Por Erasmo Calzadilla
La sociedad cubana está cambiando y muy aceleradamente. ¿Hacia dónde?
Hasta hace una o dos décadas éramos los cubanos personas desinhibidas y comunicativas. Seguro todavía lo somos y mucho respecto a otras culturas, pero creo en los últimos tiempos ya no tanto. Como soy más bien reservado, callado, introvertido, y el exceso de confianza (que llegó a convertirse en cliché folclórico) me molesta. Cuando años atrás percibí que la gente ya no se metía tanto en la vida de los otros me alegré. Sin embargo ahora me inquieto: ¿hasta dónde seguiremos con la estrategia del caracol? Teníamos y tenemos aún una conectadísima telaraña social sin necesidad de twitter, pero esta, a mi parecer, ha ido destejiéndose; al menos en la capital. Sería un crimen que desapareciera esa joyita “natural” de los cubanos. (Pero, poniéndome filósofo: ¿Qué le puede pasar a lo “natural” sino extinguirse?)
Síntomas son los que sobran. Voy a citar algunos que, independientes, parecen naderías, pero vistos en conjunto creo que no lo son. Por ejemplo ya apenas se escuchan esas narraciones cortas y cómicas (los cuentos) tan abundantes y típicas del ambiente cubano en cierta época. De niño sabía decenas de cuentos, y hace años que no escucho ninguno. Por otra parte, ya prácticamente los jóvenes no bailan en pareja, y apenas se ven esas ruedas de casino que tanto rodaron, incluso durante los años más duros del Periodo Especial. Otro ejemplo, muy puntual en este caso: Al menos en mi barrio, los fines de semana alguien sacaba unas congas y se formaban tremendas rumbas espontáneas bajo un árbol. Hoy ya nada de eso ocurre. E invitar a unos músicos profesionales a una fiesta cuesta un ojo de la cara, y parte del otro.
Por otra parte, se ha destapado un ambiente de guapería, sobre todo entre los muchachos de los barrios más humildes de la capital (es decir casi todos), que es como para asustarse (digo, al menos a mí me asusta). Los “menores” andan cazándose la pelea, solos o en pandilla; sigilosos y prestos a desenvainar cuchillos y punzones ante el menor desafío. No digo siquiera que sean la mayoría, pero es algo ya corriente y creciente. El ambiente “marginal” fue siempre y sigue siendo una fuente inagotable de nuevas palabras que se incorporan al habla, pero últimamente los términos salidos del horno de los barrios resudan violencia.
Una de esta nuevas perlas es “CERRARSE.”
Cerrarse es lo contrario de ser abierto y comunicativo, de joder, de dar chucho, del “relájate pa’ que goce.” Cerrarse es ponerse bruto, pesa’o, trancarse; es estar con mala cara, a punto de la bronca, listo para un combate que no se sabe en qué hospital o qué morgue terminará. Los “cerraos” siempre han existido (recuerdo a aquellos que andaban con zapatos pulidos que nadie podía pisar sin “ganársela”), pero ahora es un estereotipo predominante. El reggaetón ha tenido que ver con estos cambios, o estos cambios con el reggaetón, sin embargo no parecen contentos Los Confidenciales, famosísimo grupo de ese género cuando en el número Guapo cantan:
Guapo, ¿Qué es lo que pasa?
Si viniste a fajarte mejor vete pa’ tu casa.
Yo pagué cinco pesos pa’ descargar hasta el fin,
no pa’ echarme una película del templo ‘e chaolín.
En Cardenas to’ los menores son guapo’
te meten un puntazo como cambiar de zapato.
Se fajan con las mano’, con palo, piedra y cabilla
pero lo má’ jodío es que te caen en pandilla.
¿Cuál es el origen de esta nueva ola? Crisis económicas han habido muchas en la historia de este país así que no podemos achacarlo todo a eso. Una combinación de factores debe haber estado incidiendo, pero desde mi punto de vista predominan:
– La acumulación de problemas económicos insolubles.
– El avance del proceso de alienación “socialista” caracterizado por la desinformación, el autoritarismo, la desintegración de la cultura comunitaria (de las comunidades geográficas, religiosas y de otros tipos); el vaciamiento de los valores tradicionales.
– El progreso de las relaciones mercantiles como modo de intercambio entre las personas.
Todas estas causas deben estarse influenciando unas a otras, y creando en conjunto un caldo de cultivo explosivo. Ojalá no terminemos como Caracas o Ciudad de México, y en verdad todavía estamos lejos, creo. ¿Qué podemos hacer? Algo siempre se puede hacer.