Por Mikel @ren
Un decano de nuestra prensa señaló que en Cuba hay periodistas pero no periodismo. ¡Centró la diana!
Poco antes, Gerardo Hernández, en su celda, había dibujado nuestra isla con una gran rosa filmada por dos cámaras de TV: una, cubana; extranjera la otra. La segunda solo enfoca las espinas; la primera, exclusivamente la flor. Una imagen que vale por mil palabras; mas adicionó, para evitar una sola duda, la frase: Ni muy muy ni tan tan.
La verdad, verdad es que la mayoría de los cubanos quiere al país y el socialismo que son ficcionados por el Granma, Juventud Rebelde, Trabajadores o en la TV. Lástima que tienen muy poco que ver con lo existente que venimos penando.
Resulta muy difícil computar las veces que la jefatura del país ha expresado a entrevistadores generalmente extranjeros que los órganos de prensa están al servicio del pueblo y el socialismo; y que,si alguna censura hay, es fundamentalmente de los propios periodistas que no hacen valederos trabajos investigativos ni se lanzan a criticar con profundidad los aspectos negativos del proceso, y todo lo que cuelgue de éste.
También de ello más o menos se ha tratado en múltiples discursos de este medio siglo. Por ejemplo, ya el 4 de enero de 1959, Fidel expresaba: Bien merecen los periodistas la oportunidad de trabajar; el periodista trabaja para el pueblo, el periodista informa al pueblo. El pueblo solo necesita que le informen los hechos, las conclusiones las saca él, porque para eso es lo suficientemente inteligente nuestro pueblo cubano. Por algo las dictaduras no quieren libertad de prensa, por algo nos tuvieron censurados y amordazados durante tantos meses () Pero, además, cuando no había censura no podía decirse, sin embargo, que había libertad de prensa. Porque cuando un derecho se lo pueden arrebatar al pueblo de un día para otro tranquilamente, no es un derecho. (y) Cuando un gobernante actúa honradamente, cuando un gobernante está inspirado en buenas intenciones, no tiene por qué temer a ninguna libertad.
En tal sentido y con refrescados soplos (ahora, se reconoce al menos que la censura ocasionalmente proviene de los directivos de los medios), se volvió a tratar el tema en el reciente discurso de clausura del VI Congreso.
Ante tales reconocimientos y exhortaciones, parecería que no han existido por siempre las famosas reuniones de todos los directores de órganos nacionales (¿los lunes a las 10 am?) con el Departamento Ideológico del CC/PCC. Así como tampoco las recurrentes estigmatizaciones, invisibilidades y defenestraciones de comunicadores y directivos. Sin hablar de los corresponsales y free lance extranjeros o los independientes cubanos (unos y otros, en algunos casos, calificados de mercenarios), que tienen diversos tipos de status y formas de ser represaliados.
Aún más que los escritores y artistas, los periodistas del patio han estado trincados antes, durante y después (¿ha concluido?) del Trinquenio Gris.
Quizás alguien se imagine que no se ha orientado por la oficialidad toda una serie de tips estudiados en Comunicología- para exaltar hasta el infinito lo positivo y mediatizar o desaparecer mágicamente lo negativo. Tratando así de crear una realidad virtual (del arquetipo Matrix) en las mentes de los lectores, que satisfaga sus expectativas principales o, al menos, no les cause una agudización de los crecientes traumas.
El triunfalismo (inmotivado en la mayoría de las oportunidades) ha campeado en el imperiodismo criollo en cuanto a lo nacional, así como en lo de Estados calificados de hermanos o amigos. Sin embargo, es inalterable el barraje solo referente a lo negativo de los países no amigos y principalmente de los adversarios del gobierno cubano. Como igual se hace en lo tocante a determinados aspectos de la Cuba anterior al 59. Sin aludir en estos dos últimos casos a numerosas cuestiones que pudieran ser enaltecidas. Siendo pi constante la comparación con los países, lamentablemente, más desastrados del hemisferio y el planeta.
Podría ser que algún sujeto no tome en cuenta la reiteración hasta el cansancio de determinados asuntos insignificantes o de mediana importancia, que de esa forma son agigantados irrealmente. Otros sí relevantes son utilizados para atiborrar las prensas y el éter a fin de desplazar tópicos de alto interés del pueblo, que se introducen en hondas brechas de silencio donde quedan en hibernación para, cuando no haya más remedio que tratarlos, hacerlo intencionadamente en salva sea la inoportunidad o distorsionados una enormidad.
En pleno Período Especial (por fin ¿ya salimos o no?) apareció el chiste de que para hacer un ajiaco (v. caldosa) solo había que meter dentro de la olla de presión un diario Granma, que era donde estaban las viandas y las carnes. Hoy, otra chanza es que si se quiere evitar la ausencia de cientos de miles de potenciales participantes en actos como el del 1˚ de mayo, no se publique hasta unos días después de la conmemoración algunos problemas con el café para la población.
El imperiodismo cubano se asienta al 99.9% en la propaganda y el adoctrinamiento unipartideológicos. Un cocinadito elaborado básicamente con un quintal de la experiencia estalinista del conductismo social con base en los descubrimientos de estímulo-respuesta de Pávlov, tres arrobas del pragmatismo de James y sazonado con lo más picante de El príncipe, de Maquiavelo.
Así, hechos históricos (algunos más bien hechos o no tan gloriosos como se persigue historiar), leads, nombres, frases, signos, cantos, himnos, imágenes son introducidos y repetidos en los trabajos periodísticos hasta la saciedad, para crear o mantener un acondicionamiento en sus destinatarios (amén de que sirven a los comunicadores actuantes para patentizar que siguen la onda oficialista).
No es por pura coincidencia sino en aras de sublimar a los integrantes de la alta nomenklatura que los principales titulares de prensa -cuales salen en cadena en los distintos medios- siempre comienzan mencionando a alguno. No importa que sea en ocasión de la visita del mandatario de un país que no se producía hace 40 años, esto no será lo impactante sino que RECIBE ZUTANEJO AL PRIMER MINISTRO DE Y así a perpetuidad. Solo hay que ver cómo se publica a diario fotos de dirigentes decenas de años después de haber sido tomadas. Por lo ridículo, es como para llorar de vergüenza ajena. Lo juro.
Por ese camino, también el patrioterismo (que no patriotismo) nos lo encontramos en inmensa proporción. Y son ciclópeos el secretismo gubernamental; la polarización de opiniones, siempre en busca del monolitismo perdido; y el catastrofismo mundial, para restarle oscuridad a la cotidianeidad del cubano. Con la salvedad de las seleccionadas cartas de quejas de los lectores.
La línea impuesta a la prensa cubana está basada en la pragmática convicción de que cualquier cosa repetida muchas veces se convierte en verdad dentro del imaginario al que va destinada. Lo que sucede – por las divinas subjetividades individuales- es que las personas discriminan y seleccionan información y, por ende: se puede engañar a todo el mundo una parte del tiempo, todo el tiempo a una parte del mundo, pero no todo el tiempo a todo el mundo.
Es innegable que la realidad es un constructo, que pasa por el filtro de las experiencias y pre-concepciones de cada individualidad. Y que la ideología sirve de guía para filtrar y edificar en el imaginario la realidad personal. Pero ¡caramba!…a Roberto se le ha ido la mano. La objetividad que nos pretenden endilgar se atempera en casi nada a los estándares mentales de más de nueve millones de individuos de los once y pico que integramos nuestra población. Siendo los dos millones restantes básicamente de la tercera edad, con un variable grado de somatización del adoctrinamiento recibido en estas cinco décadas, el que -por falta de miaja- ya no es reproductivo.
En consecuencia, el lector, televidente o radioyente cubano se hace cada día más refractario (recordemos Catalejo, de Buena Fe) y contestario a las informaciones que se le transmiten. Lo cual se acentúa en proporción directa al grado de menor envejecimiento de cada segmento poblacional.
Cubanamente: se está apagando la planta a la prensa oficialista, por merecida y geométrica progresión de la apatía y de la incredulidad. No obstante, como la desesperanza es creciente y el discurso estato/partidista hace muchísimo no puede inflamar los corazones, la burocracia se conforma con sembrar la desidia dentro del pueblo porque es un importante instrumento para el mantenimiento de la dominación.
Años ha que la Mesa Redonda -con solo el 3 al 5 % de la teleaudiencia, especialmente vista por individuos de la mencionada tercera edad y, dentro de esta, las amas de casa- es objeto, como sus habituales panelistas, de la campechana mordacidad ciudadana.
Y ¿qué decir de TeleSur? Ese canal del cual Cuba posee un 20% de las acciones y al que brinda personal dirigente, artístico, técnico e infinidad de materiales. Únicamente censurado en la Honduras golpista y en Cuba, mientras que se ve completico en casi toda A. Latina y hasta en Miami y Washington. Del cual, desde hace un par de años, se nos ha hecho la magnanimidad de transmitirnos hasta dos horas, de su programación diaria de veintidós. Pero con un día de retraso.
Su señal televisiva tarda tanto en llegarnos a los de a pie como si Cuba estuviera fuera del Sistema Solar. Según Cubaleaks, una noticia escabrosa para el gobierno que, a punto de salir, causó tremendo correcorre en los pasillos del Canal Educativo 2 e hizo que se decidiera tomar más tiempo para el corte y clava.
Lo señalado aquí para la actividad noti/informativa cabe para cualquier empeño de/en los medios oficiales. Debido a esto, la más reciente composición del popular grupo juvenil Moneda Dura dice: Ayúdeme, doctor, que quiero asesinar a mi televisor.
Y ¿el uso periodístico de Internet? Pues es taaannn truculento que amerita dedicarle enteramente un próximo trabajo.
Todo lo expresado aquí compelió el pasado año a Alfredo Guevara a manifestar a los alumnos de la Facultad de Comunicaciones de la UH: No hay muchos ejemplos para demostrar, en la Cuba de hoy, de gran periodismo; para que les sirvan de modelos.
A lo cual agrego yo que, si es cierto que a la gran mayoría de nuestros comunicadores sociales (hay honrosas excepciones) no se les sube como debiera la bilirrubina, también es irrefutable que el establecimiento y reinado del imperiodismo nacional no ha sido principalmente culpa de ellos, sino del vetusto núcleo de poder que no se atreve a soltarles las riendas ni un poquito así. Pese a que éste -ante Urbe et Orbi- rasgue sus vestiduras, se de golpes de pecho y proclame lo contrario.