Por José Luis Estrada Betancourt
Los errores que hemos cometido en términos de promoción y programación cultural nos han llevado a caer en la trampa de que ahora el público presiona a las instalaciones para que satisfaga esas demandas que estas mismas han ido fomentando. Mas no olvidemos que el gusto no es inamovible. Se puede formar.
Con las palabras anteriores llamaba a la reflexión en la mañana de este miércoles Abel Prieto Jiménez, asesor del Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, General de Ejército Raúl Castro, al intercambiar con los delegados que discutían sobre la creación audiovisual y la promoción del arte joven, tema de una de las cuatro comisiones que sesionaron en la Escuela Nacional de Cuadros de la UJC, como parte del Consejo Nacional Ampliado de la Asociación Hermanos Saíz (AHS).
La motivación para esta reflexión partió del ejemplo que expusiera el DJ productor de música electrónica Reinier Torres, a partir de sus vivencias en el pasado festival Verano en Jibacoa, donde acudieron más de 20 000 personas, muchas de las cuales han estado sometidas con insistencia a patrones y modelos seudoculturales. «Sin embargo, lo que sucedió allí demostró que la gente acepta otro tipo de propuesta, la asume y disfruta con ella, cuando prima lo novedoso y la calidad», enfatizaba el asociado capitalino, y luego agregaba:
«Por ello hay que unir todas las fuerzas para trabajar en función de la formación, de elevar el nivel de apreciación artística y estética, no solo del público, sino también de los decisores que a veces no tienen en cuenta las jerarquías a la hora de establecer a quién programar para un espacio determinado».
Y ejemplos no faltaron. Las Casas de la Música y los Centros Culturales Artex de diversos territorios del archipiélago sobresalieron entre los lugares donde, con pasmosa frecuencia, se les da cabida a lo peor de la música y del audiovisual del patio, como lo hacía notar el músico granmense Dayron Fonseca, en tanto en plazas culturales como la de Sancti Spíritus, según afirmara la poeta Liudmila Quincose, se reverenciaba, por principio, al reguetón, mientras los jóvenes creadores del rock y el rap de la provincia no tenían cabida.
«Lo más terrible, enfatizaba la Quincose, es que nuestros medios potencian la presencia allí de un reguetonero como el Yonki, y apenas informaban de la actuación del maestro Pancho Amat, premio nacional de la Música».
¿Cómo entonces influir en los modelos de consumos culturales cuando una y otra vez suceden cuestiones como estas? Pudiera parecer que en la actualidad, con actuaciones de ese corte, la batalla contra la banalidad y el posicionamiento de patrones colonizadores estuviera perdida. Pero Abel Prieto está convencido de que «existen reservas en nuestra gente, que hemos sembrado en términos de referentes culturales auténticos, y que solo habría que movilizarlas.
«Debemos actuar de una manera más coherente. Si algún país puede hacerlo, a partir de las condiciones que posee, es el nuestro. Mas no seamos ingenuos. Recordemos lo que expresaba Karl Marx: La mercancía forma al consumidor, lo que significa que uno se acostumbra a consumir lo que te ofrecen. Por eso la AHS y la Uneac deben ejercer una vigilancia crítica sobre la gestión cultural. Es algo muy importante, porque hasta las mejores ideas se pueden distorsionar».
Abel exhortaba también a ambas organizaciones que agrupan a la vanguardia de la intelectualidad cubana, a mantenerse atenta con lo que se promueve y difunde en los medios. «Ningún realizador es dueño de su espacio. Aquí no se privatizará la política cultural, que ha sido uno de los grandes logros de la Revolución. Las instituciones culturales pertenecen al Estado. Entonces, ¿cómo el dinero puede ser el que establezca las jerarquías?
«Nos corresponde crear espacios de resistencia y promover nuevos paradigmas, además de lo más significativo de la creación nacional e internacional.
«Lo reitero: Hay algo muy apreciable en la gente, que ni nosotros mismos con nuestros errores hemos podido destruir: un apetito cultural por lo auténtico, por lo que posee verdadero valor, que debemos saciar».