Por Elaine Díaz
La maldita insistencia de la búsqueda de las grietas por todas partes no me deja dormir. Los fenómenos de la red han copiado y calcado los procesos sociales que tienen lugar en la realidad. Y es lógico que así sea, si se apunta Internet como nuevo canal de ocurrencia de estos sucesos y no como sitio independiente de la cotidianidad misma.
Sin embargo, los sujetos que actúan en Internet y, específicamente, en la blogosfera, insisten constantemente en la necesidad de replantearse las dinámicas que hasta el momento han funcionado como palanca para mover los átomos. Algunos sienten los bytes como una nueva oportunidad para volver a ser y hacer.
Otros, parecen disfrutar reproduciendo los mismos estereotipos y actitudes que han signado nuestro paso por el mundo y acuñan las divisiones, aunque debe reconocerse la creatividad para darles nombre. Así, asistimos hoy a una Cuba en la red donde el mar se torna innecesario como barrera infranqueable.
Sus miembros, por decisión propia, han implantado dos enormes pañoletas como bandera. En lo que podría considerarse una primarización vuelta a la edad escolar del mundo 2.0, una suerte de Capis 1 y 2 han elegido quienes deben formar parte de sus grupos, para dar luego rienda suelta a la batalla.
Las fuerzas, ahora claramente agrupadas tras los epítetos revolucionarios y alternativos, oficialistas y mercenarios, castristas y libres, libran cada día una guerra extenuante de descorteses críticas, de gritos digitales y descalificaciones; donde apenas se escucha al otro y los argumentos se encuentran notablemente ausentes.
La apuesta por cada nombre no es un proceso descuidado de selección al azar, sino una forma velada de descalificar de antemano al otro y, sobre todo, de convertir las voces únicas de cada blog en una enorme masa homogénea. Los parámetros para encorsetar cada espacio en la red responden a dinámicas externas al mismo sitio.
Una definición apriorística de bloguero oficialista, por ejemplo, sería ¿aquel que reproduce el discurso oficial?, ¿el discurso gubernamental?, ¿el discurso institucional?, ¿el discurso estatal? Las diferencias podrían resultar nulas para un actor alejado de la sociedad cubana actual. Sin embargo, basta ver las desigualdades algunas notables, otras no- entre las agendas de los medios de prensa nacionales, para comprender que la variedad y riqueza de la realidad cubana, incluso desde un discurso progubernamental, es tan heterogénea que no puede ser enmarcada dentro de conceptos estrechos, diseñados para cooptar y minimizar las áreas de problematización e interés que puedan existir en estos blogs.
Así, quedan previamente anulados para algunos lectores después de elegir un bando, los imprescindibles apuntes de Paquito el de Cuba sobre diversidad sexual; o el testimonio fotográfico de una Cuba en movimiento de Orlando Luis Pardo Lazo; los comprometidos trabajos en temas raciales de Sandra Álvarez o las justas críticas al permiso de salida carta blanca- de los autodenominados blogueros alternativos; los excelentes análisis de la economía y política cubanas de Rogelio Díaz Moreno y las crónicas juveniles que comparten los estudiantes de Periodismo en Cubadebate.
El acceso a Internet parece constituir el pecado original de los blogueros revolucionarios. La posibilidad de navegar por la red desde instituciones estatales sirve como pretexto para condenar y anular la Cuba presentada en estos espacios; aun cuando muchas de estas miradas recorran grandes zonas de silencios y analicen crítica y propositivamente la realidad nacional.
Nadie encierra a los propietarios de teléfonos en cajas ideológicas, pero continúa siendo conveniente silenciar a los blogueros que están de acuerdo con el sistema político y el gobierno cubano tras el débil argumento de estar al servicio del régimen, entendiendo el acceso a Internet como moneda a cambio de una fidelidad ciega.
En el otro extremo, también resulta conveniente unificar cualquier intento de crítica social profunda y de oposición al sistema político bajo el epíteto mercenarios. Esto garantiza silenciar de igual modo la inconformidad con la calidad del pan, garante de buena parte de la tradición humorística nacional, y la desacertada incitación a la noche de los cuchillos largos.
En ambos casos, se pecaría de ingenuidad si pretendiéramos entender la blogosfera cubana actual como mero proceso espontáneo de libre expresión. La herramienta sirve perfectamente tanto a quienes desean multiplicar cuantitativamente la presencia de Cuba en Internet, aunque esta sea artificiosa, triunfalista y poco creíble, como a quienes intentan mostrar como reverso una sociedad civil profundamente descontenta con el régimen y que sitúa como principal demanda de los cubanos el acceso libre a Internet, desconociendo intencionalmente problemas más importantes como la vivienda, la alimentación, el agua y los salarios, por citar algunos.
En el centro de esta lucha, subsisten aún posturas profundamente honestas y comprometidas con el proyecto nación, que no pueden ser encorsetadas tras epítetos creados para desacreditar, silenciar y reproducir grietas arraigadas en la sociedad cubana. Los adjetivos, en estos casos, sobran. En un intento por sustantivar estas prácticas y despojarlas de toda intención previa de silenciamiento al otro, podríamos comenzar llamándoles bloggers y punto.