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[Reseña] Alimentos modificados genéticamente, una guía breve para personas confundidas

Rees Andy; Alimentos modificados genéticamente, una guía breve para personas confundidas; Barcelona; Intermón Oxfam;2008. 296 pg

En este ilustrativo libro se relatan muchas de las circunstancias en que la irresponsable industria de los alimentos ha intentado introducir gran cantidad de alimentos genéticamente modificados no solo sin un control estricto de sus consecuencias ambientales y de salud para el cuerpo humano, sino alterando la ya delicada estructura de las relaciones de producción en el campo tanto en los países mas adinerados como en los menos favorecidos.

Tranquilamente el autor va presentando a todos los actores presentes en esta empresa, desde la industria y sus patrocinados grupos de presión hasta los organismos, tanto nacionales como supranacionales, que sistemáticamente influyen para satisfacer sus intereses; es decir, tras patentar semillas y procedimientos de cultivo hacer que la dependencia de la alimentación recaiga únicamente en el monopolio de su abastecimiento. Para ello, se enmascaran en un hábil pero engañoso discurso en el que afirman verdades tan discutibles como: La igualdad de lo genéticamente modificado con los procesos naturales, su suficiente prueba, la adecuada regulación, su posibilidad de solucionar el problema del hambre, su seguridad y productividad que incrementa la renta de los agricultores, su bondad frente al medio ambiente y los agricultores que necesitan cultivar tierras marginales, y hasta las posibilidades vitamínicas que tienen muchos de los alimentos por ellos modificados genéticamente.

Pero la realidad va en otra vía. No solo desmentirá varias de estas afirmaciones posteriormente sino que previamente alerta sobre los grados de contaminación que las semillas modificadas tienen frente a las que no, que son tan altos como natural es la polinización. Esto termina haciendo que en poco, aquellos agricultores vecinos de otros que hayan optado por lo modificado tendrán su campo lleno de alimentos también modificados viéndose obligados a entrar en el consumo de insumos necesarios para su cultivo. No solo es esto una amenaza para quienes quieren conservar sus cultivos independientes, sino que además la colonización progresiva de estas semillas amenazan acabar con la diversidad de tipos que se tengan de una misma planta.

Las modificaciones que integran pesticidas propios, no solo alteran la composición de los insectos que se pretende repeler haciéndolos más resistentes a largo plazo, sino que alteran parte de la fauna restante (matando insectos y aves que no hacen daño a las plantas) y atentan no solo potencialmente sino ya en casos comprobados a la misma salud de las comunidades cercanas a su cultivo, siendo un ejemplo significativo el planteado por el autor en el cual a algunos animales se les da de comer con cereales modificados y se les da también la opción de los no modificados: Al final ellos eligen los alimentos no modificados. Lo que lleva a la reflexión que por lo menos en cuanto a esto serían más inteligentes los animales que nosotros. El problema es que ante la atenta alerta de los consumidores y de algunos gobiernos previniendo la inserción de estas semillas en sus mercados, las grandes industrias han logrado vender ilegalmente justificándolo en “accidentes” o simplemente respondiendo al mercado negro de los países.

Otra de las alertas a tener en cuenta son con los cultivos biofarmacéuticos, que están siendo utilizados para producir medicamentos químicos a base de plantas, los que aunque no están aun en el mercado pueden terminar siendo un agente potencial de riesgo si llegan a dispersarse y contaminar aleatoriamente los productos que consumiremos alentando la posible propagación de enfermedades entre ellas el cáncer.

Pero no solo es un problema de salud; la consolidación de patentes de los productos, y la alteración de la posibilidad de reproducción normal de las semillas, convierten en dependientes de la compra de semillas modificadas a aquellos que inician su cultivo, ingresando a la bola de nieve de pesticidas y abonos también vendidos por las mismas empresas. Pero como si la quiebra a la que ha llevado esto no fuera poco, las grandes empresas se han asegurado de perseguir a quienes guardan aun sus semillas para cultivar en la próxima temporada, como lo han hecho de forma tradicional, denunciándolos por violar las patentes, así como de acusar a aquellos agricultores que aunque hubiese sido por un proceso accidental vieron polinizado parte de su cultivo con semillas modificadas, dando el caso de hacer pagar a agricultores que nunca siquiera pensaron en pasarse a las semillas modificadas.

Y como han logrado tal poder? Pues bueno, esa es precisamente la tarea que han desarrollado gracias al hábil manejo del lobby de las empresas frente al gobierno, los sectores científicos, los medios de comunicación y en últimas los consumidores.

Todo esto inicia con la llamada puerta giratoria donde, tras las elecciones en que las empresas han invertido grandes sumas en los candidatos, “influyentes personalidades del mundo de la industria son designados para posiciones clave en el gobierno y, en contrapartida, ciertos importantes políticos reciben lucrativos cargos de la industria”. Pero como si esto no fuera suficiente, grandes sumas son invertidas constantemente por BASF, Bayer, Dow Chemicals, Du Pont, Monsanto y Sygenta, para la presión a distintos gobiernos en la aprobación de nuevas leyes favorables para la industria. La inversión es tal que han logrado incidir hasta en organismos internacionales, como la FAO y la OMC, al punto de hacer de algunas de sus políticas mandados especiales de las multinacionales. Lo éticamente reprobable, ademas, es que tanto por estas organizaciones como por aquellas de ayuda internacional del tipo USAID se impulsa la inserción de estos productos en los países en vía de desarrollo, contaminando así mercados antes no asequibles (siendo el caso mas grave la utilización de alimentos modificados para paliar las hambrunas en algunos países en África, que no solo estaba cargado con un alto riesgo para la salud, sino para la misma sostenibilidad de las semillas tradicionales, que ahora serian contaminadas con las modificadas).

No importa que el mundo científico alerte constantemente la aparición de nuevos defectos de estos alimentos, por que con gran prontitud las empresas logran opacar estos resultados ya sea desmintiendolos vagamente o ocultándolos con la posterior persecución de sus productores. En la misma vía, van impulsando y financiando cuantos estudios demuestren las bondades del producto, así estos estudios sean alterados o sus resultados no sean completamente expresados. Esto y la manipulación mediática han sido las estrategias preferidas para garantizar la influencia en la opinión publica. Lo interesante, y con esto remata el libro el autor, es que en la reacción del publico general que está informado, y esto lo aclara a propósito de la desinformación que hay en Estados Unidos, ha venido creciendo el rechazo a estos productos, demostrándose en la constitución de zonas libres de modificados genéticamente, ataques a pruebas de campo, y en general un movimiento de gente unida contra los alimentos genéticamente modificados.

El libro no solo vale la pena, sino es una buena forma de introducirse a los alimentos modificados genéticamente y a sus riesgos. Alienta a la concientización de los consumidores y a la construcción de estrategias para el consumo sano. Lo único que habría por comentar es que aunque logramos en el mediano plazo liberarnos de los alimentos modificados genéticamente, aun la agricultura seguiría siendo monopolizada por los grandes terratenientes y los grandes financieros que invierten en ella. Sin un consumo mas sano no tendremos mejor salud, pero con un consumo saludable que mantenga la explotación se perpetuara el hambre de la mano de la dominación de quienes tienen los medios de subsistencia sobre sobre los que les hacen falta.

Algunas direcciones web citadas en el texto que tienen información actualizada.
www.thecampain.org www.gmwatch.org www.non-gmoreport.com www.organicconsumers.org
www.seedsofdeception.com www.consumersinternational.org www.foe.co.uk/campaigns/real_food/
www.greenpeace.org/international/campaigns/genetic-engineering

Reseña del libro Costumbres en Comun de Thompson.

Thompson E. P.; Costumbres en común; Crítica; 1995

El capitulo I, Introducción: costumbre y cultura, es el lugar donde el autor plantea que “la conciencia de la costumbre y los usos consuetudinarios eran especialmente fuertes en el siglo XVII: de hecho, algunas “costumbres” eran inventos recientes y, en realidad, constituían la reivindicación de nuevos derechos” (13). Esta costumbre diferente a la tradición «era un campo de cambio y de contienda, una palestra en la que intereses opuestos hacían reclamaciones contrarias» (18). Esta costumbre, que era el vestido de la retórica plebeya, no era independiente de las influencias externas ya que esta en constante comunicación con la cultura «patricia». Es enfático al plantear que otro de los rasgos que le generan un interés personal es «la prioridad que en ciertos campos se da a las sanciones, intercambios y motivaciones«no económicos» frente a las directas y monetarias»(24) Eje que será el centro de su discusión de la economía moral.

En el capitulo II, Patricios y plebeyos, va ir desglosando un poco de estas identidades diferentes que van constituyendo costumbres y culturas diferentes; Para esto pasara a hacer un examen de lo que denomina paternal de las relaciones sociales en Inglaterra en los siglos XVII y XVIII, planteando que el paternalismo no es la característica desde la cual pueda simplemente definirse la relación entre las clases; lo segundo son las implicaciones del dinero en la constitución de las protocolases, en especial en la constitución de las oligarquías y clases parasitarias. Seguido a esto señala la transformaron que esta operando en términos laborales en donde «la subordinación se esta transformando en negociación (si bien entre partes sumamente desiguales)» (52) y esto especialmente por el procesa de liberación de la mano de obra y su sucesiva venta. Para poder concluir la relación el autor plantea que «el análisis nos permite ver que el control de la clase domínate en el siglo XVIII se hallaba localizado principalmente en una hegemonía cultural y solo de forma secundaria en una expresión de poder económico o físico (militar). Decir que era cultural no equivale a decir que era inmaterial, demasiado frágil para analizarlo, insustancial. Definir el control en términos de hegemonía cultural no significa abandonar los intentos de analizarlo, sino prepararse para el análisis en los puntos en los cuales debería hacerse: en las imágenes del poder y autoridad, las mentalidades populares de subordinación»(58). Parte de esta descripción significa entender la autoridad que se construye espiritualmente por lo que entra a evaluar el autor el papel de la iglesia y el creciente materialismo artesano.

Para finalizar el capitulo el autor revisa varias de las expresiones de teatro y contra teatro, las cartas anónimas, entre otras, características todas ellas que le permiten hablar de una sociedad en que existe conflicto, este argumento en contra de los intentos de otros historiadores de identificar una sociedad de una sola clase. Plantea mas bien que es una sociedad con antagonistas irreconciliables y entre ellos grupos de clases medias «vinculados por líneas de dependencia magnética a los poderosos o, en ocasiones, escondiendo sus rostros en una acción común con la multitud»(91). En este sentido el autor propone que la «hegemonía pudo haber definido los limites externos de lo que era políticamente y socialmente practicable y, por ello, influir sobre las formas de lo practicado: ofrecía el armazón desnudo de una estructura de relaciones de dominio y subordinación, pero dentro del trazado arquitectónico podían montarse muchas distintas escenas y desarrollarse dramas diversos» (105).
El capitulo IV, La Economía «moral» de la multitud en la Inglaterra del siglo XVIII, plantea, a partir del análisis de los motines en la Inglaterra del siglo XVIII, un análisis de las motivaciones y finalidades planteadas desde sus participantes. Estas acciones populares señala el autor estaban enmarcadas en nociones legitimadoras por parte del pueblo, es decir, «operaban dentro de un consenso popular en cuanto a que practicas eran legitimas y cuales ilegitimas en la comercialización, en la elaboración del pan, etc. Esto estaba a su vez basado en una visión tradicional consecuente de las normas y obligaciones sociales, de las funciones propias de los distintos sectores dentro de la comunidad que, tomadas en conjunto, puede decirse que constituyen la economía moral de los pobres» (216). En este sentido el autor defenderá esta tesis al ver los diferentes acontecimientos que se fueron dando a propósito de la producción comercialización y consumo del pan, con lo que demuestra como las tensiones que surgen están amparadas en esta filosofía popular.

Esta postura popular la estudia el autor en contraposición con la economía política liberal para observar los diferentes matices de que es efecto. Por esto mismo va siguiendo los diferentes motines, y entre ellos las caras de sus actores, construyendo modelos alternativos de explicación este tipo de economía «mucho más complejo que el que se puede explicar satisfactoriamente por un encuentro cara a cara entre el populacho y molineros determinados, comerciantes o panaderos. Es necesario dibujar una imagen mas amplia de las acciones de la multitud» (254). Para concluir el articulo el autor plantea que «la muerte de la economía moral de abastecimiento tardo tanto en consumarse como la muerte de la intervención paternalista en la industria y el comercio. El consumidor defendió sus viejas nociones de derecho con la misma tenacidad que (quizás el mismo hombre en otro papel) defendió su situación profesional como artesano»(287).

Por ultimo, el capitulo denominado La Economía Moral Revisada es, como su nombre lo adelanta, una revisión los principales desarrollos tanto proposititos como críticos generados por al categoría acuñada en el anterior capitulo; Primero el autor hace una interesante interpretación sobre algunas de las criticas que le han hecho donde plantea que «quedan todavía algunos positivistas ineducables que, mas que discrepar de las conclusiones de los historiadores sociales, desean rechazar sus preguntas» (297). Teniendo en cuenta esta crítica, el autor planteara oros de los rasgos que han caracterizado la discusión: El debate frente a las diferentes formas de motines y otras alternativas a la protesta; La discusión que esta latente con la economía clásica y en especial con Adam Smith, recordando como su influencia no solo fue teórica sino impregnada en la practica de gobierno ingles, en especial en los lugares de gobernación colonial (Léase, india y Birmania); La economía moral además de economía como practica política, y esto se ve demostrado en los niveles de acción en este campo de los motines; El papel que interpretan las mujeres en los motines, defendiendo que no se puede construir un patrón sexista desde el cual leer la totalidad de los motines.

Para finalizar este articulo el autor propone mas aportes en la descripción de lo que es la economía moral, planteando «no es solo que existe un conjunto identificable de creencias, usos, y formas asociadas con la comercialización de alimentos en tiempos de escasez, a los cuales conviene unir bajo una expresión común, sino que las emociones profundas que despierta la escasez, las exigencias que la multitud hacia a las autoridades en tales crisis y la indignación provocada por el agiotaje en las instituciones de emergencia que representaban una amenaza para la vida comunicaban una «obligación moral» particular de protestar. Todo esto, formando un conjunto, es lo que yo entiendo por economía moral» (380).
Estos cuatro artículos extractados el libro reseñado son, a pesar e su corta extensión, una gran muestra de lo que será ese delicioso picante del marxismo cultural británico, que se levanto orgullosamente frente a la desafiante ortodoxia no solo continental sino también en la misma Inglaterra. No solo es de manera metodológica de excelente elaboración, sino que permite abrir una brecha de análisis dentro del estudio de la subalternidad pensando la realidad material de estos, pero entendiéndola en las construcciones ideológicas propias de los movimientos.
Este precisamente es una de las aperturas que da al análisis, por que no solo desmiente el hecho de que los pobres no construyen una propia racionalidad económica (advirtiendo que lo de racional es una palabra complicada), sino que demuestra como las practicas de las revueltas populares no son sino una parte que expresa los diferentes rasgos de la mentalidad. Esta mentalidad se muestra como una que no puede ponerse en el plano con los mismos valores con que se mide la mentalidad racional capitalista, es decir la que tanto defiende Adam Smith y compañía, sino que estructura propias identidades frente a la interpretación del mundo del antagonismo social en que viven. Es interesante como en este sentido, al afirmar que la economía moral también es una expresión política, el autor demuestra como en las manifestaciones populares está todo el germen de una teoría popular de estado, y esto lo afirmo por que a pesar de que no es explicito al decirlo, al hablar del paternalismo el si va planteando que los sectores populares no son tan pasivos. Esto es lo que me hace pensar que allí hay este germen; seria necesario en otros casos esbozar estos esquemas para así hacerlos evidentes.

La economía moral entonces esta presentada como una herramienta de análisis de la visión económica de los subalternos frente a sus antagónicos, y es esta interpretación la que me permite asegurar que en la historia de la humanidad deben de haber existido más de una experiencia en función de estas relaciones, y el análisis de la historia entonces debería atender en parte a la reconstrucción de estos esquemas; Digo esto por que podría plantearse, a modo de ejemplo, que la practica de los individuos en la sociedad colonial de la Nueva Granada tiene diferentes practicas económicas y políticas que están fuera de racionalidades del tipo costo beneficio, que ponen en evidencia formas de relación de este momento especifico de la lucha de clases (?) en la historia.

Pero otra de las cosas súper interesantes del análisis de el autor, es que retomando la discusión planteada por Gramsci, recoge el modelo de hegemonía para atender a una de las expresiones de estas luchas de clases. Nos muestra como al hegemonía cultural permite generar un nivel de control y consenso, pero más importante aun, es que plantea la necesidad de entender la lucha de clases en ese momento sin medirla de forma teleológica con la lucha de los artesanos o de los proletarios que vendrían después: en palabras del autor “este proceso no tiene nada de determinado ni automático” (105). Si bien plantea que la economía moral se transformaría con el tiempo y desaparecería en parte con el aparecimiento de ideologías de izquierda (como el Owenismo), le da gran importancia a las particularidades que genero por si misma. Eso me parece un gran acierto.
Por ultimo, me parece que este es el tipo de materialismo es el que sirve a los historiadores para hacer historia de los de abajo, y en parte creo esto por que tiendo a estar personalmente a gusto con sus afirmaciones, en especial la siguiente, con la que me gustaría cerrar esta reseña: «si empleamos la terminología de clase, entonces la «economía moral», según esta definición, puede ocuparse de la forma en que se negocian las relaciones entre las clases. Muestra como la hegemonía no se impone (o se discute) sencillamente, sino que se articula en el trato cotidiano de una comunidad y solo puede sostenerse por medio de la concesión y el patronazgo (en los buenos tiempos), por medio, al menos de los gestos de protección en los malos » (387-388) .

A proposito de «La formacion de la clase obrera en Inglaterra» del Hippie Thompson

Class also acquired a peculiar resonance in English life:

Everything, from their schools to their shops, their chapels to their amusements,

Was turned into a battle-ground of class…

They fought, not the machine,

But the exploitive and oppressive relationships

Intrinsic to industrial capitalism. (832).

E. P. Thompson; la formación de la clase obrera en Inglaterra; la formación de la clase obrera en Inglaterra; Editorial Critica; Barcelona; 1989

Primero es importante las claridades que en la introducción hace el autor a propósito de la clase obrera; el autor afirma que “la clase obrera no surgió como el sol, a una hora determinada. Estuvo presente en su propia formación” (xiii); cuando habla de la definición de clase el autor propone es un “fenómeno histórico que unifica una serie de sucesos dispares y aparentemente desconectados, tanto por lo que se refiere a la materia prima de la experiencia, como a la conciencia… algo que tiene lugar de hecho (y se puede demostrar que ha ocurrido) en las relaciones humanas. (xiii); En cuanto a la clase obrera afirma que nace “cuando algunos hombres, de resultas de sus experiencias comunes (heredadas o compartidas), sienten y articulan la identidad de sus intereses a la vez comunes a ellos mismos y frente a otros cuyos intereses son distintos (y habitualmente opuestos) a los suyos. La experiencia de clase esta ampliamente determinada por las relaciones de producción en la que los hombres nacen, o en las que entran de manera involuntaria. La conciencia de clase es la forma en que se expresan estas experiencias en términos culturales: encarnadas en las tradiciones, sistemas de valores, ideas y formas institucionales” (xiv), lo que hace que no solamente la clase sea un fenómeno histórico sino una relación social.

El primer capitulo, Innumerables miembros, relata la historia de la Sociedad de Correspondencia de Londres, que fue el primer núcleo organizativo que el autor identifica como conciente de antagonismo en la Londres del siglo XVIII rememora sus líderes, funcionamiento y principales acciones, que la constituyen en el primer referente de antagonismo frente a las clases que actúan desde el parlamento. El segundo capitulo sigue la huella que se construye desde la tradición de la disidencia, poniendo cuidado al desarrollo de las ideas en las iglesias cristianas y protestantes que existían en el siglo XVIII, es por esto que afirma «la historia intelectual de la disidencia se compone de coaliciones, cismas, mutaciones; y a menudo se tiene la sensación que las semillas en estado latente, del radicalismo político se encuentran en su seno, dispuestas a germinar siempre que se siembren en un contexto social benéfico y esperanzador” (25); Metodistas como cuna del radicalismo, que de la mano de el jacobinismo dieron origen a la tradición de la disidencia.

El tercer capitulo, los baluartes de Satán, busca explorar el mundo de las minorías articuladas que surgen de una mayoría menos articulada cuya conciencia se puede describir , en ese momento, como «sub-política»; compuesta de superstición, religiosidad pasiva, prejuicio y patriotismo” (45), de cuyas expresiones políticas se encuentran los motines espontáneos y la utilización deliberada de la multitud para ejercer presión, pero en ultimas son acciones que expresan modelos de comportamientos arraigados, “amparados en la vieja economía moral, donde en casos se encontraba un esfuerzo por volver a imponer la vieja economía moral contra la economía de mercado. Estas multitudes que apoyaron lideres, están en camino de convertirse en multitud radical con conciencia de si misma” (62)

El capitulo IV, el ingles libre por nacimiento, plantea aquel mito de la libertad que tenían los ingleses construido históricamente (y en especial en relación con la del yugo normando) y en especial, en función de los imaginarios que tienen hombres y mujeres de los sectores subalternos al inicio del siglo XIX; derecho que exigían estos respetarse como un consenso moral en que participaban con su gobierno que estaba obligado a obedecer. En momentos es un mito que sustenta el localismo, en otras el anti-centralismo. En parte ese fue también el espíritu de Los Derechos del Hombre, de Paine, y por lo tanto el efecto en sus lectores. El Capitulo V, Plantar el árbol de la libertad, explica precisamente éste efecto de Paine sobre los ingleses, el proceso que llevo a la identificación de la sociedad inglesa como una excluyente de los sectores pobres, en donde la ciudadanía solo era efectiva para Lores, haciendo ir de agitaciones a persecuciones, y de radicalizaciones a cárceles; De la organización de los artesanos y trabajadores, a la promulgación de leyes acallándoles. Es así que «en tanto los años que van de 1791 a 1795 proporcionaron el empuje democrático, fue en los años de represión cuando se puede hablar de la maduración de una inequívoca «conciencia obrera de clase» (188), fue la época de movimiento hacia la izquierda de lo que después terminaría siendo al clase obrera.

El capitulo VI, la explotación, plantea como “entre 1790 y 1830 es la formación de “la clase obrera”. Estro se revela, primero, en el desarrollo de la conciencia de clase; la conciencia de una identidad de intereses a la vez entre todos estos grupos diversos de población trabajadora y contra los intereses de otras clases. Y en segundo lugar, en el desarrollo de las formas correspondientes de organización política y laboral” (203), pero en especial esta clase es posible por “la naturaleza verdaderamente catastrófica de la Revolución Industrial, así como algunas de las razones por las cuales en estos años se conformo la clase obrera inglesa. El pueblo estaba sometido, a la vez, a una intensificación de dos tipos de relaciones intolerables: las de explotación económica y las de opresión política” (208)

En el capitulo XVI, La conciencia de Clase, esta planteado que ya para las primeras décadas de el siglo XIX se encuentra una conciencia «de los intereses y predicamentos como clase» (711) donde «la gente trabajadora esta conciente de la continuación de antiguas y nuevas batallas propias» (712). De esto el autor se da cuenta por que observa la conformación de una cultura radical que ha propagado esta conciencia; esta cultura radical se basa, primero, en al difusión de una cultura intelectual de forma escrita acompañada de espacios de socialización (cafés, clubes, etc.), que produjeron desde la parodia y la sátira una cultura artesana librepensante. Esto hizo que precisamente la lucha por la libertad de prensa y pensamiento -y en consecuencia la libertad de discurso, de reunión y por supuesto la libertad personal- fueran las que definiera las características esta cultura radical. La multiplicación de esta cultura no hubiera sido posible si además de la cultura escrita no se hubiera dado también la multiplicación de escuelas, el teatro o las mismas baladas, estas ultimas mas propias de una cultura plebeya, cultura fuertemente marcada por el metodismo y el racionalismo lo que conjugado será nombrado por el autor como sobriedad moral. Junto a esta sobriedad «la cultura artesana se nutrió de valores de investigación intelectual y mutualismo»(743).

Tras este primer análisis, el autor seguirá el recorrido de la cultura intelectual, haciendo caso a los hombres que forjaron identidades entre los trabajadores. Primero plantea como William Cobbett «creó esta cultura intelectual radical, no por que hubiera ofrecido sus ideas mas originales sino por que encontró el tono, el estilo y los argumentos que le permitieron al tejedor, al maestro de escuela y al constructor de barcos tener un discurso común. Fuera de la diversidad de quejas e intereses el trajo un consenso radical»(746). Consenso que fue vivido en las discusiones que produjo su Political Register en los escenarios artesanos que permitió «nutrir el antiintelectualismo y el oportunismo teórico (enmascarado como empirismo «practico) que permanece como una importante característica del movimiento laborista británico» (755).

Tras el auge de este autor vendrían a marcar otros la formación de la conciencia de clase en Inglaterra, entre los que se encuentran «la tradición Paine-Carlile: los utilitaristas de la clase obrera y los Gorgon; Los tradeunionistas alrededor de John Gast: y la variedad de tendencias asociadas con el Owenismo» (762), precisamente este ultimo que «contenía dos elementos que nunca se fusionaron completamente: la filantropía del iluminismo elaborando «nuevos sistemas» acordes a los sistemas de utilidad y benevolencia: y las experiencias de aquellas secciones de obreros que seleccionaron nociones del stock del owenismo y las adaptaron y desarrollaron para relacionarlas con su propio contexto» (786), donde a pesar de la intención de Owen con sus experimentos en New Lanark, sus enseñanzas fueron apropiadas de forma distinta y acorde a las necesidades de los trabajadores, sus ideas de cooperativismo fueron parte de el proyecto mas radical en al cultura obrera.

El capitulo concluye con una reflexión sobre el momento en que la clase obrera no esta haciéndose sino ya esta hecha, la cual debe ser vista de dos formas «hay una conciencia de identidad de de los intereses entre los hombres trabajadores de las más diversas ocupaciones y niveles de logros, que estaban consagrados en diferentes formas institucionales , y que eran expresados en una escala in precedente de Unionismo generalizado entre 1830-1834 (…)en la otra mano, estaba una conciencia de identidad de los intereses de las clases trabajadoras, o «clases productivas», como antagónicos a aquellos de otras clases; y entre ellos ha madurado el clamor por un sistema alternativo. Pero la definición final de esta conciencia de clase era, en gran parte, la consecuencia a la respuesta de la fuerza de la clase obrera a la clase media»(807). Ya es una clase que subvierte el poder, y que va construyendo varias agendas de discusión y acciones, primero frente al sufragismo, pero también en temas como el internacionalismo y el sindicalismo industrial.

Es interesante ver como el profesor Thompson logra desarrollar su tesis sobre la formación de la clase obrera resaltando los distintos elementos característicos de este proceso: el surgimiento de un antagonismo, que inicialmente es politico, que plantea intereses compartidos con unos y diferentes a otros (esto es para el caso ingles materializado en el origen de la sociedad e correspondencia); la convergencia de una tradición radical que viene forjando disidencia y que permite hablar de una tradición ideológica; La confluencia a su ves de las identidades nacionales en el pensamiento de los trabajadores, pero estos revistiéndolo de una lectura que parte de sus necesidades y sus quereres (para el caso del ingles libre por nacimiento); El aparecimiento de nuevas ideas que están de acuerdo con el momento histórico, y que reúnen buena parte de los imaginarios que las clases populares han venido forjando (Tomas Paine y otros); La identificación de la explotación económica y al exclusión política, que sienta pie para la organización social. Y por ultimo la materialización de una conciencia de clase, de una conciencia de colectivo que habla de esa lucha que establecen las personas de forma autonomía gracias a discursos e ideologías propias mediante formas organizativas que están dirigidas por ellos mismos.

Si se observa, esta descripción lo que podemos deducir es que las clases sociales, independientemente del momento histórico, pueden irse evaluando con una de estas características, y así poder desde el análisis del antagonismo, establecer cuales son los grupos y las identidades que cada uno maneja en su devenir. Hay que ser claros, y esa es la invitación del autor, las clases tienen su propia historicidad y esto hace que no podamos simplemente construir un modelo de presente y retrocederlo; Pero lo que si creo que el autor permite para este análisis de las clases sociales, es ver como la clase no solo corresponde a su rol económico como resultado del lugar de producción de sus participantes, sino además desde la forma en como políticamente esta articulado al sistema, y a su ves cuales son las características ideológicas y culturales que recubren sus acciones y discursos.

Es importante señalar tres cuestiones que pueden ser problemáticas en el libro de Thompson: Primero, es definitivamente su intención la de retratar una clase que es más que sus lideres o su vanguardia, pero cuando comienza a describirla, especialmente al hablar de al consciencia de clase, se concentra excesivamente en la figuración de los autores que propagandizaron ciertas ideas que asumieron los hombres de esta clase. Más está Paine, Cobett, entre otros, retratados que el resto de los hombres. Si bien es cierto que son importantes estos sujetos, el autor mismo esta constantemente diciendo que es el pueblo el que compone realmente la clase. Seguramente una de las limitantes, y este es mi segundo punto, que tiene este autor y por lo cual comete este error es el tipo de fuentes. Estas son más que todo las escritas, y dejan por fuera a buena parte de la clase que es iletrada y analfabeta. Como superar esta limitante, como buscar nuevas fuentes, como no remitirse únicamente a lo escrito?: hay otras fuentes que los historiadores debemos empezar a utilizar que nos pueden hablar mas de los subalternos y de los que no dejaron huella en lo escrito, estas fuentes son las que nos permiten ciencias como la geografía histórica y la arqueología industrial entre otras.

Por ultimo siento que como buen comunista (a pesar de si mismo) el autor sufre de un teleologismo que aunque es débil, allí está. Es evidente esto cuando el autor plantea que los obreros fueron construyendo su conciencia de clase con esta identidad antagónica, y que al final termina siendo el Owenismo la materialización de esta fuerza; a mi parecer el autor termina haciendo de un sujeto revolucionario, como Owen, casi la explicación indirecta de la conciencia de clase consolidada de los obreros. Si bien es cierto que Owen pudo fortalecer esta consolidación como clase, no puede entenderse el camino de la clase como si estuviera volviéndose automáticamente revolucionaria (y recordemos que a pesar de que Owen no es socialista como tal, si es uno de los padres del socialismo moderno –será este amor que eleva al autor a este final?). En esto me parece que Thompson esta mas cerca de Hobsbawn que lo que en todo el libro había estado.

A pesar de estas críticas, este libro no solo es ya un clásico con todo el derecho, sino que se mantiene como una fuente de reflexiones historiográficas y teóricas que ayudan a rejuvenecer el análisis de la sociedad.

A proposito de… Diccionario Anarquista de Emergencia

En la pasada feria del libro se hizo la presentaciòn de un texto que recoge lo mejor de los pensamientos de un par de anarquistas colombianos; a este evento de lanzamiento, invitaron a un profesor que aunque no milita abiertamente ha demostrado en muchas de sus expresiones y acciones las practicas de un anarquista. Ya que el texto de su intervencion no se ha difundido lo suficiente, y considero que es una bonita reflexion acà lo dejo:





El Acratario

(A propósito de un libro llamado Diccionario Anarquista de Emergencia)

Los diccionarios son el ejemplo gráfico de un sistema autoreferente, autopoiético y autoorganizado. Sus términos son definidos con otros términos contenidos en el mismo diccionario, dentro de una lengua o un saber que garantiza su propia estructura y reproducción, y establece la organización de sus elementos. Por tal razón, los diccionarios son tan pesados y redundantes como la descripción que acabo de hacer, graves como la sociología de Luhmann; útiles para entender el orden de las palabras y los conceptos, pero no para emanciparse de ellos; conservadores como las Reales Academias de la Lengua; totalitarios como sus autores, quienes intentan encerrar el pluriverso del mundo en el universo de los signos. Son museos semánticos que nos llevan a evocar a Kropotkin: “¡Pobre Velásquez! ¡Pobre Murillo! ¡Pobres estatuas griegas que vivían en las acrópolis de sus ciudades y que se ahogan hoy bajo los cortinajes de paño rojo del Louvre!” (Voz antimuseo).

Por fortuna para ustedes y para mí (pues no sé cómo se presenta un tesauro, quizás palabra por palabra hasta el aburrimiento final), el Diccionario Anarquista de Emergencia de Juan Manuel Roca e Iván Darío Álvarez no es un diccionario, sino un acratario, un laberinto que emerge detrás del Maestro de Escuela de Magritte y empieza por la A de la anarquía, donde cada muro es una salida, o una entrada a otro laberinto o a un campo abierto. Los términos no se agotan en otros términos, sino que se prolongan, se realizan en ellos, como la libertad soñada de Bakunin, tan diferente a las parcelas libres del liberalismo que limitan con las cercas de los vecinos y colonizan la ética con el mundo destructor de la propiedad privada.

El lenguaje del acratario es poético, no técnico como el de los lexicógrafos, y parece inspirado en la reflexión de Pèret contenida en el epílogo: “Al poeta le cabe pronunciar las palabras siempre sacrílegas y las blasfemias permanentes” (Epílogo: Poeta es decir revolucionario). Su arte es el del titiritero (“Manipulador profesional. Adulto irredento que juega todavía con muñequitos y que, para colmo, maneja con embrujo al niño que todos los mayores llevamos amordazado por dentro.” (Voz titiritero), pero a la inversa, o la viceversa, por la boca del Libélulo y Roca se equivocan y aciertan Bierce, Simone Weil, Armand, Emma Goldman, Marx, más Groucho que Carlos, Louise Michel, Volin, Herbert Read, Macedonio Fernández, Ernest Jünger, Saint Just, Prevert, Einstein (“La mayoría de quienes se jactan de tener muchos conocimientos, no recuerdan que los han adquirido leyendo a quienes privilegiaron la imaginación.” (Voz conocimiento), Wilde, Artaud, Bolaños, Genet, Rimbaud, Miguel Hernández, Ionesco, Benjamin, Orwell, Jaime Garzón (dice la voz corbata: “Hay quienes creen que al ponerse una corbata la vida empieza a ser real. Jaime Garzón, humorista colombiano asesinado por gentes que les sobraban balas, pero les faltaba humor.”), Bakunin, Kropotkin, Malatesta, Zuleta, Malraux, Arsitófanes, Boris Vian, Chaplin y hasta con mucha maldad Castro, Bolívar y Santander…y tantos otros. No todos son anarquistas, pero la mayoría de ellos tienen momentos de lucidez ácratas.

Los lectores pedantes (según el acratario quienes tienen o tenemos “la digestión intelectual difícil”. ‑Voz pedante‑), los detractores del anarquismo, de Roca y de Iván Darío, los anarfabetas (“Anarquistas anti-intelectuales que se ufanan de no saber leer ni escribir.” ‑Voz anarfabeta‑) y los contaminados por los stalinococos (“Bacterias que se agrupan como en racimo y que atacaron con frecuencia a los stalinistas (…) y a veces invadieron organismos de gentes cultas, inclusive de notables poetas que escribían loas a Stalin o diatribas, de acuerdo a lo que dictara la voz de su partido. ‑Voz stalinococos‑) dirán que la obra es una colección de citas ingeniosas, condimentadas con las ocurrencias de bar de los autores, o una sucesión de escolios, “aforismos, esquirlas, reflexiones y poemas” (Prólogo) tan incoherentes como el anarquismo que trata de reivindicar. Seguirán para siempre atrapados en el círculo de Ionesco: “Tomad un círculo, acariciadlo, ¡se volverá vicioso!” (Voz círculo), pues este acratario no está escrito para ellos. No es aconsejable que se alejen del Diccionario de Autoridades y se arriesguen así a perder sus referencias paternales y la seriedad de sus íncubos racionales. Sólo la risa (“reímos y reiremos porque la seriedad siempre ha sido amiga de los impostores”. Hugo Fóscolo. Voz risa) y el amor permiten seguir el camino a través de este laberinto, construido por dos anarcuchos vergonzantes, es decir por dos anarquistas viejos que no se reconocen en su propia definición (Voz anarcuchos). No obstante, con respecto al amor, los autores advierten de la mano de Groucho Marx que muchos, probablemente sus detractores, “lo confunden con la gastritis y, cuando se han curado de la indisposición, se encuentran con que se han casado” (Voz amor).

Los principales conceptos, valores, acontecimientos históricos, utopías y biografías del anarquismo están contenidos en el acratario; los que faltan seguramente serán incluidos por Norma en las ediciones próximas y los que sobran defendidos por Juan Manuel e Iván Darío en contra del dogmatismo de sus críticos, nosotros, los lectores. Las voces del texto mantienen todo el tiempo su hilaridad, pero también duelen, porque como nos lo recordó René Char, probablemente pensando en Ícaro, la “lucidez es la herida más cercana al sol” (Voz alas). Mediante la fábula de la pulga anarquista escrita por Trilussa, la cual se suicida inútilmente, pues hay suicidios útiles, con el propósito de detener el engranaje de un reloj que desgasta las ruedas y los piñones en beneficio de las agujas lujosas y parásitas, Iván Darío y Juan Manuel toman distancia del anarquismo adolescente, aquel que llama a la acción directa e irreflexiva en nombre de una libertad sin límites (Voz pulga anarquista). También del terrorismo revolucionario rechazado por Kropotkin y la mayoría de los anarquistas, de “la ilusión de que puede vencerse a la coalición de explotadores con unas libras de explosivos” (Voz terrorismo) y de la violencia autoreferenciada, como instrumentos políticos que en las manos de unos pocos han desvirtuado al movimiento ácrata. Al mismo tiempo advierten sobre el carácter corrosivo de los conversos, “aquellos que, al convertirse a lo que negaban, hacen tantos esfuerzos para que les crean su reciente postura que resultan más dogmáticos que sus nuevos copartidarios. Por lo general provienen de actitudes en esencia extremistas y devienen traidores. Más papistas que el Papa, más militares que los militares, más rentistas que los rentistas, más inquisidores y ortodoxos que sus antiguos persecutores. Se esfuerzan en borrar su pasado para que los nuevos aliados les crean y les den su bendición. Pueden pasar de orilla a orilla, de demócratas a nazis, de yonquis a cuáqueros, a las primeras de cambio. Son tantos los ejemplos en el mundo intelectual, que para señalarlos se haría necesario todo un diccionario.” (Voz conversos) Son los obdubilados de nuestro medio, casi digo intelectual, o quizás podría decirlo si con Dubuffet recordara que muchos intelectuales al “igual que la casta burguesa trata de convencerse y convencer a los otros de que su pretendida cultura (los oropeles que adorna con ese nombre) legitima su preservación.” (Voz intelectuales).

La defensa de la igualdad en la diferencia, de la libertad, la dignidad y la solidaridad va acompañada de la crítica al capitalismo, ese “espectáculo terrible pero sin nada de grandeza”, en palabras de García Lorca (Voz capitalismo), que contrasta con el funeral de Buenaventura Durruti en el relato de Kaminski: “No, no eran las exequias de un rey, era un sepelio organizado por el pueblo. Nadie daba órdenes, todo ocurría espontáneamente. Reinaba lo imprevisible. Era simplemente un funeral anarquista y allí residía su majestad. Tenía aspectos extravagantes, pero nunca perdía en grandeza extraña y lúgubre.” (Voz funeral). Dentro de esta crítica, la palabra anónima de los anarquistas emerge con toda su fuerza para caracterizar los accidentes de trabajo y también, por analogía, las violaciones de los derechos humanos en Colombia: “Los obreros lloramos a nuestros muertos, los patronos los entierran en las estadísticas” (Voz accidentes de trabajo). Desde la fuerza del “no”, entendido como “una de las más bellas palabras del idioma, no tanto por su sonido seco o lacónico como porque siempre ha sido pronunciada por espíritus valientes.” (Voz no), no queda titiritero autoritario con cabeza. Haciendo uso de una guillotina que encuentra su cuchilla más afilada cuando define con precisión al Ku Klux Clown: “Horda de payasos fascistas que odiaban el humor negro.” (Voz Ku Klux Cown) o cuando retoma a Abbie Hoffman: “las vacas sagradas sirven para hacer las más deliciosas hamburguesas” (Voz vacas sagradas), proclaman un antiautoritarismo radical y le rinden un homenaje a los autoricidas: “Aquellos capaces de matar toda autoridad, inclusive la suya propia. El niño que no obedece porque sí, ciegamente. El pensador que no se niega a disentir ni a repetir de manera servil otras ideas. El poeta insumiso. La mujer que es su propia musa, que es su propia inspiración. El guerrero que se niega a ir a la guerra porque sabe que su arma es la palabra. El objetor de conciencia. Los que se rebelan contra los pases hipnóticos de la fama. Los que escriben con tinta indeleble la palabra no. Los que no oyen el canto de sirenas del poder. En suma, quienes son capaces de vivir según su propia andadura por el mundo.” (Voz autoricidas). En el acratario no se le hacen concesiones a las “contradicciones en el seno del pueblo”, la voz de Bakunin resuena contra el autoritarismo socialista como una profecía: “Que el porvenir nos salve de las consecuencias desastrosas y embrutecedoras del socialismo autoritario, doctrinario o de Estado.” (Voz profecía). No nos salvó.

Bajo el convencimiento profundo y poético de que “hay que conocer la jaula para apreciar el viento” (Voz arte poética), el acratario propugna por un pensamiento y una acción críticas que no se funden en la ignorancia o en el simple inconformismo. Toma partido en forma permanente, porque sabe con Elsa Triolet que a pesar de las zonas grises, “las barricadas sólo tienen dos lados” (Voz barricada). Sin embargo, al lado de la canalla y de su papel se aleja de los falsos amigos y recoge la cosecha sembrada detrás de la cortina de hierro: “El capitalismo es la explotación del hombre por el hombre; el socialismo es lo contrario. Consigna callejera en un país del Este europeo de cuyo muro no queremos acordarnos.” (Voz sistemas); asimismo se acerca a los falsos enemigos del anticlericalismo anarquista, al afirmar con Malraux que Cristo es el único anarquista que ha tenido éxito (Voz Cristo) y distanciarse del amor y la caridad católicas: “Es muy posible que no haya nada más inútil que el amor del Papa a la humanidad.” La escuela, la democracia representativa, la televisión, el automóvil, la familia, el matrimonio, pasan por el ojo agudo de este antidiccionario, que permite las intersecciones con el feminismo, el ambientalismo y el internacionalismo. Estos visántropos son enemigos de las visas y partidarios de la abolición de las fronteras (Voz visantropos). La confesión de Unamuno es la misma confesión de Juan Manuel e Iván Darío: “Mi fondo era y es, ante todo, anarquista. Lo que hay es que detesto el sentido sectario y dogmático en que se toma esta denominación…” (Voz confesión).

La biografías de la segunda parte del acratario explican la reflexión condensada de Cristian Ferrer: “Cada vida de anarquista era la prueba de que una porción de la libertad prometida existía en la tierra.” (Voz biografía libertaria). Al lado de las vidas extraordinarias de Bakunin, Kropotkin o Malatesta surge Louise Michel y la lucidez de su testimonio vital e intelectual sobre la Comuna de Paris de 1871. La fuerza moral de su declaración cuando la condenan a diez años de destierro sintetiza el espíritu anarquista (el acratario no deja lugar para las dudas, o tal vez sí, los anarquistas tienen espíritu): “No me quiero defender. Pertenezco por entero a la revolución social. Declaro aceptar la responsabilidad de mis actos (…) Ya que, según parece, todo corazón que lucha por la libertad sólo tiene derecho a un poco de plomo, exijo mi parte. Si me dejáis vivir, no cesaré de clamar venganza y de denunciar, en venganza de mis hermanos, a los asesinos de esta Comisión”. (Biografía de Louise Michel). Ojalá la muerte nos espere tranquila en una sala, como a Louise Michel, quien murió en Marsella, mientras conversaba su última conferencia cone un grupo de trabajadores. También resulta difícil no rendirle un homenaje a Simone Weil, la filósofa judía de profundas convicciones cristianas y libertarias, que trabajó como obrera en Renault, el lugar donde según sus palabras la marcaron como esclava. Sobre ella, Juan Manuel e Iván Darío transcriben este pequeño fragmento de Simone de Beauvoir: “Me intrigaba por su gran reputación de mujer inteligente y audaz. Por ese tiempo, una terrible hambruna había devastado China y me contaron que cuando ella escuchó la noticia lloró. Estas lágrimas motivaron mi respeto, mucho más que sus dones como filósofa. Envidiaba un corazón capaz de latir a través del universo entero”. (Biografía de Simone Weil). Ella es la representante, al lado de Tolstoi, de un anarquismo pacifista que no entendía la transformación como una simple ruptura radical, sino como un proceso de fortalecimiento del pueblo y los sujetos encargados de hacerla. Ante la extensión de los poderes globales contemporáneos sin ningún control, la nota de suicidio de Abbie Hoffman sólo puede estremecernos: “Es demasiado tarde. No podemos ganar. Se han hecho demasiado poderosos”. Las vidas del acratario no caben por su profundidad en esta presentación. Algunas, como la de Michel Onfray, no deberían tener un lugar él, están destinadas a un diccionario de anarcocapitalistas, al lado de neoliberales como David Friedman y Murray Rothbard. Como nos lo recuerda George Orwell, si olvidamos las diferencias que nos separan de quienes criticamos podemos terminar siendo iguales a ellos: “Los animales asombrados, pasaron su mirada del cerdo al hombre, y del hombre al cerdo; y nuevamente, del cerdo al hombre; pero ya era imposible distinguir quién era uno y quién era otro.” (Rebelión en la Granja).

En este tipo de eventos librescos se acostumbra a decir que estamos frente a una obra de consulta obligatoria, especialmente si se trata de un diccionario; éste no es el caso, el Diccionario Anarquista de Emergencia, aún se llama así, invita a una lectura libre, placentera, memoriosa, iconoclasta y, a pesar del tiempo y el lugar presentes en el reino de Uburibe, solidaria con los vencidos y esperanzadora.

Leopoldo Múnera Ruiz

Bogotá, mayo de 2008.

El apoyo mutuo

Kropotkin: El Anarquismo Darwinista.


Resumen: Una reflexion a proposito de el libro El Apoyo Mutuo de Kropotkin.

Kropotkin “La sociedad humana, sin la ayuda mutua, no podría ser mantenida más allá de la vida de una generación”.

Los estudios naturales, la biología la geografía y a su vez la historia, se rompieron en dos con la llegada en 1859 de “Origen de las especies” escrito por Charles Darwin. El evolucionismo como explicación de las especies abrió a la escena académica la postulación de un paradigma que aun en nuestros días tiene un gran impacto en la explicación del pasado de la naturaleza. Pero ese largo siglo XIX también se vio dinamitado por las punzantes palabras y acciones de hombres y mujeres rebeldes, dispuestos a transformar la humanidad basados en los principios de la libertad y en contra de la autoridad. No podría haber sido otro el resultado en un ambiente tan caldeado por ideas tan influyentes, como el reconocimiento en la escena europea de un teórico de la libertad que justifica su propuesta política, El Apoyo Mutuo, basado en la teoría del influyente naturalista.

Este breve escrito desarrollara las tesis expuestas en el libro elaborado por el escritor ruso, como una expresión de pelea contra los darvinistas competicionistas y a favor de la reivindicación de el apoyo como el factor de evolucion. Como lo recuerda Angel Capelleti en la introducción al texto en su tercera edición en español “Se trata de un ensayo enciclopédico, de un género cuyos últimos cultores fueron positivistas y evolucionistas. Abarca casi todas las ramas del saber humano, desde la zoología a la historia social, desde la geografía a la sociología del arte, puestas al servicio de, una tesis científico-filosófica que constituye, a su vez, una particular interpretación del evolucionismo darviniano”, pero que buscara alejarse de los planteamientos de Thomas Henry Huxley y Herbert Spencer quienes a su ves trataron de utilizar las tesis del darwinismo en una interpretación “Social” para explicar el comportamiento de los hombres pero a partir de la noción de la competencia como principio de evolución. Es por esto que el autor encontrara necesario “demostrar que las costumbres de apoyo mutuo dan a los animales mejor protección contra sus enemigos, que hacen menos difícil obtener alimentos (provisiones invernales, migraciones, alimentación bajo la vigilancia de centinelas, etc.)” y para esto observara como “En muchas vastas subdivisiones del reino animal, la ayuda mutua es regla general, la ayuda mutua se encuentra hasta entre los animales más inferiores y probablemente conoceremos alguna vez, por las personas que estudian la vida microscópica de las aguas estancadas, casos de ayuda mutua inconsciente hasta entre los microorganismos más pequeños”. Dentro de sus observaciones iniciales explicara como “Si tomamos un hormiguero, no sólo veremos que todo género de trabajo – la cría de la descendencia el aprovisionamiento, la construcción, la cría de los pulgones, etc.-, se realiza de acuerdo con los principios de ayuda mutua voluntaria, sino que, junto con Forel, debemos también reconocer que el rasgo principal, fundamental, de la vida de muchas especies de hormigas es que cada hormiga comparte y está obligada a compartir su alimento, ya deglutido y en parte digerido, con cada miembro de la comunidad que haya manifestado su demanda de ello”, y a su vez estos ejercicios de ayuda se pueden observar entre las termitas y las abejas. Así mismo observara como en las aves este gesto se repite, teniendo en cuenta que “La caza en grupos y la alimentación en bandadas son tan corrientes en el mundo de las aves”, que también es evidente en el periodo de las migraciones colectivas en donde hay un cuidado mutuo. Tras analizar diferentes y numerosos casos afirmara que “Se ve, por todo lo que precede que la guerra de todos contra cada uno no es, de ningún modo, la ley dominante de la naturaleza. La ayuda mutua es ley de la naturaleza tanto como la guerra mutua y esta ley se hace para nosotros más exigente cuando observamos algunas otras asociaciones de aves y observamos la vida social de los mamíferos”. Al desarrollar la observación de estos últimos, encontrara que “Las asociaciones y la ayuda mutua son regla en la vida de los mamíferos. La costumbre de la vida social se encuentra hasta en los carnívoros, y en toda esta vasta clase de animales solamente podemos nombrar una familia de felinos (leones, tigres, leopardos, etc.), cuyos miembros realmente prefieren la vida solitaria a la vida social, y sólo raramente se encuentran, por lo menos ahora, en pequeños grupos” y que estas condiciones se repiten entre grandes y pequeños animales, desde la asociación para la caza, como para la crianza de los mas pequeños Este amplio y puntual análisis ira dejando en el relato la conclusión de que si bien Darwin tiene en cuenta el papel de la competencia dentro de la evolución la expresión es empleada “mas bien como imagen o como medio de expresión, no dándole el significado de lucha real por los medios de subsistencia entre las dos partes de una misma especie”, encontrando que definitivamente “Mejores condiciones para la selección progresiva son creadas por medio de la eliminación de la competencia, por medio de la ayuda mutua y del apoyo mutuo”. Cuando el autor comienza a relatar la experiencia del hombre relatara como en los primeros momentos del aparecimiento de este, en la vida salvaje aun “veremos que las huellas más antiguas del hombre, que datan del período glacial o posglacial más remoto, presentan pruebas indudables de que el hombre vivía ya entonces en sociedades” y que en estas sociedades los “ salvajes de ningún modo constituyen «una turba de hombres y mujeres poco unidos entre sí, que se reúnen desordenadamente bajo la influencia de caprichos del momento». Todos ellos, por el contrario, se someten a una organización determinada”. El análisis etnográfico de comunidades esquimales, del pacifico y de África entre otras tan solo le confirmaran que “Dondequiera que nos dirijamos, hallamos por doquier las mismas costumbres sociales, el mismo espíritu comunal. Y cuando tratamos de penetrar en las tinieblas de los siglos pasados, vemos en ellos la misma vida tribal, y las mismas uniones de hombres, aunque muy primitivas, para el apoyo mutuo. Por esto Darwin tuvo perfecta razón cuando vio en las cualidades sociales de los hombres la principal fuerza activa de su desarrollo máximo, y los expositores de Darwin de ningún modo tienen razón cuando afirman lo contrario”, características que demostraran que “Los hombres primitivos, como hemos dicho antes, hasta tal punto identifican su vida con la vida de su tribu, que cada uno de sus actos, por más insignificante que sea en si mismo, se considera como un asunto de toda la tribu”. Con el crecimiento de la población y la división social del trabajo se fue viendo aparecer las guerras y las estructuraciones verticales, pero a pesar de esto “mientras los guerreros se destruían entre sí, y los sacerdotes glorificaban estos homicidios, las masas populares proseguían llevando la vida cotidiana y haciendo su trabajo habitual de cada día”. El siguiente estadio de la evolución, el del barbarismo, fue mostrando como a pesar de que los grupos tribales fueron desintegrándose y recomponiéndose “muchas tribus fueron impotentes para oponerse a la desintegración: se dispersaron y perdiéronse para la historia. Pero las tribus más enérgicas no se dividieron; salieron de la prueba elaborando una estructura social nueva: la comuna aldeana, que continuó uniéndolas durante los quince siglos siguientes, o más aún”. Este nuevo estado traería consigo as su ves una complejidad en las relaciones, y la forma de solucionarlo fue mediante instituciones, “instituciones, imbuidas de cuidadosas consideraciones sobre qué puede ser útil o nocivo para su tribu o su confederación; y las instituciones de este género fueron transmitidas religiosamente de generación en generación en versos y cantos, en proverbios y tríades, en sentencias e instrucciones”. Al observar diferentes casos en Europa, Asia y América concluirá que “un mismo proceso de desarrollo se produjo en toda la humanidad, con uniformidad asombrosa. Cuando, destruida interiormente por la familia separada, y exteriormente por el desmembramiento de los clanes que emigraban y por la necesidad de aceptar en su medio a los extranjeros, la organización tribal comenzó a descomponerse, en su reemplazo apareció la comuna aldeana, basada sobre la concepción de territorio común. Esta nueva organización, crecida de modo natural de la organización tribal precedente, permitió a los bárbaros atravesar el período más turbio de la historia sin desintegrarse en familias separadas, que hubieran perecido inevitablemente en la lucha por la existencia”, marcando un desarrollo civilizatorio a tal punto que el “progreso -económico, intelectual y moral- que alcanzó la humanidad bajo esta forma nueva popular de organización fue tan grande, que cuando más tarde comenzaron a formarse los Estados, simplemente se apoderaron, en interés de las minorías, de todas las funciones jurídicas, económicas y administrativas que la comuna aldeana desempeñaba ya en beneficio de todos”. Ya la división social del trabajo había creado una clase social que poco a poco acumulando capitales, se impondría sobre la realidad de la mayoría, implantando relaciones de producción serviles con aquellos que se quedaban sin tierras y medios, pero a pesar de ello el autor nos señala que “El desarrollo más fuerte del feudalismo no pudo quebrantar la resistencia de la comuna aldeana: se aferraba firmemente a sus derechos; y cuanto, en el siglo noveno y en el décimo, las invasiones de los normandos, árabes y húngaros, mostraron claramente que las mesnadas guerreras en realidad eran impotentes para proteger el país de las incursiones, por toda Europa los campesinos mismos comenzaron a fortificar sus poblaciones con muros de piedras y fortines. Miles de centros fortificados fueron erigidos entonces, gracias a la energía de las comunas aldeanas; y una vez que alrededor de las comunas se erigieron baluartes y murallas, y en este nuevo santuario se crearon nuevos intereses comunales, los habitantes comprendieron en seguida que ahora, detrás de sus muros, podían resistir no sólo los ataques de los enemigos exteriores, sino también los ataques de los enemigos interiores, es decir, los señores feudales. Entonces una nueva vida libre comenzó a desarrollarse dentro de estas fortalezas. Había nacido la ciudad medieval.”.

En esta ciudad medieval se encontrarían tanto las relaciones de dominación por parte de los señores feudales, como las de solidaridad entre la gente común y silvestre que se asociaba manteniendo los niveles de apoyo ya trazados en el pasado, siendo la expresión de organización en la ciudad medieval “una federación doble: de todos los jefes de familia reunidos en pequeñas confederaciones territoriales -calle, parroquia, koniets- y de individuos unidos por un juramento común en guildas, de acuerdo con sus profesiones. La primera federación era fruto del crecimiento subsiguiente, provocado por las nuevas condiciones”, haciendo entonces de esta ciudad una “unión estrecha con fines de ayuda y apoyo mutuos, para el consumo y la producción y para la vida social en general, sin imponer a los hombres, por ello, los grillos del Estado, sino, por el contrario, dejando plena libertad a la manifestación del genio creador de cada grupo individual de hombres en el campo de las artes, de los oficios, de la ciencia, del comercio y de la organización política”. Al explicar la comoposicion de las guildas Kropotkin nos cuenta que “no era una Corporación de ciudadanos puestos bajo en control de los funcionarios del Estado; era una confederación de todos los hombres unidos para una determinada producción, y en su composición entraban compradores jurados de materias primas, vendedores de mercancías manufacturadas y maestros artesanos, medio oficiales, compaynes y aprendices. Para la organización interna de una determinada producción, la asamblea de todas estas personas era soberana, mientras no afectara a las otras guildas, en cuyo caso el asunto se sometía a la consideración de la guilda de las guildas, es decir, de la ciudad. Aparte de las funciones recién indicadas, la guilda representaba aún algo más”; esta propuesta de organización se contraponía a los intereses de los reyes y la nobleza, y pretendían mantener los lazos de solidaridad a pesar de las exigencias de los dominadores, al punto que “mientras los pretendidos pacificadores -los reyes, emperadores y la Iglesia- fomentaban la discordia, y ellos mismos eran impotentes contra los rapaces caballeros, el impulso para el establecimiento de la paz y la unión provino de las ciudades”. El periodo medieval fue entonces un momento de crecimiento de ciudades pero también de asociación y de federalización en donde “las ligas y las uniones entre pequeñas unidades territoriales, lo mismo que entre los hombres que se unían con fines comunes en sus guildas correspondientes, y también las federaciones entre las ciudades y grupos de ciudades, constituyó la esencia misma de la vida y del pensamiento de todo este período”, en donde uno de las mejores expresiones de esta mentalidad de época se aprecia en las construcciones de catedrales e iglesias, y esto “no solamente porque cada edificio y cada ornato arquitectónico fueron concebidos por hombres que conocían por la experiencia de sus propias manos cuáles efectos artísticos pueden producir la piedra, el hierro, el bronce o simplemente las vigas y el cemento mezclado con guijarros; no sólo porque cada monumento era el resultado de la experiencia colectiva reunida, acumulada en cada arte u oficio, la arquitectura medieval era grande porque era la expresión de una gran idea. Como el arte griego, surgió de la concepción de la fraternidad y unidad alentadas por la ciudad”. Pero la concentración de poder y la acción del naciente estado absolutista serian un rival fuerte frente a las acciones de los hombres del común, bien nos relata el autor cuando señala que “Durante dos o tres siglos, los jurisconsultos y el clero comenzaron a enseñar, desde el púlpito, desde la cátedra universitaria y en los tribunales, que la salvación de los hombres se encuentra en un estado fuertemente centralizado, sometido al poder semidivino de uno o de unos pocos; que un hombre puede y debe ser el salvador de la sociedad, y en nombre de la salvación pública puede realizar cualquier acto de violencia: quemar a los hombres en las hogueras, matarlos con muerte lenta en medio de torturas indescriptibles, sumir provincias enteras en la miseria más abyecta”, mecanismo que poco as poco fueron haciendo debilitar a la ciudad como entidad, cayendo en el yugo avasallador del monarca; aun así “la corriente de ayuda y apoyo mutuo no se apagó en las masas, y continuó fluyendo aún después de esta derrota de las ciudades libres”. Con la consolidación del estado, tras la centralización en la monarquía absolutista pero a su ves con el advenimiento de la sociedad moderna y las revoluciones burguesas, el ataque a las coaliciones de apoyo por parte de la burocracia centralista se vio agudizado llegando a el momento en que “al final del siglo XVIII., los reyes del continente europeo, el Parlamento, en Inglaterra, y hasta la convención revolucionaria en Francia, aunque se hallaban en guerra, entre sí, coincidían, en la afirmación de que dentro del Estado no debía haber ninguna clase de uniones separadas entre los ciudadanos, aparte de las establecidas por, el estado y sometidas a él”. A pesar de esto nos insiste en el hecho que “las instituciones de la comuna aldeana responden tan bien a las necesidades y concepciones de los que cultivan la tierra, que a pesar de todo, en Europa hasta en la época presente está aún cubierta de supervivencias vivas de las comunas aldeanas, y en la vida aldeana abundan aún hoy hábitos y costumbres cuyo origen se remonta al período comunal”. Uno de estos ejemplos nos lo demuestra las aldeas suizas donde “se conservan, hasta ahora, muchos hábitos y costumbres de ayuda mutua.

Las veladas para descascarar nueces, que se realizan por turno en cada hogar; las reuniones al atardecer para coser el ajuar en casa de la doncella que se va a casar; las invitaciones a la «ayuda» cuando se construyen casas y para la recolección de la cosecha, y de igual manera para todos los trabajos posibles que pudieran ser necesarios a cada uno de los comuneros; la costumbre de intercambiar los niños de un cantón a otro con el fin de enseñarles dos idiomas distintos, francés y alemán, etc., todo esto es un fenómeno completamente corriente”. Llegando entonces a su momento contemporáneo, Kropotkin nota que aunque “poblaciones enteras son periódicamente reducidas a la miseria y al hambre; las mismas tendencias vitales son despiadadamente aplastadas en millones de hombres reducidos al pauperismo de las ciudades; el pensamiento y los sentimientos de millones de seres humanos están emponzoñados por doctrinas urdidas en interés de unos pocos. Indudablemente, todos estos fenómenos constituyen parte de nuestra existencia. Pero el núcleo de instituciones, hábitos y costumbres de ayuda mutua continúa existiendo en millones de hombres; ese núcleo los une, y los hombres prefieren aferrarse a esos hábitos, creencias y tradiciones suyas antes que aceptar la doctrina de una guerra de cada uno contra todos, ofrecida en nombre de una pretendida ciencia, pero que en realidad nada tiene de común con la ciencia.” Ratificando su tesis primaria. Es por esto que concluye diciendo que “ Dicho más brevemente, ni las fuerzas abrumadoras del estado centralizado, ni las doctrinas de mutuo odio y de lucha despiadada que provienen, ordenadas con los atributos de la ciencia, de los filósofos y sociólogos obsequiosos, pudieron desarraigar los sentimientos de solidaridad humana, de reciprocidad, profundamente enraizados en la conciencia y el corazón humanos, puesto que este sentimiento fue criado por todo nuestro desarrollo precedente. Aquello que ha sido resultado de la evolución, comenzando desde sus más primitivos estadios, no puede ser destruido por una de las fases transitorias de esa misma evolución. Y la necesidad de ayuda y apoyo mutuos que se ha ocultado quizá en el círculo estrecho de la familia, entre los vecinos de las calles y callejuelas pobres, en la aldea o en las uniones secretas de obreros, renace de nuevo, hasta en nuestra sociedad moderna y proclama su derecho, el derecho de ser, como siempre lo ha sido, el principal impulsor en el camino del progreso máximo”.

Como se ha podido observar, Kropotkin a pesar de las estructuras mentales propias de su tiempo (el evolucionismo salvajismo, barbarie, civilización ya revaluado por diferentes autores) innova proponiendo toda una interpretación historiográfica en donde el desarrollo de la humanidad ha sido dado gracias al apoyo y a la organización social. Deja en el tinterillo la cuestión de la competencia como una fuerza destructiva mas no propositiva, y afirma de forma contundente que el hombre con el hombre han construido una sociedad en medio de los intentos de dominación, y que pueden por medio de una liberación del estado y la construcción de una sociedad libre de autoritarismos hacer de la humanidad una comunidad de apoyo muto social, sin explotación ni miseria.

Aca van apuntes de la formacion de la clase obrera de Thompson.

Es lo primero.

Lo pongo por el valor que tinen un buen marxista, a pesar de si mismo.

E. P. Thompson; la formacion de la clase obrera en inglaterra; la formacion de la clase obrera en inglaterra; Editorial Crititica; Barcelona; 1989

la clase obrera no surgio como el sol, a una hora determinada. estuvo presente en su propia formacion. (xiii)

por clase, entiendo un fenomeno historico que unifica una serie de sucesos dispares y aparentemente desconectados, tanto por lo que se refiere a la materia prima de la experincia, como a la conciencia… algoq ue tiene lugar de hecho (y se puede demostrar que ha ocurrido) en las relaciones humanas. (xiii)

La clase cobra existencia cuando algunos hombres, de resulatas de sus experiencias comunes (heredadas o compartidaas), sienten y articulan la identidad de sus intereses a la vez comunes a ellos mismos y frente a otros cuyos intereses son distintos (y habitualmente opuestosç) a los suyos.. La experiencia de clase esta amp’liamente deter,inada por las relaciones de procuccion en la que los hombres nacen, o en las que entran de manera involuntaria. La conciencia de clase es la forma en que se expresan estas experiencias en terminso culturales: encarnadas en las tardiciones, sistemas de valores, ideas y formas institucionales (xiv)

si detenemos la hsitoria en un punto determinjado, entonces no hay clases sino simplemente una multitud de individuos con multitud de experiencias. Pero si o0bservamos a esos hombres a lo largo de un periodo suficienteb de cambio social, observaremos pautas en sus relaciones, sus ideas y sus instituciones. La clase la definen los hombres mientras viven su propia historia, y al fin uy al cabo, esta es su unica definicion. (xv)

no podemos comprender la clase a menos que la veamos como una formacion social y cultural que surge de procesos que solo puden estudiarse mientars se resuelven por si mismos a lo largo de un proceso hsitorico considerable (xvi)

El primer capitulo, Inumerables miembros, relata la historia de la Sociedad de Correspondencia de Londres, que fue el primer nucleo organizativo que el autor identifica como conciente de antagonismo en la londre del siglo xziii. rememora sus lideres, funciuonamiento y principales acciones, que la constituyen en el primer referente de antagonismo frente a las clases que actuan desde el parlamento.. El segundo capitulo trata de seguir la huella que se construlle desde la tradiccion de la disidencia, en especial p0oniendo cuidado al desarrollo de las ideas en als iglesias protestantes que existian en el siglo XVIII