Por Ovidio D´Angelo Hernández
Las nuevas realidades, sus cursos necesarios y sus lados contradictorios.-
La aplicación de una parte de los Lineamientos para la Actualización del Modelo Económico ha ido creando nuevos espacios de flexibilización y funcionamiento de los actores económicos y está creando una nueva institucionalidad al respecto.
El panorama podría parecer alentador; sin embargo, no todo es un camino de rosas. Algunas de las medidas, inspiradas en lograr un rápido incremento de la producción y la productividad, con generación de autoempleo y descarga financiera del Estado, entre otras razones, parecería que no toman en cuenta, más allá de las urgencias, situaciones que pudieran crear problemas sociales a largo plazo o, al menos, desaprovechan la oportunidad de dar pasos de avance decisivos en la construcción de relaciones sociales verdaderamente socialistas.
Analicemos algunas de las posibles dificultades:
– A) La profusión del cuentapropismo, una vía aceptable de flexibilización y gestión económica autónoma de las personas, se apostó como la vía sustitutiva de empleo estatal (asignatura no resuelta, como veremos). En sí misma no es una medida cuestionable, todo lo contrario. Sin embargo, por sus proporciones y sobre todo, por el grado de individualismo con que se concibió podría estar generando sentimientos desconectados de los intereses sociales y centrados sólo en el aquí y ahora individuales.
En efecto, no se ha tenido en cuenta las posibilidades del asociacionismo comunitario y con organizaciones sociales, privadas y públicas. Algunas experiencias espontáneas, sin embargo, dan cuenta de la posibilidad de articulación social de estas modalidades, con beneficio no sólo individual o grupal, sino de la comunidad en la que se enmarca[1]. Igualmente, los vínculos que pueden potenciar sus acciones comunitarias, a partir de la relación del sector público-privado-(también el sector cooperativo cuando se haga efectivo), son factores aún inexplorados.
Si tenemos en cuenta que estos intervínculos asociativos colocarían a los emprendimientos locales (cuentapropismo-CP, etc.) en una dimensión más beneficiosamente social, ello abriría la consideración de su mayor aporte al proceso de socialización socialista, en los planos económicos y sociales.
– El no reconocimiento explícito de las diferencias entre microempresarios empleadores CP y subcontratados, oscurece relaciones patronales que, de hecho, pueden estar generándose. Esto no tendría consecuencias negativas de momento, sobre todo donde el subcontrato es sumamente beneficioso comparado con el trabajo estatal. Sin embargo, se asume la igualdad de ambos actores como CP, cuando las relaciones de subordinación pueden marcar diferencias importantes hacia el futuro de esas relaciones. Más aún cuando se trata, en algunos casos, de PYMES y no sólo de cuentapropistas individuales, lo que pudiera ser el germen de relaciones capitalistas emergentes, desconociendo la naturaleza de cada uno de los actores participantes, aún cuando predominen relaciones legítimas de colaboración en algunos casos.
– La existencia de estos emprendimientos de microempresarios puede ser una opción de desarrollo multiactoral de la economía y la sociedad; sin embargo, el oscurecimiento de sus relaciones de dominación potenciales puede llevar a la futura desprotección del trabajador, a la no consideración de intereses diversos y a consolidar relaciones de explotación en un esquema clásico trabajo-capital, aunque de momento todos puedan estar contentos y satisfechos.
– B) Algo parecido ocurre con las relaciones agrarias, impulsadas con el Decreto Ley 259 y, más recientemente, con el 300. A las ventajas asociativas de los usufructuarios en CPS, las remodelaciones de las UBPC hacia formas más autónomas y colaborativas se une, sin embargo, la posibilidad de contratación de fuerza de trabajo -lo cual resulta necesario, lógicamente-, pero que puede generar, igualmente, relaciones de subordinación y patronazgo que pueden modificar sensiblemente las relaciones agrarias hacia formas capitalistas hegemónicas y semi-encubiertas o mezcladas con otras relaciones y generar más diferencias sociales a la larga.
De nuevo aquí, al igual que con las medidas sesgadas sobre el cuentapropismo, de un lado, la fragmentación de las relaciones sociales de producción –economía mercantil pre-capitalista y semi o pequeña capitalista- y, de otro, la relación capital-trabajo que en parte de ella potencialmente se puede producir, reconfirman importantes desafíos de los escenarios próximos de la economía cubana.
Vigencia del socialismo marxista y reevaluación de corrientes de pensamiento en las condiciones actuales de la economía cubana.-
Marx, sobre la Comuna de París, expresó que el trabajo libre asociado –cooperado- es el trabajo socialista –no asalariado ni, por tanto, subordinado al capital (ni a burocracias); en su análisis, las cooperativas articuladas a toda la sociedad sustituyen las formas organizativas del viejo Estado y nacen en el interior del sistema capitalista creando las bases de la nueva sociedad.
Engels y Lenin se refirieron de la misma manera en sus trabajos sobre las cooperativas en Inglaterra y en Rusia 1923, respectivamente.
Independientemente de cualquier posición política que se sustente, no cabe duda de que Marx aportó conceptos principales sobre la relación trabajo-capital (extensibles a la relación trabajo-Estado) que hoy pueden ser actualizados en los contextos vigentes y reincorporados inteligentemente a otros conceptos claves que otras posiciones teórico-políticas impulsaron.
Las importantes elaboraciones de Marx en El Capital parecen hoy olvidadas entre muchos que aplican una socialdemocracia netamente capitalista y otros que insisten en el modelo de “socialismo” estatal u otras concepciones economicistas pragmáticas.
La relación trabajo-capital y trabajo-Estado, en mi opinión, constituye una clave medular de la construcción de una sociedad socialista emancipatoria (la otra es la concepción del modelo político de ciudadanía democrática popular que se requiere y que está, en mi opinión, en clave de sinergia con la modelación socio-económica), o lo que es lo mismo, de una sociedad colaborativa, justa, equitativa, de ciudadanía democrática y de progreso económico y social, con participación de todos los actores y sectores sociales, en el sentido que entiendo la esencia del socialismo.
Muchas veces se define el ideal de sociedad por criterios legítimos de igualdad de oportunidades, ejercicio de los derechos ciudadanos y la democracia, la construcción de una ciudadanía participativa y moral, etc., a lo cual han aportado corrientes humanistas y políticas de diverso orden; sin embargo, los criterios económicos, que fundamentan el estado de las relaciones sociales hegemónicas o no en un área esencial cual es la económica y de reproducción de la vida, que se expande a otros sectores políticos y sociales, no es tenida en cuenta: Es consecuencia del olvido de la actualidad de Marx.
En una sociedad integrada y colaborativa, las relaciones trabajo-capital podrían irse atemperando con la participación organizada de los trabajadores en las decisiones y en las ganancias de las empresas, toda vez que ellos aportan un ingrediente principal con la ejecución del trabajo, mientras que el inversionista de capital aporta la otra; uno no puede ejecutarse sin el otro, por lo que sería justo una participación democrática en las decisiones y redistribución de la plusvalía entre ambos actores. Esto llevaría al paso gradual de la propiedad capitalista en otra forma ecléctica más social y justa.
Esto hoy puede ser una utopía; sin embargo, estamos presenciando iniciativas comunitarias de emprendedores privados asociados con el sector público e instituciones gubernamentales y creando redes de emprendedores que, de hecho, aplican estos principios y se acercan a una actividad privada–colectiva-comunitaria, con participación y beneficio para todos.
No es menos importante el tema de la relación trabajo-Estado, en el caso de las sociedades de socialismo estatal autoritario. En esta posición, el supuesto es que el Estado actuaría como el medio de socialización de la propiedad, en beneficio de toda la población. Si bien hay una redistribución del ingreso nacional en áreas importantes de beneficio social, sin embargo, la decisión centralizada y no participativa de la ciudadanía, de un lado, crea las posibilidades de una burocracia autosuficiente y hegemónica con impactos sensibles en toda la vida social; de otro lado, el sistema de relaciones sociales de producción (distribución, consumo, etc.) queda enajenado (igualmente que en la relación trabajo-capital del capitalismo) de los trabajadores cuya acción se limita, básicamente, a seguir las orientaciones emanadas desde el centro y sin posibilidad alguna de decisión sobre los resultados del trabajo y sus proyecciones micro y macrosociales.
En nuestro caso, la pervivencia de estas concepciones anacrónicas da lugar a la aplicación acrítica, fragmentaria y extensiva de medidas de cuentapropismo sin una concepción asociacionista comunitaria (que, por demás no puede ser impuesta sino fruto de la convicción y el beneficio visible de todos), por un lado, y del mantenimiento de las relaciones empresariales con predominio de la centralización estatal (o quizás con el paliativo de gerencias de empresas con mayor autonomía), lo que deja pendiente el papel protagónico de los trabajadores y ciudadanía en general en toda la cadena del proceso económico e institucional del sector público.
En algunas posiciones del marxismo crítico, emancipatorio y antihegemónico, el papel de la gestión colectiva de la sociedad pone un énfasis importante en las relaciones socio-económicas derivadas de formas de propiedad y gestión cooperativas, en las que predominan la colaboración, las relaciones democráticas de poder, la distribución equitativa de ingresos, las interconexiones comunitarias, etc.; es decir, combinan formas de autonomía con integración social. Las cooperativas (de 1er., 2do. y 3er. grados) son formas que relacionan lo privado y lo colectivo en varios niveles y pueden expresarse en una variedad de formas en múltiples actividades económicas. Pero otras formas asociativas de emprendimientos privados-públicos-comunitarios también avanzan la integración de principios de autonomía y colaboración e integración, como dijimos antes.
Así, en las condiciones de hoy, con la reevaluación crítica de los modelos fracasados de socialismo real, de mercado, etc., valdría la pena considerar los aspectos positivos de otras corrientes de pensamiento, como pueden ser los elementos del socialismo autogestionario, del liberalismo al proclamar un concepto de autonomía y ciertas libertades económicas, o los valores social-cristianos que promueven dignidad y solidaridad entre todos, del anarquismo y otras corrientes al destacar la autoorganización social como elemento clave en contrapeso de los poderes burocratizantes del Estado, etc.
Un estado de nuevo tipo, que responda a un concepto de ciudadanía democrática, debería partir de la acción desde abajo del ejercicio del poder popular con iniciativas autónomas y coordinación con las instituciones públicas-privadas, generar sus presupuestos participativos y construir el “Estado” desde abajo, a la inversa de lo que sucede hoy.
Frente al estatismo propio de los socialismos reales, o el mercantilismo y consumismo de las sociedades capitalistas, se requiere la participación de diversas formas de co-gestión y autogestión asociativa y comunitaria, cooperativa y de emprendimientos asociados a los intereses comunitarios y regionales o macrosociales. Hoy existen condiciones –en nuestro país, privilegiadamente, por la extensión de la forma de propiedad estatal, que puede reconvertirse en verdadera propiedad de participación social, si se aprovechan creativamente las posibilidades- para superar el neoliberalismo, el capitalismo salvaje y el socialismo estatal y de mercado, hacia una sociedad más integralmente diversa en las relaciones de propiedad y gestión económica, con repercusión en un modelo socio-político de una pluridemocracia ciudadana participativa y autogestiva popular.
Así, economía y política están integradas en el todo social, junto a otras dimensiones culturales, políticas, éticas, jurídicas. La propia empresa estatal, como la conocemos hoy –aun la gran empresa- debería cambiar hacia estas formas de gestión más sociales, que reflejen los intereses y necesidades de los trabajadores y sus potencialidades en la toma de decisiones colectivas. Ello podría, incluso, repercutir en las asociaciones mixtas y otras inversiones extranjeras, si se crea la cultura de gestión participativa y asociativa generalizada de trabajadores, emprendedores, comunidades e instituciones públicas.
Aunque entre todas las corrientes de pensamiento hay pugnas y contradicciones esenciales, sobre todo cuando son proyectadas en toda su extensión, quizás hay posibilidad de encuentros y entendimientos claves que nos permitan reencauzar el presente proceso hacia modalidades que, aprovechando las opciones individuales o privadas, potenciando las formas cooperativas y otras formas de autogestión y co-gestión en los sectores público, mixtos, etc., favorezcan asociacionismos constructivos en que se beneficien los emprendedores locales (privados y del sector público) y las comunidades en que se insertan, como forma de integrar la responsabilidad social de todos.
Esto fomentaría unas relaciones sociales en todas sus dimensiones (económicas, jurídicas, sociales, morales, políticas), más sanas y verdaderamente multiactorales colectivas que generarían una potente fuerza creadora, lo que podría ser el factor económico-social clave en el enfrentamiento de una cultura e institucionalidad autoritaria, centralista y hegemónica, incluso en el plano de las instituciones públicas y políticas, que favorecería la construcción de una sociedad cooperadora que trabaje al unísono “con todos y para el bien de todos”.
Dos cosas:
– el cuentapropismo o pequeña empresa privada ha sido instaurado en Cuba sin tener una experiencia de derechos del trabajador. Si trabajando para el estado, el obrero cubano está desprotegidos, en esta nueva forma de producción se llega al extremo de aceptar jornadas de 16 horas y sin vacaciones por el solo hecho de tener una paga más alta que en el estado. El obrero cubano “ignora ” que tiene derechos y el estado que debía garantizarlo mira hacia otro lado.
– este articulo se centra en salvar el socialismo o instaurarlo en una versión utópico- fantástica por encima de cosas reales, urgentes y tangibles como son productividad, sustentabilidad y sobre todo bienestar del cubano. ¿A quién le importa en Cuba hoy lo que dijo Marx hace más de in siglo en un país que nada tiene que ver con nosotros? Después de 50 años de socialismo, con el nombre que ahora le quieras poner, ¿Tú y quién más va a construir o modernizar el socialismo? ¿Has salido a la calle, defendido esa tesis don cubanos de a pie más allá de tu circulo de amigos?
No veo en el articulo soluciones viables e interesantes para el cubano de a pie. Este discurso no de lo traga nadie en Cuba o yo debo viajar cada año a otro planeta.