Querido Isauc, se que tu intención es completamente libertaria, pero precisamente seguir preguntándonos mas y mas nos permite estar mas cerca de una sociedad distinta. Pero claro, no solo basta con preguntar, también tenemos que hacer, y aunque siempre queremos encontrar esa musa casi religiosa llamada coherencia no siempre es tan fácil. Tras retirarme de una maestría que estaba haciendo, precisamente por reflexiones personales como las que acá te expreso, volví a mi país a buscar trabajo en un oficio menos intelectual, con la triste realidad que aunque podía conseguirlo tenia la opción de pagar la deuda que me significo la maestría si me vinculaba por unos meses a un trabajo universitario. Así que acepte una cátedra en una universidad privada, con la esperanza de que cuando ya tenga pagada mi deuda pueda hacer lo que se me de la gana. Esta postura no me enorgullece, aunque tampoco me hace sentir completamente extraño con mis ideales, al final tomo el trabajo universitario como eso, un trabajo, a pesar que en la práctica siga validando toda esa institución de mierda. En mis tiempos libres ando conspirando con amigos afines (no todos anarquistas) la constitución de un centro de investigación independiente que pueda hacer investigación sin necesidad de la financiación estatal o privada, y que pueda pensarse en la generación de conocimiento autónomo, rebelde y transformador.

Me sigo lavando la conciencia? Tal vez, pero creo que vale la pena intentar así sea limitado.

Manifiesto urgente por un conocimiento practico y diverso.


A continuación se presentan algunas reflexiones nacidas del trasegar por las aulas universitarias y del desencanto que genera ver reunidas tantas personas con el deseo de interpretar del mundo, que terminan no solo alejándose de la realidad sino ademas garantizando una estructura de producción de conocimiento que se cimienta en la privación de este a buena parte de la población. Aunque son muchas de ellas ideas sueltas y al final es un documento de trabajo en el cual seguramente seguiré descargando futuras inquietudes frente a propias dudas acerca del conocimiento, espero que estas ideas iniciales por lo menos generen provocación a un debate que, mas allá que las ideas expuestas hagan parte de una frustración personal, creo tocan temas profundamente urgentes en el quehacer y pensar de personas a las que no solo les interesa el conocimiento del mundo sino también su transformación. Ese empeño en el que muchos, algunos de nosotros más retorica que prácticamente, nos hemos comprometido se hace tan necesario en este momento en que la misma academia, y particularmente las ciencias sociales, atraviesan un momento en que el imperio del idealismo representado en las mas audaces posturas posmodernas y los tercos planteamientos de resistencia intelectual especialmente asociados con interminables neo de posturas neo-marxitas se mantienen realizando ejercicios intelectuales estériles alejados de la practica colectiva, no responden a la búsqueda de soluciones al conflicto social en que nos mantenemos, y por lo tanto, sustentan de facto el régimen de dominación y exclusión que reina casi en su totalidad por los diferentes rincones de la tierra.

Ojala más que un exorcismo este documento sea un punto en el tejido discursivo y en la invitación a la acción, y que encuentre no solo oídos comprensivos sino cerebros provocadores que hagan a nuestras ideas volver a la realidad que compartimos con el resto de la población y no solamente a la realidad que hemos pensado existe, pero que solo esta ahí en modelos de interpretación. En un primer momento deseo plantear algunas reflexiones frente a la producción de conocimiento en particular y el lugar privilegiado que tiene en nuestra sociedad la academia como fuente de esta producción. En un segundo momento se plantearan algunas cuestiones relativas a la reconstrucción del pasado desde una postura antiautoritaria, y aunque se toma la historia como referente, resultado de mi particular proceso de formación, creo que las ideas acá expuestas podrían servir en diferentes ámbitos y problemas de las ciencias sociales. Aunque puede verse difícil la conexión que se hace entre la critica al trabajo intelectual y la reivindicación de una forma diversa de pensarse el pasado (que también es trabajo intelectual), se ve necesario integrarlo en un mismo documento en la medida que no se esta peleando contra la construcción de conocimiento sino contra una que particularmente garantiza la acumulación abusiva de unos pocos frente a las limitaciones de vida de los muchos. En ultimas defiendo la producción de conocimiento para una sociedad libre, en que el saber no implique privación, y, el conocimiento aliviane las cargas sociales de tal forma que la mayoría de la población pueda acceder a unos básicos que le permitan disfrutar el mayor tiempo para ocuparlo en las cosas que mejor le plazcan. Como a mi una de las cosas que mas me placen es el conocimiento del pasado apuesto a una teoría científica de corte antiautoritaria, mientras sigo en la búsqueda de formas mas prácticas de aportar socialmente.

I.

Hacia una critica

del trabajo intelectual.


El conocimiento como objeto de deseo y necesidad social.

La ciencia como conocimiento objetivo del mundo debe morir. El conocimiento del mundo lo hacen seres interesados, sea como individuos o sea como proyectos de sociedad. Esto no hace inútil o imposible el intento sistemático de entender la realidad, ni mucho menos deja de ser urgente el avanzar en comprender, de distintas formas, lo que creemos es real. El dictamen de una única verdad, cimentada en autoridades o en purezas metodológicas solo puede ser mantenido por el poder de industrias editoriales que se vean reflejadas en los intereses del escritor, de medios de comunicación que promuevan visiones afines a los de sus propietarios, y por comunidades de conocimiento-poder, como la actual academia, que avalen autoridades sagradas de formas particulares de ver lo que creemos es real. Pero esta muerte no es el asesinato en general de las ansias de conocer el mundo que le rodea, materialidad que existe independiente del análisis del que investiga, sino el asesinato de los debates cerrados, de las verdades acabadas y de las autoridades del pensamiento que creen que su visión del mundo es la mejor por que no esta atravesada por debilidades políticas e ideológicas, por esos mismos que afirman con la boca llena de ilusiones que el conocimiento nada tiene que ver con las relaciones de poder que se encuentran en la sociedad, y, que no quieren aceptar que en general sus visiones corresponden a la experiencia vivida gracias a la posibilidad de pertenecer a la clase en que nacieron o a la que ascendieron o peor aun a la que quisieran pertenecer y van abriendo la puerta con el coqueteo de sus versos.

La cárcel del conocimiento académico, es decir, la especialización de la producción intelectual apoyada generalmente en el aprovechamiento del excedente social creado por los productores materiales, es un centro de reclusión del conocimiento al que pronto habrá que tirarle las paredes y fundir para siempre los barrotes que la encierra. Esta se mantiene gracias a relegar a quienes producen materialmente a su condición de artesanos, prohibiéndoles en términos prácticos su capacidad de opinar, por el simple hecho que hay profesionales autorizados para “analizar”. El asalto y final a esta cárcel, tendencia que debería seguir en general cualquier lugar de reclusión social físico o mental (penales, psiquiátricos, conventos), es necesario en la medida que mantener a una élite productora de saber lo único que garantiza es la ignorancia y desconocimiento de la realidad de las grandes mayorías ya que al constituir lenguajes extraños, teorías lejanas, esquemas complejos y faltos de accesibilidad se hace necesario que siempre se vuelva a los mismos sabios todopoderosos que por su condición de tal manejan el control de la opinión amparado en palabras altisonantes como “Análisis”, “Modelos”, “Progresión”que esconden tras de la complejidad unas explicaciones que si nos lo propusiéramos todas podríamos entender con un lenguaje más sencillo.

No por ello se está invitando a acabar con la afinidad individual con temas y formas de entender el mundo, ni mucho menos se pretende una anti-utopía en la que todas seamos uniformes sabiendo lo mismo y con los mismos intereses. Que cada cual se preocupe por el área de conocimiento que más le interese, y que en la medida de sus posibilidades y gustos se informe y comprometa con la ampliación de lo conocido en esa área. Pero la opción de la libre y necesaria exploración personal de áreas de conocimiento, sean diversas o particulares, para que sea posible como una oportunidad social tiene que basarse sobre la garantía de las puertas abiertas del conocimiento ya acumulado por sea en libros, memoria, recuerdos tradiciones y mitos. Cualquier autoridad que restringa la posibilidad de acceder a estos conocimientos -sean profesores curas chamanes o políticos- debe ser combatida como usurpadora de un acumulado colectivo. Nadie puede llamarse propietaria de lo que ha colectado la humanidad ni restringir al resto su uso.

Acabar con la reclusión del conocimiento es afirmar la existencia simultanea de diferentes formas de conocer. La tradición racional moderna ha inventado y pulido el método científico como estrategia de entender y explicar el mundo y ha demostrado que para muchos de sus descubrimientos y aplicaciones ha sido una forma de acercarse a lo real bastante aplicada y útil. Pero aunque cierto sea ello no se puede por esa “efectividad” dejar de lado otras formas no científicas de comprender y explicar el mundo que han practicado y aun reivindican distintas comunidades humanas. Hacerlo significaría mantener la prepotencia de los grandes catedráticos que creen que son los únicos que pueden explicarle la realidad al mundo, como si hubiera un mundo que los estuviera esperando afuera de sus oficinas cuando terminan sus estudios manteniendo grandes pancartas y haciendo grandes jolgorios por la verdad por fin revelada. Es precisamente contra cualquier tipo de prepotencia -académica, obispal, parlamentaria- que se tiene que levantar una reivindicación antiautoritaria de producción y socialización del conocimiento.

El conocimiento como inquietud social debe partir del reconocimiento de los conflictos de intereses que comparte la humanidad, pero así como debe reconocer estos intereses también debe estar al tanto de las necesidades sociales. El conocimiento no puede únicamente ser placentero a nivel individual, tiene que, como acto social, ser útil tanto para quienes lo hacen como para quienes lo reciben. Cuando deja de ser útil aparecen nuevas necesidades de comprensión, nuevos derroteros a conocer y nuevos paradigmas que buscar, entonces necesidad de nuevo conocimiento. En ese sentido no puede mantenerse estático, siempre es una onda expansiva y retraída que responde a las necesidades de describir el mundo. La utilidad no puede estar medida por los caprichos individuales o las percepciones bien intencionadas de quienes suponen están haciendo correctamente las cosas; la utilidad tiene que corresponder al bienestar de la sociedad en la que se vive, es decir debe responder a la pregunta: ¿hasta que punto la sociedad en la que vivo se ve beneficiada por lo que produzco?. Aunque hay que tener cuidado, no puede terminarse tampoco en la justificación de dictaduras sociales por venir, aplacadoras de la individualidad y el deseo particular. No debe ser la responsabilidad social un sufrimiento ni tampoco el único fin de la vida de nosotras. De seguro si se logra equilibrar mejor las cargas en la acción social, dejando atrás “robos-explotaciones” y “élites-mesías”, será mucho menos el tiempo que invirtamos en el cumplimiento de esta responsabilidad, y sera real la posibilidad de ocupar el tiempo libre en cuanta cosa nos de la gana, por que en ultimas la única sociedad verdaderamente libre no es aquella en la que la libertad sea garantizada solo por las posibilidades accesibles sino por los deseos realizables.

Eso que llamamos conocimiento y que en muchas ocasiones termina asociado con individuos no es más que, hablando desde lugares habitados compartidos, la acumulación racional e irracional de ideas, experimentos, vivencias y sensaciones, todas ellas experimentadas por muchas personas. Nunca un conocimiento nace innato de ideas únicas de un solo hombre o mujer. Por ello la idea misma de propiedad intelectual no tiene sentido. De hecho si ya la sola idea de propiedad es un robo, al pensarla desde la apropiación de la producción mental es más aun atraco, en la medida que quien dice que inventa algo olvida que para inventarlo tuvo que basarse en conocimientos y pensamientos de muchas otras personas. El conocimiento por lo tanto es uno de las pertenencias colectivas mas sociales que posee la humanidad en su conjunto, y todos estamos en su particular proporción colaborando en la ampliación y complejidad de este.


La academia como élite particular e ignorancia social.

Si la construcción del conocimiento es una empresa colectiva en la que todos participamos, el hacer profesional la producción y reproducción de una parte especifica de este conocimiento, avalada por la academia, en lo único que resulta es en la privación de la participación colectiva de ese conocimiento. Será el profesional un nuevo sujeto de acumulación y lo que sabe resulta oficialmente inaccesible para el resto de la población. Esta empresa de coartar la producción individual de quienes no son profesionales solo es posible en la medida que instituciones que tienen restringido su acceso a solo partes de la población certifican no el conocimiento sino la vinculación a la institución. Al final conseguir un titulo que certifique una profesión no es valido si este no está amparado por una entidad que certifique su legalidad (legalidad fundada en las mismas normas que garantizan el estado de exclusión que solo le permite a unos ingresar a las aulas). En este sentido las instituciones educativas tipo colegios, institutos universidades operan como espacios de autorización burocrática de la creación de conocimiento: no podemos olvidar que a un académico no lo hace su conocimiento sino sus títulos, alguien con un mismo conocimiento pero sin títulos no tiene el mismo reconocimiento, tal vez tiene otro pero no el mismo que socialmente se deposita a los académicos.

Esto no hace que las instituciones en si mismas sean malas o buenas, por que a las instituciones no solo las hacen las burocracias, las leyes o las normas, a las instituciones, y esto en mayor medida, las hace quienes recorren las aulas las cafeterías y los pasillos. No por ello puede olvidarse que si se quiere hacer útil, social y mutuo el conocimiento la producción y la reproducción tiene que salir de las instituciones, y esa también es una responsabilidad de quienes están en ellas. Mientras tanto quienes están afuera son responsables de ejercer libre y autónomamente la posibilidad de conocer e interpretar la realidad sin esperar que ninguna comunidad académica le autorice a ello.

A este punto alguien seguro estará pensando: ¿y acaso no son necesarios los médicos titulados. Arquitectos certificados, ingenieros autorizados y abogados que conozcan bien las leyes?, pues es dramático decirlo pero solo son necesarios para los que vivimos en sociedades obsesionadas con los títulos y no con el reconocimiento por el trabajo, los que depositamos nuestra creencia, como un acto de fe, en un titulo universitario. Cabria recordar que quienes hemos ido a las aulas sabemos que no se requiere de aprender rigurosamente los contenidos enseñados, sino ser lo suficientemente atento para aprobar las materias así sea mediocremente (vaya mierda para los que confían en los médicos que se durmieron precisamente en la clase correspondiente a su dolencia). La respuesta es no, no son necesarios las titulaciones para ser medico, los certificados para diseñar casas ni las autorizaciones para construir puentes, y válgame llamar la esencia del inexistente dios para ratificar sin tapujo que si algo no necesitamos es a los abogados, no los queremos por mas buenas personas que sean, y ojala no lo tomen a mal (podrían haber escogido otra profesión!).

Y afirmo que tales certificaciones de conocimiento no son necesarias si por una parte logramos liberar al conocimiento haciéndolo accesible a la totalidad de las personas, y por otra aquellas personas que han decidido aprender mas de algunas ciencias no demuestren su valor social por su prepotencia titular sino por su utilidad al compartir con los demás esas cosas particulares que muchas no sabemos, y a otros tantos ni nos interesa. No es necesario que alguien este titulado para que haga bien su trabajo, y no hace falta que la sociedad confíe en alguien que haga mal su trabajo. Claro que será mas útil para las sociedad que algunas personas aprovechen su tiempo para investigar y conocer mas sobre cosas que no sabemos, pero también sera más útil que todos volvamos a sentir necesario aprender conocimientos que sin buscar tan profundamente nos ayudarían a solucionar inquietudes cotidianas. Conocer más nuestro cuerpo, la naturaleza, los astros, la historia, y en general implicarnos en ser autónomos en lo posible con el saber, y autogestionarnos en lo posible las soluciones a nuestras necesidades. Seguro que en muchas oportunidades no podremos por si mismos, de hecho, por eso es que preferimos vivir en sociedad que aislados, pues en esas oportunidades en que nuestro deseo o necesidad se vea confrontado con nuestra ignorancia siempre estará la posibilidad de pedir ayuda a alguien que como nosotros seguro en otra ocasión también pedirá ayuda para algo pendiente.

Pero hay una reflexión particular, aquella que devela la condición incomoda de pertenecer a la academia para quienes queremos profundizar nuestro conocimiento y al mismo tiempo aportar en la construcción de un mundo con relaciones mas horizontales y menos jerárquicas, donde el apoyo mutuo y no la competencia sea una opción de encuentro social. Esta cuestión es la división social que se ha establecido y mantiene la posibilidad que existan algunos trabajos materiales y otros específicamente intelectuales y dentro de ellos, y asumo que buena parte de las profesiones de las sociedades post-industriales tienen otros muchos trabajos intelectuales que no son materializados por hombres sino por maquinas, trabajos que no producen como resultado mas que análisis, reflexiones, planeaciones, discursos, y en general productos completamente virtuales (aunque terminen impresos en papel y adquieran así materialidad).

Esa cuestión no es algo natural a pesar que ya lo tenemos en nuestra forma de entender como si fuera así. Esta cuestión es particular, y lo repito nuevamente, de sociedades cuyo excedente material no funciona redistribuyendo las cargas y haciendo mas equilibrada para todas la ocupación básica para producir, sino al contrario, en sociedades como la nuestra en las que el excedente es apropiado y sirve como principio de ganancia sea esta inversión o ahorro. Ese excedente inequitativamente redistribuido puede verse demostrado en el tamaño de los salarios, en la cantidad de las propiedades y en las posibilidades de acceso a bienes inmateriales que estos traen (educación, salud, entretenimiento). Cuando ese excedente es monopolizado, bien por los capitales privados o bien por el estado (obviamente el ultimo en menor proporción que los últimos), una de las formas en como se re-invierte una parte es en la promoción del trabajo intelectual, liberando arbitrariamente a personas de la producción material. Allí es donde tiene posibilidad el trabajo intelectual en nuestra sociedad, en el momento en que gracias a que quienes producen no reciben la ganancia completa de lo que elaboran y ese excedente permite tanto que unos pocos acumulen como que otros puedan liberarse de la producción y ocuparse en oficios intelectuales. Los primeros siguen monopolizando parte del excedente, los segundos aunque no monopolizamos nos aprovechamos también del excedente de quienes trabajan. Y a cambio de que? A cambio de decirles que deben pensar. Somos los sacerdotes de nuestra era, ya no defendiendo a dios y la santa madre iglesia sino al conocimiento profesional y a la santa madre academia.

Las instituciones de titulación académica, ademas de servir para normalizar en lo que se debe pensar y sentir -que es la función de la educación obligatoria básica-, cuando son de carácter superior, es decir cuando ofrecen títulos que garantizan la obtención de conocimiento especializado, son al mismo tiempo producción y reproducción de esta iniquidad: Producción por que sirven como espacios de ascenso social en cuanto la obtención de nuevos títulos por lo menos en teoría permite ejercer ciertos empleos con mejores salarios a los que se tendría sin la titulación, aumento de riqueza que no fue creada artificialmente sino que hace parte de ese excedente social nombrado; Reproducción por que casi en su totalidad quienes acceden a estas instituciones aprovechan del ahorro que sus patrocinadores (familiares o no) han obtenido, y se invierte con la idea de mantenerse en un horizonte de clase en el que por lo menos se reproduzca la anterior extracción.

Quiero utilizar un ejemplo personal para hacer mas claras estas afirmaciones. Ambos de mis padres fueron hijos de familias campesinas, y ambos apostaron a la titulación universitaria para buscar un ascenso social. Ya siendo clase media y al tenernos como hijos, nosotros ingresamos a la institución universitaria para por lo menos seguir con el nivel de vida que nuestros padres nos habían dado. Lo interesante de ello es que ni mis abuelos ni mis padres ni yo, hasta donde tengo conocimiento, quisimos en algún momento (y para hacerlo mas explicito utilizare palabras de mi madre) “hacerle daño a nadie”. Aun así, hicimos parte de una realidad social en que nosotros podíamos permitirnos cosas que buena parte de la población no podía, eso si aunque no pudiéramos permitirnos lo que los ricos de verdad si podían. La realidad de no ser quienes se apropiaban en mayor nivel de los excedentes productivos no niega el que esa apropiación garantiza la expropiación y explotación agudizada en los que producen, haciendo mas pobres a los pobres y mas ricos a los ricos. La pasividad justificada en que si hay pobreza es por que “la gente no quiere trabajar” (y esas ya no son palabras de mi mamita!) o por la suerte de haber nacido en según que cuna y aceptar que otros no hallan tenido esa supuesta suerte, esa pasividad termina convirtiéndose en omisión que es tan culpable del conflicto social como la acción descarada de los ricos buscando ampliar mas sus ganancias.

Aunque ese es mi caso, podría atreverme a afirmar que muchas de las personas que están en las instituciones universitarias comparten una historia de vida parecida, y ahora mismo asumen su responsabilidad social, como respuesta a esa formación de acuerdo con lo que nos ha convenido, que esta medida más por el buen desempeño de las profesiones que están estudiando que por el cuestionar la condición de élite que conlleva la defensa del conocimiento como profesión. Es mucho mas fácil sentirse que se ejerce bien el trabajo para el que se ha estudiado que el preguntarse : ¿debemos tener nosotros el monopolio del conocimiento?. Y solo por dejarlo claro, la condición de élite no es una exageración. Así todos seamos profesionales los puestos que hay para ocupar como profesionales son limitados. El empleo profesional como ocupación de todos es imposible, por los empleos ofrecidos como por la necesidad de que alguien siga cultivando la tierra, preparando los alimentos y manteniendo en funcionamiento la insfraestructura de nuestras vidas. No resulta extraño entonces la generalización del subempleo como expresión de profesionales trabajando en cosas “menos” calificadas que para las que se habían formando. Los que vivimos como intelectuales profesionales al final afirmamos la estructura de sociedad en donde unos garantizan la infraestructura de vida, otros gobiernan, otros acumulan y otros pensamos.

Aceptar el trabajo intelectual del que vengo hablando entonces es aceptar una estructura de distribución inequitativa del excedente social, y por lo tanto de las cargas de producción, afirmando con esto la necesidad de la explotación y la apropiación privada y monopólica como estrategia de ahorro social privatizado. Pero no solo ello; Aceptarlo es afirmar la super-especialización en la que solo unos conocen de unas cosas y la mayoría no tiene idea de lo que se habla, y esta condición lo único que garantiza es la dependencia en profesionales que tendrán mejores salarios así todos tengamos en principio las mismas necesidades básicas que cubrir.


Dime donde trabajas y te diré quien eres.

El hecho que estos insumos virtuales, y me refiero a la producción intelectual, sean después utilizados para justificar políticas estatales, de otras organizaciones sociales, políticas o económicas produce materialidad en cuanto a las repercusiones de las palabras implementadas. Si bien es cierto que cuando el autor crea lo que hace solamente es emitir ideas, juicios, imaginaciones o insensateces, en el momento en que estos insumos son utilizados dentro de la planeación de políticas, la justificación de acciones de organismos, la elaboración de pautas de funcionamiento, las palabras que eran simples pensamientos se convierten en acciones, ya no materializadas necesariamente por el autor, sino por aparatos capaces de hacer de la palabra acción. No hablo acá de la utilización no consentida de los escrito, sino hablo de la producción intelectual financiada específicamente con estos fines. Hablo de consultorías, de análisis, estudios y demás para los que son vinculados intelectuales en diferentes instituciones. Aunque no lo quieran también resulta responsabilidad de los autores esas acciones ya que al final sus ideas terminan dando vida a monstruos procreados por otros, y habría que afirmar que quien construye los insumos para justificar la acción de las organizaciones algo tiene que ver con el aparato que las ejecuta. En este sentido, hay que advertir la culpa que tendremos los intelectuales que sigamos dando insumos para mantener las organizaciones autoritarias así los insumos sean pensados para verse reflejados en políticas de bienestar para la gente; el estado que construye políticas de bienestar es el mismo que garantiza que los menos se apropien legalmente de la riqueza construida socialmente, y el mismo que primero da el pan con su mano que una ves está vaciá es la que pega para que no se coma tan rápido. Podemos decir que nosotros no somos quienes pegan, pero no negar que nuestro jefe sí lo es. ¿Si no lo hacemos nosotros sino el Estado ya no es tan malo?.

Claro, acá se toca una de las fibras mas sensibles del trabajo intelectual, y es la que responde a la pregunta: ¿quien financia a los intelectuales?. Insisto no podemos faltar a la realidad, los intelectuales en la actualidad laboran en espacios como el Estado, organizaciones no gubernamentales y organizaciones privadas de generación de conocimiento. Debido a mi conocimiento e interés personal quiero concentrarme en las universidades y dejar para otro momento el análisis de los otros lugares trabajo de los intelectuales. Cuando hablo de universidades tengo en mente tanto las financiadas con dinero estatal como con dinero privado. Para las que son privadas es mucho mas claro la filiación de los recursos, no es por esto extraño que cuando se hable de las universidades se identifique a las de la élite como las que forman a los dirigentes y grandes propietarios del futuro, mientras las universidades privadas de la clase media y las publicas forman a los funcionarios subalternos y profesionales que engrosaran generalmente las filas de las capas medias de la sociedad. En ultimas los intelectuales que participan de la formación de profesionales según en que lugar lo hagan garantizan y ratifican esta generación de mano de obra calificada conforme a las necesidades de las estructuras sociales y las condiciones propias de dominación. Así que, por más objetiva que sea la formación que se imparte, la realidad es que la sola condición de darla apoya las estructuras existentes de división social. Y acá no quiero negar la buena intención de la intelectualidad crítica que desde sus posturas incitan a los próximos profesionales a asumir una responsabilidad social en el ejercicio de sus trabajos, solo que esa responsabilidad estará mas enmarcada en la ética de hacer bien el trabajo -sin cuestionarse la esencia misma del trabajo asalariado=alienado que se hace- y en la medida de lo posible asumir una postura solidaria con los sectores menos favorecidos para que mejoren su condición – sin cuestionar la estructura en la que la distribución inequitativa del trabajo y de los excedentes sociales son la base de funcionamiento-, es decir formando buenas personas para que sigan viviendo en un mundo de mierda.

Vale, pero una cosa es el trabajo intelectual desde la condición pedagógica, pero otra es la de producción de conocimiento. Manteniendo la mirada en la universidad, aquel sacrosanto centro que es mágicamente una burbuja alejada de la realidad, nos encontramos con que los intelectuales que hacen parte de estos centros mantienen un orgullo de independencia por que pueden valerse de la libertad de cátedra y de producción intelectual que les garantiza que puedan investigar y decir lo que quieran mientras tengan una silla en este recinto. Habría que recordar que muchos ya han descubierto que esa libertad esta relativa a la posibilidad e acceder a recursos para llevar a cabo las investigaciones, recursos que son asignados no de acuerdo con los intereses de quienes investigan sino de acuerdo a los planes de distribución de recursos que tengan las burocracias que financian, las cuales según sus intereses privilegiaran lineas de producción de conocimiento. Pero bueno, se me dirá que soy demasiado negativo y que tampoco es cierto que siempre se impida la investigación independiente a los intereses de quien reparte los recursos. Vale, cedo parcialmente en este punto y me voy a poner en el lugar ideal de ver las universidades como espacios plurales de generación de conocimiento, y por lo tanto lugares donde no solo se puede generar conocimiento independiente sino ademas crítico con las estructuras sociales; ¿ya con esto estaría todo solucionado?, no falta darle tantas vueltas al asunto: no.

Y no esta solucionado el problema por que en el caso que sean universidades privadas el acceso a ese conocimiento independiente y crítico está limitado por la misma posibilidad de acceder a la universidad, y acá me refiero al carácter específicamente económico de esta limitación. Pero para el caso de las universidades públicas aunque pareciese suficiente con la posibilidad de acceso -y esto es retorico hasta que no halla una cobertura al 100% y no por debajo del 20 como lo es en la gran mayoría de los países latinoamericanos-, y obviando los altos niveles de deserción por la incapacidad de mantenerse solamente estudiando, aparece un problema mayor y es la esencia misma de estatal de las universidades llamadas públicas. Quien trabaja para el estado abala no solo que se eduque sino también que se castigue, que se amplíe el conocimiento pero que este siga siendo monopolizado en su utilización por unos pocos. El estado no es uno cuando produce bienestar y otro cuando garantiza la propiedad monopólica improductiva, no es uno cuando se preocupa por la educación y la salud y otro cuando defiende legalmente la explotación. Es el mismo estado el que focaliza los recursos para hacer menos pobres a los pobres y al mismo tiempo reprime a los menos pobres que pelean por condiciones justas de vida. El estado es un paquete completo, lo bueno y lo malo, eso es el estado, de hecho sin lo uno no existiría lo otro. Es la tensión entre la coherción y la búsqueda democrática del consenso, es decir es el que golpea a la misma gente que trata de convencer que le respeta por su participación. No es una contradicción, es una estrategia de organización social en la que se mantiene la dominación de unas pocas personas gracias al monopolio de la fuerza sobre el resto de la población, garantizada con el discurso democrático inclusión, mientras legaliza y sustenta con su fuerza la condición de subordinación para la mayoría de personas: trata de mantener una postura publica de juez social cuando realmente es el verdugo de las mayorías

Esta situación provoca una condición ética que hay que evidenciar: Trabajar para el estado es legitimar la existencia del estado, y legitimarlo es afirmar la necesidad de una autoridad artificial que no media entre los ciudadanos sino que garantiza el privilegio de unos a costa del trabajo de las mayorías. Radical, tal vez, pero como diría una cantante: simplemente real. Ahora que quienes decidan mantener su vinculación con el estado y confíen en la posibilidad de jugar con el monstruo e incidir en su devenir desde adentro lo hagan pero en su mente debe estar presente esa cualidad inevitable del estado. No veo por que juzgar a muchos compañeros, colegas y amigos que sé están con las mejores intenciones vinculados a las universidades públicas sin antes reconocer que su participación esta atravesada por un compromiso de transformación, y anhelaría ver mis palabras contradichas por su acción revolucionaria en las aulas si eso implica una transformación de las estructuras sociales. Algunos decidimos dejar de confiar tanto en la academia universitaria estatal de la misma forma en que antes ya desconfiábamos de la privada.

Evidentemente desconfiar y hasta evitar la universidad como táctica para no legitimar al estado no va a acabar con él, ni con la institución universitaria ni mucho menos con la estructura de producción elitista de conocimiento, pero si aporta a desmitificar lo establecido como única forma de ser de la cuestión humana. No podemos seguir justificando que esta forma de producir conocimiento es inevitable en la medida que es la única forma de conseguir recursos para la investigación, que no es mas sino afirmar que la única forma de construir conocimiento es efectivamente aprovechándose del ahorro social obtenido mediante la recolección coercitiva realizada por el estado. Quienes disfrutamos con el deseo de construir conocimiento y creemos al mismo tiempo en hacer de las relaciones sociales ejercicios más horizontales es el momento de afirmar la necesidad que el conocimiento vuelva a ser público, que tanto su producción como su acceso sea posible para cualquier persona, y esto solo sera posible creando nuevos espacios de conocer, saber y hacer. Al final alguien mas que nosotros debe encontrarle utilidad a lo que conocemos. Una respuesta inmediata que solucione esta necesidad es inútil en la medida que no sea practica, y solo será practica en la medida que quienes lo deseemos asumamos una militancia social mas allá de la contemplación y análisis de la realidad. Si funciona alguien más ya lo contara.

Las ventanas abiertas a la realidad.

No hay que decirse mentiras, y menos cuando se buscan cambios. Las instituciones académicas que se critican no van a caer por el ácido de la critica o la frialdad de la mirada. Tampoco los que hacemos parte de los mundos académicos vamos a aceptar cambiar de golpe nuestras profesiones, por más convencidos que estemos de la necesidad de acompañar al ejercicio intelectual con otros oficios productivos, volviendo al ejercicio intelectual al uso publico y no solo limitado a los análisis de guetos. Posiblemente muchos no podamos hacerlo tampoco de golpe en la medida que no sabemos otra forma de ganarnos la vida, y en el peor de los casos nuestra paciencia y disposición es tan poca que no nos interesa arriesgarnos a perder la comodidad ya adquirida. También es cierto que por más valentía hay una realidad que marca en el mundo laboral tal precariedad que para muchos pensar arriesgar un empleo-profesión sin tener siquiera idea como poder comer al siguiente mes es tan fuerte que nos parece irreal la opción. Cierto es, igual que las cuentas no dejaran de llegar por mas desacuerdo que estemos con ellas. Asumir una postura coherente desde la práctica resulta difícil, y por más compromiso que se tenga son claras las condiciones de vida a las que llegamos a existir, y aunque las queramos cambiar ellas están ahí.

De hecho, hay que ser conscientes que esta critica solo puede ser materializada con la transformación entera de la sociedad, con un viraje ético por parte de sus integrantes de las prioridades, volviendo a encontrar importante la reflexión propia no delegada a comunidades externas, asumiendo que los ejercicios de la política, el conocimiento, la economía, la cultura y todos en general deben hacerse de forma directa ya que la intermediación en la acción social lo que genera son posibilidades de dominio, afirmación de grupos gobernantes, mecanización de aparatos que defiendan con mayor énfasis los intereses de unos pocos, es decir lo que vivimos en nuestras actuales sociedades del estado de derecho democrático.

Aun así debemos y podemos hacer mucho; Primero que todo afirmar la necesidad de critica a lo establecido, así en momento solo seamos zumbidos molestos pero soportables, el ejercicio de la critica es el inicio de la transformación; de zancudos nacerán cóndores. Pero la retorica simple no es suficiente: es urgente que quienes nos hemos cultivado únicamente en ejercicios intelectuales busquemos oficios mas prácticos que en su momento puedan aportar a distribuir de una forma mas equitativa la producción del sustento social. Aprender oficios, aceptar que si podemos hacer otras cosas además de lo que ya sabemos, y que podemos encontrar placeres diferentes con ello. En el mejor de los casos podemos atrevernos a combinar nuestro oficio intelectual con oficios materiales, que aunque inicien como un hobby vuelvan paulatinamente al intelecto el real hobby, no por que este sea menos importante sino por que debería ser parte de nuestro tiempo libre y no de nuestro tiempo de producción social.

También podemos aprovechar nuestra postura critica para provocar en los diferentes espacios en que participamos esta misma reflexión, proponiendo a compañeros afines y no afines e inundando paredes, revistas, tableros, auditorios, cafeterías con este virus, no solo manifestando sino haciendo visible en practicas que le quiten legitimidad a esta jerarquía improductiva, haciendo de la autoridad que nos inviste un sarcasmo, buscando que con el cinismo y la gracia se le pierda el respeto al manto sagrado de la institución. Dejar de tomar tan en serio la profesión es dejar la pregunta abierta de cuales son y cuales deberían ser las prioridades de la sociedad. Los actos de rebeldía aislados son actitudes de adolescentes buscando su identidad, pero los que son constantes nos pertenecen a quienes queremos cambiar de pies a cabeza la realidad. Al final la autoridad del conocimiento lo dará su utilidad y no el reconocimiento personal que tengamos frente a los otros.

No por esto debemos caer en satanizar la producción intelectual, sino buscar su transformación, promoviendo formas no autoritarias y espacios más públicos de producción , medios mas accesibles y lenguajes mas cercanos; nuestros lenguajes tendremos que desnudarles y volverlos a vestir con el ropaje popular que utiliza la boca y oídos de la mayoría de la gente. Aprovechar lo que ya hemos aprendido y pensar como podemos hacerlo útil en círculos no académicos, como el conocimiento que de forma privilegiada poseemos puede dejar de ser privado solo para nosotros. Para quienes nos resulte importante el conocimiento que se ha producido en el ámbito académico es necesario liberarlo de esa cárcel y volverlo posible para encontrar y utilizar por la mayoría de la gente. Insisto en que no es renunciar al conocimiento lo que propongo, y por lo tanto hay que seguir creando desde nuestras inquietudes, pero también abriendo nuestros oídos a las inquietudes de quienes no son como nosotros. Antes que un llamamiento a la tolerancia cristiana, a lo que se grita es afirmar la diferencia humana como una posibilidad y no una dificultad, diferencia como una actitud posible sin que se de cabida mundos homogéneos que produzcan sociedades totalitarias. Diferencia que entre en conflicto, que sea madre de consensos pero que este dispuesta a respetar disensos.

Una de las formas que he decidido para afirmar la diferencia se encuentra en la reconstrucción del pasado, como excusa para mi experiencia intelectual. Y es así por que re-descubrir el pasado como una historia de conflictos entre diferentes posturas de mundo es remover la idea de una evolución mágica de la humanidad. Descentrar la historia de la obsesión totalitaria de leer el pasado vinculado a las historias de las naciones, los estados y no vinculada a la historia de las personas, de los muchos, es ver nuestro presente también como una construcción plural. Al mismo tiempo que se afirmar que el pasado no es homogéneo ni estático, que en el participaron los grupos sociales que hasta hace poco no tenían historia, que ha habido conflicto entre clases, que ha habido hipocresía con los poderosos, afirmar eso para el pasado es estar afirmándolo también para el presente. Investigar y producir conocimiento de las sociedades y los grupos subalternos en el pasado como actores sociales, es afirmar que los grupos subalternos que vivimos en el presente somos actores, y que como tales podemos decidir también el rumbo de nuestra historia. Por eso es que encuentro necesario aportar mis reflexiones para quienes dentro o fuera de la academia quieran defender esta interpretación.

II.

Hacia una metodología

para el estudio del pasado

desde una postura antiautoritaria

La reivindicación del método.

La ciencia como conocimiento sistemático y riguroso del mundo debe sobrevivir. La utilización de un método hipotético, en donde se establezcan preguntas de investigación que busquen responder lo que se cree que paso con los datos empíricos referidos a nuestro problema, no solo es una forma útil sino practica de conocer el pasado. La posibilidad de encontrar mediante el método una descripción del pasado y una explicación de lo acontecido existe, aunque ella no sea la única, la mejor o la correcta. Digamos de forma familiar que para muchos es nuestra consentida. Aun así, otras formas de conocer el pasado son posibles y hay que estar atentos a las intuiciones que nos puedan sugerir para nuestro objeto de estudio. Pero de otras formas hablaran quienes las utilizan. Por ahora ratifico la posibilidad de conocer metódicamente, construyendo certezas frente al pasado que por no ser leyes inamovibles pueden irse transformando en la medida que conozcamos mas o interpretemos diferente.

La afiliación política-ideológica no puede ser una excusa para la falta de rigurosidad en el intento de conocer y explicar el mundo, mas aun aquellos que utilizamos el método científico como forma de conocer la realidad. Aunque por principio se ataque el positivismo por su intento de objetividad y de distancia prudencial con la realidad, no se puede desconocer el llamado que hace a la búsqueda estricta de conocimiento de la realidad. Liberarse del positivismo solo es posible partiendo de reconocer que quien investiga tiene ideología y por lo tanto se posiciona así sea llamando a su neutralidad (que muchas veces esta mas puesta a la derecha que a la izquierda del escritorio de trabajo). Para nuestro caso, aceptar que existe intenciones para construir el conocimiento es prever interpretaciones diferentes de problemas distintos. Darle muerte al monstruo de la verdad inamovible solo es posible aceptando que como humanos podemos debatir, llegar a consensos o afirmar disensos. Esa posibilidad de discernir radica en estar dispuesto a que alguien interprete algo contrario y que, en cuanto no termine la discusión en una imposición, es posible pensarse el conocimiento colectivo.

La verdad no existe como una entidad acabada, por lo mismo las leyes no son útiles mas que como herramientas de trabajo para comprender la realidad hasta el momento en que aparecen refutadas por evidencias o explicaciones que permiten entender mejor lo que se investiga, por lo tanto la ciencia antes que buscar la construcción de dogmas estáticos lo que debe plantearse es modelos explicativos útiles hasta el momento que aparecen nuevos que resultan mas útiles. La verdad por la verdad en si misma no nos interesa, la verdad solo interesa cuando explica lo que se quiere conocer, cuando no lo es deja de ser atractiva. De la misma forma los modelos teóricos pueden ser útiles para describir o explicar de forma abstracta estructuras y relaciones sociales pero, como la verdad, solo sirven en la medida que expliquen la realidad que analizan, y son inútiles cuando tratan de moldear la realidad por la teoría en si misma.

Cuando hablamos de las sociedades humanas la teoría debe atender a reducir la complejidad que nos presenta la comprensión de lo que aconteció, y aunque una de las formas de describir y explicar es buscar las causas de las cosas es necesario tener cuidado cuando se formulan las relaciónes causa-efecto. En principio, por que muchas veces tendemos a explicar las causas desde los efectos lo que nos hace caer en teleologías, es decir, en determinar por los resultados las relaciones del proceso previo, lo que termina siendo más una justificación por el hecho final en si mismo que la explicación de como resultaron una serie de relaciones materializadas en un momento de corte. Para ser más claro hay un ejemplo que permite observar uno de los ejercicios teleológicos por excelencia en la reconstrucción de los procesos históricos modernos: El estado.

Uno de los vicios más recurrentes de las visiones evolucionistas sociales, propias de idealismos que fundan la legalidad de origen del estado, ha sido entender el pasado como una ruta civilizadora en la que el estado es el punto más alto de organización social. Es decir, el estado se ve desde esta lectura como una situación inevitable dentro de los procesos humanos, dándole sentido a la evolución humana en la medida que las diferentes etapas precedentes a las sociedades estatales fueron escalones en los que fue ascendiendo el hombre hasta lograr llegar a la meta perfecta. Lo interesante es que estas lecturas normalmente escogen solo algunas de los acontecimientos y de los participantes de ellos, desconociendo usualmente conflictos, diferentes proyectos de sociedad, apuesta plurales desde donde se ve lo social. El estado como producto histórico, y según el lugar y momento particular del que se este hablando habrá que matizarlos, ha sido el resultado del conflicto social y encarna en si mismo la victoria de algunos de los habitantes del territorio de su circunscripción sobre el resto, la consecución de la hegemonía normalmente se ha establecido por los que han logrado imponerse como los más fuertes y han logrado construir un consenso social al rededor de su dominio, consenso al que el resto de la población lo apoya, resiste o simplemente ignora concentrándose en su día a día.

Para buscar certezas en el pasado hay que partir de cuestionar la forma en que se ha enseñado la historia. La única forma de organización social no ha sido el estado, y debe abrirse la posibilidad de afirmar otras formas de organización social que hayan sucedido. La historia no puede medirse por la teleologia de la formación del estado, ni mucho menos de la evolución hacia la civilización capitalista individualista del siglo XIX y XX. El pasado no ha sido un requisito para el presente. El pasado no necesariamente tiene que explicarse por la consecuencia de los procesos, aunque sea el devenir de algunos de esos procesos los que hayan marcado el presente. El pasado no solo existe por el resultado, y no puede pensarse en la historia como una sumatoria finalizada.

La otra salvedad por hacer está referida a los ámbitos de análisis y la búsqueda de complejidad. El conocimiento de las sociedades se ha enseñado de forma parcializada, no en el sentido limitado sino en el sentido de parcelas, propio de la estructura moderna en la que se ha buscado dividir en diferentes ámbitos el conocimiento como estrategia para especializar e investigar profundamente. Lo que tal vez no se esperaban quienes afirmaban la necesidad de esta división metodológica es que las ciencias sociales al amanecer del siglo XXI existiera como una serie de parcelas que analizan la realidad de forma particular y desentendida con las otras áreas, casi por completo desconociendo entre unas y otras lo que hacen los vecinos de los otros terrenos. A la historia, en particular, le viene pasando que dicha parcelación la tiene también dentro de su disciplina: a los historiadores económicos poca gracia les hace la historia cultural, y a estos últimos muchas veces no les preocupa la historia política, y a quienes les interesa la historia política muchas veces terminan ignorando la historia social. Esto no solo ha hecho que se generen unos lenguajes super-especializados en cada una de los ámbitos sino ha puesto de forma tacita la afirmación que defiende se pueden analizar a las sociedades del pasado solamente interesándose por uno de sus ámbitos, desplazando la complejidad social quien sabe si a los análisis filosóficos. Si bien esta forma resulta una metodología apreciable, ya que puede desintegrarse en ámbitos el todo como una metodología para organizar el análisis, se ha perdido el horizonte de la totalidad social, afianzando los determinismos en los que se analiza el pasado colocando el peso de las causas en un solo ámbito.

Es la hora de volver a la idea de hacer una investigación y análisis de las sociedades partiendo de modelos más complejos de interpretación que aporten desde diferentes ámbitos a la descripción y explicación de las sociedades. Esta apuesta radica en identificar los procesos como resultado de múltiples variables y por lo tanto multi-causales, superando determinaciones particularistas en el camino de aprehender las características generales, y en la medida de los posible especificas, de las sociedades en estudio. Como un ejemplo de lo que no se comparte, se puede recordar los planteamientos que miran la historia de las sociedades como análisis de las condiciones materiales en que se han producido estas, y más aún desde las formas básicas de sustento del hombre, es decir desde su ámbito económico; Para muchos de los historiadores económicos lograr establecer las variables de relación entre factores económicos en un momento dado es el objetivo final de su trabajo; Para otros menos liberales las relaciones humanas establecidas alrededor de las condiciones económicas son lo fundamental, concentrándose en los análisis de clase. Unos y otros olvidan que el hombre no solo opera por la búsqueda del sustento, y que no todas las identidades y motivaciones nacen de lo que se quiere consumir materialmente.

Aunque es cierto que las condiciones materiales definen lo que la gente piensa, en la misma medida que, lo que la gente piensa transforma las condiciones materiales, no es el momento de caer en el juego del huevo o la gallina buscando que es primero. Las matemáticas aunque pueden servir para comprender las relaciones lógicas no siempre pueden servir para entender las relaciones humanas. No siempre son lógicas, o no por lo menos matemáticas. Entender la vida humana no es tan simple como plantear que tanto por ciento afecta la materia y que tanto por ciento la creación mental. Más es necesario plantearse interrogantes ambiciosos y plurales, que combinen diferentes ámbitos de la vida humana y con ello disputen la comprensión de la realidad, así lo que se logre sean certezas y no verdades, así sean hipótesis de trabajo. Las condiciones materiales no solo tiene que ver con las necesidades entendidas como las naturales, también debe tomarse como parte de lo que afecta al hombre las necesidades creadas. Las personas no operan únicamente por sus necesidades sino también por sus deseos, donde están buena parte de las motivaciones necesarias. Para analizar ello hablaríamos de la economía del deseo, de la economía cultural, de la economía moral, integrando nuevas variables no estrictamente materiales al análisis de las sociedades.

La multiplicidad de estos deseos determina la pluralidad de proyectos en el pasado. La diferencia es una marca natural al hombre, y la única forma entender la complejidad es partiendo de comprender este principio. Las sociedades no son estáticas, ni homogéneas. La homogeneidad nace en su mayoría de veces de ejercicios de dominación. Siguiendo este esquema y para ejemplificar la necesidad de ver diversidades, podría hablarse de hacer realtivo de los mitos de fundación de los estados nacionales, todos ellos basados en la estandarización de ideas particulares de organización social, de identidad social y experiencias culturales. Cuando los territorios entran en la dominación estatal suele crearse el mito de la nación, es decir, el mito de una cultura compartida: Inicia con la idea de una lengua compartida partiendo de hacer extrañas al resto de las utilizadas por la población, sigue con la construcción de mitos compartidos en el pasado, situaciones fundacionales que representan normalmente lo que la élite quiere recordar, usualmente de cuando lograron garantizar su hegemonía; a esto le siguen bailes tradicionales, comida tradicional, y una serie de construcciones culturales que en un principio no significan nada para la gran mayoría de la población, pero que a punta de repetirse el discurso lo hacen reconocido: bien dicen que las mentiras que se repiten mucho se convierten en verdades.

Si se quiere descubrir la diversidad debe leerse los procesos políticos en que se generaron estos mitos y develarse los intereses de clase, corporación, familia o individuos que están detrás de ellos, las situaciones particulares en que se logró identificar los intereses particulares como los intereses de la totalidad de la población que vive en un territorio dominado. Afirmar la diferencia como factor de acción humana redibuja las fronteras territoriales, y relativiza el papel de las adscripciones administrativas que se hicieron legales tras la imposición, es decir, desde el ejercicio de la dominación por la disuasión de la fuerza que es el real origen práctico del estado, y permite entender la acción de los hombres sobre el espacio como una construcción de territorios de acuerdo a cartografiás particulares de intereses, necesidades, deseos y esperanzas.

Solo aprovechando este reconocimiento es que se puede apreciar a la diversidad no como cuestión de efectividad, no se le puede medir por su capacidad de imposición y permanencia en el tiempo-como si sucede con el estado- y por lo tanto se debe re-descubrir en el pasado los proyectos de vida apostados por los grupos subalternos donde bien muchos tendrán que ver con la historia oficial-estatal-élite pero otros estarán en cambio relacionados con experiencias calladamente aparte, algunas de manera hipócrita funcionales, otras más arriesgadas alternativas y hasta algunas de resistencia y de emancipación.

La historia de la gente sin historia

La historia de la humanidad ha estado atravesada por formas diversas de resolver la organización al momento de asociarse (¿como vivimos con más gente?), de definir la distribución de las cargas sociales (¿como organizamos el trabajo?) y el destino de los excedentes sociales (¿a quien corresponde la riqueza?). Estas formas diversas no solo se han dado en distintos momentos sino incluso de manera simultanea en pasajes particulares de la historia, donde existieron diferentes formas de asumir estas cuestione incluso en un mismo territorio construido colectivamente. La historia de los últimos cinco siglos, por no ponernos tan pesados hablando de milenios, ha tenido igual diversidad y complejidad en su devenir, marcada por la búsqueda obsesiva, liderada por parte de las que lograron constituirse como clases dominantes en cada uno de los territorios, de una dominación tan férrea, una acumulación del excedente social, y una comodidad a costa del trabajo de los otros tan descarada, que se agudizaron los conflictos sociales y con ello la necesidad de fortalecer mucho mas su dominación bien sea por la fuerza o por el engaño. Parte del engaño que han reproducido sistemáticamente ha estado en la forma que patrocinaron y enseñaron el pasado poniéndole mayor énfasis a sus supuestos logros y a las características de sus proyectos particulares, diversos según los diferentes intereses de los distintos grupos sociales que componían el bloque hegemonico que dominaba. El resultado de esta forma hegemónica de memoria ha sido la casi completa ausencia histórica del resto de la sociedad que de facto se encontraba subordinada a su control. Por eso es que los subalternos han carecido de historia, no vivida sino recordada.

Como esa larga duración de la exclusión se ha mantenido hasta nuestros días, que solo por no hacerla tan eterna la asociaremos con la existencia misma del sistema capitalista sin por esto querer decir que antes no existía dominación, buena parte de la amnesia del pasado de nuestros ancestros excluidos la hemos heredado en el presente los subalternos que vivimos el actual conflicto social. Allí es cuando el ejercicio de la memoria, aunque sea una memoria a larguísimo plazo, es parte de asumir un rol activo dentro del conflicto, ya que conocer el pasado es no olvidar la rabia y resignación que se ha mantenido por años de explotación, miseria y exclusión. Construir la historia de los subalternos del pasado no es un acto pasivo de recordar , es una forma activa de entender las causas y procesos de nuestra actual condición de subordinación. El pasado desde esta postura no es un cuento de cama, es la explicación pendiente de la subordinación que hemos heredado. No solo somos hijos de nuestros padres de sangre, también lo somos de nuestros ancestros excluidos, de sus acciones y omisiones, de sus luchas y derrotas, al final es a ese conflicto social del pasado al que debemos también nuestra condición actual.

Pero no solo es la historia de una derrota; recordar el pasado es también hacer memoria de las felicidades cotidianas, de las pasiones asumidas, los deseos ejercidos o reprimidos, los amores y los desengaños. No puede hacerse una historia privilegiando solo la lucha social, la resistencia o la resignación, también debe atenderse al resto de la vida que aunque inmersa en el conflictos social, mantenía prendida la esperanza de los hombres y mujeres en el pasado. Aunque podrían ser bagatelas, no lo son cuando no se toman ni en si mismas ni de forma aislada, sino cuando se comprende que los seres antes y ahora somos una multiplicidad de condiciones y expresiones de vida, y es solo buscando entender esta complejidad lo que puede permitirnos explicar muchas de las actuaciones o omisiones de los actores subalternos en el pasado. Así podremos liberarnos de la idealización fácil de los subalternos por si mismos, por que seguramente muchas de las cosas que hacían y pensaban no las encontraremos de acuerdo a lo que pensamos actualmente. Si bien lo que queremos al averiguar el pasado es entender nuestro presente, tampoco podemos seguirnos por la angustia que significa nuestra posición subalterna, ya que aunque muchas de las explicaciones de esa condición están en nuestro pasado, otro tanto están en las relaciones particulares que vivimos en la actualidad, las formas especificas del conflicto social en un momento definido de la historia que vivimos, es decir el presente.

No por esto excluiremos de nuestra inquietud los procesos sociales que no afectan directamente en su devenir a nuestro presente. El aprender de otros pasados no lo estudiamos solo por utilidad, lo investigamos por la curiosidad de ver como en otras latitudes y tiempos vivieron y experimentaron la vida los subalternos. Aunque no nos expresen causas de nuestra condición si nos alientan a ver formas plurales de vivir el pasado, posiblemente muchas de ellas realizadas en sintonías diferentes, haciendo que nuestras racionalidades individualistas se vean sorprendidas por otras basadas en principios de solidaridad y el apoyo mutuo permitiendo ver la asociación social nacida por motivaciones diferentes a la competencia. O tal vez no, tal vez mucho mas crueles y macabras, pero aun así apreciables para tener puntos de comparación

Metodológicamente es necesario pensar que la reconstrucción del pasado en general depende de fuentes de información que den cuenta de lo que sucedió, y esta es una de las limitaciones más fuertes con la que nos rencontramos en el camino de reconstruir la memoria. A excepción de la memoria oral que en el pasado mas inmediato nos puede permitir acceder directamente al testimonio de los actores subalternos, poca o casi nula ha sido la documentación dejada directamente por los subalternos en el pasado que nos permita hablar de ellos. Las fuentes tradicionales con las que se ha reconstruido los procesos del pasado casi en su totalidad pertenecen a una producción de la élite del pasado, y en ellas es sistemáticamente desconocido el subalterno como actor social, y por lo tanto dejado fuera de los registros. Aun así, dentro de estas fuentes encontramos información selectiva en archivos policiales, judiciales y punitivos en general, en la medida que en ellos se guarda el registro de aquellos que retaron, consciente o no, la normalidad de las relaciones sociales y atrevieron a asumir posturas ilegales. Otra tanto se encuentra en información privilegiada en quienes al acceder a espacios letrados lograron describir situaciones y condiciones de sus congéneres. Pero en su mayoría las fuentes oficiales resguardan información dispersa y limitada a la visión de la élite sobre la experiencia de vida de los subalternos. Aunque consigamos información importante, es urgente encontrar nuevas fuentes distintas a las tradicionales para superar las limitaciones que se plantean y acceder a más información sobre su pasado.

Una parte de estas herramientas las encontraremos en técnicas y métodos aplicados por análisis geográficos y arqueológicos para la recolección de la información que permiten acceder a nuevos datos bien sean estos de la relación de los hombres con su espacio o de huellas plasmadas en su cultura material. Una de las tareas que tenemos quienes aun estamos en la academia y tenemos acceso a este conocimiento es la traducción al lenguaje popular y la restitución de la academia para la sociedad de los métodos técnicas y tecnologías apropiadas para la obtención de esta información. Pero no será suficiente con nuevos métodos, es necesario avanzar también en la formulación de nuevas preguntas y de nuevos enfoques de investigación que estén atentos a exprimir del pasado lo necesario para hacerlo comprensible y accesible en el presente. Abriendo estas nuevas ventanas podremos apreciar desde nuestra razón el pasado.

Por la memoria y la revuelta.

La razón moderna solo es resultado de la hegemonía de un proyecto de entender el mundo. Ese no ha sido ni el mejor proyecto ni el único y mucho menos el final. Ha sido la forma predilecta en que se ha organizado las ideas que se tienen frente al mundo y que pretenden explicarlo, pero para que exista una forma predilecta tiene que haber quien la escoja y la promueva y no se puede dejar de pensar que la razón moderna y la estandarización mental que atravesamos solo ha sido posible por los procesos de colonización y mundialización obligada que siguió el mundo desde el proyecto moderno que zarpo de los puertos europeos en el siglo XV. Este es el momento de afirmar que la razón moderna no es la única forma de entender el mundo ni la mejor, y de hecho la misma razón moderna no es una sola. Entender las diferentes fuentes, tendencias, identidades que se han construido en la modernidad así como valorar otros intentos de comprender el mundo fuera de esta razón es parte de la obligación de cualquier persona que se interese en el pasado debe proponerse. Si se quiere entender la actuación de las personas es necesario este llamado a las múltiples visiones, a la pluralidad de vistas, a la búsqueda humana del conocimiento, es decir a la búsqueda diversa y práctica de entender el mundo vivido y las relaciones tenidas en el tiempo que hemos habitado este planeta.

La descripción y explicación del pasado no nos hará libres, pero si alimentara nuestra forma de entender el mundo dándonos herramientas, esperanzas y nuevos sueños con los cuales soportar el mundo que vivimos, y llenarnos de ganas para en algún momento dejar por un rato los libros cerrados y atrevernos a cambiar nuestra realidad. La condición subalterna no puede ser una maldición eterna, y solo podrá ser superada con el trabajo activo y consiente de quienes en este momento pertenecemos a estos grupos. La historia es una excusa para resistir, pero la realidad es una excusa para vivir; ambas excusas son del mismo color solo que quedarse en la primera es olvidarse de la necesidad practica de asumir el presente, y ahogarse en la segunda es negar la experiencia precedida, repetir errores, olvidar esperanzas. Los historiadores no existen solo para entender el pasado en los libros sino para transformarlo en las calles.

No importa que tras estas palabras se acuse de post-modernidad relativista a las intenciones de acabar con el conocimiento como un privilegio, solo importa que quienes acusan de revisionistas a los instigadores de esta des-jerarquización una mañana, al tomar tranquilamente su café, vean en los titulares de la prensa que las cosas están cambiando y que pronto se quedaran sin trabajo… en la noche llegaran tal vez preocupados a ver en la televisión si aun pueden seguir viviendo a costa de la ignorancia de los demás. El día no llegará, el día se esta haciendo.

A proposito de «La formacion de la clase obrera en Inglaterra» del Hippie Thompson

Class also acquired a peculiar resonance in English life:

Everything, from their schools to their shops, their chapels to their amusements,

Was turned into a battle-ground of class…

They fought, not the machine,

But the exploitive and oppressive relationships

Intrinsic to industrial capitalism. (832).

E. P. Thompson; la formación de la clase obrera en Inglaterra; la formación de la clase obrera en Inglaterra; Editorial Critica; Barcelona; 1989

Primero es importante las claridades que en la introducción hace el autor a propósito de la clase obrera; el autor afirma que “la clase obrera no surgió como el sol, a una hora determinada. Estuvo presente en su propia formación” (xiii); cuando habla de la definición de clase el autor propone es un “fenómeno histórico que unifica una serie de sucesos dispares y aparentemente desconectados, tanto por lo que se refiere a la materia prima de la experiencia, como a la conciencia… algo que tiene lugar de hecho (y se puede demostrar que ha ocurrido) en las relaciones humanas. (xiii); En cuanto a la clase obrera afirma que nace “cuando algunos hombres, de resultas de sus experiencias comunes (heredadas o compartidas), sienten y articulan la identidad de sus intereses a la vez comunes a ellos mismos y frente a otros cuyos intereses son distintos (y habitualmente opuestos) a los suyos. La experiencia de clase esta ampliamente determinada por las relaciones de producción en la que los hombres nacen, o en las que entran de manera involuntaria. La conciencia de clase es la forma en que se expresan estas experiencias en términos culturales: encarnadas en las tradiciones, sistemas de valores, ideas y formas institucionales” (xiv), lo que hace que no solamente la clase sea un fenómeno histórico sino una relación social.

El primer capitulo, Innumerables miembros, relata la historia de la Sociedad de Correspondencia de Londres, que fue el primer núcleo organizativo que el autor identifica como conciente de antagonismo en la Londres del siglo XVIII rememora sus líderes, funcionamiento y principales acciones, que la constituyen en el primer referente de antagonismo frente a las clases que actúan desde el parlamento. El segundo capitulo sigue la huella que se construye desde la tradición de la disidencia, poniendo cuidado al desarrollo de las ideas en las iglesias cristianas y protestantes que existían en el siglo XVIII, es por esto que afirma «la historia intelectual de la disidencia se compone de coaliciones, cismas, mutaciones; y a menudo se tiene la sensación que las semillas en estado latente, del radicalismo político se encuentran en su seno, dispuestas a germinar siempre que se siembren en un contexto social benéfico y esperanzador” (25); Metodistas como cuna del radicalismo, que de la mano de el jacobinismo dieron origen a la tradición de la disidencia.

El tercer capitulo, los baluartes de Satán, busca explorar el mundo de las minorías articuladas que surgen de una mayoría menos articulada cuya conciencia se puede describir , en ese momento, como «sub-política»; compuesta de superstición, religiosidad pasiva, prejuicio y patriotismo” (45), de cuyas expresiones políticas se encuentran los motines espontáneos y la utilización deliberada de la multitud para ejercer presión, pero en ultimas son acciones que expresan modelos de comportamientos arraigados, “amparados en la vieja economía moral, donde en casos se encontraba un esfuerzo por volver a imponer la vieja economía moral contra la economía de mercado. Estas multitudes que apoyaron lideres, están en camino de convertirse en multitud radical con conciencia de si misma” (62)

El capitulo IV, el ingles libre por nacimiento, plantea aquel mito de la libertad que tenían los ingleses construido históricamente (y en especial en relación con la del yugo normando) y en especial, en función de los imaginarios que tienen hombres y mujeres de los sectores subalternos al inicio del siglo XIX; derecho que exigían estos respetarse como un consenso moral en que participaban con su gobierno que estaba obligado a obedecer. En momentos es un mito que sustenta el localismo, en otras el anti-centralismo. En parte ese fue también el espíritu de Los Derechos del Hombre, de Paine, y por lo tanto el efecto en sus lectores. El Capitulo V, Plantar el árbol de la libertad, explica precisamente éste efecto de Paine sobre los ingleses, el proceso que llevo a la identificación de la sociedad inglesa como una excluyente de los sectores pobres, en donde la ciudadanía solo era efectiva para Lores, haciendo ir de agitaciones a persecuciones, y de radicalizaciones a cárceles; De la organización de los artesanos y trabajadores, a la promulgación de leyes acallándoles. Es así que «en tanto los años que van de 1791 a 1795 proporcionaron el empuje democrático, fue en los años de represión cuando se puede hablar de la maduración de una inequívoca «conciencia obrera de clase» (188), fue la época de movimiento hacia la izquierda de lo que después terminaría siendo al clase obrera.

El capitulo VI, la explotación, plantea como “entre 1790 y 1830 es la formación de “la clase obrera”. Estro se revela, primero, en el desarrollo de la conciencia de clase; la conciencia de una identidad de intereses a la vez entre todos estos grupos diversos de población trabajadora y contra los intereses de otras clases. Y en segundo lugar, en el desarrollo de las formas correspondientes de organización política y laboral” (203), pero en especial esta clase es posible por “la naturaleza verdaderamente catastrófica de la Revolución Industrial, así como algunas de las razones por las cuales en estos años se conformo la clase obrera inglesa. El pueblo estaba sometido, a la vez, a una intensificación de dos tipos de relaciones intolerables: las de explotación económica y las de opresión política” (208)

En el capitulo XVI, La conciencia de Clase, esta planteado que ya para las primeras décadas de el siglo XIX se encuentra una conciencia «de los intereses y predicamentos como clase» (711) donde «la gente trabajadora esta conciente de la continuación de antiguas y nuevas batallas propias» (712). De esto el autor se da cuenta por que observa la conformación de una cultura radical que ha propagado esta conciencia; esta cultura radical se basa, primero, en al difusión de una cultura intelectual de forma escrita acompañada de espacios de socialización (cafés, clubes, etc.), que produjeron desde la parodia y la sátira una cultura artesana librepensante. Esto hizo que precisamente la lucha por la libertad de prensa y pensamiento -y en consecuencia la libertad de discurso, de reunión y por supuesto la libertad personal- fueran las que definiera las características esta cultura radical. La multiplicación de esta cultura no hubiera sido posible si además de la cultura escrita no se hubiera dado también la multiplicación de escuelas, el teatro o las mismas baladas, estas ultimas mas propias de una cultura plebeya, cultura fuertemente marcada por el metodismo y el racionalismo lo que conjugado será nombrado por el autor como sobriedad moral. Junto a esta sobriedad «la cultura artesana se nutrió de valores de investigación intelectual y mutualismo»(743).

Tras este primer análisis, el autor seguirá el recorrido de la cultura intelectual, haciendo caso a los hombres que forjaron identidades entre los trabajadores. Primero plantea como William Cobbett «creó esta cultura intelectual radical, no por que hubiera ofrecido sus ideas mas originales sino por que encontró el tono, el estilo y los argumentos que le permitieron al tejedor, al maestro de escuela y al constructor de barcos tener un discurso común. Fuera de la diversidad de quejas e intereses el trajo un consenso radical»(746). Consenso que fue vivido en las discusiones que produjo su Political Register en los escenarios artesanos que permitió «nutrir el antiintelectualismo y el oportunismo teórico (enmascarado como empirismo «practico) que permanece como una importante característica del movimiento laborista británico» (755).

Tras el auge de este autor vendrían a marcar otros la formación de la conciencia de clase en Inglaterra, entre los que se encuentran «la tradición Paine-Carlile: los utilitaristas de la clase obrera y los Gorgon; Los tradeunionistas alrededor de John Gast: y la variedad de tendencias asociadas con el Owenismo» (762), precisamente este ultimo que «contenía dos elementos que nunca se fusionaron completamente: la filantropía del iluminismo elaborando «nuevos sistemas» acordes a los sistemas de utilidad y benevolencia: y las experiencias de aquellas secciones de obreros que seleccionaron nociones del stock del owenismo y las adaptaron y desarrollaron para relacionarlas con su propio contexto» (786), donde a pesar de la intención de Owen con sus experimentos en New Lanark, sus enseñanzas fueron apropiadas de forma distinta y acorde a las necesidades de los trabajadores, sus ideas de cooperativismo fueron parte de el proyecto mas radical en al cultura obrera.

El capitulo concluye con una reflexión sobre el momento en que la clase obrera no esta haciéndose sino ya esta hecha, la cual debe ser vista de dos formas «hay una conciencia de identidad de de los intereses entre los hombres trabajadores de las más diversas ocupaciones y niveles de logros, que estaban consagrados en diferentes formas institucionales , y que eran expresados en una escala in precedente de Unionismo generalizado entre 1830-1834 (…)en la otra mano, estaba una conciencia de identidad de los intereses de las clases trabajadoras, o «clases productivas», como antagónicos a aquellos de otras clases; y entre ellos ha madurado el clamor por un sistema alternativo. Pero la definición final de esta conciencia de clase era, en gran parte, la consecuencia a la respuesta de la fuerza de la clase obrera a la clase media»(807). Ya es una clase que subvierte el poder, y que va construyendo varias agendas de discusión y acciones, primero frente al sufragismo, pero también en temas como el internacionalismo y el sindicalismo industrial.

Es interesante ver como el profesor Thompson logra desarrollar su tesis sobre la formación de la clase obrera resaltando los distintos elementos característicos de este proceso: el surgimiento de un antagonismo, que inicialmente es politico, que plantea intereses compartidos con unos y diferentes a otros (esto es para el caso ingles materializado en el origen de la sociedad e correspondencia); la convergencia de una tradición radical que viene forjando disidencia y que permite hablar de una tradición ideológica; La confluencia a su ves de las identidades nacionales en el pensamiento de los trabajadores, pero estos revistiéndolo de una lectura que parte de sus necesidades y sus quereres (para el caso del ingles libre por nacimiento); El aparecimiento de nuevas ideas que están de acuerdo con el momento histórico, y que reúnen buena parte de los imaginarios que las clases populares han venido forjando (Tomas Paine y otros); La identificación de la explotación económica y al exclusión política, que sienta pie para la organización social. Y por ultimo la materialización de una conciencia de clase, de una conciencia de colectivo que habla de esa lucha que establecen las personas de forma autonomía gracias a discursos e ideologías propias mediante formas organizativas que están dirigidas por ellos mismos.

Si se observa, esta descripción lo que podemos deducir es que las clases sociales, independientemente del momento histórico, pueden irse evaluando con una de estas características, y así poder desde el análisis del antagonismo, establecer cuales son los grupos y las identidades que cada uno maneja en su devenir. Hay que ser claros, y esa es la invitación del autor, las clases tienen su propia historicidad y esto hace que no podamos simplemente construir un modelo de presente y retrocederlo; Pero lo que si creo que el autor permite para este análisis de las clases sociales, es ver como la clase no solo corresponde a su rol económico como resultado del lugar de producción de sus participantes, sino además desde la forma en como políticamente esta articulado al sistema, y a su ves cuales son las características ideológicas y culturales que recubren sus acciones y discursos.

Es importante señalar tres cuestiones que pueden ser problemáticas en el libro de Thompson: Primero, es definitivamente su intención la de retratar una clase que es más que sus lideres o su vanguardia, pero cuando comienza a describirla, especialmente al hablar de al consciencia de clase, se concentra excesivamente en la figuración de los autores que propagandizaron ciertas ideas que asumieron los hombres de esta clase. Más está Paine, Cobett, entre otros, retratados que el resto de los hombres. Si bien es cierto que son importantes estos sujetos, el autor mismo esta constantemente diciendo que es el pueblo el que compone realmente la clase. Seguramente una de las limitantes, y este es mi segundo punto, que tiene este autor y por lo cual comete este error es el tipo de fuentes. Estas son más que todo las escritas, y dejan por fuera a buena parte de la clase que es iletrada y analfabeta. Como superar esta limitante, como buscar nuevas fuentes, como no remitirse únicamente a lo escrito?: hay otras fuentes que los historiadores debemos empezar a utilizar que nos pueden hablar mas de los subalternos y de los que no dejaron huella en lo escrito, estas fuentes son las que nos permiten ciencias como la geografía histórica y la arqueología industrial entre otras.

Por ultimo siento que como buen comunista (a pesar de si mismo) el autor sufre de un teleologismo que aunque es débil, allí está. Es evidente esto cuando el autor plantea que los obreros fueron construyendo su conciencia de clase con esta identidad antagónica, y que al final termina siendo el Owenismo la materialización de esta fuerza; a mi parecer el autor termina haciendo de un sujeto revolucionario, como Owen, casi la explicación indirecta de la conciencia de clase consolidada de los obreros. Si bien es cierto que Owen pudo fortalecer esta consolidación como clase, no puede entenderse el camino de la clase como si estuviera volviéndose automáticamente revolucionaria (y recordemos que a pesar de que Owen no es socialista como tal, si es uno de los padres del socialismo moderno –será este amor que eleva al autor a este final?). En esto me parece que Thompson esta mas cerca de Hobsbawn que lo que en todo el libro había estado.

A pesar de estas críticas, este libro no solo es ya un clásico con todo el derecho, sino que se mantiene como una fuente de reflexiones historiográficas y teóricas que ayudan a rejuvenecer el análisis de la sociedad.

HACIA UNA PROPUESTA DE FORTALECIMIENTO DEL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL

Diagnostico del movimiento.

Durante los últimos diez años la universidad se viene enfrenando a un proceso de movilización estudiantil que ha afrontado las dinámicas que los gobiernos de turno han puesto a la educación publica y en especial a la educación superior. Con el plan de desarrollo del gobierno de Pastrana la universidad se enfrento a una estrategia que reducía la responsabilidad estatal frente a la financiación de la universidad; frente a ello se genero una movilización que en su momento fue respaldada por las directivas que buscaba defender el carácter público de la universidad y su financiación.

Con la venida de la nueva dirección encarnada en la rectoría de el señor Palacios la universidad afronto la implementación de un proyecto de la universidad que planteaba la consolidación de un proyecto de universidad, que se intento jalonar desde el cierre del 84, que pretendía volcar a la universidad unas necesidades que le imponía al conocimiento plegarse al ritmo devastador de eficiencia y rendimiento del mercado, de acuerdo con una política que pretendía hacer de la educación un negocio que favorezca mas las dinámicas de acumulación de unos pocos y de exclusión de nosotros los muchos. Contra la imposición de este rector, y la implementación de sus políticas nos levantamos y colocamos nuestra vos de protesta.

A pesar de esto las directivas en ese momento ganaron e impulsaron sus políticas que se vieron materializadas con la tristemente celebre reforma académica con la que vino una nueva jornada de movilización estudiantil. Allí peleamos la necesidad de una universidad que no solo pensara la investigación de punta con los postgrados, sino que mantuviera su calidad académica en el pregrado y diera la posibilidad que los estudiantes pudieran responderle al país desde este nivel de profesionalización presentándole alternativas reales de desarrollo a las mayorías de la nación colombiana. Nuevamente, a pesar de las pequeñas concesiones ganadas, nos vimos sumidos en una coyuntura que no cumplió con nuestras expectativas, con la imposición de una reforma que todavía no muestra su lado amable.

Nuevamente hace un año nos movilizamos frente al plan de desarrollo de la presidencia de Uribe, que planteaba un panorama desalentador a la financiación de la universidad, en especial con el problema del vacío pensional, cuya carga hace que al asumir esta responsabilidad la universidad vea inviable su futuro financiero. Salimos nuevamente a las calles, pero la postura intolerante e impositiva de las directivas y del gobierno nacional desmovilizaron un movimiento que lo único que pretendía nuevamente era mantener el carácter critico, responsable y publico de la universidad frente a la sociedad.

Hoy día, la implementación por medio del nuevo estatuto estudiantil de una serie de reformas en la universidad nos hizo de nuevo movilizarnos y asumir nuestro rol activo como estudiantes en el devenir de la construcción de las políticas de la universidad. El movimiento inició exigiendo espacios reales de participación para nuestro sector en la toma de las dediciones que, como en este caso, tanto nos afectan en nuestro que hacer cotidiano. Pero nuevamente nos encontramos con unas directivas intransigentes que no quieren escuchar nuestra voz, y que antes de abrir esos espacios de participación, nos imponen la primera parte del estatuto, la ahora conocida parte académica.

Hasta ahora, y a muy grandes rasgos, este es el diagnostico de la coyuntura a que nos enfrentamos.

Frente a ello, nos movilizamos como hasta ahora nuestras práctica nos lo habían enseñado: salimos a debatir en asambleas, a presionar con los bloqueos y a publicar nuestra postura por medio de comunicados y movilizaciones espontáneas. El movimiento poco a poco nos ha dejado algunas ganancias personales y colectivas pero también nos ha hecho darnos cuenta de muchas de las debilidades que dentro del movimiento estudiantil hay; Es por esto que se hace necesario la discusión frente al que hacer.

Reflexiones frente a la discusión.

En esta oportunidad, y a diferencia de otras coyunturas, hemos logrado avanzar en la estructuración de una propuesta propia frente a la problemática en que nos hemos encontrado. En reuniones de los semestres, en las carreras, en las facultades y a nivel de sede, hemos ido avanzando en la elaboración de una contrapropuesta de estatuto estudiantil en donde no solo se han venido recogido nuestra criticas principales frente a lo que no estamos de acuerdo, sino que ya tenemos bien avanzada la discusión en que consenso y propuestas tenemos para la formulación de un estatuto estudiantil mas de acuerdo con nuestras necesidades.

Pero este es un punto que aun no hemos consolidado. A pesar de las interminables discusiones, aun no tenemos una propuesta mínima que desde los estudiantes podamos defender como nuestra y que nos pueda recoger en una bandera común de lucha. Por lo tanto ésta tarea urgente debe llevarse acabo. Es necesario dejar de discutir y consolidar el cuerpo general de una propuesta que sea aceptada de forma mayoritaria por los estudiantes que nos sirva como caballo de lucha para la negociación en contra de la propuesta que las directivas. Tarea numero uno, un texto final preliminar que condense los insumos de todos los procesos. Podría realizarse mediante la realización de un congreso de un día en que consolidemos el debate y decretemos asambleariamente el estatuto que nos vamos a negociar.

Reflexiones frente a la organización,

En este ir y venir, nos hemos dado cuenta que para que estas discusiones puedan logra ser escuchadas es necesario ir consolidando formas organizativas estudiantiles que garanticen de forma eficaz la voz y el poder estudiantil. Ya hemos ido avanzando también en esto; en diferentes carreras ya se está hablando de consejos estudiantiles, de cabildos, de parches de discusión, de combos conspirativos. Lo primero que se ve necesario es que en los semestres y carreras que se ha visto estas dinámicas se consolide esto, y que en los que no, se empiece a andar, con el apoyo de los que llevan un poco mas de experiencia, no para enseñar sino para compartir visiones. Consolidándolos, debemos avanzar en la organización por facultades. Una de las formas que podría servir para ello es la constitución de consejos estudiantiles de facultad (o el nombre que se le quiera dar) que respondan a las siguientes prioridades.

Primero, el proceso debe superar lo representativo; en este punto debemos pensar que no es suficiente que designemos a algunos para que hablen por nosotros; desde el semestre debemos participar todos, y en el orden que va ascendiendo así debe funcionar en carreras y facultades. Se sabe que por cuestiones metodológicas, en la media en que se va ampliando la participación y el nivel en la organizaron, se va complicando la toma de decisiones colectivas; para solucionar este percance se ve como viable el hecho de que se constituyan unidades de consenso, que puedan irse discutiendo en los espacios más amplios; esto es, si en el semestre vamos llegando a un consenso ya cuando participemos en las asambleas por carrera ya no estaríamos hablando como individuos, sino como la postura del primer semestre, segundo y así seguido.

Esta dinámica no solo serviría para las carreras; en la medida que vamos organizándonos mas ampliamente también podemos hablar de posturas de carreras; un ejemplo, en ciencias humanas no se debatirían las propuestas individuales, sino las que ya han sido llevadas a cabo por las discusiones de departamento: la postura de psicología, la postura de trabajo social, la postura de sociología etc… Obviamente para las asambleas de sede funcionaria sin problema: La postura de ciencias humanas, la postura de derecho, la postura de medicina, etc.…

Uno de los inconvenientes que se encuentra con estas dinámicas es que podrían volverse mono-discursivas, ya que solo se estaría hablando de los consensos, y tal ves de los consenso no de todos sino de la mayoría. Una forma de solucionar este inconveniente es notar también cuales son las cosas en las que no estamos de acuerdo: Llegamos a estos acuerdos, pero en tale s y tales cosas no se tiene una postura común, y debe tratar de respetarse hasta donde se pueda las posturas diferentes, que así no queramos también enriquecen nuestro debate. Lo que si resulta importante es que si todos hacemos parte de las discusiones, también todos seamos parte de la responsabilidad que significa ejecutar las decisiones: Todos deben asumir las decisiones que representen consensos, frente a las otras posturas todos están en su posibilidad de defender sus ideas y posturas.

La otra limitante que se le ve a esta propuesta es que este proceso asambleario si no es organizado puede resultar en un desgaste en las discusiones. Por ejemplo, el hecho que no se tengan temas en común entre los que discuten haría que cuando se llegue a las asambleas de encuentro nos desgastemos en múltiples discusiones, que aunque valiosas, resultarían en aburridas para el común de la gente. Para esto se propone que las asambleas colectivas en las que se encuentre más de un proceso tengan agendas definidas que sean discutidas previamente en los procesos de tal forma que cuando se llegue a las asambleas grandes se pueda discutir de lo mismo y así tomar decisiones. Un ejemplo: Se ve la necesidad de plantear el pliego de lucha; previamente a todas las asambleas se debe tener unos puntos en común a discutir, que en nuestro caso por, decir algo, seria en si estamos de acuerdo con que se plantee un espacio de negociación con el CSU donde se debata la propuesta de los estudiantes y de las directivas. Sabiendo que nuestro objetivo de discusión es éste, en las asambleas de semestre se asumiría una postura que se debatiría en las asambleas de carrera, cuyas conclusiones servirían de insumos para las discusiones de facultad y así sucesivamente.

No podemos forzar a que en la toma de decisiones todos estemos de acuerdo con todo, y a pesar de que suena a repetición, es importante que se sea conciente en que están dispuestos los procesos a comprometerse y en que no. Si después de una discusión una carrera apoya el bloqueo y la otra no, lo primordial seria que si unos no quieren bloquear no lo hagan, pero que si los otros si lo quieren que se respete. Eso si, por encima de todo, debe primar la unidad por que solo siendo contundentes como cuerpo es que lográremos victoria.

Una ultima limitante. Existen quienes quieren y pueden participar en todas las asambleas, desde las más pequeñas hasta la más grande, pero otros no. Para esto, podría pensarse que para hacer operativas las discusiones y garantizar que siempre van a llegar las definiciones, se podría ver como posible la utilización de la figura de voceros. Estos voceros no deben convertirse en representantes, por que ante todo debe primar la responsabilidad individual de la participación y de la propia representación. Entonces éstos voceros servirían mas bien como comunicadores de las decisiones que toman los procesos, se remitirían a entregar los informes de las decisiones que se toman y a devolver a los procesos las posibles críticas o propuestas para todos. Para que éste espacio no se vea viciado por la burocracia ni el clientelismo, se propone que esta vocería no sea eterna, de hecho si solo es una figura de comunicación podría funcionar que no se reeligieran los voceros en los procesos, sino que se diera rotación a estos. Esto no solo nos garantizaría transparencia sino que nos aportaría en el hecho que asumieran más y más personas la responsabilidad de la discusión y de la acción.

Tarea numero dos: consolidar las asambleas por semestre, carrera, facultad y sede utilizando metodologías incluyentes y participativas; Tarea numero tres: consolidar los procesos organizativos, por lo menos en esta coyuntura deberíamos ganar organización a nivel semestral, de carrera y de facultad. La realización de los consejos de facultad es un imperativo.

Reflexiones frente a las próximas acciones a tomar.

Tal ves esta sea la cuestión mas difícil a la que nos enfrentamos, aun así, acá van algunas ideas: La dinámica que hasta ahora ha marcado esta movilización, me refiero a la de anormalidad académica, campamentos y de bloqueo, ha generado que avancemos en las discusiones, en que se abran espacios de encuentro y en dar unos pequeños pinitos de presión frente a las directivas. Pero no nos digamos mentiras, el bloqueo no es una medida efectiva de presión y antes lo que nos ha demostrado es que funciona como una forma de distanciamiento con muchos estudiantes, haciendo que se queden en su casa y que no se involucren en esta coyuntura. Por que no pensar en la posibilidad de superar la necesidad de la anormalidad académica y del bloqueo para construir movilización estudiantil?. Lo primero entonces, es volver a clases, seguir el ritmo académico y así garantizar que la universidad vuelva a tener gente que pueda involucrarse también en las discusiones y en las movilizaciones. Hay que entender algo: normalidad académica no significa normalidad política, y esto es muy importante; La movilización hay que continuarla, pero todos somos concientes que deben ser estrategias mas creativas las que nos hacen falta para movilizarnos y para presionar.

Sabemos que esta es una eterna pregunta sin responder, ¿como presionar desde clases?. Pues bueno ya se han postulado varias alternativas; Hacer un día a la semana de anormalidad general, garantizando que el resto de los días además de estudio también permitan avanzar en la convocatoria y organización de nuestra movilización. Reserva colectiva de cupo: ya se ha planteado varias veces la posibilidad que tenemos estatutariamente de hacer una reserva de nuestro cupo para el siguiente semestre, esto no es una cancelación del semestre que actualmente cursamos, sino utilizar (tal vez como chantaje) el hecho de que no estamos dispuestos a estudiar el próximo semestre por que no vemos garantías con el nuevo estatuto –recordemos, esta como todas las acciones implican que debe ser masivas, no puede ser una acción individual sino grupal. Generar formas alternativas de protesta publica: a varios compañeros no les suena descabellada la propuesta de hacer marchas desnudos para llamar la atención de la opinión publica y también presionar a las directivas (se imaginan mas de mil embolados en la 26?). Buscar un tercero para que actué como facilitador de la negociación que nos sirva de intermediario pero también de presión: Pensarse en convocar a una mesa de Intelectuales (de la talla de Gabo, de Patarroyo, de Fals etc.), una entidad grande (Naciones Unidas, asamblea por al paz, hasta el congreso?), en fin, buscar un tercero frente al que podamos ver legitima y posible nuestra lucha que ayude en el camino de la negociación. Buscar un acto cotidiano que permita fastidiar al CSU para que nos escuche (hacer todas las noches veladas cantando en frente del Uriel, llenar consetudinariamente de cartas los correos de los del CSU con nuestras exigencias mandadas personalmente, caber piquetes en los cursos de extensión, etc.…). Generar caos administrativo: utilizar ciertas peticiones que podamos hacer, y que no nos impliquen problemas, en donde colapsen los medios de tomas de decisión, ejemplo: mandar derechos de petición a consejo de facultad y de sede (muchísimos) para que se pongan mas baños, o mandar derechos de petición para que se pongan mas pupitres. El sabotaje es una opción, el sabotaje creativo mucho mas.

Puede que muchas de estas propuestas suenen inocentes y algunas hasta infantiles, pero ¿por que no?; estas no son las únicas posibilidades, también se puede pensar en tomas de cafeterías, tomas de puestos de vigilancia, tomas de secretarias, que nos hagan sentir, pero que nos garanticen efectividad para fastidiar, pero también para seguir convocando a mas y mas gente.

Si logramos levantar un movimiento estudiantil en clases no solo ganaremos organización y convocatoria, sino que estaríamos marcando un referente dentro de la lucha estudiantil, y así las próximas luchas no estarían determinadas por si bloqueamos o no, sino, como logramos movilizarnos siendo efectivamente creativos. Otra forma de hacer las cosas es posible.

Reflexiones frente al fin político del movimiento

El movimiento que defendemos debe ser claro en algo: Nuestra meta es buscar un espacio de negociación con las directivas de la universidad en el que se plante reformar la parte del estatuto que ya esta decretada, y en el que se abra un espacio de discusión decisorio frente a la parte que aun no lo esta. Toda la presión debe estar encaminada a ello, todas nuestras fuerzas están bajo este objetivo.

Por ultimo y mas importante.

Si luchamos en este momento por el estatuto estudiantil no podemos olvidar que antes que nada estamos luchando por el futuro de una universidad Pública, Popular, Autónoma, Responsable, Critica y Transformadora.

Queremos una universidad pública por que defendemos el derecho que tienen todos y cada uno de los colombianos a estudiar. Creemos en una universidad pública por que el dinero que tributamos no lo queremos para la guerra que beneficia a pocos, sino para el bienestar de la mayoría, y parte de eso significa la educación. Publica en que quepan todos y todas, en que ni uno solo se quede por fuera.

Queremos una universidad popular por que sabemos que tenemos que responder a las necesidades e intereses de las clases populares, por que no queremos seguir favoreciendo a los intereses de los grupos elitistas que nos agobian en el país, por que no creemos en el beneficio de pocos sino de todos, por que el conocimiento debe servir para el bienestar de la sociedad en su conjunto y no de los pocos privilegiados.

Queremos una universidad autónoma, pero responsable, en donde la financiación estatal no implique la manipulación del gobierno de turno, ni por los intereses de los pocos que controlan el estado. Creemos que podemos gobernarnos de forma triestamentaria pero con la mas alta responsabilidad de estar pensando en responder a los que están afuera de nuestro campus. Autonomía no es libertinaje, es gobernarnos sin olvidarnos de la sociedad.

Queremos una universidad deliberante, critica e incluyente, en donde las decisiones sean tomadas con la voz y voto de todos y todas las personas involucradas en la comunidad universitaria, es decir los estudiantes los trabajadores y los profesores. Pero la inclusión no solo nos remite a nosotros, tenemos que pelear por que cada vez mas la sociedad este acá adentro y nosotros aya afuera. La universidad no somos los que vivimos en ella, son además todos a los que debemos compartir nuestro conocimiento allá afuera.

Pero ante todo, queremos una universidad transformadora, que sea conciente que el conocimiento existe es para facilitar la vida de los hombres y acercarlos a su felicidad. Esa vida digna de los hombres (y su consecuente felicidad) solo es posible en una sociedad diferente a la que vivimos, que antes de excluir incluya, que antes de explotar se solidarice, que antes de dominar construya colectivamente, que antes de ahogar de vida. Una sociedad nueva solo es posible con el compromiso de todos, es ese nuestro ultimo y final objetivo.

Compitas de la nacho:

Soñar no nos cuesta nada, construirlo, mucho menos; Arriba la movilización estudiantil, arriba la defensa de la universidad publica, arriba este movimiento que resiste a la indiferencia y la arrogancia.

Somos UN, somos un grito de libertad.

Venceremos.

Anarquismo y Universidad Publica

Uno de los pilares infranqueables del anarquismo como practica de vida, es el rechazo que hacemos frente al estado. Esto es así por que éste garantiza una de las condiciones que mas atacamos en la sociedad, esto es la dominación. El estado garantiza la dominación de la clase de los poseedores sobre los desposeídos con la protección legal de la propiedad, cuya inviolabilidad hace que los que no tenemos mas que nuestras manos para sobrevivir nos toque conseguir nuestro sustento vendiendo nuestra habilidad y fuerza a quienes controlan las empresas donde podemos trabajar. Esta entre muchas más razones, hace que el estado sea uno de nuestros más importantes enemigos.
Pero cuando hablamos del Estado, no solo estamos haciendo referencia a las instituciones normativas y represivas; hoy el estado es mucho mas que eso, es un entramado de instituciones que además de controlar el orden social, también prestan unas serie de bienes y servicios de la mas variada gama, entre los que se encuentran servicios sociales como el de la educación y la salud. A pesar de que el Estado esté en un momento de des-estructuración donde su tamaño, así como sus servicios, se van reduciendo cada vez mas, aun mantiene la prestación de servicios como el de la educación superior, y las universidades públicas son uno de los espacios que se mantienen como entidades estatales de prestación de servicios de educación.
La postura mas coherente hasta este momento siguiendo los anteriores argumentos es que si uno es anarquista y está en contra del estado por lo tanto esta en contra de todas sus instituciones; si se siguiera esta línea, de la forma mas ortodoxa, el ser anarquista y al mismo tiempo estudiante de una universidad publica seria una contradicción, ya que se estaría aceptando una de las instituciones del estado, y por lo tanto al estado mismo. Esta línea de argumentación, en al que se encuentran algunos compañeros y la cual es completamente respetable, no es la que se quiere defender en este texto.
En cambio, hay que ver el estado como una construcción que es mucho mas que un aparato que maquiavélicamente está milimétricamente y en todas sus expresiones controlado por un “Gran Hermano”, una entidad calculadora y autónoma que va haciendo de las suyas dentro de un plan calculado. Para abrir un poco la lectura que propongo, es fundamental adentrarnos en la noción de lo público, que aunque constantemente esta asociado con lo estatal, no siempre cae dentro del manto de control de clase (de los propietaros sobre nosotros desposeidos). Si bien no quiero hacer entender lo público como algo enteramente desligado del estado, si lo entiendo como un espacio en que no solo se dan las cosas como normativamente están estipuladas. Para entender mejor está argumentación podemos utilizar el caso de la Universidad Nacional de Colombia; si bien esta es una institución que tiene como naturaleza “Formar ciudadanos libres y promover valores democráticos, de tolerancia y de compromiso con los deberes civiles y los derechos humanos”1 –es decir formar ciudadanos que acepten el sistema tal y como existe con sus contradicciones y limitaciones- la universidad vive una intensidad en su día a día que permite desde diferentes posturas filosóficas y políticas desarrollar diferentes discursos y acciones no necesariamente dentro de el marco normativo desde el que se inscribe la universidad dentro de el estado.
A esta posibilidad, que no esta cooptada por el estado, es a la que me refiero cuando hablo de lo publico que no necesariamente es estatal.
Trayendo este argumento quisiera hacer notar una condición gracias a la cual vive el estado: la financiación. La forma en que el estado se financia es a través de los recursos que todos le aportamos, mas a las malas que a las buenas, mediante la tributación que hacemos, por que recordemos que el mayor ingreso de el estado por tributación es el que aporta el IVA, que es el impuesto que nos descuentan cuando compramos prácticamente cualquier cosa. Por lo tanto, somos nosotros los que mantenemos al estado, y cuando menos nos damos cuenta es cuando son nuestros mismos recursos los que le permiten al estado dominarnos.
Traigo a colación lo de la financiación del estado, solo para recordar que lo público, mucho de ello funcionando como entidades estatales, logra mantener su capacidad económica gracias a nuestros impuestos y por lo tanto de nuestro trabajo y esfuerzo. Por eso es que se puede decir que esas entidades no son del estado, realmente esas entidades son nuestras y de todos aquellos que aportan para mantener las diferentes empresas sociales que permiten llevar a cabo el funcionamiento de una sociedad de masas como en al que vivimos ahora. Es entonces este espacio de lo publico, un espacio de lucha de proyectos de sociedad, en donde así como se presenta la postura estatal mediante la normatividad y su búsqueda del control, también se presentan posturas criticas al capital y a los diferentes mecanismos de dominación que existen en la sociedad.
En este sentido es que reivindicándome como anarquista, al mismo tiempo me reivindico como un estudiante de una universidad publica, ya que ésta no es lo que el estado manda que sea, sino es lo que todos y cada uno de los participantes que en ella estamos hacemos. Por esto es que no es una contradicción ser un anarquista y al mismo tiempo ser un estudiante. Mas aun, es una responsabilidad hacer que este espacio publico deje de ser cada ves menos estatal y represente los intereses y necesidades de aquellos que