Por Manuel David Orrio (orrio)
La Habana,13/03/06.- Hugo Rafael Chávez Frías, Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, ha muerto. La noticia llegó como un terrible mazazo sobre la cabeza y el corazón de los millones de cubanos que por siempre le tenderemos mano franca para amigo sincero, al decir de José Martí. Cayó en combate contra una enfermedad implacable, mas también como corresponde al militar que fue.
El orbe, vaticino, ni es ni será el mismo. No porque falte Chávez, sino porque su obra emancipadora cambió al mundo que vivimos.Muy en especial a Nuestra América, ésa que va del Río Bravo a la Patagonia. Nadie como este hombre singular revitalizó el pensamiento de la izquierda de fines de siglo XX e inicios de éste. Fidel Castro irá a la tumba con el invaluable mérito de haber conducido la resistencia frente a un mundo unipolar, tras la caída del campo diz que socialista; Chávez marcha, rumbo a las agitaciones excelsas de la gloria, con el lauro de haber mostrado que un mundo mejor sí que de verdad es posible. Maestro, y discípulo, se complementan. Fidel condujo el no pasarán; Chávez, el los que vamos a pasar somos los pobres de la Tierra.
Su muerte, la que no es verdad cuando se ha hecho bien la obra de la vida, es por sí misma una enseñanza. Supo no sólo crear y desarrollar las bases de una Venezuela y una Latinoamérica mucho más libres y justas. También, desde su carismático liderazgo, mostró que las revoluciones triunfantes están obligadas a institucionalizarse. Más si, como predijo Federico Engels, vivimos en tiempos en que las grandes luchas obreras pasaron de las barricadas a las urnas.
Nadie como Chávez fue capaz de demostrar que el camino del triunfo pasa por un Lenin, pero de la mano de una Rosa Luxemburgo. No por gusto advirtió la comunista más lúcida de la Historia que Libertad sólo para los partidarios de un gobierno, sólo para los miembros de un partido, no importa cuán numerosos sean, no es libertad; sólo lo es, si lo es para aquel que disiente.
Chávez retomó esa bandera, y con ésta ondeando al frente de millones, probó elección tras elección que sin verdadera democracia no será posible el socialismo. Otros le siguen, y otros demuestran. Evo Morales, Rafael Correa, ejemplos a la mano. No obstante tuvo, vale apuntar, una vanguardia en militares que tenían en su código genético el sentirse y actuar como servidores públicos, como garantes de los derechos del pueblo. Hágase Historia: ¿habría habido un Chávez sin un Wolfgang Larrazábal, aún con las críticas de éste último a la gestión del primero, a finales de su vida?
Años atrás, cuando servía a mi Patria enmascarado como traidor a la Revolución cubana, en aparente servilismo a la éticamente inaceptable política de los Estados Unidos hacia Cuba (1), una determinada coyuntura me obligó a comentar el primer triunfo electoral de Chávez. Por entonces apunté que Vista de La Habana la victoria de Chávez parece más un voto de castigo que la elección de un programa político bien fundamentado… El voto de castigo, nadie lo duda, tuvo como destinatario a la política tradicional venezolana en particular y a la latinoamericana en general. Pero ello no responde a la pregunta de en qué se diferenciará Chávez de un político tradicional de América Latina, donde tales especímenes abundan a izquierdas y derechas. Fácil es llamar a los inquisidores para hacer como que se incinera a la corrupción. Difícil es crear la libertad y la justicia que la extingaLos pueblos deben cuidarse de sus iras y sus frustraciones. Un deseo de cambios no basta para que el cambio sea positivo. Decía José Martí que un voto descuidado es un derecho perdido. Como nunca, pediría a los venezolanos ser sumamente celosos de sus prerrogativas de voto y de su descentralización gubernativa. Si en lo íntimo de sus corazones necesitaron de una rebelión, pues ya la hicieron. Y no sólo les felicito: les envidio no pueden imaginar cómo disfruté la lectura de algunos diarios contentivos del relato de sus peleas electorales.
Desde Cuba — también expresé — pido a los hijos de la tierra de Bolívar que ahora piensen en construir. Por ellos, por los cubanos, por todos los hijos de esta América nuestra aún prisionera de su pasado montonero y de su presente transnacionalizado. La elección de Chávez es de por sí un voto por la convocatoria a una asamblea constituyente. En Cuba tenemos experiencia sobre ese asunto de las constituciones. Por ello, les invito a no entregar una sola de sus libertades, y a hacer de sus derechos a la justicia social y a la solidaridad párrafos bien explícitos ¡Instituciones, sí; caudillos, no! ¡Mayorías, sí; y minorías también! Los mesías son posibles en las religiones, nunca en política. No existen situaciones extraordinarias, estados de emergencia, razones de estado ni proyectos patrióticos que justifiquen la enajenación del más infeliz de los derechos humanos. Ojo atento, además, con leyes sociales no amparadas por una capacidad económica concreta
Los pueblos tienen los gobiernos que merecen, escribió Hegel. En la jornada del 6 de diciembre (1998), los venezolanos dejaron de merecer una política tradicional y corrupta. Ahora, quiera Dios que ganen el reto de una Venezuela mejorToda América lo espera. (2)
Y Chávez, al frente de su pueblo, cumplió con América.
Notas:
1.- Entre 1992 y el 2003, el autor fue agente encubierto de la Seguridad del Estado cubano, infiltrado en la contrarrevolución interna criolla, con fachada de un denominado periodista independiente.
2.- Manuel David Orrio. El caso Chávez: una mirada cubana. www.cubanet.org
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