Por Juan Francisco Coloane
La presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECH) Camila Vallejo se convierte en el símbolo del nuevo vanguardismo político en Chile y por qué no en la región. La movilización estudiantil que lleva más de tres meses prosigue y el Gobierno continúa contrayendo el debate y las negociaciones. Como en los mejores tiempos de la dictadura amenaza con más represión enviando mensajes de colocar soldados en la calle si las movilizaciones continúan. La dirigente estudiantil que comienza a concitar expectación universal por la coherencia y la simplicidad del discurso, ha planteado como nadie lo había hecho en Chile, desde una plataforma pública de dirigente, las reformas profundas pendientes después de 20 años de democracia post dictadura. Estas reformas son centrales en el discurso de una líder que emerge a paso seguro, a pesar del acoso para desinstalarla de la visibilidad pública y deconstruirla como líder por una poderosa liga de medios. Camila Vallejo Dowling envía señales para una forma de vanguardia política que no existía desde los tiempos de dictadura. Es así no más y como la dirigente es comunista, el nicho del anticomunismo chileno que ha sido rentable revive y se revuelca como en los mejores tiempos de los años 70 y 80.
Con su discurso levantando temas que tienen un respaldo en la población, ha puesto el dedo en la llaga y ha instalado definitivamente en la agenda política las reformas al modelo neoliberal, que en el fondo es llamado así como una argucia conservadora mal usando el término liberal, para mantener los elementos más oscuros del capitalismo: sin justicia social y una democracia administrada por el gran capital. Su emergencia de líder con lenguaje propio, aunque representando un interés colectivo, demostrando una notoria independencia política inclusive de su propio partido, (el comunista), incomoda a aquel sector de la elite política asociada a la defensa del modelo chileno de economía. Desde su plataforma de dirigente estudiantil del actual movimiento por la reforma a la educación, ha planteado una serie de propuestas que inciden en el modelo de desarrollo del país, y que los políticos han sido incapaces de debatir con amplitud y menos implementar después de 20 años de recuperación de la democracia. Ha levantado temas en medio de la crisis política que vive el país, y que la elite política más dominante se ha mostrado reacia a colocar en la agenda de las urgencias. Por más de 20 años se ha negociado para mantener el status quo y no desbalancear todo aquello que protege un sistema que ha sido muy rentable para las empresas transnacionales y un grupo de 20 grupos empresariales en Chile. En una entrevista para el diario El Tiempo de Bogotá, publicada el 14 de agosto, Camila Vallejo hace una suerte de emplazamiento tanto al gobierno como a la oposición, por no haber sido capaces de elevar el debate sobre las reformas esenciales del período post dictadura.
Dentro de este movimiento, hay una fuerte aspiración democratizadora: en Chile la gente cree que es necesario reformular y profundizar nuestra democracia, porque hay muchas barreras institucionales que no nos permiten avanzar en reivindicaciones importantes para el pueblo chileno, que la salud no vaya por la vía de la privatización, cambiar el sistema electoral, dignificar al trabajador El punto central es la recuperación del derecho a la educación pública y de calidad. Y eso se traduce, en primera instancia, en un cambio constitucional, en el cual el Estado, además de garante de la educación, sea responsable y proveedor de la misma, porque la Constitución que nos heredó la dictadura de Pinochet puso esa responsabilidad en las familias chilenas, y nosotros consideramos que se trata de un derecho fundamental que el Estado debe garantizar. (Vallejo)
Los defensores del ajuste estructural permanente, es decir, más mercantilización con más privatizaciones y menos estado con regulación y más participación en el bienestar, han sido por primera vez removidos de sus delicadas poltronas, y han tenido que reconocer la falla más profunda del modelo: la falta de un sistema político que lo legitime. Solo fue posible que una nueva generación de dirigentes estudiantiles y de gremios les dijeran que se estaban quedando sin representación que no sean sus bancos, sus instalaciones y sus medios. Esta elite política, cada vez más desconcertada y angustiada por el fracaso del modelo, no acepta la posibilidad de plebiscitar una reforma que permita revertir un sistema en el despeñadero. Todavía más, la postura que lidera Camila Vallejo de plebiscitar un proceso de reformas que incluya la cuestión tributaria, un nuevo sistema electoral, nuevas leyes laborales y un rol de mantención de los equilibrios para el estado, (todas asociadas a la mejoría de la educación), ha colocado a un sector de la política (liderado por el senador de la democracia Cristiana Andrés Zaldivar), en consonancia con algunos dirigentes estudiantiles opuestos a iniciar definitivamente las reformas pendientes.
Camila Vallejo ha debido enfrentar resabios de machismo en algunos casos y en otros casos elementos de la contra corriente de la elite política, que a toda costa impide la instalación de una vanguardia. No podía ser de otra forma. Frente a la sequedad y opacidad del camastro de líderes políticos en la sociedad chilena, el nuevo aire para iniciar reformas pendientes desde hace más de tres décadas que proviene de la presidenta de la FECH, había que consumirlo como sea y su figura aplastarla a toda costa. Este clima se observa en la escritura política del escritor y embajador chileno en Francia Jorge Edwards con su elegancia inocua y fatigada. Su interpretación del actual movimiento estudiantil como que fuera demasiado serio, en comparación con los movimientos del Paris 68 de soñadores y lúdicos, (La Segunda, diario vespertino chileno) es una mofa desfachatada frente a la necesidad nacional por una reforma, y expresión de un conservadurismo excesivo. La ausencia de un marco claro, para entregar una interpretación del movimiento en una mayoría de los 25 entrevistados en el mismo medio, es expresión de conservadurismo en el análisis.
Y atención, frente al nerviosismo de la elite por le emergencia de esta nueva líder, el tema siempre es otro. Las sucesiones de gobernantes sufren cada vez más del embate de la globalización que no acepta estadistas sino que administradores de consorcios territoriales a lo que han llegado una buena cantidad de naciones. Es el viejo proyecto de Jacques Maisonrouge el célebre líder de la IBM de los años 70, en cuanto a crear una fábrica planetaria sin ataduras burocráticas y políticas, con una república planetaria única y global concebida para ser dirigida por administradores. La decadencia en el nivel de estadistas es un rasgo de la globalización. La pregunta es gobernar qué. ¿La mantención del sistema tal como está, o su transformación? Camila tiene su respuesta con direccionalidad y simplicidad.