Por Ariel Hidalgo
El Mundo y la época actuales en que nos encontramos los cubanos
El derrumbe del campo socialista de Europa se interpretó en casi todas partes, pero sobre todo en Occidente, como el triunfo del capitalismo sobre el socialismo. Nada más lejos de la realidad, no sólo porque lo que se derrumbaba nada o muy poco tenía que ver con socialismo, sino porque lo que estaba sucediendo era el principio del fin de casi todas las estructuras sociales e instituciones tradicionales del mundo. Tanto los complejos estado-bélico-industriales controlados por grandes bancos internacionales como el modelo de Estado centralizado regido por dictaduras de partido que absorben a toda la sociedad civil, son las dos caras del sistema monopolista de Estado a que condujo el largo proceso de centralización de capitales de la sociedad industrial, marcado por el gigantismo de las grandes fábricas que determinó las estructuras piramidales monopólicas. Esta sociedad industrial, a su vez, es el último período de una civilización humana despiadada y cruel nacida hace más de ocho mil años con un paradigma civilizatorio patriarcal de violencia, muerte, desigualdad y despojo. Estos “civilizados” organizaron estructuras represivas que devinieron en los actuales Estados y organizaron sociedades basadas en la desigualdad de clases y la explotación de unos seres humanos por otros.
La sociedad industrial, basada en el trabajo asalariado, se encuentra hoy en proceso de descomposición por nuevas tecnologías que atentan contra las estructuras de sus dos modelos. Esa tendencia tecnológica hacia el gigantismo en que se fundamentaba el proceso de centralización ha cambiado radicalmente en un giro de 180 grados hacia el pequeñismo y la descentralización cuando en los años 70 del siglo XX se descubrieran los circuitos integrados que permitieron las computadoras personales y una nueva tecnología de la información para hacer posible que cualquier persona pudiera establecer, sólo con un procesador, su propia empresa y que la capacitación de los trabajadores convirtiera al capital humano en el factor más importante del proceso productivo. Las nuevas tecnologías son ya incompatibles con las viejas estructuras que empezaron a derrumbarse en 1989. Por mucho que se teorice en la indagación de las causas de la caída del llamado “socialismo real” de Europa del Este, en el trasfondo siempre estará la raíz madre de todas las causas: una nueva tecnología. Tras el derrumbe del ala más débil de la sociedad industrial comenzó a resquebrajarse la otra ala con una sucesión de crisis regionales que desembocaron en la gran recesión del 2008. La sociedad industrial está en proceso de descomposición y está comenzando otra nueva: la informática. Y aunque los grandes poderes que han regido la industrial siguen pie, están destinados irremediablemente a derrumbarse, y con ellos, toda la civilización patriarcal.
¿Por qué termina también la milenaria civilización patriarcal? Marx había llamado fuerzas productivas al conjunto de factores necesarios para la producción de bienes materiales y había dado a su desarrollo una importancia vital en su doctrina social, pero no se percató de que esos factores poseían dos efectos paralelos antagónicos y que con el desarrollo de fuerzas productivas se desarrollaban también otras fuerzas: las destructivas. Esas fuerzas destructivas habían jugado un papel fundamental en la desaparición de una civilización precedente matriarcal sin clases sociales, basada en un paradigma de paz y amor (1), y había generado la actual civilización patriarcal basada en un paradigma de violencia y despojo. Actualmente esas fuerzas están poniendo en peligro no sólo a esta civilización sino incluso a la vida misma del género humano, porque el peligro no sólo se manifiesta en la tecnología expresamente creada con el fin de provocar muerte y destrucción, sino en aquellas destinadas a la producción de bienes que tienen como efecto paralelo la destrucción del medio ambiente.
Pero el peligro no está en la tecnología en sí misma, sino en la mentalidad destructiva y avasalladora generada por esta segunda civilización humana. Hace poco más de cien años, a pesar de que esa mentalidad milenaria ya existía, el peligro no era tan aterrador por el bajo nivel de esa tecnología, pero con su desarrollo descomunal, esas fuerzas destructivas generan no sólo armas de destrucción masiva sino además efectos paralelos cada vez más devastadores del proceso productivo que entran en contradicción con ese paradigma civilizatorio y determinarán, a la larga, el fin de ese paradigma y por tanto la desaparición de esa civilización, pues la otra opción es el fin apocalíptico de la especie humana. Las guerras de destrucción masiva, el gradual exterminio del medio ambiente, las profundas crisis económicas con el aumento de la miseria y el crecimiento sin precedentes de la criminalidad con organizaciones más poderosas que muchos Estados, entre otros grandes males, son síntomas evidentes del estado agónico de una civilización en su período terminal. Al mismo tiempo estamos ya viendo, por todas partes, el nacimiento y crecimiento de las simientes de un nuevo paradigma: corrientes feministas, pacifistas, ambientalistas y grupos de defensa de los derechos humanos, de las diferentes orientaciones sexuales y hasta de los derechos animales entre otros, tendencias inconcebibles hace poco más de un siglo e inexistentes durante varios milenios.
Cuba debe irse preparando no sólo para estar presente, sino incluso, ser la vanguardia en la alborada de esa tercera civilización: el fratriarcado, y en consecuencia de la sociedad participativa de todos los hermanos.
La Meta
En la aspiración a alcanzar un sistema viable para nuestro país, muchos tienen como modelo, desde China y Chile hasta Suecia y Bélgica, e incluso los Estados Unidos. Pero Cuba merece algo mucho mejor que lo que ofrecen todas estas propuestas. Más que seguir un modelo, debe convertirse, ella misma, en el modelo a seguir hacia un mundo mejor.
¿Cuál es ese modelo aún inexistente? Para comenzar, es importante precisar que no basta un estado de derecho al estilo de las democracias tradicionales representativas donde los derechos y la igualdad están reconocidos en las leyes pero se violan en el mundo real por la ley del más fuerte, donde impera el dinero en los tribunales, en los cabildeos congresionales y en las campañas electorales, porque si bien no hay democracia en los regímenes de Estado centralizado donde un grupo en el poder tiene la facultad de imponer candidatos para las distintas instancias, tampoco la hay cuando los candidatos seleccionados por grupos partidistas dependen de contribuciones de campaña que los poderosos pagan como un soborno anticipado.
Es preciso ir más allá del estado de derecho hacia un estado de plena satisfacción de los derechos, y esto sólo se logra con la autosuficiencia ciudadana. ¿Qué significa esto? Significa que la ciudadanía no dependa de elevados poderes sociales para subsistir y desarrollarse socialmente, que tenga el control de sus propios medios de subsistencia sin depender de poderosas entidades económicas ajenas a ella misma y sin interferencias burocráticas, y el control directo de los mecanismos de elección de sus representantes públicos.
En lo económico esta autosuficiencia se logra mediante una libertad plena para la realización de las actividades independientes y el disfrute de la propiedad o posesión de medios de producción, ya sea individual, familiar o de grupos, ya sea cooperativista o autogestionaria. El que un campesino sea asalariado o aparcero de un terrateniente o de un burócrata estatal, lo esencial, más allá de las posibles diferencias o semejanzas éticas entre uno y otro empleador, es que él es un desposeído en total dependencia de un poderoso y por tanto un productor no autosuficiente. La autosuficiencia laboral sería, en consecuencia, el no tener que depender de empleador alguno, sea éste de la naturaleza que sea. Un modelo como éste no tiene un carácter ideológico o al menos no es exclusivo de corriente ideológica alguna, pues varias de esas corrientes lo han propuesto en diversas formas y bajo diferentes nombres, como el socialismo democrático, la doctrina social cristiana y hasta una variante populista del liberalismo.
El argumento neoliberal contra el llamado socialismo de Estado acerca de que un modelo de Estado centralizado limita el estímulo productivo a un solo hombre o a un pequeño grupo mientras el capitalismo extiende el estímulo a miles de capitalistas, llevado hasta sus últimas consecuencias nos conduce a la conclusión de que sería aún mucho más preferible un modelo donde ese estímulo residiera en millones de hombres. No basta la libertad económica que propugnan los liberales, sino que es preciso que esa libertad sea para todos, en otras palabras, también la democracia económica. El sistema salarial, ya lo aplique una empresa capitalista o el Estado, adolece en su esencia de un antagonismo de intereses en el seno del propio proceso productivo que atenta contra la calidad del fruto de ese proceso, algo muy semejante a lo ocurrido en el régimen esclavista, a diferencia de la servidumbre feudal y de la llamada esclavitud generalizada calificada por Marx de “modo asiático de producción”, sistemas de explotación de los trabajadores que al menos concedían a éstos el derecho a la posesión de los medios de producción. El que es sólo asalariado no tiene verdadero interés en los buenos frutos de la producción, desventaja tan evidente que hasta el propio Jesús la mencionaba en una de sus parábolas: “El buen pastor su vida da por las ovejas, pero el asalariado, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye… porque es asalariado y no le importan las ovejas” (Jn. 10: 12 y 13).
Y en correspondencia con esto, es preciso un sistema político donde los mecanismos de elección de los representantes de la ciudadanía, no puedan ser controlados por aparatos superestructurales como el Estado o los partidos políticos. La dictadura partidocrática lo mismo puede ser ejercida por un partido único que por cien partidos. La libre asociación –incluyendo la creación de partidos-, es un derecho sagrado, pero ningún partido u organización debe arrogarse derechos que sólo corresponden a los ciudadanos, como la nominación de candidatos.
Los Abismos
Sin embargo, no basta con fijar una meta y no decir el modo de alcanzarla, sobre todo si el poder que rige los campos que hay que atravesar para conquistarla se rehúsa a que sea alcanzada; y sobre todo, si no decimos cuáles son los riesgos, y más que riesgos, abismos que pueden interceptar e impedir la marcha hacia ese destino. Todas las fuerzas prodemocráticas de Cuba deben estar conscientes de dos grandes peligros que tenemos a la vista.
En diciembre del 2010, el presidente Raúl Castro alertaba alarmado que, de no llevarse a cabo los recortes anunciados, la “revolución” se hundiría en el abismo. No exageraba, porque a la crisis estructural permanente de medio siglo se sumaban la crisis mundial y los desastres naturales del 2008. Más tarde tuvo que suspender algunos de ellos y otros, aplazarlos, al percatarse de que, de realizarse drástica y aceleradamente según lo planeado –entre otros, despido de más de medio millón de empleados estatales-, la consecuencia sería precipitar el colapso económico y poner al país al borde de la explosión social. Sólo esa crisis estructural había acercado peligrosamente al país en más de una ocasión a la total desestabilización, y la válvula de escape había sido siempre la misma: los éxodos masivos. Los ciclos duraban catorce o quince años: De Camarioca (1965) al Mariel (1980), y del Mariel a Guantánamo (1994), éxodos precedidos por algún hecho social explosivo, como la crisis de la Embajada del Perú (1980), o el llamado Maleconazo (1994). Catorce o quince años después el ciclo terminaba en 2008 ó 2009, años en que se produce la sucesión raulista.
¿Por qué este ciclo se repite? La pregunta nos lleva a repasar nuevamente cuál es la esencia de la crisis estructural y el ritmo en que se produce el agotamiento del sistema. Tantos medios de producción en manos del Estado, le llevó a crear un inmenso ejército de funcionarios sobre los cuales no pudo luego ejercer un control efectivo, por lo que surge una inmensa burocracia con un poder desproporcionado. Unas riquezas que pertenecen a todos, no es propiedad de nadie, por lo que la burocracia ejerce su explotación como si fueran suyas mientras la derrochan como si fueran ajenas y esa contradicción entre propiedad estatal y apropiación privada que justamente determinó que el campo socialista fuera el ala más débil de la sociedad industrial, genera inevitablemente, como fenómeno consustancial del sistema, la corrupción, que engendra crisis, y la crisis, más corrupción. Pese a las purgas gubernamentales, ese mal se acrecienta en espiral, hasta el punto de que hoy, multiplicado en gran escala, es imposible de atajar, y determina el completo agotamiento del modelo. Si se fuerza su prolongación, se desemboca en un gran desastre.
Al final del último ciclo de 15 años, fines de la primera década del siglo XXI, cuando las circunstancias internacionales impiden un nuevo éxodo, se producen, por una parte, los desafíos sin precedentes de la disidencia –marchas de Damas de Blanco, huelgas de hambres en prisiones hasta las últimas consecuencias, y protestas públicas-, y por otra, los reclamos también sin precedentes de una izquierda contestataria que las autoridades se ven obligadas a tolerar aunque la excluye de los medios oficiales, por lo que sólo quedaba crear expectativas de cambio, celebrar un congreso del partido gobernante aplazado varias veces, conceder cierto espacio de libre expresión dentro de los marcos institucionales, eliminar prohibiciones como compras de casas y autos y la tenencia de celulares, y permitir el desenvolvimiento controlado de la micro-empresa; pero al mismo tiempo contrarrestar con mano dura los retos de una disidencia organizada que si treinta años atrás sólo contaba con dos docenas de personas –una docena en la cárcel y otra en las calles-, ahora podrían contarse por decenas de miles. En el año 2010 se produjeron 2,074 detenciones arbitrarias por motivos políticos; en 2011 la cifra se duplicó: 4,123. En el año 2012, sólo hasta el mes de septiembre, suman ya 5,105 arrestos. Sólo en el pasado mes de septiembre se produjeron 533 detenciones (2). Las concesiones a la población representan cierto alivio pero son como aspirinas para un cáncer terminal. Por este camino se avecina una tragedia social sin precedentes: violencia generalizada incontrolable, éxodos superiores a los anteriores y hasta una posible intervención militar norteamericana.
El primer peligro es la violencia que puede generar la irresponsabilidad de las tendencias extremas del espectro socio-político con fatales consecuencias. Si la dirigencia del Partido-Estado califica de provocadores e irresponsables a los grupos que protestan en las calles gritando consignas antigubernamentales, más irresponsables son quienes en el propio seno de esa alta dirigencia crean el caldo de cultivo de esos desórdenes públicos al negar derechos que pertenecen a toda la ciudadanía, así como las reformas económicas de fondo para la solución de la profunda crisis que padece la población. La olla de presión que la derecha de Miami ha querido propiciar en Cuba con leyes en el Congreso americano de estrangulamiento económico, quien la establecerá finalmente será la propia dirigencia histórica del Partido-Estado. La falta de respuestas efectivas de la dirigencia histórica a problemas vitales de la población puede exacerbar las pasiones y provocar revueltas con trágicas consecuencias. Que pequeños grupos de disidentes protesten en las calles no tiene tanta importancia, pero sí cuando existe un caldo de cultivo para prender la chispa de una revuelta sin precedentes por la frustración generalizada en la población ante la falta de soluciones efectivas a los problemas vitales.
Pero las cosas pueden resultar aún peores. La decisión de conceder autonomía a las empresas estatales sin escuchar los reclamos de la izquierda contestataria de otorgar a los trabajadores el control directo de esas empresas, significa más poder para una burocracia suficientemente corrompida como para no vacilar en negociar con carteles de la droga que buscan desesperadamente una vía segura hacia el mercado norteamericano y que tienen el ojo puesto en Cuba como la vía más segura y directa hacia ese mercado, todo lo cual significa el traslado hacia Cuba de los graves problemas que actualmente enfrentan países como México. En un período en que la dirigencia histórica está condenada por razones biológicas a desaparecer sin haber dejado como reemplazo un liderazgo capaz de garantizar la armonía social, el escenario sería de guerras entre carteles, matanzas masivas, asesinatos de periodistas y activistas y la corrupción al más alto nivel. “Cuando México esté terminando de expulsar el problema del crimen organizado, Cuba se estará preparando para recibirlo”, expresa en su estudio sobre el narcotráfico el ex comandante guerrillero salvadoreño, Joaquín Villalobos (3).
Los dos peligros, por una parte violencia generalizada con probables pérdidas de vidas humanas y éxodos masivos descontrolados, y por la otra, la irrupción del narcotráfico para convertir a Cuba en puente hacia el mercado norteamericano, hará sonar la alarma en la política estadounidense donde las fuerzas más reaccionarias contarán con excusas más que suficientes para una intervención militar, lo cual significaría no sólo una gran tragedia humana sino la pérdida de la soberanía y el regreso al punto de partida de los inicios de una República mediatizada.
El Camino
¿Cuál es entonces la solución?
Según los teóricos de las revoluciones, éstas sólo son posibles cuando existen condiciones objetivas y subjetivas. Las objetivas son la precariedad e injusticia en que vive la población, una situación en la que los de abajo sólo saben que no pueden seguir como hasta entonces, aunque no sepan aún qué hacer ni qué poner en lugar de lo que existe. Faltan, en otras palabras, las condiciones subjetivas, confianza en una vanguardia con una certera estrategia de lucha y una clara visión de aquello que queremos lograr una vez rotas las cadenas. Si aplicamos esta teoría a la realidad cubana actual, nos encontramos que ya hace mucho las condiciones objetivas están dadas, que el pueblo se encuentra en un estado de frustración ante las promesas del poder reiteradamente incumplidas, condiciones que a mi juicio comenzaron a crearse en los 90 tras derrumbarse la Unión Soviética y el campo socialista y maduraron a fines de la primera década del siglo XXI con la creciente corrupción burocrática, la crisis mundial y los desastres naturales. Dos actitudes gubernamentales develan la conciencia del peligro: la concesión de migajas a la población para apaciguarla con expectativas de cambio, y al mismo tiempo, un aumento sin precedentes del hostigamiento contra grupos opositores.
Sin embargo, no existían aún las condiciones subjetivas. La única solución concebida por gran parte de la población para escapar era el éxodo. Se arriesgaban a morir ahogados en el mar antes que sufrir hostigamiento y prisión junto a una oposición que había logrado reconocimiento y protección de la opinión pública internacional, pero que no tenía poder de convocatoria para canalizar a la población hacia un cambio constructivo si las cosas emporaban y estallaran explosiones sociales, no sólo por su fraccionamiento, sino además, por el predominio en gran parte de ella de una retórica influida por sectores de la Diáspora divorciados de la realidad interna que, en consecuencia, la distanciaba de esa población. El respaldo de parte de esa disidencia a las restricciones económicas y política de aislamiento de una potencia extranjera hacia Cuba, no podía ser atractiva a quienes vivían del turismo, a cuentapropistas, a familias que recibían remesas de parientes en la Diáspora, a traficantes del mercado negro, ni a quienes veían en esas actitudes una traición a la soberanía nacional. Esa oposición había fracasado en el plano interno en sus estrategias, pues el gobierno demostró su resolución a desconocer incluso sus propias reglas cuando se le retara en su propia legalidad. Se había llegado, por tanto, a un punto en que ni la oposición podía vencer a ese gobierno ni el gobierno podía aniquilarla.
Sin embargo, algunos grupos opositores internos, así como la izquierda contestataria y un sector cada vez más amplio de la Diáspora, han coincidido en rechazar esas restricciones, en particular las barreras a viajes y remesas impuestas por ambos gobiernos y en el ideal de una sociedad realmente democrática y participativa. Por tanto, ese punto muerto se rompería con la convergencia de esos diferentes frentes democráticos de todos los ángulos de la sociedad que han adoptado un mensaje más receptivo. Y ese acercamiento debe sellarse mediante una declaración que dé constancia, con una sola voz, de ese consenso, sobre la base, no sólo del rechazo a la violencia y la demanda de los derechos de los trabajadores y de todo el pueblo, sino además de la voluntad de fundar todos juntos, en una relación fraternal, sin compromisos con intereses foráneos, una Cuba mejor basada en una sociedad realmente participativa. Semejante declaración debe ser la base para la unidad, en una plataforma común de todos estos grupos que comparten las ideas más avanzadas del pensamiento social y político sobre la realidad cubana, unidad cuya solidez no consistirá sólo en la coincidencia de ideas sino en el uso de los actuales medios tecnológicos de la comunicación. Esa plataforma de los factores más avanzados de la sociedad cubana deberá realizar dos tareas de gran importancia:
1- Ayudar a desarrollar, en todas las esferas de la sociedad cubana, una conciencia cívica de que el cambio pacífico, sin odios, ni venganzas hacia una Cuba mejor, es posible, que la violencia abre las puertas a la intromisión del vecino poderoso con nuevas imposiciones para frustrar una vez más la realización de los más caros ideales del pueblo cubano, despejar temores y hacer germinar deberes cívicos donde sólo ha existido indolencia; esto es, hacer primero una revolución en la conciencia del pueblo, aquello que el Maestro de Dos Ríos anunciaba al reprochar a Marx que “no nacen viables, ni de seno de pueblo en la historia, ni de seno de mujer en el hogar, los hijos que no han tenido gestación natural y laboriosa”. Sólo esa gestación laboriosa precederá el parto de ciudadanos realmente libres, capaces de unirse en la enérgica exigencia de sus derechos.
2- Y si no se otorgan, si aquellos que han negado esos derechos rehúsan dialogar, esa plataforma, sin esperar por ellos, deberá ejercer su poder de convocatoria para congregar a todas las tendencias de pensamiento de la gran diversidad de la sociedad cubana, no sólo los grupos que permanecen en los marcos institucionales de la sociedad cubana, sino además, los que están en la marginalidad social, y no sólo los que se hallan en el país, sino también los de la Diáspora, para constituir el Congreso del Pueblo Cubano, un foro permanente de diálogo entre los cubanos de todas las vertientes para buscar las mejores soluciones a los problemas del pueblo, un gran congreso de todos los que debemos andar juntos en la fundación de una Cuba unida en nuestra diversidad, en la lucha por la paz, el amor y la prosperidad, para levantar bien alto una sola voz en reclamo de los más valiosos derechos del pueblo, para elaborar, conjuntamente, el mapa de ruta de la transición, un acercamiento no sólo de la izquierda sino de todos los grupos prodemocráticos, porque nadie gobierna sin el consentimiento de los gobernados y si los que obedecen dejan de obedecer, los que mandan dejan de mandar, y para esto no hace falta romper vidrieras ni golpear a nadie, sino simplemente ponernos todos de pie y decir: ¡Basta!.
A las puertas de un posible porvenir preñado de peligros, viene a la mente la frase de Martí en Nuestra América: “una idea enérgica, flameada a tiempo ante el mundo, para, como la bandera mística del juicio final, a un escuadrón de acorazados”.
Octubre 8 de 2012
-
Consúltense obras de eminentes arqueólogas y antropólogas basadas en recientes descubrimientos, comoThe Goddesses and Gods of Old Europe de María Gimbuta y El Cáliz y la Espada de Riane Eisler,.
-
Informe de la Comisión de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional. Octubre 2 del 2011.
-
Joaquín Villalobos: “De los Zeta al Cartel de La Habana”. Revista Foreign Affairs Latinoamerica en el número abril-junio del 2012.
Costará trabajo llegar porque la dominación está en cada cabeza de incluso el cínico que lo entiende pero juega al juego del consumo. Cuba tiene chance todavía, esperemos que no sea tarde y tengamos que esperar otros 200 años de capitalismo.
Viva la utopía Eduardo!
Vida y NO Muerte!
Placer y no Castigo!
Amor y no Odio!
Trabajo por placer y no para placer de otro!
Todo bien rico!
nada de explotación!
Es interesante su análisis. Yo diría que estamos condenados, porque ya la gente no sueña con salir del capitalismo y el trabajo agobiante del asalariado. Tantos años sin libertad y democracia directas (entiéndase en el centro de trabajo y vida cotidiana) ha hecho que la ideología del capital (por ser la más bombardeada por los medios oficiales o del exterior) se convierta en la utopia que anhelan muchos cubanos.
Imagínese usted pensar en otra cosa, va a ser difícil. Solo somos unos cuantos, entre ellos usted, pero algún día bastaremos para hacer algo diferente, algo que provoque un enaltecimiento inmediato de la experiencia de vivir.
Gracias Ariel por tu texto! Vivan las fuerzas dormidas! Viva la utopia! …….
(ahora puedes decir: Viva!!)