Coincidió una invitación que muy gentilmente me hicieron los colegas periodistas de la Isla de la Juventud para compartir experiencias alrededor del uso de Internet, con la súbita aparición en días atrás de cierto presunto paquitólogo que me concede el inmerecido honor de llevar “mucho tiempo tomando nota” acerca de mi intrascendente persona, e incluso hasta de un condiscípulo de la época universitaria que hace unos meses decidió ejercer a costa mía una nueva rama quizás del psicoanálisis, mezclado con crítica literaria y ensayo político —o viceversa—. Así que, en aras de la transparencia, decidí colaborar con todos a la misma vez y facilitarles las cosas.
Por eso me senté a escribir dos breves cuartillas para exponerlas en el 7mo Frente Común de las Ideas —que aconteció este último fin de semana en Nueva Gerona—, con el propósito de polemizar con otros cibernautas del gremio periodístico o fuera de este; y de paso aspiro además —con la mayor buena voluntad de este mundo— a ahorrarles trabajo a quienes tratan de encasillarme en moldes rígidos de pensamiento.
Sin más, el texto prometido:
Decálogo para la ciberaventura desde Cuba
Nada más lejos de mis intenciones que brindar recetas, porque no soy cocinero y experto mucho menos. Solo trataré de sintetizar aquí los principios que rigen mi conducta en Internet, tanto en mi bitácora personal como en las redes sociales (Facebook y Twitter) y en otros espacios virtuales (sitios web, foros, blog) donde —como decimos popularmente— meto la cuchareta. A quien le sirva el sayo, pues que lo use. Y si a alguien le funciona igual o mejor de otra manera, también me lo dice, pues es muy probable que yo lo esté haciendo mal. De todos modos, quiero compartir con ustedes estos principios, aunque sea como un punto de partida para la discusión:
1. Sé auténtico. Enséñales que eres una persona normal y corriente. Si adoptas tu verdadera identidad, exhibe con orgullo a tu familia, amistades y convicciones.
2. Di lo que sientes de verdad sobre la Revolución y el socialismo, lo bueno y lo malo. Esa es la diferencia entre formar ideología y hacer propaganda, y lo más importante: es el modo que tenemos para contribuir a mantener o mejorar lo que está bien, y para arreglar lo que está mal.
3. No aspires a ganar ni admitas que te involucren en ninguna competencia: créetelo de veras, pues es así. No pretendas convencer ni imponer a nadie tu verdad, solo exponla con honestidad y pasión.
4. Si censuras o suprimes a quienes piensan distinto que tú, no podrás mostrarles la visión tuya de las cosas, ni conocer y debatir otros puntos de vista. No juzgues a la gente por sus opiniones, valora sus actos.
5. Aprende de todos y no rechaces a nadie que pueda enseñarte algo —aunque sea mediante sentimientos y mensajes que consideres negativos—. Para intercambiar con personas afines a tu manera de pensar, ya tienes a los militantes de tu núcleo del Partido o de tu comité de base de la Juventud, y a tus amigos o conocidos que son revolucionarios.
6. No temas a mostrarte débil, inseguro, triste o falible. Reconoce cuando te equivoques, sea lo que sea.
7. Muéstrate respetuoso ante todos los criterios, sobre todo los más ofensivos y violentos, y no te desgastes en pugnas personales. Trata de entender al otro y ponerte en su lugar.
8. Cuando te ataquen verbalmente, ríete: no hay nada que enfurezca más a un agresor. Nunca te dejes provocar: que el odio, el rencor, las divisiones, las etiquetas, los términos bélicos y las recriminaciones los pongan los otros.
9. Actúa con la certeza de que al final todo se sabe —pues Internet siempre deja un rastro que permite seguir tus pasos— y de que lo que hagas o digas siempre podrá ser utilizado —y es muy probable que alguien lo intente— en tu contra. Recuerda que el paradigma de comunicación cambió y ya no es posible —ni deseable para los ciudadanos— controlar la información de interés público: otra razón más para que no temas ni rechaces nunca comprometerte con tus ideas.
10. Cumple con lo que prometas, no prometas lo que no puedas cumplir. Y si incumples lo que prometiste, admítelo como un error.
11. Sorprende con las reacciones que tus interlocutores no esperan de ti: responde cuando puedan pensar que callarás, y calla cuando deban suponer que hablarás. Usa el silencio conveniente y —a veces— hasta caprichosamente.
12. En tu espacio virtual pon las reglas del juego de acuerdo con los fines y las posibilidades de operar que ofrece cada escenario, y tus intereses concretos para cada uno. Atente a ellas, pero tampoco te encasilles, ni las conviertas en una camisa de fuerza.
13. Reconoce y estimula a los más ocurrentes aunque no coincidas con ellos en lo que plantean. Sé también tú mismo irreverente.
14. No critiques las incorrecciones en el uso del idioma, mientras puedas comprender lo que te dicen y tales faltas no impidan la comunicación; pero siempre escribe tú lo más correctamente posible, recuerda que eres un profesional de la palabra. No presumas de conocimientos técnicos, solo intenta ayudar a los demás.
15. Huye de las frases absolutas al polemizar con alguien; concédele siempre el beneficio de la duda a quien cuestiona tus argumentos. Tal vez, al parecer, cualquiera podría pensar, deberías considerar… son giros clave para relativizar nuestras posiciones y a la larga, flexibilizar el pensamiento.
16. Es preferible pasar por tonto antes que presumir de querer ser demasiado vivo, pero no seas tonto.
17. Ejercita cierta noción de propiedad individual en relación con los hechos y datos que conoces o manejas: delimita qué asuntos te pertenecen exclusivamente y cuáles no. Sé responsable con la información ajena, ya sea individual o colectiva, aunque te involucre.
18. Cultiva eventualmente el misterio, no seas siempre evidente y literal. En pequeñas dosis, el suspenso es un recurso motivador por excelencia.
19. Diviértete, no lo asumas como un trabajo: recuerda que no te pagan por eso.
20. Di siempre lo que creas que puede ayudar a otros, sin autocensura, y con la intención manifiesta de aportar algo útil a los demás e intentar resolver algún problema práctico, aunque sea esclarecer una sola idea, en una única persona, en un momento y lugar concretos.